Capítulo 31
—Así que Aaron —afirmó Marian por enésima vez en menos de diez minutos.
Keily asintió y su amiga chocó la palma con Zoe. Ella giró los ojos ante eso y revisó su armario en busca de qué podía usar para el paseo que tendría con Aaron. No le emocionaba salir con él, pero le dijo que sí porque en varias ocasiones se había negado.
Marian y Zoe habían tratado de sacarle información sobre su compañero de clases, les emocionaba que ella haya aceptado la invitación y se unieron para adecuarla a «su nueva conquista».
—Debe ser algo llamativo y sexi —propuso Zoe al momento en que sacaba una minifalda.
Keily negó con la cabeza.
—Vamos al parque por un helado, ni siquiera es una cita —explicó, quitándole la tela de las manos.
Zoe hizo una mueca y siguió buscando entre las prendas.
—Pero si es lindo y amable como has dicho, puede que lleguen a algo más —interfirió Marian.
Keily se cubrió la cara con las manos ante lo que había dicho su amiga.
—No me interesa Aaron, chicas, no creo que pueda fijarme en otro hombre que no sea Alan. —La voz le salió entrecortada al mencionarlo.
Zoe le tocó el hombro con lástima.
—Debes olvidarlo, Kei. Tú sigues sufriendo por él y de seguro está con Anna haciendo «cosas». —Su cara mostró arrepentimiento al segundo de haber dicho eso—. Lo siento, no debí.
Marian la miró mal por la falta de tacto que había tenido al hablar de esa manera.
—No le hagas caso, Kei.
—Ella tiene razón, pero esta salida solo es como compañeros de clases.
Keily agarró unos jeans con una blusa y los colocó sobre la cama.
—Esto me pondré —les dijo y ellas bufaron con fastidio.
—Ese atuendo ya está desfasado.
Zoe la señaló con desaprobación.
—Me siento cómoda así. Ahora salgan de aquí que tengo que ducharme.
—Yo iré a ver a Willy.
Marian puso cara de boba y sus ojos brillaron ante lo que había dicho. Zoe, por su parte, chilló y dio saltitos, emocionada.
—Luego hablaremos sobre mi hermano —le dijo a su amiga mientras la señalaba con el índice.
Ella asintió, después salió de la habitación junto a Zoe.
Keily observó su reflejo en el espejo y se asustó porque estaba más delgada y pálida. Se peinó el pelo en una coleta alta y cayó en cuenta de que debía cortarlo un poco.
«A Alan le gusta largo», pensó.
Quiso golpearse por recordarlo y se dispuso a terminar de arreglarse. Agarró el bolso, asegurándose de que había guardado el teléfono antes de salir.
Cuando bajaba las escaleras se encontró cara a cara con Josh. Este la miró con intensidad y apretó las manos en puños. Las de Keily sudaban debido a los nervios, le temblaron las piernas y estaba segura de que se iba a desmayar en cualquier momento.
—¿Qué haces aquí? —preguntó y él arrugó el entrecejo.
—Esta es mi casa. —Se colocó un dedo en la barbilla y sonrió de forma socarrona—. Creí que te habías ido a vivir con el italiano. Ah, no, ya entiendo por qué hace un rato lo vi besuqueando a Anna.
Esas palabras le dolieron a Keily y provocaron una mueca de desagrado. Josh se mostraba satisfecho a la par que se acercaba a ella.
—¿Qué sucede, Kei? ¿Te duele que Ricci te usó para luego seguir con la hija de Lee? No lo culpo, hueles exquisito y tu piel luce muy suave.
—Le voy a decir a mi papá lo que hiciste —contraatacó con la voz entrecortada.
Josh se carcajeó ante sus palabras.
—Estaba ebrio y, si sucedió algo, no lo recuerdo.
Keily quiso atacarlo por mentiroso y borrarle la sonrisa de satisfacción que tenía.
—Si piensas que me fui de la casa por ti, estás muy equivocada. Lo hice porque quiero mi propio espacio y me estoy haciendo cargo de Amber y el bebé, como me aconsejó mi padre —continuó—¿Creíste que lo hice por ti? —Rio de nuevo y negó con la cabeza—. No eres la gran cosa, Keily, sino el italiano estuviera contigo y no con Anna.
—¡Cállate y déjame en paz! —vociferó ella, cansada de escuchar sus mentiras.
Keily salió de la casa deprisa y se subió en el auto que, gracias a Willy, le repararon con rapidez. Recargó la cabeza en el volante mientras respiraba profundo para no echarse a llorar.
Una vez en el parque, miró a los alrededores en busca de Aaron y se sentó en una banqueta frente a una fuente. Había muchos niños y personas paseando a sus mascotas. El ambiente estaba fresco, aunque el sol brillaba dándole un color anaranjado al lugar. Se arrepintió de no haber llevado su libreta y lápiz.
—Estás aquí —dijo Aaron, quien se sentó junto a ella—. Te estaba buscando.
—Yo acabo de llegar.
Él le dio un beso en la mejilla en forma de saludo. Sus ojos azules brillaban y su rostro estaba sonrojado. Aaron era un chico lindo, pero Keily estaba convencida de que nunca se fijaría en él.
Compraron helados. Hablaban muy animados mientras caminaban y admiraban la naturaleza que ofrecía el parque. Aaron se detuvo de repente, lo que provocó que Keily chocara con su espalda.
—¿Qué sucede?
Aaron se quedó mirando a un punto fijo mientras fruncía el ceño. Keily dirigió la vista a esa dirección y se arrepintió al segundo porque vislumbró a Alan y Anna en un acalorado beso. La chica estaba pegada a un árbol, acorralada por él.
Algo dentro de Keily se rompió, pues tenía cierta esperanza de que lo que había escuchado en torno a ellos era falso. Lágrimas cayeron de sus ojos por la rabia que sintió al darse cuenta de cómo Alan jugó con ella.
—Keily, vámonos, te ves mal.
Ella no quería estar ahí, pero su cerebro no reaccionaba y no podía apartar los ojos de la escena. Alan y Anna se separaron y él le discutió por algo que Keily no logró entender.
—Keily, nos vieron y tu exnovio viene hacia nosotros.
Las palabras de Aaron la sacaron del trance, pero fue tarde porque Alan se acercó a ella sin darle tiempo a reaccionar.
Alan estaba tenso, su mirada mostraba molestia y frustración. Anna también avanzó, se paró al lado de él y lo abrazó por la cintura.
—Kei, quiero que hablemos —dijo y alejó el brazo de Anna con brusquedad.
—Ella no tiene nada que hablar contigo.
Keily se sorprendió al escuchar la dura voz de Aaron, él siempre se mostraba muy tranquilo y tímido.
—No te metas, cuatro ojos, esto no es asunto tuyo —soltó Alan, irritado.
A Keily le desagradó la manera en la que le habló, sintió que la sangre le hervía debido a la molestia.
—¿Quién crees que eres? Aaron tiene razón, no tenemos nada de qué hablar.
Anna sonrió con falsedad al entender la situación en la que se encontraban.
—Vámonos, Alan, creo que es suficiente.
—Vete tú, no me iré de aquí hasta hablar con Keily —respondió él con voz dura.
Keily le agarró la mano a Aaron y caminaron deprisa en sentido contrario. Ella chilló cuando sintió que Alan la sujetó del brazo de repente.
—Necesito que me escuches —suplicó sin soltar su agarre.
Keily trató de zafarse, sacudiéndose con violencia.
—¡No me toques, animal! No quiero nada contigo —gritó mientras trataba de golpearlo.
Todo pasó muy rápido y ella se cubrió la cara en sorpresa cuando Aaron le dio un puñetazo en el rostro a Alan. Este la soltó, se abalanzó sobre él y lo atacó sin piedad.
Keily se desesperó cuando vio que Aaron trataba de cubrirse de los golpes, ya que Alan era mucho más alto y fuerte que él. No había rastros de Anna, ella huyó cuando empezaron a pelear.
—Ya basta, por favor. —Keily lo haló de la camiseta, mas él no se detuvo—. Está bien, Alan, hablaré contigo, pero déjalo.
Los golpes cesaron y ella se arrodilló para inspeccionar la cara de Aaron.
—Estoy bien, Keily, no te preocupes. —Se levantó y escupió con rabia.
Ella posó la vista sobre Alan, dejándole saber toda la ira y odio que sentía.
—No debiste hacer eso, ¿estás loco?
—Él me golpeó primero, no tenía que meterse en lo que no le importa —respondió, frustrado y molesto.
—Eres un maldito, no sabes cuánto te detesto ahora mismo —dijo sin dejar de mirarlo de mala manera.
—Keily, vámonos —pidió Aaron y le extendió la mano.
Ella negó con la cabeza.
—Voy a terminar de una vez por todas con esto, será la última vez que hable con él. —Señaló a Alan y este sonrió victorioso.
Aaron disimuló lo dolido y confundido que se encontraba, no entendía la decisión que ella había tomado.
—Espero que todo te salga bien —dijo cabizbajo, después se retiró a pasos lentos.
—Mi moto está por allá —indicó Alan al mismo tiempo que le extendió la mano, pero Keily no le correspondió.
—Te seguiré en mi auto.
Ella caminó en dirección contraria hacia el parqueo. Alan la detuvo y le agarró el brazo.
—Te llevaré, Kei, no quiero perderte de mi vista.
Keily suspiró ante esas palabras, se soltó de su agarre y lo siguió en silencio. No tenía idea de qué le diría, pero se iba a asegurar, después de eso, de cortar todo vínculo con él.
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