Capítulo 12

Escarlett lloraba con desconsuelo, negó con la cabeza hacia él cuando vio que se quería acercar.

—Me mentiste de la peor manera, Jack —le reprochó entre lágrimas mientras se tocaba el pecho con la esperanza de aliviar el dolor que sentía.

—No fue planeado, te juro que no te mentí. Solo hay cosas que me superan.

Él trató de hacerle entender que todo se le salió de las manos, pero no tuvo éxito.

•••

Jack se martirizó con los recuerdos que lo habían estado bombardeando en esos días. Hacía un tiempo largo que no tomaba alcohol; sin embargo, se encontraba en su despacho con una botella de whisky a la mitad, sentado de manera descuidada en su escritorio. Maldijo varias veces cuando las palabras de Keily se reprodujeron en su mente. Odiaba el hecho de que ella tenía razón, les hizo daño a dos personas inocentes.

Todos en el pueblo lo habían catalogado como un hombre intachable, serio, solidario y demás cualidades que en ese momento se cuestionó. De nada le servía lo que otros pensaban si su hija sentía odio por él.

Le dio otro sorbo al líquido que quemó su garganta y recordó cómo el italiano se puso cuando Keily se retiró. Vio muchas cosas en sus ojos, cosas que él mismo sintió alguna vez por aquella mujer que lastimó tanto. Alan se hizo responsable de lo que pasó y le aseguró que tenía buenas intenciones con su hija.

No obstante, dudó de sus palabras por la reputación del chico y porque alguna vez él hizo las mismas promesas y no pudo cumplir.

Carol entró al cuarto, arrugó la cara con desagrado en cuanto lo vio.

—Desde que llegó esa chiquilla solo nos ha traído problemas. Mírate, no te reconozco.

Jack bufó con fastidio y no le prestó atención, lo último que quería era iniciar una discusión con su esposa.

—No me ignores, Jack Brown. Todo estaba mucho mejor cuando esa mocosa...

—Te prohíbo que la insultes —la interrumpió de golpe.

Jack se levantó tambaleante e impactó la botella contra la pared. Se hizo añicos y produjo un ruido seco, eso provocó que Carol saltara en su lugar por la sorpresa.

—Te enojas porque sabes que es verdad, incluso nuestra relación está por los suelos.

—Nuestra relación está así desde el día que me pediste el divorcio y te burlaste de mí. No la culpes.

—No vayas allí, ya nos habíamos recuperado. ¿Por qué no la superas? Estoy cansada de que la recuerdes cada vez que miras a esa bastarda.

—Lárgate de mi vista —dijo él con furia—. Arreglaré todo esto, solo quiero estar solo.

Carol lo miró con desprecio, el dolor e impotencia plasmados en sus facciones. Quiso seguir discutiendo con él, mas no lo hizo. Se retiró de la habitación deprisa.

En el cuarto de Keily, Zoe la abrazaba mientras ella se deshacía en lágrimas en su hombro. A pesar de lo mal que se sentía, estaba aliviada porque se pudo desahogar con ella sin temor. Le contó todo lo que sucedió en la salida y cuando llegó a la casa.

—Creo que debes hablar con mi tío, Kei —dijo Zoe despacio, observando detenidamente su cara.

Keily rompió el abrazo y negó con la cabeza.

—No, él me quiere alejar de Alan —replicó en medio de un sollozo.

—Por eso precisamente deben hablar. Dile lo que sientes, quizás él cree que te protege, puede que tenga una imagen equivocada de Alan.

El teléfono de Keily timbró y el nombre del italiano brilló en la pantalla. Ella se mordió el labio inferior y Zoe susurró "contesta", después salió de la habitación.

—¿Sí?

—¿Cómo estás, Keily?

La voz de Alan se escuchó ronca, como si acabara de despertar.

—Bien —mintió en un susurro.

—Necesito verte para que hablemos, Kei.

Ella negó la cabeza, aunque sabía que él no la podía ver.

—No creo que sea lo mejor, presenciaste todo lo que ocasionó eso la última vez.

—Por eso mismo tenemos que hablar, necesito que aclaremos varias cosas. Me rehúso a dejar de verte.

El corazón de Keily latió salvaje y una sonrisa tonta le apareció en los labios ante la realización de que Alan quería intentar algo con ella después de todo lo que había sucedido.

—Hoy es mi día libre, podemos comer juntos. ¿Qué dices?

Ella miró la hora en su reloj: once treinta de la mañana.

—¿A las dos puede ser?

—Me parece perfecto, ¿quieres que pase por ti?

—No, Alan, nos vemos en Matt's.

Se despidió de él y luego colgó.

Matt's era un restaurante donde servían una exquisita comida, un sitio asequible y muy acogedor.

Keily tomó una ducha, se vistió y maquilló un poco para cubrir los rastros de las lágrimas que había derramado.

Josh tocó la puerta, pero no esperó a que ella contestara y entró. Keily lo miró con molestia, aún estaba enojada con él por el comportamiento hostil que tuvo con Alan. A su entender, no tenía derecho a actuar como lo hizo.

—¿Qué quieres? —preguntó de mala manera mientras se ponía brillo en los labios.

—¿A dónde vas?

Josh la escaneó entera, eso provocó que ella se sintiera incómoda por la intensidad de su mirada. No le contestó, solo se dispuso a buscar su bolso.

—Quiero que hablemos, Keily —replicó cabizbajo.

—No puedo ahora, voy a ir a almorzar.

—¿Con él?

La voz le salió más ruda de lo que pretendía y apretó las manos en puños.

—Eso no te importa, si me disculpas...

Pasó por su lado dispuesta a irse, pero él le agarró el brazo y lo sujetó con fuerza.

—Jack dijo que no quiere que te veas con él —alegó con los labios apretados—. Yo no quiero —finalizó y la soltó con brusquedad.

—¿Quiénes se creen que son para prohibirme con quién salir? Anoche dejé eso muy claro, ¿no?

Keily estaba furiosa por la actitud de Josh.

—Solo queremos lo mejor para ti. Alan no es el chico bueno que crees.

—Eso lo puedo descubrir yo, gracias por la advertencia —dicho eso, salió dispuesta a buscar respuestas del porqué la mala reputación del chico que le gustaba.

Josh, por su parte, se retiró echando humos de la habitación. «Se va a ver con él», pensó mientras maldecía con impotencia.

Tocó la puerta del cuarto de sus padres y entró cuando escuchó el "pase" de Jack. Lo vio sentado en la cama con una mano en el rostro. Él tenía un fuerte dolor de cabeza por todo el alcohol que consumió la noche anterior.

Jack miró a su hijo, quien se quedó quieto en el umbral de la puerta. Tenía las manos apretadas en puños y el ceño fruncido.

—¿Qué sucede, Josh? —preguntó mientras se levantaba y tomó una pastilla que Nancy le había llevado para la resaca.

—Keily salió hace unos minutos para verse con Alan —escupió con resentimiento.

Jack lo observó detenidamente e hizo una mueca debido a sus palabras.

Desde que conoció a Carol, con el pequeño Josh en brazos, se había prendado del chico. Lo educó y le dio el mismo amor que a los mellizos. Enseñó valores y hasta puso a su nombre unos que otros activos para asegurarle una vida cómoda.

—No sé qué me desconcierta más, si el enamoramiento del italiano hacia mi hija o el tuyo —dijo parándose frente a él.

Josh abrió los ojos en sorpresa y toda la ira se convirtió en miedo. «¿Cómo se enteró?», se preguntó en silencio.

—Te conozco bastante, Joshua, eres como un libro abierto para mí. —Cortó la distancia y quedaron a unos centímetros. Jack no dejó de mirarlo a los ojos—. Ahora bien, ¿qué crees que debo hacer con eso?

Josh no supo qué decir, algo que había aprendido era que su padre podía ser muy intimidante cuando se lo proponía. Suspiró y agachó la cabeza.

—No sé qué hacer con este sentimiento, juro que no fue planeado.

Jack retrocedió mientras observaba cómo su hijo mayor encorvaba la postura que siempre llevaba erguida y dominante. Sintió lástima porque visualizó al mismo bebé desprotegido que vio por primera vez en brazos de su esposa.

—Tranquilo —dijo condescendiente y le palmeó el hombro—. Solo déjala en paz. Nadie elige de quién enamorarse, pero sí lo mejor para todos. Esas decisiones duelen, a pesar de que son muy necesarias.

Josh sabía muy bien que su padre habló por experiencia propia. 

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