06
16 años antes
Gateé sobre la alfombra redonda, buscando la pequeña pieza de madera que se me había colado bajo el sofá. Mi pequeña mano se coló tras la estrecha rendija, y mis deditos tantearon el suelo de parqué, lleno de polvo, intentando recuperar mi pieza de construcción. Saqué la mano rendida. No la había encontrado, por lo que me senté sobre la alfombra con mi mirada fija en el sofá. Un puchero se formó en mis labios y las lagrimas no tardaron en amontonarse en mis ojos. Tragué hondo y solté un suspiro de puro lamento.
Quería mi pieza de vuelta.
Giré mi cabecita, haciendo que mis coletas se balancearan sobre mis hombros, y miré hacia el conjunto de piezas que había apilado de forma específica para formar una casa, pero a mi pequeña construcción le faltaba una puerta.
Una puerta daba seguridad. La puerta no dejaría entrar al lobo feroz.
Mis labios se tensaron y y me giré de nuevo para buscar la pieza que me faltaba. La puerta era necesaria, mi creación tenía que tener una puerta que pudiera proteger. Esa puerta iba a ser especial, iba a ser como la puerta de mi armario.
— Verónica— la voz de mi madre me llamó desde la cocina, y pronto escuché sus pasos venir hacia donde estaba— ¿Qué haces cariño?
Saqué mi brazo de debajo del sofá de nuevo. Mis ojos estaban completamente encharcados en lágrimas, y cuando mi madre se fijó en mí frunció su ceño.
—¿Qué ocurre cariño?— sus manos se deslizaron bajo mis axilas y me elevó en sus brazos— ¿Por qué mi princesa tiene esa carita tan tristona?
Ahogué un suspiro y hundí mi cabeza en el cuello de mi madre. Su olor a lavanda me llenó por completo, y un gimoteo salió de mi garganta a la vez que mis manitas se aferraban a sus hombros.
— U...una de mis pie...piezas se ha co...colado bajo el sofá mami, y no puedo sacarla— me incorporé para mirarla a sus ojos verdes y le enseñé una de mis manitas decorada con motitas de polvo.
— Cariño...— sus labios se extendieron en una sonrisa y su mano atrapó la mía sacudiendo todo el polvo que había atrapado— Me tenías que haber avisado, mami te hubiera ayudado.
Volví a hacer un puchero.
— Pero yo lo quería hacer solita, porque yo soy muy fuerte mami— sus ojos vagaron por todo mi rostro, y sin resistirse sus labios dejaron un tierno beso en mi nariz.
Sonreí encantada.
— Mi niña fuerte...— su rostro estaba sonriente, y eso me gustaba mucho— ¿Qué te parece si rescatamos esa pieza mañana cuando vuelvas del cole?
Arrugué mi nariz. Yo no quería ir al cole, y tampoco quería esperar hasta mañana para sacar mi pieza.
Mi casita necesitaba su puerta mágica ahora. Si no la tenía iba a ser imposible asustar al lobo feroz.
— ¿No lo podemos hacer ahora?— pestañeé un par de veces y sonreí abiertamente.
Mi mami rió y llevó su mano para hacerme cosquillas en las costillas.
— Pequeña embaucadora...—una risita salió de mi garganta y la risa de mi mami llenó el ambiente.
Un ambiente que debía de haber sido de felicidad perpetua, pero esto sólo era la luz opacándose antes de la tormenta.
— Mami...— mis manitas se aferraban a sus hombros.
— No Verónica, ahora vamos a recoger las piezas y mañana buscamos la de debajo del sofá— su mirada volvió a parar en mis ojos brillantes, y yo, llena de la plena inocencia de la niñez, no noté que aquella sonrisa que yo creí sincera, era una que escondía la amargura y el pánico de lo que estaba por venir— Luego vas a cenar y después vamos a jugar al escondite.
Pestañeé otra vez e hice un puchero.
— Pero yo no quiero jugar al escondite mami, hoy no me apetece— el pelo castaño, casi rubio, de mi madre se balanceó con su negación.
— No Verónica, hoy tenemos que jugar— una mueca cruzó su rostro antes de dejarme en el suelo— Hoy viene un lobo feroz.
Mis piernas quisieron ceder, y un escalofrío me recorrió mi pequeña columna. Los ojos se me llenaron de lágrimas y mi cabeza no hacía más que negar.
— No lo dejes entrar mami— el rostro de mi madre se contrajo, y rápidamente se agachó para estar a mi altura.
— No tengas miedo cariño, mami no va a permitir que llegue a ti— mis labios se arrugaron y mis ojos escocían.
— ¿Y va a llegar a mami?— mi madre soltó una respiración pesada antes de envolverme es sus brazos.
Su olor a lavanda me tranquilizaba. Seguía siendo dulce y suave, no cambiaba a pesar de que las emociones que embargaban a mi madre fueran un caos.
Eso era algo que no me importó en su momento, algo a lo que no le sumé importancia hasta varios años más tarde. Porque, transcurrido el tiempo, entendí que aquella característica de mi madre era la única manera para esconder todo el miedo. El miedo mostraba debilidad y nunca te podías mostrar débil ante el lobo feroz.
Porque es entonces cuando pierdes lo único que te queda, lo único a lo que te puedes aferrar, tú entereza. Saludar a la muerte con gritos no era algo bonito para recordar, ni mucho menos una buena despedida de lo que fue tu persona, y por encima de todo, para nunca sacar una sonrisa del lobo feroz, porque ahí sabes que lo has perdido todo y le has dado lo último de ti. Que nunca escuche tu voz pedir clemencia, debías ser fuerte y firme, no bajar la cabeza.
Y eso, a pesar de que no me di cuenta, mi madre era la representación en persona de ello. Una luchadora, una superviviente constante.
— A mi tampoco va a pasarme nada cariño— sus ojos se apartaron rápidos de mi rostro y su mano me acarició mi cabeza suavemente— Anda, vamos a recoger esto para que puedas cenar, el tiempo se nos va a echar encima.
Asentí con lentitud y me giré para recoger mi pequeña construcción. Mi madre me ayudó, y cuando terminamos, fui consciente de cómo lo escondió dentro del pequeño armario de mis escasos juguetes, donde solo mi mamá y yo sabían que estaban.
— Vamos a cenar cariño, hoy te he hecho huevos revueltos con queso, tu favorito— una sonrisa se asomó en mi rostro y elevé mis bracitos para que me cogiera en brazos.
Mi madre no tardó en hacerlo.
— ¿Sabes que a mí me gusta mucho el queso mami?— una risa cantarina salió de los labios de mi madre.
— Claro que si cariño, por eso mamá siempre le pone queso a todo— sonreí mostrando mis dientes.
Mi madre me dejó sobre la mesa y me acercó el pequeño cuenco de huevos revueltos con queso. Sus manos acercaron mi vaso favorito, uno que tenía muchas estrellitas dibujadas, y pronto un tenedor aterrizó en mi manita.
— A ver Verónica, enséñale a mami cómo comes tú solita— intenté esconder la sonrisa que quería expandirse en mi rostro y llevé el tenedor hacia mis huevos revueltos.
Me llevé el primer bocado a la boca y mientras masticaba sonreí a mi madre, mostrándola lo bien que comía sola.
— ¿Vez?— mi madre sonrió y llevó una de sus manos a mi mejilla.
— Eres la princesa de mamá Verónica, nunca lo olvides—pestañeé un par de veces, con mis mejillas llenas de comida que me costó tragar.
Siempre me decía esa frase antes de jugar al escondite, y nunca me gustaba como sonaba. Parecía que se despedía de mí.
— ¿Mami?— mi madre me sonrió y abrió la boca para decirme algo, pero nunca pudo emitir sonido alguno.
Unas voces gruesas sonaron fuera de casa. Mi madre corrió hacia la ventana, y sin mucho miramiento vino donde mí, escondiendo antes el plato de mis huevos revueltos junto con mi vaso favorito. Me cogió en brazos y me sujetó fuerte mientras sus pies subían las escaleras. Ruidos se escuchaban en la planta de abajo, y antes de que pudiera decir palabra, mi madre ya se había metido en el cuarto donde guardaba los abrigos viejos y las colchas de invierno. Abrió el armario de doble fondo, y me dejó sobre la colcha raída, pronto se agachó a mi altura y sus manos se posaron en mis mejillas.
Ella no temblaba.
— Bien, el juego comienza ahora, ¿vale cariño?— sus pulgares acariciaron mis mejillas mientras yo asentía con lentitud— Vale, ¿qué tienes que hacer?
Tragué saliva antes de contestar.
— No hablar, no gritar y a pesar de lo que pueda escuchar no debo salir de aquí, porque aquí voy a estar segura y el lobo no me va a encontrar— mi madre asintió dándome una sonrisa de labios cerrados.
— Muy bien cariño, ahora lo más importante, ¿cómo te llamas?— mis deditos jugaban con la tela de mi vestido.
— Nimri mami, ahora me llamo Nimri— un golpe sonó en la planta de abajo, mi madre giró la cabeza hacia la puerta y volvió a mirarme con la misma velocidad.
—¿Hasta cuando te llamas así?— yo volví a tragar en seco asustada.
— Hasta que tú vuelvas a buscarme mami, a medianoche— ella asintió y se incorporó rápido.
— Muy bien cariño, ahora solo mantén silencio— las puertas se cerraron y yo me sumí en la plena oscuridad.
El sonido de la llave resonó en mis oídos, y tan pronto como la puerta se cerró me tapé los oídos.
Solo quería que el lobo no me encontrara.
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PRESENTE
Tenía la cabeza echada hacia atrás y mi cuerpo completamente entumecido. Mis piernas recogidas, casi en posición fetal, y el agua fría llegando hasta el borde de la bañera. Maggie continuaba poniendo gasas remojadas en agua con hielos sobre mi frente, pero mi cuerpo parecía no hacer caso a todas las medidas que habían intentado conmigo.
Seguía sintiendo un calor infernal y el frío solo conseguía mitigar levemente el dolor.
Maggie pasó una mano por mi frente, apartando los mechones que se me habían venido hacia delante antes de ponerme otra gasa helada. El baño estaba completamente impregnado en mi olor, me había querido resistir, pero la debilidad y la flaqueza me habían superado haciendo que mi aroma saliera a la luz tan campante.
Justo como me había pasado las otras veces.
— Nimri, niña, ya va a pasar, tranquila...— mis dientes castañeaban, pero por dentro no sentía ni una pizca de frío.
Mis brazos se enroscaron sobre mi cuerpo, abrazándome a mí misma. Mi cabeza estaba todavía inclinada sobre el borde de la bañera, y cerrando mis ojos con lentitud dejé que otro quejido escapara de mi boca.
Duele, duele mucho.
— Nimri...— la voz ahogada de Maggie se quedó cortada por el sonido de la puerta de abajo.
El olor de Arianne se estaba expandiendo por toda la casa, y mi loba, soltó otro gruñido de queja por no encontrar en el ambiente aquello que buscaba.
Algo que yo me negaba a aceptar.
La señora Lee se separó de mí y salió por la puerta. No escuché hacia donde se dirigía pero tampoco le di mucha importancia. Un suspiro helado escapó de mis labios e intenté entreabrir mis ojos un poco.
El baño estaba completamente impregnado en una capa de vaho, lo que era algo extraño, porque el agua era helada y solo mi cuerpo se dedicaba a desprender un calor doloroso que provocaba que las cicatrices de mi cuerpo ardieran como cuando habían sido hechas. El espejo estaba bañado en el rocío de las gotas que Maggie había salpicado con la rapidez de sus movimientos. El suelo, completamente resbaladizo, mostraba pequeños charcos del agua desbordada de la bañera. Cada vez que me movía, con el fin de poder mitigar más el dolor, pequeñas cantidades de agua se salían por los costados de la pieza de cerámica.
Un pinchazo en mi espalda hizo que me moviera de sopetón, desbordando más agua, y cerré los ojos fuertemente mordiendo mi labio inferior. No pude retener el grito de dolor que salió de mi garganta sin previo aviso.
Parecía doler más que los latigazos de cadenas de acero.
Mis ojos desprendieron lágrimas amargas, y mis dedos se curvaron sobre mi estómago, tratando por todos los medios no volver a gritar, aunque ya sabía que eso sería un fracaso. Mi loba estaba gimoteando constantemente de dolor, pero yo, en la medida en lo que podía estar consciente, trataba de acallarla, de no provocar ningún ruido malintencionado, porque no quería atraer a ninguno aquí.
No quería que los lobos feroces aparecieran.
Pasos se escuchaban desde las escaleras, muchos para ser solo dos personas las que debían venir. Murmullos acompañaron después el extenso olor de Arianne, pero tampoco supe cómo identificarlos. Mi cabeza daba vueltas y solo era consciente del dolor que estaba sintiendo a lo largo de mi cuerpo.
— Namjoon, por favor hazme caso, no puedes aparecerte sin más— un gruñido ronco sonó y pasos más cercanos se escucharon— Namjoon...
— Déjalo Ari, si algo sucede intervenimos— las voces de Maggie y Arianne sonaban más alejadas que los pasos pesados que se acercaban.
La madera del suelo crujía con cada pisada, y mis ojos se cerraron de golpe, haciendo que mi cabeza trajera imágenes dolorosas que por desgracia eran recuerdos.
Recuerdos vividos en carnes propias.
Los pasos cesaron derrepente, una respiración entrecortada sonaba dentro del baño. Pestañeé con dificultad, y lo que me pareció ser la imagen de un lobo gris apareció ante mí. Gimoteé con dolor de nuevo y me removí. Mi loba, por el contrario a mi, solo ronroneó en un tono que apenas se pudo escuchar, pero el lobo frente a mí solo agachó la cabeza y se acercó a pasos lentos, con lo que creía ser una cojera muy pronunciada.
Un suspiro salió de mis labios cuando la cabeza pelada del lobo gris se apoyó cerca de la mía. La frente del lobo se había apoyado cerca de mi frente, justo en la maraña que representaba mi pelo, y ambos, a la vez, cerramos los ojos guardándonos el dolor que estábamos sintiendo, él por la paliza que acababa de recibir, y yo por las palizas que había sufrido a lo largo de los años.
Aparté una de mis manos de mi estómago, y con parsimonia la saqué del agua. Con lentitud la acerqué hasta el lobo, del que todavía no había olido su aroma porque solo lograba apreciar el dulzor que desprendía Arianne, pero estaba tranquila. Mi loba no parecía haber notado nada, y ella estaba tranquila y se sentía segura.
Mis dedos tocaron la suavidad del pelaje del lobo gris, pero de un momento a otro el tacto cambió, ya no era un pelaje lo que estaban tocando mis dedos, sino la textura de un cabello láceo y áspero, como si estuviera recién cortado. Un quejido ronco escapó de los labios de quien estuviera a mi lado, y sin poder evitarlo, sendas lágrimas salieron de mis ojos.
— Nimri...— unos dedos largos atraparon mis dedos, y noté el tacto cálido de unos labios sobre mi palma.
El dolor parecía disminuir.
Un balbuceo salió de mis labios. No sabía que había dicho, ni tal siquiera si tenía el más mínimo sentido alguno, pero el chico a mi lado se removió. Su presencia desapareció de mi lado, pero todavía podía seguir escuchándolo en la habitación. Armarios parecían abrirse y cerrarse de forma rápida, o eso me pareció a mi, y de un momento a otro el sonido del agua perderse por el desagüe caló en mis oídos.
Estaba desnuda, de eso sí había sido consciente, pero a pesar de que no podía adivinar quien era el lobo que había entrado no sentí miedo. Mi loba había suspirado de alivio al notar esta nueva presencia, y lejos de echarse a temblar, como solíamos hacerlo antes de anticipar lo que se venía, solo se recostó permitiéndose estar cómoda por una vez.
— Te voy a envolver en una toalla, así que te tengo que mover un poco— su voz ronca entro por mis oídos, y me permití cerrar los ojos emitiendo, desde el fondo de mi garganta, un sonido seco.
Sus manos se colaron por mis costados, metiendo la toalla por ahí, haciendo que el algodón tuviera contacto con mi piel. Mis ojos cerrados y una de mis manos sobre mi estómago. La calidez de su tacto me envolvió por la muñeca sacándome un suspiro, y con el más mínimo cuidado, me elevó el brazo, pasando la toalla bajo mi axila para así tapar mi desnudez. El algodón se posó sobre mi piel, y unos brazos fuertes se deslizaron por debajo de mi cuerpo.
Un quejido salió de mis labios cuando él me levantó, al igual que de los suyos cuando sus brazos se tensaron para izarme sobre su pecho. Mi cabeza se apoyó en su hombro, y de forma muy breve pude oler el aroma que desprendía su cuerpo. Pestañeé de nuevo, con lentitud, y con los labios entreabiertos intenté elevar mi mirada hacia el rostro del alfa que me estaba llevando en brazos. El moreno miraba al frente, su ceño estaba fruncido y de su frente caía sudor por el esfuerzo. Las venas de su cuello estaban marcadas y un leve temblor se notaba en sus brazos tensos, pero aunque él se estaba sintiendo morir, nunca me soltó.
— Nam...— mis labios intentaron pronunciar su nombre, pero a mitad del mismo mi cabeza volvió a caer sobre su hombro, cansada y débil, soltando un suspiro agotado procedente de mis labios.
— Shhh...— movió su cabeza hasta hundir su nariz en mi pelo enmarañado y sus labios dejaron un casto beso en mi frente.
Removí mi cabeza en su cuello, buscando más comodidad, y otro suspiro de alivio escapó de mis labios. Mi loba se acomodó apoyando su cabeza entre sus patas. Un suspiro salió de sus fauces, y aunque ambas sabíamos que estábamos entre los brazos de un alfa, no teníamos miedo.
Parecía no haber dolor o debilidad, y quería aferrarme a ello.
— Namjoon...— la voz suave de Arianne sonó desde la escalera, pero Maggie, dando un tirón a su brazo la instó a bajar.
— Vamos a preparar algo para que coman, déjalos, Nimri estará bien.
Namjoon continuó andando a paso lento hacia mi habitación. Mi cuerpo seguía entumecido, pero el dolor ya no estaba, o al menos eso creía. Tal vez estaba demasiado débil e ida como para seguir sintiendo algo, pero la tranquilidad y seguridad que me habían rodeado me había recordado a mi madre.
Antes era solo en sus brazos donde me sentía segura. Ahora ya no estaba en sus brazos, hacía años que no y me había visto obligada a aprender sola de la entereza y determinación que había visto en ella cuando era niña. No demostrar gestos que puedan delatar tu estado emocional, había que ser fuerte en todo momento, no darles lo que ellos querían.
Ahora parecía que todas aquellas cosas volaban lejos, porque me sentía segura.
Namjoon se sentó en mi cama con un quejido que salió de sus labios. La toalla quedaba al ras de mi culo, y estaba segura de que se me estaba viendo todo en estos momentos, pero no podía importarme menos. Me removí como pude, y con ayuda de los brazos de Namjoon me acomodé mejor sobre su regazo. Sus brazos me rodearon y me apegaron más a él. Mi cabeza apoyada en su hombro y mis respiraciones acompasándose a la suyas, que parecían ser erráticas.
Intenté incorporar mi cabeza.
— ¿Estás herido?— mi voz sonaba roca y muy baja. Estaba muy débil y adolorida todavía, y aunque el dolor hubiera mitigado bastante como para permitirme hablar, todavía hacia mella en mí.
— No importa Nimri, solo descansa— su tono también era ronco y muy forzado, se notaba que estaba intentando disimular el dolor.
— Si que importa Namjoon, tienes que descansar— una punzada cruzó mi cabeza haciendo que desistiera en mantenerla erguida. Volví a apoyarme en él con lentitud y el sentimiento de culpabilidad no tardó en aparecer.
Él había venido hasta aquí por los gritos de mi loba. Yo le había llamado y él había venido. Está herido por mi culpa.
A mi madre también la hirieron por mi culpa. El único ser con el que me sentía segura lo hirieron porque yo lo llamé.
Mordí mi labio inferior con fuerza.
— No tenías que haber venido...— el moreno sonrió con sus labios cerrados y dirigió su mirada hacia a mí.
— Sabía que dirías eso— sus brazos me acunaron más hacia él, y de un movimiento, para acomodarse mejor, apoyó su espalda en la pared con un quejido— Sabes que puedes apartarme las veces que quieras, rechazarme si quieres, pero soy persistente— un carraspeo provocado por el dolor salió de su garganta— Contigo no me voy a rendir Nimri, contigo no.
Otro suspiro salió de mis labios. Su olor me estaba envolviendo y poco a poco mis ojos se cerraban agotados.
— Pero por mi culpa te han herido, yo no quiero que te pase nada— mis ojos estaban medio abiertos, y estaba luchando para mantenerlos abiertos unos minutos más.
Namjoon sonrió y apretó sus brazos magullados sobre mi cuerpo. Me gustaba mucho sentir su calor, me hacía sentir mejor.
— No es tu culpa Nimri, yo me lo he buscado, pero ha merecido la pena, a pesar de lo que me pueda pasar después— un gruñido salió de mi garganta.
Mis oídos se habían quedado estancados en el sonido de su voz pronunciando mi nombre.
Ese no era mi nombre. Con él yo no necesitaba ser Nimri.
— Nimri no...— el moreno frunció el ceño y bajó su mirada hacia mi.
— ¿Qué?— mis ojos se cerraban por momentos, Namjoon, viendo lo derrotada que me encontraba, solo subió su mano hacia mi mejilla para acariciarla con suavidad— Duerme Nimri, descansa, yo voy a estar aquí contigo.
Mis ojos se cerraron por completo, pero mi mente no dejaba de dar vueltas a lo mismo. Con él no debía ser Nimri, porque no me hacia falta ser fuerte para sobrevivir.
Con él volvía a ser Verónica.
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Holoooooooooooo,
Y por aquí otro más☺️
¿Qué os ha parecido este pequeño fragmento del pasado de Verónica? ¿Y el nuevo descubrimiento que ha tenido Nimri? Os leo en comentarios💜
Y con esto ya nos vemos dentro de 15 días más o menos con otro capítulo. Espero poder escribir un poco más de esta historia (si la uni me lo permite), porque me gustaría hacer un pequeño maratón en fin de año, pero no voy a prometer nada porque no sé si voy a tener algo de tiempo para escribir.
Bueno, me despido de vosotras/os🥰
Nos leemos chikis;)
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