Capítulo Diez: Promesa

La mañana llegó con un cielo despejado, pero el aire estaba cargado de tensión. La reunión en la Torre Hokage había terminado, pero las palabras intercambiadas entre Gaara e Itachi aún flotaban en el ambiente, como un eco persistente que ninguno de los dos parecía querer dejar atrás.

Hinata estaba en la sala común, esperando a Gaara para continuar con el recorrido por la aldea. Había decidido mantener la compostura, a pesar de la noche anterior. Sin embargo, su mente estaba nublada, dividida entre el beso con el Kazekage y las palabras de Itachi.

— ¿Hinata? — La voz tranquila de Shizune la sacó de su ensimismamiento. Hinata parpadeó y levantó la mirada. — Tsunade-sama quiere verte en su despacho antes de que te vayas con Gaara.

Hinata asintió rápidamente, ajustándose el kimono. La visita a la Hokage no era algo que esperaba, pero tampoco podía ignorar la llamada.

Tsunade la recibió con los brazos cruzados y una expresión que, aunque seria, tenía un matiz de preocupación. Shizune permanecía en un rincón, como siempre, lista para intervenir si era necesario.

— Hinata, quiero que hables conmigo con total sinceridad — comenzó Tsunade, inclinándose ligeramente hacia adelante. — ¿Está todo bien entre Gaara, tú e Itachi?

La pregunta cayó como una roca en el estómago de Hinata.— Sí, Hokage-sama… Todo está bajo control — respondió rápidamente, pero su voz no sonó tan convincente como esperaba.

Tsunade alzó una ceja, claramente poco convencida.— He vivido lo suficiente para saber cuando alguien está mintiendo. Escucha, no estoy aquí para juzgarte, pero es mi responsabilidad asegurarme de que nuestras relaciones con Sunagakure no se compliquen más de lo necesario. Si hay algo que deba saber, ahora es el momento. Si deseas romper tu compromiso con Itachi...

Hinata apretó las manos sobre su regazo, sintiendo el peso de las palabras de Tsunade. Finalmente, decidió hablar, aunque con cuidado.

— No desistire de mi compromiso, todo está bien, Hokage-sama. Solo… solo hay ciertas cosas personales que estoy tratando de resolver. Pero no afectarán mi desempeño y menos mi juicio.

Tsunade la miró durante unos segundos antes de suspirar.— Muy bien. Pero recuerda esto: no importa qué tan bien creas que puedes manejarlo, los sentimientos siempre tienen una forma de complicar las cosas. Y en este caso, no solo estás lidiando con tus propios sentimientos, sino con los de dos hombres peligrosos.

Hinata tragó saliva y asintió.— Gracias por el consejo, Hokage-sama.

Cuando salió del despacho, encontró a Gaara esperándola en el pasillo. Estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y una expresión tranquila que no traicionaba ninguna emoción.

—¿Estás lista? —preguntó, su tono suave pero firme.

—Sí, Kazekage-sama —respondió Hinata, adoptando una formalidad que parecía erigir un muro entre ellos.

Antes de que comenzaran a caminar, Hinata hizo una pausa.—Kazekage-sama, quiero pedirle algo.

Gaara inclinó la cabeza, intrigado.—¿Qué cosa?

—A partir de ahora, lo escoltaré usando mi uniforme de ANBU —dijo, mirando hacia el horizonte. —Será más eficiente para su seguridad si no caminamos lado a lado.

La sorpresa de Gaara fue breve, pero algo en su mirada se endureció.—Si eso es lo que prefieres.

Hinata asintió y desapareció entre las sombras, su figura apenas visible mientras saltaba entre los tejados. Gaara comenzó a caminar, sintiendo el peso de una distancia que iba más allá de lo físico.

Sí, ayer no se hubiera dormido, y luego despertado en medio de un beso, ella no habría puesto esa distancia entre ellos.

***

Mientras tanto, Itachi estaba en el campo de entrenamiento, practicando movimientos con una intensidad que no era propia de él. Sasuke estaba allí, observándolo desde una distancia prudente.

— Nunca te había visto así, hermano — comentó finalmente, cruzando los brazos. — ¿Qué te tiene tan inquieto?

Itachi se detuvo, limpiándose el sudor de la frente.— Nada que deba preocuparte.

Sasuke soltó una risa seca.— Por favor, no me subestimes. Esto tiene que ver con Hinata, ¿verdad?

El silencio de Itachi fue suficiente para confirmarlo.— Sabes, siempre pensé que eras intocable, que nada podía sacudirte. Pero parece que incluso tú tienes un punto débil.

Itachi lanzó una mirada afilada hacia su hermano, pero no dijo nada.

— Solo un consejo — continuó Sasuke, con un tono más serio. — Si realmente la amas, no te quedes mirando desde la distancia. Gaara no es alguien que retroceda una vez que decide lo que quiere. ¿Qué harías si decide pelear con Neji? Si le gana, prácticamente sería decir que es más fuerte que tú y merecedor de Hinata.

Itachi asintió, procesando las palabras de su hermano. — No pasará, derrotare a quien se interponga en mi camino.

***

En un rincón más alejado de la aldea, Deidara observaba con interés cómo Gaara caminaba solo por las calles de Konoha.

—Oye, Gaara-Chan —lo llamó, saltando desde un tejado y aterrizando frente a él con una sonrisa torcida—. ¿Qué demonios estás haciendo?

Gaara lo miró con calma, sin inmutarse.—Cumpliendo con mis responsabilidades sobre el compromiso y de mi hermana

Deidara rió entre dientes, cruzando los brazos.—Responsabilidades, claro. Pero escucha, amigo, si vas a confundirla más, no estás ayudando a nadie. Si realmente quieres que Hinata aclare su mente, deberías darle una razón para elegir.

Gaara alzó una ceja, claramente intrigado pero escéptico.— En cuestiones románticas no eres el más versado y dudo que tengas algún consejo ¿verdad?

Deidara se llevó una mano al mentón, fingiendo estar pensativo.—Un combate. Contra Neji. Hace años que él quiere pegarte una paliza y sería mejor que tú lo hagas primero con la excusa de pedir la mano de Hinata.

Gaara lo miró como si estuviera considerando la idea más absurda del mundo.—Eso es ridículo.

—Es brillante, en realidad —insistió Deidara, ignorando el tono desaprobador de Gaara—. Piensa en esto: si Itachi cree que estás luchando por Hinata, se pondrá nervioso y vendrá corriendo por ella. Y, de paso, tú y yo ganamos puntos por demostrar que solo queremos lo mejor para Hinata... Después de todo, nosotros tres solo somos amigos.

Gaara negó con la cabeza, empezando a caminar de nuevo.—Es la idea más tonta que he escuchado.

Deidara lo siguió, sin darse por vencido.—No te preocupes. Gaara-chan, Si pierdes, conozco a unas chicas guapas que podrían ayudarte a olvidarte de todo esto.

Gaara lanzó una mirada fría sobre su hombro.—Deidara, agradezco tu entusiasmo, pero esto no es un juego.

Deidara levantó las manos, riendo entre dientes.—De acuerdo, de acuerdo. Pero cuando esto explote mi arte en tu cara, no digas que no intenté ayudarte.

Mientras Deidara se alejaba, Gaara se detuvo un momento, mirando hacia el horizonte. Una parte de él sabía que Hinata estaba cerca, observándolo desde las sombras. Pero no dijo nada, permitiendo que el silencio entre ellos hablara más que cualquier palabra.

Gaara, sumido en sus pensamientos, caminaba con el ceño levemente fruncido. La conversación con Deidara aún retumbaba en su mente como una pequeña molestia. Sin embargo, su concentración se rompió de manera abrupta cuando, al doblar una esquina, chocó de frente con alguien.

—¡Kazekage-sama! —exclamó una voz conocida.

Gaara retrocedió un paso y alzó la mirada para encontrarse con Neji Hyuga, quien lo observaba con una mezcla de sorpresa y desagrado.

—Debes tener más cuidado, Kazekage —dijo Neji con tono cortante, alisando su ropa tras el choque.

Gaara apenas inclinó la cabeza.—Fue un accidente. No vi por dónde iba.

Neji arqueó una ceja, cruzándose de brazos.—¿Un accidente? No parece propio de alguien que lidera una aldea.

Gaara frunció ligeramente el ceño, molesto por el comentario.—No estoy aquí para discutir contigo.

Sin embargo, el tono sereno de Gaara no hizo más que irritar a Neji, quien interpretó el desinterés como un desafío.

—¿Acaso estás subestimándome, Kazekage? —preguntó Neji, dando un paso hacia él.

Gaara suspiró, claramente cansado, pero antes de que pudiera responder, Neji continuó:—Si tienes algo contra mí, dilo de frente. O mejor aún, demuéstralo.

El silencio que siguió fue denso. Los ojos de Gaara se endurecieron, brillando con una chispa peligrosa.

—¿Estás sugiriendo que luche contigo?

—Es lo que estoy diciendo —respondió Neji con firmeza.

—Neji-niisan, ¡basta! —La voz de Hinata rompió la tensión mientras bajaba ágilmente desde un tejado cercano, ya vestida con su uniforme ANBU. Se colocó entre ambos hombres, mirando a su primo con preocupación—. Esto no es necesario.

Neji apenas le dedicó una mirada antes de responder con frialdad:—Hinata, esto no te concierne.

—¡Claro que me concierne! —protestó ella, girándose hacia Gaara—. Gaara, por favor, no hagas esto.

Pero Gaara, ahora visiblemente molesto por la insistencia de Neji, habló con firmeza.

—No fui yo quien comenzó esto, Hinata, pero no me retiraré si mi honor está en juego.

Hinata intentó intervenir de nuevo, pero ninguno de los dos parecía escucharla.

Unos minutos más tarde, en un área de entrenamiento cercana, Gaara y Neji estaban frente a frente, rodeados por varios ninjas curiosos que se habían reunido al escuchar sobre el enfrentamiento. Entre ellos estaban Itachi y Sasuke, quienes observaban desde un rincón con expresiones neutrales.

—Soy un vidente, supe que esto pasaría —murmuró Sasuke, cruzándose de brazos.— Será interesante, es seguro que gane el kazekage.

—Interesante no es la palabra que usaría —respondió Itachi, observando a Hinata, quien estaba al borde del campo de entrenamiento, claramente preocupada.

Deidara apareció entre la multitud con una sonrisa divertida.—¡Vaya, esto va a ser un espectáculo! Oye, Itachi, ¿quién crees que gane?

Itachi no respondió, manteniendo su atención en Gaara.

—Empiecen cuando quieran —dijo Neji, adoptando su postura de combate del Jūken.

Gaara, sin moverse, dejó que su arena comenzara a fluir desde el contenedor a su espalda, formando un escudo protector alrededor de él.

—Te advierto que no me contendré —dijo Gaara, su voz baja, pero autoritaria.

—Eso espero —respondió Neji, lanzándose hacia adelante con velocidad impresionante.

El primer intercambio fue un espectáculo de técnicas: Neji se movía con precisión, buscando puntos ciegos en la defensa de Gaara, mientras la arena del Kazekage bloqueaba cada golpe con una rapidez casi sobrenatural.

Hinata apretaba los puños, claramente dividida entre intervenir y permitir que el enfrentamiento siguiera su curso.

—¡Esto es una locura! —exclamó finalmente, avanzando un paso hacia ellos. Pero una mano en su hombro la detuvo.

—Déjalos —dijo Itachi con calma—. Esto no es solo un combate. Es una forma de resolver lo que no pueden expresar con palabras. Cosas de hombres

Hinata lo miró con incredulidad, pero las palabras de Itachi tenían un peso que no podía ignorar.— De tontos, diría yo. Bolita de dango, no se te ocurra luchar con mi primo, a penas te estás recuperando.

— Estoy bien, Hinata — le dio un pequeño golpe en la frente con los dedos.

Ella negó con la cabeza, pero verlo tan relajado le hizo darse cuenta de a quien pertenecía su corazón realmente. Él, Itachi Uchiha. Ese inexpresivo tenía su corazón.

El enfrentamiento continuó, con ambos oponentes demostrando habilidades excepcionales. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que quedara claro que Gaara no estaba luchando para ganar. Sus movimientos eran calculados, diseñados más para mantener a Neji a raya que para dañarlo.

Finalmente, Neji se detuvo, respirando con dificultad mientras observaba a Gaara, cuya expresión no había cambiado en absoluto.

—¿Eso es todo? —preguntó Gaara, su tono frío.

Neji apretó los dientes, pero antes de que pudiera responder, Deidara interrumpió con un aplauso sarcástico.

—¡Bravo! Pero sinceramente, esperaba más fuego, ¿no creen?

Gaara ignoró el comentario, volviendo su atención hacia Neji.—Esto fue una pérdida de tiempo.

Neji lo miró con una mezcla de irritación.

Gaara permanecía en el centro del área de entrenamiento, su arena regresando lentamente a su contenedor. Frente a él, Neji estaba de rodillas, jadeando por el esfuerzo. Gaara lo observaba con frialdad, sin una pizca de satisfacción en su expresión.

—Creo que esto concluye nuestra discusión —dijo Gaara con su característico tono calmado, aunque con un filo de ironía apenas perceptible.

La multitud alrededor, que había estado expectante, estalló en murmullos. Algunos se inclinaban hacia Gaara, murmurando palabras de respeto por su impecable victoria, mientras otros miraban a Neji con compasión.

Itachi, quien había observado todo con aparente indiferencia, dejó escapar una suave risa.—Parece que el Hyuga no estuvo a la altura esta vez —comentó, lo suficientemente alto como para que Neji lo escuchara.

El Hyuga, todavía recuperándose, giró la cabeza con una mezcla de ofensa y desafío.

—¿De qué te ríes, Itachi? —preguntó Neji, levantándose con esfuerzo—. Tú no estás en posición de burlarte. No olvides que ya te vencí antes.

Itachi alzó una ceja, su expresión impasible adquiriendo un tinte burlón.

—Oh, claro, aquella vez... cuando estaba enfermo y apenas podía mantenerme en pie.

Neji lo fulminó con la mirada.—¿Insinúas que si estuvieras sano no habría podido vencerte?

Itachi dejó escapar un suspiro teatral, como si la respuesta fuera obvia.—No lo insinúo, lo afirmó, Estoy sano. Si quieres, puedo demostrarlo ahora.

La tensión en el ambiente subió de inmediato. Sasuke, que estaba apoyado contra un árbol cercano, dejó escapar un suspiro pesado.

—Aquí vamos otra vez —murmuró, cruzándose de brazos.— Pero espero que ganes, Hermano, no decepciones a papá y menos a mi cuñada.

Neji dio un paso adelante, claramente irritado.—Muy bien, Uchiha. Veamos si tus palabras están a la altura de tus habilidades.

—Tres minutos, Hyuga —respondió Itachi con serenidad, ajustando su capa—. No necesito más.

Antes de que pudieran prepararse, Hinata dio un paso al frente, captando la atención de todos. Su mirada estaba fija en Itachi, y una pequeña sonrisa juguetona curvaba sus labios.

—Bolita de dango —dijo con un tono suave pero provocador—, si ganas, me casaré contigo cuando tú quieras.

La declaración cayó como una bomba en el área de entrenamiento. Neji la miró boquiabierto, mientras Gaara, a pesar de su habitual calma, levantaba una ceja con sorpresa.

Itachi giró lentamente la cabeza hacia Hinata, sus ojos oscuros brillando con una intensidad inusual.

—¿Es eso una promesa, Hinata? —preguntó, su voz tan baja que solo ella pudo escucharlo.

Hinata asintió, sus mejillas tiñéndose de un leve rubor.—Es una promesa, bolita de dango.

La tensión alcanzó un nuevo nivel mientras Itachi volvía a mirar a Neji, ahora con una sonrisa apenas visible.

—Ahora sí tengo un motivo para terminar esto rápido.

El combate comenzó, y, tal como había prometido, Itachi no desperdició un segundo. Su velocidad era abrumadora, sus movimientos tan precisos que Neji apenas podía seguirlos. Los ataques del Hyūga, que normalmente eran imposibles de esquivar, no parecían representar ningún desafío para el Uchiha.

En cuestión de segundos, Itachi activó su Sharingan, usando una serie de genjutsus para desorientar a Neji. El Hyūga intentó romperlos con su Byakugan, pero Itachi estaba un paso adelante en todo momento.

Finalmente, exactamente a los tres minutos, Neji cayó de rodillas, jadeando mientras Itachi permanecía erguido frente a él, con una expresión tranquila.

—Tres minutos —dijo Itachi, su tono frío pero con un toque de satisfacción—. Te lo advertí.

Neji levantó la mirada hacia él, su orgullo claramente herido, pero no pudo evitar una sonrisa sarcástica.

—Está bien, Uchiha. Eres el mejor. Pero si lastimas a Hinata, me aseguraré de que lo pagues caro.

Itachi inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Eso no será necesario, ella está bien conmigo.

Hinata, quien había estado observando todo con el corazón latiéndole con fuerza, dio un paso adelante, dirigiéndose hacia Itachi.

—Creo que fue una victoria impresionante, bolita de dango.

Él la miró, y por primera vez, dejó escapar una sonrisa genuina, aunque breve.—Espero que mantengas tu promesa, Hinata.

Ella asintió, y aunque su rostro estaba sereno, sus ojos brillaban con una mezcla de nerviosismo y emoción.— Dale una fecha a mi padre, hagamos una cena para que nuestras familias hablen.

Itachi suspiró había olvidado todo ese tipo de cosas que tenían que hacer por ser herederos de su clan. — De acuerdo, que la cena sea mañana.

Desde el fondo, Deidara dejó escapar un silbido.

—¡Vaya, qué romántico! Aunque me sorprende que el Kazekage no haya intervenido. ¿No vas a decir nada, Gaara?

Gaara, que había estado observando en silencio todo el tiempo, simplemente cruzó los brazos y respondió con calma:

—No hay necesidad. Solo felicitar a la pareja de enamorados.

La multitud comenzó a dispersarse, dejando atrás a Hinata, Itachi y Neji. Sasuke, observando desde lejos, dejó escapar un bufido.

—Vaya tonto, antes no querías y ahora mueres por casarte....

—Cállate, Sasuke —respondió Itachi sin mirarlo, tomando la mano de Hinata para guiarla fuera del área de entrenamiento.

Mientras se alejaban, Hinata sintió que su corazón latía con fuerza. Quizás, después de todo, esa promesa no había sido tan descabellada como parecía.

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