Capítulo 28

Keily condujo por la oscura carretera, no dejaba de pensar en todo lo que le dijo Josh y lo que intentó hacer. Si no hubiese llegado Justin, él habría abusado de ella. Lágrimas cayeron por sus mejillas y apretó el volante con fuerza ante los recuerdos de cómo la tocó sin su consentimiento.

A pesar de lo que sentía, consideraba que él tenía parte de razón. Se hacía responsable por no haber previsto que algo como eso sucedería, por eso abandonó la casa Jack.

Divisó el portón negro y aparcó el auto. Salió y logró abrirlo porque Alan no le había puesto ninguna seguridad y ella lo agradeció. Se dirigió hacia la casita y se percató de que la maleza ya no estaba. Además, él había pintado y cuidado los alrededores.

Tocó la puerta varias veces sin obtener respuestas y eso provocó que aumentara la desesperación. Siguió golpeando, aun con los nudillos doloridos. Se quedó quieta cuando escuchó que Alan retiraba los pestillos de seguridad y abrió.

Él solo estaba vestido con un pantalón de pijama, tenía el pelo hecho un lío y los ojos adormilados. Su ceño fruncido desapareció en cuanto la vio y su rostro reflejó sorpresa.

—Kei, ¿qué haces aquí?

A pesar de sus palabras, se echó a un lado para que pasara.

Cerró la puerta y ella se abalanzó a sus brazos. Alan la recibió y la envolvió con fuerza en su calor y olor distintivo. Keily lloró en su pecho mientras él le acariciaba la espalda con dulzura.

—Tranquila, cariño, ¿qué sucedió?

Le levantó el mentón y le limpió las mejillas con sus pulgares.

—Necesito quedarme, Alan, la maleta está en el auto —respondió en un susurro.

Él la observó, confundido.

—¿Tu papá sabe que viniste?

Keily negó con la cabeza. Alan ignoró eso y la guío hacia el sofá, se sentó y la acomodó sobre sus piernas.

—Quiero que me digas por qué viniste a estas horas y en estas condiciones, me tienes muy preocupado.

—Te contaré todo, pero, por favor, trae mi maleta.

Pese a la duda, asintió. Keily le pasó las llaves y él se levantó del sofá dispuesto a buscar lo que le había pedido.

Ella recorrió el lugar con la mirada y se percató de que Alan había organizado todo. La casa era pequeña, aunque acogedora.

Él regresó con la maleta a rastras y cerró la puerta, después la aseguró.

—¿Tienes hambre? —preguntó y ella negó con la cabeza—. ¿Quieres algo, Kei? Tengo café y jugo.

—Agua, por favor.

Alan se dirigió a la cocina y volvió enseguida con un vaso en la mano. Keily se tomó el líquido despacio mientras él la observaba con intensidad. Se acomodó en la mesita de centro, quedando frente a ella.

—Ahora sí, preciosa, cuéntame todo.

Las manos de Keily temblaban y el habla no le salía. Él esperó paciente a que ella decidiera decirle qué la llevó a aparecer así en su casa.

Después de varios minutos, se atrevió a contarle todo lo que había pasado con Josh, desde el beso que le robó aquella vez hasta ese día.

Alan se levantó, furioso, empuñó las manos en y caminó de un lado a otro a la vez que susurraba maldiciones en su idioma.

—Lo voy a matar.

Apretó tanto la mandíbula que había posibilidad de que se le quebrara.

Keily se abrazó las piernas y agachó la cabeza mientras sollozaba. Él detuvo su andar en círculo, se acercó a ella y la abrazó.

—Amor, no llores. Tú no tienes la culpa de nada. Joshua está mal de la cabeza, debes hablar con tu papá.

—No quiero problemas, es mejor que no se entere.

Alan se alejó un poco al escuchar sus palabras.

—No entiendes, el señor Brown me va a matar cuando sepa que te vas a quedar aquí.

Keily se puso de pie, molesta por lo que acababa de decir, y agarró la maleta en un arrebato.

—Me voy para no causarte problemas, entonces —habló con ironía, luego caminó hacia la puerta.

—No, no. Me estás malinterpretando, no eres una carga y me encantaría que te quedes conmigo. —Alan le agarró la cara para que lo mirara directo a los ojos—. Pero es mejor que él sepa la verdad.

—No, por favor. No quiero más problemas —suplicó con desespero.

—Está bien, no le diré nada, aunque te advierto que es un error. Ven, vamos a dormir, hoy tuve clases y estoy muy agotado.

Él caminó hacia la habitación y ella lo siguió en silencio.

—El baño está en esa puerta, ponte cómoda.

Keily se dirigió a donde le indicó con la maleta a rastras. Se quitó la ropa y sacó un pijama que se puso deprisa, luego se lavó la cara. Se ató el pelo en una coleta desordenada y salió.

Alan ya estaba acostado, pero le palmeó un lado de la cama. Ella se tumbó y él la atrajo para abrazarla. Se acurrucó en su pecho y se acomodó para permitirse descansar.

En la mañana, Keily abrió los ojos despacio y puso una mano sobre ellos para cubrirlos de los rayos del sol que entraban por la ventana. A su lado yacía Alan, aún dormido. Ella aprovechó eso para observarlo.

Su pelo estaba esparcido por toda la almohada y tenía la boca entreabierta. Se veía muy tranquilo y relajado. Le pasó los dedos por los contornos de su rostro con ternura. Él se rio y ella dejó de tocarlo de inmediato.

—Sigue, preciosa —dijo aún con los ojos cerrados.

Keily se sonrojó por el pensamiento atrevido que le cruzó por la mente.

—Puedo hacer algo mejor.

Dicho eso, se subió a horcajadas sobre él y empezó a mover las caderas de manera sugestiva. Alan abrió los ojos, sonrió y le besó los labios con dulzura.

Después de unas horas, desayunaron entre risas provocadas por los chistes cojos de Alan. Keily se carcajeaba por lo graciosa que ponía la cara cuando contaba alguna anécdota.

Eso cambió al momento en que pensó en su padre. Aún no le había avisado que se fue de la casa y le daba miedo cómo podría reaccionar.

Alan dejó de reír y la miró, preocupado.

—¿Qué sucede, Kei? —Ella negó con la cabeza—. Considero que debes hablar con tu papá.

Keily abrió la boca para contestarle, pero unos toques en la puerta no se lo permitieron.

—¿Esperas a alguien?

Alan negó.

—¡Abre la maldita puerta, Ricci, o la voy a tirar!

La voz molesta de Jack se escuchó clara y fuerte. Las piernas de Keily temblaron y si no fuera porque estaba sentada era seguro que hubiese caído.

Alan abrió de inmediato.

Jack entró de repente. Estaba vestido de traje con la camisa arrugada, el pelo desordenado y sus facciones alteradas por la furia. Miró de Alan hacia ella y cerró las manos con fuerza.

No era para menos, a Alan solo lo cubría un bóxer y ella llevaba una camiseta de él que le llegaba hasta los muslos.

Brown se abalanzó sobre Alan y lo estampó en la pared.

—Maldito hijo de puta, ¡te voy a matar! —gritó, alterado, y Keiky chilló.

Alan trató de quitárselo de encima sin tener éxito. Jack lo golpeó con fuerza, lo que provocó que cayera al piso. Keily se arrodilló y verificó su cara; la nariz le sangraba y tenía partido el labio inferior.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó, desesperada.

—Vístete, nos vamos de aquí ahora —respondió él, indignado.

—No, me voy a quedar aquí —replicó Keily.

—No te estoy preguntando, busca tus cosas y vámonos.

La señaló con el índice y ella retrocedió con miedo.

—Puedo explicarlo todo, señor Brown —dijo Alan, pero Jack negó con la cabeza.

—Estaba de acuerdo con la relación tuya y de mi hija, pero te aprovechaste de la situación y abusaste de mi confianza. Escucha esto porque no lo voy a repetir de nuevo: si tu hermano o tú vuelven a acercarse a mis hijas, haré que regresen en pedazos del basurero que salieron. No me conocen ni tienen idea de lo que soy capaz. Estoy al tanto de qué hacen más de lo que imaginan, y no dudaré ni un segundo en hundirlos.

Las lágrimas caían por las mejillas de Keily y se cubrió la boca en un intento de controlar los sollozos.

—Busca tus cosas —indicó Jack con firmeza.

—Hazle caso, Kei —dijo Alan sin quitarle los ojos de encima a Jack.

Ella lo miró, sorprendida, sus palabras la lastimaron. No obstante, se fue al cuarto para vestirse, tomó sus cosas y salió.

—Debe escucharme, señor —habló Alan, quien trataba de razonar con Jack.

—No quiero que me dirijas la palabra. Charlotte está metida en drogas por tu hermano y Keily abandona la casa a medianoche para venir a acostarse contigo.

—Las cosas no son así, se lo aseguro —respondió Alan, mirando a Keily con tristeza—. Dile, Kei, cuéntale lo que pasó.

Ella se quedó en silencio por unos segundos.

—Nos vemos luego, Alan —se despidió con la voz entrecortada.

Jack se retiró a pasos rápidos y ella lo siguió sin mirar atrás.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top