Capítulo 22
—¡Ánimo, tienen una actividad especial hoy! —exclama Romeo mientras entra a la habitación de los varones de la infantería 1-C. Ángelo despierta del susto y luego frota su rostro. Ya es lunes y vuelven a las actividades.
—Hoy es el día —murmura mientras se prepara, tiene cinco minutos para estar listo y formarse ante sus superiores. Pues el día al fin ha llegado, su bautismo de fuego.
—No puede ser —dice Catalina sonriendo cuando ya están formados en la puerta de entrada de la base. Entonces le indica a Delfina que mire disimuladamente al muchacho junto a los superiores.
—Tiene la insignia de la infantería 4-C en su pecho —susurra la castaña, haciendo asentir a su amiga. Los presentes miran al soldado desconocido, él tiene los ojos rasgados y una máscara que cubre la parte inferior de su rostro.
—Es asiático —murmura Brayan para sus amigos.
—Pero ellos son blancos, ¿no? Él está tostadito como Julián —responde Delfina en un tono bajo y discreto. Torres pone fin a los murmullos y pasa a presentarlo.
—Él es Dante Corrizo, es un soldado de la infantería 4-C y ayudará a Romeo en su primera misión.
El nombrado mueve su mano derecha en forma de saludo mientras mira a cada uno.
—¿Por qué usa máscara? El reglamento dice que está prohibido —pregunta Francisco luego de levantar su mano. Eso se especifica en el reglamento que Rey les enseñó, nadie debe cubrir su rostro de alguna manera dentro de la base y sus alrededores.
—Debe ser por su habilidad —supone Julián, le emociona pensar qué tipo de poder será.
—Así es, él junto con Romeo y la infantería 1-C se encargarán de escoltar un camión de víveres hacia una zona vulnerable —les explica haciendo que los jóvenes se acerquen más para escuchar a Diego Vega.
—¿Sólo eso? No suena difícil —comenta Catalina. Aunque Torres niega para luego agregar.
—Es una misión muy importante aunque no lo parezca y también peligrosa.
Romeo se encargó que Dante conozca estos días a la infantería y las habilidades de cada integrante para así planear la defensa del camión de carga en donde transportarán la comida.
Con todos los jóvenes soldados ya listos y en fila frente a ellos, Romeo les explica la situación, diciendo que esta será una misión real y lo suficientemente importante como para adquirir el permiso de utilizar sus poderes fuera del complejo del ejército. Además les prohíbe fallar, porque esas personas los están esperando y necesitan las provisiones. Mientras que otras intentaran robarse el camión.
—Bien, para hacerlo debemos ser un equipo. Siempre manténganse comunicados, apoyen al otro cuando ven que esté en problemas y todo irá bien.
En ese momento Dante se quita su máscara, haciendo caer las hipótesis que los jóvenes tenían acerca de su rostro. Pensaban que tenía una boca deforme o sobresalientes colmillos. Sin embargo no ven nada fuera de lo normal, a excepción de una barba de unos días. Dante les sonríe a los demás para cubrir nuevamente su rostro. Entonces le entrega una nota a su superior, ya que su rango está por debajo de Romeo.
—Escribió esto, dice: Ruidíaz tiene razón, son un grupo bastante equilibrado. Se necesitarán mucho, porque esas personas de afuera harán cualquier cosa por cumplir su cometido. No se detendrán porque ustedes sean jóvenes, por eso den todo en esta misión. —Dante le hace una seña a Romeo para que voltee la hoja, del otro lado hay algo más escrito—. Y no, no soy asiático. Nací y crecí en Jujuy.
—Te lo dije —susurra Simón, dándole un empujón a Brayan.
—Bien, dividiremos el grupo en dos para la defensa del acoplado —les explica mientras dirige a la infantería hacia el gran camión, también se encuentra una camioneta oscura en el estacionamiento—. Cinco de ustedes vendrán conmigo, mientras los otros cinco irán con Dante.
—Quiero ir adelante —pide Mía levantando su mano.
—Claro, estás conmigo junto a Valentina y Catalina en la cabina. Yo conduciré mientras Brayan y Francisco irán dentro del acoplado. —contesta para luego agregar—. ¿Preguntas?
—No —responden al unísono.
De acuerdo a la formación, cada soldado toma su posición. Los mayores conducen, mientras que sus acompañantes van en los asientos traseros. Ángelo mira por la ventana mientras salen de la base con destino a la zona vulnerable. En el camino Romeo, con una vídeo llamada le da un par de consejos y responde a sus preguntas.
—¿Ya habías hecho algo parecido? —pregunta Delfina mientras juega con su manos, está muy nerviosa y no es la única.
—No, pero creo que Dante si, ¿en un juego cuenta? —responde para luego reír.
—No pero saben lo que hacen —comenta Simón—. Colocando a los que podemos hacer ataques a largas distancias adelante y atrás, mientras los demás van al centro.
—Ya veo, muy observador —responde el castaño.
—¿Qué hay de Brayan? —opina Ángelo.
—Podría tomar la habilidad de alguno de nosotros. Él ha mejorado bastante, copió y entrenó con los poderes de toda la infantería. De seguro espera para tomar lo que necesite en el momento justo —les explica Delfina—. Oh, con todos menos el tuyo —agrega, mirando al morocho.
—Si, es cierto.
—Parece que te gusta, por como hablas de él —insinúa Simón, sacándole colores a la castaña.
En ese momento ven las señas que Dante hace y detiene la camioneta para luego mirarlos.
—Estamos apunto de entrar en tierra de nadie, esta ruta es la más directa para llegar a nuestro destino pero también está rodeada de villas. Mantengan los ojos abiertos —dice Romeo para luego cortar la llamada.
Todos asienten y se colocan en posición. Ángelo sale de la camioneta para subir a la parte trasera al igual que Simón y Julián mientras que Isabella continua junto a Dante. Delfina, por su parte, se quita el uniforme para que este no se haga pedazos al transformarse. Sus compañeros apartan la mirada y sólo vuelven a ver cuando ella ya está en su forma animal.
—Estamos listos —indica Simón dando unos golpes a la cabina. Entonces, cuando el auto comienza a moverse, él extiende su brazo derecho y un sólido y alto muro de hielo comienza a formarse. El mismo cubre a ambos vehículos como una primera defensa que deberán pasar si quieren llegar al acoplado. Mientras que el lado izquierdo es custodiado por Delfina, su largo cuerpo tiene la misma función que el muro de hielo.
—Miren eso —comenta Valentina mientras observa las defensas a ambos lados del camino.
—Siempre es impresionante ver a Del —dice Romeo, quien está sentado a su lado en el volante. La cabina es lo suficientemente grande como para que todos quepan.
—No creo que nadie se atreva a atacarnos con ella aquí —opina Mía.
—Hay cada loco por aquí, no se confíen —les aconseja el mayor mientras aprieta el volante.
Regresando a la camioneta, Isabella se siente un poco incómoda ya que Dante no puede hablar. Está acostumbrada a sus ruidosos compañeros que ahora el silencio le resulta molesto.
—Hace un poco de frío aquí —comenta soltando una risa luego de ver como el otro frota sus brazos para entrar en calor. Ella busca una manta dentro de su bolsa y la extiende sobre sus hombros.
—Lo siento, mis padre también son invulnerables al frío, así que ver personas temblando junto a nosotros es un poco raro —comenta la rubia, todo a su alrededor está cubierto de hielo y ni siquiera los fuertes rayos de sol pueden deshacerlos.
Dante simplemente asiente y regresa la mirada a la calle, asegurándose que la manta cubra bien su espalda y brazos. En ese momento reciben una videollamada de Brayan.
—¿Todo bien allá afuera?
—Si, muy bien —contesta ella.
—Okey, Romeo acaba de decirme que si algo sucede Dante nos dará una señal. Así sabremos que nos están atacando, ¿todos tienen su botiquín? —pregunta mientras se puede ver a Francisco detrás de él.
—Si.
—Bueno, sólo recuerden su entrenamiento. —Brayan sonríe para luego cortar—. Hey, ¿qué haces? —pregunta al ver como su compañero se arroja sobre una gran pila de colchones.
—También llevamos esto —indica su nueva cama y luego suelta un bostezo.
—No te duermas... Dame lugar a mí también.
De regreso al exterior, Dante saca la cabeza por la ventanilla para ver a sus acompañantes. Delfina repta a unos metros de distancia mientras que los muchachos disfrutan de la brisa y la vista. Aunque Ángelo desearía que su cabello no quedara demasiado revuelto por el viento. El mayor regresa la vista al camino, entonces el morocho nota la mirada de Simón sobre su persona.
—No la cagues, hablé con los demás, sé cómo pelean pero no tengo idea de lo que puedas hacer —comenta frunciendo el ceño—. Sólo no te metas en mi camino.
—Que carácter, tranquilo —interfiere Julián dándole una sonrisa al otro—. Es mi rival, consíguete el tuyo.
—Está bien, entiendo Julián —responde Ángelo para luego mirar el camino. Un incómodo escalofrío recorre su espina al ver a Delfina, o tal vez sea todo ese hielo que cambia el ambiente a uno más frío.
En eso, logra ver unos bultos más adelante obstruyendo el paso. Al acercarse reconocen un grupo de autos en llamas. Dante niega mientras suelta aire y detiene la camioneta.
—¿Qué es eso? —dice Julián.
—¡Cuidado! —exclama Simón señalando el auto en llamas que fue lanzado hacia ellos. Con su hielo apaga el fuego pero el objeto casi está sobre ellos, entonces Ángelo levantan su mano y lo detiene, haciendo que un poco de escarcha caiga sobre su rostro.
—Quieren matarnos —murmura sin aliento para luego detener otro auto desecho.
—¡Bien hecho! Es su primer ataque, tratarán de ver sus poderes para atacar sus puntos débiles —les explica Romeo quien ha vuelto a llamar, mientras ve a los hombres quienes los atacan. Cerca de la barricada hay un grupo de 4 personas con el rostro cubierto, uno de ellos incendia los autos mientras que los otros los arrojan.
—No podrás con todos —le dice Simón a Ángelo, entonces intenta bajar de la camioneta. Sin embargo queda estático al ver que el morocho detuvo otros autos en el aire. Entonces Delfina avanza rápidamente hacia los hombres, provocando que el grupo entre en pánico y se divida. Al ver que tienen las de perder, ellos deciden retirarse en lugar de arriesgarse.
Delfina regresa a su posición luego de que sus atacantes estuvieran lejos. Entonces Ángelo abre los brazos hacia los lados y aparta los autos para dejarlos caer a los lados de la ruta. Hace lo mismo con la barricada de coches, alambres y tejido que los hombres habían colocado. La caravana vuelve a estar en movimiento y el morocho sonríe mientras acomoda sus guantes.
—Esto estuvo bien —comenta mirando a Simón.
—¡Estuvo genial! —exclama Julián sin preocuparse por ocultar la emoción en su voz—. El peso ya no importa, por eso no te rompiste nada.
—Si, bueno...
—Debo conocer muy bien a mi rival si quiero vencerlo —responde de manera que hace que un escalofrío recorra la espalda de Ángelo.
—Si, lo que sea. Eres tan fuerte como su padre —habla Simón para luego hacer tronar sus nudillos y volver a formar el muro de hielo—. ¿Por qué nos mentiste?
—No mentí —contesta subiendo y bajando los hombros. En ese momento Ángelo estornuda llamando la atención de Simón. El castaño hace una mueca para luego hablar.
—¿Te pusiste ropa térmica debajo de tu uniforme? —La pregunta hace negar al morocho y además lo cuestiona—. Boludo, todos deben usarla porque yo-
La camioneta frena de golpe callando a Simón y haciendo caer a Julián sentado, entonces los tres miran hacia el frente. Una persona se ve a lo lejos, lleva el rostro cubierto por lo que deducen que es un enemigo. Esta persona da unos pasos hacia la caravana, haciendo que Dante toque la bocina en forma de advertencia.
—¡Bebés héroes!—exclama la mujer con ayuda de un altavoz—. ¡Bienvenidos a nuestro territorio!
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