Capítulo 12
Ángelo fue dado de alta luego de un día entero en la enfermería, debió dormir sobre esa incómoda cama y ahora su espalda le duele. Sin mencionar lo molesto que le resulta el yeso, apenas se pudo vestir con él ya que su mano está inmovilizada y en una mala maniobra volvió a sentir ese horrible dolor.
—Se ve incómodo —dice Delfina estando sentada en la cama continua.
—Si, lo es un poco.
—Debí hacer algo, pude transformarme pero me centré en seguir el plan de Francisco.
—No, no, no. No hacía falta —responde de inmediato, su semblante cambia rápidamente.
—Te doy miedo, no pasa nada, ya estoy acostumbrada —murmura mirando a un lado. Ángelo niega con la cabeza, tan rápido que su brazo duele.
—No, es que... Es algo muy personal, le tengo fobia a las serpientes desde pequeño. No importa el tamaño —se explica mientras tiende la cama con su brazo sano.
—Entiendo, ¿cómo pasó?
—Bueno, no recuerdo muy bien, mis padres me dijeron que estábamos de visita en la granja de mis abuelos. Mi abuela puede hablar con los animales y en la granja tiene cientos de especies que ella rescató. Yo entré por accidente en la jaula de las serpientes, recuerdo que quería ver a los conejos y ya no podía salir porque estaba rodeado, no sabía que hacer y solo me arrojé al suelo mientras... e-esos reptiles me rodeaban, se deslizaban sobre mí, hasta ahora tengo pesadillas. —Él termina su relato con un nudo en la garganta. Luego mira a Delfina y desvía la mirada—. Pero fue hace tiempo y-
—Está bien. —Ella sonríe cuando coloca su mano sobre el hombro del morocho. Inmediatamente él siente su rostro, especialmente sus mejillas, caliente.
—G-Gracias por escucharme, me-me iré a... —Ángelo debe marcharse cuando nota que las camas comienzan a moverse lentamente hacia él, así como los demás objetos de metal son atraídos hacia su cuerpo.
—Mmm, bueno, te acompaño.
—Ahí viene. —Él logra escuchar unos murmullos fuera de la enfermería y se lleva un gran susto cuando Julián salta sobre él para darle un abrazo, un momento después se separa y le da la espalda—. Quería disculparme por electrocutarte pero todo pasó tan rápido que ya tenías el brazo roto, ¿ya te sientes mejor?
—Si, gracias por el aguante —responde Ángelo rodando los ojos.
—¿Cómo pasó? —le pregunta Catalina. El morocho puede ver que los cuatro sólo se llevaron leves golpes y pequeños raspones.
—Fue por la debilidad de mi poder —contesta un poco desanimado.
—Escuchen todos, tenemos trabajo que hacer. Tienen treinta minutos para prepararse. —Romeo se acerca a los jóvenes con una actitud bastante seria. Ángelo sujeta su brazo derecho mientras lo mira a los ojos.
—¿Qué clase de trabajo?
—Cuando estemos en el micro les explicaré mejor.
—Vamos. —Julián le da un leve empujón para que comience a caminar, así podrán seguir al resto—. Debió ser duro, ¿no?
—¿Que?
—Pelear con los de 1-A solo. Nosotros caímos con un sólo ataque.
—Si, éramos un equipo y... Por nuestra culpa tu brazo está roto. —Francisco se une a la conversación ya que los tres se dirigen a la habitación de varones—. Después de todo eres un Vega —agrega el rubio dándole unas palmadas en el hombro.
—¿Los demás no se lo dijeron? —cuestiona sintiendo su estómago revuelto.
—No vimos al resto, al llegar estaban dormidos y cuando despertamos ya se habían ido. Ellos empezaron ayer y tenemos que alcanzarlos —responde Julián sonriendo. Aunque puede notar a su amigo un poco decaído.
—Que suave —murmura Ángelo mientras se sienta en su cama, dejó de escuchar al rizado al momento de entrar a la habitación. El colchón es mucho más cómodo que la cama de la enfermería por lejos. Entonces encuentra su uniforme entre sus pertenencias, limpio y como nuevo. Pero no quiere usarlo nuevamente.
—Dale, debemos irnos —dice Francisco, quien ya se encuentra atando sus zapatos.
Finalmente se coloca el uniforme y maldice al tener que cargar con todo ese metal pesado, sus zapatos y la placa de su espalda son el problema. Cuando ya está listo sale con dificultad de la habitación y encuentra al resto fuera. Catalina y Delfina los estaban esperando.
—Ya estamos todos, busquemos a Romeo —dice el rubio, es el primero en moverse y encabeza el grupo, mientras Ángelo queda rezagado por culpa de su uniforme.
—E-Esperen. —Apenas puede levantar los pesados zapatos y se ve obligado a detenerse para recuperar fuerzas—. Que grupo de mierda —susurra para sí mismo.
Entonces aprieta los labios al ver a Catalina a su lado, el pánico lo invade al pensar que lo escuchó.
—¿Estás bien?
—No.
—Si quieres puedo usar mi poder en tu uniforme. —Ella se acerca manteniendo su mano derecha al frente.
—N-No hace falta, además ayuda a ejercitarme —responde haciéndola reír. Sin embargo Catalina toca la placa de su espalda con un dedo y también sus zapatos. De repente él siente como su cuerpo se aligera, el peso de sus pies y hombros desaparece por completo—. Gracias...
—No hay de qué. Ahora camina, o sino nos harán hacer flexiones de brazos. —Ella le toma del brazo para hacerlo trotar hacia su destino. Una vez dentro del micro, y como lo prometió, Romeo les explica a los jóvenes soldados la actividad que tienen para este día y por el resto de la semana.
—Iremos a una zona de construcción. Como ya deben saber, algunas veces aparecen delincuentes y los policías o nosotros debemos detenerlos. La ciudad sufre el mayor daño y también tenemos la responsabilidad de dejarla como estaba. La infantería 1-B ya está allí y tal vez trabajaremos juntos, sólo les pido no discutir con ellos. ¿Preguntas? —Él da una mirada a los soldados y ve la mano levantada de Julián—. ¿Si?
—¿Los del 1-B son como los del A? Si es así nos llevaremos mal —comenta el muchacho manteniendo una postura relajada pero los brazos cruzados.
—Oh, no. Solo son un poco... —él se interrumpe a sí mismo cuando el micro frena de repente y debe sostenerse de un asiento para no caer—. Ah, ya llegamos, bajen.
Ángelo es uno de los primeros en bajar del vehículo junto a Delfina. Ella parece especialmente inquieta y preocupada ahora.
—Hey, la infantería 1-B no serán problema —le dice para luego sonreír.
—Si, eso creo —murmura ella llevando un mechón de su cabello detrás de la oreja. El resto del grupo forma una fila detrás de Romeo y este los guía hacia la zona de la ciudad que está en reconstrucción, la cual se encuentra delimitada por la cinta policiaca y varios de estos custodian el perímetro para que nadie ajeno ingrese. El mayor le enseña su permiso a los hombres uniformados y los escoltan hacia un operario. Este se encargará de darle la clase a los jóvenes y explicarse lo que sea hace luego de un incidente de esa magnitud.
—¿Ma-má? —Ángelo siente todo su rostro volverse rojo al verla en ese lugar. Peor, ella es la operario.
—Buenos días, me llamo Milagros del Rosario Fernández y son la maestra mayor de obras. —Ella se presenta con bastante entusiasmo y saluda a cada uno con un beso en la mejilla. Su hijo, quien intentaba esconderse detrás de Julián, le sonríe nervioso y también recibe su beso—. Tranquilo, no le diré a tus amigos que soy tu madre —le susurra al oído antes de alejarse.
—Es tu mamá —señala Francisco, su tono de voz fue lo suficientemente alto que los demás lograron escucharlo.
—Señora Fernández, la infantería 1-A fue seleccionada para esta actividad pero hubo un cambio de último minuto —le explica Romeo y se disculpa por no haber avisado mucho antes. La mujer sonríe y se coloca unos lentes grandes, los cuales sirven para proteger sus ojos de la tierra y polvo, son esenciales en su trabajo.
—No hay problema. Comencemos. —Ella los guía por la zona mientras les explica lo básico—. Este lugar fue destrozado por una pelea entre un grupo de delincuentes, quienes tienen poderes elementales de tierra, contra Diego Vega hace dos días —al pronunciar el nombre de su esposo, su voz cambia ligeramente a un tono de regaño y el único en notar esto es Ángelo.
—Esos tipos usaron el concreto de los edificios y asfalto como proyectiles, eso debilitó mucho a las estructuras y debieron evacuar a las personas de una cuadra completa para evitar heridos. Antes de comenzar con la reconstrucción se debe empezar de cero, ya derribé la mayoría de los edificios pero falta uno. Llegaron justo a tiempo para verlo. —Ella se coloca unos guantes sin dedos mientras se aleja del grupo y les pide tomar distancia al lugar seguro. La mujer suspira al estar solo a unos centímetros de distancia del enorme edificio. Luego hace crujir sus nudillos y tronar su cuello. Es hora de que su niño se sienta orgulloso de ella.
—¡Ah! —suelta un grito fúrico al momento de golpear la pared frente a ella con ambas palmas de sus manos. Entonces el concreto comienza a quebrarse como si se tratara de un frágil cristal, las grietas se extienden rápidamente por toda la estructura mientras a mujer se aleja a una distancia segura. Ella toma una postura firme y hace con cortos pero fuertes movimientos con sus manos, estos guían a las grietas más grandes y rompen por completo la base del edificio. De esta manera toda la estructura caer rápidamente de la manera que había previsto.
—Eso fue genial —dice Julián, aunque tuvo un poco de miedo por el estruendoso ruido que escucharon al momento del derrumbe. Milagros sale ilesa de entre todo el polvo y le sonríe al grupo.
—Fue una exitosa demolición —comenta y le da una mirada a Ángelo. Quien tiene la misma expresión de asombro que sus compañeros. Él siempre creyó que su madre colocaba ladrillos y nada más, pero esto le hace creer que realmente nunca le ha prestado atención al trabajo de sus padres.
—¿Tienen alguna pregunta? —Romeo mira a los jóvenes y Francisco alza su mano.
—¿Cómo hizo para que el edificio cayera perfectamente sobre su base?
—Eso se debe al trabajo de los arquitectos. Ellos deben hacer los cálculos para que todo se haga con cuidado y nadie resulte herido. Trabajan tanto en la demolición como en los planos de los nuevos edificios —le explica mientras mira al muchacho rubio y este comienza a anotarlo todo en una libreta de apuntes que trajo consigo—. Ah, miren. Están allá. —Ella saluda a otro grupo y Romeo les explica a sus alumnos que ellos son la infantería 1-B, jóvenes sin poderes pero con una gran inteligencia.
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