Capítulo 15
La maestra les daba indicaciones de la clase, y de lo que tenían qué hacer para ganar puntos extras en su sección, mientras Keily recreaba en su mente todo lo que pasó con Willy y Jack. Ese momento emotivo que tuvieron, en el que entre lágrimas rompieron las barreras que ella había impuesto entre los dos.
—La clase acabó. — Aaron la sacó de sus pensamientos.
Él era un compañero de varias asignaturas. Un chico de ojos azules, pelo rojizo y una bonita personalidad.
—Oh, no me di cuenta —respondió a la vez que se levantaba de la silla.
Agarró sus materiales y las guardó en el bolso.
—¿Puedo llevarte a tu casa? —le preguntó con las mejillas coloradas.
Aaron era tierno y los lentes que usaba lo hacían lucir más joven.
—Lo siento, me vienen a buscar.
—Ah, sí. Alan, tu novio —dijo, arrugando la cara en una mueca.
—Sí, él. Gracias de todos modos, Aaron.
Salieron juntos y ella divisó a Alan que se encontraba al lado de su moto. Él se percató de la presencia de Keily y sonrió coqueto, pero eso cambió cuando vio quién la acompañaba.
—Hola, preciosa.
Se acercó a Keily y le dio un beso en los labios. Aaron, por su parte, se despidió deprisa sin dejar de mirar a Alan que actuaba como si él no estuviera ahí.
—Eso fue grosero —le dijo Keily, tocándole el pelo y colocándolo hacia atrás.
Alan cerró los ojos y suspiró con satisfacción.
—¿Qué hacías con ese nerd, Kei? —preguntó serio.
Keily abrió y cerró la boca, después soltó una carcajada cuando notó lo impaciente que se encontraba su novio.
—¿Estás celoso? —preguntó entre risas.
—Claro que no —espetó él, frunciendo el ceño—, pero él te mira como si quisiera comerte. Vámonos de aquí.
Le colocó el casco, la ayudó a subir a la moto y se perdieron en la carretera oscura.
El trayecto fue corto, o así lo percibió Keily porque no quería que Alan se fuera. Se bajaron de la moto y él la besó despacio, apasionado; ella le correspondió con la misma intensidad y se puso de puntitas para rodearle el cuello con los brazos.
—Entra, cariño, o tu padre me colgará de las partes íntimas —dijo en broma. Keily lo miró boquiabierta—. Palabras de él no mías —aclaró al tiempo que levantaba las manos de forma inocente.
—Es temprano aún, ¿puedes entrar? —preguntó y puso ojos de borrego herido para que le dijera que sí.
Alan asintió, entre risitas, y la agarró de la mano para dirigirse con ella a la casa.
En la sala estaban Willy, Josh y sus primos Andrew y Levi, discutiendo sobre algo. Hicieron silencio cuando los vieron.
—¿Qué carajos haces en mi casa! —gritó Josh y se acercó de forma amenazante a Alan.
—Yo lo invité —le contestó Keily, mirándolo de mala manera.
—No me importa. Él puede traerte, pero no entrar como si nada —escupió con malicia.
—Hablas de mí como si fuera la peor basura. Que yo sepa, no he hecho nada para que estés así —replicó Alan mientras apretaba las manos.
Josh dio unos pasos hacia él, pero Willy lo detuvo.
—Hermano, cálmate. No hay razón para esto, recuerda que él está con Kei y esta casa también es suya. Alan, eres bienvenido. Disculpa a mi hermano, ha tenido un mal día —dijo Willy, sonriendo como siempre a la vez que miraba de reojo a Josh.
—Al parecer Amber tiene mucho que no lo atiende —Levi comentó mientras reía.
—¡Cierra la boca! —Josh gritó con enojo.
Todos los presentes lo observaron intrigados.
—¿Quién es Amber? —Keily preguntó, curiosa.
—La novia de Josh —respondió Andrew, encogiéndose de hombros. El aludido lo miró de mala manera.
—Ya Amber y yo no tenemos nada —alegó alterado.
—Por eso estás así, viejo —intervino Levi y se carcajeó.
Josh ardía por la rabia contenida, así que salió del salón echando pestes y maldiciones. Todos se burlaron de él porque se comportó como un niño malcriado.
Alan se unió a los demás chicos y empezaron a discutir sobre el fútbol. Keily aprovechó eso para ir a la cocina y preparó dos emparedados. Le llevó uno a Alan, quien ya estaba en una animada conversación con Willy.
A ella se le estrujó el corazón ante la escena ambos compartiendo como amigos. No podía concebir que perdería a su hermano. Él se veía sano, era muy joven y le sorprendió que no tenía una novia. Fue a su lado y lo abrazó; él le correspondió y le besó la cabeza.
—Los dejo solos —dijo Willy cuando se separaron, se levantó del sofá y salió de la sala.
Alan y Keily se sentaron, uno junto al otro, y degustaron lo que ella había preparado. Después que terminaron, Keily recogió los platos y los llevó a la cocina seguida por él.
Alan acercó el rostro al de ella y le besó los labios, la abrazó en medio de un suspiro por la satisfacción que le provocaba el calor que emanaba de su cuerpo.
—Busquen un cuarto. —Se separaron ante la voz de Charlotte, quien los observaba con cara de asco—. Le diré a mi papá que estabas haciendo un espectáculo en plena cocina.
—Esta es mi señal para irme —dijo Alan sin dejar de mirar a Charlotte con el ceño fruncido—. Te invito a comer mañana, cariño.
Keily asintió y le besó los labios antes de que se retirara. No despegó los ojos de Charlotte, quien tenía la mirada triste hacia donde él se había ido. Ante esa escena, se sintió mal porque imaginó lo horrible que sería querer a alguien sin ser correspondido.
***
Keily y Alan se encontraban en Matt's, almorzaban mientras charlaban entretenidos. Para ella era una terapia porque no podía parar de reír con sus ocurrencias.
Keily recordó que quería hablarle de algo en específico, pues no sabía cómo debía llamar a su relación. Le desconcertaba esa incertidumbre y el vacío que le producía cada vez que lo pensaba.
Él se percató de su seriedad repentina.
—¿Qué sucede, Kei? —preguntó frunciendo el ceño.
—Tengo dudas —se atrevió a decir, sosteniéndole la mirada.
Él la agarró por la barbilla y con su pulgar le acarició la mejilla.
—¿Qué es, cariño?
—Quiero saber qué somos nosotros —susurró, avergonzada.
Alan abrió la boca para responderle, pero una voz femenina no lo permitió:
—¿Qué es esto, Alan?
Frente a ellos se encontraba Anna Lee. Estaba vestida con ropa cara, perfectamente peinada y maquillada. Parecía una muñeca de porcelana y sus rasgos asiáticos la hacían ver exótica. Tenía el ceño fruncido y una mano en la cintura mientras miraba con enojo a Alan.
Él se puso tenso y abrió los ojos en sorpresa.
Anna miró a Keily y sonrió con superioridad.
—Nos vemos de nuevo —se dirigió a ella con fingido interés.
—Anna, debes irte —dijo Alan, levantándose de la silla.
—¿Pero por qué, amor? —Anna se sentó al lado de él—. No hay ningún problema en que me quede y los acompañe. ¿Cierto, Keily?, ¿o interrumpo algo? —preguntó al tiempo que lo observaba.
A él no le quedó de otra más que acomodarse de nuevo en medio de un resoplido.
—No interrumpes nada —respondió.
Su mirada intensa se posó sobre Keily. A ella se le atravesó un dolor en el pecho y tembló de arriba abajo cuando escuchó esas palabras. Necesitaba salir de ahí.
—Tengo que irme.
Keily se levantó, pero Alan le agarró el brazo para evitar que se marchara.
—Espera, Kei, por favor.
Ella se zafó de su agarre y negó con la cabeza.
—Ya aclaré toda duda que tenía, de hecho, este almuerzo ha sido muy provechoso en realidad. —Las palabras gotearon veneno una vez salieron de sus labios.
«Charlotte tenía razón, no soy nadie comparada con Anna, nunca podré competir con ella», pensó.
—Te juro que no es lo que parece —susurró Alan con ojos llorosos.
Ella ignoró sus palabras. Sacó dinero del bolso, lo dejó en la mesa y se retiró sin mirar atrás. Apenas cruzó la puerta, las lágrimas que tanto retuvo mojaron sus mejillas. Se odiaba por haberse ilusionado y confiado en Alan Ricci.
En todo el trayecto, se martirizó y lloró con impotencia. Lo que sentía en el pecho era demasiado nuevo para ella, nunca había experimentado algo semejante.
Entró a la casa y se encontró con Jack, Justin y Josh que estaban conversando. Su padre se levantó del sofá de golpe cuando la vio y le inspeccionó la cara.
—Keily, ¿qué pasó? —preguntó, alarmado.
Josh y Justin también se acercaron a ella, muy serios. A Keily le costaba respirar y la voz no le salía.
—Apuesto a que es por Alan —Josh habló con enojo a la vez que apretaba las manos en puños.
Justin levantó una ceja y miró a su primo de una manera en que solo ellos entendieron. Le hizo una señal con la mano, este asintió y salieron de ahí uno detrás del otro.
—Todos tenían razón, papá, me siento una tonta —dijo Keily, al fin, entre sollozos.
Jack la llevó a la habitación, se recostó con ella y la abrazó. Se mantuvo acariciándole la espalda con dulzura. Keily lloró en su pecho, con el corazón en pedazos, mientras él la sostenía como nunca antes nadie lo había hecho.
***
Alan se levantó para ir detrás de Keily, pero Anna le agarró el brazo.
—Déjala —demandó ella.
Contó hasta diez en su cabeza para no mandarla al diablo y decirle que a esas alturas le molestaban su chillona voz de niña mimada, su perfume caro y sus uñas largas que le hundía en la piel.
Se zafó de su agarre de manera brusca y se sentó, quedando frente a ella.
—¿Por qué me llamaste «amor»? Tú y yo no tenemos nada —dijo, apretando los labios e hizo un esfuerzo sobrehumano para no insultarla.
Ella lo observó con rabia contenida, después sonrío de manera socarrona.
—No te quejabas cuando te lo decía desnuda, debajo de ti —replicó de lo más normal, como si hablaba del clima.
—Eso es pasado, Anna, supéralo de una buena vez. —La voz le salió un poco fuerte y eso causó que algunas personas miraran hacia ellos.
«Chismosos de mierda», pensó.
—No me hables así, te lo advierto, no te conviene llevarme la contraria. ¿O piensas arruinar todo por esa rubita? —escupió Anna con rabia.
Alan sabía que no tenía caso que siguiera con esa conversación, así que miró el reloj fingiendo sorpresa.
—Tengo que ir a trabajar.
Se levantó con rapidez y salió del lugar, dejándola roja de la rabia. No dejó de lamentarse en todo el trayecto. Definitivamente, una de las peores decisiones que tomó fue haber tenido algo con Anna Lee.
Le hizo unas cuántas llamadas a Keily, pero ella no contestó. Suspiró, frustrado, y decidió que le daría su espacio.
Llegó a la bodega y reemplazó a su compañero Carlos. Mientras organizaba algunos productos, escuchó la campanilla que le avisaba cuando entraba alguien.
En un pestaño, Josh le atrapó el cuello y lo estampó en la pared. Un dolor agudo se apoderó de la espalda de Alan y trató de alejarlo sin lograr mucho.
—Te advertí que no te metieras con Keily, maldita basura italiana —le gritó en el rostro.
De reojo, Alan divisó que Justin apareció a su lado, riendo con malicia.
—Déjame, todo ha sido un malentendido. —Alan trató de razonar, ya que estaba en desventaja. Además, no quería ser despedido ni que le cobraran por algún daño.
—No me importan tus excusas —dijo Josh y le dio un puñetazo en la cara.
Alan se tocó la nariz y se percató de la sangre que salía de ella. Se abalanza sobre Josh y le propinó varios golpes, eso causó que este retrocediera y una góndola cayó desparramando todo en el piso.
Antes de que se diera cuenta, los brazos de Justin sujetaron los suyos por detrás y Joshua aprovechó eso para atacarlo. Alan tosió y se retorció por el dolor mientras él seguía golpeándolo en el rostro varias veces.
—Tengo tantas ganas de romperte esa cara bonita que tanto les gusta a mis hermanas —escupió con rabia a la vez que lo halaba por el pelo con brusquedad.
—¡Alan!
Anna gritó cuando entró a la bodega y vio la escena. Corrió hacia ellos y trató de golpear la espalda de Joshua con sus pequeñas manos, aunque él ni se inmutó.
—No te quiero ver alrededor de mi casa ni de Keily, espero que te haya servido esta pequeña advertencia —espetó antes de que saliera del lugar seguido de su primo.
Alan cayó al piso y Anna se arrodilló frente a él para verificarle las heridas.
—Mira cómo te dejaron por culpa de esa bastarda —murmuró, molesta.
Él ignoró sus palabras, se levantó con dificultad y entró al baño. Observó en el espejo la paliza que le propinaron, como los cobardes que eran, y golpeó la pared entre maldiciones en un intento de canalizar la rabia e impotencia que sentía.
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