Capítulo 49

Julián permanecía mirando por la ventana de la habitación mientras Brayan está dormido, es lo único que puede hacer ya que su cuerpo se encuentra completamente inmovilizado.

Por otro lado, el rizado puede moverse, pero debe andar en una silla de ruedas hasta que sus pies sanen completamente. Mientras mira el gran número de personas de afuera, él se encuentra perdido en sus pensamientos, recordando el momento que lastimó a un paramédico cuando intentó ayudarlo. Incluso presenció como sus compañeros debieron usar el desfibrilador en el hombre para que su corazón vuelva a latir.

Creyó que podría curarse a sí mismo si ellos le decía qué hacer, pero no hizo falta, pues otro hombre se encargó de atender sus heridas como si nada. Sus descargas accidentes no le hacían daño cuando lo tocaba.

—¿Cómo te sientes? —esa pregunta lo hace mirar hacia la puerta, topándose con ese paramédico.

—Mejor, creo. Está bueno ir en silla de ruedas —responde mientras la mueve y roda hacia la entrada.

—Si, lo veo. Pero quiero hablar de lo que pasó, si te hubieras calmado mi compañero no moría. —Al oírlo la sonrisa de Julián desaparece por completo.

—¿Murió?

—Si, fue una descarga que detuvo su corazón —lo confirma al mismo tiempo que cierra la puerta detrás de sí—. Estiró la pata por un minuto. La próxima vez no tendrás tanta suerte señor del rayo.

—Eh, qué-

—Así te presentaste al conocernos —lo interrumpe mientras le muestra su verdadera identidad. Su rasgos cambian de un momento al otro al igual que su ropa, volviendo a usar su capa de plumas negras.

—¡Us-Usted! ¿Qué busca s-señor? —Julián se encoge en la silla cuando el mayor suelta una risa.

—Me tomó un día entero darme cuenta que no eras señor de los electrodomésticos.

—Disculpe, fue un chiste. N-No sabía que era d-de verdad-

—¿Te calmas? Esas emociones te convierten en un arma —le dice, entonces ve al rizado buscar su juguete antiestrés para calmarse.

—Es... Por eso trato de sonreír siempre —responde al apretar con fuerza.

—Las buenas tienen el mismo efecto —comenta el mayor.

—¿Cómo sabés tanto? —chilla, indignado por tener un poder tan dañino para el resto.

—Yo lo sé todo —murmura, luego suelta una risa al ver la expresión de horror del joven—. Es un chiste. Te dije que te estaría vigilando, las últimas semanas estuve a cargo de tu infantería, por eso te conozco —le explica luego, para calmar los ánimos nuevamente.

—¿Qué hiciste con Romeo? —pregunta al tragar con fuerza.

—Nada, también me sorprendió su cambio. Simplemente desapareció y vi la oportunidad para tomar su lugar.

—Entonces... No-

—No vine a hablar de él. ¿Te gustaría controlar ese poder tuyo? —pregunta mientras acomoda algunas de las plumas de su capa.

—¿Cómo?

—Entrenamiento, tu mente y espíritu debe estar en calma para poder utilizar tu poder cuando sea necesario —dice en un tono serio, ya dejando las bromas de lado. Julián asiente levemente y baja la mirada al ver que el otro acerca su mano hacia él.

Mientras tanto, afuera en los pasillos, Ángelo intenta buscar la habitación de sus demás compañeros. Ya vivió una situación bastante incómoda con el padre de Simón y necesita a Julián con urgencia. Porque tal vez él lo pueda hacerlo reaccionar.

—A ver, ¿un viejo en bolas o una señora gritona? —musita cuando toma el picaporte, entonces abre la puerta lentamente—. ¡Ya era hora! —exclama al verlos. Brayan continúa dormido y Julián levanta la mirada para verlo.

—Hey —responde el rizado. Su voz baja y lenta.

—¿Cómo estás? ¿Bien? Yo también, le pasó algo a Simón —dice el morocho rápidamente.

—Nos pasó a todos. Tu brazo —comenta y le indica el yeso con un sutil movimiento de cabeza.

—Ya sé boludo, digo que está mal de la cabeza. Ahora no conoce a su viejo —le explica un poco exaltado. Al no recibir respuesta de Julián, se toma un momento para mirarlo y nota en él una expresión perdida o desinteresada—. Che, ¿me estás escuchando? ¡¿Qué te fumaste pelotudo?!

—Nada, es que... —El rizado aparta la mirada y luego vuelve sus ojos en Ángelo después de un corto silencio—. No me acuerdo.

—¿Qué?

—¿Por qué gritas? Quiero dormir —dice Brayan al estar harto.

—¿También estás tarado como Simón o Julián? —le pregunta cuando se acerca a la camilla.

—¿Qué decís? Ugh... Me duele todo —contesta el castaño de las marcas y hace una mueca al hacer un mal movimiento.

—Simón no se acuerda de algunas cosas y Julián parece un zombi.

—No... Soy... Zombi —contradice el rizado.

—¿Viste? Él Juli normal hubiera gritado. —Ángelo señala al nombrado y Brayan hace un esfuerzo para verlo, pero termina rendido y suelta un suspiro.

—Debe ser por el estrés postraumático, es normal que una persona que pasó por algo muy fuerte lo tenga —le explica, cosa que de hecho estudió porque el tema le pareció muy interesante mientras hacía los trabajos para Rey—. Los grandes sabrán que hacer, eso se cura.

—Menos mal —murmura Julián, aún manteniendo una expresión neutral.

—Me asusta. —Brayan mira como Ángelo camina hacia la salida luego de decir que todo estaba bien entonces, pero—. No te vayas.

—Nah, te dejo dormir —es lo último que dice al cerrar la puerta. Una vez fuera se dispone a volver con su padre, sin embargo se topa con Catalina ante la puerta de la habitación.

Ella aparta la mano del picaporte al verlo y camina rápidamente hacia él, deteniéndose al último segundo para no derribarlo.

—Hey, ¿cómo llegaste acá?

—R-Rey me trajo, ella está con Torres ahora y yo... —ella hace una pausa, entonces Ángelo sonríe de lado.

—¿Viniste a verme?

—Si, también a los chicos y a tu papá —responde luego de cruzarse los brazos.

—Oh, igual es lindo que me visites primero.

—Vine a ver si te disculpas por lo que hiciste —habla mientras soporta la necesidad de acercarse más y más. Pero, al ver la cara confusa del morocho, mira a un lado y aparta su cabello—. Todavía tengo la marca.

—¿Y? Querías hablar, cuando iba a hacerlo te enojaste y me dejaste en gravedad cero —dice él, haciendo énfasis en la palabra "hablar".

—Es que no puedes entender, tus padres te quieren y... —ella suspira y termina por sentarse en la banca que está a unos pasos de la puerta. Ángelo copia su acción y la escucha—. Resumiendo, mis viejos se separaron cuando tenía seis. Cada uno hizo una familia nueva y yo quedé sola... Una vecina cuidó de mí desde entonces y comencé a llamarla abuela. E-Estoy en el ejército por ella... —Catalina termina de hablar mientras aprieta con fuerza los puños y siente las lágrimas que intentan escapar.

Ángelo guarda silencio sin tener idea de qué hacer o decir.

—Bueno... eh... Yo te entiendo.

—No puedes.

—Si.

—¡No es cierto! —exclama y cubre su boca cuando una enfermera que pasaba cerca le ordena guardar silencio. Un momento después aparta la mirada de Ángelo y la baja para comenzar a jugar con sus manos.

—Si me conocieras más te darías cuenta que si lo hago —dice él y se acerca para pasar su brazo izquierdo sobre los hombros de la muchacha. Ella intenta alejarse pero para al ver la expresión de dolor del morocho—. Me cago en la puta, es difícil abrazar con el yeso.

—Esperá. —Catalina se mueve y rodea su cuello con los brazos y él le frota la espalda suavemente.

—Está bien —susurra cuando la escucha soltar un quejido, además comienza a sentir la bata del hospital húmeda—. Está bien, puedes llenar de mocos esta ropa porque no es mía —comenta y consigue sacarle una risa en medio del llanto. 

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