Capitulo Uno

Caminaba por las calles sin rumbo alguno. Después de mi arranque de locura, escapé de ese lugar refugiándome detrás de una capa que ocultaba la repentina apariencia que había adquirido después de...hacer lo que hice.

Aun no sabía el porqué de los cambios, tampoco estaba segura de lo que pasaba. Si de algo estaba convencida era que mi cuerpo ansiaba volver a sentir ese delicioso líquido en mi boca. Incluso la parte más retorcida de mi cabeza me pedía a gritos sacrificar otra persona solo para complacer mis deseos.

Sin darme cuenta, dos pequeños colmillos habían emergido de mis encías sobresaliendo de mi labio superior. Lleve la muñeca a mis labios cubriendo los colmillos mientras en mi interior rogaba porque nadie los viera.

— ¡Atención todos! —exclamó una voz masculina a lo lejos. De inmediato todas las personas a mi alrededor detuvieron su andar y se centraron en aquella voz. Curiosa, me uní a la multitud reunida en la plaza mareándome en el proceso con los distintos aromas que desprendían los cuerpos.

Eso era algo que desde el cambio no había desaparecido y de alguna manera, me inquietaba.

Aguanté la respiración y apenas lo hice mi cuerpo entero se relajó. Sin más que hacer camine situando mi cuerpo en la esquina de la plaza mientras observaba los rostros serios y curiosos de los habitantes del muro.

Como odiaba esa palabra...

— Apuesten sus ofertas en una batalla de monstruo contra bestia. Acérquense y disfruten por un módico precio de 10 rins a cambio del mayor entretenimiento de su vida...

Desde mi lugar observé con detalle como la multitud a mi alrededor hacia fila para entrar en lo que parecía una pequeña e improvisada carpa. El señor de no más treinta años sonrió complacido desde su lugar y con mano en una pequeña bolsita de tela se encargó de recibir el dinero que todas las personas en la fila le extendían para entrar.

Llevándome por la curiosidad observé desde lejos sin abandonar mi posición notando como detrás de la carpa se acercaba un carruaje que portaba dos jaulas de grandes y gruesos barrotes. Una de ellas llamó mi atención al estar cubierta por un gran manto de tela negra. Medite unos segundos desde la lejanía curiosa del repentino impulso que dentro de mi tiró hacía ese lugar con insistencia. Aparte mis ojos reticentes a abandonar aquella jaula y apenas mis ojos se despegaron de esta una pequeña descarga lleno el aire impulsándome fuera de mi sitio. Mis pies se movieron solos y me encontré a mí misma extendiendo la mano hacía la tela dispuesta a revelar su contenido.

— Yo no haría eso si fuera tú, madame —habló la misma voz que supe reconocer como el señor de la entrada. Su mano se afianzó a mi brazo con rotunda fuerza que, de no ser por mi naturaleza juraría que habría dejado su marca en él.

Inhale sin ser consciente de su cercanía notando ciertos aromas inusuales en su ropa.

— Disculpe caballero, solo tenía curiosidad. no se suele ver este tipo de cosas por estos lados. — Hablé por fin liberando mi brazo de su agarre con un tirón nada suave.

Aún mi fuerza era algo imposible de controlar.

Sus ojos me escrutaron con recelo y no lo culpaba. Físicamente parecía una escuálida mujer que solo le faltaba la hoz para ser una perfecta imitación de la muerte misma o una ladrona perteneciente de los barrios bajos.

Sonreí teniendo cuidado de no mostrar los dientes y tras hacer la mejor imitación de una señorita adentré mi mano a la túnica tocando la bolsita de terciopelo roja en mi cintura y sacando de ella veinte rins que extendí frente a sus ojos.

— Señorita, usted no es de por aquí, ¿verdad? —murmuro con sus ojos pegados en la moneda dorada con una serpiente en su centro, símbolo de la muralla.

— Mi dama de compañía y yo vinimos a comprar unas telas, pero termine perdiéndola de vista hasta parar aquí. Me llamo mucho la atención la tienda y cuando vi que había una entrada trasera no lo pensé mucho y vine aquí. No sabía que estaba prohibido observar los alrededores.

Me sorprendí a mi misma de lo rápido que podía desenvolverme en esa situación. Como si alguien estuviera tomando el control, me incline un poco a su oreja con aire confidente. — Como hija de uno de los grandes señores pensé que podía recibir un trato más... aceptable si sabe a lo que me refiero. A mi padre le disgustaría saber que su preciada hija fue menospreciada en su propio territorio.

Sonreí internamente cuando vi como pasaba saliva con fuerza y apretaba los labios. Sus ojos miraron a su alrededor y sus manos recorrieron su ropa nerviosamente. Después de todo, había vivido encerrada casi toda mi vida, pero había observado y aprendido de las malas compañías. Nunca pensé que de verdad podría sacar algo bueno de escuchar conversaciones e imaginar escenarios.

— Oh, ¡Claro que si señorita! no se preocupe y venga por aquí —Lo seguí con cautela sin despegar mis ojos de su espalda. Una vez dentro detalle todo con premura.

Dentro de la carpa todo hubiese estado a oscuras de no ser por un enorme hueco en el techo, que si lo analizaba más parecía una especie de traga luz. Pequeñas manchas adornaban el suelo de paja, arneses, pedazos de tela y herramientas de todo tipo yacían tiradas por las esquinas. La carpa se dividía en tres caminos. El del medio llevaba a otra carpa adyacente mucho más grande que parecía ser el centro de la exhibición, la cual llamé la sala principal y por la cual me adentré.

En el medio de la carpa principal, se encontraba una gran jaula de gruesos y brillantes barrotes. Dos aberturas estropeaban la forma esférica donde se apreciaban dos puertas hechas del mismo material metálico. Daba la impresión de que allí dentro algo esperaba.

Seguí detallando la jaula con forma circular notando que sus barrotes llegaban hasta el techo y se extendían por todo el espacio rodeado de personas. Así lo de dentro no salía y los de afuera no morían.

— Espero que el espectáculo sea de su agrado señorita— exclamó con entusiasmo y tras guardarse las monedas en su bolsa agarro mi mano con un gesto galante donde sus labios depositaron un casto beso en el dorso de esta. Le di un asentimiento seco y me dispuse a darme la vuelta no sin antes ser frenada por sus palabras.

—¡Ah, una cosa más! No se acerque mucho a la jaula si no quiere morir señorita.

— No se preocupe, observare desde lejos. —sin darle tiempo de responder me perdí en el mar de personas. Internamente hice una mueca de asco y sin evitarlo limpié el dorso de mi mano con la tela de la capa.

Me coloqué en una esquina no muy lejos de la jaula y me subí a una de las cajas amontonadas que allí parecían usar como asiento improvisado. No esperé tanto cuando los gritos de júbilo de las personas ensordecieron mis sensibles oídos.

Una de las puertas de la jaula se había abierto emergiendo de ahí una gran bestia de grandes colmillos y brillantes garras. La observe con más detenimiento, desde su blanco pelaje, su largo hocico, hasta sus ojos de un azul glaciar. Mordí mi labio ante el enorme oso polar que enseguida noté había sido mutado. Mis ojos se fueron a sus garras que analicé dándome cuenta de que no eran garras normales.

Encima de cada una de ellas colgaba un adorno con su misma forma hecho de plata. Como si no fuera suficiente, su lomo y cabeza estaban cubiertos por el mismo material plateado que resplandecía con cada movimiento. El oso tenía una armadura.

No entendí hasta segundos más tarde cuando la segunda puerta fue abierta dejando salir a lo que minutos atrás sentí en la jaula cubierta y a lo que ahora miraba con asombro y horror.

Mis manos se hicieron puño y salte de la torre de cajas acercándome a la jaula en completo shock. La bestia gruño y corrió hacía su contrincante. Los gritos se hicieron más fuerte y la multitud a mi alrededor se agitó recibiendo en parte, varios empujones de cuerpos extraños.

— ¡Destrózalo!

— ¡Mátalo de una vez!

— ¡Tú puedes, termina con esto ya!

Apreté mis labios furiosa sabiendo que los gritos de apoyo no eran para el sino para el animal. El oso rugió acorralando a su presa que miraba al animal con desesperación. En un rápido movimiento el cuerpo de la bestia terminó clavando sus largos colmillos en el brazo de su oponente que gruño con furia.

Horrorizada vi como el animal sacudió su hocico arrastrando a su presa de lado a lado desgarrando su brazo en el proceso. Mis manos se aferraron a los barrotes de la jaula y a penas mis dedos se aferraron al tubo quemaron como ácido en mi piel.

La jaula no solo estaba hecha de plata, también electrificada.

Mis oídos palpitaban tras los fuertes sonidos y mis colmillos fueron imposibles de ocultar ahora que mi cuerpo hervía en ira. Detalle su blanca y sudorosa espalda y mis ganas de romper el metal se hicieron cada vez más fuerte. Podía sentir su dolor como mío y eso estaba matándome. Nadie más se daba cuenta de lo inhumano que eso era, en cambio, reían y gritaban por más sangre.

Presumen ser humanos y de lo que más carecen es de humanidad.

Como si mi pensamiento fuera leído su espalda se enderezo y en un rápido movimiento alzó su otro brazo y golpeo a la bestia en la cabeza. No una, sino cuatro veces más hasta que soltó su brazo que no tardo nada en regenerarse.

Los humanos a mi alrededor vieron con horror como su brazo totalmente agujereado y con trozos de piel desprendida poco a poco se regeneraba hasta quedar intacto sin una sola cicatriz. Todo el mundo se sumió en un inquietante silencio que fue interrumpido por una risa muy conocida.

La mía.

Reí maniáticamente con mis manos en mi abdomen y mis ojos en pequeñas rendijas. Poco a poco me enderecé y me exigí compostura notando que el cuerpo que me daba la espalda curiosamente se había girado en mi dirección. Incline mi cabeza hacía un lado y aproveche en detallarlo grabando cada detalle en mi retina.

Subí por su pecho marcado hasta su mandíbula cuadrada, seguí por sus labios llenos y de un color rosado vivo hasta sus pómulos inquietamente pronunciados. Sentí sus ojos recorrerme intentando descubrir algo de lo poco que era visible. El aire a nuestro alrededor se empezó a electrizar y por unos segundos fui capaz de notar una pequeña energía, casi como un lazo de luz transparente que nos rodeaba y chocaba entre sí.

Entonces subí a sus ojos después de observar cómo sus manos se apretaban en puños marcando sus venas dejándome encantada al no ser la única en notar aquel extraño lazo. Pude sentir su curiosidad y a la vez miedo por mi extraña apariencia. Los humanos a mi alrededor no dejaban de verme y sin importarme empecé a aplaudir.

— Gana y serás libre— Le susurre siendo consciente de que solo él podría escucharme entre cada sonoro aplauso que daba.

— Promételo— fue su contestación y mi piel se erizo por el tono grave y oscuro de su voz.

Asentí dándole una pequeña reverencia que por supuesto todo el mundo noto.

Sin que nadie lo esperase, la bestia aprovecho la distracción de su oponente para saltar directo a por él. Su grito de dolor fue inconfundible con los gritos de euforia de la gente cuando las garras cubiertas de plata abrieron su piel a la lo largo de su espalda en dos feos zarpazos. De nuevo él me estaba dando la espalda listo para enfrentar al animal que rugió con estrepitosa fuerza. Fue inevitable hacer una mueca cuando mis ojos se encontraron con su espalda gravemente herida.

La multitud no se hizo esperar y estalló en ovaciones a todo pulmón. Comentarios como: ''No va a durar'', ''Ya es pez muerto'', ''Nunca tuvo oportunidad'' no se hicieron esperar y solo pude sonreír en mi lugar sin voltear a verlos.

Las apuestas no se hicieron esperar y con ellas la sangre no tardo en correr entre los dos combatientes. Sentí lastima por el animal cuando sin esperarlo una patada se clavó en su abdomen mandándolo a volar unos dos metros. Sus ojos me buscaron entre el gentío con insistencia y una profunda letalidad. Una sonrisa adorno mis labios cuando sus coloridos ojos por fin me encontraron desatando una tormenta de sentimientos. Las palabras sobraron cuando con solo una mirada fue suficiente para hacerme saber que en ese momento el ya no se contendría.

— Lo prometo...— pronuncié sin darme cuenta y sonreí dejando a la vista ese par de colmillos que el observó con detenimiento.

— ¡Ahora gana! — le ordene con dureza a lo cual él sonrió revelando aquel par de colmillos idénticos a los míos.

La multitud gritó.

La bestia rugió y luego cuando el ganó cumplí con mi promesa.

Le di su libertad y el a cambio me entregó su gratitud.








Cuatro años después:

—¿Qué se supone que haces? —me detuve en plena acción observando sorprendida a la persona a mi lado. El me veía con rostro serio, casi severo, como cuando un padre regaña a su hija. Solo que, en este caso, el no compartía mi sangre ni mucho menos me llevaba una gran diferencia de edad. Sonreí mostrando mis blancos y afilados colmillos manchados de sangre.

— Me doy un capricho, ¿quieres? —mi mirada se depositó en el cuerpo sin vida que yacía en mi regazo, observe con burla su cuello donde dos agujeros rojos resaltaban sobre su pálida piel.

—Te estás descontrolando, con este ya son 13 muertos, ¿qué más quieres? ¿terminar con lo que los Saitzans empezaron? A este paso dejarás sin vida la zona este. — Recriminó cruzando los brazos. Bufé dejando caer la cabeza sin vida al suelo la cual emitió un sonido hueco cuando me levanté. Observe su marfilado rostro notando que esta vez, si hablaba en serio.

Un puchero adorno mis labios en súplica, las cuales fueron enormemente ignoradas por él.

—¡No es justo Ben! —replique como niña pequeña. —Últimamente mi cuerpo no le basta un par de gotas, además, no es como si alguien los fuera a extrañar. —fruncí el ceño recordando minutos atrás aquel nudo en mi garganta y la agonía que le siguió después.

— Solo no mates a más personas, estas a punto de cumplir los dieciocho, sabes lo que eso significa —habló sujetando mis manos con cariño. Asentí con pesadez observando sus ojos de diferente color.

Cumplir 18 para algunos podría significar muchas cosas, entre ellas cosas buenas. Pero para alguien como nosotros significaba algo a lo que huirle. Cumplir 18 significaba tener una bomba de relojería atada a tu cuello, no sabias cuando, donde o como explotaría matando todo a su alrededor.

— Somos monstruos Ben, no existe cura alguna, ni la habrá nunca. Estamos malditos desde el día que respiramos y así será por siempre —Mi voz se quebró con las últimas palabras.

Benjamín pasó sus fuertes y definidos brazos a mi alrededor en un abrazo reconfortante que solo termino por hacerme derramar las lágrimas que se negaban a salir. Oí el suspiro del susodicho en mi oído, dos niños malditos con diferentes pasados, dos seres monstruosos que acababan con las vidas de los más débiles, alimentándose de sus miedos. Dos demonios carentes de buenos sentimientos, en busca de una esperanza.

Al igual que todos los de nuestra raza somos seres despreciados por la raza humana, odiados y esclavizados desde nuestro nacimiento. Obligados a hacer cosas innombrables solo para satisfacer a su amo y solo para que después seamos tratados de la peor manera posible. Todo por el miedo, orgullo y poder.

Benjamín me acerco más a su cuerpo de forma protectora. Él era lo único bueno que nunca había tenido, mi rayo de luz, mi razón para no perder la esperanza y creer que había algo más que odio.

— Tienes razón —dijo mientras acariciaba con su palma mis brazos. Sabía que pronunciar esas palabras eran como dagas en su corazón, una tras otra clavándose en su pecho. Dagas que a todos nos dolía porque sabíamos que esas palabras eran ciertas y llenas de verdad.

— Somos monstruos...







Con el paso de los días la situación empeoraba, las muertes eran más frecuentes y la sed de sangre se convertía en un tortuoso deseo insaciable obligándonos a abandonar los barrios bajos más conocidos como "Zona Este" para irnos a la "Zona Sur" donde ni el mismísimo Lucifer pondría un pie.

Pero aquí estábamos, los hijos del infierno a punto de entrar a una de las zonas prohibidas para cualquier ser humano con la creencia de ser intocable. Estamos malditos, ya nada puede ser peor que estar rodeados de las peores cosas que podrían existir dentro de los experimentos fallidos de un muro.

Sentada desde el anaranjado tejado de la descolorida casa que llamamos hogar me encontraba pensando en nuestro pasado y presente. ¿Qué habíamos hecho para merecer tanto odio? hasta donde sabia, los niños eran la mutación de dos virus: el R y el Z.

El R fue de aquel que infectó a la población a través del aire y que en pocos meses lograron su cura y el Z es el virus que crearon los científicos y el cuál mutó convirtiendo a la gente en lo que hoy en día llamamos Saitzans.

Así que la mezcla de estos creo un nuevo virus que inyectaron en mujeres embarazadas con la creencia de que las siguientes generaciones fueran lo suficientemente fuertes para que el virus Z no los convirtiera. Para sorpresa de todos, los hijos nacidos de esta mezcla poseían características un poco extrañas como fuerza, velocidad, y sentidos ultra desarrollados mayores al ser humano. Sus deseos se habían cumplido, pero no de la manera en la que ellos esperaban que fuera.

A ese resultado se les llamó "los primeros niños malditos", aquellos que no tardaron en ser rechazados por su familia, vendidos como esclavos a políticos y altos rangos, convertidos en objetos sin voz ni voto. Usados como asesinos y objetos de múltiples experimentos, aquellos que no tardaron en convertirse ante la sociedad en monstruos sin razón al revelarse y causar lo que muchos llaman "Luna de sangre"

El temor que surgió en las siguientes generaciones solo empeoró con el tiempo, nadie quería de hijo un monstruo chupa sangre. Aunque solía decirse como cuento de terror que los niños malditos por el RZ tenían aquella necesidad de curarse del monstruo que llevaban dentro, anhelando la sangre sana como la esperanza de que un día los curara del mal al que habían sido sometidos.

Cuando los científicos modificaron el virus solo lograron atrasar el proceso, pero no eliminarlo. Así fue como las generaciones siguieron surgiendo. Miles de niños malditos nacieron y miles de niños malditos fueron sacrificados. Todo por la estúpida creencia de ser los hijos del diablo. Las familias temían que sus hijos nacieran con estas características ya que se consideraba mal augurio para esta. Si eso pasaba, si la madre daba a luz a un niño maldito inmediatamente la familia era repudiada y solo se podían salvar si el niño o niña era sacrificado.

Ciertamente, una realidad muy triste. Con el tiempo, los lores de cada territorio decidieron hacer de los niños maquinas de defensa personas. A día de hoy existen pocos casos de niños en la calle, hasta el punto de parecer un mito.

Gritos estridentes me sacaron de mis pensamientos. Siempre era lo mismo ¿por qué no podía solo ignorarlo y seguir con mi vida? Frustrada de tanto jaleo caí del techo esperando algún dolor en los huesos que por supuesto nunca llegó.

Pese a mi poco auto control me acerque al lugar de los hechos, siendo la siguiente en ser cazada. El olor metálico de la sangre no tardo en entrar por mis fosas nasales despertando ese ser oscuro que pedía probar de tan exquisito líquido. El hombre al final del callejón sonrió con sus amarillentos dientes recordándome a la escalofriante sonrisa de mi padre. De inmediato mi sangre hirvió y ese ser que habitaba dentro de mi despertó para tomar el control de mi cuerpo.

Oí la entrecortada respiración de los allí presentes: la pobre mujer y el borracho que la acosaba. No me sorprendí cuando noté que la mitad de sus cuerpos yacía mutada. Dos largos tentáculos en vez de brazos y cuatro ojos donde normalmente habría dos. La Zona sur era conocida por las abominaciones desechadas: Personas que habían sido sometidas a curas y experimentos que no salieron bien y que ahora vagaban sin rumbo alguno con la esperanza de algún día volver a ser útil para ellos.

Aun así, mutado o sano su sangre seguía siendo la misma. El seguía siendo una presa y yo el depredador. Mis encías dolieron cuando los colmillos surgieron y algo muy dentro de mí disfrutó la escena. Se regocijo de su miedo y aunque no pude contemplar sus muertes por mas tiempo me sentí satisfecha.

Pronto seria hora de la cena y Benjamín llegaría para comer. Tenia que ser cuidadosa, él no podía saber.










◆ Consejo para la lectura:

 ◇ En caso de que te salgan los párrafos incompletos, repetidos o con símbolos extraños, intenta eliminando la historia de tu biblioteca y volviéndola a añadir, o cierra sesión e inicia nuevamente.

◆ La historia se narrará en primera persona, pero habrá algunos capítulos donde será narrada en tercera persona o desde la perspectiva de otros personajes.

◇ La historia tiene un aire medieval, sin embargo no esta adaptada en su totalidad a esa era. Digamos que vendría siendo una mezcla entre lo medieval y era moderna.

◆ La historia tiene su propio sistema monetario. Los Rins son el nombre de esta moneda. Existen de Oro, plata y bronce. Siendo la de oro la más valiosa. Pero no me adentrare en más detalles sobre esto porque no se mencionará mucho, (o eso es lo yo creo)

◇ Así como la historia también tiene un sistema monetario, he creado un sistema de rangos dentro del muro que mas adelante se irá explicando. Por ahora, puedo decir que el muro es gigante y dentro de él se divide como en territorios y cada territorio tiene un Lord.

-Bell

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