𝓘𝓷𝓯𝓲𝓮𝓵𝓮𝓼 9

-¿Kaghome? – Llamo el peli negro, logrando que Sango e Inuyasha también pusieran su atención en ella. ¿Habia dicho algo malo?

- ¿Qué sucede? – La peli negra si acerco mas a ella, apoyando su mano en su regazo.

- Yo... Yo... - Y una lagrimas comenzaron a salir por sus ojos. Casi parecía una niña pequeña, a la cual habia regañado.

- Inuyasha – Llamo su amiga en busca de ayuda.

- Tranquila, pequeña – Se acerco a ella, acariciando sus brazos – Todo estará bien, ¿Si? – La azabache lo miro fijamente y asintió con su cabeza, intentando dejar de llorar.

- ¿Qué sucede? – Volvio a preguntar la peli negra, sin dejar de mirar a su amigo.

- Kikyo era la mejor amiga de ella – Le dijo, mirándola con algo de pena. Sango jadeo por la sorpresa, y también llevo sus manos a su boca. Esa pobre muchacha habia sufrido mucho.

- Yo... No lo sabia.

- Por eso se emociono cuando dijiste que era tu amiga.

- Ho cariño – Abrazo a la azabache contra su pecho, sintiendo como otra lagrimas comenzaban a salir – Desde ahora seremos mejores amigas. Confia en mi – Kaghome la miro fijamente, y sonrio con alegría, aunque solo pudo asentir con su cabeza, ya que su garganta estaba trabada por un nudo.

- No sabia nada, Inuyasha – Hablo Miroku, luego de presenciar toda esa escena – Siempre pensé que Kikyo era pariente lejana de Kouga. Nunca pensé que era la mejor amiga de Kaghome.

- Yo tampoco te conte nunca. No quería que nadie mas lo supiera, por ella – Miro a Kaghome, que ya no lloraba, pero seguía abrazada a Sango – Se que además de ser doloroso, es muy vergonzoso.

- Disculpenme – Susurro la azabache, una vez que se separo de Sango.

- No tienes porque disculparte, Kaghome. Pasaste una mala experiencia - La peli negra apretó sus manos y le sonrio – Ya no llores, ¿Si? – Limpio sus mejillas de las lagrimas de dolor – Ahora ve a cambiarte, ponte muy bella y salgamos a divertirnos, ¿No, Miroku?

- Claro, morena. Iremos a nuestro hogar a cambiarnos y volvemos.

- Seguro – Aseguro el peli plata, luego de prenderse de la cintura de su novia – Los esperamos.

Una vez solos, Kaghome se abrazo fuertemente al pecho de Inuyasha, volviendo a llorar. El peli plata sentía una opresión en su pecho. Se sentía impotente al ver sufrir a su muñeca y no poder hacer nada para evitarlo. No le molestaba que lo hayan engañado a él pero, ¿Por qué a Kaghome? Ella era sumamente bondadosa, no se lo merecia en absoluto.

-¿De verdad podremos ser amigas? – Susurro contra su pecho, acongojada por esas palabras que tanto le dolían.

- Claro que pueden, princesa – Beso su cabeza, como si con eso pudiera borrar su dolor – La conozco desde hace años, y es muy fiel como amiga. No te fallara.

- No quiero que me vuelva a suceder lo mismo – Le confeso, mirándolo directo a sus ojos dorados, con su vista lagrimosa. Imagen que partio el alma del peli plata.

- Nunca volveras a pasar por lo mismo. Sango es incapaz de hacer algo asi, bella, y yo mucho menos. Te amo. Te amo demasiado como para solo pensar en engañarte – La abrazo nuevamente contra su cuerpo – Creeme, por favor – Le rogo en su oído, en un susurro desesperado.

- Te creo, Inu – Lo miro nuevamente a los ojos, sonriéndole – Yo también te amo, mucho mas de lo que puedo expresar.

- Vayamos a vestirnos, princesa – Beso se frente, deteniéndose un momento para aspirar su delicioso aroma – Salgamos a divertirnos.

- Claro, Inu – Con animos, ya que hacia demasiado tiempo de la ultima vez que salio con amigos, tomo la mano del peli plata y comenzó a correr escaleras arriba, logrando que ambos rieran.

Luego de una ducha rápida, comenzaron a vestirse ambos, entre miradas complices por haber hecho nuevamente el amor rapidamente. No habia opción, Inuyasha era incapaz de mantener sus manos lejos del cuerpo de su pequeña.

Con un simple saco negro, y un pantalón de jean, junto con una camisa blanca, el peli plata se vio adecuado para la ocasión. No lo podía ocultar, él también estaba algo emocionado por poder salir con sus amigos y su princesa.

Aunque le molestaba un poco el hecho de que Kaghome estuviera cambiándose en el closet, con la excusa de que él no la dejaría vestirse en paz. ¿Qué podía hacer? No era su culpa que ella fuera tremendamente bella y sensual.

-¿Cómo me veo, Inu? – Al escuchar esa voz a sus espaldas, giro rápidamente, quedándose sin aliento al verla. No podía ser posible que se pudiera ver mas sexy de lo que se veía normalmente.

Ese jean blanco que se le ajustaba bien a su trasero, esos tacos que hacían lucir aun mas sus largas piernas, ese top que dejaba ver su suave y blanco vientre al descubierto, y esa campera que le entregaba un aire inocente, logrando que se ponga duro con solo verla. ¿Cómo demonios era posible?

-Estas preciosa, pequeña – Se acerco a ella, para poder apreciarla mas – Eres realmente muy bella – Se acerco a sus labios, que estaban pintados de un fuerte color rojo, pero antes de poder besarla, la azabache corrió su rostro - ¿Qué demonios...?

- Maquillaje, cariño – Y soltándose de sus brazos, se adentro al baño para terminar de arreglar su cabello.

- Maldita niñata – Gruño y, un poco incomodo por el bulto que aun amenazaba en sus pantalones, bajo hacia la cocina para tomar un trago. Lo necesitaba.

Poco tiempo después, mientras la pareja disfrutaba de una copa de vino, sentados en el sofá de su sala de estar, llegaron sus amigos, también listos para la fiesta.

-¿A dónde iremos? – Pregunto el peli plata, mientras subia al auto de su amigo. Seria ridículo ir en dos autos, siendo solo cuatro personas.

- Al bar que esta de moda – Contesto Sango con una sonrisa, mientras terminaba de arreglar el cabello de su amiga – Al Shikon No Tama. Estas preciosa, Kag – Le sonrio, logrando que la azabache se sonrojase.

- Gracias – Susurro con timidez.

Al llegar, se sorprendieron de la cantidad de personas que habia en la entrada. Era un lugar muy exclusivo, y dudaban que pudieran entrar.

-Hay demasiadas personas – Comento el peli negro, prendido de la cintura de su novia.

- No nos dejaran entrar – Susurro con tristeza la azabache, pero su amiga negó con la cabeza, sonriéndole.

- No te preocupes por eso, Kag – Tomo su mano y camino con pasos firmes, seguidas de sus respectivos novios – Solo vengan conmigo.

- ¿Estas segura, San? – La peli negra solo le guiño un ojo, comenzando a caminar con confianza hacia la entrada.

- Señorita Taijiya – Saludo muy cortes el hombre de seguridad, y abrió el paso para que los amigos pasaran.

- Eres genial, Sango – Sonrio con animos la azabache, mientras se prendia de su brazo - ¿Cómo lo has hecho?

- Sango es una famosa modelo – Interrumpio el peli plata - ¿Nunca te lo comente?

- No. Nunca – Volvio a mirar a su amiga, esta vez con mas admiración – Por eso eres tan bella.

- Muchas gracias – Volvio a susurrar con pena – Tu no te moveras de mi lado – Le dijo con una amenazadora sonrisa a su novio, mientras se prendia de su brazo.

- Que poca confianza, Sanguito.

- Yo tampoco te tendría confianza – Aludió el peli plata, logrando molestar a su amigo.

- Tu cállate, bestia – Le gruño.

- Vayamos a bailar, Inu – La azabache, sumamente excitada por el ambiente lleno de personas y música, tomo la mano de su amante, arrastrándolo hacia la pista de baile, seguidos de sus amigos.

Entre risas y bromas, comenzaron a bailar, entre tanto los hombres peleaban por nimiedades. Entre trago y trago, la danza comenzó a volverse un poco mas caliente, logrando que Inuyasha comenzara a perder el sentido. No podía quitarle las manos de encima a su pequeña, y se sorprendia por lo bien que movia su cuerpo, y sus caderas, que lo traían completamente loco.

Si eso seguía asi, terminaría encerrado en el baño con ella. Como cuando era un adolescente.

Kaghome por su lado se prendia cada vez mas a su novio, no porque fuera una pegota, pero las miradas de todas esas féminas sobre el cuerpo del peli plata, le estaban molestando sumamente.

Si, era el hombre mas guapo del universo, pero no tenían porque mirarlo como si se lo fueran a comer en cualquier momento.

-Amiga – La llamo la peli negra, logrando captar su atención.

- ¿Qué sucede? – Aun prendidas de sus novios, se acercaron lo suficiente como para poder charlar sin que ellos escuchasen.

- Si no dejas de poner esa mirada de asesina, vas a espantar a todas las personas de tu alrededor – Bromeo con ella, logrando que la azabache se sonroje. ¿Tan obvia era?

- Yo... Pero... Lo lamento – Se disculpo, haciendo que Sango riera aun mas.

- No te disculpes. Me siento igual en este momento. Si las mujeres siguen mirando asi a Miroku, comenzaran a rodar cabezas – Volvio a bromear, haciendo que ambas rian a carcajadas.

En ese momento, el corazón de Inuyasha se lleno. Era tan reconfortante escucharla reir de esa manera.

-Inu – Se prendio de su cuello, haciendo punta de pies para llegar a su oído – Tengo mucha sed y estoy cansada, ¿Podemos ir a sentarnos?

- Claro, princesa – Miro a Miroku, haciéndole señas para que se vayan a sentar, y el peli negro asintió con su cabeza – Vamos por aquí – Se prendio de la cintura de ella, esperando que el camino se despejara un poco para poder avanzar. La azabache tiro de su camisa, para llamar su atención, logrando que él se arrodille un poco.

- Me gusta cuando eres un poco pervertido – Le susurro en su oído, logrando que él sonria con perversidad y muerda su cuello. Al caminar, coloco su mano en trasero, tocandolo sin recato alguno.

Kaghome miro sobre su hombro, guiñándole el ojo a una joven rubia que no le habia quitado el ojo de encima a su novio desde que llegaron. Luego de eso le tiro un beso, para volver a prestarle atención al peli plata, que no quitaba su mano de ese lugar especifico.

-Estoy muerta – Jadeo Sango, al sentarse en uno de los sillones de allí.

- Yo igual – La azabache se sento a su lado, mientras los dos hombres iban hasta la barra por unas bebidas.

- Vi lo que hiciste. Eres una zorra – Bromeo, codeándola.

- No le quitaba el ojo a Inuyasha. Solo le di algo de emoción al momento – Rio con animos, seguida de su amiga.

- ¿Se divierten las señoritas? – Intervino Miroku, dejándole un trago a su novia, para luego sentarse a su lado.

- Claro. Hacia mucho que no me divertia asi – Aseguro Kaghome, tomando la botella de agua que le entregaba el peli plata. Habia bebido demasiado, como para seguir.

-Me alegro que te diviertas, princesa – Tomo su mentón, para besarla con demasiados animos.

- Por favor, vayan a un hotel – Les pidió Sango, simulando asco.

- No tengas envidia, morena – Le susurro en su oído el peli negro, para lamer la parte posterior de su oreja, sabiendo lo que eso causaba en su adorada novia.

- No... No hagas eso aquí – Jadeo, alejándose un poco, pero solo logro que Miroku riera con perversidad. Apenas tuviera la oportunidad, la torturaría un poco mas.

- ¿Me acompañas al baño? – Pregunto la azabache.

- Claro. Vamos – Ambas tomaron sus carteras, y partieron.

- ¿Por qué las mujeres van siempre juntas al sanitario? – Pregunto Miroku, mientras bebia su whisky.

- Eso, mi amigo, es uno de los mas grandes misterios del universo – Le contesto, moviendo sus hombros hacia arriba, resignándose.

Mientras seguían charlando con su buen amigo, Inuyasha comenzó a mirar a sus alrededores. En todo ese tiempo, ese antro habia cambiado demasiado. Anteriormente era un bar de mala muerte donde se juntaban moteros y peleadores, y ahora era la ultima moda de la ciudad.

Mirando hacia la barra, intentando recordar donde se encontraba esa diana que regalaba bebidas, se encontró con una mujer de cabellos negros que coqueteaba sin recato alguno con un hombre de ojos azules. Su mirada se torno dura, y su mano comenzó a apretar el vaso, dejando sus nudillos blancos. Podia jurar que estaba gruñendo, pero por la alta música no se dejaba oir.

Miroku se preocupo al verlo asi, tenso y como si quisiera matar a alguien, pero cuando guio su vista hacia donde estaba fija la de Inuyasha, se sorprendio al ver esa pareja.

-Kikyo – Susurro. Esa peli negra se notaba muy feliz entre los brazos de ese hombre de ojos claros.

- Con el marido de Kaghome – Termino de informarle, sorprendiendo aun mas al peli negro.

- ¿El marido de Kaghome? – No lo creía. No podía ser que justo ese dia, en esa hora, esos dos tuvieran que ir al mismo lugar.

- Nos vamos – Le informo, caminando hacia el baño de damas. Tenia que encontrar a su pequeña antes de que ese maldito la viera. Para su desgracia, ninguna de las dos amigas se encontraba allí - ¿Dónde se abran metido?

- ¿Habrán vuelto a la mesa?

- Vamos – Comenzaron a caminar hacia el lugar donde estaban en un principio, intentando esquivar a esa pareja de infieles, pero para su mala suerte, Miroku tropezó con la peli negra.

- Disculpe... Kikyo – Susurro sorprendido.

- Miroku, ¿Cómo te encuentras? Tanto tiempo sin vernos – Saludo con una amable sonrisa, como nunca lo habia saludado y como si nada hubiese pasado.

- Muy bien, ¿Y tu? – El peli negro se atravesó en la vista de Kikyo, intentando distraerla mientras su amigo huia, pero no tuvo éxito.

- Inuyasha, ¿Eres tu? – El peliplata se tenso levemente, pero sabia muy bien que si la ignoraba, solo lograría que esa mujer se altere.

- ¿Qué? – Fue su escueza repuesta.

- ¿Qué haces aquí? Crei que no te gustaban los lugares con tantas personas – Ignorando a Miroku, que intentaba mantener distancia entre ellos dos, se acerco al oji dorado, que se tensó aún más.

- Kaghome quiso venir.

- Entonces, ¿Es verdad lo que me dijo Kouga?

- ¿Qué te dijo ese maldito?

- Que tu y Kaghome son pareja – Susurro con un hilo de voz que, si no hubiese sido por la buena audición de Inuyasha, no la hubiese escuchado.

- Asi es. Estamos saliendo – Kikyo lo miro fijamente, con sus ojos completamente abiertos. No podía creer que su amiga, esa tierna mujer que nunca le habia fallado, estuviese saliendo con su marido.

- No – Nego con la cabeza y se acerco mas a él, logrando que Inuyasha retrocediera un paso – No puedes. ¡Eres mi marido!

- Deje de serlo cuando me engañaste, Kikyo – Le siseo entre dientes, detestando la atención que estaba logrando – No te pongas en el papel de victima.

- Pero yo... Yo te amo, Inuyasha. ¡Te amo! – Se prendio de su brazo, queriendo retenerlo a su lado, mientras gruesas lagrimas comenzaban a correr por sus mejillas, dejando un línea de color negro, delatando el maquillaje que llevaba.

- Tu te amas a ti misma, Kikyo – Tomo sus manos, alejándolas de su brazo y se giro hacia su amigo – Nos vamos, Miroku. Aun tenemos que encontrar a Kaghome y Sango – El peli negro asintió con su cabeza, propuesto a seguir a su amigo, pero antes de poder dar siquiera un paso, noto como la peli negra se lanzaba a la espalda de este, gritando como desquiciada.

- ¡No me puedes dejar! ¡Eres mi marido! – Grito a todo pulmón, mientras intentaba con todas sus fuerzas prenderse del gran cuerpo del peli plata. Para su mala suerte, araño muy profundo una de las mejillas de este, haciéndola sangrar levemente.

- ¡Kikyo, no! – Miroku la tomo de la cintura, alejándola de su amigo. Esa situación estaba fuera de control.

- ¡Eres una loca! – Se giro, mirándola con frialdad, como jamas lo habia hecho, ni siquiera cuando se entero de su traición - ¿Con que cara te atreves a decir que soy tu marido? ¡Fuiste tu la que me engaño, Kikyo! – Se acerco mas a ella, a pocos centímetros de su rostro. Su respiración estaba completamente agitada, y sus puños estaban cerrados con fuerza sobre si mismos – Alejate de mi o me olvidare de tu condición de mujer.

- ¡¿Qué le haces, maldito?! – Los presentes se dieron vuelta al escuchar esa conocida voz – Deja a esa dama en paz – Se acerco hacia ellos, tomando en sus brazos a la peli negra que aun lloraba desconsoladamente.

- Si tanto quieres proteger a esa dama, alejala de mi – Lo amenazo.

- Que pocos modales hacia una señorita – Escupio con veneno – Tienes que saber tratar a una dama – Inuyasha lo miro y comenzó a reir como loco, ante el rostro desencajado de Kouga.

- Claro. Claro. Modales con una señorita. Saber tratar a una dama – Volvio a reir, pero sin gracia alguna - ¿Cómo tu trataste a Kaghome? – Al escuchar esa pregunta, el oji azul se tenso completamente, mirándolo lleno de odio – No me hables de modales, cuando engañaste a tu esposa con su mejor amiga – Se giro, mirando a su amigo, haciendole señas con su cabeza para que se fueran de alli. No tenia los nervios para soportar una discusión con ese imbécil.

- ¿Cómo te encuentras, amigo? Te daño el rostro – Le comento, viendo el leve hilo de sangre que corria por su piel.

- Ahora quiero encontrar a Kaghome e irme de aquí. Luego me ocupare de eso – Con rapidez siguieron caminando, esquivando a todas las personas allí presentes. Queria llegar cuanto antes con su princesa. No soportaba la idea de que Kouga pudiera encontrarla antes de que él.

Para su alivio, ambas mujeres se encontraban charlando animadamente en la mesa donde hacia unos minutos habían estado. Cuando Kaghome levanto la vista, su sonrisa se apago inmediatamente.

-Inuyasha – Con rapidez camino hacia él, para apoyar su mano en su mejilla lastimada - ¿Qué ocurrio?

- Tenemos que irnos - La miro fijamente – Kouga y Kikyo están aquí.

- ¿Qué? – Susurro, y volvió a mirar esa herida - ¿Esto te lo hizo Kouga?

- No, princesa. Fue Kikyo – Tomo su cintura, guiándola hacia la salida – Mejor vamos a casa.

- Claro, cariño – Tomo un pañuelo de su cartera y comenzó a limpiar la sangre con delicadeza - ¿Duele?

- Para nada. Soy un hombre fuerte, nada me duele – Bromeo, haciéndola reir. Sin poder evitarlo, beso sus labios – Eres hermosa.

- Tu también eres muy guapo – Le susurro con vergüenza, haciendo reir al peli plata al ver como ella se ruborizaba.

Una vez en el estacionamiento de la disco, siguieron caminando con rapidez hacia el auto de Miroku. Cuanto antes se fueran de allí, seria mejor.

Para su desgracia, su mala noche aun no habia terminado.

-¡Kaghome! – Tanto la azabache, como Inuyasha se tensaron al escuchar esa voz. No podía ser que los haya encontrado, luego de lograr huir de allí adentro - ¡¿Que demonios haces aquí?! – Todos se giraron para enfrentarlo, pero cuando Kouga noto la vestimenta de la azabache, su enojo aumento - ¡¿Qué diablos tienes puesto?! ¡Se te ve todo! – Grito, acercándose a ella, pero antes de poder siquiera tocarla, Inuyasha se interpuso.

- Alejate, maldito imbécil – Le siseo entre dientes, apretando sus puños para no saltarle encima y golpearlo.

- ¿Cómo puedes dejar que salga a la calle asi desnuda? – Miro a Kaghome y el desprecio se podía notar en sus ojos – Parece una ramera.

- Esta conmigo, no tiene porque importarte lo que lleva puesto – Camino hacia él, enfrentándolo – Vuelve a llamarla ramera, y te partire el rostro.

- Inuyasha. No – Susurro Kaghome, tomándolo del brazo. El peli plata no la miro, ya que no quería apartar la vista de ese lunático, pero retrocedio unos pasos junto a ella. No quería preocuparla - No tiene porque importarte mi vestimenta, Kouga. Inuyasha es mi novio ahora y si a él no le molesta, a ti tampoco tiene que molestarte – Juntando el poco coraje que tenia en su cuerpo, ya que habia comenzado a temblar desde que escucho de Inuyasha que ellos dos se encontraban allí, le hizo frente, dejando a Inuyasha tras él. No quería que el accidente de su hogar vuelva a ocurrir.

- ¡Eres mi esposa, maldita sea! – Grito, logrando que la azabache se ponga aun mas nerviosa.

- ¡Pero no porque yo le desee! – Sus nervios estaban a flor de piel, logrando que pierda los estribos. Lo que hasta ese momento habia sido un leve temblor en su cuerpo, se habia convertido en una agitación que le era imposible detener. ¿Cuánto mas tenia que sufrir para ese hombre estuviera feliz? - ¡Dejame en paz! ¡¿Te parece poco lo que me hiciste, como para que ahora me vengas a reclamar por esto?! ¡Me engañaste con mi mejor amiga, Kouga! ¡¿Cuan infeliz tengo que ser para que tu estes feliz con tu vida?! – Verla llorar asi, fue la gota que derramo el vaso.

Esquivandola, se acerco hacia el peli negro que veía sorprendido a Kaghome, y lo tomo del cuello de la camisa, casi levantándolo en el aire. Era demasiado. Eso terminaría en ese mismo instante.

-Eres un maldito infeliz – Le siseo sobre su rostro, con un gruñido tan leve que daba temor – Luego de que te fuiste de su hogar, no la vi llorar mas. Logre que sonriera y que no se preocupara mas, casi que te olvidara y, aun mas, que olvidara tu engaño, pero ahora vienes aquí, con el papel de esposo celoso y solo logras que ella llore desgarradoramente. Dime, ¿Estas feliz? – Tomo su brazo, y se coloco detras de él, logrando que quedara frente a Kaghome que aun seguía llorando con nerviosismo, mientras su amiga la consolaba - ¿Te hace feliz verla asi?

Kouga miro fijamente a Kaghome y su corazón dolio. Nunca la habia visto asi. Siempre habia sido todo risas y amor hacia él. Con cada roce, con cada beso, con cada caricia, era puro cariño. Y ahora, al verla asi, llorando con tanto dolor, solo hacia que se arrepintiera de todo lo que habia hecho a lo largo de esos años. ¿Cómo habia podido ser tan imbecil?

-Yo... - Y se callo. ¿Qué podía decir que pudiera justificar lo injustificable? Habia sido un maldito miserable con esa bella mujer que solo regalaba amor.

- Contestame, ¿Eres feliz al verla asi? – Solo obtuvo silencio, pero supo cual era la contestación de ese hombre. Estaba arrepentido de lo que habia hecho – No quiero verla llorar mas. Ella es muy importante para mi y no dejare que ningun maldito la haga sufrir. Soluciona tu mierda, pero lejos de ella.

- Yo... Lo hare – Susurro, lo que solo escucho el peli plata. Satisfecho con su respuesta, lo solto. Kouga cayo de rodillas, y no fue capaz de levantar la mirada. No se atrevia a volver a mirar a esa preciosa mujer.

-Vamos a casa, pequeña – Kaghome lo miro, con sus ojos lagrimosos y solo pudo asentir con su cabeza – Cuando lleguemos te preparare un rico te.

- Gracias, Inu – Sintiendose segura, ya que el fuerte brazo de su novio rodeaba su cintura, miro de reojo hacia Kouga, que aun seguía en el suelo, inamovible. ¿Qué le habia dicho Inuyasha para dejarlo asi? No sabia, pero en ese momento no tenia ganas de hablar de eso.

- Quedate con Kaghome, yo ire adelante – Le pidió su amiga, tomando su brazo con algo de fuerzas, ya que los nervios de ella también estaban alterados. No soportaba ver llorar a esa hermosa jovencita que era tan dulce.

- Gracias, Sango – El peli plata le sonrio con cariño, y se sento en la parte trasera del auto, con su princesa sobre sus piernas.

- Gracias, cariño – Le susurro la azabache, mientras se acomodaba en su pecho.

- No agradezcas. Haria lo que fuese por ti – Tomo su mano, besando su muñeca, como siempre lo hacia – Lo sabes, ¿No?

- Lo se – Le aseguro, muy feliz. Se sumieron en un silencio, mientras los arboles iban pasando por su lado en la carretera. En ese momento solo quería llegar a su hogar y acostarse abrazada a su novio. Lo miro, notando sus facciones sumamente serias y volvió a notar esa herida - ¿Duele? – Le pregunto en un susurro, mientras acariciaba su mejilla con suavidad.

- No, pequeña. No te preocupes – Corrio su rostro, besando la palma de su mano y sonrio – Es solo un leve rasguño.

- Esa maldita... Arpia – Siseo entre dientes, sorprendiendo a Inuyasha que nunca la habia escuchado maldecir ni hablar asi de nadie.

- Esta todo bien, Kaghome – Tomo su rostro entre sus manos y beso su nariz – Creeme.

- Te amo – Le volvió a susurrar, solo para que él lo escuchara.

- Y yo a ti – Beso sus labios con delicadeza y, al ver como ella se acomodaba en sus piernas y cerraba sus ojos, tiro su cabeza hacia atrás para hacer lo mismo. Luego de lo ocurrido, le dolia mucho y solo quería relajarse. Y gracias al delicioso aroma que desprendia el cabello de la azabache, lo logro.

-Amigo. Despierta – Una leve voz despertó al peli plata de su sueño. Al abrir sus ojos se encontraba perdido, pero cuando vislumbro el techo del auto se ubico. Seguro estaban en su casa.

- Me dormi – Le respondio y se enderezo en el asiento, pero al sentir un peso en sus piernas se quedo inmóvil – Kaghome – Susurro y sonrio al verla tan cómodamente dormida en su regazo.

- Llevala a la cama, Inu – Le pidió la peli negra y él asintió.

- ¿Puedes preparar un poco de te, San?

- Claro, campeón. Tu ocúpate de Kaghome.

Con lentitud, ya que no la quería soltar, camino hacia su habitación. La recostó en la cama y con suavidad quito sus zapatos y chaqueta. Tenia que desvestirla, lo sabia, pero no se creía con la suficiente fuerza de voluntad como para no acostarse con ella y despertarla de la mejor manera que conocía.

-Concentrate, Inuyasha – Se dijo a si mismo. Camino hacia su closet, buscando un camisón para ella y volvió para desvestirla. Esa seria la prueba mas difícil en años.

Una vez que finalizo con esa tarea, y luego de repetirse mil veces que Kaghome tenia que descansar, bajo a donde sus amigos los estaban esperando con un relajante te.

-¿Cómo se encuentra? – Pregunto con verdadera preocupación la peli negra, que aun temblaba levemente.

- Sigue durmiendo – Tomo asiento y se llevo esa bebida a los labios. La necesitaba – Solo espero que mañana no se encuentre mal.

- Solo puedes acompañarla, amigo – Miroku se acerco a su lado con un maletín de primeros auxilios – Dejame que te revise la herida.

- Keh. Es solo un rasguño – Pero aun asi, dejo que su amigo le revisase ese rasguño. No tenia animos de pelear, solo podía pensar en como se levantaría Kaghome a la mañana siguiente. Estaba tan entusiasmada con esa salida, pero tenían la mala suerte de que esos malditos le habían arruinado la noche.

- No es nada. Sobreviviras – Bromeo, logrando que él sonria.

- Keh. Te lo dije – Intentando despejarse un poco, comenzaron a hablar como en los viejos tiempos, donde no tenían las preocupaciones que dia a dia llevaban. Con Sango se conocían desde muy niños, ya que siempre fueron vecinos, y a Miroku lo conocieron al entrar a la primaria, donde se volvieron inseparables.

- Ya es tarde, morena. Tenemos que irnos.

- Por favor, quédense – Pidio Inuyasha, con una amable sonrisa – Es muy tarde y tienen un largo viaje hasta su casa.

- ¿No es molestia? – Pregunto la peli negra, que lo que menos quería en ese momento era molestar.

- Para nada. Creo que a Kaghome le gustara tenerte mañana en el desayuno.

- Si. Seguro – Miro a su novio, el cual solo asintió con su cabeza. Estaba decidido.

- Vengan. Les mostrare su habitación – Caminaron hacia la planta alta, donde les mostro una habitación pequeña pero muy acogedora. Era la única que siempre estaba preparada para las visitas imprevistas – Espero que estén comodos. Ahora les traeré algo de ropa que puedan dormir.

- ¿Y quien dijo que necesitábamos ropa? – Comento con picardía, logrando que el peli plata comience a reir y que Sango se sonroje hasta la punta del cabello.

- Inuyasha. Muestrale una habitación a Miroku, por favor – Y sin dejar que le contestaran, se fue hacia el baño.

- Bella mia, no te enojes – Le rogo, pero fue en vano. El portazo que dio fue su ultima palabra – Amo cuando se enoja asi – Le sonrio como bobalicon a la puerta cerrada, logrando que a Inuyasha le agarren nauseas.

- Como sea, les traeré la ropa. Decidan luego que harán.

Luego de despedir a sus amigos, por fin logro ver mejor a su azabache, que dormia plácidamente abrazando a su almohada. Era tan pequeña en esa enorme cama, que le daba mucha ternura. Se quito la ropa, quedándose en ropa interior y con cuidado de no despertala, se acostó tras ella, para poder abrazarla por la espalda y poder respirar su aroma que tanto amaba.

-Inu... - Suspiro con delicadeza, haciendo que él se derrita de amor. Era un adolescente embobado, lo sabia, pero contra eso no podía hacer nada. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top