Capítulo 26

—¡No les creo! Así que dejen de intentar arruinar mi relación con Gian —gritó una Charlotte furiosa antes de salir de la cocina.

Keily había tratado por todos los medios de advertirle sobre el hermano mayor de Alan, pero ella no lo aceptaba. Eso provocó que se sintiera frustrada, pues no quería que su hermana terminara lastimada por una venganza sin sentido.

Josh hizo acto de presencia e inmediatamente posó su mirada fría sobre Keily al mismo tiempo que apretó las manos en puños por la ira.

—¿Es cierto que volviste con el italiano?

El corazón de ella se aceleró y parpadeó varias veces en un intento de tomar valor para decirle que sí. No obstante, la voz no le salió, solo reafirmó con la cabeza, tímida.

Él avanzó hacia ella como un rayo sin dejar de mirarla de mala manera.

—¿Es que acaso eres estúpida? Ese tipo te daña una y otra vez, ¿y vuelves con él como si nada? —gritó, provocando que ella retrocediera con temor.

—No sabes nada, Alan me explicó todo y es inocente.

—Te mintió, ¿no lo ves? Te lavó el cerebro. Él y su hermano solo están jugando con Charlotte y contigo.

—Alan no es igual que Gian, me ama y yo a él.

Josh arrugó la cara en desagrado al escuchar sus palabras, resopló y apretó los labios con furia. Si fuera una caricatura, era seguro que le saldrían humo por las orejas. La ira provocó que se halara el pelo y tiró todo lo que estaba sobre la mesada.

Keily se refugió en la pared, temerosa y sorprendida. Josh rompió lo que encontraba a su alcance con rabia. Los cristales y porcelanas caían al piso, hacían mucho ruido y se dispersaron partículas de vidrio por doquier.

En un movimiento rápido, se acercó a ella y le agarró la cabeza con brusquedad.

—¡Ese maldito siempre te hace daño y lo perdonas! —le gritó en el rostro—. Cuando te vuelva a lastimar, no quiero que uses mi hombro ni que me babees con tu llanto porque de todas maneras irás y le abrirás las piernas.

Habló con tanto odio que ella no aguantó la presión y lloró en silencio. Josh permaneció de esa manera y tenía la respiración agitada. Unos segundos después, la soltó y se retiró deprisa.

Keily se deslizó por la pared hasta hacerse bolita en el suelo.

—Pequeña, ¿qué pasó aquí? —Levantó la cabeza y vislumbró a Jack, quien miraba el desorden sorprendido—. ¿Qué sucedió, Keily? ¿Quién hizo esto?

Las palabras no le salían de la garganta, no dejaba de abrazar su cuerpo que temblaba debido a los nervios.

Nancy también se unió a Jack y se cubrió la boca cuando vio el desastre.

—¿Qué sucedió? —preguntó, anonadada.

Jack no respondió, pues toda su atención estaba puesta en Keily, quien siguió sin decir nada. La agarró del brazo y la sacó con cuidado de la cocina, luego la llevó a la habitación de ella y la sentó en la cama.

—Cálmate y dime lo qué pasó.

Keily respiró profundo, se secó las mejillas con las manos y le contó los sucesos de la cocina con Josh.

Jack escuchó, paciente, no la interrumpió ni mostró ninguna emoción ante lo que ella relataba. No obstante, la ira mezclada con decepción e impotencia fue como un fuego abrasador que le recorrió el cuerpo y que en cualquier momento lo haría estallar.

—Voy a hablar con él, ¿te ha dicho o hecho algo más que deba saber? —preguntó, mirándola directo a los ojos.

Los recuerdos del beso que Josh le había robado le inundaron la cabeza, pero le daba miedo confesarle ese detalle.

—Nada más, papá.

Ella bajó la cabeza, incapaz de sostener su mirada por más tiempo. Jack, por su parte, le levantó el mentón para no perder el contacto visual.

—Una de las cosas que debes saber de mí es que soy muy observador. Me estás mintiendo.

Keily se mordió el labio inferior por nerviosismo, tenía grandes deseos de correr lejos de todos.

—Necesito que me digas todo para saber cómo actuar —insistió con voz amable.

—Él me besó —susurró casi inaudible—, pero eso ya es pasado. —Trató de suavizarlo.

Le soltó la cara y se retiró en silencio, eso causó que ella se pusiera aún más nerviosa. Sabía que estaba enojado y tenía miedo de cómo podría reaccionar. No quería que ellos se pelearan por culpa suya.

Jack caminaba por el pasillo con las manos apretadas y sentía unas inmensas ganas de matar a alguien.

—Papá, quiero que hablemos.

La voz de Willy provocó que él detuviera su andar.

—Ahora no puedo, necesito hacer algo. ¿Has visto a Joshua?

Willy se puso serio al percatarse de que su hermano estaba en problemas.

—Está con mamá en tu habitación, ¿pasó algo?

Jack observó a su hijo y le palmeó el hombro con ternura.

—Nada grave, Will, luego charlamos.

Él asintió y siguió con la mirada a su padre, quien avanzó por el pasillo camino a su cuarto.

Dentro de la habitación, se encontraba Carol que le reclamaba a su hijo mayor por el incidente en la cocina.

—Tienes que controlarte, Josh. Esa bastarda saca lo peor de ti, la detesto —le recriminó con hastío.

Él bufó y caminó en círculo, temblaba de arriba abajo debido a la rabia contenida.

—No la llames así, mamá. Te recuerdo que soy uno también.

—Eso es distinto, no toques ese tema.

Josh rio sin gracia ante sus palabras.

—¿Qué tiene de diferente? Mi caso es mucho peor que el de Keily, así que no hables de ella.

—Digo lo que quiero. —Su madre lo agarró por el brazo y lo miró con rabia—. De todas las mujeres que has tenido, ¿tuviste que obsesionarte con esa niña?

Josh se zafó de su toque con brusquedad y Carol abrió la boca para reprocharle, pero la frenó la llegada repentina de Jack.

—Carol, déjanos solos, por favor.

Su esposa lo miró con temor ante lo enojado que lucía.

—Estás tenso, amor, debes calmarte.

Se acercó y le acarició la espalda. Él se alejó de su toque.

—¡Dije que te largues! —gritó, señalando la puerta.

Josh lo miró en silencio y apretó la mandíbula por instinto, no le gustó cómo le estaba hablando a su madre.

Carol le sostuvo la mirada por unos segundos a Jack, después salió de la habitación.

—¿Ahora qué sucede? ¿por qué...?

Jack no lo dejó terminar, porque le dio un puñetazo en el rostro. Josh retrocedió por el impacto, escupió sangre y los ojos se le oscurecieron por la ira.

—¿Qué demonios te pasa, papá?

Jack no respondió, le dio otro golpe y esa vez Josh cayó al piso sentado.

—Levántate y quiero que te defiendas. ¡Te metiste con mi niña, aun cuando te advertí que la dejaras en paz! —gritó furioso—. Desquítate conmigo que soy un hombre tan alto como tú.

Josh se levantó sin dejar de mirarlo con cautela.

—Nunca te alzaría un dedo y lo sabes —afirmó sin titubeo.

—Olvida toda esa mierda del respeto, quiero que te defiendas.

Avanzó hacia él y lo golpeó varias veces, buscaba la manera de detonar la poca paciencia que Josh tenía.

Él sangraba por la nariz y estaba tentado a atacar, pero no se atrevió.

Jack respiraba agitado, gotas de sudores le escurría desde la frente al cuello y sus nudillos dolían.

—Deberías darle apoyo a Amber con el embarazo, pero no, lo que haces es fastidiarle la vida a Keily.

—Te dije que ese bebé no es mío, papá.

—Es tuyo hasta que se demuestre lo contrario, no cometas el mismo error que yo. Si no estás seguro, puedes hacerle una prueba de paternidad luego, pero no te desligues de él o ella.

Josh no respondió, se limitó a mirarlo con la rabia marcada en sus facciones mientras se limpiaba el rostro con la muñeca.

—Si me entero que te acercas siquiera a ella, te irá peor. Keily está con Ricci, aunque no le vaya bien o lo que sea, es su decisión y hay que respetarla. ¿Entendido?

Josh agitó la cabeza de mala manera, después salió de la habitación frustrado, molesto e impotente. Las palabras de Jack no salían de su mente, y tenía algo claro: Keily y el italiano iban a pagar por todo lo que pasó con su padre.

***

Alan sacó las últimas facturas y acomodó los productos para salir de la bodega.

En esos días estuvo buscando empleo, necesitaba irse y desligarse por completo de Lee y sus porquerías. Ese negocio era solo una fachada más para él lavar activos y que no estuviera en el ojo de las autoridades. Aunque en ese pueblo sabían sus movimientos; sin embargo, lo veneraban y apreciaban como si fuera un gran hombre.

Sonó la campanilla de la puerta que le anunció que había entrado alguien.

—Está cerrado —informó sin levantar la mirada.

—No para mí, Alan.

Bufó con fastidio al escuchar su voz y alzó la cabeza para enfrentarla. Anna estaba frente a él, mirándolo con una intensidad que daba miedo.

—¿Qué quieres?

La voz le salió más grosera de lo que pretendía.

Ella se acercó, moviendo las caderas a propósito. Quizás en otra ocasión le hubiese gustado, pero en ese momento solo le resultó fastidioso.

—Hablar contigo, amor, te ves tenso.

Trató de tocarle los hombros, mas él retrocedió.

—No me llames así, Anna, ¿cuántas veces te lo voy a decir?

Se pasó una mano por el pelo y lo agitó varias veces en señal de que se encontraba frustrado.

Ella se mordió los labios ante sus gestos.

—Te ves muy sexi, tu belleza debería ser ilegal.

Él suspiró con cansancio ante sus palabras.

—Ya mi turno acabó, me voy.

Pasó por su lado, pero ella lo agarró de un brazo para detenerlo.

—Mi papá dijo que vas a renunciar.

Alan resopló con hastío, solo quería ir a buscar lo que le faltaba del apartamento de Gian y poder descansar en la comodidad de su cama.

—Así es —afirmó y se zafó de su agarre.

—No puedes hacer eso, Alan, no estás pensando con claridad. Sabes que sin la ayuda de mi papá serás un fracasado y, posiblemente, uno muerto.

—No, todo lo contrario. Voy a vivir sin tener que rendirle cuentas a nadie, ya estoy fuera de todo esto.

—No puedes y lo sabes, me voy a encargar de que tengas que volver rogando.

Su voz sonó desesperada y el berrinche le dio gracia y coraje a la vez, aunque desistió de seguir escuchándola. Así que agarró las llaves y caminó hacia la salida.

—Cierra la puerta cuando te vayas —dijo antes de retirarse de la bodega sin mirar atrás.

Alan llegó al edificio donde vivía Gian y subió las escaleras de dos en dos. Aún tenía las llaves, por lo que abrió la puerta. Entró, esperaba que su hermano no se encontrara. Sin perder tiempo, caminó directo a su antigua habitación y tomó las bolsas con sus pertenencias.

Cuando recogió todo salió a la sala y vislumbró a Charlotte Brown, quien salía de la cocina con una camisa de Gian puesta.

Antes de que pudiera decir algo, Gian se le unió en tan solo un bóxer y con el pelo hecho un lío. Sonrió con cinismo cuando lo vio.

—Hermanito, no te esperaba —dijo, complacido.

—Charlotte, ¿qué es esto? — Alan le preguntó, ignorando por completo a Gian.

La miró con lástima, no sabía qué terreno estaba pisando. Ella, por su parte, agachó la cabeza avergonzada.

—Yo...

—Charlotte y yo estamos juntos —la interrumpió Gian, encogiéndose de hombros.

La ira de Alan aumentó y lo desafió con la mirada.

—Has caído muy bajo, Gian. Nadie merece verse involucrado en tus juegos.

—Solo estás celoso.

Alan rio ante las palabras de su hermano.

—Charlotte nunca me ha interesado, pero es la hermana de mi novia y no merece estar con un patán como tú.

Ella abrió los ojos por la sorpresa que le causaron sus palabras, también había algo en lo que dijo que la molestó.

—Gian y yo nos queremos —refutó bajito.

Alan no apartó los ojos del susodicho con furia mientras él sonreía victorioso ante su reacción.

Espero que te pudras en el infierno —susurró en su idioma, después abrió la puerta para salir de ahí.  

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