Capítulo 45
Al estar un poco aburrida, Catalina pasa el tiempo jugando un par de juegos de su celular mientras Ángelo continúa dormido. Un par de chicas de 1-B se acercaron a preguntarle si todo estaba bien y ella respondió que si, dejándolas tranquilas para seguir su camino.
Delfín
Dónde estás?
Un mensaje de su amiga interrumpe su partida, entonces lo abre para responder, aunque tiene una mejor idea.
—Foto para las pibas —murmura al apretar la cámara frontal. Catalina ve la imagen y no puede evitar sonrojarse, sin embargo de todos modos toma la foto para enviársela a Delfina.
Delfín
Ah la miércoles.
Esto es demasiado, le hiciste un amarre, no?
Yo
Está un poco deprimido por algo, trato de averiguar el porqué
Delfín
Bueno, los dejo tranquilos. Picarona, qué le pasó a tu cuello?!
—¿Mi cuello? —Ella revisa la foto que envió, haciendo zoom descubre la notable marca de Ángelo sobre su piel—. Las chicas ahora no van a parar —se dice a sí misma mientras niega. Pero también sonríe y muerde su labio inferior al recordar esa voz profunda muy cerca de su oído y también el suave y un poco húmedo toque de labios en su cuello. Su cuerpo se estremece con sólo pensar en ello, aunque un suspiro la deja paralizada.
—Me duele la espalda —murmura él adormilado. Tan cerca en el oído de Catalina, que ella sube los hombros para intentar ocultarse de algún modo—. ¿Y esa picadura? —pregunta al ver la rara marca roja en el cuello de la pelirroja.
—¿Picadura? —repite ella mientras frunce el ceño.
—Ah, fui yo. Perdón —suelta han risa grave. Catalina rápidamente se aleja al tener suficiente, no puede seguir escuchándolo tan cerca.
—Bueno, vamos hablar ahora que ya dormiste tu siesta —propone dándole una sonrisita.
—Que ganas de joder —responde mientras se estira, él termina acostado boca abajo apoyando su mentón sobre los brazos—. Es mi viejo. Vi en los informes que está relacionado con Romeo y lo que le pasó a su infantería. Ya sé que ahora está mucho más ocupado, pero me basta unos minutos para decirle de mis poderes.
—No veo el problema, deberías ser más independiente —comenta ella. Ángelo frunce el ceño para luego sentarse—. Existen los celulares.
—¿Que?
—Estamos en el ejército, es obvio que no veremos seguido a la familia. Es mejor que te acostumbres.
—No te llevas bien con tus padres, ¿verdad?
—Eso no tiene nada que ver —niega al cruzarse de brazos. En ese momento baja la mirada y trata de controlar los temblores de su cuerpo.
—¿Por qué estás llorando? —cuestiona él al ver las lágrimas escapar de sus ojos—. Carajo, ¿ahora qué hago? —se dice a sí mismo y luego mira a su alrededor.
—Yo n-no quiero padres —dice luego de limpiar bruscamente su rostro—. No los necesito, s-sé cuidarme sola.
Ángelo inmediatamente sigue las instrucciones de su madre que le enseñó de pequeño, cuando alguien está triste debe escuchar, entender y luego abrazar. No había hecho esto desde el jardín pero la situación lo requiere. Entonces la rodea con sus brazos y la acerca a su pecho, aunque Catalina termina empujándole la cara.
—Ya estoy bien —dice molesta.
—No te creo —responde entre dientes, en eso ya no siente el suelo bajo él y se abraza al árbol rápidamente.
—Entonces te quedas ahí —murmura ella al levantarse.
—¡Eh! ¿Por qué?
—¡Por sanguijuela! —exclama para luego girar y alejarse. Ángelo maldice y suelta el tronco del árbol para moverse hacia las ramas. Con ayuda de su cinto se ata a la más gruesa y decide continuar durmiendo, ahora mucho más cómodo gracias a Catalina.
—Ja, pendejo de mierda que llora por su papá. Se nota que es un mimado, hijo único tenía que ser —dice entre dientes mientras va al salón de actos. Pues ya es hora de su entrenamiento con Edgar.
—¿Y esa carucha? —pregunta él al verla llegar refunfuñando.
—Se hace tarde, vamos a entrenar.
—No, si estás mal lo dejamos para después —contesta al acercarse unos pasos—. ¿Estás enferma? ¿O lastimada?
—¡Estoy bien!
El mayor cierra los ojos con fuerza cuando grita, entonces ella cubre su boca con las manos, avergonzada. Sin saber qué decir Catalina sale corriendo del lugar, dejando mucho más confundido a Edgar.
—Okey... operación de recolección de datos —se dice para luego dirigirse a los dormitorios de la infantería 1-C, allí no está su alumna. Pero encuentra a sus amigas, de las que tanto habla—. Buenas, perdón por entrar así señoritas.
—¡Hola! Seguro estás buscando a Cata, ella está con nuestro compañero —responde Mía.
—Ya la vi pero... ¿Compañero? ¿Tiene novio? —Él piensa que esa es la causa del pésimo ánimo de su alumna—. ¿Se pelearon? ¿Él la maltrata?
—No creo —dice Delfina al contener su risa, entonces le enseña la foto. Edgar el entrega el celular para luego dejar la habitación rápidamente.
—Lo conozco —murmura mientras cruza el pasillo rápidamente, no le lleva mucho tiempo encontrar al morocho, es un notorio adorno de las ramas del árbol. El plácido sueño de Ángelo se ve interrumpido cuando se siente caer, se golpea contra la rama y queda colgado de la cintura.
—Ángelo, ¿cierto? —dice el mayor mientras da unos pasos hacia él.
—¿Que? —responde al frotar su rostro, el golpe fue bastante fuerte.
—Si molestas a Catalina más te vale aguantarte los golpes —le dice para luego aumentar el peso del muchacho, debido a esto la rama se comienza a doblar y sede. Por lo que él termina cayendo de espaldas al suelo, para completar la rama golpea su estómago y lo deja sin aire.
—¡Ugh, mierda! No le hice nada —contesta alzando la voz, aunque quiera moverse no puede, su cuerpo se siente mucho más pesado—. ¿Ella te dijo que la lastimé?
—No.
—Lina se enojó al hablar de sus padres y me dejó flotando —agrega serio, entonces recupera la movilidad de su cuerpo.
—Ah, era eso —murmura Edgar pensativo—. Te conviene tratarla bien, ¿entendiste? La voy a buscar, ese es un tema muy delicado para ella, sólo tiene a su abuelita.
Tan repentinamente como llegó, Edgar se marcha dejando a Ángelo lleno de hojas y golpes. Esto daña seriamente la autoestima del morocho, ya que el otro pudo hacerle todo ese daño sin siquiera tocarlo. Aunque todo el dolor, sueño y frustración desaparece al ver a una figura a lo lejos, rápidamente se levanta e ignora todo para correr hacia su padre. Al acercarse no se mide y termina por abrazarlo.
—¡¿Dónde estabas?!
—Hey, hola —responde Diego, apenas si consigue sonreír.
—Papá, mis poderes... no tengo tu fuerza —dice, las palabras chocan entre sí—. Era un hechizo de la amiga de la abuela, quería ayudarme.
—Está bien, no importa. —Su padre lo aparta un poco para seguir su camino.
—¿A dónde vas ahora? —insiste y lo toma de su ropa.
—Pasaron muchas cosas malas, debo buscar a Romeo y nadie de aquí quiere ayudarme —murmura al voltear, coloca sus manos en los hombros del morocho y lo aleja lentamente.
—Entonces yo te acompaño.
—No.
—Si vamos los dos, podemos-
—¡Dije que no! —exclama, callándolo abruptamente—. Es peligroso, te quiero aquí. Voy a regresar pronto, pero no le digas a nadie, ¿puedo confiar en ti?
—Si. No tardes, mamá sospechará —responde Ángelo mientras le da una sonrisa forzada, entonces recibe un abrazo de su padre. Él lo ve alejarse, tiene un nudo en la garganta y algo oprime con fuerza su pecho, sintió ese momento como una despedida definitiva. Sin embargo se traga sus emociones y camina hacia el dormitorio de las chicas.
—¡Delfina, ¿puedes rastrear a una persona y llevarme a ella?! —su grito asusta a las chicas, entonces Mía le pide que se calme de mala manera.
—¡No somos sordas, pendejo!
—¿Rastrear? ¿A quién? —cuestiona la castaña.
—Es mi papá.
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