Capítulo 10
Keily mezcló los ingredientes y luego los vertió en un molde mientras Nancy ajustaba el horno para colocarlo dentro. Se había pasado todo el día en la cocina, aprendiendo, y quiso hacer un pastel.
—En treinta minutos estará listo, luego hay que dejarlo reposar —dijo la señora con dulzura.
Nancy era encantadora, cocinaba divino y fue la culpable de que Keily había aumentado algo de masa corporal.
Ella asintió a sus palabras y la ayudó a preparar la crema para decorar el pastel. De repente, sintió que le cubrieron los ojos y sonrió cuando tocó las manos que le harían adivinar sin problemas.
—¿Willy?
Preguntó, segura de que era él por el anillo de plata en forma de cruz que tenía en el dedo anular de la mano derecha. Ella se giró para encararlo y Willy bufó, fingiendo molestia.
—Siempre sabes que soy yo —se quejó, levantando las manos. Su buena vibra era tan contagiosa que la hizo sonreír—. ¿Qué haces, hermanita? —preguntó cuando observó la crema que ella estaba batiendo.
—Estoy horneando un pastel y hago la base con ayuda de la señora Nancy.
—Solo dime Nancy, cariño —interrumpió la aludida, acto seguido le dio un beso en la mejilla a Willy.
—Yo quiero —dijo como niño pequeño, eso provocó las risas de ellas.
Entraron a la cocina Charlotte y Jessica, perfectamente vestidas y peinadas. Keily, al verlas, pensó que su media hermana lucía como una chica sacada de una revista, estaba segura de que lo que llevaba puesto era más caro que todo lo que poseía en su armario.
Los ojos de Charlotte se posaron sobre ella.
—Pero si es la zorrita —dijo mientras se acercaba de manera peligrosa. Por acto reflejo, Keily se alejó dando pasos hacia atrás hasta que chocó con la pared.
—Cuida tu vocabulario, niña —le reprendió Nancy apuntándole con la cuchara que tiene en la mano.
—Limítate a cocinar y no te metas en lo que no te importa —replicó Charlotte con brusquedad.
—No le hables así, debes respetarla —defendió Willy, acercándose a su melliza.
Ella rio con sarcasmo y lo empujó, después se posicionó delante de Keily.
—¿Te crees importante? Pues te informo que acabo de ir a la bodega, ¿y sabes qué vi? A tu noviecito compartiendo saliva con Anna —escupió maliciosamente.
Las manos de Keily temblaron y sintió una gran tristeza.
—Él no es mi novio —dijo en un hilo de voz.
—¡Deja de molestar tanto, Charlotte! —gritó Willy y la alejó de Keily.
—Solo te lo informo para que dejes de creer que Alan se fijaría en alguien como tú.
La miró con descaro y salió con Jessica detrás.
—No le hagas caso, hermanita.
Willy la abrazó, en modo de consuelo, quien no pudo responderle por culpa de las palabras de Charlotte que se reproducían en su cabeza.
***
Keily trató de concentrarse en el garabato que estaba haciendo, pero su mente se encargaba de recordarle lo que le dijo Charlotte horas atrás. Luego de que se fuera, se encerró en la habitación, dejando el pastel en manos de Nancy, porque se le había esfumado todo el entusiasmo que tenía.
Se dispuso a dibujar cualquier cosa para distraer la mente y no había podido hacer nada más que unos rayones sin sentido.
«¿Por qué Alan me mintió?, ¿qué es lo que pretende?», se preguntó con pesar. Sintió su pecho afligido porque nada de eso hubiese pasado si su madre no hubiese muerto. El teléfono celular timbró, sacándola se sus tortuosos pensamientos, y el nombre de Alan apareció en la pantalla. Tenía una batalla interna de si le tomaba la llamada o no.
«Quizás Charlotte mintió para hacerme daño», pensó.
—Hola —contestó con manos temblorosas.
—Preciosa, ¿cómo estás? —cuestionó Alan. Ella podía jurar que estaba sonriendo e incluso lo imaginó—. Te llamo para invitarte a dar un paseo. Abrieron una nueva feria y me dijeron que uno se lo pasa bien, ¿qué dices?
Keily sopesó la invitación mientras se mordía el labio inferior, ya que no sabía qué decirle.
—No lo sé, Alan, tengo algunas cosas que hacer —mintió y rogó en silencio para que no insistiera.
—Vamos, Keily, solo serán unas horas. Además, tengo días que no te veo y te extraño.
A esas alturas, el corazón se le estaba saliendo del pecho y una sonrisa se esbozó en sus labios.
—Está bien —le respondió sin más.
—Perfecto, te paso a buscar en dos horas cuando termine mi turno —dijo antes de colgar la llamada.
Tardó unos segundos en procesar lo que había pasado, pero ante la realización de que tendría otra cita con Alan, los nervios se apoderaron de ella. Una de las cosas que debía hacer, y que la ponía a temblar, era pedirle permiso a su padre.
Keily tocó la puerta de la habitación de Jack para avisarle que iba a salir más tarde. Se mordía las uñas con nerviosismo, pues le daba vergüenza que él se enterara de que sentía algo por Alan.
Carol abrió, y eso provocó que sus nervios aumentaran.
—¿Qué quieres? —preguntó cortante.
—Hablar con Jack —respondió Keily de la misma manera.
—No está, se fue a la empresa por un inconveniente que se le presentó.
Keily se percató de lo exhausta y triste que lucía Carol.
—¿Pasa algo malo?
Su pregunta salió con un dejo de preocupación. Fue sincera, no le gustaba ver a las personas en mal estado.
—Nada que te importe —contestó la mayor y le cerró la puerta en las narices.
Keily respiró hondo y regresó a su cuarto sin saber qué hacer. No quería salir sin avisarle a Jack primero. Optó por llamarlo, pero salió el buzón de voz. Qué mala suerte, y solo en una hora Alan pasaría por ella.
Tomó una ducha, se vistió y peinó el pelo en una coleta alta, dejando algunos flequillos al aire. No se arregló demasiado, solo unos jeans y blusa bonita, porque no quería que él pensara que trataba de impresionarlo.
Su plan era hablar con Alan para dejar claras algunas cosas que no entendía del todo. El celular timbró y el nombre de él apareció en la pantalla.
—¿Sí? —contestó tímida.
—Ya estoy fuera, preciosa.
Sonrió, acto seguido le avisó que saldría enseguida. Revisó que su ropa estuviera decente por última vez en el espejo, después caminó hacia la salida.
La sonrisa de Alan se ensanchó al verla y ella se sonrojó por lo guapo que estaba él. La ayudó a subir a la moto y se perdieron en la carretera a toda velocidad.
Llegaron a la feria y Alan aparcó la moto. Muchos juegos y luces se vislumbraron desde la entrada. Keily se emocionó cuando vio los puestos con distintas temáticas de entretenimiento.
—Vamos a divertirnos —él dijo y la tomó de la mano para luego adentrarse al lugar, emocionados.
Habían disfrutado mucho subiéndose en cada juego, sentían la adrenalina entre ellos en su máxima expresión.
—Eso fue loco —dijo Keily mientras se tocaba el pecho después de que bajaron de una inmensa montaña rusa.
—Sí, fue muy emocionante —reafirmó Alan—. Vamos a comer algo, Keily.
Se acercaron a un puesto de perritos calientes. Él pidió dos y pagó, después se dirigieron a unos banquitos en forma de escaleras. Ella se sentó en la parte más alta, para quedar a la misma altura que Alan, y así pudieron hablar más cómodos.
Alan le comentó algo que tenía que ver con la universidad, pero ella estaba perdida en sus pensamientos, específicamente en lo que le dijo Charlotte.
—¿Me estás escuchando?
Las palabras de Alan la sacaron de su batalla interna.
—Lo siento, me distraje un poco.
Keily agachó la mirada, avergonzada.
—¿Pensaste en lo que te dije?
Ella asintió sin mirarlo y él le tocó el rostro con los dedos, eso provocó que sus ojos se cruzaran.
—¿Y qué has decidido? —preguntó con la voz entrecortada.
Sus orbes verdosos mostraban nerviosismo y miedo.
—Tengo dudas. Es que no tengo muy claro si estás libre del todo.
Keily hizo una mueca al imaginarlo con Anna u otra chica.
—Pero ya te había dicho que no estoy en ninguna relación. Si estuviese con alguien, no me tendrías aquí pidiéndote una oportunidad.
Alan se sentía ofendido y dolido. Keily, por su parte, no sabía qué pensar. Los nervios y la incertidumbre la carcomían por dentro, quería desaparecer.
—Me dijeron que hoy te besaste con Anna —le soltó sin más.
—¿Qué...? Te dije que no tengo algo con ella, ¡deja tus celos! —gritó con enojo, y se levantó de la banca.
Keily hizo lo mismo, estaba molesta por sus últimas palabras.
—No estoy celosa. Además, tú y yo no somos nada.
—Si sientes alguna duda de mí, debes preguntarme directamente y no creer las cosas que te cuentan o escuchas. ¿Fue Charlotte que te dijo?
Keily asintió sin mirarlo.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque ella fue a la bodega. Me insultó, amenazó y advirtió que me alejara de ti. Le dije lo mucho que me importas y salió furiosa junto a su prima que no se le despega nunca.
Keily se quedó boquiabierta ante la realización de que todo fue una treta de Charlotte. Eso la hizo suspirar con alivio.
—Lo siento, yo...
—Tranquila, puede ser muy molesta cuando se lo propone —interrumpió él, pasando la mano por su pelo.
—Acepto.
—¿Qué?
Alan escuchó, pero quería estar seguro.
—Que acepto salir contigo y ver qué pasa —Keily respondió mientras sonreía y temblaba como una hoja.
Alan acortó la distancia entre los dos y, sin darle tiempo a reaccionar, estampó sus labios con los de ella en un dulce y apasionado beso.
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