4. Mucho alcohol, algún pecado y un fatídico viernes
⚠️ ¡El capítulo 4 se subió mal!
¡Lo siento! Este es el correcto, subo también el 5 para compensar 🥰
4. MUCHO ALCOHOL, ALGÚN PECADO Y UN FATÍDICO VIERNES
CHELSEA
Una hora y media después, llegamos a Folsom. Estoy calada y mi pelo es un desastre, pero bueno, es lo que pasa cuando aceptas ir en moto con un demente por las calles de San Francisco.
—¡Es Colton! —gritan dos chicas que están en la fila, de modo que la otra mitad se acercan corriendo sin importarles que, seguramente, lleven un buen rato haciendo cola para poder entrar.
—No me jodas, esto ya sí que no. —Prácticamente suplico a Colton con la mirada, ante lo que me hace un gesto con la mano para que espere.
Me quedo rezagada un poco por detrás cuando empiezan a rodearle, los de seguridad de la puerta se dan cuenta de quién es y le ayudan a quitarse a las fans de encima, le hacen pasar y se da la vuelta para mirarme.
—Viene conmigo —informa al mismo tiempo que me ofrece su mano. Yo dudo unos instantes, pero finalmente la acepto, entrelaza sus dedos con los míos y nos adentramos en la locura del club y su música electrónica—. ¡No te separes de mí! —grita en mi oído por encima del ruido, yo asiento y camino pegada a él.
A cada paso que damos, alguien le para, y así se va corriendo la voz de que Colton Matthews está aquí y que va de la mano con una chica. Genial. Conseguimos llegar hasta la zona de los reservados, y el que está controlando quién entra y quién sale, no duda en hacerse un lado al vernos; bueno, al verle a él. Debo reconocer que esto de que no te nieguen la entrada en ningún sitio y pasar por delante de todo el mundo, tiene su lado bueno.
—¡Por fin! —exclama Boston al vernos—. ¿Qué os ha pasado? —pregunta al percatarse de nuestro aspecto después de haberme dado un beso.
—Se me ha jodido la culata y hemos tenido que esperar a la grúa. —Colton saluda al resto de sus amigos y los dos nos sentamos en los sofás.
—Ha empezado a llover y luego a granizar, y pues nos hemos empapado —continúo yo.
—¿Y ya está? —Mi novio me mira a mí y después a Colton—. ¿No ha pasado nada más? Habéis tardado un huevo, os habéis perdido la actuación.
—Ya, es que la grúa no llegaba... —Me encojo de hombros con una sonrisa y él asiente, miro de reojo a Colton, el cual alza hacia mí con sutileza la copa que acaban de traerle y da un sorbo.
En realidad, no sabría qué otra cosa contarle a mi novio, ni yo misma puedo explicarme a mí misma lo que ha pasado, o ni tan siquiera si ha pasado algo o si todo son imaginaciones mías. No lo sé, estoy muy confundida, el modo en el que este idiota ha conseguido psicoanalizarme sin tener ni puñetera idea de psicología, reconozco que me ha desarmado y me he puesto a la defensiva. Y sí, joder, sí, su cercanía y la situación también me han excitado, ¿qué puedo decir? Lo que tengo claro es que quiero a mi novio por encima de todo, por mucho que las cosas no vayan como a mí me gustaría, y que ni en un millón de años se me ocurriría joder mi relación por ser una chica más que pasa por la cama de Colton Matthews.
COLTON
A medida que avanza la noche, van cambiando a música más comercial, como el dichoso reggaetón que torna todo más lujurioso, oscuro y sensual. Me he tomado unas copas de más y es posible que esté mirando de forma demasiado descarada el modo en el que Chelsea está bailando con Boston, pero no puedo controlarme. No después de haber prendido esa pequeña mecha del deseo prohibido, del pecado capital más excitante de todos. ¿O es ella el pecado? De cualquier forma, ese cuerpo debería ser un puto delito. Lo peor no es que esté imaginando incontables formas de follármela, lo peor es que ella, mientras baila con su novio, me está mirando a mí. Sus pupilas me atraviesan como puñales ardiendo, el alcohol también ha hecho efecto en ella y eso es muy peligroso. Alcohol más tentaciones, nunca puede terminar bien.
—Colton. —Mi primo Greg me da un toque en el pecho y realiza una pregunta muda con los ojos mientras señala a Chelsea—. ¿Qué haces? ¿Qué miras tanto?
—Nada, voy a por otra copa, ¿quieres?
—Intenta no perderte por el camino, tengo sed —dice riendo, me conoce demasiado bien.
Mi primo y yo somos prácticamente hermanos, solo que él me saca dos años y medio, aunque eso no implica ninguna diferencia en nuestra relación, salvo que él terminó la carrera de Finanzas hace dos años y yo estoy en el último curso. Siempre supe que quería dedicarme a los negocios, a hacer dinero, moverlo y ganarlo; eso es algo que nos une a los dos, aparte de ser primos. El dinero nunca ha sido un problema en mi familia, pero nos han educado de tal manera que hemos aprendido que las cosas hay que ganárselas, y que todo tiene un precio.
Como lo que estoy a punto de hacer.
Observo con el brazo en la barra y apoyado contra la pared, cómo Chelsea le dice algo a Boston y después me mira mientras camina hasta el cuarto de baño.
Estate quieto, ni se te ocurra.
Tomo aire e intento escuchar a mi voz interior, esa que aún conserva algo de cordura, pero no me dura demasiado. Me bebo de un trago el chupito que he pedido y, bajo la negativa mirada de mi primo, el cual se acaba de levantar del sofá para acercarse a mí, doblo la esquina del pasillo que se dirige a los servicios y veo cómo Chelsea baja unas escaleras que van a dar a una puerta con el letrero de "solo personal autorizado". La sigo cual polilla a la luz, directo a una muerte segura. Cierro la puerta tras de mí y veo que estamos en un pasillo iluminado tan solo por la luz de emergencia, con varias puertas a sus costados y la infinita oscuridad al fondo.
—Antes te he mentido —balbucea mi pecado capital con una sonrisa ebria en el rostro mientras me aproximo despacio.
—Tendrás que especificar un poco más, pequeña. —Mis manos sostienen su cintura y las suyas se apoyan en mis hombros, no puedo dejar de mirarle los labios.
Para, te vas a arrepentir de esto y lo sabes.
Sí, claro que lo sé.
—Cuando te he dicho que no has acertado ni una, sí lo has hecho —susurra.
—¿Qué es lo que he acertado? —Nuestros labios están prácticamente tocándose, no puedo más, esto es demasiada tentación para tanto alcohol.
Ella no responde, en su lugar, coge una de mis manos y la guía hasta la parte baja de su vestido, mis dedos comienzan a subir por sus muslos y es ella la que termina de guiarme hasta que siento la humedad entre sus piernas.
—Mierda, Chelsea, no me hagas esto. —Apoyo mi frente en la suya y aprieto los ojos en un vano intento por tomar el control de mi cuerpo.
Ella mueve mis dedos y deposita mordiscos en la línea de mi mandíbula, estoy a un instante de perder el control cuando la puerta se abre de pronto y mi primo nos mira con decepción.
—Tira —ordena señalando las escaleras con la cabeza—. Colton.
Aprieto los dientes y doy un paso atrás para separarme de ella, observo cómo su pecho sube y baja agitadamente y su mirada es igual de confusa que la mía. Sin decir nada, paso por al lado de Greg y subo las escaleras de dos en dos, ignoro a mis amigos que me llaman desde el reservado, Boston incluido, y atravieso el mar de gente para conseguir salir a la calle y poder respirar. Aclararme. Dios, ¿qué he hecho?
—¡Joder! —Doy una patada a una papelera y todo su contenido sale disparado por el suelo.
—Aquí no —dice mi primo a la vez que rodea mi brazo con fuerza y tira de mí hacia el callejón que hay a un costado de la discoteca. Me suelta y se queda ahí de pie sin decir nada, solo mirándome.
—¿Qué he hecho? —Niego con la cabeza y noto cómo me tiembla todo el cuerpo por la cantidad de emociones que soy incapaz de gestionar, de modo que camino hasta un contenedor destartalado y comienzo a darle puñetazos.
—Para, Colton, ¡para! —Greg me sujeta por detrás y hace que me dé la vuelta para mirarle—. No puedes hacer esto en la calle, ¿cómo piensas explicarlo cuando Boston vea el video en Twitter? Cálmate.
Miro hacia la calle principal y veo cómo un par de personas se quedan paradas, atentas a ver si se enteran de lo que pasa.
—¿¡Queréis un puto autógrafo!?
—Se acabó, vámonos. Tengo el coche en el parking de aquí al lado, venga.
No me resisto, ni tan siquiera hablo, me limito a caminar en silencio a su lado hasta que ya estamos de camino a no sé dónde, pero por aquí no se va al campus.
—¿A dónde vamos?
—A casa
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