Capítulo 1

La villa 3-23, conocida por ser una de las peligrosas o al menos eso dicen los rumores. En realidad los que viven allí son personas tranquilas, puede ver algunos roces entre los vecinos pero nada llega a ser grave. Hay plazas bien cuidadas y las escuelas tienen un buen nivel.

—Otra vez —dice un morocho, rodando los ojos. Al llegar a su escuela la ve llena de personas y los bomberos apagan el sorprendente incendio que se desató unos minutos atrás. Escucha de la muchedumbre que el accidente fue provocado por una chica y su poder.

Hay veces que un estudiante es incapaz de controlar su poder y termina así. Siempre que sucede, los policías infraccionan al responsable y terminan por prohibirle el uso de su habilidad por un corto tiempo. A pesar de todo, los daños son reparados de inmediato y las clases se reanudan como si nada hubiera pasado.

—Buenos días, hoy continuaremos viendo los elementos de la tabla periódica —dice la mujer de unos 45 años mientras mira a la clase con una sonrisa amable—. Los metales. ¿Qué es un metal? Ángelo Vega, dame una definición rápida —le pregunta a uno de sus alumnos luego de detenerse en un nombre al azar de la lista.

—Diga usted, para eso venimos a la escuela —responde éste teniendo un cuadernillo y birome, listo para apuntar la información. Los demás toman esto como una broma hacia la profesora y comienzan a reír.

—Basta Vega. —La mujer cambia su expresión amable por una firme y comienza con la larga explicación mientras que los alumnos escuchan un poco desinteresados, excepto Ángelo.

En el recreo él se sienta bajo la sombra de un lapacho para comer algo. Un sandwich de paleta y queso es lo mejor para calmar el incesante ruido de sus tripas. Pero comienza a escuchar unos bajos sollozos que acaban con su tranquilidad. Al otro lado del árbol se encuentra una muchacha que hace lo posible por callar.

—¿Qué te pasa? —pregunta él suspirando, esperaba poder comer en paz.

—¿Eh? ¿Eres invisible?

Eso hace que Ángelo casi escupa todo lo que tenía en su boca al reír. Pero hace un esfuerzo y le sigue el juego.

—Si, eso. —No hace falta decir que el morocho está haciendo todo lo humanamente posible para no reír.

—¿Por qué usas tus poderes en la escuela? Está prohibido —cuestiona.

—¿Por qué estabas llorando?

—Yo... c-casi quemo toda la escuela —confiesa mirando sus manos. Las mangas del uniforme se encuentran negras, quemadas en partes.

—Es el sueño de todos —bromea soltando una risa. Aunque eso no le hizo gracia a la muchacha, así que aclara su garganta, dejando las bromas de lado—. No es tu culpa, supongo que no liberas tu poder seguido.

—¿Liberar? Es fuego, todos se espantan porque saben que algo se quemará.

—Es lógico, el agua moja y fuego quema. Si yo lo tuviera, haría un asado. —Eso sí la hace reír, haciendo que Ángelo se sienta bien consigo mismo, es la primera vez que se propone levantar el ánimo de alguien más.

—Es bueno hablar con alguien y tienes razón, conseguiré un tutor que me enseñe a usar mi poder. Gracias chico invisible. —Ella saluda la aire para luego correr hacia la escuela.

—Chico invisible —murmura él mientras niega con la cabeza. En ese momento recibe una notificación en su celular, dicho mensaje trata sobre una noticia que se está transmitiendo en vivo.

Ángelo toca la pantalla y mira las imágenes, el vídeo muestra a su padre salvando a un grupo de personas que quedaron atrapada en un choque múltiple. Pero inmediatamente cierra la aplicación y vuelve a comer.

Cuando las clases terminan guarda todas sus cosas y camina de regreso a casa, siendo recibido por su madre luego de golpear la puerta.

—¿Cómo te fue? —Su madre le dá dos besos en cada mejilla y él responde de la misma manera a ese gesto.

—Bien, como siempre —murmura mirando disimuladamente alrededor. Ella le sonríe mientras lo ayuda a quitarse la pesada mochila de sus hombros.

—Vamos a comer, seguro tienes mucha hambre —dice para luego guiarlo a la cocina.

Ángelo asiente y toma su lugar favorito en la mesa, desde allí, y con un sutil movimiento de mano, hace que los cubiertos se muevan del cajón a la mesa mientras su madre coloca los platos. Sólo pone dos sobre la mesa, dejando un par de cubiertos sobrantes.

—Hoy volverá tarde —comenta ella para luego da el primer bocado, él guarda silencio y se concentra en cortar su porción de carne.

Pasada las nueve, el morocho se encuentra en su habitación, leyendo los apunte que habla sobre su habilidad o del metal.

—Otras propiedades: Maleabilidad, capacidad de los metales de hacerse láminas al ser sometidos a esfuerzo de compresión. —Levanta la mano derecha para atraer un moneda de un peso que se encontraba en la mesa de luz. Él intenta someterla a dicha fuerza, pero no consigue resultados. Entonces, un poco decepcionado lee el siguiente párrafo pero es interrumpido por unos suaves golpes en la puerta.

—¿Qué? —pregunta y abre la puerta con un movimiento de su mano sin siguiera levantarse de la cama. Del otro lado está su padre y él entra al cuarto en silencio, captando la completa atención del muchacho.

—¿Día duro? —Ángelo cierra su cuadernillo de apuntes y mira a un lado.

—¿Qué te dijo mamá ahora? —se queja—. Estoy bien, ¿okey? Creo que sólo es la adolescencia.

—Creo que ya tuvimos esa charla —dice el hombre, él toma asiento en el borde de la cama y mira a su hijo—. No trates de cambiar el tema, ¿qué pasa? Quiero la verdad.

—No me siento cómodo con mi poder —responde luego de hacer una breve pausa—. Puedo hacer cosas grandes, ¿verdad?

—Mmm... Eso era. Tienes que cumplir servicio en el ejército o en alguna fuerza. Ellos te ayudarán a usar tu habilidad. Pero odias que te digan que hacer, ¿no?

—Cambié de opinión –contesta el morocho rápidamente.

—¿Que?

—Puedo ser un soldado como tú, usar mis poderes y todos contentos —propone sonriendo. Cosa que llena de orgullo a su padre, pero él está consciente de lo que significa estar en el ejército.

—Bueno. Pero tu mamá se va a atacar.


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