Capítulo Dos
Las campanas sonaron en sincronía al dar las doce del mediodía, las aves cantaban cortando con sus alas el viento de una manera silenciosa, deslumbrando con la blancura de su plumaje con leves pintas de carbón en su cuerpo.
Estaba tan concentrada en ver a las criaturas y desear ser como ellas que no fui consciente del profundo suspiro que emano de mi. Benjamín dejo de leer su libro centrando sus coloridos ojos en mi. Seguí observando el cielo pérdida en mis pensamientos, esta no era la vida que yo quería.
— ¿A qué se debe ese suspiro?— Inquirió Benjamín dejando de lado su libro y mostrándome una sonrisa de blancos dientes. Sus colmillos resaltaban de entre tan perfecta dentadura dándole un toque más sombrío a su aniñada cara.
— ¿Algún enamorado del que no me he enterado?— se burló enarcando una de sus cejas. Reí negando de su mala broma, separe mis ojos del cielo enfocándolos en su atento rostro. Disfrute fascinada viendo la extraña condición de sus ojos de dos colores: Uno azul y otro verde que parecían volverse más claros de día.
De pronto y para nada extraño dolor en mi pecho borro mi sonrisa. Mire mi pelo degradado mientras se balanceaba en el aire. Respire hondo dedicándole una mirada de reojo a Benjamín, el por su parte tenía un rostro totalmente carente de emoción para nada comparado con el habitual Benjamín bromista y alegre.
— ¿Tu también lo sientes verdad?
El asintió sin mediar palabra. De nuevo esa corriente eléctrica abordo mi pecho, todavía no estaba lista, nunca estaría lista. Pero las cosas nunca son como uno desea o en este caso, como uno planea. El dolor siguió aumentando, de una pequeña corriente cada tres minutos paso a una tormentosa electricidad cada tres segundos. Cada punzada dirigida a mi corazón, cada punzada que recorría y se estrellaba con peligro en ese órgano que me mantenía viva.
Pensé en mi cumpleaños número 18, recordé aquel día en el cual el dolor había echo presencia. Recordé la extraña sensación de vacío que dejo mientras los días siguientes el dolor se hacia mas insoportable. Como si me advirtiera de algo, o simplemente llevarme a algún lugar. Pero sabia que no eran paranoias mías, Benjamín también llevaba casi lo mismo que yo con este dolor y justo eso empezó el mismo día de su cumpleaños hace seis meses atrás.
Pero si comparábamos ese dolor con este todo cambiaba. Sentía que, poco a poco moría.
En medio de la locura mis manos fueron a mi garganta aprisionándola con fuerza. Sentía como mis pulmones quemaban en busca de mas aire, quemando mi tráquea. Algo pasaba, y lo sabia en el momento en que mi cuerpo perdió sus fuerzas. El aire ya no era tan importante, no me hacía falta. O eso creí antes de ver como caía en una completa oscuridad donde mi mente tendría una larga siesta.
En la oscuridad de mi sueño algo pareció brillar. Cerré mis ojos con fuerza volviéndome un ovillo e impidiendo que la luz tocara mi pálida piel. No quería despertar, estaba cómoda flotando en aquel hueco negro y silencioso. Pero esto no se trataba de lo que yo quería, así que tras un gruñido la luz se hizo mas fuerte llenando aquel hueco de total oscuridad por una luz intensa y cegadora.
Gruñí restregando mis ojos de una manera casi inconsciente y adormilada. Mis ojos violetas se abrieron de par en par cuando mis sentidos se estabilizaron observando que no estaba en mi casa y mucho menos en la zona sur. Me levante como si de un resorte se tratase notando por primera vez las extrañas prendas que adornaban mi cuerpo: Dos medias que llegaban a mis muslos y se detenían ante un diminuto chor que tapaba mis partes. Subiendo un poco más una camisa de tirantes se ceñía sobre mi cuerpo resaltando mi silueta. Toque la tela notando que mis manos también estaban cubiertas por guantes que se extendían por lo largo de mi brazo hasta detenerse en mi hombro y que al final tenían una extraña abertura al final de este que conectaba con la camisa. La tela se sentía extraña, era elástica y de goma. Temía hacer algún movimiento y que la tela se rompiera, pero eso nunca sucedió; es más el traje resultó ser mas resistente y cómodo de lo que yo pensaba. Hice una mueca sintiéndome expuesta, era muy poca ropa que revelaba grandes pedazos de piel. No se como en ese momento no pensé en el frío, pero era simple y a la vez extraño; ya no lo sentía.
Mi vista se fue a parar en el gris suelo notando que una capa negra y de cuero como el resto de mi ropa me esperaba con ansias. Así que incomoda por todo tome la capa del suelo y tape mi cuerpo sintiendo como los músculos de mi cuerpo se relajaban.
— ¿Raven?
Escuche su voz ronca desde la lejanía, voltee dándome cuenta de que yo no era la única en ese extraño lugar, sino que más de de cincuenta personas me acompañaban. Pase cuidadosamente entre los cuerpos inconscientes hasta llegar al dueño de la voz: Benjamín. Lo abrace con fuerza sintiendo como cada poro de mi cuerpo se tranquilizaba, el me hacía sentir segura, en casa.
— ¿Dónde estamos? —pregunte observando su atuendo que, al igual que el mio se adhería perfectamente a su piel marcando su trabajado y formado cuerpo.
Benjamín se encogió de hombros sin despegar su vista de mi cuerpo donde la capa justo se había corrido revelando mi nuevo y inapropiado atuendo.Frunció el ceño en desacuerdo con mi ropa sin embargo optó por callarse y no objetar nada. Quedamos en silencio cuando oímos varios pasos acercarse, inmediatamente nuestros sentidos se activaron alertas. Tape mi inusual cabello blanco con la gorra de la capa incomoda de recibir tantas miradas curiosas de las demás personas que poco a poco empezaban a despertar.
Pasos resonaron por toda la plaza manteniendonos inquietos y alertas. De entre la lejanía un señor que aparentaba sus 50 años subió a la improvisada tarima con rostro serio y la mandíbula apretada. Llevaba un traje verde aceituna y el pelo marrón con varias canas asemejando su edad rapado a los costados de su cráneo estilo militar.
George Ivanov...
El décimo tercer Líder de los muros, encargado de las tropas, el orden y la estabilidad social. Sin mencionar que se ha ganado su puesto gracias a su manipulación y extorsión hacia las personas con mas poder. Claro que esto último nadie lo sabia, nadie excepto los Niños Malditos quienes fueron vendidos a personas importante de sus propias y sucias manos.
Todos se quedaron en silencio petrificados ante la imponente figura en sus rostros. Benjamín apretó los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos por la presión, después de todo ese ser delante de nuestras narices era el responsable de nuestro tormentoso pasado, el responsable y dueño de nuestras pesadillas.
La mirada de George recorrió toda la plaza inspeccionándonos con sus duros orbes negros llenos de suficiencia. Hace una mueca en señal de fastidio y se ignorando el silencio se dispone a sacar de su pantalón un largo papel que pone frente a su rostro y que seguidamente empezó a leer.
—Todos los años las personas como ustedes son traídas hasta acá para ser preparadas y desarrollar sus poderes. ¿Qué quienes son? Ustedes son la razón del odio humano, monstruos que llegaron para infectar nuestro planeta. Sin embargo, hemos llegado a una solución: Cada año al cumplir los 18 ustedes serán traídos a nuestras instalaciones donde los prepararemos y finalmente...Expulsaremos de los muros.
Todos en la plaza estallaron en grandes exclamaciones de sorpresa, ¿Expulsarnos?
— Ustedes no son más que objetos, ¡Deben seguir nuestras ordenes!
Apreté los puños furiosa. ¿Objetos? Quise reír, ¡Bola de egocéntricos! ¿Como se atrevían?
George seguía hablando puras incoherencias mientras poco a poco las pocas personas se alzaban en su contra. George dejo de leer cuando una de las personas allí presente salto sobre él dispuesto a matarlo, los ojos negros se vieron fijos en los rojos que los miraban con hambre, nadie se movió a su ayuda, todos estaban en su contra. Los guardias no llegaron a tiempo, el cuerpo del asaltante se preparo y de un salto atacó.
Pero nada sucedió...
El cuerpo de George nunca fue tocado y el valiente e impulsivo hombre de ojos rojos yacía sobre el gris cemento envuelto en sus propias cenizas, carbonizado por nuestro dueño de pesadillas.
Así fue como pasaron varios meses en donde nuestras mentes, cuerpos y almas eran sometidos a experimentos diferentes, cada uno mas doloroso y difícil. La puerta que nos separaba era nuestro tormento, cada vez que se llevaban a uno esa persona nunca volvía. Nuestros cuerpos eran encerrados en un cuadrado de paredes grises a miles de kilómetros de la superficie. Sin poder decidir y temiendo que el brazalete que de nuestras manos colgaba se activase y liberase aquel líquido mortal para todo Niño Maldito: La plata.
— Raven, ¡No te distraigas!— Asentí esquivando los obstáculos del camino. Ahora me encontraba en mi última prueba, donde todas nuestras habilidades serian probadas. ¿Que pasa si no somos eficientes? ¿Si fallábamos la prueba? Muy simple...Terminaban con nuestra vida.
Por eso, miles de vidas se habían perdido estos meses y solo 12 de 65 Niños Malditos habían sobrevivido a las aberraciones que ellos llamaban pruebas. La primera, fue psicológica. Te inyectan un líquido que a los pocos segundos te hacia ver tus mas y oscuros temores. La segunda, fue física. Un sin fin de días donde eres sometido a miles de pruebas dolorosas, silla eléctrica, baño de hielo, tortura, insomnio, falta de aire, sofocación entre otras. La tercera, fuerza mental y física. Todas las pruebas mencionadas anteriormente se unen en esta última. Pocos son los sobrevivientes y en este caso, doce son los sobrevivientes a los que ellos llaman "Afortunados" Si soy sincera, yo no me siento así.
Mi cuerpo solo se centro en mi objetivo ocultándome estratégica-mente entre los arboles sintéticos. El chirrido de la jaula metálica siendo abierta nos alertó. A lo lejos el gruñido de una bestia se escucho haciendo eco en mi cerebro, mis uñas se clavaron en el tronco artificial arrancando parte del material que lo consistía.
Benjamín estaba tan tenso como yo, los dos sabíamos que algo iba a pasar solo que no contábamos que nuestro enemigo seria nuestra prueba: Los Saitzans. Y así sin más preámbulos la bestia salto en mi dirección con sus fauces afiladas y peligrosas. Dispuestas a devorar mi cuerpo y acabar con mi vida. Luche mano a mano en completa desventaja, ellos nos sobrepasaban en fuerza.
Sonreí cuando por un pequeño momento mi puño se estampó en su frente canina. El lobo lanzó un gemido lastimero retrocediendo varios pasos. Sonreí orgullosa, ellos podían tener mas fuerza pero nosotros siempre seríamos mas listos.
La bestia gruño mostrando sus enormes colmillos, sus orbes amarillos como el oro brillaron con ira. Un ataque de colores comenzó entre los violetas de mis ojos y el dorado de lo suyos.
El rugió...
Yo sonreí...
Esta batalla solo podía terminar de una sola manera, y definitivamente no sería perdiéndola.
Cuarta y ultima prueba: Caperusita y el lobo feroz...
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