Capítulo 36

Jack se paseaba por la habitación con desespero, ya habían pasado varios días y no habían sabido nada de Keily. Fue como si la tierra se la hubiese tragado, la policía estaba detrás de su rastro sin noticias aún.

Willy asomó la cabeza por la puerta y Jack le hizo señas para que entrara.

—La cena está lista, papá.

—No tengo hambre, necesito saber de Keily —respondió con la voz entrecortada.

Zoe entró al cuarto de repente .

—Alan y Josh están peleando en la sala —informó, desesperada.

Salieron deprisa y bajaron las escaleras en un santiamén. Tal como había dicho Zoe, Josh y Alan estaban enfrascados en una acalorada pelea. Justin trataba de separarlos sin lograr mucho. Se golpearon de una manera brutal, descargaron en cada puñetazo todo el rencor contenido.

Jack agarró a Alan por detrás y Justin aprovechó para sujetar a su primo que se sacudía con violencia.

—¡Eres un maldito! Por tu culpa Keily no aparece —gritó Josh con furia.

—No actúes como si ella te importara, después de todo lo que le hiciste —replicó Alan mientras forcejeaba con Jack para que lo soltara.

—¡Ya basta! —gritó y dejó libre a Alan—. ¿Me explican por qué el desorden?

—Todo es culpa de esta basura, papá. Kei desapareció por él —respondió Josh apuntándole con el índice.

Alan negó con la cabeza.

—Keily no quería que nadie se enterara de esto, pero es necesario. —Miró a Jack directo a los ojos—. Ella abandonó la casa aquella vez porque este mal nacido intentó abusarla.

Todo se quedó en silencio por un segundo hasta que Josh se abalanzó sobre Alan.

—Justin, sujétalo bien —ordenó Jack, frustrado y enojado—. ¿Qué acabas de decir? —preguntó sin poder creer lo que había escuchado.

—Es mentira, papá, han arruinado nuestras vidas y planean seguir haciéndolo —Josh intervino, temeroso.

Carol se paró frente a Alan y lo abofeteó con fuerza.

—¡Tratas de dañar a mi hijo y no te lo voy a permitir! —gritó, desesperada.

—Zoe y Justin lo pueden confirmar —dijo Alan al mismo tiempo que su celular vibró debido a una llamada.

—¿Hola? —contestó.

—Alan, tengo noticias de Keily —informó Gian.

Dejó la sala de los Brown hecha un caos al momento en que colgó y salió corriendo.

En algún lugar, ella estaba mareada. El aturdimiento se apoderó de su sistema cuando quiso abrir los ojos. Sintió dolor en los brazos y cabeza, la garganta le ardía y el sonido del agua goteando la tenía desesperada.

No sabía dónde se encontraba, todo estaba oscuro y el silencio vicioso era interrumpido por las gotas que chocaban con algo. Tembló cuando sintió unas manos frías en la piel, la sujetaron e inyectaron en el brazo, lo que provocó que se sumergiera en la inconsciencia de nuevo.

—Dijiste que no la ibas a lastimar.

Escuchó una voz lejana, aunque no pudo reconocerla. Tampoco sabía cuánto tiempo había pasado, si era un sueño o la realidad. Percibió pasos y después unas manos la sujetaron con fuerza.

Se hizo un ovillo por instinto cuando sintió la piel tibia de alguien. Quiso abrir los ojos y percatarse hacia dónde la llevaban. La depositaron en una superficie blanda y le acariciaron las mejillas. Deseó retirar ese toque, tenía miedo, el pánico se apoderó de ella y agitó los brazos.

—Tranquila, Keily, no te haré daño —dijo esa voz que no logró reconocer, después la sujetó con la intención de que no siguiera moviéndose.

Por su mente pasaron imágenes de cuando Alan y ella se besaron en el claro y parecía como una ilusión, irreal. No recordaba nada con claridad, solo fragmentos de lo que aconteció esa noche.

—A-Alan.

Logró balbucear, eso provocó que le doliera la garganta por el esfuerzo. Tragó saliva con dificultad y trató de abrir los ojos.

—Debes inyectarla de nuevo —ordenó otra voz más ronca.

Ella quiso salir corriendo de ahí, no deseaba dormir más.

—Eso le puede traer problemas, ya es suficiente.

—No me importa, la quiero inconsciente.

Escuchó pasos que se alejaron, luego una puerta se cerró. Lágrimas cayeron por sus mejillas debido a la impotencia, dolor e incertidumbre.

—No llores, hermosa, te sacaré de aquí.

La aguja penetró su brazo adolorido. Poco a poco, se sumergió en la nada sin poder evitarlo.

Él la miró con sorpresa ante lo que había dicho.

—Kei, quiero irme y dejar todo esto atrás, comenzar de nuevo contigo en un lugar diferente donde nadie nos conozca, pero ahora mismo no podemos hacerlo.

Sus ojos verdes la hipnotizaron, solo quería perderse en ellos por siempre. Asintió, porque comprendió su punto, y se rio por haber pensado en que esa sería la solución. Era irresponsable y egoísta.

La besó apasionado, quiso demostrarle cuánto la amaba. Esa noche, sin dudas, había sido una de las mejores de sus vidas.

Se vistieron en un silencio cómodo mientras reían cómplices. Keily quiso que ese momento se detuviera para siempre y no volver a la cruda realidad que los esperaba.

Llegaron a su casa y suspiró con tristeza, no quería separarse de él.

—Tienes que entrar, Kei —dijo después de besarle la frente con dulzura.

Ella se introdujo a la casa, sintiéndose en el aire por los acontecimientos pasados. Sonrió como boba y se tumbó en la cama, recordando los besos y caricias de su novio.

El timbre de su teléfono rompió la burbuja en la que se había sumergido.

—¿Sí?

—Keily, disculpa la hora.

—¿Qué sucede, Aaron?

—Quiero verte, pasó algo y necesito que hablemos.

—Está bien, ¿dónde nos vemos?

—Estoy cerca de tu casa, te paso a recoger.

Los recuerdos de esa noche le turbaron la mente. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero sintió que fueron años. Movió las manos adoloridas, quería gritar y nada le salía.

Trató de abrir los ojos, mas sus párpados estaban muy pesados. Le dolía el cuerpo, el estómago le rugía por el hambre y le ardía la garganta. Necesitaba tomar algo.

—Agua.

Logró decir en un quejido. Alguien le levantó la cabeza y puso un recipiente en su boca. El líquido le pasó por la garganta como garras de felino. Bebió todo lo que pudo, lo que provocó que ella tosiera por la desesperación.

—Cambio de planes, la devolveremos —dijo la voz ronca.

—Prometiste que me quedaría con ella.

—No es posible, han pagado y debemos regresar cuanto antes. 

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