Capítulo 16
Keily despertó por la luz del sol que entraba por la ventana y se cubrió los ojos con las manos. No quería levantarse, los días sin Alan fueron muy duros. No había sentido hambre y casi no salía de su cuarto, salvo cuando se dirigía a tomar clases. Él la llamó y envió mensajes incontables veces, incluso fue por ella a la universidad. No obstante, Keily lo evitó a toda costa.
Según había escuchado, no solo era la relación extraña con Anna que él le ocultaba, sino otras situaciones turbias en torno a su hermano. Ella se estremeció ante la realización de que nunca lo conoció en realidad.
Decidió salir de la cama para minimizar el fastidio que le provocaron esos pensamientos. Se duchó despacio, luego se vistió con los habituales jeans y camiseta y se dejó el pelo suelto. Salió de la habitación hacia la cocina y gritó del susto por culpa de sus familiares que estaban agrupados con globos y un gran pastel.
—¡¡Feliz cumpleaños!! —gritaron al unísono.
Keily se cubrió la boca por la sorpresa, no podía creer que había olvidado su cumpleaños número dieciocho.
Se abalanzaron sobre ella uno a uno, la abrazaron y felicitaron. Jack la levantó y besó varias veces sus mejillas. Willy esparció confites por todos lados.
—Muchas gracias, esto es muy lindo —les dijo, emocionada.
La dirigieron al jardín donde habían decorado todo con globos y serpentinas. Una música agradable ambientaba el lugar.
Zoe, con la energía que la caracterizaba, la agarró por un brazo y la encaminó a rastras hacia la casa de nuevo, directo a la habitación.
—Tienes que vestirte de acuerdo con la ocasión, Kei, hoy es tu día —alegó dando saltitos.
Keily se dejó llevar por su entusiasmo y se cambió a un vestido largo azul rey. Zoe la maquilló y le arregló el pelo. Tiempo después, salieron y se percataron de la gran barbacoa que habían montado. Keily sonrió ante los montones de regalos esparcidos en una mesa que prepararon solo para ello.
—Ahora el mío, pequeña —dijo su padre, tomándola de la cintura y pegándola a él.
—Cierra los ojos —ordenó y ella dudó por un segundo, pero hizo lo que le pidió.
Él le puso una venda suave en los ojos y la llevó de la mano hacia otro lugar.
—Ahora sí.
Se detuvo y le retiró la tela con suavidad. Ella abrió los ojos despacio, adecuándose a la luz, y se quedó boquiabierta. Un auto negro, de lujo, estaba parqueado con un gran moño rojo encima.
Jack le extendió la llave, pero ella no la tomó por lo sorprendida que se encontraba.
—No puedo aceptarlo.
Willy y Josh se pararon a su lado sonrientes.
—Vamos, hermanita, acéptalo. Así puedes ir a la universidad cómoda —comentó Willy con entusiasmo.
—Es tuyo, pequeña, ¿sabes conducir? —preguntó Jack, enternecido.
Ella negó con la cabeza y tomó la llave del vehículo con manos temblorosas.
—Yo te enseño —se ofreció Josh.
Keily se abalanzó sobre Jack y le dio un fuerte abrazo, estaba agradecida por todo lo que había hecho.
Después de que le mostró el vehículo por dentro, y de que Willy le informara todas las características, se movieron a donde se estaba desarrollando la actividad. Ella reía mientras bailaba con cada uno de sus primos.
Nancy llamó su atención y le hizo gestos para que la siguiera.
—¿Qué sucede? —preguntó, caminando detrás de ella a un sitio apartado.
Detuvieron su andar de repente, y Keiky posó su mirada en Alan. Él estaba vestido con un traje negro, sus rizos peinados hacia atrás y llevaba un ramo de rosas en las manos.
Ella apartó la vista de él para posarla sobre Nancy. Quiso decirle que no lo quería ver, pero la voz no le salía y solo lograba mover la cabeza en negación.
—Dale una oportunidad y habla con él, todos merecemos el beneficio de la duda. Deja que te explique.
A causa de las palabras de Nancy, miró a Alan de nuevo. Sus ojos lucían brillosos y lo único que deseaba era abrazarlo y besarlo.
«Está con otra, concéntrate».
A pesar de sus pensamientos, asintió y Nancy se retiró dejándolos solos. Ellos se mantuvieron en silencio, en una batalla de miradas.
—Estás preciosa —Alan rompió el incómodo momento con la voz apenas inaudible.
—Tú no te ves mal —le contestó, desviando los ojos.
—Son para ti. —Le entregó el bello ramo—. Deseo explicarte todo, Kei, a su tiempo. —Acabó con la distancia y le agarró la cara con ambas manos—. Pero ahora mismo te puedo asegurar que no te engañé ni tengo nada con Anna. Te quiero y eso es lo que importa.
Keily no sabía qué decir, el corazón le palpitaba frenético en el pecho.
—N-No lo sé, Alan —titubeó sin saber en realidad qué responder. Tenía miedo de creerle.
—Te juro que nunca te he mentido acerca de mis sentimientos. Anna y yo tuvimos una aventura, pero eso fue antes de ti. Desde ese día en el centro comercial, cuando te conocí, corté toda relación con ella. Solo me importas tú.
Las palabras de él fueron acompañadas de caricias en la mejilla con los dedos.
Keily observó sus labios, lucían tan bonitos y apetitosos que moría por besarlos. No le importaba nada más, solo todas las sensaciones que él provocaba en ella.
—Te quiero —dijo en un susurro, pero segura de que la escuchó.
—¿Te gustaría ser mi novia? —él preguntó y ella se quedó petrificada por la sorpresa.
Su petición le resonó en la cabeza; la dicha la embargó y le llenó el corazón de felicidad. Asintió, al fin, y unió sus labios con los de él con dulzura. Alan la levantó un poco y le ahuecó las mejillas para profundizar el beso.
En ese momento nada le importaba, ella se sentía plena y su vida adquirió el color que le faltaba.
—Feliz cumpleaños.
Ella abrió los ojos, se perdió por unos instantes en sus bellos orbes hasta que recordó la actividad y se alarmó.
—Alan, ven a la fiesta conmigo —le dijo mientras le pasaba la mano por su suave pelo.
Él cerró los ojos y negó con la cabeza.
—No es conveniente.
—Por favor, ven —insistió y lo agarró de la mano, luego caminaron hacia donde se estaba desarrollando el cumpleaños.
Willy los vio de lejos y corrió para alcanzarlos. Cuando se acercó lo suficiente, vislumbró sus manos entrelazadas y sonrió.
—¿Así que ya están bien? Qué alegría, Keily parecía una zombi.
—No seas exagerado —dijo ella, avergonzada.
—Le pedí que fuera mi novia —informó Alan, risueño, lo que provocó que Keily se sonrojara y él le besó la mano con dulzura.
Avanzaron hacia donde estaba Jack y los nervios de Keily se intensificaron. Su padre frunció el ceño cuando los divisó.
—Alan —saludó y le dio la mano. El aludido le correspondió con amabilidad.
—Señor Brown, aclaré las cosas con Keily y le pedí que fuera mi novia.
Alan también estaba nervioso; se sonrojó y se pasó la mano por el pelo como siempre hacía. Keily, por su parte, trató de concentrarse en la reacción de Jack y agradeció en silencio que todos los demás estaban esparcidos cada cuál en su mundo.
—Oh —dijo Jack, sorprendido—. Por mí no hay problemas, solo trata de no herirla de nuevo. Ya sabes las reglas, ¿o tengo que repetirlas?
—Las tengo claras, señor. Lo que sucedió fue un malentendido.
Jack asintió con la cara neutra a la vez que tomó de la copa que tenía en la mano.
—¿Qué haces aquí, malnacido? —Josh se acercó molesto y de manera amenazante.
En ese punto, todos giraron a ver qué pasaba. Justin se paró al lado de su primo con las manos apretadas a causa de la ira.
—No fue suficiente con lo que le hicimos que vino por más —dijo, sarcástico, ladeando una sonrisa maliciosa.
—¿De qué habla? —preguntó Keily a Alan, confundida. Él la miró y negó con la cabeza.
—Keily y yo arreglamos nuestros problemas y ahora somos novios.
Cuando oyó eso, Josh se abalanzó sobre él y se enfrascaron en una pelea de puñetazos. Jack y Willy los separaron, pero ellos siguieron forcejeando en un intento de soltarse de sus agarres.
—Estás loco, ¿qué rayos te pasa? —Keily le gritó a Josh, mirándolo de mala manera.
—Le dije que no lo quería ver cerca de ti nunca más —contestó de la misma forma.
—Joshua, es suficiente.
La voz de Jack salió firme, provocó que se soltara del agarre de Willy y se marchó.
—¿Puedo llevarme a Keily por unas horas?
—Sí, Alan, no la traigas muy tarde.
Ella se apresuró a entrar a la casa para poner en agua el ramo de rosas. Nancy la alcanzó y se lo quitó de las manos, le dijo que no se preocupara y que se encargaría de eso. Keily le agradeció y volvió con Alan.
Caminaron a la salida, con las manos entrelazadas, donde se encontraba la motocicleta. Keily se subió el vestido un poco y se sentó de lado, después de que él había tomado el volante. Rodeó la cintura de Alan con fuerza, evitando caerse.
Él condujo hasta la costa y entraron a la playa. Estaba oscureciendo, eso permitió que disfrutaran de las tonalidades naranjas en el horizonte.
Se acercaron a la orilla, tomados de las manos. Alan deshizo los primeros botones de su camisa y se subió las mangas hasta los codos. Se sentó en la arena y atrajo a Keily para que hiciera lo mismo.
Keily se acomodó en su regazo, pegando la espalda en su pecho. Él la abrazó y puso la cara en su hombro. No dijeron nada, solo se abrazaron mientras sentían los latidos de sus corazones y observaron el sol esconderse.
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