Capítulo 5
—En este mapa se puede ver claramente como nuestro país está dividido, de acuerdo al ambiente geográfico —habla Rey mientras despliega un mapa de Argentina sobre la misma pizarra—. El nordeste posee un clima subtropical y...
El bostezo de Simón hace que la profesora detenga la clase y lo mire con el ceño fruncido, además este tiene el descaro de decirle lo que todos piensan.
—Que aburrido, se supone que entrenamos para usar nuestros poderes. ¿Esto de qué nos sirve?
—Voy a responder tu pregunta, Barrios. Levanten la mano los que tengan la habilidad de controlar el agua. —Del grupo de diez jóvenes sólo uno levantan la mano, Francisco—. Responde: si eres llevado a este sector del país; donde no hay agua y el clima es árido, ¿qué oportunidad tienen en un enfrentamiento? —pregunta señalando el mapa.
—Diría que ir preparado es la mejor estrategia —comenta el muchacho de forma desinteresada.
—Y cómo sabes si debes prepararte o no, pues conociendo el lugar, su clima, fauna y flora. —Ella llega a esa verdad haciendo que más de uno preste más atención a la clase. Además las preguntas comienzan a llover, las cuales ella responde con gusto. Entonces Delfina aclara su garganta y levanta la mano.
—Profesora, ¿que ambiente es el más adecuado para mi transformación?
—Eso depende del animal al que te transformes. ¿Cambias a uno o a varios?
—Ammm, uno, es-es una serpiente terrestre —murmura por lo bajo.
—Bueno, si de una serpiente hablamos los climas cálidos son perfectos, también las selvas y los montes. De lo contrario tendrías problemas en mar abierto o en el sur debido a las bajas temperaturas. —Cuando Rey termina con la explicación para Delfina, Julián levanta su mano sin ocultar su entusiasmo.
—Yo, yo. Mi poder es eléctrico. —La mujer suspira ya que se desviaron del tema principal.
—Es sencillo, una ciudad llena de artefactos eléctricos sería lo ideal. Bueno, continuemos con la clase.
—Rey, ya terminó el tiempo. Debo llevármelos al entrenamiento. —El instructor Torres entra al salón de clases y le ordena a los soldados salir al campo de entrenamiento. Allí se llevarán a cabo unas pruebas físicas.
—Te odio —responde la mujer mientras mira cómo los jóvenes soldados salen del salón.
Las actividades de la infantería 1-C son tranquilas y nada extraordinarias. Cosa que comienza a molestar a los jóvenes soldados que se limitan a correr, hacer flexiones y otros ejercicios físicos agotadores. Pero los ánimos suben un poco cuando Torres les pide hacer nuevamente el círculo y hablar sobre sus habilidades.
—¿De quién obtuviste tu poder? —le pregunta a Ángelo, a quién vio un poco distraído. Torres mira al morocho y le da una sonrisa, pues el muchacho es muy parecido a su viejo amigo cuando tenía su edad.
—No soy fuerte como mi papá. Más bien mi poder es uno derivado de mi mamá.
—¿Cómo se llama? —pregunta una de Valentina sin ocultar su curiosidad. Es normal, ya que la mayoría conoce a Diego Vega, pero su esposa es todo un misterio.
—M-Milagros Fernández, controla la tierra. Es arquitecto e ingeniera, diseñó y levantó ella misma nuestra casa. También mueve los metales, por eso pienso que soy más parecido a ella —Ángelo termina su relato, dejando de qué hablar a sus compañeros y se maldijo al estar tan nervioso que su voz sonó débil.
—Ahora Bravo, ¿quieres contarnos sobre ti?
—Mamá controla el agua, igual mis hermanos. Pero al ser el mayor tengo más control.
—¿Y tu padre?
—Él... No lo conozco —finaliza mientras su mirada está en Simón.
—Lamento escuchar eso. Julián —indica Torres, permitiendo que el hiperactivo hable.
—Mis poderes los heredé de mamá, además era la única que soportaba mis descargas de pequeño. Me dijeron que casi maté a mi papá al nacer cuando me tomó en brazos. El resto de mi familia nunca se atrevió a tocarme por eso. Pero creo que sólo exageran. —Él suelta una risa la final de su corto relato mientras Torres lo mira en silencio junto con el resto de sus compañeros. El mayor debe aconsejarle, es su trabajo. Pero alguien lo interrumpe en ese momento. Uno de sus antiguos alumnos.
—Entrenando a nuevos soldados, serán los mejores supongo —comenta el joven castaño.
—Riudíaz. —El hombre lo reconoce de inmediato, entonces se pone de pie para darle un fuerte abrazo—. Recuerdo que eras pequeño y llorón cuando apenas comenzaste —comenta para molestar al recién llegado.
—Eso es parte de mi oscuro pasado —responde para luego fijar sus ojos en los nuevos soldados—. Tienen a un buen instructor a cargo de ustedes —les dice sonriendo.
Torres ordena que la infantería 1-C formen una fila y les presenta a Ruidíaz Romeo. Un soldado que antes era como todos ellos, sólo un niño, pero ahora, con sus 25 años, ya es todo un hombre y un héroe.
—Buenos días. El viejo Torres puede ser insoportable a veces. Pero me enseñó todo lo que sé con los otros encargados de la infantería 1-C. Yo acabo de regresar de una misión y pienso ayudar con su formación.
—No estaba informado de esto —cuestiona Torres mirándolo.
—Quería que fuera una sorpresa —responde para luego mirar a los jóvenes soldados—. Yo ayudaré a su instructor a partir de ahora.
Como el ejercicio ya estaba realizado y todos se conocieron un poco más. El superior les ordena lanzar un ataque a un muñeco de prueba mientras Romeo se encargará de colocar una nota de acuerdo al daño.
—Los llamaré por lista y atacarán una vez al muñeco.
Ángelo ve que la primera en pasar al frente es Catalina Aguirre, la pelirroja bajita. Ella mira al muñeco y se acerca. Entonces lo toca con su mano derecha y el mismo comienza a elevarse rápidamente. Todos miran hacia el cielo por un largo tiempo y el muñeco termina desapareciendo entre las nubes del cielo.
—¿Volverá?
—Nunca —responde Catalina antes de volver a su lugar.
—El daño fue... considerable —le dice Romeo y luego anota un par de cosas en la libreta que tiene en sus manos.
—¿Es gravedad cero? —le pregunta Ángelo cuando ella regresa a la formación, se encuentra a su lado, por lo que pueden hablar tranquilamente.
—Hago que los objetos no sean atraídos por la fuerza de gravedad del planeta. Pero todavía no sé como regresarles su peso.
—Necesitas practicar —opina dándole una sonrisa.
—Mi abuela dijo lo mismo y ahora debe usar unas botas pesadas para continuar en el suelo —dice ella soltando una risa baja—. Lo bueno es que ya no tiene dolores de columna.
—Ya veo. —Él ríe también y regresa la vista a la actividad. Varios de los muñecos fueron destruidos, uno por agua y otro despedazado por unos picos de hielo que aparecieron se la nada. Para entonces la mitad de la infantería tuvo su turno. Hasta Delfina se encuentran transformada.
—El siguiente es Brayan Ocampo. —El castaño de las marcas pasa al frente, provocando la ira de Torres.
—Esperaba que lo hicieras voluntariamente pero... ¡Te quitas esos piercings ya!
—Con todo respeto señor, mis lunares son marcas de nacimiento. Como los lunares de todos, solo que los tengo en la cara —responde el menor.
—¿Si?
—Si.
La discusión termina con la disculpa del mayor y un apretón de manos, ya que Brayan lo consideró necesario. Entonces continúa la práctica. El castaño mira al muñeco y mueve sus pies de forma extraña, trota en su lugar por un momento hasta que siente su cuerpo mucho más ligero. Todo gracias a su velocidad.
—¡Ah! —Los demás apartan la mirada cuando él sale disparado y utiliza su propio cuerpo como proyectil. Brayan termina boca arriba y con el muñeco de pruebas sobre él.
—Daño: 4 de 10 para el muñeco y para ti. Debemos aprender a frenar. Ahora sigue... Valentina Torres —la sorpresa de Romeo es notable en su voz y luego mira a su superior.
—Con calma, tú tienes el control —le dice el mayor a Valentina. Ella sólo roda los ojos. Luego de dar una corta respiración, levanta los puños y da unos poderosos golpes en el pecho del muñeco. Pero no acaba allí, sino que continúa con patadas circulares, debilitando las fuertes costuras.
—Suficiente —ordena Torres, pero no consigue detenerla. Valentina continúa con los golpes de puño, haciendo que las marcas de sus brazos y piernas tomen una coloración negra. Hasta comienzan a cubrir su rostro—. ¡Ya basta!
—No puedo parar.
Cuando el muñeco ya está destruido, ella ataca a Romeo, quien se encontraba más cerca. Él apenas logra esquivar los golpes y la infantería completa entra en pánico.
—¡Cuidado!
Ángelo intenta escapar al igual que los demás, pero jamás esperó que Valentina diera un salto y cayera sobre él. La fuerza del impacto hace que pierda el aliento. Apenas consigue respirar y termina desmayándose. Él sólo es la primera víctima.
—¡Corran! —exclaman luego de ver al morocho inconsciente, él ya no puede dar pelea, sin embargo Valentina le propina dos golpes más y corre hacia sus demás compañeros. Simón no se mueve de su lugar y logra boquear los puños de la chica, al estar frente a frente le sonríe.
—Corre idiota —le dice entre dientes, de un brusco movimiento recupera sus manos y gira, inclinando su torso para levantar su pie. Él recibe esa poderosa patada en el brazo, la cual lo lanza a un lado. Ya en el suelo ve como Julián recibe un golpe en el ojo, que también lo deja tumbado sobre el césped.
—¡Hazte el muerto! —exclama Brayan, quien observa todo desde el lomo de Delfina. Él había trepado por la serpiente para escapar.
Francisco, por otro lado, ve como la rubia ahora corre hacia él con su puño derecho en alto. Ella le pide que corra ya que no quiere lastimar a nadie más, sin embargo él permanece en su lugar. Entonces mueve su mano hacia ella, el aire se condensa hasta transformarse en agua que cubre todo el césped bajo los pies de Valentina.
Ella continúa corriendo hacia su nuevo objetivo hasta que sus pies resbalan, se sostiene con las manos al caer y siente el frío contacto del hielo contra su piel. Su poder la obliga a levantarse y buscar a un contrincante, pero resbala nuevamente una y otra vez. Debido a esto las marcas de su cuerpo comienzan a desaparecer hasta regresar a su tamaño original.
—Ay... Gracias —dice luego de terminar recostada sobre un charco de agua.
—No hay de qué —responde Francisco, con un movimiento de su cabeza todo el agua y humedad se evapora, dejando incluso la ropa de su compañera completamente seca.
—Perdón papá —ahora se dirige al mayor, haciendo que todas las miradas se dirijan hacia el instructor Torres.
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