Capítulo 10
Y aquí estamos:
1) Un pasillo con lambriz y paredes gastadas, piso monótono. Nada especial que agregar, más que una estúpida lámpara de tubo titilante, de esas que sueltan un zumbido que enloquece a cualquiera. Argh... ¿Nadie tiene un palo con que pueda romperla?
2) La cuarta puerta, con vidrio templado (ni modo que los que asisten a esta escuela les da igual si es transparente o no, y la verdad, a mí también).
Guardo mis manos en los bolsillos y apoyo la cabeza en la pared, podrido de esperar. Porque sí, la muy estúpida está clavada ahí con su mochila hace como diez minutos, admirando la textura de la puerta o qué otra mierda.
—¿Y? Entra —. Digo exasperado.
Ángel abre los párpados como si fuera exhibicionista (nah, si le mostrara lo que tengo, sus ojos serían más grandes):
—¡Ya voy! ¿Sí? N-no me presiones —traga saliva, me da la espalda y apoya la mano en el pomo, sólo para dejarla caer a un costado. Se gira otra vez, mordiéndose el labio—. No puedo —susurra.
—Ok, yo te ayudo —. Sonrío lo más servicialmente posible, la tomo por el brazo, abro la jodida puerta y la lanzo ignorando su "¡¿Qué haces?!" chillón. Sí, a veces también me sorprende lo caballeroso que puedo ser. Cualquiera la hubiese matado ya.
Al fin un poco de paz. Ahora puedo hacer lo que se me dé la gana...bueno, al menos un poco.
Busco entre mi ropa y gracias, la cajilla de cigarrillos "celestiales" sigue ahí. Enciendo uno y disfruto del humo llenando mis pulmones. Sé que me hacía mal, no soy idiota. Pero a ver, todos al morir somos un trozo de carne, al menos yo puedo decir que estoy ahumado.
Dejo pasar los minutos, concertándome en buscarle formas a las nubes oscuras que libero. Demonios, esa clase debe estar aburrida, ¿qué hacen si no ven? ¿Cómo se distraen? ¿Revisan su celular? ¡Ja! No lo creo, ni siquiera deben poder hacer trampa en los exámenes, claro, si tienen exámenes.
El ruido de la entrada chirriando llama mi atención. Una chica de no más de veinte, cabello largo, muy largo. Le roza en culo...¡vaya culo! Se voltea y... Wow, ¡genial! Casi siempre te llevas un baldazo de agua fría, porque las que son lindas de atrás no suelen serlo por delante. Pero esta...uff. Mi mente vuela con esa carita y esa delantera.
—Ey, mi vida... ¿No quieres que sea tu lazarillo? —Es lo único por lo que adoro ser invisible, nada de líos— Para ti estoy todo disponible — Sonrío de costado cuando pasa y se pone un mechón de cabello detrás de la oreja. Al hacerlo, libera un casi exquisito y tentador olor a vainilla.... Juro que podría comerla entera.
Oh, es broma, ¿acaba de entrar a la clase? ¡Pero no es ciega!
Vaya...
Si una cosa así entró a un lugar como ese...
Definitivamente tengo que estar ahí.
Total, será como la pastelería, ver pero no tocar.
Gracias, viejo barbudo, por haberme dado estos ojos.
Ingreso casi al mismo tiempo que la muchacha y rápidamente me siento en un lugar libre, justo al fondo (esto me recuerda a los viejos tiempos, claro, antes de que me expulsaran).
—Recuerden que tienen que traerlo para mañana —una señora con gruesos lentes se pasea por las filas. Tiene la clásica pinta de vieja rompe esquemas que te revisa hasta los calzones para saber si estás bien. Es obvio, ahoga su desbordante instinto maternal con jóvenes necesitados.
Un quejido por parte de todo el mundo es la respuesta que recibe. Y ella, como no, sonríe con "ternura". Sí, claro...es más falsa que las flores de su falda—. Vamos muchachos, ¡deberían ser más entusiastas! Imaginen las posibilidades...leer, escribir, caminar con mayor naturalidad... ¡Bailar! Podrán hacer todo lo que un vidente es capaz, algunos incluso más, ¡como aprender la ecolocación! ¿Sabían que a partir del paladar...?
—Aquí vamos otra vez...—Murmura uno al otro, cerca mío— ¿nos vio cara de murciélagos o qué?
—A veces creo que quiere experimentar con nosotros — concuerda el segundo—. Está loca.
—Eh...hablando de locas. ¿Te enteraste de quién se reintegró a clases hoy? —Se ríe.
—Sí, Angélica o algo así... Pensé que no iba a volver.
—Yo pensé que la iban a internar —le da un codazo y carcajea—. Mi primo me contó que por andar drogada, mató a su madre al sacar el auto...
Me fijo en el aspecto de esos dos. Uno más pendejo que el otro:
TIPO 1:
-Feo, con dientes como para tallar una mesa.
-Pelusa deforme en lugar de barba, y todavía se esfuerza en lucir "bien" peinándose con gel hacia arriba. Amigo, el gel no te arregla la cara...sólo digo.
TIPO 2:
-El clásico cara de bebé, hijo de mami que cree que ver la página central de una revista porno barata es suficiente para dejar de ser virgen.
-Encorvado en sí mismo, como un maldito signo de interrogación, ¿qué se está preguntando? Supongo que si Papá Noel le traerá regalo este año.
En resumen, cualquiera de ellos me da asco. Y no, no tiene nada que ver con que hayan abierto la sucia boca, para escupir cosas que no son, sobre la chica que me va a asegurar puntos. Ni que ella los haya escuchado y ahora esté presionando las hojas de su cuaderno con fuerza, unos bancos más adelante. Lo que pasa es que sólo yo puedo molestarla, y nadie, repito, nadie se mete con mi juguete nuevo. (Tranquilos, no la usaré demasiado, que si se rompe ahí sí me bajan de nuevo, derechito a las llamas).
—Cariño —escucho a la mujer— ¿Puedes repartir las hojas?
—Voy, Tía —. Ah, así que el bombonazo que seguí, es sobrina de la veterana. Curioso.
Esbozo una sonrisa interna al trazar un plan. Me pregunto... ¿Qué pasaría si se metieran con la querida pariente de su tan apreciada profesora?
Espero pacientemente a que venga la chica.
Reparte hoja por hoja.
Pasa por el banco de los tarados.
Llega al final de la sala.
Se da vuelta.
¡Palmadita!
Sí, es un excelente culo.
Pega un salto junto a un grito ahogado, y se gira completamente indignada hacia el pelele número dos (cara de bebé).
—¿Qué pasó? —Pregunta él.
Ella, muy amable, le da una bofetada (no sé qué tienen las mujeres con nuestras caras, la verdad) porque obviamente, ¡no hay nadie más que le haya podido hacerle eso! (Soy un desgraciado que goza de la situación, admito eso).
El tipo está rojo de la vergüenza y se pone de pie:
—¡No hice nada!
—¡Cochino! —Grita.
La mujer camina hacia aquí para saber qué sucedió. ¡Sí! Esto va a estar genial...
Aprovecho el instante de conmoción y hago pagar al otro. Corro el asiento que ocupaba el chico bastante más atrás. Justo cuando va a volver a sentarse (muy frustrado porque ahora no solo hay una chica histérica insultándolo, sino que también está la vieja hablando sobre integridad moral) cae de espaldas, despatarrándose.
Ya furioso, se pone de pie y encara al tipo uno (o eso intenta, porque no sabe muy bien donde está), que entiende menos que nadie.
—¿Eres imbécil?
Se levanta también, con el ceño fruncido.
—¡¿A quién llamas imbécil?!
Y...pelea asegurada.
Golpes por aquí y por allá (sorprendente, no ven, pero se las arreglan para dejar marca).
Lo mejor de todo es que la empecé yo, y ni un rasguño.
Ah...me siento como en casa.
Cierto, saquemos a la debilucha esta antes de que se pegue ella misma.
Busco con la mirada y ¡chan! Ahí está, junto a otras chicas, intentando captar cualquier sonido que le brinde más pistas de lo que está pasando.
—Terminó la clase, vayamos a tu casa —. Guardo por ella las cosas en la mochila y la cojo del brazo, sacándola a rastras y evitando la bola de piel y gritos que se formó ahí cerca de la puerta.
—¿Qué hiciste ahora? — Juro que puedo escuchar cierto tono irónico, incluso...¿divertido? De su parte.
—Amor, me ofendes, ¿yo, causando caos? Por favor, si soy un santo.
Salimos a la calle, donde nos recibe un torbellino de autos, camiones y motos excesivamente ruidosas (aun así, encantadoras). Ella se pone un poco nerviosa. Sin embargo, no la dejo quedarse quieta, no. Avanzando señorita, avanzando.
—Ey, deberíamos esperar a papá...no recuerdo muy bien cómo llegar a casa.
Gruño, vaya que puede ponerme de mal humor rápido:
—No seas tonta, yo sé cómo ir.
Alza una ceja totalmente incrédula.
—¿Seguro?
Ruedo los ojos y tiro más de su muñeca para que entienda que lo estoy. ¡Que no me joda más, o la abandono en mitad de la calle!
—Que sí, lo memoricé en el camino.
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