Capítulo 4

Unos días atrás...

Las autoridades habían sido alertadas por la presencia de una especie de monstruo en lo profundo de los montes del interior de Corrientes. Los habitantes del paraje estaban muy asustados, además conectaron al monstruo con la desaparición de algunas cabezas de ganado. Diego Vega fue enviado para enfrentar a la criatura, no fue difícil encontrarla debido a su gran tamaño y la pelea duró un segundo. Con un poderoso salto, que lo dejó a la altura de la cabeza del animal, sólo debió dar un golpe. Sin embargo el cuerpo de la serpiente comenzó a expulsar viento y, en poco tiempo, él logró ver a una muchachas entre los pastizales con una de sus mejillas roja y una línea de sangre bajar por su barbilla.

Al regresar a la base del ejército en Buenos Aires, debieron tomar precauciones con la muchacha. Un médico que la examinó dijo que su poder de transformación era algo bastante común, pero que jamás lo había visto en esas proporciones. Usualmente las personas con esa habilidad tienden a conservar el tamaño del animal luego de la transformación. Aunque el caso de la muchacha sin nombre es muy extraño, además su diagnóstico contempló la falta de control que ella tiene del cambio.

Al día siguiente Diego visitó a la chica. Iba a disculparse, pero la muchacha se encogió en la jaula al momento de verlo entrar al lugar.

—Tranquila —murmuró al ver como la respiración de esta se hacía más errática—. Vine a disculparme, no tenía idea de que... ¿Cuál es tu nombre?

—Del-Delfina —contestó manteniendo la cabeza abajo. Él sonrió y procedió a abrir la puerta de la jaula, sorprendiéndola por su actitud tan amable y calmada.

—Antes de dejarte libre, tengo una pregunta para ti. Al transformarte, ¿pierdes el control? ¿No reconoces a las personas? —Ella lo escuchó y rápidamente negó con la cabeza —¿Segura?

—No soy un monstruo —afirma, esta vez con palabras. Lo que dejó al hombre satisfecho. Pero su tarea en realidad es saber sobre la muchacha, nadie la conoce, no hay registros de ella o de sus padres. Sin embargo él la trata como cualquier adolescentes de dieciséis años, los que supone que tiene. No la bombardeará con preguntas, en su lugar piensa presentarla a los soldados como una nueva integrante.

—Si no tienes a donde ir, puedes quedarte aquí. Hay muchas chicas de tu edad y te ayudarán a controlar tu transformación —le comentó.

—¿De verdad?

—Para eso entrenan. En un futuro, las nuevas generaciones se encargarán de proteger el país y a cada criatura en estas tierras —le explicó y Delfina pudo ver un brillo inexplicable en los ojos de ese hombre. Al principio creyó que sería un sujeto sin escrúpulos, teniendo en cuenta que la golpeó.

—Entonces... ¿Aceptas?

—¡Si! —respondió de manera firme y decidida. Tiene miedo de lo que pueda a llegar a pasar cuando todos la ven transformada, aún así lo intentará. Así el señor Vega le dio la bienvenida a Delfina al ejército como una soldado y pronto comenzaría su entrenamiento.

Presente...

La presencia de una gigantesca serpiente en las instalaciones hacen que todos se movilicen y rodeen a la criatura. Entonces Diego Vega detiene a sus compañeros.

—¡Basta! Es una soldado como los demás. No hay peligro —les dice. Aunque sus palabras no son nada comparadas al pánico y miedo que causa la yarará.

—Pero... ¿Vieron el tamaño de eso? —cuestiona Mía estando oculta detrás del instructor Torres.

—Si, e-es enorme y genial —opina Valentina—. Al fin seremos competencia para esos idiotas.

—¿De qué habla? No m-me molestaría si n-no respondes, Delfina es bastante in...intimidante —dice Julián. Torres les pide que se acerquen y les explica la situación.

—Por años la infantería 1-A y 1-C han competido por tener los mejores soldados y habilidades. Tal vez este año no sea diferente. —El hombre se cruza de brazos y levanta la mirada hacia Delfina—. Bueno señorita, debemos continuar con el ejercicio. Regresa a tu forma humana.

Ella rápidamente niega con la cabeza.

—No sabe hacerlo —interfiere Vega—. Por eso está aquí.

—Está bien. Continuaremos de todas formas.

Los demás jóvenes regresan al ejercicio, pero se sienten un poco inquietos al estar junto a una gigantesca serpiente.

—Increíble, tal vez no pueda hacer eso —murmura el castaño de las marcas.

-¿Por qué llamas mimo a tu poder? -le pregunta Julián.

—Luego les muestro, esos dos están muy callados —comenta al señalar a Francisco y a Ángelo.

—Digan algo también -les ordena Simón al cruzarse de brazos.

—Mini Vega, ¿tienes súper fuerza como tu papá? —pregunta Julián. Él es el más entusiasmado por esta actividad que el resto.

—No, no tengo. Mamá controla el metal —es lo único que responde para luego guardar silencio.

—Participen más, ¿le tienen miedo a sus compañeros? —Torres alza la voz, estando sentado junto a Delfina. Él no parece temerle a la gran serpiente.

—Es que... ¿Cómo piensa enseñarnos si no tenemos los mismos poderes? —cuestiona Francisco cuando se decide a hablar—. ¿Qué poder tiene usted?

—Velocidad. Aunque ahora sólo puedo dar trotes cortos —responde, agradeciéndole también haber tocado ese tema.

—¿Que significa? —pregunta Isabella mientras levanta su mano para hablar, el césped a su alrededor está cubierto de escarcha.

—Bueno Molina, es sencillo. Con los años en servicio pueden suceder muchas cosas. En una misión mi pierna derecha fue malherida. No volví a ser el mismo y mi habilidad tampoco. Además de eso debemos sumarle los años —Torres da una pausa, sorprendido al ver a todos interesados en su relato—. Deben saber que la habilidad que tengan ahora puede modificarse con los años.

—Oí que si no utilizas nunca tu poder, desaparece. —murmura Mía ha sus compañeras.

—Así es. Ya sea que se debilite o fortalezca, depende de ustedes. Es un músculo más de su cuerpo.

Luego de charlar Torres los hace correr como el primer día, aunque ahora añadió flexiones y abdominales a la rutina, dejando a los jóvenes soldados muy agotados y adoloridos, los mismos que lavaron la ropa deben hacerlo nuevamente. Sin embargo una persona del grupo no pudo realizar ninguna de los ejercicios.

—Ya es hora de la cena, ¿cómo la regresamos a su forma humana? —le pregunta al resto de la infantería. Así pone a prueba su conocimiento acerca de los cambia formas—. Deben saber cómo tratar con sus compañeros para ayudarlos cuando lo necesiten —agrega, como un regaño para todos.

—Leí que los cambia formas tienen un lugar específico donde comienza la transformación, una de las piernas o los brazos por ejemplo —comenta Francisco.

—Busquen ese lugar —ordena, sin embargo ninguno tiene el valor para acercarse a Delfina. Entonces Brayan da unos pasos al frente, él traga saliva mientras se acerca. Toca las escamas, sorprendiéndose por lo suaves que son al tacto.

El castaño le pide permiso a Delfina y la observa con detenimiento, encontrando una notable marca en el cuello, detrás de la cabeza de la gran serpiente. Al tocarlo obliga a la chica a volver a su forma humana, expulsado una gran cantidad de viento al momento de cambiar. Ella mira a todos y rápidamente intenta ocultar su cuerpo.

—Tranquila —Torres le coloca el saco de su uniforme sobre los hombros, la prenda es tan grande que oculta muy bien su desnudez—. Pero siendo cambia formas deberás perder esa vergüenza —la aconseja, después de todo al transformarse su ropa se romperá una y otra vez.

Ya en la noche, cuando Ángelo termina sus tareas busca a Diego para aclarar todas las dudas que aparecieron en su mente gracias a las palabras de Torres. Desde pequeño creyó que su padre sería un fracasado teniendo encuentra su patética debilidad. Sin embargo, ahora entiende un poco más sobre el porqué todos lo respetan y lo admiran.

—Viejo. —Luego de salir de la lavandería y recorrer una parte de la base sin autorización. Logra encontrarlo en los establos, hablándole a los caballos. Él le sonríe y camina hacia el morocho para despeinarlo.

—¿No puedes dormir? Seguro volviste a tener pesadillas con serpientes.

—No es cierto —responde golpeando su mano para quitarla de su cabeza, algo tiene de razón pero no lo admitirá—. Hoy aprendí muchas cosas. No es nada aburrido como pensé.

—Es bueno saber que te agrada el lugar. Pero, ¿me vas a decir a qué veniste? Nada más me buscas cuando quieres algo —comenta volviendo a despeinarlo. Como siempre, su padre lo conoce demasiado bien. Ángelo lo golpea en el brazo para que deje de molestar y nota como la piel se vuelve un poco roja en la zona.

—Siempre pensé que exageraban cuando hablaban de tus poderes en las noticias —confiesa sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—Que poca fé me tienes. Pero...

—Pero, ¿cómo puedes pelear? Tu piel es-

Diego lo invita a sentarse en una banca que se encuentra fuera de los establos y le explica, está dispuesto a saciar la curiosidad de su pequeño.

—A tu edad era muy fuerte. Daba un golpe y podía tirar un gran árbol. Pero todo mi puño quedaba despellejado y cubierto de astillas. Tus abuelos me alistaron al ejército porque querían que dejara de lastimarme. Además yo insistía en usar mi poder para ayudar a los demás —da una pausa y se asegura que Ángelo le preste atención para continuar—. Aquí aprendí muchas cosas, las habilidades de mis compañeros eran y son increíbles. No iba a dejar que mi piel sea un estorbo. Al principio me lastimaba sin parar hasta que una linda chica me hizo unos guantes, los tengo muy bien guardados —agrega sonriendo de lado y ve a su hijo marcar el número de su mamá.

—La llamo para contarle lo de esa linda chica. —Ella no tarda en responder y él le explica el supuesto engaño por parte de su padre. Ya que ambos están juntos desde que eran adolescentes y luego formaron una familia.

—Esa soy yo —contesta soltando una risa—. ¿Qué más dijo de mí?

—Mi batería está baja, hablamos después. —Él se apresura a cortar al notar que ella comenzaba a actuar como una adolescente enamorada. Luego mira a su papá, quien tiene una sonrisa burlesca en su rostro.

—Bueno, ahora ya sabes. Protejo mis puños y pies al pelear, pero también debo controlar mi fuerza. Un golpe descuidado mataría a cualquiera —murmura mientras mira sus puños—. Hey, deberías estar dormido. Mañana tienes clases —comenta luego de ver a Ángelo bostezar. Sus ojos apenas se mantienen abiertos ahora.

—Prefiero eso al ejercicio —Otro bostezo más. Entonces le ordena volver a su habitación, él obedece ya que está bastante cansado física y mentalmente. Al llegar en silencio a su cama, se deja caer y esconde su rostro en la almohada. No puede creer que ambos sean tan parecidos, después de todo son padre e hijo, pero sabe muy bien que jamás podrá compararse a él.

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