Capítulo Once: Cena Familiar
La casa Hyuga estaba preparada como si se tratara de recibir a un daimyo. Hiashi había dado instrucciones precisas para que todo estuviera impecable, mientras Hinata intentaba calmar sus nervios. Itachi, por otro lado, mantenía su habitual serenidad mientras los Uchiha cruzaban el umbral.
Mikoto caminaba al lado de Fugaku, con una sonrisa cálida que contrastaba con la seriedad de su esposo. Sasuke, en cambio, se mantenía unos pasos detrás, lanzando comentarios burlones cada vez que tenía oportunidad.
—¿Seguro que esto es una cena para comprometer a Itachi? —preguntó Sasuke en voz baja—. Porque parece más bien su funeral.
—Cállate, Sasuke —respondió Itachi sin mirarlo, aunque Fugaku dejó escapar un carraspeo disimulado para ocultar una risa.
En la entrada, Hiashi saludó a los invitados con una inclinación profunda.
—Fugaku, Mikoto, Itachi, Sasuke. Bienvenidos.
—Gracias por recibirnos, Hiashi —respondió Fugaku con la misma cortesía.
Mikoto, siempre amable, añadió: —Es un honor estar aquí. Espero que esta sea la primera de muchas reuniones entre nuestras familias.
Hiashi asintió, pero antes de que pudiera responder, Hanabi apareció de repente, interrumpiendo el momento solemne.
—¡cuñado, Itachi! —exclamó, corriendo hacia él con una sonrisa traviesa—. ¿Es cierto que derrotaste a Neji en tres minutos?
Hinata, roja de vergüenza, intentó detener a su hermana, pero ya era tarde. Neji, que estaba sentado en el comedor, dejó escapar un gruñido audible.
—Hanabi, eso no es apropiado —dijo Hinata, tirando suavemente del brazo de la niña.
Pero Hanabi no se detuvo.
—¿Y es verdad que Hinata te llamó bolita de dango?
Sasuke estalló en risas, inclinándose hacia Itachi.
—yo la escuché, si le dijo Bolita de dango, Suena muy romántico.
Itachi no respondió, pero Mikoto intervino con un tono divertido: —Oh, es adorable. Aunque, Itachi, debo decir que no te imaginaba con un apodo tan dulce.
Fugaku, intentando mantener la compostura, lanzó una mirada de advertencia a Sasuke y Hanabi.
—Comportémonos. Esto es una cena formal.
—Claro, papá —murmuró Sasuke, todavía luchando por contener la risa.
Ya en la mesa, las conversaciones iniciales se centraron en temas diplomáticos entre clanes. Fugaku y Hiashi, sorprendentemente, parecían llevarse bastante bien.
—Recuerdo cuando lideramos aquella misión en la frontera del País del Agua —dijo Fugaku, con una expresión nostálgica—. Fue un momento difícil, pero supimos cómo salir adelante.
Hiashi asintió, esbozando una sonrisa breve.
—Esa fue una misión memorable. Aunque debo admitir que, sin tu ayuda, las cosas podrían haber salido muy mal.
Mikoto, al escuchar esto, comentó con humor:—Fugaku siempre dice que no teme a nada, pero una vez me confesó que esa misión casi lo hace reconsiderar.
—¿Reconsiderar qué? —preguntó Hanabi con curiosidad.
—Reconsiderar si valía la pena enfrentarse al País del Agua solo por proteger unos pergaminos —respondió Mikoto con una sonrisa.
Esto arrancó una risa generalizada, incluso de Hiashi, quien estaba empezando a relajarse.
Mientras las conversaciones continuaban, Hinata, todavía nerviosa, intentó dirigir una mirada de disculpa a Itachi. Pero él, tranquilo como siempre, tomó su mano bajo la mesa, lo que la hizo sonrojarse aún más.
—No te preocupes tanto —le susurró Itachi en voz baja—. Todo está saliendo bien. Bolita de zenzai.
Desde el otro extremo de la mesa, Hanabi no perdió la oportunidad de comentar:—Hermana, deberías relajarte. Itachi parece muy feliz contigo, incluso te llama bolita de zenzai en privado.
—Hanabi... —Hinata murmuró, deseando desaparecer en ese momento.
Sasuke aprovechó para añadir:
—Sí, bolita de zenzai, relájate. Mi hermano está acostumbrado a estas formalidades.
Mikoto intervino, lanzándole a Sasuke una mirada que mezclaba diversión y advertencia.—Sasuke, compórtate. No queremos que Hinata se arrepienta antes de tiempo.
A medida que avanzaba la velada, la atmósfera se volvió más relajada. Mikoto y Hanabi parecían disfrutar compartiendo historias, mientras Fugaku y Hiashi discutían los detalles del compromiso.
—Creo que podemos fijar una fecha para la ceremonia en los próximos dos meses —sugirió Hiashi.
Fugaku asintió.
—De acuerdo. Así tendremos tiempo para organizar todo adecuadamente.
Finalmente, al concluir la cena, Mikoto se acercó a Hinata y le tomó las manos.
—Hinata, estoy muy feliz de que formes parte de nuestra familia. Itachi es afortunado de haberte encontrado.
Hinata, conmovida, asintió tímidamente.
—Gracias, señora Mikoto. Haré todo lo posible para ser una buena esposa.
Mikoto sonrió, lanzando una mirada significativa a Itachi.
—Estoy segura de que lo harás.
Mientras los Uchiha se despedían, Hanabi, con su carácter juguetón, lanzó una última frase.
—No te olvides, cuñado Itachi, si haces llorar a mi hermana, tendrás que enfrentarte a mí.
Sasuke, divertido, murmuró para sí mismo mientras se alejaban:
—Bueno, al menos alguien más aquí tiene un sentido del humor.
La velada concluyó con una promesa de unión, y aunque los clanes Uchiha y Hyuga estaban acostumbrados a la solemnidad, aquella noche había sido diferente, marcada por risas, bromas y, sobre todo, un paso hacia un futuro compartido.
***
¡Qué detalle tan lindo! Incluiré ese intercambio entre Hinata e Itachi para resaltar su conexión y añadir un toque más personal y romántico a su dinámica. Reescribamos el capítulo integrando esos apodos cariñosos y manteniendo el tono que te ha gustado.
La noche era tranquila en Konoha, pero el corazón de Itachi Uchiha estaba lejos de estarlo. Caminaba por los pasillos de la base ANBU con su habitual calma aparente, pero su mente estaba atrapada en un bucle de pensamientos. Desde el momento en que había visto a Gaara besar a Hinata, una inquietud constante se había instalado en él.
"Hinata aún no es mía… pero tampoco quiero que sea de alguien más." Era un pensamiento egoísta, impropio de él, pero no podía evitarlo.
Esa noche, Hinata había insistido en que entrenaran juntos. La joven Hyūga lo esperaba en el campo de entrenamiento, sentada sobre un tronco caído. Llevaba su atuendo ANBU, aunque había dejado su cabello suelto. Al verlo llegar, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Llegaste tarde, bolita de dango —dijo Hinata en un tono juguetón, entrecerrando los ojos.
Itachi alzó una ceja, acostumbrado a que Hinata usara ese apodo con él. Podía recordar cómo había comenzado, ahora era una constante en su relación.
—No llegué tarde, bolita de zenzai —respondió con calma, aunque un destello de suavidad cruzó su mirada.
Hinata dejó escapar una risa ligera, pero antes de que pudiera responder, Itachi añadió:—Y tampoco me culpes si tú siempre estás aquí demasiado temprano.
—Me gusta aprovechar el tiempo —replicó Hinata con una sonrisa.
El entrenamiento comenzó con ambos enfrentándose en un intercambio fluido de taijutsu. Pero esta vez, Hinata notó que Itachi no estaba peleando en serio.
—No estás concentrado, Itachi —dijo, deteniéndose en medio de un movimiento.
—Estoy bien —respondió él, desviando la mirada.
Hinata frunció el ceño y cruzó los brazos.—Si no vas a pelear en serio, podemos dejarlo aquí. no me gusta que me trates como si fuera frágil.
—No lo hago —respondió Itachi, sorprendido por su firmeza.
Hinata dio un paso hacia él, su mirada fija en la suya.
—Entonces, ¿qué pasa? —preguntó, su voz suave y directa.
Itachi sabía que no podía seguir evitándolo. Bajó la guardia y suspiró profundamente.
—No quiero lastimarte, Hinata —admitió finalmente.
—No puedes protegerme de todo, bolita de dango —dijo Hinata, inclinando la cabeza con una sonrisa.
Itachi parpadeó al escuchar el apodo, una mezcla de ternura y frustración cruzando su rostro.—¿Siempre tienes que responder con eso? —preguntó, arqueando una ceja.
—Solo cuando te estás tomando todo demasiado en serio —replicó ella, divertida.
Un silencio cómodo se instaló entre ellos. Finalmente, Itachi habló: —Hinata… quiero que seas feliz.
Su voz era apenas un susurro, pero el peso de sus palabras la hizo estremecer. Hinata no sabía cómo responder; estaba feliz, pero no entendía del todo por qué esas palabras la afectaban tanto.
Antes de que pudiera decir algo, un ruido en los arbustos interrumpió el momento. Ambos se giraron, alerta, pero lo que salió no fue una amenaza.
—Shisui… —dijo Itachi, con un tono peligroso.
—¡No me culpes! —exclamó Shisui, levantando las manos en señal de paz—. Sólo estaba disfrutando de este momento tan… íntimo.
Hinata pasó una mano por su cabello, claramente avergonzada.
—Vete, Shisui —dijo Itachi, su voz fría.
—Está bien, está bien. Pero, primo, recuerda invitarme a la boda.
Con eso, desapareció en un parpadeo, dejando a Itachi y Hinata solos.
—Tu primo tiene una forma peculiar de hacer las cosas —dijo Hinata, tratando de aligerar el ambiente.
—Lo sé —respondió Itachi. Luego, con un destello de humor en su mirada, añadió—. Pero no lo culpes si te llama "bolita de zenzai".
Hinata rió, relajándose un poco.
—Solo si tú aceptas seguir siendo mi bolita de dango.
Itachi dejó escapar una risa suave, una que Hinata por primera vez escuchaba, y por un momento, todo pareció más simple.
Comenzaba a amanecer cuando Hinata e Itachi decidieron terminar el entrenamiento. La brisa fresca agitaba los mechones de cabello sueltos de Hinata, y el silencio entre ellos estaba cargado de algo que ninguno podía ignorar.
Caminaban juntos hacia la base ANBU, pero Hinata, sintiendo la presión de sus propias emociones, se detuvo de repente.
—Itachi, espera.
Él se giró, sus ojos oscuros enfocándose en ella con atención. —¿Qué pasa, Hinata?
Ella jugueteó con los dedos, un hábito que aún no había podido eliminar del todo. Finalmente, levantó la vista, su Byakugan apagado, mostrando toda la vulnerabilidad de su mirada.
—Quiero decirte algo… y no sé cómo lo vayas a tomar.
Itachi no dijo nada, pero dio un paso más cerca, dejando que el peso de su presencia la envolviera.
—Puedes decirme lo que quieras, bolita de zenzai —murmuró, su tono más cálido de lo habitual.
El apodo hizo que los labios de Hinata se curvaran en una leve sonrisa. Él sabía que disfrutaba de los rollos de zenzai, se había tomado el tiempo de pensar en ella, Pero esta vez no le bastó para calmar su nerviosismo.
—Desde que nos comprometieron… pensé que esto sería solo una obligación política, que solo congeniariamos al procrear —comenzó, su voz suave, casi temblorosa—. Pero ahora contigo… no se siente así.
Itachi frunció apenas el ceño, sus ojos fijos en ella mientras procesaba sus palabras.
—¿A qué te refieres? —preguntó con calma, aunque su corazón latía más rápido de lo que quería admitir.
Hinata respiró hondo, reuniendo todo su valor.
—Me haces feliz, Itachi. Incluso cuando apenas dices algo… incluso cuando solo estamos entrenando o caminando juntos. Siento que contigo puedo bromear y ser feliz...
Sus palabras cayeron entre ellos como un kunai en el agua, rompiendo cualquier barrera que pudiera haber existido.
Itachi la miró fijamente, sus ojos ahora brillando con una emoción que rara vez dejaba ver. Dio un paso más cerca, reduciendo la distancia entre ellos hasta que apenas unos centímetros los separaban.
—Hinata… —murmuró, su voz más baja, cargada de algo que ella no podía descifrar del todo—. Tú también me haces feliz, con esa impertinencia y manera de hacer qué todo a tu alrededor brille con tu energía.
Ella lo miró sorprendida, pero antes de que pudiera responder, Itachi alzó una mano y con suavidad rozó su mejilla con los dedos.
—He pasado años sin permitir que nadie se acerque a mí de esta manera —continuó, su tono ahora lleno de una honestidad cruda—. Pero tú… has cambiado eso. Te has vuelto una parte de mí.
El corazón de Hinata latía tan fuerte que pensó que él podría escucharlo. Las palabras de Itachi, tan inesperadas como hermosas, la dejaron sin aliento.
—Itachi… —susurró, su voz entrecortada.
Él inclinó la cabeza ligeramente, y sus ojos, llenos de intensidad, buscaron los de ella.—Hinata Hyuga, no quiero que esto sea solo un compromiso político. Quiero que esto sea real.
Las palabras de Itachi la envolvieron como una ola cálida, y antes de que pudiera detenerse, Hinata se impulsó hacia adelante, abrazándolo con fuerza.
—Para mí ya es real —confesó contra su pecho, su voz cargada de emoción.— desde que te sonrojaste por primera vez.
Itachi, sorprendido por el gesto, tardó un segundo en responder. Pero luego, lentamente, envolvió sus brazos alrededor de ella, sosteniéndola como si fuera lo más preciado del mundo.
—Bolita de zenzai —murmuró, su voz tan suave que apenas fue un susurro—, prometo que te haré feliz.
Hinata levantó la vista, y por un instante, ambos se quedaron perdidos en los ojos del otro. Fue Itachi quien cerró la distancia, inclinándose para besarla con una ternura y una pasión contenidas que hablaban más que cualquier palabra.
El mundo a su alrededor pareció desvanecerse. No había Konoha, ni clanes, ni ANBU. Solo estaban ellos, encontrándose finalmente en medio de todo el caos de sus vidas.
Cuando se separaron del beso, Itachi apoyó su frente contra la de ella, sus labios curvándose en una pequeña sonrisa.
—Supongo que ahora deberíamos preocuparnos menos por aparentar, ¿no crees? —dijo en tono tranquilo, su mirada fija en los ojos perlados de Hinata.
Ella rió suavemente, entendiendo a qué se refería.—Creo que será un alivio para todos verte sonreír más, bolita de dango. Hasta mi padre pensaba que te mantenías conmigo solo por el deber.
Itachi alzó una ceja, su expresión casi divertida.—¿Y ahora qué pensarán?
Hinata dejó escapar una risa ligera, tomando su mano con firmeza. —Ahora sabrán que es real. —cambió de tono — Me asignaron una misión así que no nos veremos en unos días
El mundo a su alrededor parecía lleno de posibilidades. Aunque habían estado juntos como parte de un compromiso político, ahora era diferente. Esta vez, ambos estaban eligiendo quedarse el uno con el otro, y eso lo cambiaba todo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top