[005] RadioDust

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз)En este relato se encuentra la pareja RadioDust o bien, Alastor x Angel Dust.

εïз)Me tomé la libertad de dejarme llevar por algo soft y así ver qué tan perdida estoy en cuanto a esta pareja. 

εïз)No hay contenido +18.

εïз)Contiene palabras fuertes. 

εïз)Si no te gusta esta pareja bien puedes salir del libro y esperar a otra actualización. No tires aquí malos comentarios, por favor, o me harás llorar. 

εïз)Este drabble fue pedido por Hyung_daila espero que te guste, y si más adelante quieres pedir otro, hazlo con toda confianza. Me dejaste el tema libre, espero que lo que escribí no sea tan malo. 

εïз)Sin más, espero disfruten de este pequeño drabble y pueda llegar a cautivarles ese gusto que tienen por este shipp. 

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"La adicción que
revive sus labios".

Esa era la sensación correcta, ya nada era una falsa mentira ni una nube de confusión. Sí, estaba muy seguro, sus ojos carmines no estaban equivocados y ese sentimiento que le creció con el tiempo, le guiaron a la ultima de sus teorías. Esos labios rosados y atractivos eran la tentación que le llevarían a pecar una vez más; ni siquiera un millón de almas que tenía en la palma de la mano podían comparársele.

Simplemente, nada en toda Ciudad Pentagrama le llegaba tan sólo a los talones.

Esa figura primorosa en delgadez, en una sinuosa ternura disfrazada con descaro y placer, tenían al Demonio de la radio en el límite del deseo y curiosidad. De un tiempo para acá las palabras de esa hermosa araña tomaron muchísimo valor para él, aunque lograba ocultar todo sentir bajo esa expresión que siempre daba mala espina.

Si Angel proponía algo, Alastor era quien apoyaba su plan, no importaba mucho su eficacia o si bien, al menos, era coherente.

Y, sin embargo, la araña estaba lejos de entender lo que significaban esos pequeños detalles. Si bien, se había enamorado en otras ocasiones, jamás pudo palpar el amor nacido de una relación ni con la punta de sus dedos. Solo es un hombre que se vive el tiempo en su trabajo como estrella porno, estaba lejos de entender el cortejo a menos que sea parte de su actuación.

Visto desde una perspectiva, era doloroso. Angel Dust estaba consciente que incluso su mundo y su vista era tan cortos, ni la misma muerte y vida en el infierno podían darle lo que jamás tuvo en vida.

Era doloroso.

Frustraba como una maldita piedra dentro del zapato que es difícil de encontrar y tirar.

Ardía todavía más cuando sus lagrimas aparecían a viva luz con los pensamientos que le explotaban en su cabeza cuando se encerraba en su habitación.

Entonces lloraba, lograba tocar las nubes y de ellas extraer esas palomitas de maíz que le hacían reír. La relajación que le daban los polvos de ángel era sólo momentánea, porque en cuanto todo pasaba tan rápido como las estrellas en el firmamento, Angel volvía su consciencia a la aurora de sus remordimientos, dolores y presiones, que muerto, no lo dejaban en paz ni un jodido segundo.

Se limpió las lágrimas, sus ojos adoptaron un leve tinte rojizo y se abrigó con aquel suéter con dibujo de un par de cerezas, el cual, le cubría unos pequeños shorts, haciéndole parecer que iba desnudo, sin la parte inferior de su cuerpo.

Chasqueó los dientes, por más que lo intentaba, no encontraba el final a la espiral que la vida le atormentaba. Triste, errante y casi tan moribundo como si le hubieran clavado un puñal en su corazón, emergió de su habitación para bajar a la sala y en ella tal vez fumarse un cigarro para calmarse los nervios.

Sólo necesitaba estar en un lugar más abierto o de verdad, se volvería loco en su habitación.

Cuando arrastró los primeros pasos, con un pequeño trago y el cigarro encendido, se percató que alguien más estaba pasando el rato en el sofá. Al girar y tomar asiento frente al otro, levantó la mirada y volvió a chasquear los dientes; de todos, era él a quien menos quería ver.

Angel cruzó las piernas, sus extremidades inferiores las cruzó y los brazos superiores sostuvieron el trago y cigarro. Estaba lejos de entender porqué últimamente se topa todas las noches con el demonio de hebras rojas, vestido en una ardiente bata de dormir, bordada al más puro estilo victoriano.

—Siempre tan excéntrico, ¿No es así? —burló Angel dándole una calada a su cigarro. Algo había en su tono de voz empleado que era obvio deducir que no estaba de humor como en otras noches en donde ambos pasaban el rato sentados y sin decir una sola palabra en horas.

Alastor le estudió con la mirada. Lo hizo estremecer un poco, como si también le estuviera evidenciando la carta en donde se resumen sus pecados.

El demonio entrecerró la mirada, después formó una sonrisa tan grande que sus dientes podían cortar el ambiente.

—¡Así es! —gritó Alastor, actuando con sus brazos de forma sobre exagerada, como siempre, era Alastor siendo Alastor. Su voz contenía ese mismo tono de interferencia en levedad, como esas radios que uno encuentra en una venta de garaje—. Adoro las cosas llamativas.

Angel respondió levantando la mirada. "Ya lo creo, puto raro" pensó esta vez, dando un trago a su bebida.

—Tan llamativas como tú —agregó Alastor sin más disparates, obligando a Angel expulsar el humo de su cigarro de forma dramática.

No sabía qué responder. Si de por sí Alastor ya era raro, esto lo llevaba a nuevos niveles. Aún así, la araña sonrió con picardía, no se iba a dejar descubrir fácilmente nadando entre la sorpresa y emoción; no era una de esas malditas colegialas que se pueden encontrar en la esquina a cada rato.

—Ya veo —respondió sonriendo, relamiendo los labios que tanto deseaba probar el de melena rojiza—. ¿Y? ¿Crees que eso es suficiente para que te la chupe y te corras en mis labios?

Oh, por mil infiernos, eso no estaría mal, pero Alastor negó, respondiendo a su cuestión al mismo tiempo en que se estiraba de brazos.

—Estuviste llorando —agregó, tomando el vaso de vidrio donde antes hubo un poco de alcohol.

Angel gruñó, lo que menos le gustaba era que se metieran en sus asuntos, y mucho menos en aquellos que eran muy importantes. En ese momento, el enfado pudo más que el sentimiento despertado por las palabras de Alastor en la víspera.

—No es así —respondió, a final de cuentas, ¿Qué podía hacer ese maldito por él? ¡Nada! ¡Nadie ha podido hacer nada por él!

—Sí, sí lo has hecho —atacó Alastor sonriendo. Se puso de pie, intuyendo que ya había tocado un tema frágil y aunque la respuesta de Angel no fue buena, no lo echó a patadas del lugar, como habría hecho con alguien que no fuese su mejor amiga.

—¿Y si es así qué? —respondió levantando la mirada, apagando su cigarro y dejando de lado su trago—. ¿Algún problema con que a veces duela tanto? ¡Me jode, me jode que entrometidos como tú intenten algo!

El silencio se formó, dándole a Alastor la cortina del tiempo suficiente para avanzar unos pasos, inclinarse, tomar a Angel del mentón y acercarse peligrosamente a él.

—No voy a intentar nada, ¿No somos nosotros capaces de eliminar el dolor y cambiarlo en un segundo por el placer de nuestros sexos? —formuló, y como último, se lanzó en picado a juntar sus labios con los de Angel—. Por esta ocasión voy a cerrar tu dolor con el placer.

El joven perdió la capacidad de sentir sus melancolías con la guía que le ofrecía Alastor y que, a cada segundo, la caricia se volvía más exigente, deliciosa y peligrosa. Sus lenguas se encontraron, Angel relajó sus hombros y se dejó llevar por el sabor a fresa de los labios que se mezclaba con el tabaco de los suyos.

Al cabo de unos segundos tomaron su espacio, ¿Qué importaba el tic y el tac que emitía ese viejo reloj que había presenciado todo esa noche?

Angel recuperó su aliento y con las palabras escondidas de su voz, observó cómo Alastor le rendía una corta reverencia antes de partir a su habitación a descansar. No sabía exactamente cómo, pero ese Demonio de la radio le había ayudado a olvidar todo con un simple beso.

Rodó la mirada, formó una mueca y se levantó de un salto. Si eso había pasado con un beso... ¿Qué pasará si sus cuerpos se encuentran en el jardín del sentir?

Formó una sonrisa, se repasó el cabello y dio un ultimo trago a su copa para seguir el camino que había dejado el dueño de los labios a fresa. No estaría mal una noche en donde olvidar los dolores de su alma por los placeres carnales. 

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