18
Narrador omnisciente
El sonido de las cadenas impactando contra la piel ensangrentada es ensordecedor. Casi se siente el dolor con solo escucharlo. La rabia contenida del alfa estaba siendo liberada de una forma aterradora.
— Eres un maldito estúpido— vuelve a sonar, muy fuerte, más que antes, y el grito que lo precede no queda en el olvido.
El eco en la habitación puede ser lo peor de todo. Parece que el sonido se multiplicara a unos niveles anormales, haciendo estremecer a cualquiera que lo escuchara. Los lobos sólo observaban a su líder impartir el castigo con rostro sereno, o al menos eso parecía. Por cada impacto ninguno se inmutaba, solo estaban ahí, viéndolo todo y sin hacer nada.
Considerando todo ese dolor como correcto.
— Per...per...perdón— le cuesta hablar, mucho, pero lo hace.
La cadena vuelve a impactar contra su piel, terminando por enseñar los huesos rotos que deberían de estar protegidos por sus músculos. El alfa atado, por unos grilletes que le resquebrajan la piel, tose, tose muy fuerte, escupiendo sangre y puede que algo de vómito que termina cayendo por su barbilla como una cascada de mugre negra.
— No te oigo contar— su voz es fuerte y ronca, y aunque te estuviera hablando en tono calmado no podías evitar estremecerte ante su tono.
El alfa cierra los ojos con fuerza volviéndose a vapulear hacia delante. Por lo menos, en esa habitación, hay diez alfas que están mirando con brazos cruzados y rostros serenos que escondían su terror. Ver a su líder de esa manera no era frecuente. Su alfa solía pensar siempre con la cabeza fría, siendo un líder nato, perfecto e indestructible. Nadie le contradecía, todo el mundo le seguía con los ojos cerrados, porque nunca querías enfadarlo.
— Ca...cat...catorce— el alfa vuelve a toser sacando más sangre de su garganta.
Casi se siente como si se fuera a desangrar por la boca.
— Creo que te has confundido de número— sonríe de una forma tenebrosa y vuelve a atestar otro latigazo en su espalda.
La sangre está goteando en el suelo. Sus heridas son profundas y graves, aunque eso no es lo que importa ahora, al menos, no al alfa que sostiene la cadena a uno de sus costados. Sus ojos descienden por el metal observando como la sangre lo había manchado todo. Chasquea con su lengua en desaprobación y la suelta dejando que un ruido estremecedor se filtre por todos los cuerpos de la habitación.
— Dadle la vuelta— es una orden, muy clara y directa, y no podía ser desobedecida.
Varios alfas se apresuran a hacerlo. La cruz, ahora de metal, chirría sacando un gemido de dolor al alfa que está colgado. Sus ojos tenebrosos lo observan. Su parte delantera está prácticamente intacta y eso lo hace sonreír. Podría ser un completo cuadro en su espalda, pero todavía había mucha diversión por delante.
Coge un cuchillo, el más punzante de todos, y lo posa sobre las brasas. Quiere hacer tiempo mientras se acerca al alfa colgado, que está con la cabeza caída entre sus hombros, tosiendo y escupiendo sangre acumulada en su boca. Su mano se enreda en su pelo levantándole la cabeza. Un quejido agudo resuena, pero le da igual, completamente igual.
— ¿Eres consciente de lo qué has hecho mal?— su voz parece que suena calmada, pero en realidad no lo está.
Los ojos rojos del alfa se abren fijándose en cualquier punto menos en los ojos de su líder. Intenta asentir, pero su cabeza está muy bien sujeta por su mano y no puede.
Tampoco puede hablar.
— No te estoy escuchando— se divierte con eso, porque sabe que tampoco le va a sacar más allá de un quejido.
Y los que le quedaban.
— Ss...sss...sí— suena ahogado, muy ahogado.
Su cabeza vuelve a caer de golpe entre sus hombros. Un latigazo de dolor recorre su espalda, pero no le da tiempo a asimilarlo porque algo afilado está atravesando su estómago. Algo punzante y caliente, y siente como el ardor infernal atraviesa todos los órganos que creía intactos. Grita, grita muy alto, y aunque el resto de alfas que le observan se estremecen no lo muestran.
— Esto es solo un pequeño anticipo por desobedecerme— el cuchillo se retuerce en sus tripas, y casi está deseando morirse— No te la acerques, nunca, porque no es tuya.
— Tampoco es tuya— eso sale claro, como si algo lo hubiera motivado, pero pronto vuelve a toser expulsando más sangre.
La mano del alfa está completamente manchada en sangre, pero no le importa. Su lobo ruge fuerte al oírle decir semejante sandez.
Que el pudiera compartirla no significaba que perteneciera a alguien más.
Porque solo él era su dueño, el verdadero.
Y eso tenía que quedar lo suficientemente claro.
— Basta, lo vas a matar— el alfa alza las cejas sorprendido por el atrevimiento.
Suelta el cuchillo, pero lo deja todavía incrustado en el estómago del alfa de ojos rojos. Su locura le había llevado hasta este punto, se lo merecía y no había quien pudiera refutar eso.
— Vaya, hasta que te dignas a aparecer— el alfa atraviesa la habitación mirando al pobre diablo que yace colgado de la cruz, y aunque quiere compadecerse de él no puede.
Su idiotez le había supuesto demasiado trabajo, un trabajo de días de los que había terminado cansado.
— He tenido que cubrir todas las huellas de este memo— lo mira despectivamente, demasiado, sintiéndose superior.
Él era superior.
— ¿Traes noticias?— parece olvidarse del alfa que está a su lado, pero realmente no lo hace.
El de pelo negro suspira asintiendo. Traía demasiadas noticias, buenas y malas, pero que al fin y al cabo sabía que iban a gustar a su socio.
— Las traigo— es todo lo que dice, no especifica qué.
El hombre sonríe encantado. Eso era lo que había estado esperando por semanas, noticias que sí pudieran satisfacerle.
Cada día estaba más cerca, mucho más.
— Bien— es todo lo que dice, o al menos eso parece.
Su mano se vuelve rápida, muy rápida, y el cuchillo se clava más sacando un grito gutural del alfa. Su pequeña osadía le había salido caro, demasiado caro, pero no se arrepentía.
Él se había sentido encantado durante todos esos días que había conseguido colarse en la habitación de su amor.
— Desaparecer de aquí— es una orden irrefutable— Y llevaos a este idiota de mi vista.
Le hacen caso, claro que lo hacen, y la habitación tarda menos de dos minutos en quedarse vacía.
Ambos alfas se miran esperando a dejar de escuchar a toda esa gente que está corriendo por el pasillo acatando su orden. La habitación de luz roja sigue sin reflejar con exactitud las facciones de su socio, pero siempre que se han visto ha sido ahí, por lo que ya estaba acostumbrado a nunca ver su rostro con claridad.
Lo que sí era cierto es que su voz era tan aterradora como todos decían, pero eso a él no le suponía una amenaza. También era fuerte, muy fuerte, y aunque con los años había perdido destreza en la batalla tenía muy claro que en un cuerpo a cuerpo sería ganador de cualquier modo. Era por eso que el líder le interesaba tenerlo cerca. Él una mente, el de pelo negro la mano ejecutora. Funcionaban bien, por años lo habían hecho, y aunque permanecieran escondidos por el momento sabían que nada iba a lograr detenerles.
La rabia y las ganas de sangre eran demasiado fuertes. El odio cultivado por años de soledad y tortura. No nacieron para estar bajo la sombra de nadie, nacieron para ser los que hacían la sombra al resto, y eso era un hecho.
— ¿Qué es lo que me has traído?— el líder se limpia las manos con un paño que se ve rojo por la luz, pero el de pelo negro puede ver a la perfección los rastros de sangre que quedan impregnados en la tela.
Aparta su mirada de esa tela que desprende un tufo horripilante y la eleva hasta su socio. Una sonrisa ladina recorre su rostro, y casi que desea empezar por el plato fuerte.
De hecho, es lo que hace.
— Jimin está muerto.
El líder eleva sus cejas encantado. No evita sonreír con esa información, y su cabeza ya está planeando demasiadas cosas que provocan que su lobo gruña de la satisfacción.
— Vaya, ¿no me digas?— suena como si le afectara de verdad, como si esa noticia fuera la más dolorosa de todas.
Pero no lo era, claro que no. Era lo mejor que nunca le podrían haber dicho.
La muerte de ese hombre significaba algo muy grande, y ambos lo sabían.
Por eso se miraron con sonrisas que prometían demasiadas cosas.
Tantas cosas buenas para ellos, pero la verdad es que no lo eran. Todas ellas eran horribles.
Todas ellas eran muerte.
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Verónica
Me despierto sobresaltada. Creo que me desoriento unos segundos antes de ser consciente de donde estoy. Sigo en la cama conectada a la vía del suero, una vía que ya estoy deseando que me saquen, pero que según las enfermeras todavía no pueden hacer.
De lo primero que me doy cuenta es que es de día, y estoy segura de que es por la mañana. Los días han pasados lentos para mí, y algunos son demasiados confusos como para recordarlos con exactitud. De repente encuentro recuerdos de dos personas diferentes pero a la vez iguales. Conversaciones que no he recordado tener en ningún momento, pero que existieron de verdad.
No entiendo que es lo que ha pasado para terminar aquí. Eso es algo que mi cabeza se niega a revelarme, y por más que me esfuerzo no quiere aparecer ese recuerdo. En su lugar solo encuentro una bañera llena de agua fría, muy fría, pero a la vez estaba cálida, y no entiendo el por qué. A veces, en mis sueños, unos brazos me rodeaban llevándome a la calma absoluta, y por mucho que me removía para ver quien era el que me estaba sosteniendo no podía. Solo escuchaba una voz, una voz tranquila que hacía que mi corazón latiera desenfrenado, pero que a la vez encontraba la calma que tanto necesitaba.
Y creo, que muy en el fondo, sabía de quien eran esos brazos que me sujetaban.
Pero no quería aceptarlo.
No podía aceptarlo.
— Buenos días— mis ojos se dirigen hacia la puerta de la habitación que es abierta. La enfermera que ha venido todos los días desde que estoy aquí me sonríe como siempre, y como hace todos los días. Lo primero que hace es dirigirse hacia las cortinas para abrirlas y dejar que la luz penetre en la habitación— ¿Cómo has dormido Nimri?
Arrugo la nariz involuntariamente al escuchar ese nombre, pero sé que no se me nota. Contesto con la voz más neutra que puedo, pero mi cabeza no se abstiene de recordarme el sueño que he tenido con Namjoon, que es el que verdaderamente me ha hecho dormir bien, pero está claro que no lo digo.
No puedo decirlo.
— ¿Cuando me vas a quitar a vía?— lo pregunto todos los días, esperando que hoy me saquen la aguja de la piel.
La enfermera me sonríe como hace siempre y revisa las botellitas, ya vacías, que cuelgan de un lado de la cama. Parece que se toma su tiempo en cambiármelas y volverme a sonreír, y sé que con eso no va a ser el día en el que me saquen esta molesta aguja de la piel.
— Después vendrá Dennis a hacerle un chequeo— es lo que dice mientras guarda las bolsas vacías para seguramente tirarlas después— Si él da el visto bueno, puede que hoy le quitemos la vía.
No evito cantar una pequeña victoria para mí misma. Después de cuatro días, consciente, con una vía puesta espero que por fin me la quiten.
La enfermera se sigue moviendo por la habitación, cogiendo cosas del pequeño maletín que trae siempre y guardándolas una vez ya las ha puesto por mi cuerpo para comprobar mi estado. Todas las mañanas me hace un chequeo de arriba a abajo, sin dejar ni un solo hueco sin mirar.
Suelto un suspiro mientras me mira las heridas que hay en mis muslos, las cuales tengo mis dudas de como han llegado ahí, pero no quiero forzarme a buscar una respuesta para eso, no quiero hacerlo tampoco. La enfermera está muy concentrada levantando los apósitos con ungüentos que parecen haber hecho bien su trabajo, y mientras lo hace dejo que mis labios pronuncien:
— ¿Arianne no se ha levantado?— lo pregunto extrañada, ya que siempre ha estado aquí cuando ella me hacia la revisión.
La enfermera levanta su cabeza de mis piernas y me mira. Sus ojos muestran la sorpresa, y con eso sé que ella había ido tan en automático que no se había percatado de que Arianne, la señora, no estaba esperándola en la puerta de la habitación.
— No lo sé— frunzo mi ceño, aún esperándomelo, no era la respuesta que quería escuchar.
— Oh— es lo único que pronuncio, como si eso fuera suficiente para terminar la conversación.
Y el resto del chequeo pasa en silencio. La enfermera termina y se va a seguir trabajando en la pequeña enfermería que hay montada en la manada, y yo me vuelvo a quedar sola en la habitación.
Realmente paso sola, postrada en cama, todo el día. Mato el tiempo durmiendo, porque siento que no puedo hacer otra cosa, y la tarde se me hecha encima en menos tiempo de lo que pienso. Cuando vuelvo a abrir los ojos ya son casi las tres, y como si fuera un espectro esperando por poseer un cuerpo, ahí está la señora Lee mirándome, sentada desde una butaca que Arianne había mandado traer tan pronto como se dio cuenta de las veces que Maggie pasaba por esta habitación.
Ella me sonríe mientras hace el esfuerzo de levantarse, y entonces me doy cuenta del cuenco humeante de caldo que me trae para que me tome. Sé que no tengo opción a rechazarlo, y tampoco tengo intención de hacerlo, porque sé que es lo único que el médico me permite meter en mi organismo que no sea el maldito suero que ya me tiene harta.
— ¿Cómo te encuentras?— me incorporo todo lo rápido que puedo para quitarle el cuenco de las manos cuanto antes.
— Bien, muy bien la verdad— eso era tremendamente cierto.
Maggie me vuelve a sonreír al escucharme, y sin pedir permiso se sienta a un lado de mi cuerpo, intentando no hacerme daño.
— Ya me han dicho que estás deseando quitarte la vía— tengo el cuenco en los labios, por lo que no puedo contestarla de inmediato, pero cuando trago el líquido caliente, que hace que emita un gemido de satisfacción, asiento.
— Sí, ya me incomoda tener una aguja metida todo el día— estiro mi brazo para mostrar la asquerosa vía que ya he empezado a odiar con todas mis fuerzas.
— Tú solita te lo has buscado— sé que me lo está replicando, y le doy la razón, pero trato de no hacerla mucho caso.
Prefiero no pensar en eso, aunque tenga toda la razón del mundo.
Hay veces que no se puede vencer al miedo.
Ella nota que no quiero contestar, es muy avispada para eso, y siempre sabe donde pulsar para hacernos hablar a Arianne y a mí.
Y esta vez no es la excepción.
— ¿Me lo vas a decir de una vez?— parece que esté esperando una respuesta concreta, pero yo no quiero dársela.
Al menos no la que es verdad.
— Simplemente no quiero estar en esa casa— vuelvo a beber del caldo, pero me apresuro en tragar— Con un alfa.
Siento que era una necesidad de matizarlo, como para poder defender mi postura, la que llevo manteniendo todo el tiempo, pero Maggie no es tonta, y sé de sobra que no se va a tragar ningún argumento que no sea la verdad.
— Namjoon no es el problema aquí, y sé que lo sabes— callo, no puedo hacer otra cosa que callar.
— Maggie....
Lo digo en un suspiro mientras desvío la mirada de su persona. Me da pánico mirarla, porque sé que si lo hago puede sacarme la verdad con tan solo una palabra más que me diga.
Me concentro en beber del caldo bajo su atenta mirada. No es un secreto que he mejorado en estos días, exactamente una semana completa desde que me han metido en esta habitación, y aunque se me hace raro que no me hayan trasladado de vuelta a la casa todavía no pregunto el por qué.
Porque no tengo ni la menor idea de si la respuesta me va a gustar.
— ¿Dónde está Arianne?— dejo el cuenco en la mesita de al lado mientras Maggie se empeña en estudiarme con su mirada.
Ella suelta un suspiro y niega con la cabeza como si no tuviera caso, pero aún así me contesta.
— No se encuentra del todo bien, está descansando— elevo mis cejas sorprendida por escuchar aquello.
De todo el tiempo que llevaba conociendo a Ari nunca se había puesto enferma.
— ¿Y el líder Jungkook?— me siento obligada a preguntarlo, porque me parece raro que si Ari se encuentra mal él no esté como un loco desquiciado por ahí.
Maggie me vuelve a observar, y no sé como tomarme esa mirada.
Pero creo que opta por contarme la verdad.
— No está en la manada, ha tenido que salir de viaje— frunzo mi ceño extrañada. ¿El azabache lejos de su mujer? Imposible— Namjoon está con él.
Lo añade como si fuera necesario hacerlo, tal vez para estudiar mi reacción. Me siento completamente traicionada cuando mi loba suelta un suspiro que me delata. Había querido retenerlo, pero no lo había logrado.
Maggie eleva sus cejas como si me hubiera pillado, pero yo me hago la desentendida, aunque, como si lo intentara hacer de forma disimulada, me veo preguntando el por qué de su ausencia.
— ¿A dónde han ido?— creo que mi voz suena neutra, como si fuera lo lógico preguntar el por qué, pero realmente no lo es.
Me veo queriendo saber por qué no están aquí.
Quiero saber por qué Namjoon no está aquí, y la señora Lee trata de ocultar su sonrisa, porque sabe de sobra que es lo que quiero saber.
— Habían ido a la manada Kim por un asunto, no sabemos cual es, pero se han tenido que desplazar a la ciudad de urgencia por una cosa del mercado, no me he enterado muy bien— asiento, como si eso fuera todo lo que necesitara saber.
La verdad no lo era.
— ¿Cuando vuelven?— trato que no se me note el interés.
Fracaso en ello.
— Se supone que deben de estar ya al caer— se encoge de hombros mientras sigue con su mirada pegada en mí— ¿Por qué la pregunta?
Su tono delata la diversión que le causa esto. Es como si quisiera picarme, pero yo trato con todas mis fuerzas de que no lo logre, aunque muy en el fondo si lo ha hecho.
Trago saliva desviando la mirada hacia el espejo de la habitación. Me siento rara mirándome en el reflejo, es casi como si no lograra reconocerme de todo. No parecía ser la de siempre, había algo que había cambiado en mí.
¿El qué? No lo sé.
— Por nada— me apresuro a contestar, aunque el nerviosismo se nota en mi voz.
¿Nerviosa? ¿Desde cuando yo me pongo nerviosa?
Nimri nunca se pone nerviosa.
— Claro, ya— sus labios intentan retener la sonrisa que pretende salir— Te mueres por ver a Namjoon, ¿eh?
Frunzo mi ceño y niego. Por supuesto que no me muero por verle, claro que no, eso era una completa estupidez.
Como sueñas con él todas las noches.
Pestañeo fuerte ante ese pensamiento que me surca la mente. Tengo que volver a mirar al espejo para determinar que parte de mí ha dicho eso, pero no logro encontrarla. Es raro no poder acceder a todos los recuerdos, es como si algo me los estuviera bloqueando.
Como si nunca los hubiera vivido.
Mi loba parece estar de acuerdo con Maggie, y aunque yo no haya dicho nada de nada, mi loba habla por mí, y a la anciana frente a mí le llega esa respuesta. Me sonríe cómplice y no dice nada más. Al contrario, se levanta de la cama y se aleja como si ya hubiera tenido todo lo que quería de mí por el momento.
— Te dejo descansar un rato— solo dice eso mientras coge sus bastones y se dirige a la puerta.
Me quedo sola de nuevo en la habitación. Esta vez no me duermo, no tengo ganas de hacerlo aunque no tenga mucho más que hacer. Desde esta posición, sentada en la cama con mi espalda apoyada en la cabecera, puedo ver directamente al espejo que se esfuerza en mostrar todo lo que puede de la habitación. Paso un buen rato así, puede que horas, mirándome, creyendo imposible que esa sea yo.
Puede que por eso quite las sábanas de mis piernas y me aventure por primera vez a salir de la cama por mí misma. Mis pies tocan el suelo y me estremezco, pero lo ignoro tan rápido como vuelvo a mirar hacia el espejo. Parece que tengo prisa por llegar a él, así que me aseguro de tener bien sujeto la especie de perchero que aguanta las bolsas que están conectadas a mi vía. Me muevo despacio, por pura prudencia, pero termino llegando al espejo. Cuando me miro me noto diferente, pero parece que sigo siendo yo, que nada cambiado.
Aunque todo sea diferente.
Mis labios se entreabren y las yemas de mis dedos acarician mi reflejo a la altura de mi rostro. Mis ojos azules son los mismos, mi pelo rubio es el mismo y mis facciones siguen siendo iguales, pero hay algo que es diferente y no puedo adivinar que es.
— ¿Quién eres?— es un susurro lo que sale de mis labios, casi inaudible, pero perfectamente comprensible.
El sol ya empieza a esconderse cuando giro mi rostro hacia la ventana, separando mis ojos de mi reflejo por primera vez en toda la tarde. El tiempo se ha pasado volando mientras mi cabeza trabajaba confusa en la persona que se veía reflejada en el espejo. Determino que es real, muy real lo que veo, y decido volver a la cama antes de que la enfermera llegue y me vea de pie sin nadie merodeando por aquí para vigilarme.
A penas estoy llegando a la cama cuando un ruido me detiene. Inclino mi cabeza hacia arriba, teniendo muy claro que la procedencia del ruido venía de ahí, y no tardo en fruncir el ceño.
— ¿Pero qué...?— vuelvo a escucharlo, otra vez, y mi loba se preocupa.
Y para que mentir, yo también lo hago aunque no tenga ni idea de lo que es. Desvío mi mirada hacia el suelo, fijándola en un punto fijo mientras me concentro en escuchar. Mi audición no es tan buena debido a lo débil que sigo, pero logro captar la respiración agitada que proviene de arriba.
Me extraño al no estremecerme, al no sentir miedo, eso es raro, pero no me da tiempo a darle demasiadas vueltas. Tal vez es porque sé que estoy en un lugar seguro que no me preocupo, pero algo me dice que eso no tiene nada que ver. De todos modos, deshecho todas esas preguntas en mi cabeza en cuanto vuelvo a escuchar el ruido.
Mi loba parece gruñir preocupada hacia alguien, esperando algún tipo de contestación, y lo que recibe no me deja con buen cuerpo. Solo creo percibir dolor cuando escucho el gruñido ronco de quien me contesta, y sacudiendo mi cabeza, como si me obligara a salir de mi estupor, me quito la vía.
Ya lidiaré más tarde con la enfermera.
Suelto el pequeño perchero de metal y me pongo la bata que siempre me da la enfermera para cuando me levanta para caminar. Las heridas de mis piernas escuecen un poco cuando me muevo, pero las ignoro todo lo que puedo mientras salgo de la habitación como una completa fugitiva.
Me extraña no oír a nadie en la casa, eso es raro, por lo que me apresuro más rápido a subir por las escaleras, aunque eso implique que el dolor de mi cabeza vaya en aumento debido a la debilidad que todavía siento. Mi loba vuelve a gruñir cuando llego al piso de arriba, y otra vez me contesta el mismo gruñido ronco de antes.
Hago una mueca mientras me aventuro por el pasillo. Mi cerebro me dice que en este pasillo está la habitación de Arianne, por lo que me siento más tranquila por eso. Avanzo apoyando una mano en la pared para no desequilibrarme del todo. Este es el recorrido más largo que he hecho en una semana, eso lo tengo claro, y mi cuerpo me lo está reprochando en estos momentos.
Ignoro todas las señales que me está gritando mi cuerpo para que pare y descanse y me obligo a llegar hasta la puerta de donde están saliendo todos esos gruñidos. Mi mano se apoya en la manija de la puerta, y como si me costara la vida entera presiono hacia abajo para abrirla.
Lo que hay dentro no me lo espero, ni en un millón de años. Mis cejas se elevan y mi boca cae abierta. Doy gracias a que sigo apoyada en la puerta, porque sé que es por eso que no me caigo al ver todo el desorden de dentro.
¿Qué ha pasado aquí?
— ¿Arianne?— la llamo esperando a que me conteste, porque sé que los gruñidos de lobo que escuchaba eran de ella.
Pero nadie me contesta, al menos no como yo quería que lo hicieran. En cambio, veo como una montaña de sábanas se remueve, e intuyo que Ari está ahí metida. Me acerco con cuidado y con lentitud, porque sé que si se mueve rápido yo voy a caer a plomo en menos de un segundo. Llego hasta ella y estiro mi brazo para apartar las sábanas. Un grito ahogado escapa de mis labios al verla, y tan rápido como puedo me arrodillo para ayudarla.
Ella estaba debajo de todas las sábanas, en posición fetal, mientras su frente desprendía sudor y su piel mucho calor. Tenía fiebre, de eso estaba segura, pero tampoco me atrevía a tocarla para comprobarlo.
Olfateé un poco tratando de adivinar que era lo que pasaba, pero fruncí el ceño al no poder oler nada. ¿Había camuflado su olor? Era extraño que lo hiciera, desde hacia unos años que había dejado de hacerlo, y tenía muy claro que a Jungkook no le gustaba que lo hiciera.
— Oye, ¿estás bien?— mis manos se apoyan en sus hombros, pero tan pronto las pongo las tengo que quitar.
Su piel arde a unos niveles que creo que no son normales.
Un quejido sale de sus labios cuando aparto mis manos, y me tengo que echar hacia atrás cuando abre sus ojos. No sé que me lleva a apartarme, pero la fuerza con la que su loba me gruñe no la siento segura. Sus ojos brillan en un verde azulado casi radiactivo, y me fijo en que sus pupilas están muy dilatadas, más de lo normal.
¿Por qué sus ojos se ven como si estuviera transformada?
Caigo en cuenta en el mismo momento en el que mi loba me vuelve a gruñir. Creo que Arianne acaba de entrar en celo, pero este tipo de celo no le había visto nunca.
Sacudo mi cabeza saliendo del estupor del momento. Arianne no se puede mover de donde está, al menos no por el momento, y es por eso que me fuerzo a levantarme para ir a su baño a por un paño de agua fría. No estoy segura de que eso tenga algún efecto, pero debo intentarlo, por todas las veces que ella me cuidó.
Tardo más de la cuenta en conseguirlo, sé que lo hago, pero finalmente llego de nuevo a su altura. El paño está helado en mis manos, lo he tenido un buen rato bajo el agua helada del grifo, e intento ponérselo en la frente.
— Esto te hará sentirte mejor— lo digo mientras se lo estoy poniendo, con voz tranquila y serena, para no alterar a su loba.
Pero eso no sirve de nada. No hago más que ponerla el paño para estar viendo el techo de un momento a otro. No sé que ha pasado, no tengo la menor idea, pero todo ha sido muy rápido. Mi cabeza, que ya de por sí dolía, no hace más que dar vueltas de campana mientras registra que Arianne está sobre mí enseñando sus caninos.
— ¿Ari? ¿Qué haces?— la hablo, trato de hacerlo en un intento de que vuelva en sí y me suelte.
No lo hace.
Ella gruñe y gruñe mientras yo tiemblo bajo ella. Nunca la había visto de esta manera, nunca en mi vida, y siento que no voy a ser capaz de salir de este cuarto con vida.
— No me toques, tú no— su voz suena completamente distorsionada cuando lo dice, y no evito estremecerme ante ello.
— ¿Arianne?— vuelvo a decir con la cautela bien marcada en mi tono, como si eso fuera a funcionar— Soy Nimri, suéltame anda.
Intento mantener mi tono de voz normal, solo para no provocarla más de lo que ya he hecho, pero no tiene efecto, nada tienen efecto.
No está en sí, para nada en sí.
Es su instinto animal el que está presente.
— No. Me. Toques.
Un grito sale de mi garganta cuando ella vuelve a gruñir, un gruñido grave que me hiela, mientras clava sus garras en mis muñecas. Las lágrimas se acumulan en mis ojos mientras no dejo de repetir mi nombre en un intento de que me reconozca y deje de hacerme daño, pero ella no está en sus cabales.
Está en celo y solo tiene una cosa en mente.
Entonces pasa. Un golpe de hormonas, que casi me deja noqueada en el suelo, se desprende de ella. El olor a miel que la caracteriza es mucho más intenso que de costumbre, y puedo jurar que nunca había sentido un olor tan potente de una omega en celo en mi vida.
Sus garras se siguen clavando en mí mientras su olor se esparce más allá de la habitación. Mis ojos lloran y mi garganta, que apenas se iba recuperando, vuelve a gritar tan fuerte como puede.
Mi loba lo hace conmigo.
Y no sé cuánto tiempo pasa, pero siento que me libero y que alguien me saca de donde estaba. Mis muñecas duelen y casi me siento al borde del auténtico colapso con el movimiento tan rápido que me lleva. Sé de sobra que no pueden ser mis piernas, no tengo tanta fuerza para eso.
Hay ruido que se queda a mi espalda y parece desaparecer. Me concentro en respirar cuando el movimiento para de golpe, y aunque mi cabeza sigue rebotando en todos lados trato de concentrarme en tranquilizarme.
— Hey, Nimri, cariño, mírame— no estoy mirando a nada específicamente, pero cuando le escucho no evito que mi loba suspire aliviada.
Y yo también.
Namjoon tiene su mano sobre mi mejilla mientras sus ojos me estudian todo lo que pueden, cerciorándose de que esté bien. Mi corazón está latiendo a toda marcha por lo que acabo de vivir, y sin pensar, completamente sin pensar, me lanzo a su cuello agradecida de que esté aquí.
Feliz porque esté aquí, aunque eso no se lo diga.
— Ya está, todo está bien— su mano acaricia mi espalda con suavidad, y me doy cuenta de algo.
Siempre me dice eso cuando intenta hacerme sentir mejor.
Y siempre lo consigue.
Me alejo y mis ojos lo miran detenidamente mientras me mantengo en silencio. No sé por qué, pero ya no siento esa fuerza que me obliga a correr lejos de él, es como si eso hubiera quedado muy atrás en el tiempo, en una persona que no soy yo, y eso me gusta. Mi loba se siente más relajada y en paz con eso.
— ¿Te duele?— sus manos sujetan las mías.
— ¿Eh?— me obligo a pestañear para mirar mis manos.
La sangre gotea de mis muñecas y parece que no va a parar nunca. Hay dos agujeros perfectos en cada una de mis muñecas, y sí, se ve más horrible de lo que se siente.
— Estoy bien Namjoon— digo su nombre, puede que por primera vez en lo que se siente mucho tiempo.
Él me mira algo sorprendido por eso, aunque no dice nada, no le da tiempo a hacerlo tampoco. Puede que él haya notado algo diferente, tal y como lo llevo notando yo desde que desperté hace unos días volviendo completamente en mí. Solo se queda en un segundo plano mientras la enfermera entra corriendo para ver como estoy, apartándole de un golpe de mi lado mientras empieza a hacer su trabajo como una loca. Me cura las heridas y me venda las muñecas mientras aprovecha para echarme la bronca por quitarme la vía y salir de la habitación sin permiso.
Y me da igual todo ello.
Solo miro a Namjoon, quien no me quita los ojos de encima mientras la enfermera hace lo suyo, y me siento extraña. Es como si esta no fuera verdaderamente yo, como si estos sentimientos no fueran los de siempre, pero eso no me molesta en lo absoluto.
Porque extrañamente me siento demasiado libre como para querer estropearlo.
Por eso, cuando mi corazón golpea fuerte mi pecho no me asusto, porque sé que es porque estoy viendo a Namjoon, el responsable de que eso pase, y no me lo niego.
Porque, extrañamente, no quiero hacerlo.
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Holoooooooooooo,
¿Cómo estáis? Espero que muy bien😋
Aquí os traigo otro capitulillo para que podáis disfrutarlo un montón, y aunque lo esté subiendo rematadamente tarde (aquí en España son las 3:41 am), no quería dejaros sin el que tocaba.
Realmente voy bastante pillada con la uni y a penas tengo tiempo para escribir, por eso este capítulo lo acabo de terminar ahora mismo y lo tenéis recién sacado del horno para que lo disfrutéis, por lo que, si veis alguna falta o algo, dejádmelo saber en los comentarios, pero, de todos modos, mañana entraré a revisarlo, aunque ya esté publicado.
Así que, ¿que ha pasado aquí? Parece ser que salen personajes nuevos, que nadie sabe quienes son (porque vaya, no se han presentado todavia), y sé de sobra que esto os puede confundir mucho, (no os lo esperabais) porque...¿quién es quién? Aunque bueno, ahora más o menos podéis distinguirlos un poquito, pero va a haber veces que no (demasiadas veces) y tendréis que adivinar cuando xd
Y parece ser que Nimri no es Nimri, al menos no la de siempre, así que supongo que estaréis curiosos por este giro de personalidad de la protagonista, pero sé que si pensáis un poco sabréis de sobra quien es, porque hasta el momento solo se ha presentado una personalidad de dos que tienen guardadas (si es que solo tiene dos, claro😂) De todos modos, ya sabéis que voy a leer todo lo que me pongáis y todas vuestras teorías (que me encantan y me hacen dar giros argumentales para sacaros de honda). Así que, con esto dicho, os leo en los comentarios🙃
Ya no tengo mucho más que decir, por lo que....
Nos leemos chikis;)
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