❃Capítulo 15
Caer al abismo había sido un riesgo aceptable hacia lo que pensaba hacer. Fingir debilidad también, aunque el engaño sólo era parcial. Estaba dispuesto a hacer el mejor de sus actos.
La bestia frenó tras escabullirse en la gran dislocación del castillo helado, siendo el salón del trono el terreno de su aterrizaje. Loki bajó del animal, dándole la espalda al encontrarse frente a frente con su verdadera amenaza. Con el cuerpo ligeramente encorvado hacia el frente y su mano en el abultado vientre, miró jadeante al rey de Jotunheim. Y antes de que una palabra pudiera salir de parte de ambos, el cuerpo de Loki se dobló aún más en un espasmo, saliendo de él un ligero quejido. Los ojos de Laufey ardieron de gusto y su primordial movimiento fue lanzarse para obtener la cercanía de Loki, pensando que el momento era providencial para cumplir el primero de sus muchos objetivos.
— Creo que ese bebé sabe que le conviene salir ahora —fueron las ásperas y encendidas palabras de Laufey al quedar en cuclillas frente a Loki y a punto de poner una mano sobre el chico. Ni siquiera había logrado el tacto cuando su rostro se volteó por una fuerza externa y un hilo de fría sangre empezó a escurrir por su mejilla, la mejilla que no se encontraba chamuscada por el rayo de Thor.
— ¿Qué es lo que quieres, Laufey? —siseó Loki, quien en posición de ataque dejaba ver la farsa que había hecho.
Momentos atrás, en el campo de batalla, había sido verdad la molestia que le había estremecido. Que mejor que fingir algo de mayor naturaleza. Aún si ese bebé estuviera listo para salir en ese momento, Loki no se lo permitiría; ahora estaba ejecutando su propio plan.
— Que Asgard pague —espetó al mirar a Loki con furia. En verdad había creído encontrarlo en un estado débil, y no le agradaba para nada ser engañado de esa forma—. Que Asgard caiga junto con todas sus mentiras.
— Y así reescribir el rumbo de tu mundo a base de otras —el desafío chispeaba en su expresión.
— Nada de eso importará cuando ese engendro esté afuera. Tú cadáver será un escalón más hacia la cima.
En la mitad de los labios de Loki una sonrisa apareció junto con una risa que tropezó en su garganta.
— Laufey, no te conviene tenerme muerto —se irguió, haciendo un indefenso ademán con la mano que sostenía la daga—. Dime que otra persona traería hasta tu regazo todo lo que deseas obtener.
A espaldas de Laufey, la luz del Bifrost iluminó el cielo que se observaba desde las variadas aperturas del castillo de hielo. El resplandor brilló en el muro junto con la sonrisa maliciosa de Laufey. Tenía ya todas las piezas para hacer su jugada.
~•~
Padre de Todo llegó a las tierras heladas seguido con otro séquito de guerreros asgardianos. Sobre su caballo, bastó tan sólo señalar con su cetro para asentar un golpe de poder sobre los gigantes que tuvo a su alcance, volviendo a desatar la guerra. Odín era justamente la ayuda que necesitan para librarse de los robustos y fuertes jotuns.
— ¿Dónde está Loki? —inquirió agitado el viejo cuando por fin alcanzó a Thor en medio del campo de batalla.
— Laufey se lo llevó —respondió Thor, con la frustración y la ira de que todo se le hubiera salido de las manos de un segundo a otro.
Al momento de prestarle atención a su padre, un gigante de hielo trató de tomarle por sorpresa, pero el rubio reaccionó rápido y le impactó el pesado martillo en la mandíbula.
— Acabemos con esto —propuso con fiereza Odín para combatir en equipo con su propio hijo y con los tres guerreros que estaban en el área.
No sólo fue cuestión de tiempo, sino de fuerza, estocadas y sudor. El frío ya dejaba de ser una mala intemperie para los visitantes, el calor aclamaba contra sus cuerpos en espíritu de ganar la pelea. Muchos guerreros se quedaron a combatir los gigantes que seguían resistiendo, y a los nuevos que procedían del las montañas. Mientras tanto, un mediano grupo encabezado por Odín se movía con apuro hacia el castillo. Ya era de esperarse que más gigantes salieran al encuentro de los invasores, sin embargo, éstos no atacaron. Odín supuso entonces que Laufey los iba a dejar entrar y eso significaba una única cosa: estaba en la disposición de hacer negocios.
Entraron al amplio salón principal, dando cara al trono del rey y a la misma persona que se encontraba allí sentada.
— Laufey —pronunció Padre de Todo, bajando de su caballo para encajar con su tono solemne. Fugazmente, se permitió buscar con su único ojo a Loki.
Todos sus demás acompañantes también recurrieron a echar un breve vistazo a los alrededores, pero lo único que encontraron fue el hecho de que ya estaban rodeados por una asamblea de jotuns, seguro ansiosos de lo que fuera a dictar Laufey.
— Tiempo sin vernos la cara, Odín —puntualizó el rey de los jotuns tranquilamente.
— ¡¿Dónde está Loki?! —bramó con poca tolerancia Thor. Le desesperaba no ver a su hermano. Si Laufey había osado en hacerle la más mínima herida estaba seguro de que lo mataría, así tuviese que costarle su propia vida.
— Laufey, sé que estás dispuesto a negociar —intervino Odín. Si alguien tenía que hablar, era él. Thor no podría dialogar como debía estando tan exaltado—. No pido clemencia, sólo razón. Como un rey, debes saber lo que le conviene a tu mundo.
— ¿Tienes la certeza de qué es lo que le conviene a mi pueblo? —inquirió Laufey indiferente, tratando de sopesar las cartas que a Odín le quedaban.
— El Cofre de los Antiguos Inviernos —en su mano libre hizo aparecer el cofre, auténtico y material. No era ningún engaño, estaba dispuesto a entregarlo—. Puedes tenerlo, pero hasta que Loki esté con los nuestros.
Un rostro inexpresivo, meditativo y finalmente denotando hastío fue el que dio a mostrar rey de tegumento azul, pensando en lo predecible era Odín, pero no por eso se molestaba. Le agradaba que el camino fuera fácil para él.
— Una oferta muy generosa, sin duda, pero no por ello menos injusta. No lo necesito —repuso con firmeza.
Desde su lugar, Fandral cerró sus ojos junto con un suspiro. La situación era tan tensa y no hacía más que empeorarle el temor de que a Loki pudiera pasarle algo.
— Entonces extinguiré a tu raza. No habrá jotun sobre esta tierra gélida que se pueda salvar. No aceptar mi oferta me hace suponer que quieres guerra —habló Odín, tratando de denotar dureza.
Escuchar aquello casi hace reír a Laufey.
— Si me atacas, Padre de Todo, será tu reino imagen de deshonra —aseguró Laufey mientras se levantaba de su trono, algo entusiasmado por lo que venía.
Fue en ese instante cuando Loki apareció por detrás del trono. Pequeño a comparación de un jotun común, pero un jotun de todas formas. El azabache caminó hasta quedar pocos pasos en frente de Laufey, pareciendo muy seguro de sí mismo.
— Sabes lo que significa —prosiguió Laufey—. No lo escondas más, Odín. Agradece que tendré fiel discreción acerca de lo que se declare en este día.
Odín permaneció en silencio, mirando brevemente a Loki, casi como si tratara de sincronizar sus pensamientos con los de él. Aunque por lo mientras, Odín volvió a guardar el cofre a su costado.
— 'Padre' —Loki hizo un énfasis especial al nombrarlo—. ¿En serio me dejarás a mi el trabajo de decir toda la verdad? ¡Bien! —empezó a dar unos pasos, dirigiéndose a toda la audiencia, tanto de gigantes como de asgardianos que tenía en frente—. Es simple: Padre de Todo se ha negado ha establecer el matrimonio que unirá dos reinos. Es aquí donde entra la cuestión: ¿quién es el rey más desconsiderado en este caso? —los ojos rojos de Loki se clavaron en Odín, ahora sólo se dirigía a este último—. Confiaba en ti, te quise como a un verdadero padre... pero no querías que tu legado se mezclara con la sangre jotun. No permitiste que Thor me desposara. ¡¿Qué tan egoísta se puede llegar a ser?!
Loki mentía, en verdad actuaba una completa mentira. Lo peor es que sólo un grupo reducido estaba consciente de eso. Y bueno, Thor estaba lo suficientemente pasmado y desconcertado como para negar la calumnia.
«¿Qué estás haciendo?» pensó Fandral, bastante tenso desde su lugar.
— El próximo heredero de Asgard y Jotunheim está en mi vientre. No puedes hacer nada para cambiar ese hecho —puntualizó Loki, con una voz que destellaba enojo y unos ojos anegados en lágrimas, lo que hacía más creíble su actuación.
Fue entonces cuando Odín entendió. Debió haberlo entendido antes, debió haberlo entendido cuándo un grupo de guerreros se rebelaron contra el reino. La inestable verdad los había llevado a llegar hasta ese punto. Habían sido atrapados, aunque desconocía si aquella acción era un acto de astucia o un acto de desesperación. Pero algo sí era seguro: esa mentira mantendría a su nieto vivo. Tenía que seguir la línea del guión entonces.
— Lamento que mis decisiones te hayan inclinado a buscar la confianza en otro lado, Loki, pero yo sigo siendo el rey de los nueve mundos y tanto Thor como tú no tienen poder en las decisiones de los reinos —dictó Odín con firmeza.
— Por eso te hemos llamado hoy aquí —habló Laufey, con una sonrisa muy abierta y satisfactoria—. Porque tú reinado ha finalizado.
Los ojos de Loki se abrieron de la impresión, en absoluta angustia de no poder hacer nada en su posición.
Un gigante de hielo, ágil y delgado, se había escabullido con sutileza. Fue el mismo que atravesó a Odín, clavándole una gran espada de hielo por la espalda.
— ¡No! —exclamó Thor con el rostro encendido de ira y tristeza, lanzándose con toda su furia hacia la bestia que atacó a su padre. Era increíble que toda aquella actuación los hubiera alejado de la verdadera amenaza.
Odín, en su último aliento de vida, dejó su mirada clavada en Loki mientras que un hilo de sangre se derramaba por la comisura de sus labios. El azabache de piel azul lo veía también, realmente roto y temblando al tener que contener su dolor. No podía creer que Odín hubiera tomado exactamente esas palabras.
¿Qué otras vidas serían tomadas para mantener la de su hijo a salvo?
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