Capítulo 16
El incidente no pasa desapercibido y los superiores intentan averiguar las razones de la pelea. No se trató de un simple enfrentamiento, cuando intentaron cruzar el muro de hielo que rodeaba a los implicados, el hielo volvía a aparecer y los alejaba más y más del centro. Además, fue el propio Simón quien sacó a Francisco de ese lugar, hizo estallar el hielo que estaba en su camino mientras llevaba al rubio inconsciente en su espalda.
Él no respondió preguntas de ningún tipo ni tampoco dejó que atendieran sus heridas, se marchó a su habitación cuando Francisco estuvo en manos de los médicos. Quienes informaron a Torres que el joven tenía hipotermia, debido a la exposición al frío o a un esfuerzo físico extremo. Ambas causar eran probables al estar rodeado de tanto hielo mientras peleaba con su compañero.
—¿Qué fue lo que pasó? —Rey intenta una vez más hablar con Simón, él permanece dándole la espalda mientras está recostado en su cama.
—Señora... ¿Él está bien? —Ella sonríe, aliviada de tener al fin una respuesta. Entonces se sienta a los pies de la cama mientras tiene una bolsa preparada con alcohol, algodón y crema para golpes.
—Francisco ya despertó, solo tiene golpes y pequeños cortes. Sus amigos están con él —responde mientras comienza a limpiar sus raspones. Simón hace muecas cuando el alcohol pica en sus heridas, sin embargo no vuelve a decir nada más hasta que la mujer vuelve a preguntar.
—¿Qué sucedió? Todavía no entiendo porqué-
—Es mi medio hermano, apenas me enteré en su clase, cuando Francisco habló de su padre. Era su foto, es él —la interrumpe el castaño, consigue hablar a pesar de tener un nudo en el estómago—. Quiero ir a la enfermería.
—No, los médicos vendrán a revisarte aquí. El frío pudo-
—Estoy bien, soy invulnerable gracias a mi habilidad, por eso no me desmayé ni nada. —Rey coloca su mano en la frente del muchacho y su temperatura está normal. Sin embargo le prohíbe acercarse a Francisco.
A pesar de ser una orden directa, a los pocos minutos de que Rey dejara la habitación, Simón se las arregla para escabullirse a la enfermería, ocultando su rostro con una capucha. Cuando llega se detiene un momento ante las puerta. Pero finalmente decide a entrar, allí se encuentran los demás aunque su vista se fija en el rubio. Francisco ya tiene buen color y está tomando una taza de chocolate caliente, incluso Isabella está ahí. Pero se mantiene alejada debido a su frialdad.
—Todos vinieron a verlo —murmura Simón al estar junto a ella. La rubia da un salto del susto, entonces él le cubre la boca con su mano—. Shhh... ya no quiero pelear, hablaré con él cuando se vayan —le dice en voz baja, haciendo que ella asienta rápidamente.
—Eh. Puedes tocarme... —susurra al tomar la mano del castaño, no está roja ni nada, además la calidez de su cuerpo le agrada. Un segundo después lo suelta y desvía la mirada.
—¿Estás bien? Estás morada —dice él al ver que su piel pálida ahora tiene esa coloración en la nariz y las mejillas.
—Me s-suele pasar, tranquilo —responde apenas mientras oculta su rostro bajo su largo cabello rubio.
En ese momento un enfermero entra al lugar, diciendo que la hora de visita acabó. Todos se despiden de Francisco e Isabella le da una última mirada a Simón antes de irse, el castaño se ocultó bajo una de las camas para no ser descubierto. Cuando todos se marchan él sale de su escondite y camina hacia el rubio.
—Simón —dice éste, mostrándose un poco serio y desconfiado—. Me dijeron que me sacaste de todo ese hielo luego de desmayarme.
—Pensé que también soportabas el frío como yo... Casi acabo con mi hermano.
—¿Eh?
—Estuve pensando en lo pelotudo que fui, no tienes la culpa. La culpa es de nuestro viejo, está casado y aún así... —Simón se sienta en la camilla que está a un lado mientras siente nuevamente el nudo formarse en su garganta.
—Desde que tengo memoria él siempre está trabajando, hace largos viajes de negocios para sus patrones. Mamá siempre confió en él y nunca lo cuestionó —comenta Francisco al tener su vista en su vaso de chocolate.
—¿Patrones? Él es millonario, tal vez sea el dueño del campo en donde viven. Pero sí, los largos viajes de negocios es algo que tenemos en común. Siempre está ocupado haciendo algo.
—Entiendo... ¿Te dijo que tenía un viaje hace poco? —pregunta al levantar la mirada, a lo que Simón asiente—. Entonces debe estar con mamá, ayer habló conmigo y me dijo que no me preocupe. Federico no tendrá tanto trabajo.
—¿Federico?
—Mi hermano, tiene 11 años. Después está Mar de 8 y Lucía de 3 años —comenta al contar con sus dedos, luego ve a Simón con una expresión de sorpresa.
—¡Al menos se hace cargo de lo que hace! —exclama Simón cuando limpia bruscamente sus lágrimas—. Lo obligaré a darles el apellido, también dinero para tu mamá. Todo lo que necesiten.
—Gracias. Pero quiero ganar dinero por mi cuenta, por eso estoy entrenando.
—Yo... quería disculparme —murmura luego de que un corto silencio los envolviera—. Insulté a tu mamá y te ataqué... La verdad es que... siempre quise un hermano —confiesa mientras baja la mirada. Desde que tiene memoria recuerda que jugaba sólo en los grandes pasillos de su casa, trataba a su eco como un amigo que respondía a sus preguntas y hablaba con él.
—Pueden ser insoportables —habla Francisco, siempre tiene que correr detrás de ellos para cuidarlos—. Cuando comienzan a usar sus poderes es más difícil, la más pequeña cuando llora inunda el cuarto si no la detenemos.
—Che, eso hiciste hace unos días —señala el castaño al recordar el día que fueron electrocutados, nada hubiera pasado si las cosas de Julián no se hubieran mojado—. ¿Estabas llorando?
—¡No! —responde inmediatamente, pero se pone nervioso al ver el ceño fruncido de Simón—. No lo sé... Los extraño. Nunca había estado tan lejos de casa.
—Entiendo.
—¿Qué hay de tu mamá? —pregunta Francisco curioso, a lo que Simón niega con la cabeza—. Oh, falleció.
—¿Que? No. A ella... realmente no le importo —dice para luego soltar una risa, sin embargo el rubio cambia a una expresión más seria, no es algo de lo que deba reírse—. Bueno, me voy antes de que me vean.
—Simón.
—Rey me castigará, después hablamos.
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