Capítulo 11
En la enfermería el silencio reina debido a que la mayoría de los pacientes aún se encuentran inconscientes y los mayores los dejaron descansar. Lo que deja a Ángelo frente a los del 1-A. Ambos chicos comentan cosas sobre la pelea mientras lanzan miradas hacia el morocho, quien ahora tiene un yeso inmovilizando su brazo. Los médicos le explicaron que su poder depende de su fuerza física, lo que significa que no puede levantar o mover algo que supere su fuerza. Era imposible que detuviera un ataque tan fuerte y su cuerpo cedió.
En ese momento una doctora entra a la habitación y revisa a sus compañeros que continúan dormidos. Él la ve colocando sus manos sobre los ojos de Catalina y una estela circular aparece sobre la muchacha.
—¿Qué hace? —le pregunta el morocho.
—La mente también ayuda a curar el cuerpo, puedo ver qué sueñan y modificarlo para que mis pacientes tengan una mejor recuperación. ¿Ves? —Ángelo se acerca un poco para ver la niebla que flota sobre la pelirroja. Esta muestra a Catalina recostada sobre un gigantesco gato color gris junto a una señora mayor. Ambas se ven felices y mirando las nubes y estrellas del cielo. Hasta que una nube negra con la forma de una persona oscurece todo.
—Alto ahí. —La enfermera hace desaparecer la nube oscura y la tranquilidad regresa al sueño. Dejando a Catalina con una sonrisa en su rostro. Hace esto con los demás, hasta llegar a Delfina. En el sueño de la castaña solo se encontraba ella en un interminable campo rodeada de vegetación.
—Que paz —balbucea estando aún dormida. La doctora sonríe. Pero ve algo moverse entre los pastizales, un monstruo que Delfina también alcanza a ver. Ella comienza a correr mientras le grita que la deje en paz.
La mujer intenta desaparecer al monstruo para que la muchacha pueda descansar, sin embargo este continúa presente en el sueño.
—¿Quién eres tú?
—Es imposible —murmura al notar que esa cosa está dirigiéndose a ella. Entonces ve unas fauces abrirse frente a su rostro, retrocede asustada, por lo que la niebla termina desapareciendo y Delfina despierta de repente.
—¿Dónde estoy? —pregunta teniendo al respiración agitada. La mujer la tranquiliza mientras frota sus brazos, entonces le explica porqué acabó allí. Luego nota un poco inquieta a la castaña.
—¿Te duele algo?
—No, es que... Necesito hablar con el señor Vega. ¿Puedo retirarme ya? —responde mientras juega con sus manos. La doctora revisa una vez más sus signos vitales y la deja ir porque todo está en orden.
Por otro lado, Ángelo oyó escuchar que hablaban de su padre, pero no pudo preguntarle a Delfina sobre eso. Tan pronto como tuvo la autorización ella dejó la habitación.
Mientras tanto, Torres llega con su infantería y les comunica que los demás ya están descansando en la enfermería. Pero ahora ellos tienen un importante trabajo que hacer.
—Perdimos, eso significa que debemos realizar servicio comunitario durante una semana —les explica, haciendo que la mayoría muestre su molestia. En especial Simón, quien ha demostrado ser el más agresivo de los soldados y culpa a los demás de no haberlo elegido para la pelea—. Como la infantería 1-C siempre cumple con su palabra, aceptaremos la derrota y el trabajo. —El hombre mueve sus ojos hacia su par y recibe una lista de actividades, las cuales deben realizar fuera de las instalaciones del ejército. Mientras tanto la infantería 1-A hará ejercicios más emocionantes, como mejorar sus poderes por ejemplo.
Con los dos grupos formados por los soldados del 1-C, Torres procede a encargarles una misión para cada uno con un adulto supervisor.
—Veamos... El primer grupo dará una mano en la planta de reciclaje —murmura mientras revisa su celular y, al apartar la vista del aparato ve a Valentina frente a él—. ¿Que?
—Si iré pero espero que no hagas lo que siempre haces —le dice cruzándose de brazos.
—Está bien. —Luego le asigna una tarea al grupo que peleó ya que en poco tiempo estarán como nuevos. Aún así les dará la actividad más sencilla.
—Ayudar en la planta de reciclaje. —Brayan hace una mueca, aunque cree que será muy fácil.
—Luego debemos pintar plazas y así por el resto de la semana —agrega Isabella, no está conforme con las tareas pero supone que pudo ser peor. Torres mira a lo que queda de su infantería y agrega.
—Un adulto acompañará a este grupo y al otro, en marcha. —Él les ordena prepararse, retocar sus uniformes e ir al baño antes de partir. Mientras tanto llama a Romeo para darle la noticia y asignarle su tarea con el grupo que luchó. El muchacho tarda unos momentos en responder y, cuando al fin lo hace, su voz se escucha diferente, quebrada–. Solo llamaba para darte tu próxima tarea.
—Ah, creí que...
—Tranquilo, todavía tienes tiempo para acompañarlo.
—¡Si! Gracias.
El hombre aprieta el puente de su nariz al oír una maldición en la otra línea.
—¿Estás bien? —pregunta, sabe que algo no anda bien y puede escucharlo en la voz de Romeo.
—Él me golpeó, dice que deje de hablar con mi novia. Tuve que salir de la habitación. —Suelta una risa que se oye un poco distorsionada—. Él no puede reír porque... ya sabes. Vi q-que las vendas de su torso se mancharon con sangre.
—No puedes hacer nada, es su decisión. —Torres suspira. Era lo que temía, pero mantener ocupado a Romeo es la mejor estrategia por ahora para que no piense en eso—. Sólo no llegues tarde y saluda a Antonio de mi parte.
—Si señor. Lo haré. —La llamada finaliza y el hombre queda con un sentimiento de impotencia. Sabe muy bien que no puede interferir con el trabajo de los demás soldados, pero si fuera el caso contrario haría todo lo posible para sacarlo de ese hospital.
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