⚘ o n e

Pasó la palma de su mano sobre el vidrio empañado que había sido su lienzo por los últimos minutos de su corto viaje en taxi, borrando todo rastro de los pequeños dibujos que había hecho con su dedo índice, dejando la vista limpia desde la ventana, agradeció amablemente al conductor y abrió la puerta, siendo recibido por una ráfaga de aire frío que hizo volar algunos mechones de su cabello, sonrió débilmente. Estaba en casa.

El piso estaba cubierto por una superficie blanca, el día anterior había nevado en pequeñas cantidades, lo cual dificultaba un poco su tarea de rodar su maleta por el ya conocido camino, su mirada cargada de nostalgia observó las tranquilas calles que lo vieron crecer, seguían iguales, tampoco esperaba que cambiaran demasiado en tan pocos años de haberlas visto por último vez.

Hace cuatro años había dejado a su pueblito atrás para irse a estudiar a la ciudad, en aquél entonces saltó lleno de emoción cuando le llegó un correo confirmando que había sido admitido en una buena universidad y además con media beca, no lo pensó demasiado cuando ya estaba empacando sus pertenencias, listo para salir y perseguir sus sueños. Sin embargo el tiempo había pasado, tenía un hermoso título que enmarcaría para colgar en su pared y pronto empezaría a trabajar en su área, pero antes de eso había decidido volver, sin avisarle a nadie porque estaba deseoso de sorprender a su pequeña familia cuando vieran que estaba de regreso; y sin mentir extrañaba los abrazos de su madre.

Eran contadas las veces que se habían visto en persona durante esos años, la vida universitaria era cara y no tenía demasiado dinero como para costearse viajes tan seguidos, lo mismo ocurría con su familia, quienes hacían lo posible para visitarlo en algunas festividades y fechas importantes; pero nunca era suficiente y estaba ansioso por verlos de nuevo.

Antes de seguir con su camino se detuvo al pasar en frente de un local que le traía recuerdos que atesoraba con cariño. La pequeña floristería de la señora Sho, sus puertas estaban cerradas y no estaban las flores que solían decorar la parte externa, supuso que era por el clima frio pues la estructura seguía igual, una camada de pintura rosa cubriendo sus paredes rusticas y el viejo cartel desgastado con el nombre del local seguía allí, sonrió cuando vió la placa que indicaba que estaba abierto, sin pensarlo dos veces tomó el pomo de la puerta de cristal y la abrió, esperando encontrarse con la dulce mujer y de paso comprar unas hermosas flores para llevarle a su madre. Pero se llevó una sorpresa al encontrarse con un chico detrás del mostrador.

Frunció ligeramente su ceño. ¿A caso la señora Sho habría vendido el local? Lo dudaba, ella siempre había dicho que parte de su corazón se encontraba en su humilde negocio.

— ¿Puedo ayudarle en algo? —la calmada voz del muchacho detrás del mostrador lo sacó de sus pensamientos.

Dirigió su vista hacía él, le sonreía con  amabilidad sin mostrar sus dientes, notó entonces que unos hoyuelos adornaban sus mejillas. Lindo.

—Yo, uh —mordió su labio inferior, lo había tomado desprevenido —. Estoy buscando a la señora Sho... ¿Ya no le pertenece este local?

La mirada del chico cambió a una sorpresiva de repente, como si nunca se hubiera esperado por aquella pregunta.

—Oh, la señora Sho es mi abuela —comunicó el joven —. Este local sigue siendo suyo, solo que ahora soy yo quién lo maneja.

Jungkook frunció el ceño, su cabeza ladeándose un poco hacia el lado, un tanto confundido.

—Qué lastima —suspiró con real pesar, mientras recorría las flores con la mirada—. Hace mucho tiempo que no la veo y tenía muchas ganas de saludarla. ¿Ella se encuentra bien?

El encargado movió suavemente su cabeza de izquierda a derecha.

—Más o menos. Está un poco enferma.

Los ojos de Jungkook viajaron rápidamente hasta el chico quien pudo ver reflejado en aquellos iris nada más que preocupación genuina. ¿Quién era ese chico y por qué hablaba de su abuela como si la conociera desde hace años?

—No quiero sonar entrometido pero, ¿qué enfermedad padece?

—Alzheimer. Aún está en la etapa leve, pero preferimos que yo me hiciera cargo de su negocio para que ella pudiera dedicarse a descansar.

Jeon Jungkook sintió como su corazón se apretaba al recordar con estima la imagen amable y carismática de la señora Sho cada vez que lo veía pasar fuera de la floristería después de clases. A veces, pasaba luego de haber reprobado un examen y la señora Sho al ver su expresión preocupada y triste estratégicamente le regalaba una de sus tantas flores para que se las llevara a su madre como un obsequio. Ella era tan dulce y amaba con todo su corazón aquella pequeña tienda de flores que le había abierto las puertas en diversas ocasiones.

— ¿Cómo la conoces? —el nieto de la señora Sho interrumpió el hilo de sus pensamientos
— Quiero decir, hablas de mi abuela como si la conocieras desde hace mucho tiempo.

Jungkook sonrió.

—Más o menos. Cuando estudiaba en la secundaria cada vez que me metía en problemas o reprobaba un examen, la señora Sho me daba una flor para que yo se la regalara a mamá. También solía ayudarla con algunas cosas aquí en el local, ella me daba algunas monedas como recompensa.

El chico soltó una suave carcajada; sonaba exactamente a algo que su abuela haría, creía haber escuchado algo sobre el adorable muchachito que le ayudaba en la tienda en una de las tantas tardes en las que se sentaban a simplemente charlar.

—Entonces eres ese chico... —pensó en voz alta haciendo a Kook encogerse de hombros con un poco de timidez.

— ¿Existe la posibilidad de que pueda verla?

Al ver el interés que tenía el chico que se inclinaba sobre el mostrador le era imposible negarse, mucho menos mirando esos ojos anhelantes llenos de brillo que parecían verlo con súplica. Le agradaba que existieran tantas personas que apreciaban a su abuela, aunque hasta el momento no había sentido la calidez que le transmitía ese chico en nadie más.

Miró por el ventanal de cristal, el día estaba frío y eran pocas las personas que pasaban por las calles cubiertas de nieve; no había mucho movimiento entonces no le vió el problema a abandonar su puesto por unos minutos.

Salió del mostrador ante la atenta mirada del chico, caminó hasta la puerta de donde colgaba el letrero para indicar que ahora el local estaba cerrado y de su bolsillo sacó un manojo de llaves, utilizando una de estas en la puerta, cerrandola por completo.

—Está bien, sígueme... —habló, esperando por la respuesta del pelinegro.

—Ah, nombre es Jungkook —completó el menor, caminando por donde este le indicaba —. ¿Y el tuyo?

—Namjoon.

Asintió, repitiéndo su nombre en voz baja, sí, Namjoon era un lindo nombre.

Cuando Namjoon se dirigió hasta la puerta detrás del mostrador supo a dónde irían, él conocía ese lugar. Detrás de la puerta lo primero que los recibió fue un jardín lleno de colores verdes, con flores de vários tipos y césped reemplazando el piso de madera que tenía la tienda; ese pequeño jardín era la entrada a la casa de la señora Sho.

Nuevos recuerdos inundaron la mente de Jungkook, como cuando le hacía compañía a la señora Sho, cuando el clima era como el de ese día ella solía preparar chocolate caliente y juntos se sentaban en ese jardín, él jugaba en el viejo columpio de madera que la adorable señora había mandado a hacer para sus nietos mientras ella cuidaba de sus plantas; era un lugar que le traía paz luego de agitarse en el colegio.

No necesitaron adentrarse a ese hogar, porque allí entre las flores se encontraba ella, con su delantal verde y su rociador regando sus adoradas plantas; a pesar de todo seguía con el mismo amor y pasión. Jungkook sonrió.

—Halmoni —Namjoon intentó llamar su atención.

La señora Sho volteó, dirigiendo su mirada hacía ellos dos y el corazón de Jungkook se aceleró en su pecho, aunque le hubieran dicho que su enfermedad aun estaba en un nivel leve sentía nervios de pensar en que pudiera no recordarlo.

Ella sonrió un poco acercándose.

—Namjoonie, ¿Todavía está abierto el local? —habló manteniendo una sonrisa, y cuando sus ojos se posaron sobre Jungkook este sintió sus piernas temblar; al tenerla de cerca pudo apreciar un poco más su rostro, había más arrugas que la última vez que la había visto, su pecho se oprimió un poco por saber que los años le habían pasado factura — Oh, ¿Jungkook-ah? ¿De verdad eres tú?

Solo había bastado con que ella dijera su nombre, su corazón ya estaba saltando en su pecho.

—Si señora Sho, que alivio que me recuerda —dijo con total sinceridad, hizo una reverencia ante ella en señal de respeto, de pronto sintió caricias sobre su cabeza, como si estuvieran peinando su cabello.

Levantó su mirada encontrándose con la dulce señora, que al parecer intentaba arreglar su cabello.

—Claro que te recuerdo querido, ¿Cómo olvidarme de esa carita? —dijo con voz dulce.

—Me alegra saberlo —expresó Jungkook

—También recuerdo lo mucho que te gustaba el chocolate caliente en un día frío como esre, hoy no hice, no sé que ocurre con mi nieto que no me deja usar la cocina, es un poco paranoico —dijo mirando a Namjoon brevemente y con algo de reproche.

—Ah, Halmoni..

Jungkook soltó una suave risa por ello.

—Oh, no sea así con su nieto señora Sho, seguro lo hace para que usted no se canse, él solo quiere cuidarla — alegó con voz cariñosa, tomando las manos de la mujer mayor en las suyas, dándole un pequeño apretón —. No se moleste con él.

—Bueno, entonces Namjoon-ah. ¿Por qué no preparas el chocolate caliente para nosotros? Tenía tanto tiempo sin ver a Jungkook, necesita una bienvenida especial.

El muchacho suspiró. Hace cuatro años atrás había pasado para despedirse de ella, recordaba sus palabras alentadoras y buenos deseos, también el como le había regalado una flor la cual cuidó durante todo el camino hacia la gran ciudad; esperaba que ella también pudiera recordarlo.

—No es necesario —habló mirando hacia Namjoon, finalmente soltando las manos de la abuela de este.

—No, está bien, no tengo problemas en hacerlo —le dijo el mayor, con su cálida mirada —. Me gustaría que pudieras acompañarnos, te juro que luego de eso te dejaremos libre, por favor.

Namjoon había notado el buen humor de su abuela al ver nuevamente a Jungkook, parecían guardarse un cariño mutuo y él se sentía bien cuando ella estaba feliz.

El muchacho rió ante las últimas palabras dichas por el otro, bueno sus padres aún no sabían que se encontraba en el pueblo y una taza de chocolate caliente no se le podía negar a nadie.

—Está bien —cedió, ganándose otra sonrisa acompañada de hermosos hoyuelos —. ¿No quieres ayuda?

Este negó, indicándole enseguida que podía tomar asiento junto a su abuela en la mesa que adornaba su hermoso jardín, ubicada cerca de unos arbustos y Jungkook no dudó en hacerlo en compañía de la señora Sho, la cual sentía que solo habían pasado algunos días desde la última vez que tomaron la bebida caliente en compañía del otro.

¿Cómo se supone que debía comenzar la conversación? No quería abrumar a la pobre señora, no sabía hasta que punto podría ser eso un problema, al sobrecargarla con información. Se sintió un poco inútil al estar recientemente egresado de la carrera de enfermería y no saber demasiado sobre el tema, él había decidido especializarse en el campo infantil.

Por momento sintió pesar, suspiró. Era increíble pensar lo que una enfermedad como ese tipo de demencia era capaz de hacer.

— ¿Cómo ha estado la universidad? ¿Ya te graduaste? te habías ido a...—la señora se detuvo frunciendo el ceño, al parecer intentando recordar, pero había un pequeño vacío en su mente.

—A Busan, fuí aceptado con con media beca, me gradué en enfermería y ahora volví para visitar a mi familia, y por supuesto a usted —le explicó con amabilidad.

La señora Sho se miraba sorprendida, pero en su cara se reflejaba algo diferente, además de nostalgia. La escuchó maldecir en voz baja.

—Esta enfermedad parece que avanza rápido, temo por el día en el que olvidé que la padezco, porque ese día habré perdido todo —se lamentó la señora de edad —. Lamento haber olvidado algo tan importante Jungkook, tú probablemente estabas muy emocionado.

Jungkook negó diversas veces tomando la mano de la mujer mayor por sobre la mesa, acariciando el dorso de esta, intentando así transmitirle sus sentimientos. No se consideraba bueno consolando, creía ser pésimo para ello; pero no mentía cuando decía que le causaba tristeza la situación de la señora a la cual le guardaba un aprecio especial y le dolía que se culpara por algo que se escapaba de sus manos.

El día seguía igual de frío y pudo sentirlo en las manos de la señora Sho, entonces empezó a calentarlas con las suyas.

—No se disculpe por favor, no hizo nada malo. Yo encantando le cuento todo de nuevo —dijo con voz suave.

—Probablemente lo vuelva a olvidar —susurró la mujer.

—Entonces se lo contaré otra vez.

Le sonrió con calidez, la señora Sho le correspondió y pudo ver cómo sus ojos se cristalizaban, amenazando con dejar salir algunas lágrimas.

—Sigues siendo un chico noble —alagó —. Puedo recordar cosas que sucedieron hace mucho tiempo irónicamente, te recuerdo corriendo, huyendo de tu hermano y refugiándote en este jardin.

Soltó una risa, la verdad no había sido un niño para nada fácil y la señora Sho siempre estaba encubriendolo, como compañeros en el crimen.

—No vine de tan lejos para hacerla llorar —intentó animar el menor —. Hablemos de cosas buenas.

—Tienes razón, cuéntame de tú experiencia en la ciudad.

El joven se sintió pleno al lograr desviar los sentimientos tristes de la señora Sho, al menos por un rato.

—Bueno, en primer lugar ¡Es gigante! Sentía que podría perderme en cualquier momento...

Empezó a contar cada detalle con emoción mientras la anciana lo escuchaba atenta, consiente de la felicidad que expresaba en cada palabra y en como sus ojos se iluminaban de una manera diferente cuando hablaba de lo que lo apasionaba; desde que era un niño había notado esa linda particularidad, por eso y muchas cosas más lo apreciaba como si de uno de sus nietos se tratase.

Por otro lado, Namjoon se acercaba con una bandeja que cargaba tres tazas humeantes de chocolate caliente, la cocina no era ni de cerca algo que se le diera bien, esperaba con su corazón que lo que había hecho fuera al menos bebible, observó desde su lugar al chico que se expresaba con aparente entusiasmo y a su abuela encimismada prestándole toda su atención, observándolo con su cálida sonrisa.

Sintió curiosidad, de esos ojos, de esa sonrisa, de esa forma tan amable de ser, deseó conocer a Jungkook y descubrir porque era tan atrapante.

—Namjoonie ¿Qué haces allí parado? Ven y siéntate con nosotros —la voz de su abuela interrumpido sus pensamientos, agitó su cabeza y luego asintió acercándose a la mesa, más que listo para sentarse a escuchar todo lo que salieran de los labios del menor.

Jungkook se cohibió un poco al estar Namjoon presente, pero este solo asintió y le dedicó una sonrisa sin dientes, dándole la confianza para que siguiera contando sus vivencias con efusividad. Muchas veces en su vida había tenido que callarse porque a algunas personas no les gustaba escucharlo hablar con tanta emoción.

Fue libre para hablar de sus días en la universidad, de su experiencia haciendo sus prácticas en distintos hospitales y de como le había gustado conocer cada rincón de la ciudad.

Namjoon pudo determinar que el pelinegro era un chico de emociones, jovial y amable, que todo en su vida era regido por sus pasiones y que luego de unos cuantos minutos puede deshacerse de su timidez. Jungkook era adorable y sus ganas de seguir conociendolo solo aumentaban.

Pronto la conversación se inclinó mas por sus hobbies, lo que le gustaba hacer en la ciudad y también en el pueblo. En ese punto de su amena plática la señora Sho se disculpó un momento, diciendo que iría a servirse un poco mas de chocolate que Nam había dejado en la cocina.

— ¿Y a tí que te gusta hacer, Namjoon hyung? Ya sabes, cuando estás en otro lugar que no es tu ciudad, un lugar que no conoces.

Namjoon parpadeó, estaba tan sumido en las palabras del menor que lo tomó por sorpresa su pregunta.

—Me gusta conocer el lugar, turistear —dijo sincero, aunque suponía que era lo más obvio —. También conocer personas nuevas, conocer la esencia de los habitantes es algo que me gusta.

El más joven asintió.

—Entonces gusto en conocerte. Jeon Jungkook —le tendió la mano.

Namjoon sonrió por su espontaneidad, tendiendole también su mano para poder estrecharla.

—Kim Namjoon.

—Tienes suerte de que sea un local, dime cuando quieras y yo puedo ser tu guía. Mi pueblo es pequeño... Pero seguro habrás escuchado que los pueblitos tienen su magia.

Namjoon sintió que de esa manera Jungkook le hacía una invitación a conocerlo, entonces accedió.

⚘ Participante del concurso full moon de _colorfultears
⚘ Genero: Romance
⚘ Palabras: demencia, alcatraz, cicatriz, cristal, luna.
⚘ Total de palabras usadas: 9699

Gracias por dejarme participar ♡.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top