Capítulo 16

Tras aquel encuentro con Taehyung, el mayor de los hermanos Jeon no lograba conciliar el sueño. Estaba alterado, molesto, era su última noche en Corea del Sur por un buen tiempo, le esperaba en horas un largo viaje, pero no podía dormir. Pasó por la habitación de Chungha para controlar que esta se encontrara bien, caminó hacia la suya, pero por mucho que quiso dormir, no pudo.

Lo necesitaba, había aguardado por más de dos años, pero ya no lograba contenerse más. Si no hacía algo pronto, se iba a quebrar de la peor manera y aquello no podría volver a ocurrir. Debía mantenerse cuerdo, tranquilo, por eso lo necesitaba. Tomando su teléfono, le mandó un mensaje a Yoongi, media hora después, continuaba sin respuesta alguna. Lo llamó, pero el menor no respondió y esto le hizo apretar el teléfono con fuerza excesiva antes de lanzarlo sobre su cama.

Al otro lado de la ciudad, Yoongi mordía las cutículas de su pulgar izquierdo algo frenético. ¿Por qué justo ahora Seokjin volvía a irrumpir en su vida? Estaba pensando en tener una relación con Namjoon, ellos aún estaban libres y tenían cierta libertad acordada, pero en el último año, ninguno había hecho uso de esta apertura. Solo habían tenido relaciones entre ellos. Min quería una relación seria que su antiguo jefe jamás le daría, lo sabía, pero ahí estaba, luchando contra todos sus deseos de ir a su encuentro mientras cerraba los ojos y mordisqueaba su dedo.

Leyó su mensaje, ignoró su llamada y ahora solo miraba el teléfono apagado. ¡Se odiaba por momentos, realmente lo hacía! Caminando por la sala, se acercó para tomar el aparato y volver a encenderlo, marcándole a Namjoon.

— Hey... — Lo escuchó susurrar. El silencio que le siguió durante algunos segundos le dejó saber que no estaba solo, probablemente se encontraba con Jimin. — Buenas noches, ¿qué ocurrió? ¿Todo está bien?

— Quería saber cómo te fue todo con Jimin. ¿Estás con él ahora?

— Sí, cuando llegué aquí a su casa estaba en mal estado, terminé quedándome a aquí dormido a su lado. — Los dos callaron, sonriendo porque aún sin decir nada sabían lo que les estaba ocurriendo a ambos.

Por muchos años fueron amigos, no de los que se hablaban diariamente, pero cuando lo hacían, aunque no se encontraran muchas veces a solas, tenían largas y profundas pláticas. De cierta forma, fueron confidentes. Eso que tenían, estaba siendo construido sobre verdades dichas, nada oculto. De hecho, la única persona que conocía lo sucedido entre Seokjin y Yoongi a excepción de ellos dos, era Namjoon.

— Te escucho nervioso. ¿Te llamó?

— Sí. — Contestó buscando serenidad. — No sé qué hacer, sabes que no quiero ir, pero...

— Ve. Ve con él y hablamos en dos días, ¿de acuerdo? Mañana yo también tengo que hablar con Jimin, los dos todavía tenemos muchas puertas abiertas que cerrar y justo por eso es que hemos ido con calma y no hemos aceptado entrar en una relación. No te preocupes por mí, ve, hyung, ya pasado mañana hablaremos.

— Gracias. — Mencionó mordisqueándose el dedo.

— Deja de morderte las cutículas.

— Lo siento. — Los dos sonrieron. — Cuida a Jimin, hablamos en dos días. Buenas noches, te mando un beso.

— Otro, cuídate. — Unos pasos a espaldas de Namjoon se escucharon cuando terminó la llamada. Al voltearse, se encontró con un rubio que lo miraba en silencio, llorando nuevamente al percatarse que el castaño había estado hablando con Min. — No llores, por favor, sabes que no me gusta verte llorar. Ven aquí. — Abrió sus brazos y Jimin avanzó hasta él para perderse en ellos.— ¿Quieres hablar o dormir?

— Dormir... — Sollozó contra su pecho, apretándolo con fuerza como si aquello fuese a impedir que el mayor se fuera hacia alguien más. — Vamos a dormir.

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Su vista era perturbadamente hermosa y no podía decir lo contrario. La primera vez que se encontró en aquella situación recuerda haber querido huir. Fue un hombre del que el miedo se apoderó, pero de alguna manera, según avanzaron los minutos, se encontró disfrutando de todo, llegó a gustarle en demasía.

Se permitió adentrarse en ese juego sin importar nada, ni lo que hacía ni las condiciones en que lo hacía. Una fantasía que se volvió real aunque no escuchara su nombre, una que le permitía tener lo que todo una vida sintió inalcanzable. Por ese momento, él tenía el control, era quien lo hacía vibrar de gozo y se arrastraba con ese goce a su retorcido placer.

Sin embargo, cuando esa obra de teatro acababa y las bambalinas eran bajadas, continuaba sintiendo el amargor en lo más profundo de su garganta. No importaba cuántos años llevaran así, había cosas a las que aún no podía acostumbrarse del todo.

Cerró sus ojos con fuerza y sonrió al abrirlos, recreándose con el paisaje de cuerdas rojas sujetadas en el perfecto y pulcro cuerpo que tenía frente a él. Era de porcelana con tintes rojos. Ahí, arrodillado en el suelo sin poderse mover, cuerdas apretadas que simulaban un bodysuit de la mejor lencería sujetando sus manos cruzadas en su espalda. La venda que cubría sus ojos tan oscura como esos cabellos que caían sobre la sudada frente. Odiaba admitirlo pero era hermoso.

— Hyung, ¿cómo puede alguien emocionarse de este modo por recibir un castigo? — Comentó serio, mas dejando ver la burla e ironía en su voz, viéndolo temblar en su sitio mientras con su fusta negra rozaba suavemente sus pezones. Deberías estar sufriendo, pero en cambio te estás deshaciendo del placer. Si lo disfrutas, no es un castigo de verdad.

En la nebulosa de sus pensamientos, el mayor sabía que podía ser cierto, la primera vez que se sometió a sí mismo de esa manera fue debido a que quería castigarse. Así fue por mucho tiempo, sus primeros encuentros estaban destinados a ser iguales, mas no ocurrió así. Sin darse cuenta, el dolor se convirtió en su fuente de placer. Quizás el poco sufrimiento físico era necesario para limpiar sus culpas, lo merecía de muchas formas. No solo era correcto, sino también delicioso, muy pocos conocían el verdadero disfrute escondido en ese acto.

Su cuerpo lucía evidentes hematomas que iban formándose, ardían, lo hacían jadear. Esa voz en su oído era tan estimulante, la textura de la fusta contra su suave dermis, el sentirse impotente y entregado, todas las emociones que lo recorrían mantenían su miembro erecto y goteante.

Un sonido seco y penetrante estalló cuando el instrumento chocó con la superficie de su muslo. Dolía, pero era soportable, siempre entre los límites acordados y no le causaban real daño. En realidad, las marcas en su piel se producían más por su forcejeo contra las cuerdas que cualquier otra actividad. El quejido gutural que murió en su propia garganta lo estremeció.

Estaba a ciegas, no sabía por dónde atacaría o qué haría próximamente porque era impredecible y eso en parte era lo que le permitía irse y mantenerse a la expectativa. Sus sentidos se amplificaban siempre que le quitaban su vista y esa sensación de sentirlo todo con mayor intensidad era abrumadoramente exquisito.

— Jungkook... — Jadeó elevando su mentón por la tácita orden que la fusta que lo levantaba le daba. — Ah... — De su barbilla la sintió correr hacia su rostro, podía sentir la proximidad de su cuerpo, tan tranquilo y controlado.

El azote en su rostro lo hizo voltear su rostro completamente inmovilizado en el piso. El cuero frío de un par de zapatos presionó su erección haciéndolo encorvar muy levemente debido a las cuerdas en su cuerpo. Estaba tan sensible que sabía era posible llegar en ese instante, mas sus finales nunca fueron tan prontos.

— Ahora no eres tan poderoso, hyung. Estás completamente a mi merced y te haré lloriquear como una maldita bestia en celo. — Esa voz lo estremecía, tan parecida, tan embriagante. — ¿Te sentirás menos culpable si te digo esto?

El estremecimiento constante era tan cruel pero tan divino. Si tan solo esa voz le perteneciera a la imagen en su cabeza, si tan solo ese castigo lo hiciera sentirse menos asqueroso cada mañana, él lo haría cada día. Si tan solo...

— Shhh. — Su rostro fue sostenido por las manos contrarias, no podía verlas, pero su tacto era tan suave como fuerte e implacable. — Deja de pensar, deja de hacerlo. — Corrió suavemente el paño en uno de sus ojos para que lo viera mientras acariciaba su mejilla con esa mano y con la otra, obscenamente introdujo su pulgar en su boca para hacerlo salivar, presionando su lengua. — Vale mucho la pena verte cuando haces esta cara llena de deseo.

En silencio y jadeante, Seokjin vio como el menor vestido de negro remangaba ambas mangas, dejando al descubierto los tatuajes de su brazo derecho. Zafó su cinturón con habilidad y ahí quedó al descubierto la erección que tan dolorosamente guardaba entre sus pantalones. Aquellas manos sujetaron su azabache cabellera y tiró de su cabeza hasta hacerlo engullir por completo su miembro.

Anchaba su garganta buscando respirar por la nariz dejando que fuera hasta lo más profundo. Su cuerpo temblaba y a cada instante, sus sensibilizados y erectos pezones chocaban con la tela de un pantalón que lo hacía querer gemir sin poder hacerlo.

— Cuando estés conmigo, o tienes permitido pensar en nadie más. — Demandó con firmeza. — Ambos conocemos las reglas del juego, entre estas paredes, no se piensa más que en nosotros dos.

Penetró su garganta sin clemencia, apartándose solo pocas veces para que recuperara bien su respiración antes de lanzarse a la carga de nuevo. Extendió aquel momento hasta que el trémulo cuerpo de Jin le avisó que estaba cerca de su límite. Solo entonces lo cargó y lanzó a la cama para desatar cada nudo que apresaba parte inferior de su cuerpo, quedando hombros, brazos y manos aún inmovilizados. Sin mayor preparación, pegó el pecho del mayor al colchón, levantó bien su trasero y con una estocada se perdió en él.

Era difícil la tarea de contenerse cuando el interior del mayor lo abrazaba tan cálidamente, cuando lo apretaba, cuando sus gemidos resonaban en esa habitación. No obstante, su autocontrol no era cuestionable, él no rompía las reglas implantadas por Jin, jamás lo hacía. Acarició su espalda y caderas para calmar sus jadeos, nalgueándolo cuando sus murmuraciones comenzaron.

— No hagas sonidos raros, hyung. — Comentó tirando de la tela usada para tapar sus ojos y que ahora cubría su boca, apretándolo y moviéndose, procurando que fuera solo el chapoteo y el ruido de sus pieles al chocar aquello que se escuchara. — Parece que es necesario amordazarte para que guardes silencio.

¿Cómo podía guardar silencio cuando con cada envite su próstata era asaltada? Él lo llenaba y lo follaba como nadie, por eso se ganó ese lugar y por ello quizás siempre recurría a él en ese pacto silencioso. Con un pequeño forcejeo se liberó de la mordaza, su voz salió a todo color junto con la saliva acumulada en su boca.

— Para... — Pidió entre jadeos. — ¡Para! Me veng-... Creo que me vengo...

Logró hablar empuñando las manos a su espalda, sintiendo sus testículos contraerse y hormiguear. Su trasero era sujetado con fuerza, el propio pre semen y algunas escupidas mantenían su entrada húmeda, resbalosa...

Fue volteado. Sin aviso, con firmeza, su cuerpo fue volteado, dejándolo boca arriba y admirando ese rostro que no quería ver en ese momento. Prefería cuando tenía la venda y su imaginación volaba pero... No estaba mal tampoco. Sin poderlo evitar, sin tocarse, sin otra estimulación más allá de la que es miembro despertaba en su próstata, se liberó. La eyaculación fue tan potente que salpicó algo más que su abdomen, su rostro, boca y cabello también fueron partícipes del momento tan abrumador que lo hacía gemir sin contención con sus párpados cerrados.

— Estás tan excitado que salió así, sin mi autorización. — Musitó estrechando sus ojos sin apartarse de él. Llevó el menor una mano al bolsillo izquierdo del pantalón que aún llevaba, sacando una hermosa honda con pequeñas ondulaciones. — Aunque parecías no ser capaz de recibir nada más, supongo que era de esperarse.

Su dedo tiró por completo de la aldaba de aquella honda de acero quirúrgico, sonriendo complacido ante la sorpresa de Seokjin. El mayor simplemente no podía apartar la mirada de aquel objeto.

— ¡Es-Espera! No te di permiso de usar eso. — Bueno, en verdad le había dado carta blanca para todo y, si algo realmente no le gustaba, dolía o no lo soportaba podía siempre hacer uso de la palabra de seguridad que en ese momento no estaba utilizando. — Oh mierda.

Su espalda se arqueó cuando su aún endurecido miembro fue tomado entre las manos del menor y aquel metal frío se situó en su uretra antes de comenzar a entrar. Cada empuje era doloroso, pero también excitante, lo hacía estremecerse, perderse.

— Duele, sácalo, Jungkook... Jungk- ¡Jungkook! — Exclamó elevando sus piernas temblorosas por reflejo. — Mierda, para. ¡Por favor, detente! — Los ojos del menor se ensancharon, dudando si debía realmente detenerse, pero no lo hizo.

— Si quieres que me detenga, di la palabra de seguridad. — Fue su única respuesta, buscando aquellos ojos cristalizados que tan fijamente lo miraban ahora. Aguardó un segundo, pero la palabra de seguridad no fue dicha. Embistió con fuerza y los ojos de Seokjin se cerraron con fuerza.

— Yunki... — Pronunció la que sería su palabra de seguridad. — Min Yunki. — Jadeó entre gemidos, sintiendo segundos después la respiración contraria sobre su oreja.

— No es "Yunki" sino Yoongi. — Habló pausado sin dejar de moverse. — ¿Lo has dicho mal a propósito? ¿Por eso no dices mi nombre bien?

— ¿Qué? No... — Su boca fue invadida por una lengua dominante mientras sus piernas eran elevadas y el menor se clavaba más profundo. — Eso... Mmm, así... ¡Sí!

Tal vez tenía razón y dijo su nombre mal con todas las de la ley. En ese juego de roles donde el pelinegro Min Yoongi jugaba el papel del hermano menor del que se había enamorado, pero que no podía tener. Donde el menor se encargaba de castigarlo por esos sentimientos malditos y errados, él siempre terminaba teniendo el mejor sexo. Ya fuera imaginándose a su hermano o no, creyendo que las manos que lo tocaban eran las de Jungkook o no, ese momento siempre era divino.

Debía darle su mérito, sabía ser un perro que obedecía bien sus órdenes y que le daba la mejor de las folladas. Quizás por eso lo extrañó en todo ese tiempo que estuvo en el extranjero, porque solo él lograba calmar por instantes ese amor infame, despreciable, execrable...

Solo así su cabeza vagaba por las nubes del placer y no podía pensar en nada o nadie más. Cada embestida, cada gemido arrebatado, los lascivos ruidos y sus besos, todo eso lo orillaba a ese placer casi mortal. Sus rodillas chocaban contra sus hombros, su miembro sellado golpeaba su estómago con la fría aldaba sobresaliente por la que pequeñas gotas de líquido preseminal se escurrían.

Adoraba sentirse así, pegajoso, tan sucio como sus deplorables pensamientos. Yoongi lo podía ver, podía notar como a veces llevaba esa lucha interna que en la cama se evidenciaba.

— Coger por ambos lados es estimulante, ¿cierto, hyung? — Comentó con sus cabellos igual de mojados por el sudor que los de Jin, perdiéndose en sus propias sensaciones, empujando sin piedad.

— Me confundí, ¡sácalo ahora! Para... — Exclamaba con deseo de llevar sus apresadas manos a su cabeza o a la espalda contraria, quizás sobre su trasero para controlar sus movimientos porque quizás así, no se sentiría como una bomba a punto de explotar.

— ¿Qué? — Preguntaba el menor haciéndose el desentendido, haciendo justo lo contrario, presionando más la honda sellando aquel agujero. — ¿Esto?

— N-No puedo, mmm... Si lo sacas podré, podré... — El ángulo de Yoongi se volvió más agresivo con su próstata tan sensible, casi comenzaba a doler. — ¡Por favor para!

Acariciando sus caderas, Yoongi las elevó, distanciándolas del colchón para poder sostenerlo ayudado de sus propios muslos antes de sostenes con la diestra aquella pequeña aldaba.

— Mi nombre.

Seokjin mordía su labio, batallando internamente si decirlo o no, él quería estar con Jungkook, por eso lo utilizaba y decir su nombre o palabra de seguridad era sacarlo de esa fantasía creada para su perverso disfrute. Sin embargo, al sentir el enloquecedor movimiento en el interior de su cuerpo por ambas partes, supo que no podría luchar más contra eso.

— ¡Min Yoongi! — Exclamó perdiéndose en un grito que muchos hubieran escuchado si no se encontraran en un lugar tan apartado cuando Yoongi retiró aquel objeto de su pene, permitiéndole liberarse acto y seguido. — ¡Sí!

El pelinegro cerró sus ojos y con dos estocadas más, terminó corriéndose en su interior. Escuchar ser llamado por su nombre y no por el del hermano menor de su jefe era refrescante, estimulante, calmaba ese bichito adolorido y culpable que de vez en cuando se instalaba en él.

— Bien hecho, hyung. — Mencionó tomando goteante metal para dejarlo a un lado de la cama. Se acercó sutilmente para liberarlo de las cuerdas y asegurarse que no hubiera daños severos. Pero, cuando quiso abrazarlo, el mayor sin mucha fuerza lo empujó.

— ¿Qué crees que haces? El juego se termina en el momento en que ambos alcanzamos el orgasmo y el sexo se acaba. No te extralimites.

— Solo quería asegurarme que estuviera bien, limpiarlo y curarlo.

— Puedo hacerlo por mi cuenta, retírate. — Mantuvo su rostro estoico mientras lo veía alejarse y cerrar la puerta, perdiéndose entre las sábanas de aquel lugar para perderse en un sueño corto. En pocas horas debóa volver a levantarse para ir hacia el aeropuerto, alejarse de todo aquello durante algún tiempo sería bueno para los negocios y para él.

¡Triple y última actualización! Este capítulo fue lo primero que escribí de esta historia, tuve que volverlo a leer porque algunas cosas son diferentes a como en un principio las planeé. Por ende, si se me va algún error, déjenmelo saber.

LORED

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