Capítulo 13
Keily entró a Matt's y observó a Alan, quien estaba sentado en una mesa escribiendo algo en su celular. Sonrió ante su ceño fruncido y cómo se mordía los labios por la concentración.
Él se percató de su presencia y se levantó para saludarla con un beso en la mejilla. Sacó una de las sillas para que se sentara, como todo un caballero.
Un chico se dirigió a ellos para tomar la orden. Pidieron la comida y el mozo se retiró. Un silencio incómodo se instaló entre ellos; Alan se pasó la mano varias veces por el pelo como acto del nerviosismo y ella se concentró en examinar las uñas de sus manos.
—¿Cómo está todo?
Alan decidió romper el silencio y Keily suspiró. Sabía que estaba ahí para hablar, cosa que habían estado evitando desde que llegaron.
—Muy complicado y confuso —ella respondió, pues no quería entrar en muchos detalles.
Alan la miró directo a los ojos y agarró una de sus manos.
—De todo lo que ha pasado contigo y el señor Brown, lo único que puedo opinar es que él de verdad se preocupa por ti —dijo y ella se alejó de su toque con molestia.
«¿Por qué todo el mundo lo defiende?», se preguntó Keily en silencio.
—No hables de lo que no sabes.
El chico llegó con la comida y ellos le dieron las gracias.
—Déjame terminar, por favor —habló casi como una súplica. Keily asintió para que continuara—. Estoy dispuesto a arriesgar todo por ti, le haré saber a tu padre que no tiene que preocuparse por nosotros. Me gustas mucho, más de lo que debería —añadió serio.
Las mariposas que habitaban en el estómago de Keily despertaron e hicieron fiestas, las mejillas se les encendieron y no pudo evitar sonreír.
—También me gustas mucho —admitió y agachó la mirada por la vergüenza.
Alan le levantó el rostro y le acarició la mejilla con dulzura.
Sonrieron cómplices, después comieron muy a gusto mientras hablaban de todo un poco. Keily confirmó que pasar tiempo con Alan, aunque no se dijeran nada relevante, le encantaba. Le fue muy fácil sentirse cómoda junto a él, era tan sencillo quererlo.
Él siguió parloteando de algo, pero ella se perdió en esos ojos verdes que brillaban y se achicaban cuando sonreía.
—¿Qué te parece si vamos a otro lugar? —preguntó y le hizo señas al mesero para que le llevara la cuenta.
El chico que los atendió se acercó y le pasó el sobre de cuero donde estaba lo que debía pagar. Keily sacó su monedero y le extendió dinero a Alan.
—¿Qué crees que haces? —preguntó serio.
—Te ayudo a pagar —le contestó obvia.
Alan negó varias veces.
—Yo invité, pues yo pago.
Keily no replicó porque sabía que sería en vano.
—Para la próxima, pago yo.
Alan rio, divertido. Salieron del restaurante tomados de la mano y se marcharon en la moto.
La brisa cálida de la tarde hizo que el pelo de Keily volara en muchas direcciones y el olor de la vegetación provocó que cerrara los ojos. Abrió los brazos, entre risas, sintiendo una libertad indescriptible.
Alan desaceleró cuando se acercaron al claro hermoso donde se le había declarado.
—Dentro de dos horas te llevo a tu casa para no buscarte problemas, Kei —dijo al tiempo que miraba el reloj en su muñeca.
Él se sentó en el tronco seco y ella hizo lo mismo, quedando frente a él.
—Háblame de ti —pidió mientras le acariciaba el pelo que le caía por la frente, lo que provocó que Alan cerrara los ojos.
—En realidad no hay mucho qué contar. —Carraspeó cuando vio que ella esperaba que continuase—. Nunca conocí a mi padre, él se fue cuando era bebé. Vivía con mi madre y mi hermano mayor, Gian, en un pueblo al sur de Italia. Un lugar muy pobre, Kei.
—Tienes más que contar que yo —bromeó, provocando una pequeña risita de parte de él—. Ahora tengo mucha curiosidad sobre tu vida.
—Mi hermano empezó a trabajar a temprana edad para mantenernos y luego me llevaba con él. Nos ganábamos la vida haciendo recados. —La miró con intensidad y tensó los hombros. No entendió por qué le decía esas cosas, pero no pudo parar—. Una tarde llegamos a casa y nuestra madre no estaba. La buscamos por días, fue como si la tierra se la hubiese tragado. Después de eso, por alguna razón, nuestras vidas corrían peligro y tuvimos que salir de allí.
—Pero ¿por qué? —preguntó entre intrigada y confundida.
—No lo sé. —Desvió la mirada e hizo gestos con las manos—. En fin, llegamos aquí y decidimos empezar de nuevo.
—¿Y tu madre?
—No hemos sabido de ella aún. Gian ya perdió las esperanzas, pero yo creo que algún día la volveré a ver —expresó, encogiéndose de hombros.
Alan se mostró triste cuando terminó de hablar, lo que le dio a entender a Keily que su vida había sido muy dura. Cortó la distancia y le dio un pequeño beso en los labios que él no dudó en corresponder.
Al cabo de un rato, Keily le contó todo lo que sucedió con su madre, la relación nula con Jack antes de su muerte y cómo llegó hasta ahí. El tema era muy delicado para ella, así que los ojos se le nublaron por las lágrimas contenidas.
Alan la apretó en un abrazo fuerte, eso la hizo sentir cálida y, de alguna manera, protegida.
***
Hacía más de dos meses que Keily y Alan estaban saliendo. Se volvieron tan inseparables que ella se preguntaba cómo era posible que alguien se pudiese encariñar con otro tan rápido. Porque eso, precisamente, fue lo que sucedió con ellos.
Ella había iniciado la universidad, iba tres días a la semana en la tarde y salía de noche. Alan pasaba a buscarla y la llevaba a casa.
Como era lo normal en ese pueblo, la gente empezó a crear chismes y ya se rumoraba que «la bastarda de Jack» se le metió por los ojos al italiano y que él le fue infiel a la hija del señor Lee. Asimismo, Charlotte seguía insoportable y se había encargado de fastidiar a su media hermana cada que podía.
No todo fue malo para Keily, pues Jack había aceptado la relación, pero trataba indiferente a Alan y les impuso muchas reglas que debían cumplir al pie de la letra.
Por otro lado, estaba Josh que casi no hablaba con Keily y trataba de evitarla como la peste. Su comportamiento la confundía porque la observaba de una manera que a ella le provocaba escalofríos.
La relación de Carol y Jack iba en declive. Aunque trataban de que sus hijos no se dieran cuenta de la situación, ellos los habían escuchado discutir muy acalorados en varias ocasiones.
—Aquí estás.
Zoe entró a al cuarto de Keily, interrumpiendo los pensamientos no tan agradables de lo que sucedía a su alrededor.
—Estoy tratando de hacer mis tareas —le dijo y agarró el lápiz que yacía en la cama.
—Aburrido —canturreó su prima, extendiendo la o—. ¿Y tu novio?
—No es mi novio —respondió de inmediato.
No mintió, ya que Alan no se lo había pedido y, aunque actuaban como tal, tampoco le habían puesto una etiqueta a lo que tenían.
—Sí claro, y yo soy la madre Teresa de Calcuta —refutó Zoe, sarcástica.
—Aún no me lo pide.
—Eso no es necesario, Kei, si yo me beso más de dos veces con un chico es mi novio —alegó como si fuera obvio.
Keily se sonrojó al recordar las sesiones de besos y caricias que se daba con Alan cada que tenían la oportunidad.
Algunas veces la duda la visitaba en cuanto a lo que tenían Alan y ella. Era la primera vez que salía con alguien y no sabía muy bien cómo funcionaba, pero tuvo la sospecha de que él no le pedía que fuera su novia porque no quería un compromiso real. Ese pensamiento la entristeció, y provocó que se le nublara la vista.
—Kei, ¿qué sucede? — Zoe preguntó, preocupada.
—¿Crees que Alan no quiere algo serio conmigo y por eso no me pide que sea su novia? —cuestionó en un hilo de voz.
—No lo creo, rubia. Alan se muere por ti, solo hay que ver cómo le brillan los ojos cuando te mira.
Ante las palabras de Zoe, sintió una calidez en el pecho que solo lo provocaba él. Así que asintió y trató de eliminar esos pensamientos negativos.
***
Gian le hizo un gancho a Alan y lo tiró al piso, lo que provocó que se golpeara en el estómago.
—Estás distraído, hermanito —le dijo y sonrió triunfante antes de que tomara una botella de agua.
Alan lo miró de mala manera cuando se levantó, agarrándose el abdomen.
—Has jugado sucio, por eso ganaste —contestó mientras tomaba agua, y se secó el sudor de la cara con una pequeña toalla.
—Ese es tu problema, Alan, crees que la gente juega limpio siempre y no es así, debes aprender eso ya. —Lo apuntó con el índice—. Y tu nueva noviecita, ¿cuándo me la vas a presentar?
A la sola mención de Keily, Alan sonrió como bobo. Esa chica se había metido en su corazón desde la primera vez que la vio en el centro comercial. Después de ese episodio, muchas cosas habían pasado, pero creía que ya estaba listo para formalizar la relación.
—Mira cómo te pones cuando la menciono. —Gian negó con la cabeza en desaprobación—. No es bueno que te encariñes con la pequeña bastarda de Brown.
Las palabras de su hermano le molestaron de tal manera que lo agarró por el cuello y lo estampó en la pared.
—No hables así de ella —masculló con los labios apretados.
Gian se retorció, segundos después logró zafarse de su agarre y le dio un puñetazo tan fuerte que hizo que Alan se cayera al piso.
—Te he dicho mil veces que no te enamores, imbécil. Te la puedes coger y ya. Conoces a la perfección el acuerdo que tenemos con Lee y vienes a arruinarlo todo. Quiero que termines con ese cuento de hadas o la pasaremos muy mal —finalizó y se retiró furioso, sin darle tiempo a Alan de refutar sus palabras.
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