Capítulo 44
El lunes por la mañana, la infantería 1-C regresa a la base luego del fin de semana con sus familias. Delfina recibe a sus amigas junto con Kevin.
—Hola, pero... ¿y esa cara? —saluda a Catalina, quien es la primera en llegar junto con otros soldados de las demás infanterías.
—¿Eh? ¿Qué tengo? —Ella se toca el rostro haciendo reír al pecoso.
—Estás roja —comenta para luego olfatear el aire—. Huele eso, jaja.
—Me puse desodorante —contesta la pelirroja mientras sus mejillas se sonrojan más.
—No es eso —comentan los hermanos para luego reír. Entonces, mientras van a los dormitorios Kevin le explica que aún estando en su forma humana puede oler a las personas, así como los animales, cada uno tiene un aroma único.
—Con tu olor, más las feromonas expulsadas, sé que estás enamorada.
—Dejá de oler a la gente, la incomodas. —Delfina lo toma de la oreja, pero él se libera rápidamente.
—Mirá quien habla, la que apesta a Brayan —contesta poniendo roja a su hermana.
—¿No tienes cosas que hacer? Ir con tu infantería por ejemplo —dice la castaña entre dientes.
—Todos se fueron, dijeron que iban a pelear con la organización de los Originales—responde mientras se arroja en la cama de Delfina—. Daniel estaba decidido a ir y los demás trataron de detenerlo, pero los convenció con un discurso. Dijo que era nuestra oportunidad de ser héroes y rescatar a Alicia, para demostrarle a todos quienes son... ¡La infantería 1-A! Gritó y todos lo siguieron menos yo.
—¿Por qué? —le pregunta Catalina.
—Si una asociación malvada está secuestrado personas, no voy a dejar a mi pulga sola —contesta mientras la toma de los hombros y la sacude—. Además ellos siempre la insultaron por ser del 1-C, ojalá se mueran.
—¡No digas eso!
—¡Yo no los mandé a que se suiciden! Ni siquiera le dijeron nada a los superiores, re pelotudos —exclama al arrojarle la almohada en la cara a Delfina.
—No se peleen, deberías avisarle a tu instructor —interfiere la pelirroja.
—Otro pelotudo, se fue con ellos y me dijo "gatito asustado". Los veremos en las noticias si mueren o no. —Kevin pone fin la discusión al envolverse en las sábanas, entonces poco a poco su forma cambia al quedarse dormido.
—Mierda, va a llenar de pelos mi cama —murmura Delfina, quien termina por arroparlo correctamente—. Bueno, largá todo, ¿qué hicieron? —interroga a su amiga.
Catalina se sienta en su cama mientras suelta un suspiro, luego mira a Delfina, buscando por dónde comenzar su relato.
—Fui a su casa, me invitó a jugar, no sabía como hacer al principio pero me guió y estuvimos en su cuarto hasta el almuerzo. Después su mamá me llevó a mi casa. Estuvo bien como primera cita —al terminar mira a su amiga, encontrándose con su rostro lleno de asombro, terror y otras emociones mezcladas.
—Entonces no me imagino cómo sería la segunda —murmura la castaña mientras lleva su mano al pecho.
—¡Hola chicas! —exclama Mía al entrar a la habitación—. ¿Me extrañaron?
—No —responde Delfina.
—Que mala. ¿Qué hace Kevin acá?
—Durmiendo, ¿qué más va a hacer? —responde la castaña—. Sigue contando Cata.
—Si, ¿qué pasó? —Mía se une a ella y mira expectante a la pelirroja.
—Bueno... Él me llama Lina y es un caballero —agrega Catalina al suspirar, luego Delfina le comenta a la recién llegada que jugaron en el cuarto del morocho por varias horas. Mía reacciona igual que ella y necesita un momento para procesar la información.
—¿Se cuidaron? —pregunta en voz baja luego de un corto silencio.
—¿Que? —La pelirroja arquea una ceja, aunque no puede responder porque Isabella entra a la habitación. La rubia se nota agitada y comienza a evaporar como cuando está nerviosa.
—Chicas... ¡Simón quiere hablar conmigo en el comedor! —chilla las últimas palabras, por lo que las demás chitan para que guarde silencio por Kevin. Entonces, un poco más tranquila, comienza a explicarles que se topó con el castaño en las puertas de entrada y la saludó con dos besos en las mejillas. Después él le preguntó si podían hablar en el desayuno y ella aceptó, pero que antes debía llevar sus cosas a la habitación.
—¿Dos besos en los cachetes? Catalina es mi ídola, ustedes dan vergüenza —comenta Mía mientras abraza a la nombrada.
—A mí solo pueden besarme mis padres, que Simón lo hiciera es... ¡Ahhhhh! —Isabella lleva su almohada al rostro para luego gritar de la emoción, haciendo todo lo posible por contener sus chillidos.
—¿De qué quiere hablar? —cuestiona Delfina pensativa.
—No sé... Ya casi es hora —dice al mirar la hora del reloj de la pared.
—Entonces vamos. —La castaña se pone de pie y sacude rápidamente a su hermano porque él también debe comer, aunque se resiste golpeándola con su cola.
—¿Y Vale? ¿Todavía no vino? —pregunta Isabella al ver al lugar vacío de otra rubia. Todas ellas saben que es muy raro que llegue tarde, ya que viene con su padre.
—¿Pasó algo? Pero nos hubiera avisado.
—Seguro su mamá no quiere que vuelva después de ataque, el señor Torres estará de acuerdo también —supone Mía. Mientras caminan hacia el comedor, intentan llamar a Valentina, aunque todas son ignoradas, excepto Mía. Al ser más cercana a ella, Mía recibe un mensaje claro y contundente.
"Papá está en el hospital, lo estoy cuidando"
Esa respuesta sólo hace que muchas más dudas surjan y cientos de preguntas para Valentina. Pero ella no vuelve a contestar.
Los ánimos de las chicas bajan repentinamente, aunque Delfina les hace ver el lado bueno.
—Después nos va a contestar, sí pasó algo pero están en el hospital y el señor Torres ya debe estar bien. Cambiá esa cara Isa, Simón está ahí —murmura lo último mientras señala al castaño disimuladamente.
La rubia asiente y se prepara mentalmente, luego camina hacia él. Simón le sonríe y le indica el lugar vacío a su lado. Los otros chicos también están ahí, pero Julián estornuda con fuerza.
—Perdón Isa, pero no quiero enfermarme —le dice para luego levantarse e ir a otro lugar, Brayan y Francisco hacen lo mismo.
—Perdón chicos —responde—. ¿Eh? —Ángelo, por su parte, está temblando al lado de ella, incluso intenta beber de su tasa pero el líquido ya está lleno de escarchas.
—Ángelo —lo llama Simón.
—Estoy bien, puedo ir por una manta y-
—¡Andate! —El otro lo empuja, porque no entendió a la primera. Una vez solos Simón la mira con una sonrisa—. Es un boludo.
—Bueno... eh...
—¿Qué horas tienes libres? —pregunta él al ver que ella quedó en silencio.
—Supongo que no vamos a tener entrenamiento porque Torres no está, así que... —contesta Isabella mientras ve cómo él intenta beber su cocido con leche, pero este está completamente congelado, entonces saca un tenedor y comienza a comerlo en trozos.
—¿No está? Mejor, así vas a poder enseñarme. Quiero controlar el hielo como tú.
—¿Es por lo que pasó con Francisco?
—No... bueno si. Si no controlo mi poder voy a matar más gente de las que salvaré —confiesa luego de mirar a un lado—. ¿Me ayudas?
—Si —contesta, entonces descongela el desayuno de Simón mientras suelta una risita.
En una mesa alejada, las chicas miran disimuladamente a su compañera y sonríen entre sí al ver a la rubia tan feliz, incluso Simón se muestra mucho más amigable con ella. Cosa sorprendente tratándose de él y sabiendo cómo es su carácter.
—Cata, tu chico se ve poco mal —le susurra Delfina. Ella lo mira disimuladamente, encontrándose con una imagen deplorable del morocho. El cabello de este es un desastre y tiene unas notables ojeras.
—¿Qué le pasó? Él estaba bien el sábado —se pregunta al fruncir el ceño. En ese momento, luego de terminar su desayuno, Ángelo se pone de pie y deja el comedor en silencio. Ni siquiera respondió a los gritos de Julián preguntándole si estaba bien. Catalina también se levanta y decide seguirlo, aunque él no se aleja demasiado porque acaba arrojándose a la sombra del primer árbol que se encuentra fuera del complejo.
—Al —lo llama para hacer notar su presencia, en respuesta él sólo mueve la cabeza para mirarla—. ¿Qué pasó? ¿Quieres contarme? —pregunta, usando las mismas palabras que su abuela le dice cuando ella está mal.
—No.
—¿Qué? —suelta confundida. Usualmente esas preguntas nunca fallan—. No me voy a ir hasta que hables.
—¿No? —pregunta irritado, la falta de sueño tampoco ayuda. Ahora sabe que fue inútil quedarse despierto todo el fin de semana esperando para ver a su padre. Rápidamente piensa en una idea para espantar a la pelirroja y termina besando su cuello otra vez.
Ella siente esa misma sensación extraña y fuerte al igual que la primera vez que la besó, por lo que su primera reacción es huir. Pero logra ver la sonrisa burlona de Ángelo, entonces regresa a su lugar y se cruza de brazos. Él hace una mueca y recibe una mirada desafiante de parte de la pelirroja.
Lejos de comenzar a hablar como personas civilizadas, Ángelo toma el cabello rojo con su mano izquierda y coloca la otra en el hombro de Catalina para luego atacarla con besos más profundos. Un último intento desesperado para alejarla.
—¿Te vas a ir? —susurra en su oído antes de darle un suave mordisco que la hace chillar.
—¡Que no! —grita en respuesta y le da un golpe en su cabeza. Esto lo detiene y termina recostado en su hombro.
—Pero... tengo sueño —se queja, su voz fallando y sus brazos rodeándola poco a poco.
—Bueno, cuando te despiertes hablamos —acepta Catalina. Entonces él se recuesta en contra el árbol, cuando al fin está cómodo suelta un profundo bostezo y cierra lentamente los ojos mientras aún la abraza.
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