Capítulo 21
El siguiente día es fin de semana, por lo que la infantería 1-C tiene dos días más para descansar. Aunque Ángelo está bastante preocupado, no puede dejar de pensar en lo que Francisco le dijo, ahora que lo piensa Simón no ha hablado de su familia como los demás lo han hecho, ni siquiera un mínimo detalle.
Ahora entiende un poco más la preocupación del rubio pero no está seguro de ser indicado para hablar con Simón, ¿cómo iniciaría la conversación? No puede preguntarle directamente porque puede molestarse y dejarle de hablar. Es obvio que hay una razón para que él no diga nada.
Al salir del comedor, luego de desayunar ve a Francisco junto a Julián y a Isabella. Rápidamente trota hacia ellos para hablar con el rubio, tal vez ambos puedan hablar con Simón.
—¿Qué están haciendo? —pregunta cuando su curiosidad logra vencerlo, pues ve a la chica cruzada de piernas igual que Julián y ambos se toman de la mano.
—Practican su autocontrol —responde al señalar las manos de ambos.
—Ninguno puede tocar a los demás sin lastimarlos sin querer. Él no me dará una descarga si yo no lo congelo —le explica Isabella al levantar su mirada hacia el morocho. Ella parece estar haciendo mucho esfuerzo, sin embargo la piel de Julián se vuelve roja rápidamente. Antes de que Francisco pueda separarlos ella suelta un chillido y cae de espaldas. Por suerte fue una ligera descarga, la suficiente para dejar su cabello rubio completamente de punta.
Julián extiende su mano hacia ella, pidiéndole que lo hagan de nuevo. Pero Isabella mira a un lado mientras peina su cabello con los dedos, la escarcha siempre se acumula sobre su cabeza y hombros.
—Te quemarás —murmura mientras se pone de pie.
—Yo estoy bien, ¿no te lastimé? Te acompaño a la enfermería si quieres —propone el rizado al momento de levantarse de un salto.
—No hace falta, voy con las chicas. Se supone que debo ayudar a Mía con su tarea.
Julián mira su mano, hice un esfuerzo sobrehumano al soportar el frío, ya que sostener la mano de Isabella es como tomar un trozo de hielo durante horas. Luego mira al recién llega para darle una sonrisa.
—¿Pasa algo? —le pregunta Francisco.
—Quería hablar sobre Simón... —Ángelo ve al rizado y luego pasa al rubio.
—Él puede ayudarnos también —piensa en voz alta—. Simón no habla de su familia, parece que tiene-
—¿Qué tengo? —el nombrado interrumpe Francisco mientras se acerca a ellos con las manos dentro de los bolsillos—. ¿Hablan mierda de mí? No esperé eso de ti Al.
—Yo no hice nada.
—Tenemos curiosidad sobre tu familia, ¿de verdad eres millonario? pregunta Julián, haciendo que Simón cambie su expresión a una más seria.
—No les importa —responde de manera brusca.
—Si me lo dices dejaré de insistir —habla el rizado con determinación.
—No. —Simón mantiene el ceño fruncido.
—Por favor, ¿por qué estás en el ejército? ¿Eh? —insiste, haciendo un puchero.
—¡Dejá de joder! —exclama el castaño. Francisco y Ángelo dan unos pasos atrás, sin embargo Julián continúa en la espera de una respuesta—. Bien... Ya saben que la familia Barrios es adinerada, nos pudrimos en plata y tenemos con qué ayudar a las personas pero no lo hacemos. Mi viejo prefiere manejar empresas o estar en reuniones en lugar de usar nuestro poder para algo bueno.
En eso, un recuerdo se dispara en su mente, la vez que estaban mirando las noticias y un gran incendio se produjo en un edificio. Simón miraba con atención como los bomberos intentaban apagar el fuego, pero este parecía incontrolable. Entonces él cometió el error de hablar.
—Papá, con tu poder puedes congelar todo el fuego —dijo sonriendo, ahora se maldice por haber sido un niño tan estúpido.
—No.
—Salvarías mucha gente tú solo.
—¿Y qué gano a cambio? —cuestionó el mayor dándole una mirada desinteresada.
—Si no quieres lo haré yo —se propuso, sin embargo su padre soltó una risa.
—Eres mi hijo, estudiarás todo lo necesario para tomar mi lugar, ¿entendido?
—¿Entonces para qué entreno con mi profesor? —preguntó, ya que era obligación las prácticas para usar su habilidad.
—La familia Barrios debemos ser poderosa en todos los sentidos —contestó para luego dejar a Simón con cientos de preguntas en su mente. Ahora con 16 años entiende lo que su padre le había querido decir.
—Entonces tú estás aquí para ayudar a las personas porque tu padre no lo hace, ¿cierto? —supone Julián para luego asentir—. ¿Y tu mamá? Ella seguro te apoya.
—Seguro... —murmura Simón para luego mirar a un lado.
—Simón, dijiste que hablaríamos —lo presiona Francisco, sin embargo el otro lo toma con tranquilidad.
—No todos tenemos madres amorosas —Simón da una pausa en ese momento—. No quiero hablar de ella y punto.
—Francisco está preocupado y me pidió ayuda pero yo ni siquiera tengo hermanos —comenta Ángelo de manera nerviosa, su intención era romper el incómodo silencio que se formó.
—Si no quiere hablar de sus sentimientos por las buenas podemos atarlo y tortutarlo —propone Julián mientras unos destellos eléctricos aparecen entre sus dedos—. Todo por su bien.
—Basta pelotudo —Simón se defiende dándole un golpe en la cabeza. El castaño mira a los otros dos y vuelve a colocar las manos en los bolsillos para después alejarse.
—Sutil, ¿conoces esa palabra? —Ángelo también le da un empujón a Julián por su falta de tacto.
—¡Ah! No hice nada malo. Todos tenemos que saber porqué estamos en el ejército. ¿Cuál es tu razón Mini Vega?.
El morocho roda los ojos ya que cambió de tema rápidamente, aunque suelta aire y responde algo. Sino Julián no lo dejará en paz, ya lo vio en acción con Simón.
—Quiero hacer mi poder más fuerte.
—Ya veo, somos excelentes rivales entonces. Porque yo quiero controlar mi poder. Disminuirlo —dice Julián sonriendo.
—Ni con todo tu poder puedes contra Ángelo —opina el rubio, pues ya era su turno de molestar a Julián.
—¿Ah si? Vamos a esperar para ver.
—Te dio una paliza —le recuerda, poniendo un poco incómodo a Ángelo—. Torres ya te lo dijo, sin una estrategia no podras, tiene ventaja sobre ti.
—Si, ya sé —responde para luego mirar al morocho—. La próxima no será tan fácil.
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