⚘ t w o
Empujaba el carrito por el pasillo, el chico frente a él parecía tener una batalla interna sobre cual cereal llevarse, observando las dos cajas en cada una de sus manos, leyendo las especificaciones. Sonrió, le parecía tierno que se complicara por algo como eso, se acercó hasta los estantes y tomó otra marca de cereal diferente a las que causaban el debate mental de otro y la echó al carrito, acabando con su indecisión.
No había pasado demasiado tiempo, tal vez unas semanas desde que había vuelto a su pueblo natal a ver a su familia mientras las lágrimas empañaban sus ojos y la alegría golpeteaba en su corazón. Así como también de que había conocido a Kim Namjoon, el nieto de la señora Sho. Desde ese día le había dicho que deseaba seguir visitandolos, se había ofrecido voluntariamente a ayudarle como pudiera con la floristería y además darle compañía a la adorable anciana. Namjoon decidió confiar en él desde el primer día, y hasta ahora solo se había llevado cosas buenas del más joven, a pesar de conocerse hace tan poco tiempo había sido un punto de apoyo.
Ese día en especial se encontraban en el supermercado, haciendo las compras de la señora Sho. Jungkook había insistido en acompañar a Namjoon. No mentiría, le agradaba la compañía del menor, lo había enganchado con su personalidad desde el primer instante, aunque en un principio parecían ser un poco reservados habían roto esa barrera, conociéndose más día con día.
Jungkook sabía que Namjoon también le tenía un aprecio especial a las plantas, no al punto de su abuela pero si al punto de tener sus plantas de estimación, que había traído desde su hogar en Seúl, que había estudiado idiomas y hablaba inglés con fluidez también sabía sobre lo mucho que extrañaba a su cachorro moni además de su encantamiento por los cangrejos. Namjoon había notado cuanto a Jungkook le gustaba la música y lo mucho que se emocionaba al hablar sobre sus días cantando en el coro infantil, así como sus ojos brillaban cada vez que hablaba con sentimiento de lo que le gustaba y lo que lo entristecía, Jungkook era un chico sentimental. A pesar de considerar la música como una de sus pasiones su corazón tenían el deseo de ayudar a las personas, por lo que había elegido una carrera que le permitiera hacerlo directamente. Kim estaba sinceramente fascinado por el joven enfermero.
También habían descubierto algunas cosas en común, como la fotografía, casi el mismo gusto en películas, los paseos en bicicleta, el rap, los animales tiernos y el amor por la pequeña tienda de la señora Sho.
—Entonces él estrelló mi cara contra la mesa de la computadora dejándome esta fea cicatriz —señaló con su dedo índice a su mejilla —. Mamá lo castigó y no nos hablamos por días, aunque ya lo perdoné, o eso creo.
Namjoon rió, caminaba al lado del chico que empujaba el carrito mientras echaban las cosas que iban a comprar. Ni siquiera una salida al supermercado era aburrida al lado de Jungkook.
—Tu cicatriz no me parece fea en lo absoluto —dijo este.
—¿Ah? Mira de cerca hyung, de no ser por eso mi rostro pudo haber sido uno de los más preciosos del mundo, estoy seguro.
El menor se tensó cuando el más alto literalmente se acercó a mirar de cerca su cicatriz, sintió la respiración de este sobre su mejilla, de inmediato la sangre subió a su cara tiñendola de rojo por la repentina cercanía, sus manos sudaban apretando el manubrio del carrito, la respiración se había atorado en sus pulmones. ¿A caso Kim Namjoon quería matarlo de un infarto?
—Me parece adorable —comentó este separándose, dejando al otro respirar con normalidad —. Y distintiva.
—¡Yah! Hyung no era literal lo de mirar de cerca —reclamó, con su corazón desbocado en su pecho.
Namjoon se rió con burla del chico y apretó la mejilla del pelinegro, como si estuviera enternecido.
—Pensé que lo decías en serio.
Jeon negó repetidas veces sin palabras para decir, sentía su cara caliente aún, era como regresar a sus años en secundaría, cuando cualquier interacción demasiado invasiva le hacía sudar. Con Namjoon sentía que volvía a ser un torpe adolescente hormonal.
No sabía como explicar esa conexión, nunca de había encantado con alguien en tan poco tiempo. Namjoon era brillante, un joven inteligente lleno de reconocimientos, pero también amante de la literatura, el arte y la naturaleza, que había dejado su vida en la gran ciudad para vivir en un pequeño pueblo para cuidar de su abuela en definitiva tenía una personalidad atractiva sin dejar de lado que era realmente guapo. Quería conocerlo aún más.
¿Qué puedes decir cuándo te sientes avergonzado? Claro, cambia la conversación.
—Oh, olvidé decirte que ayer comencé el libro que me prestaste —listo, se había librado de una vergonzosa conversación.
— ¿Si? —preguntó Namjoon, agradablemente convencido — ¿Qué tal te está pareciendo?
Jungkook sonrió al notar la emoción de Namjoon, siendo un ávido lector no era para menos, sabía que le alegraría saber que estaba leyendo algo que le recomendó, y además le confió su adorado libro, el cuál estaba cuidando como si fuera un tesoro.
—Desde el principio se siente el sentimiento que se quiere transmitir, no es para menos, pasar de doctor a paciente debe ser un proceso demasiado complicado.
Namjoon asintió de acuerdo.
—Lo que mas me toca es que se trata de una autobiografía —añadió el mayor —. El dolor que es ser diagnosticado con una enfermedad de esa magnitud, es inimaginable...
Y Jungkook podía pasar horas escuchándolo, hasta la conversación más ordinaria se transformaba en algo increíble cuando salía de los labios de Namjoon.
Pronto habían terminado de hacer las compras, sin siquiera darse cuenta debido a la fluida conversación que habían estado manteniendo. Camino a casa de la señora Sho era lo mismo, ambos compartiendo diversas experiencias, descubriendo gustos en común y apreciendo todo lo que tenían para contarse.
Habían notado que las caminatas era otra de las cosas que tenían en común, simplemente caminar sin un rumbo fijo, contemplar la tranquilidad de las calles mientras las personas pasaban sumergidas en su mundo, observar a las aves, la vegetación y a los niños disfrutando plenamente de su niñez; era como conectarse consigo mismo. Pero también habían descubierto que las caminatas de dos personas eran aún más gratificantes.
Así comenzaron a acercarse, teniendo salidas que parecían gritar que se trataban en realidad de citas, caminado hasta el parque para comer churros, yendo en bicicleta hasta el lago del pueblo, admirando la naturaleza juntos, compartiendo experiencias y anécdotas, parecían sacados de una perfecta película de amor juvenil donde dos personas sienten que se conocen desde antes a pesar de no ser así.
Ahora Namjoon sabía que la comida favorita de Jungkook eran las brochetas de cordero y todo lo que tuviera que ver con carne, que además era bueno dibujando e inventando apodos, que lloraba con facilidad viendo películas pero que amaba la adrenalina. Jungkook conoció la pequeña pero adorada colección de juguetes Kaws de Namjoon, su biblioteca personal y sus CDs favoritos. Con todo esto Jeon comenzaba a sentir que no podía dejar su pueblo de nuevo.
—Mira hyung —la voz tierna de Jungkook llamó a Namjoon, quién caminaba hasta él con dos cajitas de churros —. Dice que es Ilsan.
Cuando estuvo cerca observó lo que su dongsaeng señalaba, reconociendo las edificaciones con iluminación nocturna. Una captura precisa que enmarcaba los más bonitos edificios y a algunas personas borrosas que no tenían idea de que harían parte de esa exposición.
En un pueblo pequeño como lo era el de Jungkook solían realizarse pequeños festivales para entretener a la población, pero casi nunca eran organizadas actividades como esa en la que se encontraban, una exposición fotográfica al aire libre y que además era de acceso gratuito. Había fotografías de todo, paisajes, rostros, ciudades, naturaleza, animales; la diversidad estaba realmente presente y Namjoon y Jungkook se sintieron afortunados de estar en el pueblo justo en ese momento.
Ese día el pelinegro había entrado muy emocionado a la floristería para poder contarle a Namjoon lo que había visto cerca del parque, insistiendo en que deberían ir; aunque el mayor se había negado en un principio se había rendido ante las súplicas de Jungkook y también de su abuela que le decía que era bueno que se despejara un rato y que ella estaría perfectamente bien en esas horas.
— ¿Conoces ese lugar? —preguntó el joven curioso.
—Um si, lo conozco —respondió tendiendole una de las cajas que contenía churros —. Pasé algunas veces por allí.
—Es muy bonito —halagó el menor, admirando la fotografía —. Seúl parece ser muy bonito, bueno solo lo conozco por los doramas y las fotos...
Namjoon sonrió, mirando también la fotografía con algo de nostalgia, hace meses había dejado su hogar en la gran ciudad. Pero no sentía arrepentimiento alguno, solo se removían sus sentimientos al mirar el lugar donde nació y creció, ahora tan distante.
—Lo es —afirmó —. Seguramente te gustaría mucho.
—Tendré que visitarlo algún día —determinó el pelinegro, notando un poco de la nostalgia de su hyung al ver de nuevo su distrito en la capital.
—Quizás te lleve a conocerlo —las palabras resbalaron de su boca sin haberse detenido a pensar en como sonaría.
Jungkook abrió más sus ojos sorprendido. Namjoon se dió cuenta tarde de lo que había dicho, sin saber cómo remediarlo. ¿Por qué estaba haciendo planes futuros?
—Es decir... Si algún día vas yo podría ser tu guía como tú lo fuiste aquí conmigo —intentó arreglar.
El pelinegro asintió, sin ganas de incomodarlo. Pero su mente ya había viajado, imaginando como sería estar en Seúl con Namjoon, quizás nunca tendrían el tiempo para recorrerlo todo, pero si de conocer los lugares que el mayor frecuentaba, escuchar las memorias que había creado en esos lugares mientras bebían café y sus manos se encontraban sobre la mesa... Oh.
—Cuentame hyung, ¿Qué hace la gente de Ilsan para divertirse?
Intentó recuperar el ambiente ameno. Y de escapar de su imaginación.
—Bueno probablemente vayan a algún bar y beban soju hasta perder la conciencia —bromeó, aunque era la realidad de todo el país. Jungkook rió encontrándose en esas palabras, como jóven tonto recién salido de la burbuja de su pueblo ya había pasado por esa etapa cuando recién llegó a Busán —. Aunque no niego que fuí ese tipo de persona, creo que ahora mi mayor diversión está en las cosas simples. Visitar parques naturales o museos, galerías de arte.
Jungkook asentía atento a sus palabras mientras caminaban y comían sus churros. Namjoon podría ser perfectamente el protagonista de un libro y eso estaría demasiado bien.
—Hyung parece que saliste de un libro o de alguna película que está intentando escapar como puede del cliché -se atrevió a decirle, Nam sonrió un poco avergonzado —. Es en serio.
Namjoon negó, no creía ser tan interesante como Jungkook había insistido en decirle que era, solo se consideraba un jóven que disfrutaba de todo tipo de arte, que había conectado con la naturaleza y que encontraba felicidad en una taza de café y un libro.
Bueno, quizás si sonaba como la descripción de un chico salido de un libro.
—Tienes un estilo de vida entrañable.
—¿Tan así?
—¡Sí! —insistió —. Yo le digo Namjooning. Hey ¿Quieres "Namjooning" conmigo? ¿Que te parece?
El mayor se carcajeó por lo ocurrente de Jungkook. El menor amó oír su risa y más aún por algo que él había dicho, se había sorprendido así mismo queriendo agradar a Namjoon, queriendo hacerlo reír, queriendo que fuera feliz.
Si tan solo supiera que era un sentimiento mutuo y que el corazón de Namjoon se alegraba cuando oía su distintiva risa o miraba la sonrisa de conejito tan característica de él.
Eran dos personas que estaban conociéndose, con sentimientos y sensaciones inefables, que no podían ser explicadas con simples palabras.
Los dos cargaban las últimas cajas, llevándolas hasta dentro de la tienda para resguardarlas del frío. Acababan de llegar nuevas flores que pronto serían vendidas. Jungkook observó las que estaba sosteniendo, eran totalmente blancas como la nieve, su forma era acampanada y contaba con un espádice en el centro. Tomó la caja con solo una de sus manos y con la otra acarició delicadamente el pétalo. Por un momento sintió que había quedado prendado por una flor.
— ¿Te gustaron? —la voz calmada de Namjoon irrumpió sus pensamientos, levantó su mirada encontrándolo sacudiendo sus manos, al parecer ya había acomodado su caja.
—Sí, son muy hermosas —respondió al ser descubierto, avanzó para dejar la caja en su lugar, junto a las otras plantas.
—Se llama alcatraz —dijo el mayor —. Mi abuela las adora, no suelen nacer en un clima como el que tenemos ahora, pero aún así ella se las pide al proveedor, nunca deja que falten aquí en la floristería.
Jungkook asintió con comprensión, entendía a la señora Sho, también le parecían hermosas, elegantes y transmitían un sentimiento de pureza. Se imaginó regalandole una a Namjoon.
—¿Tendrá un significado especial? —preguntó curioso, no quería ser entrometido, pero tampoco quería dejar de preguntar.
—Una vez me dijo que eran las flores que le regalaba mi abuelo —comentó, yendo en dirección al termo que contenía el café y tomando una taza para servirse —. No recuerdo el significado exacto...pero creo que simbolizaba la belleza del amor de una pareja.
Al escuchar eso Jungkook podría jurar que le hirvieron las orejas por su pensamiento anterior. ¿Quizás era su subconsciente mandadole una señal? Agitó su cabeza en un intento de callar los pensamientos repentinos. Namjoon le tendió también una taza del líquido caliente y aceptó, con sus manos temblando por los nervios irracionales de que sus pensamientos quedaran al descubierto.
No quería volver su perfecto ambiente en algo incómodo así que dió un trago sin decir palabra alguna. Su técnica de evadir los temas seguía vigente.
—¿Pasó algo? Tus orejas están rojas —¡Lo sabía! No era su imaginación.
—Es por el frío —se excusó, volviendo a dar un trago.
Namjoon asintió, sin estar satisfecho con su respuesta, pero aún así la aceptó.
—Oye, me da algo de vergüenza con tu familia, siento que hemos acaparado mucho de tu tiempo —aprovechó para externar sus sentimientos —. Deben odiarme a mí y a mi abuela.
Jungkook soltó una pequeña risa negando.
—Dios, no, ellos están muy bien con esto -respondió —. Mamá también aprecia a la señora Sho, creo que todos en este pueblo lo hacen, no le molesta en lo absoluto que les de una mano aquí en la floristería.
Namjoon sentía la sinceridad en las palabras de Jungkook, así como sentía que genuinamente estaba bien pasando algunos días de la semana ayudándolo con el local.
Sus padres también eran dueños de negocios en la capital, no podían simplemente dejarlos, no en el momento que estaban empezando a dar frutos. Su madre había ido a visitarlos algunas veces, estando al pendiente de él y su abuela, lamentándose no tener suficiente tiempo, ella era hija única por lo que sentía una gran responsabilidad por su madre y no quería dejársela a su hijo, pero Namjoon no se quejaba, adoraba a su abuela y el ambiente del pueblo no le desagradaba en lo absoluto, y sumándole ahora a una tierna persona que había pasado a ser parte de su día a día. Lamentablemente sabía que Jungkook solo estaba de paso.
También tenía una hermana, pero ella aún estaba estudiando, exactamente su último año de secundaria; él la había convencido de que lo mejor era que terminara sus estudios en la capital y si corría con la suerte se ser aceptada en alguna de las codiciadas universidades de Seúl, que no dudara en aceptar la oportunidad. Él estaría bien.
—Gracias —dijo el mayor, siendo sincero —. No tienes ningúna obligación con nosotros y aún así nos has ayudado demasiado de forma desinteresada.
La cara de Jungkook se coloreó de rojo, por como el mayor halagaba su persona.
—No es nada, no creo estar haciendo algo de otro mundo, exageras un poco.
—Desde el primer día he visto como alegras el día de mi abuela —siguió hablando —. Y por consecuencia el mío también.
Los dedos del pelinegro temblaron sobre la taza ante las palabras del chico, sintiendo la calidez de estas en su corazón. Quería decirle que él también lo hacía, que sentía paz en ese lugar y más cuando él estaba allí, que sus paseos le habían dado un nuevo sentido a su vida, que había aprendido a apreciar mucho más su entorno, a disfrutar del viento, de un banco en el parque y de una bicicleta, quería decirle que si todos en el mundo fueran como Kim Namjoon no habría de que preocuparse.
Pero no podía, aún no podía dejar entrever la desnudez de su pensamiento y alma, porque sería descubierto.
Le ponía tenso.
—Hyung... -suspiró aquél honorífico —. Me siento feliz de causar sentimientos positivos en la vida de ustedes dos. Siento lo mismo.
Namjoon le dió una sonrisa con su par de hoyuelos y sintió que estaba bien, que todo estaba muy bien.
— ¿Puedo darte un abrazo? —sorprendió al menor con esa pregunta —Sé que no es algo que se suele pedir, pero...
—¿Uh? —Jungkook se sintió desubicado en el tiempo y espacio —Ah, claro ¿Por qué no podrías?
Las tazas en sus manos fueron dejadas a un lado y los nervios recorríeron el cuerpo del menor, juraba que podía sentirlos en la yema de sus dedos, pasó la lengua por sus labios humedeciendolos, quizás exageraba, era solo un abrazo. Oh, pero era un abrazo de Namjoon, tenía derecho a alterarse un poco.
El primero en dar un paso fue el castaño, sin demorar demasiado atrajo a Jungkook por la cintura, haciendo que sus cuerpos se encontraran, su otra mano descansando sobre su espalda, el menor fue tomado desprevenido sin saber muy bien dónde posar sus manos pero sus cuerpos encontraron la manera, acoplandose en un abrazo donde podían sentir la suave respiración del otro.
Namjoon sentía que debía aprovechar el tiempo que le quedaba junto a Jungkook. Y Jungkook no pensaba en otra cosa que no fuera deshacerse en los fuertes brazos de Namjoon, desde su posición observó por el ventanal, copos de nieve cayendo estaban cayendo, suspiró, el frío invierno los acompañaba.
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