Capítulo 18
Seokjin caminaba por los pasillos de su instituto cuando escuchó algunos rumores entre los chicos. Todos lo miraban raro, como si fuese un bicho. Seguía siendo un niño de doce años. Solo había pasado un mes desde que su madre abandonó ese mundo, pero ni siquiera había tenido la oportunidad de llorar. Se refugió en sus estudios, velando también por los de su hermano.
No le importaba él, era un sacrificio, un pecado que no debió nacer, pero su hermano era diferente. Por eso, cuando escuchó lo que los chicos decía, corrió sin importar el qué duran hasta dos pisos más abajo, ahí se encontraban los grados menores en aquel colegio privado, ahí estaba su hermano.
— Mis padres ya no quieren que esté cerca de él. — Murmuraba un chico casi del grado de Seokjin mientras se reía de un tímido y arrinconado Jungkook que lloraba en una esquina, mirando por la ventana. — La madre de ellos se ahorcó, es una familia de locos. Salió en todas las noticias.
Los ojos de Jin se ensancharon cuando vio el modo en que su hermano se tapó los oídos. A Jungkook le dolía y afectaba todo lo que esos niños decían, ellos no estaban locos, su familia estaba bien, eran felices, su madre no se había ahorcado, todo fue un accidente que se la llevó al cielo, solo eso.
— Oye... Detente... — Intervino un compañero de clases de Jungkook.
— ¿Por qué? No es mentira que la señora Jeon, madre de Seokjin y Jungkook se ahorcó. Seguramente sus hijos harán lo mismo. Mi mamá me dijo que los niños siguen el ejemplo de los padres. Jungkook pronto se ahorcará como su madre y...
Las palabras de aquel niño se interrumpieron cuando el puño de Jin colisionó contra su rostro. Le pegó con todas sus fuerzas porque absolutamente nadie tenía el derecho de hacer llorar a Jungkook, él era su escudo, no le importaba que todo chocase contra él siempre y cuando nada llegara a su hermano.
— Estoy decepcionado, Seokjin. — Espetó serio el señor Jeon cuando los dejaron solos en la oficina del director. — No vuelvas a decepcionarme. — Musitó con las manos sostenidas a su espalda mientras miraba con los ojos perdidos por el cristal.
Él no quería que Seokjin fuera por el camino de la violencia, lo conocía, más de una vez acudió a ellos, pero no quería que sus hijos hicieron lo mismo. Solo él podía ensuciarse las manos, él construía un imperio que sus hijos solo tendrían que mantener correctamente y disfrutar. El trabajo fuerte, solo le correspondía a él como padre.
Mientras él batallaba con sus pensamientos, todo lo que Seokjin podía ver era a su padre dándole la espalda. Le explicó los motivos, estaban maltratando a Jungkook verbalmente, le estaban haciendo daño, no podía quedarse sin hacer nada cuando los profesores escucharon todo y no intervinieron. Una vez más su padre estaba preocupado solo por él, pero ese momento, permanecería por años grabado vívidamente en su memoria. No podían contar con nadie, solo se tenían ellos dos, Jungkook y él.
Sin embargo, con doce años, Seokjin también entendía que su padre era un león astuto que inteligentemente lo cuidaba. De una forma diferente las palabras de su madre continuaban cobrando fuerza, él era el sostén de la familia. Él podía ser la debilidad de Jungkook y su padre. Porque él era un castillo que sus padres estaban construyendo, él era el puente entre el lado más puro en el que se encontraba Jungkook y el lado de la oscuridad, donde sus progenitores ya habían puesto sus pies. Él era la estabilidad, por eso no podía quebrarse, ¿qué sucedería si se derribara?
Tenía que ser más inteligente, si quería defenderlos, no podía ser débil como ese día. No podía dejarse agarrar porque si eso sucedía, los malos seguirían libres y su familia estaría a la deriva, sin él y su protección.
Esa fue la primera, pero no la última vez que se cegó defendiendo a Jungkook, a su familia, solo que cada vez, sus formas mejoraban. Pronto se dio cuenta de que no solo violentamente se podía dañar o destruir a una persona. Cuando algún compañero molestaba a Jungkook, cuando su hermano le daba las quejas, él lo vigilaba, le regalaba merienda a chicos para que lo hicieran por él y siempre encontraba la forma de devolverles el golpe.
Expulsiones, grados suspendidos, familias que se encargaban de escarmentarlos como él no lo hacía. Así se manejaba, sin ensuciarse las manos, él era el puente entre la luz y la oscuridad, quien le guiaba el camino a la señora Karma. Si esta se perdía, entonces él pasaba a mostrárselo personalmente.
— ¡Hyung! — Gritaba Jungkook por toda la casa. — ¡Hyung! — Cuando divisó a Seokjin, corrió a toda velocidad y se lanzó contra un hermano que lo cargó, sosteniéndose con fuerza de la pared para que no se cayeran, mientras le daba un pico como saludo. — ¡Lo hicimos! — Exclamaba victorioso enseñándole la boleta con sus notas. — No solo aprobé, alcancé uno de los mejores puestos. Quedé segundo, pero...
— ¡Eso es estupendo! — Lo abrazó entre risas, haciéndole cosquillas para que se bajara. — No estás obligado a ser el primer lugar. Si diste todo de ti, esforzándote sin rebasar tu límite, entonces no importa la nota que saques. Si es mala, juntos la mejoraremos y si es buena, juntos la celebraremos, como hoy. — Lo abrazó mientras su hermano saltaba en su sitio y la nana llegaba con la mochila que Jungkook dejó tirada en la cocina mientras buscaba a su hermano. — ¿Por qué dejaste la mochila tirada? Nana no tiene que andar recogiendo tus desastres.
— Lo siento. — Se disculpó yendo a tomar la mochila de la mano de la mujer que negaba con una sonrisa igual a la de Jin. — ¿Celebraremos?
— Solo después de que te bañes y bajes.
— Primero le mostraré a papá. — Respondió corriendo hacia el estudio. — ¿Ya llegó?
— No está ahí, todavía está en el trabajo. — Aclaró Seokjin. — Seguramente llegará tarde, dame la boleta y yo se la mostraré cuando venga.
Jungkook asintió y desapareció por las escaleras, dejando a un Seokjin orgulloso que admiraba sus notas. Lo había hecho bien, incluso inglés y literatura en donde había estado saliendo mal, Jungkook tuvo buena nota. Las noches de desvelo para hacer sus tareas después de pasarse horas ayudando a su hermano, habían valido la pena.
Tenía dieciséis años ya, él seguía siendo un hermano, madre e incluso padre para Jungkook. Estaba ahí en sus momentos buenos, también en los malos, siempre sería así.
Los meses fueron pasando, Jungkook y él seguían creciendo. Cuando el menor le dijo que le gustaba una niña de su aula, él lo ayudó a escribir una carta, así como a encontrar un regalo para ella. Compartía su emoción, a pesar de que el pelinegro no quería que lo acompañara, él se escabulló para mirar a lo lejos cómo su hermanito se confesaba por primera vez.
Esa fue su primera decepción amorosa y rechazo, del mismo modo que días atrás para ayudarlo, Jin estuvo para limpiar sus lágrimas y darle ánimo. Jamás le dijo que no podía llorar, sí, le dijo que debía ser fuerte, pero solo por él, porque siempre habría personas que lo fueran a querer y quienes no lo harían. No obstante, le recordaba que él era genial y perfecto aun con sus imperfecciones.
A días de que Jungkook cumpliera trece años, Seokjin todavía con diecisiete, mientras miraba a su hermano jugando con unos amigos en su habitación, el mayor se percató por primera vez del rato que llevaba mirándolo. Esa vez, notó que algo diferente sucedía dentro de su pecho mientras lo observaba y esto, lo asustó.
— ¿Todo bien? — Preguntaba Yoongi, su compañero de escuela, ese chico que a pesar de ser mayor se parecía tanto a su hermano. — La próxima vez les llevaré yo algo de comer. Ya terminé el ejercicio siete.
Mientras lo miraba escribiendo con su negro cabello cayendo sobre su frente, Jin intentaba recordar qué fue aquello que le hizo hacerse amigo de Yoongi después de besarlo en el salón de clases de ese modo. Lo que le llamó la atención.
Fueron cosas sencillas, pero que, si lo pensaba con detenimiento, estaban ligados a su hermano. Le recordaba mucho a Jungkook, su seriedad, su timidez, el cabello, su aspecto físico, su rebeldía cuando era necesaria y el nunca quedarse callado aunque tuviera miedo.
— ¿Jin? — Tirando de su cuello, el nombrado se acercó a Yoongi para besarlo. Al separarse, se encontró con unas ruborizadas mejillas y orejas. — ¿Qué fue eso?
— ¿Podemos vernos mañana? Me duele un poco la cabeza, voy a despedir a los compañeros de mi hermano y descansar temprano. — Min asintió, recogiendo todos sus materiales de escuela.
Esa noche, Seokjin no pudo dormir, se negaba a aceptar que ese cariño de hermano que sentía por Jungkook se había transformado en algo más. Que la forma en la que ahora se quedaba embelesado por su sonrisa llevaba otro trasfondo.
No quería pensar en que era por ese motivo en el que ahora se sentía un poco incómodo cuando su hermano lo saludaba. Desde niños los bañaron juntos, se saludaban con un pico inocente como el que le daban a su madre o esta a su abuelo. Nunca hubo nada raro, miles de familiares o amigos se saludaban así con pura inocencia sin nada de fondo y él estaba enmasillando ese acto tan simple.
No es que quisiera besar a su hermano, todo lo contrario, le incomodaba cuando se acercaba de más y se volvía pegajoso, no quería que lo saludara de ese modo y siempre le rehuía. Nunca sintió por su hermano una atracción como la experimentada con Yoongi y hacia otros chicos. Jamás fue así, así que no podía ser un gusto. Ese extraño cambio que sintió por un momento mientras lo miraba, nada tenía que ver con eso. Se convenció de ello y, solo después de esto, logró dormir.
A la mañana siguiente, cuando se sentaron a desayunar, miró a Jungkook con fijación y sonrió más tranquilo cuando confirmó que en pecho todo seguía igual. Eran hermanos, lo amaba como tal.
Sin embargo, mientras los años fueron pasando, él fue colapsando. Se detestaba cuando veía a su hermano y sentía cosas incorrectas. Esos sentimientos con el paso del tiempo solo se desarrollaban más, no desaparecían como él quería.
Sus noches se volvieron de insomnio, se volvió agresivo, metiéndose en peleas únicamente para dejarse golpear, para que lo castigaran de ese modo. Quiso morir de muchas formas, intentó morir de hambre, aunque su padre lo obligaba a comer, corría siempre al baño para vomitarlo todo, ni siquiera necesitaba meterse el dedo en la garganta para obligarse a vomitar, el asco que sentía por su persona lo mantenía asqueado, solo necesitaba ver un retrete o lavamanos para vomitar hasta las bilis.
Todo esto le generó una bulimia nerviosa severa que logró esconder muy bien durante más tiempo del pensado. Fue solo después de aquel desagradable acto cuando Jungkook tenía quince años, él a un mes de cumplir los veinte, que realmente todo se le fue de las manos.
Fue aquel fatídico día en que saliendo de la universidad pasó a recoger a su hermano al instituto. Jungkook le pidió que se quedara para que viera su juego de fútbol y así lo hizo. Cuando ganaron, como era costumbre, todos los chicos se quitaron sus camisetas para celebrar, en ese momento, por primera vez, vio el cuerpo de su hermano no solo de manera superficial. Esa fue la primera vez que realmente sintió que lo estaba mirando como un hombre y esto provocó que bajara de las gradas corriendo para vomitar cerca de un árbol.
— ¡Hyung! — Exclamó el pelinegro que llegaba corriendo y sudado a su lado, entregándole una botella de agua. — Vi como te levantaste. ¿Sigues mal? Creo que deberíamos llamar al doctor esta tarde, no creo que sea solo una mala digestión.
— Eso fue que almorcé corriendo para venir a ver tu juego. — Sonrió tomando la botella para hacer un buche, limpiándose la boca, luego bebió. — Felicidades por el partido. Mi hermanito es todo un deportista.
— El mejor.
— Que humilde...
— ¿De quién aprendí tanta humildad? — Enarcó una ceja antes de ponerse la camiseta.
— Del mejor. — Contestaba Jin señalándose. — ¿Dónde está tu mochila?
— La dejé en el camerino deportivo, ya lo busco.
— Dale, te estaré esperando en el estacionamiento que está detrás de la cancha, no te tardes. — El menor le levantó los pulgares mientras echaba a correr nuevamente en dirección a sus compañeros.
La sonrisa que adornaba el rostro de Jin pereció casi al instante, caminando con la mano en los bolsillos hacia el auto mientras pensaba en la posibilidad de asistir a un psicólogo. En Corea del Sur, estaba a semanas de convertirse en adulto, cuando cumpliera sus veinte años podría tomar esa decisión por su cuenta. Si convencía a su padre para ir ahora, lo más probable era que le dieran los detalles de las consultas.
Por otro lado, desconfiaba un poco, aunque supuestamente debería de haber confidencialidad, nada le aseguraba que el psicólogo que escogiera no fuera a revelar que, el hijo mayor de una de las familias más influyentes del país y Asia estuviera teniendo sentimientos inapropiados por su hermano. Solo con ir a ver a un psicólogo, algo que a era todavía muy mal visto en Corea del Sur ya era riesgoso, si revelaban eso, su vida estaría acabada.
Se sorprendió cuando su hermano subió al vehículo. Había estado tan perdido en sus pensamientos con sus ojos cerrados mientras descansaba en su asiento que no lo vio venir. Como era costumbre, el menor le contó de su día, comieron junto a Yoongi y luego fueron a la casa.
Fue entrando la noche cuando Jin bajó a su auto para buscar sus pertenencias, encontrándose que como siempre, Jungkook había dejado su mochila regada en el asiento trasero. La tomó para llevársela a su habitación, pero cuando abrió la puerta, todo estaba en absoluto silencio. Avanzó creyendo que el menor estaba dormido, pero quedó petrificado ante la escena.
Con sus audífonos puestos, su hermano veía un video pornográfico gay mientras se masturbaba. Fueron breves los segundos que lo vio, salió rápidamente para darle privacidad, llevándose la mochila para que este no notara que había estado allí. Avanzó velozmente hacia su propia habitación, tiró lo que llevaba en la mano a un lado y caminó hasta la ducha, sentándose en el piso mientras el agua fría impactaba en su cabeza.
Fue una lucha contra sus impulsos que perdió cuando llevó la mano a su erección para moverla hasta liberarse hasta que desapareciera. Todo era confuso y doloroso, por un lado quería llorar o desaparecer, por la otra, se tocaba bajo una ducha fría que poco ayudó.
Justo en ese baño, mientras estaba sentado en el suelo de la ducha, Seokjin se vomitó encima cuando terminó. De ahí en adelante, este problema se convirtió en un ingrediente permanente en su vida hasta varios meses después de haber cumplido los veinte.
— ¿Por qué, hyung? — Preguntaba Jungkook con sus ojos llenos de lágrimas mientras sostenía la mano de su hermano.
— Por favor, Jungkookie, no llores. Acabas de cumplir dieciséis años, no eres un niño. — Intentaba reírse mientras limpiaba sus mejillas. — Solo estaré afuera un año, en ese tiempo podré venir a visitar o tú irme a visitar. Podremos usar la webcam para vernos y hablar todos los días.
Le estaba mintiendo a su hermano, odiaba las mentiras, pero no podía decirle a nadie que no estaría estudiando ese año, sino que, por decisión propia, se internaría para buscar un poco de tranquilidad y orden en su vida. Era un centro de tratamiento que le ofrecerían apoyo a largo plazo, consejería e interrupción de los síntomas que su bulimia había desatado.
Quizás, de este modo, junto a profesionales que nada tenían que ver con su familia y país, él podría abrirse un poco. Curar su dañada mente, porque solo una mente en mal estado podía sentir las cosas que él sentía por su hermano menor.
— Pero lo que vas a hacer en el extranjero lo puedes hacer aquí, hyung. ¿Por qué me dejas? ¿Por qué me abandonas como lo hizo mamá? — Preguntó Jungkook molesto, alejando la mano que le limpiaba las lágrimas para irse al interior de la casa.
Nunca perdonaría a Seokjin, justo cuando ya estaba listo para irse al aeropuerto fue que le dijo sus planes. Jungkook había llegado del instituto cuando se encontró con la maleta y a su hermano esperándolo. Así, sin aviso previo salía de su vida. ¡No se lo perdonaría nunca!
— ¡Vete! ¿No quieres irte? ¡Vete de una vez! — Gritaba sin abrirle la puerta al mayor que la tocaba.
— Jungkookie, por favor, no hagas esto. — Le estaba haciendo las cosas más difíciles. Lo menos que deseaba era alejarse de él, pero su presencia podría dañarlo. Necesitaba curarse para poder ser el hermano que necesitara, uno que lo amara solo como eso, como un hermano, no también como hombre. — ¿Realmente no deseas darle a tu hermano un último abrazo? No podrás hacerlo durante mucho tiempo. — Esperó varios minutos, pero la puerta no se abrió. — De acuerdo, me voy, pero quiero que sepas que te quiero mucho. Nunca te abandonaría, eres mi mayor tesoro y te amo, eres mi hermanito. Yo siempre velaré por ti, porque seas feliz, no hay una cosa que yo haga que no sea en busca de tu felicidad. Por favor, no lo dudes nunca.
Jungkook lloraba sentado atrás de la puerta en donde su hermano apoyaba su cabeza. Ambos escuchaban sus sollozos cuando se hizo el silencio, estaban cerca, pero pronto estarían muy lejos. Cuando el menor finalmente escuchó los pasos del contrario alejarse, su corazón latió acelerado, sus ojos se ensancharon mientras continuaba llorando. Fue entonces que se levantó y corrió hacia él, abrazándolo por la espalda antes de que entrara a aquel vehículo negro.
Sonriente, Jin se volteó para abrazarlo, sorprendiéndose de la fuerza que tenía su hermanito cuando lo rodeó con sus brazos. Acarició y besó su cabeza, ambos sonrieron cuando finalmente el llanto del pelinegro se calmó.
— Estaré lejos, pero siempre al pendiente de ti. En cada oportunidad te llamaré a ti y a tus profesores, así que quiero escuchar que mi hermanito sigue siendo el mejor. ¿De acuerdo? — Jungkook asintió. — Condones con tus amiguitos y...
— ¡Hyung! — Se apresuró a taparle la boca mientras el mayor se carcajeaba como pocas veces. — M-Me cuidaré.
— Bien... Ven aquí, dame un último abrazo. — El menor se inclinó para rozar sus labios con la inocencia de siempre y luego abrazarlo. — Ya estás muy grande para andar dándole picos a tu hermano, ya deja de hacer eso. — Le recriminó manteniendo su tono tranquilo.
— No me importa. — Refunfuñó contra su pecho. — Vuelve pronto, hyung.
— Lo haré.
— Te voy a extrañar mucho.
— Yo también a ti, mocoso, mucho. — Lo abrazó con mayor fuerza.
— Te amo, siempre serás el mejor hyung.
Esas palabras taladraron en Seokjin, no debía, pero odió escucharlas con la misma intensidad con que le gustó. No obstante, guardó la compostura hasta que finalmente le dijo adiós y el auto en el que iba se alejó de aquella mansión. Solo entonces, en silencio y como pocas veces, se permitió llorar. No frenó sus lágrimas, no las limpió rápidamente o pretendió que no estaba sucediendo, solo se dejó llevar.
Sí, logró curar su trastorno alimenticio, logró fortalecerse más mentalmente, pero los sentimientos por su hermano no desaparecieron. Mantenerse lejos ayudaba, no verlo, no estar respirando el mismo aire de Corea del Sur con él, lo ayudaba. Cinco años después, cuando retomó su relación con Yoongi, se encontró con una nueva vía de escape que alejaba a veces a su hermano de su mente.
Cuando no lo lograba, saciaba la parte más oscura de sus sentimientos y deseos con Yoongi, el único que verdaderamente conocía todos sus sentimientos, incluyendo los que albergaba por su hermano. Al principio entró en una especie de shock, fue raro, pero accedió a los juegos que funcionaban como una terapia para el mayor, eso lo ayudaba a seguir adelante.
A pesar de sus sentimientos, nunca interfirió en la vida sentimental de su hermano. Al contrario, aunque le doliera, aunque a veces se pusiera celoso o molestara, saberlo con alguien más lo ayudaba a aferrarse a la realidad. Además, mientras Jungkook fuera feliz, nada más le importaba. Sin embargo, el respeto a su privacidad se quebraba cuando alguien amenazaba la estabilidad física o mental del menor de los Jeon.
Esa fue la razón por la cual intervino en su relación con Jaehyun años atrás, estos dos tuvieron una discusión muy fea que caló hondo en Jungkook. Cegado por la rabia del momento, Jaehyun terminó tocando el delicado tema de su madre, al mismo tiempo que mencionó la vida de su padre y esto seguía mortificando a Jungkook.
Aunque se disculpó y ellos retomaron su trato, él no quería junto a su hermano alguien que utilizaba sus debilidades para hacerle daño así fuera verbal. Por eso hizo que sus padres lo sacaran del país. Cada vez que algún interesado o alguien le hacía daño a su hermano, él movía sus hilos, de lo contrario, no se inmiscuía en su vida y trataba de mantenerse al margen.
Claro que no le agradó volver a verlos juntos a Jaehyun y a su hermano, pero este no solo era más maduro en la actualidad, sino que seguía enamorado de Jungkook. Si debía escoger entre Taehyung que lo desestabilizaría mentalmente con sus acciones sin recato y Jaehyun, definitivamente ganaba este último. No le correspondía a él tomar la decisión, lo sabía, pero no podía evitar querer siempre velar por el bienestar de Jungkook aunque a veces rebasara un poco sus límites como hermano.
Mirando a su alrededor, Seokjin suspiró mientras frotaba su rostro. Se levantó y corrió hacia la salida, agarrando a Yoongi justo antes de que saliera luego de que él lo echara de la habitación.
— Lo siento. ¡Dios, Min, lo siento! Después de que viniste hasta aquí, después de tanto yo volví a tratarte del modo en que sé odias. No fue mi intensión es solo que...
— Yo sé lo que te pasa, te comprendo, pero ya no quiero seguir en esto, Jin. — Musitó volteándose para verlo. — Hemos estado separados por un tiempo, aunque te extrañé, aunque te veía y moría por besarte, vuelvo a confirmar que no quiero esto.
— ¿Qué?
— No te voy a negar que disfruto nuestros encuentros, nuestros juegos, sin embargo, no soy solo un jodido juguete y cuando todo eso se acaba, aunque nos hayamos desgarrado las pieles, me gustan los cuidados, los besos, los abrazos. No quiero que me eches de la cama como un jodido perro o que huyas como si te estuvieran cayendo atrás. Ni siquiera me importaba que estuvieras casado porque me consta que no la amas, que sus encuentros sexuales son por obligación, pero al menos el momento en que compartimos juntos, quiero que nos sintamos bien. He podido vivir años a tu lado haciéndote el amor como si fuera Jungkook, sabiendo los sentimientos que tienes por él. Lo he soportado todo porque yo sí me enamoré de ti con todos tus defectos incluidos. Pero ya no quiero más esto Jin. Lo siento, pero... No quiero, no puedo más.
Salió de aquella habitación sin darle la oportunidad de decirle algo más aunque Jin no sabía cómo responder a eso. Mirando hacia la puerta dos lágrimas rebeldes que fueron limpiadas súbitamente cayeron. No tenía la más remota idea de qué hacer. Mirando la hora, corrió a vestirse porque necesitaba volver a la mansión, un cambio de planes.
Era de madrugada aun cuando subió corriendo las escaleras y entró a la habitación de su padre sin tocar. Ignoró que hubiesen estado dormidos, la desnudez de Taehyung, nada de eso le interesaba, solo quería hablar con su padre y este, al verlo, no se quejó o dijo nada, solo lo siguió hasta su propio estudio.
— Mi madre... — El mayor rodó los ojos en cuanto escuchó esto porque llevaban más de veinte años teniendo las mismas discusiones. Desde que su difunta esposa falleció cuando Jin tenía doce años hasta ahora que tenía treinta y cinco.
— No, Seokjin. No vamos a hacer esto a esta hora, si deseas reclamarme espera a una hora más decente. — Se volteó de nuevo hacia la puerta aún medio adormilado.
— No te haré reclamaciones, solo quiero hacerte una pregunta. — Su padre se detuvo en la puerta y luego se volteó para mirarlo. Lo estudió con la mirada, pero al final asintió, dirigiéndose al sofá y no hacia su escritorio. — Cuando anunciaste mi compromiso con Chungha, cuando hablamos en esta habitación, me dijiste que no engañaste a mi mamá.
— Lo dije porque yo no lo hice.
— Papá, yo vi los hombres que llevaste a la casa, yo te vi golpearla. La abandonaste llevándola a la depresión, hasta que ella... — Calló cerrando sus ojos.
— Yo nunca compartí detalles de mi vida matrimonial con ustedes porque son mis hijos y eran menores de edad. No obstante, te reitero lo que te dije aquella noche, nunca traicioné a tu madre. Mi relación con ella, fue exactamente como la tuya con tu esposa. — Jin apartó las manos de su cara y lo miró fijo.
— ¿Qué?
— Te lo expliqué superficialmente, tu madre y yo nos casamos por conveniencia. Kookjin no me amaba, yo a ella tampoco. Hicimos un acuerdo y firmamos un contrato en donde yo saldaba todas las deudas de su familia, asegurándoles una manutención perpetua mientras yo tuviera el mismo estatus económico. Ella, me serviría como una cortina ante la sociedad y mi familia mientras seguía disfrutando de mi vida a mi manera. Tu madre sabía que me gustaban los hombres. Por seguridad, ambos acordamos que si teníamos aventuras, las traeríamos aquí donde tenemos habitaciones de sobra.
— ¿A la casa de sus hijos? — Dongun asintió. — ¿Por qué?
— En un hotel corremos el riesgo de ser vistos, aunque sea en el mío. Pueden controlar nuestro accionar, así como yo sé todas las noches que vas a Euphoria con tu asistente. En la casa o lugar escogido por otra persona, está el riesgo de que nos tiendan trampas, cámaras, micrófonos que pueden ser usados en nuestra contra. También se podría hacer en otra propiedad nuestra, sin embargo, eso igual podría dar de que hablar, pocos pensarían que los esposos estén dentro de la misma casa con alguien más.
Jin bajó su cabeza mientras frotaba su rostro, intentando asimilar fríamente todo lo que le era dicho por primera vez.
— Ella tenía sus amantes, yo tuve los míos. Si tenía varios y no uno solo era porque no me enamoré de ninguno de ellos, sabíamos lo que queríamos, saciar esa parte de nuestros deseos. Quería a tu madre, como una amiga. Nunca tuvimos problemas en los años que estuvimos juntos hasta después de que naciste tú. Me confesó que se había enamorado de mí, pero yo no pude corresponderle. Lo intenté, porque nos llevábamos bien, teníamos un hijo, sin embargo, nunca me gustaron las mujeres. Le tenía un bonito cariño, sí, pero no la amaba y siempre fui claro al respecto. Por mucho que intenté, simplemente no pude obligarme a amarla, no podemos controlar nuestros sentimientos.
— Era la madre de tus hijos, papá.
— Así como Chanmi será ahora la madre del tuyo. Terminaste tus encuentros con tu asistente para centrarte en el matrimonio porque se llevan bien, son amigos desde que eran niños, se quieren. Sin embargo, te pregunto algo, ¿la amas o puedes obligarte a amarla? ¿Por qué si ella está embarazada de ti en estos momentos vienes de follar con Min? — Jin ensanchó los ojos y el mayor sonrió negando. — Deberías buscar otro lado que no sea Euphoria si no quieres que lo sepa y aun así, sería difícil.
— Hay una gran diferencia, Chungha no me ama.
— Tu madre tampoco me amaba a mí, éramos tan amigos como ustedes dos, pero luego ella desarrolló sentimientos que quería que yo le correspondiera. Incluso los utilizaba a ustedes para llegar a mí, para forzarme a...
— ¡Mi madre nunca nos utilizó! — Exclamó Seokjin sobresaltándolo. — No te atrevas a ensuciar su memoria, mi madre nos quería.
— Yo nunca he dicho que su madre no los haya amado, solo digo que...
— Siempre buscas la manera de salir bien parado sin importarte a quién demonios te lleves por delante. — Espetó el menor alejándose de su padre, saliendo de aquel lugar sin dejarle hablar.
Mirando a la puerta, Dongun suspiró cansado. Ya debía estar acostumbrado a las reclamaciones de sus hijos, pero no lo hacía y no siempre tenía la misma paciencia. Esa noche, simplemente se quedó en ese sofá hasta que su esposo apareció.
— Mi amor... — Llamó con cuidado entrando al estudio. — ¿Qué haces aquí?
— Tae... — Suspiró abriendo los ojos, dándole una sonrisa. — Realmente soy una mierda como padre, siempre lo he sido, nunca he logrado cambiar eso y no sé si algún día lo lograré.
— ¿Volviste a discutir con Seokjin? — El mayor asintió. — Ven, vamos a la cama, intenta dormir un poco más.
— Algo bueno entre todo lo malo he debido de hacer para tenerte aquí en mi vida. — Musitó levantándose, atrayendo al peligris para besarlo. — Te amo. — Taehyung sonrió, inclinándose para besarlo nuevamente sin responder a esas palabras. — Vamos a la cama.
¡Doble actualización! Espero que les hayan gustado estos dos capítulos.
LORED
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