Capítulo Final: La Boda

El gran día había llegado. La boda de Hinata y Itachi se celebraba en Konoha, en un jardín monumental donde los clanes Uchiha y Hyuga se unían de manera formal. Todo el mundo en la aldea estaba al tanto, y todos esperaban con ansias este evento histórico. El futuro de los clanes estaba marcado por esta unión, una que, a pesar de las tensiones y tradiciones, representaba la evolución hacia una nueva era de paz y cooperación.

El sol aún estaba bajo, y las primeras luces del día iluminaban los jardines donde Hinata se preparaba para su boda. En la mansión Hyuga, las mujeres del clan se encargaban de arreglarla. Hanabi, con una sonrisa y un brillo en los ojos, ayudaba a su hermana a ponerse el vestido.

-No puedo creer que haya llegado este momento -dijo Hinata, mirando al espejo mientras veía cómo su atuendo tomaba forma. Un vestido elegante que combinaba lo tradicional de su clan con algunos toques modernos, blanco y negro con detalles plateados.

-Será un día inolvidable -respondió Hanabi, ajustando un delicado collar en el cuello de su hermana-. ¿Estás nerviosa?

Hinata sonrió tímidamente. -Un poco. Pero es un nerviosismo bonito.

Hanabi la miró con dulzura. -Te ves increíble, Hinata. Itachi tiene suerte de tenerte.

El día avanzó y los primeros invitados comenzaron a llegar. Entre los más destacados, Naruto y Kushina llegaron juntos, sonriendo como siempre. El Kage de la arena, Gaara, no tardó en llegar acompañado de Temari y Kankuro, quienes estaban emocionados por ver a su amiga casarse. Deidara, con su habitual entusiasmo, también estaba presente, a pesar de las advertencias de su abuelo el Tsuchikage, quien lo miraba severamente, pero no podía evitar sonreír al ver el alboroto del joven artista.

Los ancianos de ambos clanes se encargaban de dar las últimas indicaciones. Todos los detalles, desde los arreglos florales hasta la disposición de las sillas, se hacían con el más alto nivel de detalle y perfección, ya que se sabía que esta boda no era solo un evento para los novios, sino para el futuro de Konoha.

Mientras los invitados se acomodaban, Hinata se encontraba en una pequeña sala privada esperando el momento de salir. Itachi, vestido con su tradicional kimono de bodas Uchiha, esperaba al final del pasillo, mirando al frente con esa expresión suya, tan seria y solemne.

Cuando la puerta se abrió y Hinata apareció, la mirada de Itachi se suavizó apenas, como si el peso de la seriedad de los días pasados se desvaneciera en ese momento.

Hinata, con el rostro sonrojado, caminó hacia él, cada paso era como un eco en el aire, pero en sus ojos había algo que lo llenaba todo de calma. El aire entre ellos era denso con la emoción. Ella nunca había sido tan segura de algo en su vida como lo era en ese instante.

-Estás hermosa -dijo Itachi, y aunque sus palabras eran pocas, se sentían más profundas que cualquier discurso grandilocuente.

Hinata sonrió tímidamente. -Tú también te ves impresionante, Itachi.

Con ambos parados frente a un altar adornado con flores de cerezo y símbolos de ambos clanes, la ceremonia comenzó. La presencia de los clanes Hyuga y Uchiha llenaba la sala de un aura solemne y poderosa. Minato, como padre de Hinata, estaba allí, orgulloso, aunque su rostro reflejaba una mezcla de emociones. El ambiente estaba cargado de una energía casi palpable, porque todos sabían que este matrimonio significaba mucho más que una simple unión de dos personas; representaba una alianza histórica.

El rito comenzó. Un anciano miembro del clan Hyuga comenzó a hablar, mientras los miembros del clan Uchiha seguían de cerca la ceremonia. Ambos novios recibieron los sellos tradicionales, una unión de familias a través de un lazo espiritual.

Hinata, con la mirada fija en Itachi, sentía que el mundo desaparecía a su alrededor. Había muchas personas, pero al mirar a Itachi, parecía que solo existían ellos dos.

-Hinata, aceptas a Itachi Uchiha como tu esposo? -preguntó el anciano con voz grave.

-Sí, lo acepto. -La respuesta de Hinata fue clara y firme.

Luego, fue el turno de Itachi.

-Itachi, ¿aceptas a Hinata Hyuga como tu esposa? -preguntó el anciano.

Itachi, sin una sola duda, respondió. -Sí, la acepto.

El vínculo fue sellado con una promesa de compromiso y fidelidad.

La recepción fue inolvidable. Los invitados se sentaron a disfrutar de una lujosa cena, acompañada de las mejores bebidas y platillos de Konoha. Las conversaciones eran animadas, aunque se respiraba una atmósfera de respeto por la ceremonia y el nuevo comienzo para los novios.

Deidara, como siempre, tenía una sonrisa exagerada. -¡Esto es arte! ¡Una boda perfecta para dos personas perfectas! - luego giró para susurrarle a Gaara lo que realmente pensaba -Aunque hubiera sido mejor si ella se convertía en la esposa del kazekage...

Gaara, sentado junto a él, no pudo evitar hacer una pequeña mueca. -Eres imposible, Deidara.

Kankuro y Temari discutían sobre las posibles futuras alianzas entre las aldeas. El ambiente era festivo, pero todos sabían que era un día que quedaría grabado en la historia de Konoha.

Hinata y Itachi, por fin juntos, compartían su primer baile como esposos. La música llenaba la sala, pero para ellos dos, era como si todo hubiera quedado en silencio, a excepción de las emociones que corrían a través de ellos.

Hinata, con una sonrisa brillante, miró a Itachi. -Es un día perfecto, ¿verdad?

-Lo es. -Itachi respondió, sosteniéndola con cuidado, pero con una fuerza inquebrantable. Su amor por ella era claro. La ceremonia había terminado, pero su unión estaba apenas comenzando.

Y así, el clan Uchiha y el clan Hyuga finalmente se unieron, no solo por un matrimonio, sino por el amor genuino entre dos personas que, a pesar de su historia, encontraron la paz el uno en el otro.

La boda había llegado a su fin, y mientras los invitados comenzaban a retirarse, el aire en Konoha estaba impregnado de una mezcla de felicidad y despedidas. Hinata, ahora con su corazón lleno de amor por Itachi, sentía una suave tristeza por aquellos que habían sido parte de su vida antes de este nuevo capítulo. Gaara, quien había estado a su lado como amigo cercano y protector, se acercó a ella, su rostro normalmente serio mostraba un atisbo de melancolía.

Hinata sonrió con una mezcla de agradecimiento y algo de dolor en sus ojos. -Gaara... gracias por todo. Sé que este es un nuevo comienzo para mí, pero siempre recordaré lo que hiciste por mí.

Gaara, con su mirada tranquila, asintió. -Para mí, Hinata, siempre serás alguien muy especial. Tu valentía, tu corazón... no puedo olvidarlo.

Hinata sintió que su corazón latía un poco más rápido. Aunque estaba casada con Itachi y ese era su futuro, Gaara siempre tendría un lugar único en su vida.

Gaara hizo una pausa y luego susurró: -Es momento de despedirnos.

Hinata lo miró, un poco sorprendida. -¿Por qué? ¿Dónde vas?

-Mis responsabilidades en la aldea están claras, y ya he hecho todo lo que podía para asegurarme de que estés a salvo -respondió Gaara. Sus ojos reflejaban una tristeza que normalmente no mostraba, pero al mismo tiempo había una calma serena, como si algo dentro de él estuviera finalmente en paz.

Hinata, un tanto contrariada por la repentina despedida, intentó sonreír. -Siempre serás mi amigo, Gaara.

-Lo sé, Hinata -respondió él, con una pequeña sonrisa en su rostro. Luego, se alejó unos pasos y se sentó en un rincón tranquilo del jardín, donde la luna brillaba suavemente. -Es hora de descansar, para lo que venga.

Hinata lo observó, sintiendo una última ola de emoción antes de que Gaara comenzara a dormir profundamente. Sin embargo, algo en su rostro había cambiado, como si algo más estuviera sucediendo. Shukaku, el biju de la arena, había comenzado a despertar en su interior, y Hinata lo sabía. Gaara había caído en un estado de sueño profundo para permitir que el espíritu de Shukaku pudiera tomar el control por un breve momento.

Hinata, aunque sorprendida, se acercó lentamente. El biju de la arena, como siempre, la miraba con esos ojos dorados penetrantes, pero ahora había una cierta suavidad en su mirada.

-Hinata... -la voz de Shukaku resonó en su mente, fuerte pero suave a la vez. Era una voz que, aunque poderosa, nunca había tenido la delicadeza con la que ahora se dirigía a ella.

Hinata, al principio sorprendida por la presencia del biju, sonrió suavemente. -Shukaku... ¿estás bien?

-Nunca me había sentido tan tranquilo... -Shukaku suspiró, como si fuera una liberación. Luego, su tono se volvió más suave. -Te he observado mucho, Hinata. Eres una mujer fuerte, increíble. El único ser capaz de conectar con Gaara y mostrarle lo que es la paz. Yo, como su compañero, te lo agradezco.

Hinata, un poco emocionada, intentó hablar, pero Shukaku la detuvo con un gesto.

-No tienes que decir nada, Hinata. Mi vínculo con Gaara es profundo. Pero... -Shukaku hizo una pausa, mirando a lo lejos, como si pensara profundamente. -En otra vida, quizás pueda tener la oportunidad de estar a tu lado. Ahora, tú eres la esposa de Itachi, y ese es un vínculo más allá de lo que puedo interferir. Le deseo a ambos toda la felicidad del mundo.

Hinata sintió que su corazón se aceleraba al escuchar esas palabras. Un sentimiento de ternura y una pizca de tristeza se apoderaron de ella. Sabía que Shukaku, a pesar de ser un biju, tenía una conexión especial con ella, algo más allá de lo que las palabras podían expresar. Aunque estaba casada con Itachi, ese amor de Shukaku quedaría en su corazón, en una parte íntima, siempre presente.

-Gracias, Shukaku -susurró Hinata, sintiendo que el viento la acariciaba suavemente. -Siempre estaré agradecida por todo lo que hiciste por mí y por Gaara.

El biju sonrió, aunque de una manera que mostraba una tristeza silenciosa. -No es necesario que me agradezcas, Hinata. Es solo lo que una criatura como yo puede hacer por quien se lo merece.

El silencio llenó el aire mientras la figura de Shukaku comenzó a desvanecerse, regresando a su anfitrión, Gaara, que aún dormía tranquilamente. Hinata lo observó por un momento, viendo cómo el joven líder de la arena se despertaba lentamente, con los ojos normales, pero con una ligera sonrisa.

-Hinata... -dijo Gaara en voz baja, despertando del sueño. Su mirada encontró la de ella, y en sus ojos había algo más que amistad, algo que Hinata entendía perfectamente.

-Gaara... -Hinata comenzó a decir, pero antes de que pudiera continuar, Itachi apareció a su lado, con su presencia imponente. Había estado observando la escena desde lejos, y aunque no mostraba ninguna emoción, algo en sus ojos reflejaba un toque de celos silenciosos.

Gaara, al ver a Itachi, simplemente asintió con una calma habitual. -Itachi... sabes que no tienes nada que temer. Hinata y yo siempre seremos amigos.

Hinata sintió un pequeño alivio, sabiendo que tanto Gaara como Itachi entendían la situación.

-Gaara -dijo Itachi con su tono habitual, aunque había un atisbo de celos que trató de disimular. -Es hora de que regreses.

Gaara asintió y, aunque su despedida fue breve, la sinceridad en su voz reflejaba todo lo que había significado para Hinata. -Te cuidaré siempre, Hinata. Estaré aquí para ti, como siempre lo he estado. Pero ahora, el futuro te pertenece a ti y a Itachi.

Con una última mirada a Hinata, Gaara se dio vuelta, su figura se desvaneció en la oscuridad de la noche. Hinata observó hasta que él desapareció por completo, y un sentimiento de calma y despedida la envolvió.

Itachi, con una mirada fría pero suave, se acercó a Hinata. -¿Todo bien?

Hinata asintió, sonriendo débilmente. -Sí... todo bien.

A pesar de los celos que aún rondaban en el corazón de Itachi, sabía que Gaara siempre sería una parte importante en la vida de Hinata. No podía cambiar el pasado, pero sí podía construir su propio futuro a su lado.

Juntos, en silencio, caminaron de regreso, mientras la luna llena iluminaba su camino, un símbolo de la unidad que habían encontrado y de los nuevos comienzos que les esperaban.

Fin.

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