Capítulo 3
La alarma de su celular suena y un segundo después el rizado apaga el mismo, se encuentra lleno de energía a pesar de ser las cinco de la mañana. Con esa misma rapidez toma su ropa, un conjunto viejo y desgastado de gimnasia, para el entrenamiento que le espera.
Aunque, al mirar a su alrededor, encuentra a sus compañeros profundamente dormidos y tal parece que no tienen pensado despertar. Además, uno de ellos llama su atención. Un chico rubio acostado en la siguiente cama, él abraza su almohada mientras unas gotas de agua comienza a salir desde sus ojos fuertemente cerrados. Pero, incluso para ser lágrimas, la cantidad es demasiada y su almohada no tarda en humedecerse.
—¡Ah! —suelta un grito cuando este abre los ojos de repente. El rubio se levanta y apaga su alarma, indiferente a la mirada de Julián o a la humedad de su rostro.
—¿Estás bien?
—Ah, si. Me pasa desde que llegué, es involuntario —responde subiendo y bajando los hombros. Un momento después su rostro ya se encuentra completamente seco y se concentra en colocarse unas zapatillas desgastadas que no combinan con su conjunto nuevo de gimnasia.
—¿De dónde vienes? Yo de Córdoba.
—Eso se nota —murmura sonriendo—. Vengo del interior de Corrientes y la ciudad es muy loca. Casi me arrollan al cruzar la calle.
—Soy Julián y lo entiendo, el ritmo de la ciudad es muy acelerado a la del campo —comenta ya que él también se había sentido fuera de lugar desde que llegó, al menos los primeros días.
—Si, Villalba. Me llamo Francisco Bravo —responde al extender su mano hacia él como saludo—. Lavé tus calzoncillos turquesa, tenían tu nombre —comenta con una sonrisa.
—¡Le dije a mi mamá que ponerle nombre a todas mis cosas está de más!
—¡Cierren la boca! Quiero dormir —Simón calla a ambos lanzándoles sus almohadas. Lo hizo con tanta fuerza que tiró a Julián de la cama. Aunque un segundo después ve la hora y maldice—. Perdón, ya es hora de levantarse —murmura para luego soltar un profundo bostezo.
Francisco ayuda al rizado a ponerse de pie, viendo como Simón saca de la cama a Vega. Según él su seguidor debe despertar a la misma hora y entrenar al mismo tiempo. Al abrir la puerta ven a Torres y rápidamente forman una fila, al igual que las chicas. El mayor asiente y los deja ir al comedor para desayunar, a pesar de la hora la base se encuentra muy activa. Los cocineros entregan el desayuno a todas las infanterías e incluso a los instructores.
Ángelo toma su bandeja y toma asiento junto a su grupo, mientras come mira a su alrededor, notando que los de más rango usan uniforme con el típico color verde del ejército.
—¿Cuándo nos darán nuestros uniformes? —pregunta una de las chicas. Él deja de masticar para mirar a la pelirroja, efectivamente está hablando con él. Ambos estaban mirando a los demás.
—Bueno... No sé.
—Creí que lo sabías, en la lavandería escuché que eres el hijo de Diego Vega y él debe saber mucho acerca del ejército.
—No suele hablar del trabajo —murmura por lo bajo y continúa comiendo.
—Lina, mi papá es todo lo contrario —comenta la rubia del moño. Torres se había dirigido a ella como Valentina.
—¿También trabaja en el ejército? —pregunta la pelirroja.
—Si, pasa que me parezco más a mamá. Ustedes pueden adivinar quién es —ella termina de hablar y le da una mordida a una manzana.
Cuando el desayuno acaba la infantería es guiada por una mujer hacia un salón, el cual tiene mesas y sillas, como cualquier escuela.
—Bueno, como todos son nuevos comenzaremos por las presentaciones. Yo soy Marcela Rey, nombre clave: Arco. Y me encargaré de las clases de historia, geografía y lo que necesitan para ser un soldado, en fin, la teoría —dice la mujer mientras escribe su nombre en la pizarra con un fibra. Algunos anotan esa información en sus cuadernos, otros simplemente desean volver a la cama o pasar a algo un poco más interesante—. Pasaré lista y quiero que cada uno se ponga de pie y nos explique brevemente su habilidad.
Antes de que ella pueda comenzar, Diego golpea la puerta suavemente para luego abrirla.
—Disculpe señorita Rey, Tenemos a una nueva integrante del escuadrón —le comunica a la infantería 1-C. Obvio, no iba a desaprovechar la oportunidad de visitar a su hijo, además su esposa siempre le pregunta cómo se porta su niño—. Su nombre es Delfina Rojas, espero que todos sean buenos con ella. —Luego se retira ya que a Rey no le agrada que retrasen sus clases. La mujer le pide a la castaña que tome un asiento disponible y Delfina no tarda en dirigirse al lugar libre junto a unos muchachos. Ahora la infantería está completa con 10 integrantes.
—Comenzaré con las chicas —Rey aclara su garganta y llama a cada una por apellido y nombre-. Aguirre Catalina.
La pelirroja se pone de pie, parece bastante nerviosa.
—Este... Yo hago que c-cualquier cosa deje de-de ser atraído por el centro de gravedad —al terminar vuelve a tomar asiento, teniendo el rostro casi tan rojo como su cabello.
—López Mía.
—Nombré mi poder como Potenciador —dice la chica de cabello corto—. Puedo aumentar cualquier cualidad de los demás como fuerza o velocidad.
—Molina Isabella —Rey mira a la rubia que acaba de levantarse, es bastante obvio por su aspecto qué habilidad tiene, aunque le parece muy curioso los cambios físicos que provocan en ella.
—Es hielo, creo hielo del aire y lo manipulo.
—Rojas Delfina. —La recién llegada se levanta torpemente y se toma unos minutos para ordenar las ideas en su cabeza.
—Cambio de f-forma... una serpiente.
—Torres Valentina —murmura al ver a la rubia del mucho, entonces también dirige su mirada hacia el morocho—. Deben saber que ni Valentina ni Ángelo recibirán un trato especial de mi parte por ser hijos de soldados con alto rango, para mí todos ustedes son iguales —luego de aclarar eso le pide a la muchacha que les hable acerca de su poder.
—Lo llamo Pelea, cuando estoy en peligro mucha adrenalina hace que mi cuerpo ataque todo lo que esté en su camino.
—Bien, pasaremos a los chicos rápidamente —Rey busca los nombres y los llama a cada uno—. Barrios Simón.
—Hielo —responde sin siquiera levantarse.
—Bravo Francisco.
—Control de agua.
—Brayan Ocampo. —El castaño de las marcas se pone de pie al escuchar su nombre.
—¿Cómo puedo decirlo? Mi poder es de Mimo.
—Bien... Vega ángelo.
—Control del metal.
—Y por último Villalba Julián.
—Yo genero electricidad, como las anguilas eléctricas o algo así.
Al terminar con las presentaciones Rey intenta seguir con la clase, sin embargo ya es hora de la práctica con Torres. Él los lleva al campo de entrenamiento, pero en lugar de hacer un exhaustivo ejercicio físico les ordena sentarse en el césped y hacer una ronda.
—La actividad es sencilla, quiero que hablen entre ustedes sobre sus habilidades. Son libres de usarlas si quieren, sólo no lastimen a los demás.
Ángelo mira al resto con curiosidad, hasta ahora sólo conoce a Francisco y a Simón, su supuesto rival. También está la pelirroja, con la cual la recién llegada está charlando animadamente. Él se pregunta porqué su padre estaba acompañando a Delfina, además parecía que se llevaban muy bien.
—¿Eso son tatuajes? —dice al ver los brazos descubiertos de Valentina.
—No tiene la edad y dudo que sus padres le dieran permiso —comenta Francisco, sonríe al ver el ceño fruncido de ella.
—Son marcas de nacimiento, debido a mi habilidad. Cuando la activo crecen más.
—¿Podemos verla? —pregunta Julián emocionado.
—Mejor no. ¿Qué hay de ti?
—Puedes prestarme tu celular para mostrarte. —El rizado aclara su garganta cuando tiene el móvil de la chica en su mano. Ella hace una mueca al ver que la batería disminuye rápidamente hasta apagarse.
—¡Hey!
—Está bien, mira —él enciende el aparato nuevamente y ahora la batería aumenta hasta llegar a 100—. Puedo quitarle o darle energía a las baterías sólo con tocarlas -explica cuando devuelve el celular.
—Gracias, me había olvidado cargar.
—Carga el mío —le ordena Simón, haciendo que los demás también le pidan ese favor.
—Hola, soy Mía. Con Delfina estábamos hablando de lo complicado e incómodo que debe ser su transformación —comenta la de grandes mejillas y con un entusiasmo parecido al de Julián.
—Siempre es incómodo cuando vuelves a ser humano —dice frotando su brazo y bajando la mirada.
—¿Por qué? —pregunta Brayan curioso.
—Bueno, porque mi ropa se rompe y... —ella se incomoda con sus propias palabras, hasta tiene sus mejillas rojas.
—Oh, ya entendimos. —Simón sube y baja las cejas, provocando que algunos rían.
—¿Puedo ver tu transformación? Luego te enseño la mía -propone Brayan al darle una sonrisa amigable-. De paso les enseño mi habilidad.
Las miradas sobre ella le causan incomodidad y comienza a sentir el picor en toda su espina dorsal. De repente, la gran yarará de más de 100 metros llama la atención de los jóvenes soldados e incluso de los superiores. El animal es tan grande que su cabeza es del tamaño de un coche promedio. Casi todos se alejan aterrados, aunque Ángelo no se han movido de su lugar al estar paralizado.
—Ya... Ya de-debes estar satisfecho —dice, estando pálido y tan asustado como los demás ya que nunca habían visto una transformación como la de Delfina.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top