Capítulo 19
Gian le pasó una cerveza a Alan y se sentó frente a él sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Hoy los atraparemos y les daremos su merecido. Nadie se mete con un Ricci y sale impune —mencionó, refiriéndose a la golpiza que Joshua y Justin le propinaron a Alan en la bodega.
—Ya te dije que no debes hacer nada, no quiero problemas con los Brown.
Alan se levantó del sofá y caminó de un lado a otro por la sala.
—Lo que sucede es que tienes miedo de quedar mal con el padre de tu noviecita. Eres un maldito cobarde y, para el colmo, estás enamorado —escupió el mayor con rabia mientras se ponía de pie para encarar a su hermano.
—Mi vida personal no es asunto tuyo, Gian. Déjame en paz.
—¡Lo es, maldita sea! No hay por qué temerle. Brown es poderoso aquí, pero nuestro bando es aún mayor —replicó.
Alan se posicionó frente a él y cuadró los hombros en un intento de parecer intimidante.
—No tengo bando, y es mejor que no me metas en tus negocios de mierda.
Gian rio con burla ante sus palabras.
—Tan inocente como siempre, pequeño Alan. Estás hasta las narices en todo esto, no quieras ser el niño bueno ahora. Tú ganas; no atacaremos a esos bastardos, haré algo mejor y más placentero.
—¿Qué quieres decir?
—Voy a enamorar a esa chiquilla que está loca por ti, la hermana de Joshua.
—¿A Charlotte! —gritó, alterado—. Estás loco, además, yo ya le gusto.
—Pero haré que se enamore de mí, la llevaré a la cama y luego la dejaré como la zorrita que es —habló ensimismado, recreando todo en su mente.
Alan apretó las manos con enojo ante lo decidido que estaba en llevar a cabo ese horrible plan.
—No te metas con ninguno de ellos, por favor. Fue a mí que golpearon, así que no quieras tomar represalias —trató de que entrara en razón, pero supo que fue en vano cuando lo vio sonreír con malicia.
—¿Sabes a quién me quiero coger, hermanito? A tu dulce noviecita, se ve tan linda...
No lo dejó terminar, porque se abalanzó sobre él y le dio un puñetazo en la cara.
Gian cayó sentado en el piso, pero no dejaba de sonreír. Le parecía muy divertido tocarle los nervios a su hermano.
—No vuelvas a hablar así de Keily.
El pecho le subía y bajaba con rapidez y la ira le nubló la vista. Gian se incorporó a la par que levantaba las manos en señal de rendición.
—Tranquilo, hermanito. Por ahora, a la única Brown que disfrutaré será a la hermana de Joshua Wang.
Alan negó con la cabeza y salió del apartamento deprisa, pues debía ir a trabajar. Maldijo mientras bajaba por las escaleras porque no tenía caso que discutiera con Gian, era como hablarle a la pared.
Sentía rabia e impotencia el hecho de que Keily llamó su atención. Resopló con frustración y se pasó una mano por el pelo varias veces. No podía dejar de pensar en todos los problemas que Gian se había involucrado, arrastrándolo a él en el proceso.
Subió a la moto y se dirigió a la bodega. El trabajo ahí era un poco aburrido, pero la paga no estaba mal. Además, le debía mucho a Lee.
Él los ayudó a salir de Italia, a legalizar sus papeles y hasta les consiguió el apartamento donde vivían. Esas eran algunas razones por la que él decidía, por así decirlo, qué hacían y cómo se movían en el pueblo.
Entró al lugar y Carlos, su compañero de labor, sonrió cuando lo vio.
—Todo tuyo, hermano —dijo a la vez que se quitaba el delantal.
Alan nunca lo usó porque no le gustaba y Lee no lo obligaba tampoco. De inmediato se dispuso a organizar todo y atender a varios clientes que entraron. Así pasaron las horas, entre el trabajo y las ganas de que terminara su turno para irse a dormir.
La campanilla sonó, eso provocó que posara la vista en la chica más hermosa (según su propio criterio) que había conocido. La rubia de ojos miel entró tímida y se sonrojó cuando lo vio. Alan sonrió por inercia al momento en que sus miradas se cruzaron.
Keily vestía sus habituales jeans y camiseta suelta. Llevaba el pelo largo recogido en una coleta alta, lo que permitió que él se fijara en algunas pecas que había en su cuello. Ella era pequeña y delgada, aun así, la encontraba perfecta.
Le encantaba lo sencilla que era, no tenía complejos y no pretendía ser mejor que nadie. Sin aires de superioridad, no le importaba vestir caro o el hecho de que él no tenía dinero.
—Hola, amor.
Ella avanzó hacia donde él estaba y le besó los labios.
—Hola, preciosa.
Le correspondió y acortó la distancia para abrazarla.
Alan se percató de lo bien que olía, le acarició el cuello con la nariz y le dio un beso suave que duró unos segundos.
Keily se tensó al sentirlo muy íntimo, era algo nuevo para ella. Él se alejó al percatarse cómo las mejillas se le enrojecieron y sus ojos mostraban vergüenza.
—Vine conduciendo en mi auto —dijo, para deshacer la tensión entre ellos, mientras sonreía con orgullo.
—Eso es genial, preciosa. ¿Joshua logró enseñarte? —cuestionó risueño, recordando todas las quejas de Keily por la poca paciencia que él le tenía.
—Era aprender o seguir aguantando su mal humor.
Asintió a sus palabras y le pasó una barra de las galletas de chocolate que tanto le gustaban a ella.
—Gracias —expresó a la vez que sacaba dinero de su bolso con la intención de pagarlas.
—No, Kei, te las estoy regalando. —Ella negó con la cabeza—. Es un agrado de tu novio.
Bufó con disimulo, pero no replicó porque sabía que era tiempo perdido. Él la observó embobado por lo hermosa que era; no entendía qué hizo para merecerla.
Buscó un banquito y lo puso al lado de su silla para que Keily se sentara junto a él, detrás del mostrador, y así no se viera desde el otro lado. Ella se acomodó y empezó a disfrutar de su galleta.
—Josh ha estado raro, voy a tener que hablar con él —parloteó mientras él revisaba algunas facturas.
—¿A qué te refieres con raro?
—Me habla y mira de una forma que me hace sentir incómoda —continuó y Alan detuvo lo que hacía para mirarla directo a los ojos.
—Creo que le gustas —soltó de repente al pensar en el desagrado exagerado que el chico le demostraba.
—¡Estás loco! —ella gritó, anonadada—. Josh es mi hermano.
—No lo es, Kei, y no le encuentro otra explicación a su comportamiento —explicó, encogiendo los hombros y ella negó con la cabeza.
—Estás mal. No le puedo gustar a Josh, es imposible.
—Es lo que veo, él actúa como si estuviera enamorado de ti. Soy un hombre, Kei, sé por qué lo digo.
Un silencio, para nada incómodo, se instaló entre ellos luego de eso. Se miraron a los ojos, rieron cómplices, y él le acarició la mejilla con dulzura antes de besarle los labios despacio.
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