Capítulo 17
Jack observó cómo Escarlet trataba de fingir ser fuerte delante de él.
—Vete, no hagas las cosas más difíciles. Nunca pensé que lo nuestro era un pasatiempo para ti.
Él le agarró el rostro para que lo mirara.
—Todo lo que te dije y vivimos fue real, pero hay situaciones que se salieron de control.
En ese punto, ella no podía seguir aguantando las lágrimas y se odiaba por mostrarse débil frente a alguien. Pero el dolor que sentía era tan grande que su escudo de chica fuerte se quebró.
—No quiero volver a verte nunca más —dijo antes de retirarse.
—Perdóname —él susurró a la nada—, mi hijo me necesita junto a su madre.
•••
Cerró los ojos con pesar ante los pensamientos de cuando su vida se volvió un caos, dañando en el proceso a una mujer inocente y a su hija. Se pasó una mano por la cara con frustración y suspiró profundo.
—Jack.
Se sentó en la cama cuando escuchó que su esposa lo había llamado. Carol entró a la habitación y se percató de que estaba llorando desconsolada. Se levantó deprisa y corrió hacia ella para fundirla en un abrazo.
—Tranquila, él va a estar bien —susurró mientras le acariciaba la espalda.
Willy había tenido otra crisis, cada vez eran más frecuentes.
—No puedo perder a mi hijo, no lo soportaría. —Sollozó, desesperada, contra el pecho de su esposo.
A Jack le dolió verla así, fue casi lo mismo que sintió cuando a Willy le diagnosticaron esa rara enfermedad a la corta edad de dos años.
—A veces me pasa por la mente que es mi culpa, Jack.
—No digas eso.
—He actuado mal, esto es un castigo.
Se separó de él y se cubrió el rostro con las manos. Jack la observó pensativo; quizás se refería a la relación que mantuvo con un hombre casado, el padre biológico de Joshua. Unos toques en la puerta lo espantaron, así que se dirigió a ella y la abrió.
Josh entró a la habitación de sus padres, posó la mirada sobre Carol y la tristeza se apoderó de él. Aunque no lo hacía notar, nunca había sido bueno mostrando sus sentimientos y debilidades.
—Nancy me dijo que querías hablar conmigo —se dirigió a Jack.
—Carol, ¿puedes dejarnos solos? —Ella asintió más calmada.
—Iré a ver a Willy.
Salió del cuarto y Jack se posicionó frente a Josh para mirarlo directo a los ojos.
—Escuché que tú y Justin golpearon a Alan en la bodega de Lee.
Empezó a hablar con calma mientras escudriñaba el rostro de su hijo, quien abrió los ojos por la sorpresa.
—Nosotros solo fuimos a hablar con él y se puso violento.
—Sé que mientes, Josh, te conozco y estoy al tanto de los problemas de ira que padeces. Por tu culpa, aguanté los reclamos de Jhon Lee en otro idioma sin poder entender nada. ¡Además de los daños que tuve que pagar! —gritó furioso—. Te lo dije una vez y vuelvo a repetirlo, déjala en paz. No, déjalos en paz.
—Alan no es bueno para Keily, papá, tú sabes todo lo que dicen. El italiano está envuelto en situaciones ilícitas, y su hermano también
—Sé lo que se rumora, pero no hay pruebas. Alan ha demostrado que quiere a Keily y la respeta, eso me basta —alegó Jack, quien dio por terminada la conversación.
Josh lo observó por unos segundos, apretaba las manos a causa de la impotencia y frustración que sentía.
—Después no digas que no lo advertí.
Fueron sus últimas palabras antes de que saliera de ahí hecho una furia.
***
—¡Frena, Joder! —gritó Josh a la vez que le dio un golpe al asiento donde se encontraba.
Keily arrugó el entrecejo y rodó los ojos.
—Tú me pones nerviosa, no me grites. No tienes nada de paciencia —se defendió, irritada, y salió del auto.
Josh le estaba enseñando a conducir como prometió, o había tratado porque se airaba y gritaba como un loco cuando ella hacía algo que —según él— no debía.
Josh también bajó del vehículo y se posicionó frente a ella.
—Lo siento, Kei, seré más tolerante —dijo mientras le acariciaba la mejilla despacio—. Debes poner de tu parte, bonita.
Ella se sintió rara cuando él hacía esos movimientos que cada vez eran más frecuentes. Josh se mostraba muy cariñoso de una forma que no le gustaba, no le agradaba cómo la tocaba ni la manera en que la miraba algunas ocasiones.
Su teléfono timbró y agradeció en silencio a quién logró sacarla de ese momento incómodo.
—¿Sí? —contestó la llamada sin percatarse de quién era.
—Preciosa, ¿cómo estás?
Sonrió de inmediato al escuchar la voz de Alan.
—Bien, tratando de aprender a conducir.
Keily agarró el flequillo de pelo que le caía por la frente y le dio vueltas con el dedo.
—Quiero verte, cariño, ¿te parece si cenamos juntos?
—Claro que sí, ¿dónde?
—Tengo la casa para mí solo porque mi hermano salió por unos días, ¿te parece aquí? Voy a cocinar mi especialidad: pasta a lo Ricci.
Ella sonrió como boba ante sus palabras.
—¿Cocinas? Vaya, Alan, eres una caja de sorpresas —expresó, risueña, a la par que se mordía los labios y caminaba en círculos.
—Así es, sé hacer un sinnúmero de cosas. —Su voz sonó coqueta y ella se sonrojó—. Te pasaré a buscar a las siete.
—Sí, es perfecto.
La voz le salió un poco fuerte, lo que provocó que él soltara una carcajada y colgó.
Unos carraspeos la hicieron volver a la realidad. Se giró y vislumbró a Josh, quien tenía el ceño fruncido y las manos en puños, gestos que hacía cuando se irritaba.
Keily deseó golpearse por haberse olvidado por completo de él mientras actuaba como quinceañera enamorada.
—¿Podemos seguir, Keily? —preguntó malhumorado y entró al auto.
Ella suspiró e hizo lo mismo, confundida por su comportamiento.
Esa misma tarde, Keily aprovechó que su padre estaba libre y le abordó con el tema de la invitación que le hizo Alan. La manera en que le cambió el rostro, al igual que las preguntas que le hizo, la pusieron muy nerviosa.
—¿A su casa? —repitió Jack por cuarta vez y, a esas alturas, ya a Keily no le quedaban uñas que morder.
—Sí —contestó ella de inmediato.
Él levantó una ceja, pensativo, indicio de lo sorprendido que se encontraba.
—Te quiero aquí a las diez —dijo y se retiró.
Ella lo notó irritado y dudó de que solo se haya debido a su salida con Alan. En los últimos días los ánimos habían estado muy caldeados en esa casa.
Alguien le cubrió los ojos y no tuvo que adivinar, sabía que era Willy. De todos modos, pasó las manos por las suyas para tocar el peculiar anillo.
—¿Willy? —preguntó, fingiendo sorpresa.
Él resopló y la giró para encararla.
—La próxima vez me quitaré el anillo.
Keily sonrió antes de fundirse en un abrazo de oso. Willy había sufrido algunas recaídas, pero ese día lucía recuperado.
—Tengo que decirte algo, Kei.
Él habló serio, había algo que lo estaba perturbando y no quería comentarlo con nadie más. Ella asintió y se acomodaron en la cama.
—Te escucho —expresó, esperando paciente.
Willy estaba nervioso; abrió la boca, pero la cerró porque no podía emitir ningún sonido.
—Me gusta una chica —dijo al fin.
Sus ojos mostraban tristeza, lo que provocó que ella le apretara la mano con ternura.
—Eso es genial —expresó con alegría para luego abrazarlo.
Él negó con la cabeza varias veces, alejándose.
—Eso es pésimo, Kei, no puedo. Recuerda que estoy enfermo, lo peor es que le gusto y ella me lo dijo.
Willy se cubrió la cara con las manos, en un intento de que ella no note lo mal que lo ponía la situación. Algo dentro de Keily se movió al verlo tan vulnerable y afligido. Lo único que quería era estrecharlo entre sus brazos y no dejarlo ir nunca.
—Me gustaría tener algo con ella, pero no quiero sumar otro corazón roto cuando me muera —prosiguió y agachó la mirada.
Ella observó cómo Willy lloró en silencio y no pudo evitar que las lágrimas se le escaparan de sus ojos por la tristeza.
—No digas esas cosas, todo saldrá bien.
—He tratado de ser positivo y alegre delante de todos, porque no quiero que me vean con lástima ni que sufran por mí, pero hay veces que no puedo más —susurró entre sollozos y el corazón de Keily se quebró—. Ella es hermosa, estoy seguro de que se llevarían bien —expresó, mostrándose entusiasta por unos segundos.
—Quiero conocerla —dijo Keily, tratando de sonreír—. Ya sé, ¿por qué no salimos juntos? Tú y...
—Madison —él la interrumpió para confirmar el nombre de la chica.
—Sí, tú y Madison; Alan y yo —finalizó y aplaudió como una niña, eso provocó que él se riera.
—No sé, Kei, no la quiero ilusionar en vano. —Agachó la cabeza.
—Mírame. —Lo hizo—. Todo va a salir bien, disfruta tu vida como siempre lo has hecho.
—Es que tengo miedo de decirle y que se aleje.
—Espera un tiempo antes de que se lo comentes. Si se va, ella no es la indicada. Siento en mi corazón que vas a salir con bien de todo esto —replicó enternecida y con la esperanza de que ocurriría algún milagro.
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