Capítulo 23
El crujir del hielo hace que miren hacia a su derecha para ver como el muro comienza a quebrarse en distintas partes. Unas enredaderas gigantescas se asoman sobre el muro rompiéndolo en partes que caen sobre los vehículos. Simón estaba a punto de hacer trizar el gran témpano que viene sobre ellos, pero pierde el equilibrio porque la parte trasera se ahueca y las llantas estallan debido al fuerte salto que Ángelo da. El castaño lo ve golpear el gran trozo de hielo con una fuerza increíble y luego cae cerca del coche con una lluvia de granizo.
—Yo iba a detenerlo.
—Pero-
—¡La camioneta! —exclama Julián ya que quedó destrozada.
—Chicos, basta —interfiere Isabella. Simón gruñe mientras da un salto y se baja del vehículo, su rabia aumenta al ver como esas enredaderas atacan a Delfina, hiriéndola con sus enormes espinas. Envuelven el cuerpo de la serpiente rápidamente mientras esta se retuerce en vano para intentar escapar.
—¡Carajo! —Él no puede ayudarla ya que debe mantener el muro de hielo, si las enredaderas lo traspasan por completo la caravana será atrapada. Isabella se une a él para contener las lianas mientras Dante le pide a Ángelo con señas que se deshaga la camioneta. Él obedece de inmediato, sin embargo Julián lo detiene y, en lugar de romperla en partes, le pide arrojarla sobre las enredaderas que aprisionan a Delfina. Ella logra ver el vehículo ser lanzado y rápidamente regresa a su forma humana para escabullirse lejos, justo antes de que el vehículo explote gracias al corto circuito que Julián causó dentro del motor.
La explosión libera el camino y Romeo se apresura a avanzar, llevando a los demás dentro del acoplado. Esta vez no se detendrán por nada ya que las enredaderas los siguen y no tienen idea del quién las controla.
—Mantén la calma —le pide Brayan a Julián, lo ve tenso y un poco nervioso mientras aprieta repetidas veces sus juguete de goma. Este lo ayuda a tranquilizarse. Pero ahora siente que su corazón saldrá de su pecho.
—Eso intento. Hice explotar un auto, seguro tendré que pagarlo después —responde para luego pasar a respirar hondo.
—Ángelo te ayudará a pagarlo —dice Simón estando sentado sobre los colchones, ya que echó a Francisco por dormir.
—¿Cómo están? —Romeo los llama, haciendo notar su preocupación.
—No muy bien, estamos apretados aquí y Delfina fue herida —explica Brayan mientras en el fondo se puede escuchar la discusión que Simón tiene con Ángelo. Isabella es la mediadora que intenta calmar a ambos—. Mía tiene que sanarla —pide desesperado. Pero Romeo no tiene intenciones de detenerse.
—No podemos parar, lo hará cuando lleguemos —habla el mayor pisando el acelerador hasta el fondo.
Brayan maldice para luego guardar su celular, en eso ve que Simón esta a punto de arrojar a Ángelo, ambos discuten de manera agresiva por haber destruido su otro medio de transporte. El castaño lo acusa de no controlar su fuerza mientras el otro se defiende recordándole que estaban en peligro y que sólo reaccionó.
—Ya basta los dos —Isabella los separa colocando su mano en el pecho de cada uno. Ángelo retrocede al sentir en helado toque, sin embargo a Simón esto no le importa y trata de acercarse para golpearlo.
—Por su culpa ahora las defensas ya no existen —dice para luego mirar los ojos azules de la rubia. Ella mantiene su ceño fruncido y luego le da una pequeña sonrisa.
—Estaremos bien, tampoco controlas tu poder del todo.
Simón mira a un lado mientras se deja caer nuevamente sobre los colchones, acaba sentado con los brazos cruzados, mirando como los demás intentan mantenerse alejados de Isabella y su helado cuerpo.
En eso sus ojos ven a Francisco, quien no ha dejado de mirar las puertas. Él parece muy concentrado en un punto específico. Entonces mueve su mano y una gran cantidad de agua se dispara, rompiendo las puertas del acoplado.
—¡¿Qué mierda te pasa?!
—Nos persiguen —responde y apunta las enredaderas. Todos miran hacia atrás y notan que algunas lianas fueron cortadas por el agua, dejando a la vista a un hombre encapuchado quien se mueve con ayuda de la vegetación.
Al ser descubierto el hombre los ataca haciendo que unas gruesas raíces crezcan y emerjan de la tierra. El camión se sacude con violencia, haciendo que algunos salgan despedidos hacia el asfalto.
Romeo ve a su compañeros caer y, de repente, la mujer del altavoz aparece sobre el capot del camión de carga. Ella les sonríe para luego hacer estallar el motor, la explosión hace trizar los cristales de la cabina, lastimando a los ocupantes. Así obliga al vehículo detenerse, más bien terminar dentro de un barranco.
—Muy fácil —dice riendo. Entonces es golpeada por unas ondas acústicas que también lastiman sus oídos.
—Déjanos en paz —murmura Dante. Él sostiene su vientre mientras una línea de sangre baja desde su ceja izquierda. No sabe dónde quedó la máscara, pero ahora no la necesita. Sus palabras suenan como un murmuro para él, sin embargo son una tortura para la mujer que yace en el suelo, retorciéndose por intentar proteger sus oídos.
Con ella fuera de combate se acerca a los soldados y ve a Francisco apagar el fuego del motor antes de que este estalle. Brayan se acerca con Delfina sobre su espalda, él tiene cortes en su rostro y pecho, pero se muestra más preocupado por ella.
—Ah, m-mi cabeza... —murmura Julián para luego dejarse caer hacia el asfalto. Está mareado, hay vidrio regado por todas partes y el humo del motor destrozado lo sofoca. Pero el problema es Romeo, quien tiene un trozo de cristal incrustado en su cuello, él sostiene la herida mientras siente como la sangre se escapa entre sus dedos.
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