🌻Capítulo único🌻
"Dame amor como nunca antes, porque últimamente he estado anhelando más"
El sonido de la lluvia siempre me ha parecido relajante. En mi opinión, no hay nada mejor que la estimulante llovizna de una tarde calmada; es espontánea y siempre te acompaña en cualquier postura, sin verse de más. Las situaciones más románticas siempre son bajo la lluvia, así como las escenas tristes y con toques de melancolía; incluso siempre soñé con dar un beso bajo las finas gotas de una calmada brisa, pero eso es algo que se ha quedado como un deseo sin cumplir, y solamente con la oportunidad de plasmarlo en mi libro más reciente.
Un cliché que todo escritor posee, debo admitir.
Pero, ¿Qué es de la vida de un hombre que ama las letras sin un buen cliché por expresar? La verdad, mis historias siempre han sido fantasiosas y apasionantes, y quizá es por eso que obtuvieron tanta aceptación en el público. No quise limitarme ni tacharlas por géneros, en ellas hay contenido para todas las edades y prometen un momento agradable e inolvidable.
Logré derribar barreras y llegar a tocar los más profundos sentimientos de todas las personas que me leían; es un sentimiento agradable, el cual no cambiaría por nada. Pero, últimamente me he sentido vacío con lo que hago; sí, admito que no he tenido problemas para escribir ya que mi nuevo libro es testigo de ello; sin embargo, todas esas emociones que mis amados lectores dicen sentir con mis letras...
Simplemente, yo no las siento.
Es como si estuviese escribiendo con una pesada venda cubriendo mis ojos; las letras fluyen sin cesar, pero no reconozco ningún sentimiento en ellas, y es verdaderamente frustrante sentirme así. Quiero que mis emociones florezcan como fuerte primavera para que logre suprimir el infinito invierno en el que he estado viviendo por tanto tiempo.
Las paredes de mi habitación si pudiesen hablar me gritarían que despertase y que disfrutara del momento; vivir emociones al límite, equivocarme y no temer a hacerlo, que no me importe la opinión pública, y que grite a los cuatro vientos lo que realmente quiero.
¿Qué es lo que quiero? Ni yo mismo lo sé, y solo pido que cuando lo encuentre pueda reconocerlo.
"Recuerda siempre, el primer amor no siempre llega en orden"
—¿Estás seguro de esto?
Rodé los ojos sin poder evitarlo ante la insistente pregunta de mi representante y mejor amigo.
—Joe, estaré bien —respondí, tratando de sonar amable. El pobre hombre no tenía culpa de mi reciente mal humor.
—No creo que sea buena idea que vayas a esa librería solo —seguía tratando de convencerme.
Hace pocas horas había hecho el lanzamiento de mi libro más reciente. Escribir "Eyes Of Soul" había sido un completo reto que me obligó a internarme por meses completos en la privacidad de mi hogar, y ahora puedo decir que todo valió la pena; siento que me ayudó a reencontrarme conmigo mismo y probar una vez más que soy capaz de vivir a través de mis letras. Es un libro muy especial, donde demuestro que los ojos que son capaces de ver el alma son héroes que pueden sanar las heridas más graves y profundas; hablo de sentimientos cálidos, aquellos que son capaces de crear fe para volver a sentir con plenitud, incluso cuando sientes que no puedes más.
Y realmente no entiendo tanta profundidad y complejidad en mi sentir; simplemente dejé que las palabras fluyeran y que fuesen inmortalizadas en lisas hojas para ser leídas por personas que, como yo, se sienten incompletos y de alguna manera, perdidos.
—Igual iré —dije terco—. Sabes bien que me tomo muy en serio la opinión pública, y que disfruto en demasía sus reacciones y expresiones cada que leen alguno de mis libros.
—Agust —ah, ahí estaba aquel tonito lastimero con efecto chantajista—. Solo te pido un día —¿En serio tenía que hacer ese puchero? En este momento siento pena ajena—. Aguarda un poco más; ya mañana que esté libre, podré acompañarte.
Le sonreí encantadoramente; él suspiró, sabiendo que nada de lo que me propusiera me haría cambiar de opinión.
—Iré hoy —sonreí más—; e iré solo.
Joe refunfuñó algunas maldiciones que no pude escuchar con claridad, pero las dagas que brillaban en sus ojos sí que me estremecieron. Mi amigo, pese a su pequeña estatura siempre lograba aterrarme.
Aunque claro, no es como que lo fuese a admitir en voz alta.
Después de lo que me pareció una eternidad, pude ver el semblante de la derrota cubrir su rostro.
—Está bien, Agust —quería brincar ahí mismo de la emoción—. Se hará como tú digas; pero si ocurre algo, tú y solamente tú te harás responsable.
—Sí, si, como digas —resté importancia, mientras corría a mi habitación por una gorra y un cubrebocas.
Aunque era un reconocido escritor, nadie conocía el rostro del genio tras múltiples libros que se convirtieron en un éxito.
Tengo un gran autoestima, ¿Qué puedo decir?
Salí rápidamente de mi casa antes de que mi amigo cambiara de opinión; pensaba irme en mi auto, pero en mi prisa había dejado olvidadas las llaves, y la verdad es que no quería arriesgarme a enfrentar el mar humor de Joe.
Cuando estuve fuera contemplé la opción de irme en taxi; pero cuando estuve a punto de conseguir uno, una idea mucho más tentadora invadió mi mente.
Entonces me dije, ¿Por qué no?
Ajusté mi gorra y me puse el cubrebocas. Desvié mi camino un poco; un par de cuadras a la derecha, contrarias a mi destino inicial, y estuve caminando hasta que la bonita y colorida casa estuvo a mi vista.
Subí por los escalones que tenían pequeñas flores pintadas en ellos, toqué la puerta y en el mismo instante una adorable anciana me recibió con una sonrisa encantadora.
Algo que me gusta mucho de este lugar, es que la gente sonríe genuinamente.
—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó la adorable mujer.
—Quisiera alquilar una bicicleta, por favor —pedí, bajando mi cubrebocas para corresponder tan bonita sonrisa.
La ancianita asintió mostrándose complacida con mi pedido, y me guió al interior de la acogedora casa, donde se mostraba una gran variedad de bicicletas de diversos colores y estilos.
Y desde que entré, ya sabía cuál sería mi elección.
—Tengo muchas bicicletas que pueden ser de su interés, joven —murmuró la dulce abuelita—. Y, por ser tan educado y amable le regalaré un panecillo de canela.
Sentí como me ruborizaba y empecé a negar con mis manos, riendo nervioso.
—No es necesario —dije apenado. Era increíble que esos pequeños detalles lograran sonrojarme tanto.
Bueno, aunque siempre me sonrojo en la mayoría de mis días. Pequeñas y grandes cosas me hacen sonrojar, y mi piel blanca no me ayuda en nada, haciéndome lucir adorable y apapachable.
Eso según mi madre.
—Quizá no sea necesario, pero quiero endulzar la vida de tan adorable joven.
Y el sonrojo aumentó; sentía mis orejas arder en compañía de mi rostro, más la cálida risa de la mujer hizo que valiera la pena.
—Me basta con su sonrisa para endulzar mi vida —dije con galantería, sonriendo como triunfador de guerra cuando fue la ancianita la que se sonrojó en esta ocasión.
Abuelita: 0
Agust: 1
¿Qué? Los sonrojos anteriores no cuentan.
Recibí un empujoncito de su parte y risas cálidas inundaron mis oídos. Recuerdo que mi madre siempre me dijo que toda persona que hacía reír a los demás era capaz de transmitir agradables sentimientos, haciéndole merecedor de todo lo bueno de este mundo.
—Eres un muchacho lindo, tu novia debe ser una chica afortunada.
Reí sin poder evitarlo.
—No hay novia —confesé, encogiéndome de hombros.
Ella me codeó y movió sus blancas cejas de arriba hacia abajo con expresión pícara.
—Entonces, ¿Novio? —aventuró.
—Ahora sí hablamos el mismo idioma —le codeé de vuelta—. Pero, no hay novio —admití con semblante tristón—; nadie me hace caso —lloriqueé.
Podía llegar a ser muy dramático si me lo proponía.
Ella sonrió con dulzura. —No ha llegado el indicado —dijo, y estuve de acuerdo—; cuando lo veas te darás cuenta, y tu vida tomará un nuevo sentido —hizo una mueca divertida—. Conocerás lo incómodo que pueden llegar a ser las mariposas en el estómago, y el que tu lengua se enrede en tu propia boca sin saber que decir —ambos reímos—. Lo de los sonrojos, ya es un punto extra que tienes a tu favor.
—¿Para avergonzarme? —interrogué divertido.
Negó con su bonita sonrisa. —Para que tus palabras tomen sentimiento y se queden plasmadas en el corazón de tu amado.
—Oh.
Realmente me había quedado sin palabras; nunca en mi vida había tenido una conversación tan larga con un desconocido, y debo admitir que la experiencia es mejor de todo lo que haya esperado.
—Solo te pediré una cosa —habló con aire juguetón, mientras me ofrecía deliciosos y humeantes panecillos de canela.
—¿Que cosha? —pregunté con la boca llena, los panecillos estaban deliciosos.
Ella rió entretenida. —Cuando conozcas a tu persona especial, y por fin lo tengas a tu lado; tráelo para poder conocerlo.
Asentí efusivamente, sintiéndome emocionado con tan solo imaginar que una persona tan buena y dulce como ella, quisiera conocer a mi pareja en algún futuro lejano.
—Para mí sería un placer —confesé con sinceridad—. Pero primero, quiero saber el nombre de tan extraordinaria mujer.
Volvió a sonrojarse. Bien Agust, vas ganando.
Abuelita: 0
Agust: 2
—Ana.
Sonreí abiertamente. —Un placer, Ana. Mi nombre es Min Agust.
"Porque llegaste tú, y finalmente comprendí el secreto del encanto que yacía en mis letras"
Mis ideas son las mejores; lo he corroborado en este mismo momento, al sentir el cálido viento acariciar mis mejillas mientras hago el mejor paseo en bicicleta de mi vida.
La ciudad luce más encantadora de lo habitual; mis ojos tratan de captar esa belleza etérea que la compone, me siento tan afortunado y feliz que deseo gritar durante mi paseo; demostrar mi dicha y compartir mi felicidad con todos aquellos extraños con los que me voy cruzando, y que quizá necesitan algo de luz y calidez.
Y lo hago... grito lleno de felicidad, las miradas extrañadas que me dirigen me divierten, y la sonrisa que provoco en los niños que juegan en el parque me dan el impulso de hacerlo nuevamente.
Inevitablemente la risa me envuelve de solo imaginar lo que diría Joe si me viera en estas condiciones. Yo, un famoso escritor montado en una bicicleta amarilla de estilo clásico, mientras pasea sin rumbo fijo por el parque central, riendo y gritando sin parar.
Una imagen insólita, hasta para mí mismo.
Me detengo por un momento para observar la hora y me doy cuenta de que ya ha llegado el momento que he estado esperando. Con mi emoción renovada tomo la bicicleta y me dirijo a la librería Meraki, lugar donde se está llevando a cabo el lanzamiento de mi reciente libro.
Decir que no estoy emocionado, sería mentir. Siempre me ha encantado ser espectador directo de cada reacción y opinión del público con todo lo referente a mi trabajo. No es cuestión de inseguridad ni nada por el estilo, simplemente siento que mis libros crean esa conexión única que les hace enamorarse de la vida, y tener algo a lo que aferrarse cuando el mundo cruel y real no tiene nada más que ofrecer.
Río porque recuerdo que también siento ese nervio que todo fanático posee, a veces olvido que yo soy la mente tras las letras y solo me dejo llevar por la emoción que puedo tomar de los demás. Recuerdo que una vez Joe me tuvo que sacar de una enorme fila de espera, en esa ocasión era el lanzamiento de mi obra "Letras de invierno" y yo, tan emocionado estaba que por un momento me había olvidado que era el autor, mientras esperaba pacientemente que mi libro fuese firmado vete a saber por quién.
Una de mis tantas experiencias vergonzosas que quizá en algún futuro comparta con alguien que tenga mi mismo despiste y sentido del humor.
Detengo la bicicleta de un frenón al estilo Toretto y la coloco en el pequeño espacio que está al lado de la acera; le pongo el candadito porque lo menos que quiero es que me la vayan a robar, y solo cuando me siento seguro es que por fin entro a la acogedora librería.
No quedé aplastado como tortilla porque Dios es grande.
El lugar está abarrotado de gente. Mujeres, hombres y niños de todas las edades corren de aquí para allá con gritos de fangirl al ver mis libros en un espectacular apartado, que sirve de atractivo principal.
Alzo el mentón orgulloso y entro como pavo real al lugar, para pocos segundos después recordar que nadie me conoce en realidad y dejar mi intento de realeza.
Me desplazo con sigilo hacia el extremo derecho, mis oídos están atentos a los comentarios de cada persona con la que me voy cruzando; sonriendo nuevamente al escuchar las buenas opiniones, y ser primer espectador del cariño que mi reciente obra está recibiendo.
Hasta que...
—La verdad, he leído mejores.
Pobre alma que vaga perdida en este mundo sin el conocimiento certero del arte, ya que no puede siquiera reconocer un buen escrito cuando lo ve.
¡Rayos!, ¡Ya me está palpitando la frente!
Volteo dispuesto a darle una cátedra completa del arte cuando de repente ¡Zas!, le cae un comentario que hasta a mí me deja sin aire.
—Entonces debería irse de aquí, señor ignorante. Este lugar está dedicado a las obras de Suga.
Todo bien, aunque debo admitir que sigo sin creerme que un pequeño de quizá algunos siete años haya sido el que le cerró la boca al desconocedor del arte.
Le regalo una sonrisa falsa al hombre de los pantalones elegantes que se atrevió a criticar mí trabajo, y decido internarme en la pequeña sala adjunta que Meraki posee. El gerente del lugar sabe perfectamente quién soy, es por eso que tuvo la amabilidad de adecuar ese pequeño espacio, con el fin de tener un momento a solas y agradable.
Tras un par de empujones y sonrisas de disculpa es que por fin puedo entrar en el pequeño lugar, sintiendo como mis ojos se abren más de lo normal al notar un pequeño e importante detalle.
Ahí hay alguien más.
Por lo poco que puedo ver se trata de un chico, quizá un poco menor que yo. Tiene una cabellera demasiado negra, tanto que parece artificial y su concentración radica únicamente en la lectura que está teniendo.
¿No le dijeron que este lugar es reservado? Quizá haya sido eso, pues no encuentro otra razón para que él esté aquí.
Quién quiera que sea.
Ahora me encuentro en un dilema; quiero decirle que se vaya de manera amable, pero hasta ahora no conozco una forma amable para correr a las personas, ¡Y me frustra! Porque este es mi lugar, y lo cuido y celo con locura.
¿Soy egoísta? No es necesario que respondan.
Estoy tan concentrado en mis pensamientos que no he notado que el chico ha dejado su lectura para mirarme, y cuando lo noto es muy tarde.
¡Zas! El gordo libro que leía cae en medio de mi rostro, y mi mente automáticamente empieza a reproducir las estrellitas que salen en las caricaturas tras un golpe fuerte. Pierdo el equilibrio un poco y trato de recomponerme, cuando otro libro es lanzado, esta vez dándome en el hombro.
¿De dónde saca tantos libros? Oh, cierto... estamos en una librería.
—¡Basta! —casi lloro, el primer librazo que me dió por poco y me deja sin ojos.
Él me mira, y realmente no entiendo el odio que esos ojos tan preciosos me disparan. Ignoro todo aquello y decido concentrarme en su rostro.
Es sin duda el chico más precioso que he visto en mi vida. Su piel es delicada y con un toque rosáceo que me parece sin duda adorable, sus ojos pequeños y azules que hacen un contraste maravilloso con la cabellera negra y espesa, y sus labios, tan gorditos y besables que provocaron resequedad en mi propia garganta.
Nunca había creído que algo como el amor a primera vista existiera; pero, por el acelerado latir que tiene a mi corazón alocado, es que puedo confirmarlo.
Porque mis ojos no hacen nada más que ver la belleza que compone a aquel desconocido de mirada helada y con claros deseos de matarme.
Y es eso lo que me hace reaccionar.
—¿Por qué tanta agresividad? —le pregunto, él me sigue viendo con mucha, demasiada molestia.
Pasan algunos segundos para que me de una respuesta que me deja confundido.
—Es increíble el nivel de descaro que tienes, ¿Cómo sabías que estaba aquí? —y rápidamente agrega—. No, mejor dime, ¿Qué diablos quieres?
¿De qué me perdí? Mi rostro que de seguro muestra el desconcierto que estoy sintiendo parece enfurecerlo más.
—¿Nos conocemos? —fue la brillante pregunta que salió de mis labios.
Y un libro en mi cabeza fue su respuesta.
—¡Hey! —me arrepentí de haber gritado porque lo asusté—. Deja de tirar los libros que ellos no tienen la culpa de lo que sea que te haya hecho —agregué, cuidando el tono de mi voz.
Mis palabras tuvieron sentido porque en sus ojitos lindos se reflejó la culpa y un atisbo de vergüenza; rápidamente se acercó hacia a mí para poder recoger los libros con los cuales me había atacado. Con tanta cercanía pude sentir la suavidad de la lavanda que destilaba de su cabellera.
No pude evitar suspirar.
Cuando recogió los libros los puso con extremo cuidado sobre la mesa, mi curiosidad burbujeante me hizo detallar en cada uno de ellos, sorprendiéndome en demasía al descubrir que eran mis propias obras.
Entonces me sentí halagado al saber que el niño lindo leía mi trabajo, así como indignado al ver como los había usado en mi contra, sin tener el mínimo cuidado con ellos.
—Tienes un gusto exquisito en la lectura —le dije con tono humilde.
Él me sonrió, pero no de manera bonita. —Y tú tienes mucho descaro.
Lo dijo con tanto veneno que me hizo sentir nervioso; nuevamente se sentó donde había estado antes que notara mi presencia y retomó su lectura, ignorándome completamente.
Decidí sentarme frente a él, sonriendo al notar como apretaba con más fuerza el libro debido a mi cercanía.
—Oye...
—Cállate —me cortó, su voz baja y amenazante solo me impulsaba a hablar más.
Soy muy insistente, ¿Qué puedo decir?
—Para leer el romance que Suga hace, debo decir que eres bastante amargado —mencioné distraído.
—Y tú eres un hablador, Yoongi.
Esperen...
¿Acaso me llamó Yoongi? Parpadeé y mi mente rápidamente empezó a atar los cabos sueltos.
—¿Cómo me llamaste? —pregunté, solo para asegurarme.
Él frunció el ceño y una vena resaltó en su frente. —¿Cómo más? Por tu estúpido nombre.
Entonces lo confirmé, el niño bonito y amargado me estaba confundiendo con mi hermano gemelo.
—¿Conoces a Yoongi? —era obvio que lo hacía, pero descubrí que me encantaba hacerlo enojar.
Estampó el libro con demasiada fuerza sobre la mesa, el ruido fue tan estridente que inevitablemente di un salto en mi lugar.
—Te crees muy gracioso, ¿No? —su molestia era muy auténtica, entonces supe que debía aclarar el malentendido.
—Mira, no sé los problemas que tengas con Yoongi; pero no soy él ¿Ok?
El pelinegro ladeó la cabeza, antes de responder.
—Sabía que no había algo inteligente que pudieras decir.
—¡No soy Yoongi! —grité con fuerza—. Mi nombre es Agust —aclaré con voz moderada—. Si estás hablando de Min Yoongi, pues soy su hermano gemelo.
—¿Y cómo puedo creerte? —preguntó mientras se cruzaba de brazos.
Pensé rápidamente en alguna opción sin terminar de entender la gran necesidad que tenía por demostrarle que decía la verdad. Ciertamente hay muy poco que recuerde de mi hermano mayor, cuando nuestros padres se divorciaron cada uno se quedó con un hijo. Yoongi con mi padre, y yo con mi madre.
Durante los primeros años tratamos de mantenernos en contacto, pero a medida que fuimos creciendo cada uno se fue concentrando en lo suyo. Ahora, tenemos años sin hablarnos o saber del otro.
—Mira mis ojos —pedí, inclinándome sobre la madera para obtener más cercanía—. Son diferentes a los de Yoongi, también mi cabellera, soy más alto y guapo también.
¿Ya había dicho que tengo un gran ego?
Él también se inclinó y me observó detenidamente. ¡Diablos! Ya sentía el rubor cubrir mis mejillas.
Finalmente, y para mi propia estabilidad emocional, él habló.
—Tus ojos azules pueden ser causa de lentes de contacto; tu cabello rubio por haberlo tinturado —tenía razón, ¡pero éste no era el caso!—. Sin embargo, ahora sé que no eres Min Yoongi.
Una capa de genuina vergüenza cubrió sus facciones dándole una suavidad que me desarmó por completo.
—¿Qué te hizo creerlo? —tenía mucha curiosidad por saber, ya que al principio no mostraba indicios de querer creerme.
Su respuesta jamás la esperé.
—El Yoongi que yo conocí, jamás se sonrojaría por verlo directamente.
Supongo que mi sonrojo aumentó porque sentía mucho calor en el rostro, traté de desviar la mirada hacia cualquier otro punto de la habitación pero tampoco quería perderme la belleza de aquellos ojos azules que se habían ablandado, dejando de lado todo el odio para darle paso a la tierna timidez.
Debía pensar en una estrategia; ya habíamos aclarado el asunto, así que no existía tema de conversación a seguir y yo quería seguir hablando con él.
¿Y si finjo indignación? Podría funcionar, como también podría no hacerlo.
—¿Cómo te llamas? —decidí decir, mientras mi mente pensaba en algo más.
El niño lindo me miraba atentamente y casi sin parpadear, él mismo fue consciente de su actuar ya que carraspeó ignorando el sonrojo que había cubierto a sus mejillas.
—Lo siento es que... —y volvió a mirarme—, el parecido es aterrador.
—Supongo que lo es —me encogí de hombros—. Pero no respondiste a mi pregunta.
—Jimin —mencionó al instante—. Mi nombre es Park Jimin.
No miento cuando digo que sentí una explosión de algodón de azúcar invadir mi mente cuando saboreé ese nombre.
Jimin... un nombre lindo para un chico lindo.
Supe que me había quedado viéndolo por mucho tiempo así que decidí concentrarme en los libros sobre la mesa mientras en mi rostro se componía un rostro cargado de neutralidad.
—Es un placer, Jimin —le di una pequeña inclinación—. Pero creo que es necesaria una disculpa.
Me arrepentí en decir aquello porque el sonrojo en el pelinegro aumentó, haciéndome desear querer acariciar aquellas mejillas adorables.
Lo vi ponerse de pie y suspiré pesado al creer que se iría, más grande fue mi sorpresa al darme cuenta que en verdad iba a disculparse con una profunda reverencia.
—Lo lamento mucho, Agust —me dijo, con la vista clavada en el piso.
En esos momentos, me sentía como todo un rey.
—No te preocupes —resté importancia con un movimiento de manos, Jimin me miró—. Tirarle libros a desconocidos es una gran forma de presentación.
La mueca de culpa que se formó en su rostro me hizo sonreír, porque parecía un nene regañado.
—Ahora me encuentro avergonzado —la risa nerviosa que soltó me lo confirmaba—. De verdad lamento mi comportamiento —sabía que estaba siendo sincero—. Por favor dime, ¿Qué puedo hacer para remediarlo?
Sentí como una sonrisa lenta se formaba en mis labios; aquel chico había dicho las palabras que necesitaba para seguirlo viendo, y realmente era feliz al saber que yo no tuve que hacer la gran cosa.
Solo aguantar unos cuantos librazos, pero si eso me garantizaba conocerle mejor, valía toda la pena del mundo.
—¿Has visto el puesto de malteadas que está en el parque a pocas calles de aquí?
Mi pregunta le sorprende, pero se las arregla para responder con tranquilidad.
—¿El que está al lado del jardín de girasoles?
Asentí, era exactamente ese puesto.
—Ese mismo —sonrío.
—Lo he visto, pero nunca lo visité antes —respondió.
—Pues hoy será el día —informé con seguridad—. Te invito a una malteada para hacer la paz entre nosotros.
Jimin formó un círculo con sus labios para luego alzar una ceja ligeramente.
—¿Me estás invitando a salir? —la incredulidad en su rostro es notoria.
Decidí sincerarme. —Solo quiero conocerte mejor y obtener una verdadera disculpa.
Lo miré reír y tuve que controlarme para que mi rostro no delatara las increíbles ansias que tenía de salir con él. Quizá hayan pasado unos treinta minutos desde que todo inició, pero el tiempo pasaba a segundo plano una vez que veía sus ojos.
Park Jimin era lo que buscaba, estaba seguro de ello.
Aunque aún me da curiosidad su evidente rechazo por mi hermano, es algo que no puedo ignorar aunque quiera. Sin embargo, también sé que habrá tiempo para ahondar en ese tema.
Mi prioridad en estos momentos es salir de aquí con él.
Y por supuesto que me asusta esta etapa por la que repentinamente estoy pasando; muchos pensarán que no tiene sentido alguno, pero para mí sí lo hay, el mismo sentido que ansiaba tanto para mis letras está en aquel lindo chico que acabo de conocer y el cual nunca quiero dejar de ver.
¿Amor a primera vista? No lo sé, pero me gustaría averiguarlo.
—Vine por el nuevo libro de Suga —la voz de Jimin me trajo de regreso al mundo real.
—Puedo esperar a que lo compres para luego irnos —propuse, dándole mi mejor sonrisa encantadora.
Por nada del mundo pensaba irme sin obtener el mínimo dato de él.
Suspiró, pero mis ojos pudieron captar la pequeña sonrisa que trató de ocultar; finalmente volvió a verme, y nuevamente me perdí en sus ojos... aquellos tan azules como los míos, pero poseedores de una belleza sin igual.
—No vas a rendirte nunca —dijo con resignación.
—Puedo llegar a ser muy insistente en algo que verdaderamente me interese —respondí.
Él tomó los libros y los colocó con sumo cuidado en el estante más cercano; era mucho más bajo que yo, ya que tuvo que pararse de puntitas para poder alcanzar el punto donde los colocó por orden de publicación.
Finalmente volteó y me dedicó una sonrisa que, aunque sabía bien era de mera cortesía, logró ocasionar un caos dentro de mí.
¿Cómo era posible? Y era increíble que un escritor romántico como yo, no tuviera una respuesta concreta.
—Está bien —musitó—. Luego de comprar el libro que quiero, iremos por esa malteada.
La sonrisa que mostré luego de escuchar aquello, fue sin duda una de las más amplias que había dado en mi vida.
—Cool —dije, provocando una mueca divertida en Jimin—. Vamos a conseguir ese libro.
Mi ánimo lo demostraba en mi caminar cómico y apresurado, a mis espaldas pude escuchar una pequeña risa y solo eso me bastó para que mi energía explotara en cientos de lucecitas. Desde pequeño fui así, demasiado enérgico y extrovertido, me gustaba conocer gente nueva y socializar.
Salimos de la pequeña sala y afortunadamente todo el caos había pasado. La librería estaba medianamente llena, pero lo suficientemente despejada como para que Jimin hiciera su compra sin problemas.
Pude notar su emoción cuando miró mi más reciente trabajo siendo exhibido en las vitrinas principales; sus ojos brillaban anhelantes y daba pequeños brinquitos en su lugar, fue entonces cuando realmente me sentí orgulloso por lo que había hecho.
—¿Te gusta mucho Suga? —hice la pregunta a propósito.
Él asintió con fuerza, ambos caminábamos hacia las vitrinas para hacer la compra.
—Es mi escritor favorito de la vida.
—¿De verdad? —mi sorpresa era genuina.
Jimin asintió y me miró luciendo casi ofendido, empezaba a notar pequeños detalles en él que se me hacían sumamente agradables.
—¿A quién no le gustaría sus libros? —preguntó con una ceja alzada, y supe que nuevamente estaba irritándose.
Entonces descubrí que el niño bonito era alguien muy temperamental con un toque amargo que teñía cada una de sus palabras dándole un aire filoso; eso cuando estaba a la defensiva o enojado. Sin embargo, también he podido ver su lado gatito, aquel tierno y mimoso que adquiere cuando está feliz y emocionado.
¿Qué puedo decir? Soy muy bueno leyendo a las personas; o quizá es Jimin quien es demasiado transparente.
Y como quería seguir viéndolo, respondí lo único que se me ocurrió.
—¡Pero claro! —asentí con fuerza, provocándole una sonrisa—. Suga es un escritor con mucho talento.
Sí que sí.
—¿Cuál es tu libro favorito? —me preguntó con escrutinio, quería asegurarse que no estaba mintiendo.
Rápidamente pensé en aquel libro que escribí hace años, el cual me ayudó a superar una etapa difícil de mi vida; aprendiendo que la soledad era subjetiva, así como la idea que teníamos de la felicidad.
—Ramé —y era la verdad. De todos mis libros, aquel era mi favorito.
Jimin dejó de sonreír, sus ojos tan azules y preciosos se llenaron de un sentimiento de melancolía tan grande que llegó a afectarme de una manera que nunca creí sentir. De repente todo se detuvo, lo único presente en mí era abrazarlo y brindarle el sosiego que sus orbes gritaban con una necesidad aplastante.
¿Qué era todo aquello?, ¿Por qué lo sentía tan triste y doloroso? No me gustaba, odiaba ver aquel manto oscuro de sentimientos negativos cubrir la preciosidad de aquellos ojitos tan caóticos como el mar.
—¿Dije algo malo? —la pregunta salió por sí sola; aquel silencio se estaba prolongando demasiado como para poder soportarlo.
Él negó, trató de sonreírme y realmente hubiese preferido que no lo hiciera porque, nunca en mi vida había visto una sonrisa tan rota.
—También es mi libro favorito —susurró por fin, recomponiendo un poco su carácter.
Y aquella respuesta no me agradó porque en Ramé está todo lo caóticamente hermoso; sentimientos agridulces que nunca deberían de recordarse porque el dolor va a estar ahí. La melancolía aplastante de una soledad que está encerrada bajo la máscara de un escritor exitoso que no tiene nada real para ofrecer en un mundo lleno de falsedad y mentiras, pero que teme mostrarse tal y como es porque sabe bien que será juzgado y pisoteado sin importar el nivel del daño causado.
La única verdad que poseo está oculta bajo el nombre de Suga; algo tan difícil y agotante de sobrellevar, arriesgando caer en un mundo oscuro de auto desprecio, donde la única salida para permanecer en la superficie es desahogarse mediante páginas interminables compuestas de letras con la verdad cruda que muchos callamos en un silencio destructivo.
Todo eso es Ramé, mi desahogo y verdad oculta... saber que quizá significó lo mismo para Jimin, me dolió sin saber por qué.
Sonreí porque lo último que quería era causar más tristeza en aquellos ojos; me atreví a tomarle de la mano, descubriendo que era mucho más pequeña que la mía. Él me miró sorprendido por mi repentino actuar, más no hizo siquiera el amago de zafarse.
—Vamos por ese libro —pedí, sonriendo cuando Jimin lo hizo.
Juntos caminamos hacia el enorme mostrador que básicamente dividía la librería en dos. Del otro lado estaba un chico que no conocía mi identidad así que pude respirar aliviado. Jimin miró los libros que se estaban exhibiendo con un anhelo tan grande que incluso llegó a conmoverme porque él de verdad apreciaba mi trabajo.
—¿El nuevo libro de Suga? —preguntó, usando un tono tan monótono que casi me manda a dormir.
¿Esa es la pasión que debería mostrar un verdadero vendedor? Porque si es así, no está convenciendo a nadie para comprar.
—Sí, por favor —Jimin asiente con una brillante sonrisa.
El chico saca uno de los libros y lo empieza a empacar; pasan algunos segundos para que sus ojos aburridos caigan sobre mí y pregunte.
—¿También comprará el libro?
No, porque tengo decenas de copias en mi casa y el primer manuscrito. Obviamente, no puedo responder con eso.
Estaba dispuesto a negarme, pero se me ocurrió la brillante idea de mirar a Jimin, encontrándome con la sorpresa que él también me veía con cierto brillo ilusionado en los ojos.
—Si lo compras podremos leerlo juntos y dialogar —propuso él, mostrándose tímido de repente.
¿Compraría mi propio libro solo para aumentar la sonrisa en aquel chico, aún cuando ya lo tengo como mencioné anteriormente?
La respuesta es sí.
—También lo llevaré —sonreí de oreja a oreja, y Jimin me abrazó en su impulso de euforia.
Brillante, Agust.
—Lo siento —musitó con un sonrojo, yo le resté importancia encogiéndome de hombros.
Ambos recibimos nuestros respectivos libros y pagamos al "enérgico" trabajador; salimos en silencio de la librería y el sol cálido del atardecer nos recibió. ¿Cuánto tiempo estuve dentro? Había perdido la cuenta y se supone que mi misión inicial era ver las reacciones de mi público, pero lo único que hice fue caer por un completo extraño que entró en mi vida a punta de librazos.
Un recuerdo romántico que me encargaré de aprovechar.
—¿En qué nos iremos? —preguntó Jimin a mi lado, sus ojos viajaban de un lado a otro.
Sonreí, tenía que presentarle a mi chicharra.
—Sígueme —pedí con un movimiento de manos, él lo hizo con una pequeña sonrisa.
Sonrisa que se borró al ver la bicicleta llamativa de color amarillo a la cual le estaba quitando el seguro. Evité que viera mi rostro porque estoy muy seguro que me ganaría un golpe más por la mueca burlona que tenía plasmada, pero es que sus reacciones siempre lograban divertirme.
—¿Qué es esa cosa? —preguntó por fin, dándole una mirada horrorizada a mi chicharrita.
Guardé la cadena dentro de la bolsa que contenía mi reciente compra, decidiendo colocarla en la bonita canasta que tenía bordados hechos a mano de girasoles llamativos y vibrantes.
Mi chicharrita no podía ser más adorable.
—Saluda —le dije, y Jimin hizo una mueca graciosa—. Ella es chicharrita y será nuestro medio de transporte.
—¿Nos iremos en eso? —apuntó con su pequeño dedo, yo asentí sonriendo más—. ¡Estás loco!
—¡Oh vamos! ¿Cuando fue la última vez que diste un paseo en bicicleta con un sol tan hermoso como el de hoy? —le interrogué, subiendo a chicharrita y esperando pacientemente.
—Nunca —dijo luego de un rato, para luego decidirse a agregar—. No puedo manejar bicicletas.
—Te estás perdiendo de mucho —negué—. Ven, sin miedo al éxito.
—Caeremos los dos —renegó, cruzándose de brazos y frunciendo más el entrecejo.
Tan lindo.
—Confía en mí —insistí, extendiéndole la mano para que la tomara—. Chicharrita no nos hará una barbaridad de esas.
Jimin me miró con desconfianza por unos minutos más; sin embargo, solo bastó que insistiera una vez más para que accediera con un profundo suspiro cargado de resignación.
Se acercó casi con miedo, yo tomé la bolsa que contenía su libro y la coloqué en la pequeña canasta. Con mi mano derecha di suaves golpecitos en el tubo superior de chicharrita, provocando que tragara en seco.
—Vamos, sube —animé.
—No tengo idea de por qué estoy haciendo esto —le escuché susurrar y no pude evitar sonreír.
Finalmente se acomodó en el estrecho espacio, sus movimientos torpes y temblorosos hicieron que le ayudara para que terminara de estabilizarse.
—Sujétate del manubrio —indiqué cerca de su oído izquierdo.
Jimin obedeció, colocó ambas manos en el manubrio y apretó con fuerza, mis ojos viajaron por la acera para confirmar que no hubieran muchas personas a las que pudiera atropellar y pasar sin dificultades hasta el otro lado; solo entonces y cuando estuve seguro que nada malo pasaría fue que arranqué.
—¡Aquí vamos!
El grito del chico al que llevaba fue instantáneo, lo vi sujetarse con fuerza y levantar los pies lo más que podía para no tocar el pavimento y hacernos caer, mientras que de sus labios salían más gritos que de una manera extraña me estaban divirtiendo bastante.
—¡No te rías! —me reclamó con nerviosismo, no le hice caso y seguí riendo mientras mis pies impulsaban los pedales con fuerza para ganar velocidad.
—¡Mira la hermosa vista, Jimin! —tuve que gritar porque estaba muy concentrado en su propio miedo que jamás me pondría atención.
Crucé la calle con suma facilidad hasta llegar a la acera que nos llevaría al parque, solo entonces fue que Jimin disminuyó la fuerza de sus gritos; también pude sentir la tranquilidad en su cuerpo, pues ya no hacía aquellos desordenados movimientos que tenían en descontrol a chicharrita.
Decidí llevar una velocidad moderada y contemplar la hermosa vista como Jimin lo estaba haciendo. Ninguno de nosotros habló, no era necesario hacerlo; lo único hermoso era que ambos estábamos viviendo un gran momento, compartiendo una bicicleta clásica y dando un paseo con un completo extraño.
Fue entonces cuando lo escuché reír como un niño emocionado y pequeño. Un sonido melodioso que logró contagiarme y que me sintiera orgulloso de la brillante idea que había tenido.
Entonces descubrí que deseaba seguir escuchando más risas de aquellas, en esos momentos no podía ver su expresión facial, más puedo asegurar que era hermosa porque no era necesario verla directamente para sonreír feliz.
Bastaba con sentirla, reconocer la calidez que su melodía disparaba al viento tibio que soplaba en mi rostro.
Todas las personas nos miraban con entretención y extrañeza; una divertida combinación si me lo preguntan, Jimin seguramente piensa lo mismo porque no ha parado de reír.
Quizá han pasado un par de minutos para que a la lejanía ya se pueda vislumbrar el puesto de malteadas; el sol del atardecer cae sobre los girasoles de manera sublime, sus rayos naranjas y rojos cubren los pétalos amarillos con extremo cuidado, dando una imagen irreal y digna de fotografiar.
Finalmente llegamos y dejo a Jimin que baje primero para que busque la mesa que más le guste mientras yo me encargo de asegurar a chicharrita, porque lo último que quiero es que Ana me dé puros coscorrones por extraviarla.
Cuando me aseguro que todo está en orden llego al pequeño lugar y le busco con la mirada. No tardo en encontrarlo, ha elegido la mesa que está más alejada, justo al lado de una fuente y rodeada de girasoles.
Y no puedo evitar sonreír porque esa es la mesa que elijo siempre que vengo a este lugar.
Suspiro otra vez.
Rápidamente recuerdo que me he dejado los libros dentro de la canasta, así que corro a tomarlos y nuevamente regreso con prisa hacia donde Jimin me espera.
La imagen de él rodeado de los girasoles que están iluminados por el maravilloso sol del atardecer es tan... sublime.
—¿Seguirás solo viéndome? —me pregunta, su voz suena hosca, pero sus mejillas enrojecidas cuentan la verdadera historia.
—No me retes —respondo, mientras me siento frente a él, coloco los libros al lado de la mesa y le miro atentamente—. Podría verte y jamás me aburriría de hacerlo.
Lo observo desviar la mirada, disfrutando cada uno de sus gestos.
—¿Siempre eres así?
—¿Así cómo? —lo sé, me estoy haciendo el tonto; pero ya había dicho mi extraña fascinación por hacerle molestar.
—Tan... —arrugó la nariz, quizá pensando en lo que diría—. Coqueto e irritante.
La risa que se me escapó fue de pura sorpresa. De hecho, soy todo lo contrario a lo que dijo, y eso mismo le informé.
—Te equivocas, suelo ser tímido.
Él ladea la cabeza, buscando algún indicio de mentira en mis palabras. Nunca podrá encontrarlo, porque desde pequeño he sido transparente con mis sentimientos.
Suspira y luego dice. —Es increíble que te esté creyendo.
Y yo no puedo evitar volver a sonreír.
Quedamos en un silencio que resulta cómodo para ambos; quisiera hacerle muchas preguntas, pero tampoco deseo ser un pesado o quedar tachado como chismoso. Aunque, si soy completamente sincero, quiero, no; necesito saber todo de él.
¿Aterrador? Un poco.
¿Justificable? Completamente.
¿Recomendable? Absolutamente.
Por suerte, es Jimin quien decide preguntar primero.
—Cuéntame, Agust —recarga ambos codos sobre la mesa y su rostro descansa entre sus pequeñas manos, mirándome fijamente.
Siento que vuelvo a ruborizarme, ash... ¡Piel blanca como te maldigo!
Me obligo a recomponer mi carácter y le miro de vuelta.
—Te escucho —menciono, copiando su posición en la mesa.
—¿Desde cuando vives en Londres?
Pregunta sencilla, así que rápidamente respondo.
—Desde los diez años —Jimin se sorprende—. Lo sé, es una vida entera.
Puedo ver una sonrisa nacer de sus labios, entonces decido preguntar.
—¿Cuánto tienes de vivir aquí?
Lo miro dudar, pero finalmente responde.
—Cerca de dos años, viajé la misma noche de mi graduación.
Iba a preguntar más porque aquella información me pareció curiosa; sin embargo, una de las encargadas del lugar nos interrumpió.
—¿Ya decidieron que van a ordenar?
Estoy mirando a Jimin mientras respondo. —Una malteada de frutos rojos y nuez, por favor.
La chica anota mi pedido, y luego se dirige a Jimin.
—Lo mismo que él, gracias —pide con amabilidad.
Ella se retira dejándonos nuevamente solos; el silencio que hay es tranquilo, pero la curiosidad por saber más me gana.
—¿Estudiaste tu carrera aquí?
Jimin ladea la cabeza. —Aún lo hago, ¿Cuántos años crees que tengo?
—No lo sé —me sincero—. ¿Cuántos tienes?
Ríe mientras niega. —Cumpliré veintiuno en tres meses.
—No es mucha la diferencia —informo sin saber por qué—. Yo voy rumbo a los veintitrés.
Lo observo cruzarse de brazos y sé que se está haciendo muchas ideas en la cabeza, finalmente suspira y vuelve a preguntarme.
—¿Estás estudiando algo?
Pregunta sencilla con una respuesta difícil porque no me gusta mentir, pero según mi contrato no puedo revelar la verdad, al menos no en su totalidad.
—Estoy sacando un curso de fotografía —revelo—. Ya luego de eso, espero tener suerte para continuar trabajando.
Y es verdad, mi madre me obligó a que sacara ese curso para tener los conocimientos básicos y ayudarla con su trabajo.
—¿Y en qué trabajas? —me preguntó.
Agradecí que en ese mismo momento nos entregaran las malteadas que pedimos, ya que me dió el tiempo suficiente para pensar en una respuesta.
—Ayudo a mi madre en su compañía de modelos —conté, dando el primer sorbo a mi malteada—. Si termino el curso de manera exitosa puedo continuar trabajando para ella, de lo contrario...
Dejé las ideas al aire, porque ni modo que le dijera: "De lo contrario tendré que conformarme con ser un escritor millonario y exitoso que vive en el anonimato"
Simplemente no da.
—Te deseo lo mejor, supongo —musitó, ocultando su vergüenza tras la malteada que apenas había probado.
Fue entonces cuando me decidí; necesitaba saber más cosas de él y a este ritmo no lograría nada. Dejé de lado la malteada y le miré atentamente, mi repentina reacción le causó curiosidad ya que él hizo lo mismo.
—No quiero que me malinterpretes, ni que tampoco lo veas como un reclamo —inicié—. Tu comportamiento anterior fue sumamente extraño —dije con cuidado—; y sé que conoces a Yoongi —él hizo una fina línea con sus labios—. Lo que desconozco, es el motivo que te hace odiarlo.
—Eso es algo que está en mi pasado —logró responder, su voz dura e inflexible me hizo saber que era un tema delicado.
—¿Tanto mal te hizo? —no podía detenerme; es cierto que tenía años de no saber de mi hermano, pero me interesaba cualquier cosa que haya hecho; sobretodo si involucraba a demás personas.
Jimin no respondió de inmediato; en su lugar se dedicó a verme de manera profunda y concentrada. No soy tonto, soy perfectamente consciente del parecido que tengo con mi hermano, y por primera vez me siento mal, porque quizá ese detalle sea una tortura para el chico frente a mí.
—Es increíble que sean tan idénticos, pero diferentes a la vez —sus palabras me sorprenden, no esperaba que dijera algo como aquello. Deja escapar un suspiro y le miro atentamente—. Yoongi fue una tormenta abrazadora que pasó por mi vida; un capítulo imborrable.
Enterarme de aquello me causa una sensación extraña porque el dolor en él nuevamente se hace presente. No soy de las personas que juzgan sin conocer las razones que hay tras cada palabra dicha o acción hecha; sin embargo, en estos momentos me encuentro en una situación difícil, pues es mi hermano y estoy seguro que él también fue el causante del sufrimiento perpetuo que habita en aquellos hermosos ojos.
—Lamento el dolor por el que pasaste en tu pasado —me encuentro diciendo—. No conozco la historia, pero estoy seguro que fue una batalla difícil de vencer.
Finalmente sonríe, y esta vez de manera auténtica.
—El tiempo conspiró a mi favor —mencionó con una mueca—. Ahora solo quedan los recuerdos; como dije, es algo imborrable; pero al menos conseguí paz.
Me sentía feliz por su declaración, sin duda era un chico fuerte y excepcional; es por eso que no pude evitar cuestionar.
—¿Te recuerdo a él? Es decir, ambos tenemos el mismo rostro.
Le miro negar mientras sonríe, es entonces cuando el alivio se apodera de mí.
—Al principio creí que eras Yoongi —reconoce con tranquilidad—. Pero, ahora sé que eres alguien completamente diferente; y no importa lo mucho que ambos se parezcan, nunca podrías recordármelo.
—¿Por qué? —la curiosidad hace que mis pies se vuelvan inquietos.
—Porque en ti veo esa paz que la tormenta de mi pasado me negó conocer.
Entonces, mi corazón latió desbocado.
"Y es que todo sucedió tan de repente, que logró cautivarme"
—Últimamente sonríes mucho.
Dejo de lado mi laptop para ver con una mueca burlona a Joe.
—¿No eras tú el que siempre me decía que sonriera más? —era incluso divertido pensar en ello.
—Y lo sostengo —asegura, me sigue mirando y su mirada se estrecha—. Pero esas sonrisas que has soltado en los últimos días son verdaderamente sospechosas.
Tiro una carcajada porque realmente me ha causado gracia su comentario, aunque debo admitir que tiene razón. Han pasado dos semanas desde que conocí a Jimin, y desde entonces que sonrío más; no lo he visto desde la tarde de las malteadas porque me dijo que sus próximos días serían complicados debido a exámenes en la universidad; sin embargo, hemos permanecido en contacto, haciendo de mis días más buenos y mejores para vivir.
Justo en ese momento me cae un mensaje de texto de él; Jimin ha terminado sus parciales y finalmente podremos volver a vernos.
—¡Ahí está! —doy un salto en mi lugar y veo a mi amigo con una mueca de confusión.
—¿Qué cosa? —pregunto.
—¡Nuevamente estás sonriendo! —exclama, apuntándome con el índice y dibujando una mueca de horror.
Tiro los ojos hacia atrás y le lanzo un cojín acomodándoselo en medio del rostro. Cierro mi laptop y me levanto del sofá para internarme en mi habitación.
—¡Voy a salir y será mejor que no me esperes! —grito desde dentro.
Rápidamente corro a darme un baño; quedamos de ir a cenar a uno de sus restaurantes favoritos y realmente me llena de emoción porque después de ahí pienso llevarlo a un lugar que es muy especial para mí. Con eso en mente salgo del baño, seco mi cabello mientras que con la otra mano me encargo de cepillar mis dientes; soy un auténtico desastre en estos momentos, pero debo apresurarme y ahorrar tiempo.
Finalmente salgo del baño y me adentro en la habitación, busco algo decente que usar; nada llamativamente elegante, pantalones de vestir negros, un suéter de cuello de tortuga azul marino y un abrigo negro. Me doy cuenta que mi cabello todavía deja escapar finas gotas de agua, pero decido dejarlo así; en esos momentos no quiero arriesgarme a usar la secadora y ocasionar un problema más con mi cabeza esponjosa como algodón en verano.
Coloco un poco de colonia y un par de aretes que tienen un colgante de luna para que adornen mis orejas; miro el reflejo en el espejo y me gusta el resultado, es entonces cuando nuevamente salgo a la sala, tomo mi billetera y las llaves de mi auto porque chicharrita está de regreso con su familia en la casa de Ana.
Ignoro por completo a Joe porque sé las muchas preguntas que tiene para mí, y en estos momentos no dispongo del tiempo para responderlas; sacudo un poco mi cabello y finalmente me dispongo a salir.
—¿A dónde vas, Agust? —primera pregunta ignorada.
—¿Regresarás pronto? Mañana debes estar temprano en la editorial para resolver unos asuntos.
Detengo mis pasos y le miro de reojo. —Ahí estaré, ahora debo irme.
Pero Joe necesitaba una pregunta más para dejarme tranquilo.
—¿Con quién saldrás?
Sonrío con travesura antes de responder porque estoy seguro que mi respuesta no le dejará dormir en paz por las dudas que crearé en su mentecita creativa.
—Con el amor de mi vida.
Y salí riéndome, porque pude escuchar con claridad el jadeo de sorpresa que soltó mi amigo.
"Tu sonrisa es tan dulce que complementa a la perfección el cielo de tus ojos"
Estoy seguro que podría pasar toda una eternidad escuchando hablar a Jimin y nunca me cansaría.
Es increíble para mí el verle tan reluciente y emocionado; me comparte el amor que tiene por las palabras, y como últimamente se ha animado a escribir un libro de manera oficial, la verdad es que me sorprendió mucho saberlo e inevitablemente me sentí feliz y ansioso por leerlo.
—Las ideas viajaron como lluvia de estrellas, iluminaron mis ansias de escribir y realmente lo estoy haciendo bien.
Estoy seguro que así es; y entre más lo veo, más me enamoro, ¿Cómo es posible aquello?
La cena pasó amenamente; resulta que su restaurante favorito era uno de comida Tailandesa que había sido inaugurado hace pocos meses. Muchas veces escuché las buenas críticas que tenía, pero por alguna razón nunca me había animado a visitarlo.
Ahora lo entiendo, todo estaba destinado para que lo hiciera con Jimin.
Cielo santo, que romántico me he vuelto.
—Con todo lo que me has contado, mis deseos por leer algún libro tuyo han aumentado —confesé con una sonrisa bobamente enamorada.
Los ojitos le brillaron de manera hermosa cuando me respondió.
—¿De verdad? Bueno, me he estado esforzando para hacer algo decente; no será como el trabajo de Suga, pero al menos me siento bien conmigo mismo.
Apenas menciona mi seudónimo empiezo a sudar; quiero revelarle aquella gran verdad, pero temo de su reacción. Aunque de una cosa estoy seguro, y es que mi mayor deseo es iniciar una relación con el chico que está frente a mí, y para ello no debe existir secreto o mentira de por medio.
—Jimin, ¿Qué pasaría si conocieras a Suga? —indago, fingiendo una tranquilidad que no siento.
—Moriría de emoción —responde, dando brinquitos en su lugar como un niño pequeño.
Ambos hemos salido del restaurante y ahora estamos apoyados en mi auto; el próximo destino que tengo planeado es muy íntimo y especial para mí, el lugar perfecto para hacer lo que he venido pensando desde hace días.
Le regalo una última sonrisa y abro para él la puerta de copiloto, espero a que suba y finalmente rodeo el auto para ingresar en el asiento del conductor.
—¿Adónde vamos? —pregunta con inquietud, enciendo el vehículo antes de responder.
—A un lugar muy especial que quiero que conozcas.
Mi respuesta parece aumentar su emoción pues me sonríe de manera radiante.
El viaje transcurre en un tranquilo silencio que nos hace bien a ambos; Jimin decide mirar a través de la ventanilla del auto, mientras que yo me concentro en pensar las ideas necesarias para animarme a hacer lo que quiero.
Los minutos pasan y finalmente salimos de la ciudad; sigo conduciendo y después de un rato tomo un camino de tierra, despertando la curiosidad en mi acompañante.
—¿Qué es? —cuestiona Jimin, y por el rabillo del ojo veo su expresión confundida.
—Ya lo verás, confía en mí.
Él no dice nada; sin embargo permanece tranquilo y no vuelve a preguntar. Poco tiempo pasa para que finalmente aparque el auto en un pequeño sendero rodeado de árboles.
—Llegamos —informo con una sonrisa nerviosa, Jimin asiente y sale sin esperar por más.
Sigo sus pasos y me encuentro con él, me atrevo a tomar su mano para guiarlo a través del follaje que tenemos al frente; Jimin me sigue de manera obediente, ha permanecido en silencio y eso es algo que le agradezco.
En esos momentos, me encuentro demasiado nervioso.
Subimos una pequeña colina y del otro lado está lo que quería mostrarle; Jimin lo ve y sus ojos se iluminan de manera hermosa, mientras que en sus labios se empieza a formar una sonrisa brillante que logra contagiarme.
—Es hermoso —es todo lo que puede articular, su mirada sigue fija en el campo de girasoles, al cual le he dedicado los últimos dos años de mi vida.
—Hay algo más que tienes que ver —le digo, empezando a caminar a su lado.
Nos adentramos en el colorido lugar; él aprecia cada una de las flores y sus pequeñas manos las acarician con ternura, nuestros pasos son lentos porque queremos seguir disfrutando del momento; uno muy íntimo y especial que podría ocasionar un gran cambio, tanto para mí, como para él.
Jimin forma un perfecto círculo con sus labios y es entonces cuando sé que ha visto el quiosco ubicado en el centro del campo. Una construcción pequeña y asegurada, que está iluminada por cientos de lucecitas que brillan bajo la luz de la luna.
Mira más allá y frunce el ceño. Finalmente, el momento ha llegado.
—Agust, ¿Qué significa esto? —su voz inestable y nerviosa no me ayuda en nada.
Todo el quiosco está rodeado de mis libros; desde el primero que publiqué hasta el más reciente. También están algunos que nunca llegaron a revelarse, solo quedando como borradores de algún momento de mi vida que quise plasmar; sin embargo, todos conservan la edición original.
La única edición que le dan a su escritor.
Mis ojos se posan en él y trato de darme valor; el cuerpo de Jimin ha comenzado a temblar, es entonces cuando finalmente decido hablar.
—Jimin —le sonrío porque es imposible que no lo haga—. Yo soy Suga.
"Y es que nosotros tuvimos el arte de no encajar en el mundo, ni temblar en la soledad"
—La idiotez que hiciste no tiene nombre.
Había perdido la cuenta de todas las horas que llevaba lamentándome en mi propia miseria, y lo menos que quería era tener a mi primo encima, recordándome todo lo "malo" que había hecho.
Luego de haberle confesado a Jimin mi identidad todo se había vuelto asfixiante e incómodo. Él no dijo palabra alguna, decidió que lo mejor sería sumergirse en un profundo silencio, dejándome con muchas interrogantes en la cabeza.
—SeokJin, cállate —ladré, no tenía ánimos para nada.
Lo miré sentarse frente a mí con una sonrisita que distaba mucho de ser amable.
—Agust; si el chico ya no quiere nada contigo, no puedes obligarlo —mencionó con crueldad.
—¡Ya sé! —pataleé en mi lugar haciendo un puchero—. Pero, nunca llegamos a concretar algo, y ahora será prácticamente imposible.
Jimin no respondía mis llamadas y mis mensajes, ¿Había algo peor? Al parecer sí, y eso era que ya había pasado casi un mes en el cual no lo veía, ¡Un mes!
Sentía que moriría, y no estaba exagerando.
—No debiste decirle que eres Suga —me regañó—. O sea, tú mismo mencionaste la gran admiración que el chico siente por el escritor; era obvio que al saber que eras tú se sentiría incómodo.
Realmente no lo había pensando de ese modo, pero tampoco podía seguir mintiendo.
—No lo vi de ese modo —aseguré, mientras me encogía de hombros.
—¿No has pensado que puede revelar tu identidad? —preguntó de nuevo.
Me senté con pereza y le miré directamente; tanta desconfianza hacia Jimin me estaba irritando, sin contar con la jaqueca que me había invadido en los últimos minutos.
—Ha pasado un mes, ya lo hubiera hecho —corté con molestia, y Jin hubiera seguido insistiendo de no ser por el timbre que anunciaba a un nuevo visitante.
Me tiré al sillón en una huelga silenciosa. Mi primo rodó los ojos y bufó mientras refunfuñaba quedito y caminaba hacia la puerta de entrada para recibir a quien quiera que sea.
Cerré los ojos por pocos segundos cuando escuché el grito estridente de SeokJin.
—¡AGUST, TE BUSCAN!
No tenía ánimo para visitas, así que de vuelta grité.
—¡NO ESTOY!
Me disponía a cerrar los ojos para dormir por unas cuantas décadas; sin embargo mis oídos captaron una risita que rápidamente me hizo levantarme.
<<Jimin>>
Me tiré por encima del sillón a la velocidad del correcaminos, atravesé la sala y llegué hasta la puerta donde pude verlo.
Adiós jaqueca, y adiós mal humor.
—Jimin —sonreí como un bobo.
Pude percatarme de la mueca cómica dibujada en el rostro de SeokJin, más decidí ignorarla. Mi concentración estaba en el lindo chico que lucía avergonzado de mirarme.
—¿Podemos hablar? —preguntó Jimin, decidiendo jugar con sus pequeños dedos en lugar de verme a los ojos.
—¡Claro! —estaba muy enérgico, no podía evitarlo—. SeokJin ya se iba, así que podremos hablar tranquilamente.
La mirada de mi primo era aterradora, pero estaba seguro que todo valdría la pena porque Jimin estaba aquí... había decidido buscarme.
—Nos veremos luego, mocoso —mencionó Jin entre dientes, para luego darle una sonrisa encantadora a Jimin—. Un gusto medio conocerte; Agust, para la próxima preséntanos bien.
Sonrojo furioso, yo te invoco.
Cerré la puerta apenas se fue para luego encarar a mi nueva visita. Jimin miraba a su alrededor con curiosidad, en esos momentos realmente agradecía ser una persona ordenada.
—¿Un refresco?, ¿Un té? —me sentía nervioso, y cuando estaba así era bien tonto en todo lo que decía o hacía.
Me sonrió con dulzura. —Así estoy bien, gracias.
Asentí porque temía soltar algo tonto; me encaminé hasta que estuve frente a él y ladeé mi cabeza.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunté.
Él se ruborizó, y amé con mi alma el poder verlo.
—Quería disculparme —murmuró en voz baja, sus ojos aún sin ver los míos—. Mi comportamiento no fue el mejor, pero debes entender que me diste una noticia inesperada y difícil de asimilar.
—Lo sé, pero tampoco quería seguírtelo ocultando —mencioné con pesadumbre.
Solo entonces, fue que me miró atentamente para hablar con una seguridad aplastante.
—Suga es el escritor que admiro y que siempre he ansiado conocer; sus palabras han estado conmigo en los momentos más oscuros de mi vida, dándome ese consuelo que necesité. Enterarme que el chico dulce al que traté mal en un principio es el genio tras las palabras que me dan aliento me hizo entrar en pánico. No quería que lo nuestro se viera ensombrecido bajo el manto de todo tu talento. Por eso tuve que alejarme por un tiempo; necesitaba poner mis ideas en orden y comprender que el chico que quiero es Agust, no Suga. Ahora que lo he logrado, quiero saber si aún hay tiempo para nosotros.
Mi garganta estaba seca y pequeñas lágrimas nacían de mis ojos; siempre fui sensible y nunca me avergoncé en admitirlo, incluso en estos momentos en los que me encontraba profundamente conmovido por las palabras más hermosas y sinceras que había escuchado en mi vida.
—Quiero que sepas que nada tiene que ver el hecho que seas ese escritor —se apresuró Jimin, yo no podía hablar y eso le ponía nervioso—. Quiero al Agust real, el que me hizo dar un paseo en bicicleta y me ha enseñado lo bonito de la vida; el que con sus girasoles perfumó mi camino, haciéndome creer que siempre habrá algo que valga la pena para seguir —lamió sus labios, y supe que empezaba a ponerse nervioso—. Tampoco quiero que pienses que te estoy comparando con tu hermano, lo que tú me haces sentir es completamente diferente; más fuerte, cálido y real —hizo una pausa, mi corazón latía acelerado—. P-Pero si ya es tarde yo...
No pude soportarlo más.
Lo halé hacia mi cuerpo, mis labios ansiosos reclamaron los suyos en un beso que fue cálidamente correspondido. Sus manos se aferraron a la tela de mi camisa con fuerza, mientras que las mías se encargaban de dejar suaves caricias en la espalda y cabellera; amando cada centímetro de su ser, demostrando con aquel primer beso toda la montaña de sentimientos que habían crecido en mi interior a causa de él.
Porque nunca podría expresar con claridad todo mi sentir.
Park Jimin es algo inefable para mí.
"Nuestro amor lo modificó todo, cambiando lo amargo por la miel, y la gris ciudad por arcoíris"
Y aquí estaba nuevamente, frente a la casita pintoresca que Ana tenía para el alquiler de sus bicicletas; ese día era en demasía especial porque estaban sucediendo tres cosas.
Número uno: Cumpliría mi promesa con la adorable abuelita, iba a presentarle al chico que se había robado mi corazón.
Número dos: Alquilaríamos a Chicharrita para enseñarle a Jimin el modo correcto de usarla.
Número tres: Esa era la primera cita romántica que tendríamos Jimin y Yo.
Justo en este momento estoy sonriendo como tonto porque él se encuentra apenado al verse víctima del escrutinio de la adorable mujer.
—Tuviste suerte, Agust —mencionó ella después de un rato—. Este niño es muy lindo y adorable, cuídalo mucho.
Asentí con fuerza mientras que con uno de mis brazos abrazaba a un muy tímido Jimin.
—Es lo que haré —le dije, luego paseé la mirada por el lugar—. Ana, necesitamos a Chicharrita.
Ella sonrió con mucha alegría, con un movimiento de manos nos indicó que la siguiéramos y eso hicimos.
—¿Cuantas bicicletas tiene? —le preguntó Jimin, todo lo miraba con auténtica curiosidad.
Ella lo pensó un poco antes de responder. —Cerca de cuarenta.
—¡Muchas bicicletas! —exclamó el chico a mi lado, para luego cubrir su boca mostrándose bastante apenado.
Ana y yo reímos por la ternura que Jimin desbordaba.
—Toda una vida coleccionándolas, pequeño —aseguró ella, dándonos a Chicharrita con una sonrisa resplandeciente—. Es un regalo.
Con Jimin negamos al instante, aquello era demasiado y nos sentíamos avergonzados.
—Ana... —traté de decir, más ella interrumpió.
—Acepten a Chicharrita, por favor —sus ojos suplicantes eran un arma mortal—. Déjenme darles un obsequio que marque el inicio de su vida juntos.
Compartí una mirada con Jimin; el sonreía tan hermosamente que inevitablemente me sentí agradecido. Muchas cosas estaban cambiando en mi vida, conocer a aquella mujer fue el inicio de todo y Chicharrita también tenía parte fundamental en la historia.
Es por eso que decidimos aceptarla, con la promesa que siempre cuidaríamos de ella.
Nos despedimos de Ana con una enorme sonrisa porque ahora Chicharrita estaría con nosotros. Caminamos a través de las calles platicando de todo y nada a la vez; una de las cosas que más amo de Jimin es que puedo hablar de lo que quiera con él, es así como podemos variar de temas de conversación entre cada instante, desde lo más importante hasta lo más trivial y gracioso.
En poco tiempo habíamos llegado al parque; la hora era una ventaja para nosotros porque no estaba tan concurrido de personas, una ventaja más para un nervioso Jimin.
Decidí sonreírle y darle un beso profundo para transmitirle mi apoyo y confianza. Le expliqué detalladamente todo lo que necesitaba saber para montar a Chicharrita, prometiéndole que estaría siempre a su lado.
—Vamos, cariño —animé, él ya estaba montado en la bicicleta pero no se animaba a continuar—. Te sostendré los primeros segundos y ya luego sigues solo, ¡Tú puedes!
Jimin me miró por unos segundos, tomó una profunda inspiración y finalmente asintió.
—Estoy listo, Agust.
Con su afirmativa tomé impuso y guié a Chicharrita; Jimin dejó escapar un pequeño grito pero rápidamente se recompuso, corrí a su lado por unos cuantos metros más, y cuando sentí que podría solo fue que lo solté.
La imagen frente a mí, era sin duda hermosa.
Jimin reía mientras daba pequeñas vueltas en el parque; su risa era alta y melodiosa, tanto que lograba llamar la atención de las pocas personas que estaban en ese lugar. Sus movimientos con Chicharrita eran torpes, pero considerando que era la primera vez que lo hacía, le estaba resultando estupendo.
Me río porque si soy sincero, esperaba que cayera al suelo.
Dos minutos más pasan para que él regrese hacia donde estoy; frena de golpe y se tambalea, más no cae, se baja de Chicharrita con una sonrisa cargada de felicidad y satisfacción, sus ojos brillan en auténtica dicha, entonces descubro que eso es lo único que necesito en mi vida.
—¡Lo logré! —grita feliz, lanzándose en mis brazos y llenándome de besos cortos y cargados de amor.
—Estoy orgulloso de mi amor —le susurro, dándole un profundo beso en los labios.
Aquella felicidad era una que nunca imaginé que podría sentir, y ahora que la tengo puedo asegurar ser el hombre más afortunado de todo el universo.
Mi universo, donde la estrella más hermosa radica entre mis brazos.
"Nunca te fallaré, porque yo sí tengo el valor para amarte de verdad"
No tardé mucho en descubrir que el tiempo junto a la persona que amas pasa rápido.
Mis días con Jimin han sido los mejores que pude soñar; él es todo lo que buscaba, un chico dulce, cariñoso y comprensivo que siempre ha estado conmigo en los mejores y peores momentos.
Es por eso que me dolió intensamente descubrir aquella parte de su pasado que tanto tardó en revelarme.
Nunca llegué a conocer a Yoongi y quizá esa sea una de las cosas que más he lamentado en mi vida. No conozco sus motivos, tampoco los pensamientos que cruzaron por su mente para hacer lo que hizo; sin embargo, estoy bastante seguro que no existe nada que pueda justificar el jugar con el corazón de dos personas.
Jimin me había abierto su corazón y me confesó absolutamente todo lo que había vivido; todos sus sentimientos, sus actos y palabras dichas; así como todo el daño que hizo y recibió. Yo simplemente lo escuché, consolé y alenté, prometiéndole quedarme a su lado hasta el final.
Y eso fue lo que hice.
Besé cada cicatriz de su cuerpo y le mostré el verdadero amor, uno donde no hay exigencias ni limitaciones. Un sentimiento incondicional y verdadero que provoca felicidad en todos los días que decidimos vivirlo.
Le mostré el verdadero significado de hacer el amor; en las sábanas de mi cama le amé con pasión y locura, mis manos dejaron tatuajes que quemaron en su piel como una promesa más de todo lo que tenía preparado solo para él; mis labios conocieron cada rincón de su cuerpo, reclamándolo con fuerza como aquello que fue creado para hacerme feliz y pleno.
Cada día me encargué de decirle lo mucho que lo amo, mis mejores momentos fueron dedicados a nuestro amor provocando que creciera cada vez más y se mantuviera fuerte. Jimin me correspondió en cada una de mis muestras de afecto, haciéndome intensamente feliz al saber que el sentimiento era mutuo.
Porque yo lo amo con todo lo que tengo, y Jimin me ama a mí con todo y sus tormentos.
Y es en este punto, donde soy gratamente feliz que por fin me siento listo para dar un paso más en nuestra relación.
Nuevamente nos encontramos en aquel campo de girasoles en el que un año atrás le confesé que yo era Suga. Esta vez el motivo es mucho más importante y especial, así que nuevamente mis nervios están presentes.
—Siempre amé este lugar —la voz de mi amado me saca de mis ensoñaciones, ambos estamos de pie en el quiosco observando las estrellas del cielo.
—Lo construí especialmente para ti —confesé.
Él se volteó para mirarme. —¿Para mí?
—Lo hice con el único pensamiento de traer a la persona que sería el amor de mi vida —sonreí y él hizo lo mismo—. Un lugar perfecto para gritar todo aquello que sentimos.
Jimin me abrazó por el cuello y me atrajo para darme un dulce beso; cerré los ojos y correspondí al suave afecto, amando sus labios, amando su aroma, amando su cuerpo y amándole por completo.
Y soy tan dichoso por tenerle conmigo que las lágrimas son inevitables.
—Te amo —le susurro cuando el beso ha culminado.
—También te amo —me responde de vuelta, y eso es todo lo que necesito.
Me separo unos centímetros y le miro una vez más a los ojos. Él nota mi nerviosismo y sonríe para tranquilizarme.
Es entonces cuando lo digo.
—Quisiera hacerte una petición, y quizá sea un poco egoísta.
Jimin se recarga en el muro de cemento y me mira con ojos brillantes.
—¿Qué petición sería esa?
Y yo solo sonrío.
Sonrío porque sé que lo que siento es lo correcto; que estar con él es todo lo que quiero, y amarlo mi más firme e importante misión.
Mi sonrisa sigue y se mantiene fuerte, mientras observo a aquel hermoso chico que le dió sentido a cada una de mis letras.
Entonces me hinco y saco aquel anillo que he guardado por tanto tiempo, mientras mis labios dejan escapar aquella oración convertida en un deseo que refleja lo enamorado que está mi corazón.
—Ser tu último amor.
"Porque tú me llenas tanto, que ya no me queda espacio para nadie más"
La vida plena de un hombre que se ha casado con la persona que ama es algo que nunca podrá describirse con claridad.
Lo único que sé es que con Jimin he conocido la felicidad, ese pequeño llegó a mi vida de una manera extraña y graciosa, como un huracán potente que logró desarmarme.
Entonces, a estas alturas del camino es que por fin puedo responder a aquella interrogante que en un pasado me hice.
Sí, fue amor a primera vista.
Lo supe desde que vi sus preciosos ojos; y lo confirmo ahora que lo veo sonreír al lado de nuestros hijos.
Así es, con el tiempo adoptamos un par de niños que son nuestros girasoles en el jardín de nuestro amor. Aquellos merecedores de los mágicos rayos del sol.
Ahora tengo una familia a la cual amo, y a la que siempre cuidaré y amaré.
—¿Por qué sonríes tanto? —me pregunta, y con ello solo logra que sonría más.
Entonces lo veo atentamente, mirando a través de nosotros todos aquellos años que hemos tenido de mágica relación, así como el dulce sueño de un futuro juntos.
Siempre juntos.
Y nunca podré explicarme aquellos sentimientos que siempre me golpean con fuerza, los cuales no hacen más crecer y demostrarse con cada palabra y acto que digo.
Si me preguntaran si amo a Jimin les respondería un Sí rotundo.
Si me preguntaran el por qué... no podría darles una respuesta.
Porque ahí está la magia y el verdadero significado de nuestro amor.
Algo Inefable.
Me tardé demasiado tiempo en traerles este segundo Os que forma parte de la trilogía que titulé como Sempiterno.
Espero que les haya gustado aunque sea un poco, por favor déjenme saber sus opiniones.
Infinitamente gracias por leerlo, a pesar de lo largo (11,779 palabras)
En un futuro les traeré el tercer y último Os, espero verles por ahí. ✨
Loviu, familia Yoon.
Esto fue INEFABLE.
YOONGLH🌻
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