[013] Charlastor
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:
εïз)En este relato te vas a encontrar con la pareja entre Alastor x Charlie.
εïз)Estoy leyendo El crimen de Lord Arthur Saville, así que parte del one-shot está muy influenciado por este cuento. Las dos líneas del inicio las saqué de la película "La leyenda de los 47 Ronin".
εïз)No hay contenido +18.
εïз)Si no te gusta esta pareja, te invito amablemente a saltarte esta parte, o si bien, te causa curiosidad, leas este pequeño one-shot. A lo mejor te termina gustando.
εïз)Este relato fue pedido por J0J0_R1S0TT0 ojalá que te guste, y una disculpa enorme por tardar tanto en traerlo.
εïз)Unas pequeñas observaciones; Igual que en otras ocasiones, es la primera vez que escribo de esta pareja, me ayudarían mucho con sus observaciones o comentarios. ¡Les recuerdo! este one-shot está escrito en un mundo alterno, aquí son humanos corrientes, pero se hace un guiño a otro tipo de vida que bien puede ser la que se nos cuenta en Hazbin Hotel.
εïз)Espero que les guste mucho. ¡Leo sus comentarios! Muchísimas gracias por todo el apoyo mostrado a este libro.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
"Saltos de estrellas".
—Te estaré buscando en más de un millón de vidas.
—Y yo te estaré esperando en cada una de ellas.
Esa era la última cena que Lady Catherine haría en el año, a favor de recaudar fondos para algún ayuntamiento y a la vez, para despedir los doce meses hermanos con sus más cercanos contactos. Los carruajes habían terminado de aparcar en su totalidad, todos los invitados ya se encontraban dentro, disfrutando de una buena copa, acompañada de una charla bien obligada, que les ayudaría a mantener esas apariencias falsas y acartonadas. Justo cuando un joven de hebras castañas claras, de rostro juvenil y facciones agraciadas, había arribado en el patio el reloj había colocado su manecilla sobre las diez de la noche. Desde fuera se podía escuchar la música y el inteligible farfullo de todos los invitados de la noche.
Alastor era joven y entre la muchedumbre se le conocía más que bien por a veces hacer caso a las invitaciones en ultimo momento. Los mayores reían encantados al verlo llegar con una sonrisa media, avergonzado, pero sin pedir disculpas, y le adjudicaban aquel comportamiento a su juventud y soltería. Podía hacer lo que quisiera, claro, siempre y cuando no excediera ciertos limites en donde se podía manchar esa imagen de un perfecto mancebo que se cargaba hasta en la sombra.
Los ojos, castaños, con un toque en levedad de dorado, le brillaron al momento que penetró dentro del salón y la gente no tardó en acercarse para saludarlo y estrecharle la mano
Los recibía a todos con una sonrisita, respondiendo limitado a cuando le cuestionaban por su tardanza. No podía decirles que se había quedado dormido en el diván con su libro favorito tras haber tomado el té de medio día. Por suerte, el rostro adormilado se lo había desvanecido con un baño en el rostro con agua perfumada con rosas y aromáticos que solía adquirir en una tienda que estaba cerca de la avenida donde radicaba.
—Sir Alastor —escuchó el mencionado tras sus espaldas.
Giró en sus talones, disculpándose con la pareja que tenía frente suyo y se encontró escrutado por la mirada azulina de una mujer mayor. Ella portaba uno de esos vestidos bien llamativos tanto en decoraciones, formas y colores. Lady Catherine lo atrapó, se acercó a él y dobló su abanico de carey. Dio un par de pasitos más y se posó orgullosa frente al mancebo que se encogía de hombros alzando las cejas.
—Al menos tenga la delicadeza de decirme que su tardanza se debe a que traía una buena ventura entre manos —repuso la mujer con tono caprichoso. Alastor era uno de sus muchachos favoritos, de esos con los que le agradaba pasar la tarde bebiendo té y debatiendo—. De lo contrario no crea que me será fácil otorgarle el perdón.
Alastor conocía muy bien su posición. Desvió su mirada y como un completo niño mimado la posó en la azulina de Lady Catherine, doblegándola en alma y corazón.
—Me temo que no tengo una buena ventura más que agradecerle por invitarme —dijo el chico, con aquel tono suave, seductor pero tierno. Juntó sus manos e hizo una corta reverencia—. Lo siento mucho, lady Catherine.
La mujer desvió la mirada, formó una mueca con sus labios y tras colocar injustamente su zurda por sobre sus caderas, bufó y pateó con levedad el suelo con esos tacones que podían hacerla tropezar en algún momento.
—Bien, usted gana —dijo la mayor, apropiándose del brazo de Alastor para hacerlo caminar con ella—. Nuevamente lo perdón. Pero borre ya esa sonrisita de victoria en su rostro y mejor acompáñeme, quiero presentarle a un camarada mío. Es alguien verdaderamente increíble, que bien podría...
—¡Oh! —se alzó la voz de un hombre, frente a la pareja que avanzaba a paso lento—. ¡Lady Catherine!
—Sir Thomas —respondió ella, ahora desviando su atención de Alastor al hombre que estaba a su derecha, rodeado por más de una persona con el rostro en el límite de la incredulidad—. Venga acá. Le comento a este grupo de gente su curioso forma de ver el amor verdadero. ¿Por qué no viene a testificar de su viva voz y vuelve la velada más interesante?
A la mujer se le encendió la mirada. Observó a Alastor y le pidió disculpas, ofreciéndole ponerse cómodo en el sitio; más tarde le presentaría al hombre del que le hubo hablado.
—Lo siento mucho querido —le dijo a Alastor, palmeándolo por la espalda—. Sabe de sobra que para mi no es una buena noche si no me voy con el recuerdo bien grabado del rostro de este tipo de gente.
Alastor contuvo algunas risitas, recordando la ocasión en que se habían conocido hacía más de tres años.
—Por favor, pásela bien. Más tarde me reuniré con usted —dicho esto, la mujer se despegó de Alastor y a paso pomposo se unió al grupo de Sir Thomas—. Vaya hombre tan hablador que es, Sir Thomas, pero es cierto. Verán...
La voz de la mujer, alta en orgullo y un poco en volumen para atraer más gente se perdió cuantos más pasos avanzó Alastor por todo el salón. El había sido el primero en escuchar aquella teoría hacía unas dos semanas, así que no pensó mucho para perderse las palabras de la mujer.
Diez minutos más tarde, sin que algo más hubiese cambiado en la velada, más allás de unos cortos debates y saludos, Alastor quedó estupefacto. ¿Cómo fue que no la había visto antes? Tal vez la timidez que irradiaba la hacía perderse entre la multitud. Como si hubiese sido atacado por la gorgona, pero su corazón seguía latiendo (más rápido de lo normal) y su rostro en lugar de tomar un tono triste y gris, se calentó y enrojeció hasta cierto nivel casi imperceptible.
En una esquina del lugar, a unos pocos metros de él, había dado con una pequeña mujer que con su mera presencia le había arrancado el alma. No era Afrodita, pero su belleza no tenía ni un solo modo de comparación. La mujer era baja, delgada cual aguja, pero con la curvas correctas y firmes. Sus ropas consistían en la simpleza que lucían su belleza; una blusa blanca, un moño rodeando su cuello y una falda negra que le llevaba poco más debajo de sus rodillas. Su rostro, abultado y tierno, le daba un aire de inocencia puro y aquel dorado de sus cabellos la hacía resaltar como una perla entre el carbón.
Alastor se acercó a ella, no tenía reparo alguno en su timidez y pronto se le presentó a la vez que obtenía una respuesta y un leve asentimiento. Charlotte, como se hizo llamar la mujer, le indicó que su madre era intima amiga de Lady Catherine y que en esa noche iba en su representación.
Supo entonces Alastor porqué no la había conocido antes.
—¿Y dígame, le gustaría bailar? —le preguntó Alastor, poco después de haber terminado una corta platica sobre el encabezado del periódico de esta mañana.
Charlotte formó una "o" con sus labios. Desvió la mirada y observó en derredor; la música había parado hacía una hora y no entendía la invitación de su compañero. Se cubrió los labios y rio tímidamente. Los rulos de su cabello resaltaban a cada movimiento.
—Parece que no escucha bien, Sir Alastor —respondió Charlotte elevando su mirada a la del mencionado—. Pero la música se ha terminado hace un tiempo. Podría bailar con usted si es que se les antoja volver a retomarla.
Alastor negó con levedad, sonriente, como si ocultara algo, extendió su mano en dirección de la rubia.
—Para bailar de verdad no se necesita música —le respondió y Charlotte le dio la mano—. Si quiere comprobarlo, ¿Por qué no me acompaña?
—¡¿Pero qué cosas dice?! —dijo la pequeña risueña e interesa—. Usted es muy similar a Lady Catherine.
De repente, ni a Alastor ni a Charlotte se les pudo encontrar en el salón. Habían escapado a uno de esos balcones de la mansión que daban en dirección al jardín. La luz de la luna que colgaba allá arriba los bañó y fue su foco entero.
—No se necesita escuchar una música, Lady Charlotte —mencionó Alastor, sin deshacer el agarre de sus manos—. ¿Quiere intentarlo?
Tras esta propuesta, Charlotte asintió traviesa y dejó que Alastor le rodeara la cadera con un brazo mientras ella se colgaba de su cuello. Comenzaron a mover los pies, de izquierda a derecha, y de reverso, de vez en cuando dando vueltas. Y a Charlotte no le pareció que hubo ningún cambio, por un momento creía que Alastor estaba loco y que debían parecer ahora una pareja con tal adjetivo, pero cuando levantó su mirada y pudo presenciar un cuadro del rostro del joven siendo recortado en un fondo estrellado, plateado y azulino, el corazón le reaccionó.
Ciertamente no se necesitaba música para bailar. Quedó ensimismada, y el rostro le delató con ese tono durazno en las mejillas.
—¿Ahora me cree? —dijo Alastor y repentinamente su voz se escuchó ronca y seductora—. No se necesita música para bailar...
—No —murmuró la mujercita, con la mirada encendida y los nervios traicionando sus pasos—. Siempre y cuando se baile con la persona correcta.
Así fue, a cada paso parecían estar saltando por sobre las estrellas, con una música muda de fondo y con sus corazones, que parecían haberse reconocido, como si en otra vida se hubiesen amado tan fuerte como para negarse a entregar al olvido.
🌙Artista del fanart: orbon_skn
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top