[008] Alastor

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз) En este relato te toparás con la típica pareja de personaje x lectora. Sabemos que en la mayor parte de libros rayita es mencionada como (TN) o bien, ___, pero aquí no vamos a usar esos recursos. He decidido no ponerle nombre a la protagonista con el fin de volver la lectura cómoda y que tú, como lector/a puedas darle un nombre en total libertad. Eso sí, tendrá una apariencia de lo más normal. Ojalá puedas darme una oportunidad.

εïз) Es mi primera vez escribiendo algo así, espero no haber fracasado y que al menos llegue a agradarte.

εïз) Posiblemente contenga escenas fuertes.

εïз) Si no te gusta este tipo de relatos te invito a esperar a una nueva actualización, o bien, leerlo por mera curiosidad.

εïз) A base de una investigación puse todo mi esfuerzo en Alastor. El cual lo situaremos en los años donde seguía vivo.

εïз)Desconozco si para antes de 1933 (fecha estimada de la muerte de Alastor) existiera ya en Nueva Orleans el teatro mencionado.

εïз)Dejaré el nombre de Alastor como un apodo, algo así como que lo conocen en la radio por tal nombre.

εïз) Este drabble fue pedido por kimai80amore Espero que te guste y me perdones si no es tan tóxico o manipulador. Sabes de sobra que recién me estoy acoplando a estos temas.

εïз) Un dato curioso, en parte del drabble me inspiré en la relación de Dorian Gray y Sibyl Vane de la obra de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray.

εïз) Así pues, como otro dato curioso, el caso de Robert Pickton también funge como una de las bases del relato.

εïз) ¡Espero les guste mucho este drabble! ¡Leo sus comentarios!

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"El secreto de la carne".

"Una noche eras Julieta y a la otra Rosalinda. Representas bajo el foco mis más oscuros deseos ocultos tras mi piel de cordero.

Las voces me llevaron de la mano al único final verdaderamente dramático y digno para ti".

Ya hacía tiempo que habían dado las diez y media de la noche. Las calles de Nueva Orleans comenzaron a vaciarse y a la vez a pintarse de ese carmín enigmático que traía consigo los placeres y lujos nocturnos. Las puertas del teatro del lugar se cerraron una hora antes, dando comienzo a la función de la que tanto se enorgullecían los carteles pegados por todas partes.

La neblina ascendió por las calles, de cuando en cuando un automóvil con el motor dañado y bramando hasta triturar el escucha hacía de las suyas por avanzar entre las avenidas. Algunas mujeres engalanadas con sus más ostentosos vestidos se movían de un sitio a otro, logrando captar la atención de los hombres de traje que las invitaban a pasar la noche juntos en sus nichos a cambio de un cuantas monedas.

La luz roja de "Al aire" se había apagado tarde. El locutor que hacía suspirar a las jovencitas con esa embriagadora voz aterciopelada y a la vez firme y profunda, salió casi volando del estudio. Cruzó las puertas del establecimiento donde laboraba, tenía una cosa en mente; llegaba muy tarde.

Se acomodó las gafas gruñendo, maldecía a su jefe por pedirle estar al aire unos minutos más. Ya tenía todo planeado para la noche de hoy. Su rostro molesto era igual de atractivo y atrayente que cuando sonríe con esa amabilidad y magnetismo bien respectivos de él. Llamó al servicio del primer taxi que se cruzó por la calle y lo montó de un salto.

-¿Dirección, joven? -preguntó el piloto, a lo que Alastor respondió con una mueca, pues se percató que el hombre lo reconoció. No tenía el tiempo para alardear sobre su trabajo como locutor.

-Al teatro Le petit, del barrio francés -respondió con tono exigente-. Y rápido, por favor.

-Claro -dijo por ultimo el conductor entre balbuceos.

¡Que tarde era ya cuando se puso en camino! El auto arrancó tan rápido como la orden había sido dada, pero ni con eso y mucho menos a favor de las señalaciones pudieron llegar en el tiempo que deseaba el castaño. Tardaron varios minutos, tiempo suficiente en donde Alastor observaba por la ventana, pensando en una excusa y de tal forma no perturbar ya nada lo que tenía en mente.

-No echaré a perder esto. No por una tontería... -murmuró entre dientes. Nerviosamente comenzó a jugar con sus manos por sobre sus piernas y le causó al hombre contrario curiosidad.

-¿Todo en orden? -preguntó.

Alastor levantó la mirada, esta se encontraba carente de brillo. Sus cejas se levantaron, formando un rostro inexpresivo, que a la vez turbó la seguridad del conductor.

Entonces, segundo a segundo, una sonrisa fue creciendo en los belfos de Alastor. Pero esta, más allá de representar calidez, irradiaba incomodidad y frialdad.

-Todo bien -dijo Alastor, con un tono de voz taciturno. Parecían un par de líneas ensayadas de una obra-. Sólo estoy un poco nervioso. No es nada, sólo me voy a encontrar con una mujer.

-Ah, ya veo -respondió el hombre, sintiéndose extrañamente amenazado-. Debe ser una mujer realmente hermosa y de buena educación si es que la verá en el teatro.

Alastor asintió. Por un momento al conductor le pareció escuchar el tronar de los huesos, pero lo adjudicó todo a su imaginación.

-Lo es -fueron las últimas palabras de Alastor antes de quedar en silencio completo-. Hoy es Rosalinda, por eso temo perderme la obra.

El hombre tomó aire, supo en ese momento que el gran hombre conocido y famoso por la radio podría estar enamorado de una actriz. Sin embargo, su educación y admiración por Alastor no le permitía decirles a otros, guardaría su secreto, como muchos otros testigos lo han hecho.

Porque nadie, en su estado cuerdo, podría sospechar nada de un hombre tan dulce como Alastor.

Echó una ultima mirada a su cliente, este estaba inmerso en el paisaje de la ventana y parecía que no había parpadeado en mucho tiempo. Al menos se veía animado y emocionado, eso pudo relajarlo hasta el punto de la noche en donde por fin aparcaron fuera de las puertas del colosal teatro.

Alastor pagó la tarifa y tras recibir las buenas noches y unas palabras de admiración por parte del hombre, salió del taxi. Cerró la puerta y recorrió el lugar con la mirada; seguramente la función ya tenía tiempo de haber iniciado. Chasqueó los dientes y se dio la vuelta para dedicarle unas ultimas palabras al conductor, que por minutos fue su compañía.

-Muchas gracias -le dijo con un tono alegre al inicio, aunque luego fue enfriándose al punto de casi sonar amenazante-. Que tenga una linda noche. Tenga mucho cuidado, por favor, ya ve que los periódicos hablan de un nuevo Jack el destripador. No dejé montar a cualquiera, no sabemos quien es ese nuevo asesino que anda por las calles.

A estas palabras el hombre volvió a sentir una descarga eléctrica recorrerle todo el cuerpo. Más que un deseo bien infundido, le pareció una advertencia de malagüero. Tragó saliva en seco y asintió para después formar una sutil sonrisa, más por amabilidad que por emoción.

-S-Sí -dijo­-. Tiene razón, igualmente vaya con cuidado. Buenas noches.

Y, después de tan peculiar momento, ambos hombres asintieron en signo de despedida. Alastor se irguió y dio la vuelta en dirección a la entrada del teatro, mientras, el taxi arrancó más rápido que en la víspera.

Quizá por la radio Alastor era un dulce, el ideal de varios hombres, pero en persona, era un poco... extraño.

"Celebridades" se dijo el hombre desapareciendo de escena, dando la razón a que incluso los famosos tenían ciertas mañas extrañas.

Cuando el hombre de hebras castañas puso un pie dentro de la sala, al segundo siguiente, todo el publico se levantó de sus asientos aplaudiendo a lo que pudo ser la obra más exquisita en todo el año. Nadie se había perdido nada, incluso habían hecho un gran esfuerzo por no parpadear y perderse un solo segundo de la hermosura de la chica sobre el escenario.

Rosalinda había estado excelente, dedujo Alastor al presenciar semejante ovación. Se encogió de hombros rascándose la nuca, sí, se lo había perdido, pero la noche todavía tenía más escenarios fuera del teatro y lejos del telón.

Mientras el público, uno a uno, iba saliendo de la sala, yendo en dirección contraria al joven de lentes, nadie se hacía una idea de lo que en las próximas horas estaba por suceder.

Alastor logró colarse tras bambalinas y después de intercambiar algunas palabras con el director, ese hombre pasado de peso y que el bigote le oculta los labios, pero le endulza la voz cuando sabe que le conviene, observó cómo los cielos terrenales se abrían y daban paso a una jovencita de unos veinte años, un poco menor que él. Sus cabellos castaños ondulados eran la digna representación de un ferviente otoño. Sus ojos eran como dos nueces, oscuros pero llenos de brillo, vida e inocencia. Y esos delgados labios, la esencia de un durazno joven y rosado.

Alastor pasó de largo del hombre, le despidió con un apretón de manos y le abandonó para dar unos pasos adelante. Rosalinda había desaparecido en las nubes como la lluvia, pero la hermosura permaneció presente y más aún con el vestido de seda que portaba la joven, el cual tan blanco como las perlas, le llegaba hasta las rodillas, haciendo lucir sus piernas y brazos en una delicadeza inimaginable.

Ella no lo pudo notar, pero los ojos de Alastor adoptaron un leve brillo rojizo, como las mismas llamas del infierno.

-Querido -dijo la chica con una voz dulce, para después arrojarse a los brazos del castaño, quien, con un gran esfuerzo de voluntad, la recibió, acompañando sus labios de una sonrisa forzada.

-¿Viste cómo actué el día de hoy? -preguntó la castaña.

El lugar comenzó a quedarse vacío. Ya sólo permanecían los curiosos y quienes esperaban a algún acompañante.

Alastor asintió con delicadeza, fingiendo y mintiendo con una emoción bastante creíble.

-¡Claro! -dijo intentando alejarse de los labios de la mujer, a quien desde lejos se le notaban los deseos de hacer realidad un beso-. Has estado increíble, como todas las noches.

-¡Gracias! -canturreó ella, completamente enamorada de Alastor, aunque al día de hoy, ni un beso han hecho realidad. No han ido más allá del contacto físico, ese del cual Alastor no es muy adepto, pero lo soporta por el placer que viene al final.

-Mi Rosalinda -le dijo picándole levemente la nariz-. Necesito que vengas a cenar a mi casa el día de hoy. Sepas, no voy a aceptar un no por respuesta.

-Pero mi madre me espera en casa... -respondió la joven.

-Oh vamos, será una noche -atacó Alastor con total seguridad. Entonces usó su carta, bajó una de sus manos hasta el muslo de la joven, la cual no lo dejó pasar y sonrió traviesamente-. Será una simple cena, después te regresaré a ella y ni cuenta se dará.

La fémina hizo un puchero, se removió en los brazos de Alastor y terminó por abrazarlo del brazo.

-Bueno, sólo la cena y me llevas a casa -dijo, con aquel tono en donde era fácil percibir una intención todavía más íntima.

Alastor afirmó a ello con un par de risitas. Nuevamente, fue fácil atraerla.

Llegaron a la casa del hombre, a la mujer le pareció curiosos todos esos adornos que Alastor tenía sobre cuernos y alguna otra cabeza de venados. La invitó a pasar al comedor cuando estuvo lista la comida, la cual se veía exquisita y muy bien repartida en distintos platos de varios tamaños.

La ayudó a tomar asiento. La única fuente de luz del lugar eran algunas velas que daban un tinte romántico, aunque también tenebroso si uno piensa en lo grande que es esa casa y más si está a oscuras.

-Gracias -dijo ella acomodándose en su asiento mientras el castaño desaparecía por una puerta e iba por el vino-. ¿Eres fanático de la caza?

Alastor apareció, sirvió el vino y se ruborizó por el detalle del cual se percató la joven.

-Sí, debo admitir que me he vuelto un amante de ello -dijo con un genuino tono de orgullo. Volvió a su lugar, se sirvió el vino y tomó asiento-. La mejor temporada es en invierno. Es algo complicado darles muerte -observó la cornamenta que tenía en la pared detrás de la castaña. Ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, se sintió como una presa-. Pero una vez los tengo, es muchísimo más fácil despojar la carne de la piel. Aunque se requiere un buen pulso, a veces compran la piel a alto precio ¡y no se diga la carne!

Ella forzó una sonrisa, asintió con cautela. No le pareció bastante cómo tener que hablar de animales cuando están por comer y más sobre cómo es correcto quitarles el pellejo.

Al minuto siguiente, Alastor elevó su copa, haciendo realidad un brindis.

-Por la actuación de hoy noche -dijo con un tono seductor.

La jovencita alzó su copa y tras hacer una sutil reverencia con una sonrisa, ambos se llevaron la copa a los labios.

En efecto, aquella era una cena bastante normal. Bajaron sus copas y se dispusieron a comer; la mujer cortó un pedazo de carne y lo devoró a favor de todas sus energías gastadas encima del escenario. El sabor que percibió era algo semejante al cerdo, aunque la carne era difícil de triturar.

-Está delicioso -dijo ella dando un bocado más, sacando de Alastor una sonrisa bien grande-. ¿Es cerdo?

-Je ne révèle pas mes secrets. (No revelo mis secretos).

Por un minuto ambos guardaron silencio. El ambiente que Alastor había provocado se volvió un poco amenazante para ella, a tal punto que no sabía ya cómo salirse de esa casa y esa situación.

Terminaron de cenar, hablando todo el tiempo sobre los papeles que la chica había interpretado, pero las voces dentro de Alastor ya lo estaban obligando a ir directamente al acto final.

Algunas cosas llevaron a otras, y de tal forma, esta vez terminaron cayendo en la cama de una de tantas habitaciones que había. La chica volvió a apropiarse de los labios de Alastor, quien respondió al beso con repulsión; ella había sido la primera en robarle un beso.

El hombre comenzó a bajar el cierre del vestido de la joven, abriendo sus piernas a la sazón. La pasión comenzó a calentar aquella habitación porque entre beso, caricias y jadeos, la chica sintió que de a poco se iba humedeciendo. Los jadeos roncos de Alastor le endulzaban el oído y las caricias de este domaron su cuerpo en un baile donde sus reacciones le seguían los pasos.

-Espera... -dijo Alastor sintiéndose prisionero en los brazos de la chica. Terminaron con el beso dejando un hilo de saliva que conectaba sus labios-. Necesito prepararme.

¿Prepararse? ¿Para qué? Pensó la joven, aún así le dio total libertad. Intentó controlar su respiración, dejando en Alastor un ultimo beso en sus labios.

-Bien, yo también, querido -dijo ella.

Alastor se levantó, viendo en cama lo apetitosa que se mostraba la joven con la urgencia de unir sus cuerpos. Salió de la habitación y se encaminó a otra que siempre que traía una mujer a casa permanecía oscura.

Mientras tanto, la joven inocente le dio la espalda a la puerta. Se observó en un espejo que había dentro y tras acomodarse los cabellos, comenzó por deshacerse de su vestido para quedarse en ropa interior. No le daba tregua al pensamiento de lo mucho que amaba a Alastor, estaba agradecida de que él hubiera puesto sus ojos sobre ella.

La puerta sonó al cerrarse, avisando que Alastor se había preparado como él había dicho. La chica se dio la media vuelta, consternada no vio ni un solo cambio en Alastor.

-¿Listo? -preguntó la chica abrazándose a sí misma.

Algo andaba mal. Alastor se le acercó con cautela, además de con esa sonrisa que la llegaba a incomodar. Ella dio un par de pasos atrás.

-Estoy listo -dijo él, pero más que su voz habitual, parecía una con interferencia-. Mis voces dicen que está todo listo, mi hermosa Rosalinda.

Y lo ultimó que supo la chica, en esa fracción de segundo en donde no pudo reaccionar, fue que Alastor evocó un rápido movimiento y que detrás de sus espaldas hizo aparecer un martillo. Después sintió un fuerte golpe en la cabeza y perdió la conciencia.

Sin lugar a dudas Alastor se había preparado. Para esa noche tenía listo un bate con clavos, pero al no saber donde lo dejó optó por usar ese pequeño martillo.

Los golpes que recibía la chica eran con toda la fuerza del castaño; el chorro de sangre comenzó a manar y en el punto en donde la mujer perdió la vida, su rostro ya estaba desfigurado y su cuerpo tenía los espasmos de costumbre.

Pero los golpes siguieron, Alastor no se detuvo hasta tener una masa sangrienta en el suelo. No le había dado oportunidad de gritar y en cambio, estaba sobre ella, golpeándola y salpicándose el rostro con su sangre.

Le causaba rabia el saber que Rosalinda había sido la única en todo su tiempo como asesino, que le había robado un beso y lo había tocado de más, por eso no se detuvo hasta que la respiración le faltó.

Entonces se dejó caer sentado en una orilla. Estaba orgulloso de lo que hizo, pero molesto por haber manchado sus gafas.

-Linda... -dijo jadeante, nunca llegó a sentir una erección en esa noche-. Me pregunto si tu piel será fácil de separar. Cuanto darán por tu carne y si llegarás a tu madre por la mañana.

El final dramático ya había sido presentado. En la cabeza de Alastor el publico se levantaba en una fuerte ovación otra vez, pero esta noche tendría trabajo qué hacer; probaría su nueva carne antes de venderla y hacerla llegar a quien le tenga que llegar.

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