EXTRA TRES ES MEJOR QUE DOS
Adara
23 de agosto, 2027
Estoy agotada, quizá podría resaltar el adjetivo en negrita y cursiva, porque realmente lo estoy. El vivir unos pisos debajo del departamento de Lexie ayuda muchísimo cuando tengo cero ganas de alimentarme, ahora ella está tarareando en la cocina mientras me prepara algo de comer. Ojalá Lois estuviera aquí.
—¿Cuándo vuelve? —pregunta mi amiga, la veo agregar pimienta a la sartén y el olor llega hasta donde estoy revolviéndome el estómago.
—El sábado —respondo y no aguanto más, me pongo de pie y corro al baño.
Llego apenas y devuelvo lo poco que conseguí ingerir en el desayuno. Intento retirar mi cabello para no ensuciarlo, Lexie llega a tiempo para sostenerlo mientras yo continúo vomitando, me duele el estómago, siento como si lo estrujaran. La bilis se presenta al fondo de mi garganta cuando ya no tengo más que echar fuera, pero mi cerebro no quiere dejar de incitarme al vómito.
—Nena, ya —pide Lex—. Es suficiente, Ada.
Intento respirar, pero otra arcada me hace lagrimear.
» Creo que deberíamos ir al médico, quizá es algún virus. Podría ser infección, aunque no tienes fiebre. Llamaré a Lois.
Niego.
—No, está trabajando, esto no me va a matar, tranquila —le pido.
—Llamo a Benja, entonces —se decide y la escucho marcar, pone el altavoz y escucho como mi manager le avisa que viene en camino.
El mundo entero me da vueltas, me prometo a mí misma no volver a hacer desarreglos con la comida. Lexie se va y vuelve casi de inmediato con una taza de agua tibia que bebo tras lavarme los dientes. Me aferro al lavabo cuando el mareo se intensifica. ¿Qué jodidos tenían esas papas fritas?
Intento regresar a la cocina, pero el olor de la pimienta vuelve a causarme arcadas.
—Pero si esto te encanta —argumenta y se cruza de brazos—. No soy tan buena como Lois, pero mi comida es bastante decente, Ada.
—Lo siento, Lex —me lamento—. No me apetece.
Suspira.
—Llamaré a Finn para que venga trayendo algo, ¿Qué se te antoja? Con tal de que comas algo, lo aceptaré.
—Una sopita —respondo simple—. Que no tenga pimienta.
—De acuerdo.
Me siento el sofá mientras la oigo hablar con mi guardaespaldas, guardaespaldas que es su novio y también mi vecino. Súper loco todo, pero me encantan y los adoro; Finn más que mi guardaespaldas, es mi amigo también, imposible que no lo sea si vivo en su departamento cuando Lexie está en Nueva York.
Bebo de la tacita que aún contiene agua tibia, mi anillo de compromiso brilla bajo la luz del foco de la sala de estar y de manera automática sonrío recordando a mi prometido que está respirando a kilómetros de mí. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás recordando el momento en el cual el pequeño aro se insertó por primera vez en mi dedo.
Fue hace cinco meses, habíamos planeado una noche de películas y a Lois se le quemó la cena, recuerdo haber sonreído con ternura cuando sus mejillas enrojecieron. Ahora sé que aquello sucedió porque estaba distraído pensando en cómo me lo pediría. Decidimos pedir algo para comer, él se sentó junto a mí y trajo con él las palomitas.
—Lamento lo de la cena —susurró besando mi mejilla.
Me giré apenas para sonreírle y tomar su rostro entre mis manos.
—Sabes que no me importa, pero, si quieres compensarme, podrías ofrecerte como cena —bromeé.
Tras eso me besó, me saboreó y creo que la cena acabé siendo yo, pero no emití queja alguna. Le dimos inicio a la película, sus labios se paseaban por mi mejilla, sus manos jugueteaban por mi cuerpo y yo, yo me sentía plena, como lo hago siempre que está junto a mí. En ese momento, mientras sentía su respiración contra mi piel, me hallé pensando en que, si mi vida fuese a ser así por siempre, la tomaría complacida.
—Ya vuelvo —me dijo, poniéndose de pie.
—Vale —respondí, feliz de tener más palomitas para mí, porque lo amo, pero amo con la misma intensidad comer.
Así que seguí comiendo, tanteando el bol en busca de más palomitas; sin embargo, lo que mis dedos percibieron no era para nada de la textura de una. Mi corazón se detuvo por un instante, mis ojos bajaron al depósito y ahí estaba: era pequeña, con un pequeño brillito coronando, detalles sencillos, pero preciosos. Me puse de pie también, con la pequeña joya entre mis dedos e ingresé al baño sin tocar. Lois estaba frente al espejo y giró asustado cuando me vio.
—Esta no es una palomita de maíz —le sonreí alzando el anillo.
—Joder —se quejó.
—Debiste tener en cuenta que no dejaría de comer mientras tú no estabas —agregué—. ¿Algo que decir, Aymerick?
Se acercó a mí con miedo en los ojos, como si temiera por un "no" que por supuesto no saldría de mis labios; imagino que incluso el muy seguro Lois Aymerick teme por el sí del amor de su vida.
—No debía ser así —susurró mirándome con pena.
—Improvisa, amor —volví a sonreír—. Mi respuesta está aguardando por tu pregunta.
Entonces clavó una de sus rodillas en el suelo y mis ojos se llenaron de lágrimas, tomó el anillo de entre mis dedos y me lo mostró desde abajo. Se relamió los labios y me entraron ganas de arrodillarme junto a él para besarlo otra vez, pero aguardé.
—Eres el amor de mi vida, ¿te lo había dicho ya?
—Unas doscientas veces, quizá —me reí—. Te amo.
—Yo te amo a ti, Brontë —me sonrió—. Arruinas mis planes románticos, siempre lo haces, pero aun así te amo con cara minúscula parte de mi corazón, de mi mente, de mi ser ¡Joder, Ada! Te mereces lo mejor del mundo y lamento que esto no saliera bien...
—Está yendo perfecto —lo animé—. Continúa, amor.
—Quiero envejecer contigo, quiero verte deslumbrar al mundo entero con tu talento, quiero acompañarte siempre, en las buenas, en las malas, en los momentos cuando sientes que no puedes más, quiero estar ahí para sostenerte y ayudarte a ver que sí puedes, porque eres maravillosa y yo soy afortunado por tenerte, por amarte y por ser a quien amas. Quiero acompañarte en cada decisión que tomes; quiero, si tú lo quieres también, formar una familia contigo, ir de la mano hacia lo que sea que nos depare el futuro. Quiero ser tu esposo, Adara Brontë Harmony, lo quiero tanto que tengo este anillo en mi bolsillo desde hace meses y he estado aguardando por el momento perfecto, imagino que no existe realmente y somos nosotros quienes lo creamos. Quiero ser tu esposo, amor, ¿puedo serlo? ¿Me harías el honor de dejarme serlo?
Mis lágrimas caían a borbotones y una risita se escapó de mis labios.
—Eres tan tonto a veces, amor —le sonreí y me sequé las lágrimas, tomé su mano para jalarlo, él se puso de pie—. ¿Cómo carajos yo te diría que no? Joder, sí, Lois, sí, sí, sí.
—Te amo demasiado, Brontë —susurró contra mis labios antes de besarme, me tomó de la cintura para sentarme al costado del lavabo y se apartó apenas para colocarme el anillo, lo admiré por un par de segundos en mi mano antes de enfocarme nuevamente en Lois, en todo él.
Su tacto sobre mi cuerpo, su amor recorriéndome cada poro, la idea de verme en el altar junto a él algún día, el hecho de saberlo mío para siempre, mi esposo...
—¡Ada! —me sobresalto.
—Joder —me quejo.
—Joder debería decir yo —señala Lexie frente a mí—. Nena, no me asustes así.
Abre los grandes ojos cafés frente a mí, me echo un poco para atrás porque me marea tanta cercanía.
» Estás pálida, ¿o soy yo? ¡Finn! —su novio no tarda en llegar—. Está pálida, ¿verdad?
—Un poco, sí —Finn gira el rostro, evaluándome, lo riño con la mirada—. No me mires así, solo digo la verdad.
—Yo creo que deberíamos ir a la clínica.
Niego.
—Tomaré una pastilla.
—¿Y si requieres algún otro medicamento? —insiste Lexie.
Tocan el timbre y es Finn quien le abre a Benja que viene con Alex, justo detrás están Nick y Taylor. Joder que me han traído a la armada completa. Miro mal a mi amiga que me sonríe inocente.
—A ver —me pongo de pie, pero me arrepiento de inmediato porque el mareo es fuerte, Finn me sostiene de la muñeca impidiendo que me vaya de bruces—. Vale, sí, un poquito mareada sí estoy, pero no es de muerte, ¿de acuerdo?
—Nada de eso —Benja se acerca y tira de mi parpado inferior—. ¿Estuviste comiendo bien? Dudo que no, Lois siempre está al pendiente de tus comidas. Quizá estás anémica.
—¿Tus periodos son muy abundantes? —pregunta Alex.
Frunzo el ceño.
» Leí que puede ser causal de anemia —insiste.
—Son normales —respondo—. Comí algo que me cayó mal, es todo.
—Nena, vomitaste mucho, estás pálida y esos mareos no son buena señal.
—Yo digo que vayamos a la clínica —insiste Benjamin, Alex asiente.
—Lois dijo que fuéramos avanzando, él nos alcanza allá.
Mis ojos se abren y giro hacia Nick que fue quien habló.
—¿Qué Lois dijo qué?
—Que estaría aquí dentro de un par de horas —se encoge de hombros.
Suspiro.
—Genial —me quejo—. Estaba trabajando, no tenían que llamarlo.
Me alejo para ser yo quien lo llame ahora y cuando contesta escucho el bullicio del aeropuerto.
—Estoy embarcando, amor, llegaré pronto ¿vale?
—No, no tienes que venir —le digo.
—Eso no tiene discusión, Brontë.
—Es solo una infección, joder —me quejo.
—Vale pues esa infección debe ser tratada —me regaña—. Hazles caso, por favor, no seas terca con esto.
—No me va a matar.
—Prefiero que eso me lo asegure un médico —refuta—. Estaré allá en máximo una hora y media, te veré en la clínica, ¿de acuerdo?
Me quedo callada, queriendo insistir en quedarme en casa.
» ¿De acuerdo, amor?
—De acuerdo —suspiro—. Ten cuidado.
—Siempre, Brontë.
Vuelvo derrotada y Lexie me recibe sonriente. Me apuesto lo que sea a que fue ella quien tuvo la idea de llamar a Lois. Me rodea el brazo para llevarme a mi habitación. Busca en mi armario y la dejo porque la verdad es que tengo cero ganas de acicalarme.
—Lamento eso, pero no te ves bien, cariño —me besa la coronilla—. No escuchas a nadie que no sea él y no podía quedarme de brazos cruzados.
—Vale —respondo.
No voy a enfadarme con ella por preocuparse, sé que habría hecho lo mismo de haber estado en su lugar.
Evito moverme demasiado, no sé en qué momento mi cabeza entró en una licuadora, porque todo me da vueltas apenas hago algún movimiento brusco. Lexie me ayuda a vestirme con lo que ha escogido para mí. Se acerca con el perfume que suelo usar, pero mi mueca la hace retroceder con la arcada que me sacude el tórax.
—De acuerdo, sin perfume —me sonríe.
Me pongo de pie otra vez y camino a su lado hasta llegar a la sala, Benja señala que debería comer la sopa que me trajeron, Alex le recuerda que deberán hacerme análisis y para eso debo estar con el estómago vacío. Lo agradezco internamente, porque lo que menos me apetece ahora es comer.
Bajamos todos y, una vez en el estacionamiento, nos dividimos para llegar a la clínica donde ya me están esperando. El camino se me hace eterno, es plena hora punta y los jodidos carros no se mueven tan rápido como deberían, acabo cayendo dormida sobre el hombro de mi amiga que me acaricia la mano. Despierto cuando Lexie me da toquecitos en la mejilla.
—Ya es hora de bajar, nena —me sonríe.
Benja tiene una silla de ruedas lista para mí y ruedo los ojos, lo considero demasiado. Nick se acerca con una mascarilla que me pone en contra mi voluntad.
—Si estás anémica, tus defensas están bajas, no queremos que te contagies con cualquier otro virus aquí —me argumenta y acabo cediendo.
¿Cuánto falta para que llegue Lois?
Dejo que me conduzcan al interior de la clínica, Alex habla con los médicos que se nos acercan a recibirnos, estoy en una sala aparte. Si bien los medios no joden tanto como lo hacían años atrás, no quiero ninguna foto de mi rostro en redes por este motivo. Preguntan mis síntomas y los demás responden por mí, yo quiero dormir. Sigo las indicaciones y veo como me sacan sangre para los análisis, un tubito, dos, tres y hasta cuatro. Si no estaba anémica, quizá ahora ya lo esté, si es que la biología funciona así.
Me quedo dormida en la camilla que hay en el cuarto que Alex pidió para mí. Carezco de energía, imagino que es porque no tengo nada en el estómago que me sostenga. No sueño nada y solo despierto cuando percibo un toque familiar sobre mi mejilla. Mi corazón se acelera cuando sus ojitos azules me miran preocupados, aún está con el traje y su cabello luce más peinado que de costumbre.
—Puedes seguir durmiendo, aún no traen los resultados —me dice antes de inclinarse a besar mi nariz.
—Lamento esto —formo un puchero.
Niega.
—No tienes la culpa.
—Que sí —suspiro—. Comí esas papitas y de seguro estaban en mal estado.
—¿No era anemia? —pregunta.
—La verdad es que no tengo idea —señalo a mis acompañantes afuera—. Cada uno tiene una teoría distinta, yo creo que fueron las papitas. En fin, ¿no quieres hacerme cariñito?
Sonríe y se quita el saco para recostarse a mi lado en la camilla. Me hago pequeña a su lado, su perfume me envuelve entera y todo mal parece esfumarse. Concilio el sueño con mayor facilidad, sus brazos me cobijan mientras me dejo ir otra vez.
—¿Adara Harmony? —abro un ojo cuando escucho mi nombre y cuando percibo el vacío a mi lado.
—Yo —señalo en medio de un bostezo—. ¿Dónde está Lois?
—¿Perdón? —indaga la doctora.
—Nada, disculpe, continúe —le sonrío.
—Bueno, el reporte me indica que, efectivamente, tiene anemia, lo que es un síntoma común en su estado, ¿ha estado consumiendo vitaminas?
Frunzo el ceño.
—¿Mi estado? ¿A qué se refiere con eso?
—Oh, disculpe, está usted embarazada, señorita —señala con calma.
—¿Qué estoy qué? —me aferro al colchón y de repente siento que el mundo se me viene encima.
—¿Quiere conocer los métodos...?
—No, gracias, solo... ¿podría darme un momento, por favor?
Me mira preocupada.
—Claro, ¿desea que llame a alguien?
Niego.
Mi mano viaja por instinto a mi vientre plano y no hace falta que le dé muchas vueltas para saber lo que quiero hacer. Mis ojos se enlagunan y me dejo caer contra el colchón dejando que las lágrimas caigan una tras otra. Así que sí era anemia.
Me rio y acaricio por debajo de mi camiseta.
—Lamento haberte llamado infección —le digo—. No lo eres.
—¿Con quién hablas? —pregunta Lois haciéndome levantarme otra vez.
Le sonrío. Lo miro detallando sus facciones, imaginándolas en alguien más pequeño o pequeña, me encantaría ver una versión miniatura suya. Lo recuerdo con Gryffin, con cuanto niño se le acerca y como es que parece tener algo que los llama. Mis ojos vuelven a enlagunarse.
» ¿Amor?
Se apresura a la camilla y me acurruca en su pecho. Olvido como hablar y solo balbuceo entre lágrimas. Él seca cada una mientras continúa preguntando qué me sucede. Voy a ser mamá, Lois será papá, seremos padres, tendremos a un pedacito nuestro. Joder.
» Brontë estás asustándome, amor. ¿Te dijeron algo?
Asiento.
» De acuerdo, dímelo, podemos con ello, ¿vale? Lo que sea, podemos manejarlo.
Le sonrío entre lágrimas y atraigo su rostro al mío. Lo beso despacio, absorbiendo su cariño porque ya no solo soy yo quien lo necesita. Tenemos apego y lo compruebo porque ni un solo síntoma me molesta ahora que él está a nuestro lado.
—¿Te gusta el número tres? —pregunto contra su boca.
—Los números impares tienen su encanto —responde—. ¿Por qué, amor?
—Porque esta familia ya no será de dos —susurro—. La papita resultó siendo un bebé.
Sus ojos azules se abren demasiado y con lentitud veo como cada espacio de su rostro se llena de un brillo que nunca le había visto. Su sonrisa invade los labios que antes besaba y sus manos no tardan en acunarme el rostro.
—¿No es una broma?
Niego.
—Estoy considerando llamarle papita, porque infección suena feo y ya le pedí perdón por ello —le sonrío—. Alguna de nuestros encuentros salvajes debió dejarme un regalito y sé que no lo buscábamos, pero yo lo quiero y...
—Lo queremos, Ada, lo queremos —me corrige, sus ojos se enlagunan—. ¿Seremos padres, Brontë?
Asiento sonriente.
—Seremos los padres de Papita —aseguro.
Me recuesta contra el colchón haciéndome reír, me sube la camiseta y apoya los labios sobre mi vientre. Es un roce delicado, lleno de amor que me hace seguir llorando.
—Te amo, pequeñito o pequeñita —susurra encogiéndome el corazón—. Mamá y yo te amamos, pórtate bien, ¿vale? Prometo cocinar todo lo que se te antoje, solo avísale a mamá y ella me lo dirá.
Me río y le acaricio el cabello mientras él continúa hablándole a mi vientre, deja besos distraídos cada tanto haciéndome cosquillas. Me alzo cuando abren la puerta y Lexie se asoma entornando los ojos cuando nos ve en esa posición.
—Debí tocar —se lamenta—. Eso pueden hacerlo en el departamento, ¿hablaron con el médico? Desde la sala de estar no se ve nada y decidí venir para saber qué era lo que tenías.
—Tenemos una papita —responde Lois con simpleza, mi amiga frunce el ceño y yo río.
—Si era un virus, ¿entonces? —indaga.
—Es una papita —corrijo, ella me observa confundida—. Sucede, Lex, que vas a ser tía.
La boca de Lexie se abre y vuelve a cerrarse, vuelve a abrirse y antes de cerrarse otra vez emite un gritito. Sus ojos se enlagunan y corre hacia donde estamos.
—¡Joder! Ay, pequeño, lamento llamarte virus —le susurra a mi vientre—. Te prometo que la tía Lexie te adora, fue un malentendido.
Alza la vista a nosotros e intercala la mirada entre ambos.
» Están sonrientes así que imagino que estamos felices, ¿verdad?
Asentimos.
—Lo estamos —concedemos.
Sonríe y nos abraza a ambos.
—Felicitaciones —nos besa las coronillas—. Joder, joder, joder, ay. ¡Llamaré a los demás!
Sale corriendo, pero frena en la puerta y voltea a mirarnos.
» ¿Puedo?
—Claro que sí —la calmo—. Pero, Lex, podrías llamar antes a la doctora, ¿por favor?
Asiente y vuelve a emprender la carrera. Me acurruco con Lois hasta que la doctora vuelve a acercarse para señalar lo que ya me había dicho, que tengo anemia y debo tratarla para no afectar a Papita. Me hace recordar mi último periodo y es mi prometido quien consigue dar con la fecha antes que yo, no sé cómo no noté que estaba con retraso, suelo ser bastante regular, imagino que es debido a lo llena que ha estado mi agenda hasta esta semana, ni siquiera tuve tiempo para pensar en que no estaba menstruando desde hace un par de meses.
Me pregunta si he tenido otro síntoma y niego, todo empezó ayer, después de que Lois me avisara que había llegado a Washington. La doctora sonríe y hace una broma respecto a Papita teniendo apego con su papá, no lo niego porque apuesto a que es así. Nos dice que estamos a nada de salir del periodo de riesgo y que es de vital importancia que consuma las vitaminas que va a recetarme. Asiento a todo.
—¿Gustas hacerte ahora la ecografía? ¿O prefieres venir luego?
—Ahora —respondo.
—Vale, déjame traer el equipo.
Asiento y vuelvo a recostarme contra el pecho de Lois que me recibe con cariño. Deja suaves besos en mi hombro y va subiendo hasta mi cuello erizándome los vellos.
—Para —le pido.
—Te amo —susurra.
—Yo te amo a ti, pero, para Lois —sonrío—. Aquí no.
—Papita debe saber que su papá ama a su mamá —refuta.
—Créeme que lo sabe —me rio—. Haremos el amor y todo lo que quieras, pero en casa; quiero mantener mi dignidad intacta, gracias.
Se ríe y me besa la mejilla.
—De acuerdo.
La doctora no tarda en llegar y Lois debe bajar de la camilla para sentarse en una silla, de modo que el equipo pueda ubicarse para... ¿por qué la doctora tiene un instrumento largo? Mis cejas se alzan y por instinto me echo para atrás.
—Debemos hacer una ecografía trasvaginal —me explica—. Está muy pequeñito y es el único modo de poder verlo bien, podré darte un periodo más exacto de gestación también.
Escucho la risa baja de Lois y volteo a verlo mal. Él solo se encoge de hombros.
De acuerdo, puedo con esto. Sigo las indicaciones que me da la doctora, se me encienden las mejillas cuando acomoda la camilla de modo que me dé facilidad para abrir las piernas. Ay, joder. Siento la frialdad del instrumento contra mi centro y luego está la invasión un poco incómoda, pero no dolorosa.
Los dedos de mi prometido se entrelazan con los míos mientras mira la pantallita que muestra lo que hallan en mi interior. No se ve nada claro. La doctora sigue indagando en mi interior y por un segundo temo que los análisis hayan arrojado un resultado erróneo.
—Vale, es un solo embrión —nos señala—. Aquí, ¿pueden verlo?
Entorno los ojos cuando su dedo señala a mi supuesto bebé, pero no consigo encontrarlo. Sin embargo, Lois asiente.
» Está muy pequeño aún, descuide —me sonríe—. En su próxima ecografía quizá consiga diferenciarlo. Muchas mamás no lo ven en la primera.
Veo como le captura los mejores ángulos de mi bebé y mueve unas teclas para calcular medidas. Resulta que tengo siete semanas de gestación y me vengo a enterar recién. He tenido a una Papita creciendo dentro de mí durante siete semanas y he ignorado su existencia.
» Todo está bien —nos informa—. Está desarrollándose de forma normal, pero las malformaciones se descartarán en la próxima. Les enviaré todo lo que estoy encontrando para que se lo entreguen al médico que la acompañará en el periodo de gestación.
Asiento.
—Disculpe —la miro—. ¿Le molestaría firmar un acuerdo de confidencialidad? No me gustaría que esta noticia esté rondando en redes, por favor.
Me sonríe.
—Claro, no hay problemas, señorita Harmony. De igual modo, existe el acuerdo de confidencialidad entre médico y paciente, pero puedo firmar si eso la hace sentir más cómoda.
—Muchas gracias —respondo aliviada.
No sé qué más indaga en mi interior, pero espero unos minutos hasta que vuelve a retirarme el instrumento. Me deja la receta con lo que debo consumir hasta que vaya con mi médico oficial y sale de la habitación, apenas se va, ingresan los demás, al parecer Lexie nos ha dejado la noticia a nosotros.
—¿Es anemia? —pregunta Alex.
—¿Por qué no están medicándote? —indaga Benja con el ceño fruncido.
—¿Es una infección fuerte? —ese es Nick.
Finn guarda silencio y noto como sonríe con complicidad. Por supuesto Lexie no se lo ocultaría a él.
—Se llama Papita, más respeto, por favor —respondo.
—¿Ah?
Lois ríe.
—Sí es anemia —explica Lois—, pero es anemia gestacional.
—¿Gestacional? Pero si Ada no está... —inicia Alex y de repente abre los ojos cómo captando el significado de «gestacional».
—Eli va a enfadarse por no estar aquí —canturrea Lexie.
Mi cuñado está rodando un proyecto en Atlanta, es por ello que no anda rondando a nuestro alrededor.
Benja es el primero en acercarse. Noto como detrás de él Nick me mira con ternura, sus ojos llenos de lágrimas.
—¿Un mini tú? —pregunta mi manager.
—O una —agrega Lois.
—¿Es solo uno? —indaga Taylor detrás, Finn le mete un codazo—. ¿Qué? Imagina que sean tres, nos volveremos locos.
Se me escapa una risa.
—Es solo uno —aclaro.
—¡Seremos tíos! —sonríe Benja—. Felicidades a los dos.
Me besa la coronilla y noto como sus ojos brillan.
» Serás una mamá increíble, Ada.
Uno por uno se acercan a nosotros para felicitarnos, Nick me abraza con fuerza y me susurra al oído lo feliz que está por mí. Le da un par de palmadas a Lois en la espalda y lo felicita también. Luego Benjamin conversa conmigo respecto a la privacidad de todo esto, trae la laptop con él así que no tarda en redactar el documento para que la doctora lo firme. Me promete averiguar el nombre de los mejores médicos para llevar con nosotros este proceso y Taylor es enviado a comprar las vitaminas que debo consumir.
Cuando me informan que puedo irme, vuelvo a ponerme la mascarilla, esta vez sin refutar. Ya no solo debo velar por mí, Papita necesita que cuide de nosotros.
Ya en casa, Lois cocina para mí y no le pone pimienta porque Lexie le comentó que eso me da náuseas. Me alimento bajo su guardia y luego sí que me hace el amor, es diferente, todo lo es. Sus manos me acarician ahí donde se esconde nuestro pequeñito, sus labios se pasean por esa zona con más ímpetu. Me susurra lo mucho que me ama, lo mucho que nos ama. Toco el cielo con los dedos, pero cuando vuelvo tengo la sensación de que sigo ahí porque todo es tan perfecto que parece digno de uno de mis mejores sueños.
Lois entrelaza nuestras manos y las alza, el anillo brilla en mi dedo anular. Es real.
Lois
21 de octubre, 2027
Siento cómo me sacuden el hombro y por un instante considero seguir durmiendo, pero mi cerebro me lanza alertas de que es Ada quien se encuentra junto a mí así que abro los ojos para averiguar qué es lo que sucede.
Su sonrisa traviesa me da un indicio de su motivo para despertarme.
—Son las hormonas —se excusa empezando a deslizar las manos por mi torso.
—Ajá —me rio correspondiéndole al beso sediento que me da.
Mi erección no tarda en formarse mientras ella se frota contra mí, baja los labios por mi cuello, mordisqueando suavemente. Bajo a su trasero que estrujo para pegarla más. Me deshago de su ropa y ella hace lo mismo con la mía. Mis dedos se encuentran con su intimidad y me trago sus gemidos mientras ella se retuerce debajo de mí. La humedad se esparce con rapidez, Ada clava las uñas en mi muñeca.
—Por favor —ruega en un susurro.
Un último pellizco y cae rendida. Voy bajando por su cuerpo, beso su piel y me entretengo en su vientre, es ligero, casi imperceptible para quien no está familiarizado con su anatomía, pero yo lo estoy y noto como su abdomen, antes plano, muestra una hinchazón que antes no existía. Lo acaricio con la nariz, un pedacito de nosotros creciendo ahí dentro.
—Amo que te pongas tierno con Papita, pero joder, me estás dejando a medias —me reclama Ada desde arriba.
Me río y dejo un último beso sobre la pequeña protuberancia antes de ir a su centro húmedo. La saboreo deleitándome con los jadeos que emite, sus pequeñas manos tiran de mi cabello y deja escapar mi nombre con desespero conforme su orgasmo se acerca. Mi lengua se pasea entre sus pliegues y se adueña del botón que la hace temblar antes de soltar un gritito de satisfacción.
—Admito que me siento un poco usado —la fastidio cuando vuelvo a subir, ella rueda los ojos—. Pero úsame todo lo que quieras, amor.
—Voy a tomarte la palabra —se contonea contra mí—. Anda, hazlo.
Me introduzco en su interior y su mueca de alivio no tiene precio. Sus jadeos vienen con cada embestida, con cada choque de sus caderas contra las mías. Me besa con fiereza, yo le mordisqueo la piel. Acaricio su abdomen mientras sigo arremetiendo contra ella, es una sensación increíble el saber que una parte mía y suya crece dentro de la mujer que amo. No sabía que podía verla más hermosa, porque tengo en claro que es lo más precioso que mis ojos han visto, pero tenerla así, embarazada... Joder, hace cosas locas con mi cabeza.
Le susurro los "te amo" que ella corresponde abrazándome cuando siento mi liberación llenándola. Suspira agotada y besa mi cuello.
—Tengo hambre —me dice en voz bajita.
Me río y ella me golpea el hombro.
» El otro antojo fue mío, este es de Papita. Además, prometiste...
—No dije que no lo haría —la interrumpo besando sus labios—. ¿Me acompañas?
Asiente y me da un empujoncito para que salga de encima de ella. Me carcajeo y ella continúa en su asunto colocándose la bata antes de cruzarse de brazos para animarme a seguirla. Me pongo de pie y me visto con algo encima también, en caso de que Kiara se despierte por el ruido.
La pequeña Harmony ha estado viviendo con nosotros desde que inició la universidad, a veces trasnocha por trabajos, pero hoy se fue a dormir temprano y no me apetece despertarla así que soy sigiloso cuando muevo las ollas para preparar lo que se le ha antojado a Ada, o a Papita.
Mi prometida me mira desde la isla mientras come helado. Tararea una canción de Taylor Swift y me cuenta lo que ha estado discutiendo con Benja respecto a la actuación ahora que está embarazada. No tenía proyectos pronto, se había tomado un año para descansar y coincidió con la noticia del embarazo, pero sí había películas buscándola para el próximo año.
—Quiero disfrutar de Papita —me dice—. Amo ser actriz, pero al menos los primeros meses quiero poder estar cerca. No me apetece perderme de sus risas o de sus travesuras.
—Es tu decisión, amor —volteo a verla, tiene la cuchara metida en la boca, sonrío, se ve tierna—. Sabes que te apoyo en todo.
—Y te amo más por eso —me envía un beso.
Sigue disfrutando de su helado mientras yo me encargo de que su antojo quede tal y como lo quiere. Acabamos quedándonos con la doctora de la clínica, solo que ahora vamos a su consultorio privado para las consultas. En la última ecografía conseguimos escuchar el corazón del bebé, pero fue imposible que nos dieran el sexo porque a Papita parecen no gustarle demasiado las ecografías, se cubre y no nos permite verlo.
—¿Qué hacen? —la voz somnolienta de mi cuñada llega desde el otro extremo—. Huele rico.
—A Papita se le antojó comer algo —responde Ada balanceando las piernas, se mete otro bocado de helado a la boca.
Kiara entrecierra los ojos.
—Deja de echarle la culpa a mi sobrina —la regaña.
—Estás muy segura de que es una niña —sonríe Ada.
—Instinto de tía —se encoge de hombros—. ¿Qué se le antojó a Ada?
Le muestro la sartén donde estoy preparando la salsa Alfredo, la pasta está cociéndose en otra olla y el pollo también. Hemos dejado de darle pollo frito a Adara, la doctora le dijo que era demasiada grasa y le ha limitado el consumo a una vez por semana, así que lo come solo dorado. El helado envasado también constituía muchas calorías, es por ello que nos dio una receta para un helado casero que al parecer mi dulce prometida adora.
—¿Quieres un poco? —le ofrezco a Kia.
Niega.
—Gracias, pero comer a esta hora me dará indigestión —se mueve al otro lado de la cocina para ir por un vaso—. Vine por agua.
—¿Estabas despierta?
Se le sonrojan las mejillas y bebe de su vaso mientras asiente.
Adara es quien entrecierra los ojos ahora y su hermana se pone más roja si es que eso es posible. Yo solo niego divirtiéndome con la escena. No me sorprendería que esta amanecida se deba a un chico. Si fuese por estudios nos lo diría.
—En fin, iré a dormir, tengo clase temprano —me da un empujoncito y baja los labios al vientre de su hermana para dejar un beso ahí—. Hasta más tarde, pequeñita.
—Hasta más tarde, Kia —se ríe Ada, aunque sabe que no le están hablando a ella.
—Te amo —responde Kia, esta vez besándole la frente a su hermana.
Termino con el antojo de mi rubia y la veo comerse el plato entero como si no se hubiese atiborrado hace unos minutos con helado. Me da algunos bocados que he aprendido a no rechazar porque forma un puchero triste y no me gusta vérselo. Acaba y toma mi mano para llevarme a la cama con ella otra vez.
Pego su espalda a mi pecho y la atraigo acariciando su abdomen.
—Papita ya está dejándose ver —le susurro.
—¿Qué?
—Se te empieza a notar el embarazo, amor —beso su nuca.
Se gira entre mis brazos y sus ojitos brillan en la oscuridad. Una lágrima se le escapa, se la seco.
—¿Todo esto es real? —pregunta.
—Muy real —aseguro besándole la nariz.
—Vamos a ser papás, Lois —exhala—. ¿Lo imaginas?
—Más seguido de lo que piensas —respondo—. Es fácil imaginar al amor de mi vida con un pedacito nuestro.
—Ah, joder, me harás llorar más —se queja, pero sonríe.
No sé si será niño o niña, pero tengo la certeza de que lo amaré con todo mi ser, de que haré todo lo que esté en mi poder para hacerlo feliz, sé que le daremos un hogar donde se sienta a salvo. Me da miedo ese día, pero lo ansío con la misma fuerza.
Ada
30 de noviembre, 2027
Claire, la doctora, nos recibe sonriente. Le doy un apretoncito a la mano de Lois antes de que entremos. Estoy familiarizada con el ambiente, no es blanco, es crema con destellos verdes bebé. Está todo decorado de manera preciosa. Nos conduce a la camilla en la cual ya no tengo que abrir las piernas, por suerte, Claire me aseguró en la última ecografía que esa sería la última para medir el largo de mi cuello uterino, algo referente a partos prematuros que, gracias al cielo, no es mi caso.
—Vamos a ver si Papita se deja ver —nos sonríe—. Le he dado el sexo a cuatro bebés hoy, no soy fan de los números pares y ustedes son mi última pareja.
Me rio y acaricio mi vientre un poco más abultado, Lois se sienta en la silla que se encuentra junto a mí y con el dedo dibuja figuras sobre mi piel mientras Claire se ocupa de alistar lo que necesita para la ecografía. Me estremezco cuando el gel hace contacto con mi abdomen y tomo la mano de mi prometido cuando Papita hace acto de aparición en la pantalla que se encuentra en la pared frente a nosotros.
Claire conecta el sonido y su corazoncito resuena fuerte y claro en la sala. Mis ojos empiezan a derramar lágrimas porque no importa cuántas veces lo escuche, los latidos del corazón de mi bebé son el sonido más hermoso que mis oídos han percibido nunca. Volteo a ver a Lois que se seca los ojos también.
—De acuerdo, Papita me adora también —se ríe Claire—. ¿Ven esto? —nos señala la pantalla con un puntero, yo niego, porque ya puedo verle la carita, pero sigo fallando al descifrar las otras partes de su cuerpecito—. Parece que tendremos a una mini Adara, Papita es una niña, señores.
—Una niña... —susurro sonriendo.
—Una niña, amor —Lois me besa la frente—. Tendremos una niña, Brontë.
Claire nos deja hacernos mimos por unos minutos antes de continuar con el chequeo. Todo está bien, todas las dimensiones están dentro del rango normal y nuestra bebé es una niña sanita. Cuando termina, me alcanza una toallita para limpiarme el vientre, Lois se encarga de esa tarea. Vuelvo a preguntar cuáles son mis límites son respecto al ejercicio y ella establece hasta dónde puede llegar mi rutina sin dañar a Papita. Ahora que sabemos que será niña, quizá deberíamos empezar a buscarle un nombre.
—Estén tranquilos, todo está yendo de acuerdo a lo normal —nos sonríe Claire—. Continúa con las vitaminas y con la alimentación que debes llevar. Revisé los resultados del análisis de sangre que te hiciste ayer y todos tus niveles están normales, temía que volviéramos con la anemia, pero tu hemoglobina se mantiene estable.
Lois sonríe.
—Es una receta secreta —se enorgullece.
—Mantenla, a las dos les hace bien —le responde la doctora—. Logré capturar su carita, imprimí las copias que pediste.
—Gracias, Claire —recibo el sobre que me da y mi prometido frunce el ceño—. Son para nuestros padres, Eli, Kia, Benja, Kallie, Lex y Nick. Oh, también para Gryffin, quiere foto de su primita, esa iremos a dejarla ahora.
Le sonrío y él solo asiente. Claire habla con Benja cuando salimos y yo me encargo de darle una fotografía a Nick que me abraza con fuerza. Pide permiso para tocar mi vientre y se lo concedo, por lo que lo acaricia con ternura.
—Será igual de hermosa que tú —me sonríe.
—De eso no hay dudas —agrega Lois besándome la mejilla.
—Yo quiero que tenga tus ojitos —formo un puchero con los labios.
—Y yo que tenga los tuyos —replica él.
—Mientras no le herede la locura a su mamá... —comenta Taylor.
Lo miro mal.
» Solo digo.
Acabo riendo y niego, Benja viene con nosotros unos minutos después y le doy la foto que es para él y Alex.
—Iremos a la casa hogar—le aviso a Nick, que es quien conduce.
Me acurruco contra el pecho de Lois y concilio el sueño durante el viaje al otro extremo de la ciudad, despierto cuando algo se mueve dentro de mí, me sobresalto. Es como una burbujita, como si lo que comí me hubiese caído mal, pero sé que no es eso. Las manos de mi prometido están sobre mi vientre, no suele quitarlas de ahí cuando estamos juntos, así que imagino que lo ha sentido y lo compruebo cuando habla.
—¿Esa fue Papita? —pregunta sin aliento, tan bajito que apenas lo escucho.
—Sí, amor —respondo con la sonrisa que se rehúsa a irse.
¡Joder! ¡Mi bebé se movió! Bueno, ha estado moviéndose siempre, pero es la primera vez que he conseguido sentirla. Se me escapan un par de lágrimas, porque las hormonas no solo me hacen estar toqueteando a Lois a todas horas, también me vuelven un amasijo de emociones que llora ante el mínimo estímulo.
—¿Qué sucede? —pregunta Nick desde adelante, Benja voltea a mirarnos.
—La bebé dice hola —les sonrío.
—¡¿Se movió?! —exclama mi manager.
Lois asiente y se acomoda de tal modo que puede acariciarme la panza con la nariz. Deja un camino de besos que me conmueve lo suficiente para seguir lloriqueando. Luego sube a mis labios y me besa con lentitud, repasando mi boca como si nunca antes la hubiese besado, redescubriéndola y haciéndome consciente de todo el amor que habita en él.
—Te amo —susurra contra mis labios—. Las amo.
—Nosotras te amamos a ti —le respondo, poniendo mi mano sobre la suya que reposa en mi vientre.
El auto se detiene y Nick nos avisa que hemos llegado a nuestro destino. Aún puedo moverme con facilidad, me es sencillo ir de un lado para otro incluso con la panza que empieza a crecer, pero Lois insiste en ayudarme, lo que tampoco me molesta.
Rodea mis hombros de forma protectora una vez fuera del auto y camina junto a mí dentro de la casa hogar. Saludamos a quienes nos abren y los pequeñitos se acercan a tocar mi vientre, no me desagrada, son niños después de todo.
—¡Tía! —la melena rizada de Gryffin aparece al fondo y los demás niños le hacen espacio para que llegue a nosotros—. Mamá no me avisó que vendrían.
—Es que es sorpresa —le sonrío—. ¿Ella está en su habitación?
Asiente, se acerca y besa mi mejilla para luego saludar del mismo modo a Lois, por último, se arrodilla frente a mí para acariciar con cariño a mi bebé.
—¿Papita está bien? —pregunta.
—Sí, pequeño, será una niña —le informo, sus ojitos se abren y sonríe.
—¿Una primita?
—Una primita —concede Lois.
—¡Vamos con mamá! Le alegrará saberlo —toma mi mano y tira despacio de mí.
Camino tras de él que ha crecido mucho, las hormonas otra vez me hacen lagrimear recordando cómo fue que lo conocí y cómo es que se encuentra ahora. Entramos a la habitación que comparte con su mamá y soy capaz de identificar pinturas nuevas. Hace años descubrimos que Gryffin tenía talento para pintar, nos propusimos apoyarlo en el camino de seguir reforzando esa habilidad que, además, le gusta.
Lena nos recibe con una sonrisa y nos abraza con fuerza. También luce más madura, ha estado haciendo prácticas en un hospital y me comentó que estaba ahorrando para comprar un departamento para ella y su hijo. Prometí apoyarla en todo y sigo haciéndolo, incluso si ella no lo pide.
—¡Será una niña, mami! —exclama Gryffin sosteniendo aún mi mano.
—Una niña hermosa —nos vuelve a abrazar—. Felicidades, serán unos padres asombrosos.
—Y tú una tía fenomenal —le sonrío.
Le damos la fotografía que nos dieron en el consultorio y ella la admira con ternura. Gryffin comenta algo respecto a pintarla. Nos quedamos con ellos durante un rato más antes de ir al que era el departamento de Lois, Hazel está quedándose ahí con Eli que se tomó unos meses luego del proyecto en el que estaba trabajando.
—¡Mi cuñada hermosa! —Elián me abraza con fuerza, evitando presionar mi vientre—. ¿Cómo está mi sobrino?
—Sobrina —lo corrige Lois.
—¿Les dijeron ya? —pasea la mirada de uno al otro.
—Sí, será una niña —le sonrío.
—¿Tendré una nieta? —Hazel viene detrás y me abraza con cariño antes de ir a besarle la frente a su hijo.
Ambos asentimos.
—Parece que debo una apuesta —se lamenta Eli—. La pequeña rubia le acertó mejor que yo.
—Eso te pasa por andar apostando con mi hija —se burla Lois.
—No discutan —se queja mi suegra—. Lo importante es que es una bebé sanita.
Me acaricia el vientre con ternura antes de rodearme los brazos y alejarme de su hijo.
» Me alegra mucho verlos así de felices —me sonríe—. Se merecen todo lo bueno de este mundo y esa niña va a ponerles la cereza del pastel. Estoy orgullosa de ti, Adara.
Mis ojos se enlagunan y ella me sonríe secándome las mejillas cuando mis lágrimas caen.
—Perdón, son...
—Las hormonas, sí —completa por mí—. Especialmente durante el embarazo de Lois me volví una catarata andante.
Ambas volteamos cuando Lois se carcajea y Eli se pone rojo como un tomate.
—¿Qué sucede? —curioseo y Lois se dobla sin poder parar de reír.
—No seas idiota —se queja Elián—. Igual no es mucho dinero.
—Le apostó a Kia un viaje por toda Europa —se ríe mi prometido.
—Estaba seguro de mi posición —se defiende mi cuñado.
—Mi hermana sí que es lista para apostar —me enorgullezco—. Nunca está mal un viaje gratis.
—Rubia astuta —se queja Eli—. Igual se merece ese viaje, sus notas están a tope y me pasó uno de sus escritos, está increíble.
—Creo que está saliendo con un chico —canturrea Lois.
—Oh, sí que está saliendo con alguien —sonrío maliciosa—. Saliendo a romperle la nariz.
—¿Cómo? —preguntan ambos, Hazel suspira.
—No sean chismosos —me burlo.
Lois me mira entrecerrando los ojos y sé que acabaré contándole lo poco que sé porque soy inmune a sus técnicas, pero puedo hacerme la difícil con Eli.
—Puedo cambiar el viaje por el chisme y me lo dirá —dice mi cuñado.
—Kiara no cederá, la conoces —le recuerdo—. Habría sido una excelente abogada si le gustara esa rama.
—Nada está oculto de por vida —insiste orgulloso.
—Cómo digas...
Lois se burla de su hermano porque va a quedarse picado con ese chisme. Eli rueda los ojos y prefiere cambiar el tema a la bebé. Le doy su fotografía y sus ojos brillan, pide permiso para tocar mi vientre y lo acaricia con cariño, hablándole a Papita y recordándole lo mucho que la ama su tío, ah y que su papá es un pesado, lo que hace que Lois le dé un golpecito en la frente para apartarlo.
Me rio, Hazel me ofrece los brownies que preparó y no dudo en dirigir mis pies a la cocina para saborearlos. Están al tanto de lo que no debo comer, así que, tal y como lo hace Lois, adaptan la receta con lo que sí tiene que estar incluido en mi dieta. Los amo demasiado por eso, porque sé que no podría sobrevivir sin comer rico, Papita está de acuerdo conmigo.
Pasamos el resto del día con ellos, Kallie llega más tarde porque también ha desarrollado apego conmigo y Papita. Se arrepiente de no haber apostado también porque le habría salido un viaje gratis, ella también era partidaria de que Papita era niña. Regresa con nosotros al departamento porque tiene que hacer un trabajo con Lois y él últimamente se rehúsa a alejarse, incluso cuando Kia y Lexie no me suelen dejar sola.
—¡Les dije que era niña! —celebra mi hermana cuando le comunicamos la noticia—. Mis próximas vacaciones las pasaré por Europa.
—Ya Eli está al tanto —le comunica Lois sonriendo.
—Mandaré a enmarcar esta —alza la fotografía que le dimos—. ¿Le avisaron a mamá?
—Pensaba hacerle una videollamada mañana, me dijo temprano que tenía guardia.
—Oh sí, lo había olvidado.
Kia hace galletitas para todos con la excusa de que debe celebrar haberle acertado al sexo de su sobrina. Yo me siento junto a Kallie y Lois que trabajan coordinados, conecto el aparato que compré hace unas semanas y le pongo música de Taylor Swift, porque Papita sale swiftie como que me llamo Adara Brontë Harmony.
Tarareo disfrutando también de las melodías y acabo quedándome dormida contra el espaldar del sofá. Es fascinante esto de tener a una personita creciendo dentro de ti, no niego que me aterra hasta cierto punto, pero me estoy encargando de disfrutar de las pequeñas cositas que van cambiando en mí. Cuando despierto ya estoy en mi cama, con Lois acariciándome la mejilla con una mano mientras la otra se mantiene sobre mi vientre. Me besa cuando nota que ya no duermo y yo me derrito ante sus atenciones.
—Se movió mientras dormías, ¿no la sentiste? —pregunta.
Niego.
—Estaba muy cansada —respondo, pongo mi mano sobre la suya—. ¿Kallie?
—En la sala, no estabas cómoda allá, por eso te traje —explica.
—Ve con Kallie —le digo, acariciando su barbilla con mi nariz—. Ya suficiente tiene con encargarse del bufet ella sola.
—¿Bromeas? —se ríe—. Kallie es feliz teniendo el control allá. Siempre que llego, me bota.
Sonrío adormilada.
—Vale, pero... —acaricio el dorso de sus dedos que reposa bajo mi palma—. Tú también disfrutas tu trabajo, amor. No quiero quitarte eso, Papita y yo estamos bien.
—No estoy aquí por obligación, Brontë —se acerca otro poco para besarme la frente—. ¿No ha quedado claro que las amo? Porque esa es la razón por la cual quiero disfrutar de ambas, de ti en esta etapa que, déjame decirte, te sienta de maravilla.
Suelto una risita.
—¿Me veo muy guapa?
—Preciosa, mi amor.
Me acurruco a su lado.
—¿De qué va el caso en el cual están trabajando? —pregunto.
Empieza a hablar, son tantos años que ya no hay necesidad de que me explique algunos términos, puedo comprender mejor que cuando recién empezábamos. Disfruto escuchándolo detallarme todo, desde las circunstancias que llevaron al caso hasta lo que debe proceder ahora que él y Kallie están encargándose. No deja de acariciarme de manera distraída mientras las palabras escapan de su boca, yo hago algunas preguntas, animándolo a continuar. No me imagino un mejor escenario, todo ahora es perfecto, desde él hasta mí, a la pequeña que llevo creciendo dentro de mí, a nosotros como una familia.
Lois
25 de febrero, 2028
Ada ya tiene ocho meses de embarazo y luce más hermosa que nunca, no sé si soy yo, lo dudo; pero su rostro tiene otro brillo, su cabello luce más sedoso, sus sonrisas destilan algo que antes no había notado. La miro y es como si el aire dejase de llegarme a los pulmones, me deja sin aliento, sin embargo, al mismo tiempo me llena de algo que me permite seguir viviendo.
Hemos estado asistiendo a talleres, preparándonos para el parto porque Papita está en el lugar perfecto para nacer por vía natural, Claire nos dijo que solo quedaba esperar a que ella estuviera lista. Adara es la más emocionada respecto a los talleres, conmigo asiste a los de parto, porque teme que me quede congelado cuando el momento llegue, pero ella va también a los de lactancia. Ayer asistimos a uno sobre el fortalecimiento de los lazos entre el bebé y sus padres desde el nacimiento, es increíble cómo podemos transmitirles tanto incluso cuando son tan pequeñitos.
El embarazo ha sido en su mayoría tranquilo, logramos combatir la anemia de Ada que era lo que más nos preocupaba. Respecto a los medios, tienen sospechas, una que otra foto ha salido al aire, pero ninguna es lo suficientemente clara como para que empiece a decirse que la princesa de Hollywood está en estado.
Mi hermosa prometida no ha querido privarse de ir a comprar ropita para Papita, yo tampoco lo he hecho, pero esta es la primera vez que iremos juntos. Benjamin se encargó de separar un ala del centro comercial para que podamos ir a comprar sin temores; no me hago una idea de cuánto le ha costado la gracia; sin embargo, valdrá totalmente la pena.
Termino de servir el desayuno de Ada y el mío, intento comer casi lo mismo para que no sea régimen solo para ella. La llamo, pero no escucho respuesta. Mis alarmas se disparan al segundo llamado y corro a la habitación, mi corazón vuelve a latir cuando la encuentro sentadita al borde del colchón mirando al suelo.
—¿Brontë?
Alza la mirada hacia mí. Sus ojitos brillan.
—No me puedo poner las zapatillas, amor —me dice con un puchero adornándole los labios—. Voy a empezar a ser una carga y no me gusta, es decir, si me gusta que cuides de mí, pero me agradaba poder valerme por mí misma. Y no culpo a Papita, claro que no, me alegra que siga creciendo porque ahora la siento cada vez más —mira a su vientre—. Amor, esto no tiene nada que ver contigo, lo prometo —vuelve a mirarme—. Entraron un poquito, pero mi talón queda afuera y me da miedo golpearme, por eso no me he movido demasiado.
Me arrodillo frente a ella, sus mejillas están encendidas y sus lágrimas amenazan con desbordarse. Emite un suspiro, hablar tanto debe haberla dejado sin aire.
» Lo siento —susurra.
—¿Te he dicho hoy lo mucho que te amo? —le pregunto tomando sus manos entre las mías.
—Cuando despertamos, creo —responde.
—Vale, pues te amo mucho, Adara Brontë —le digo, sorbe por la nariz, pero sonríe—. No eres una carga para mí. Estás embarazada, amor, estás llevando a nuestra bebé dentro de ti, es normal que requieras ayuda y eso no te hace una carga. Si no consigues hacer algo, dímelo y lo haré por ti con gusto. Créeme que estás haciendo demasiado con solo caminar y existir, no debe ser fácil, incluso cuando amas a Papita, dudo que todo para ti sea color de rosa.
Niega, dos lágrimas se le escapan.
—Me canso muy rápido —lloriquea—. Ni siquiera puedo seguir una rutina decente, solo camino y ya. Sé que es por el bien de ella, pero extraño hacer ejercicio.
—Se entiende, amor —me alzo para poder abrazarla—. No tienes que guardártelo, no voy a apuntarte con el dedo debido a ello, soy yo, ¿lo recuerdas?
Asiente.
—Lo lamento.
—Nada de eso —le beso la sien—. Solo prométeme que cualquier queja, por tonta que parezca, me la vas a decir. No es justo que cargues con ello tú sola, esto es de dos. Es nuestra hija y ambos lidiamos con lo que conlleva traerla al mundo, así sean pocos mis aportes a comparación de los tuyos.
Suelta una risita que me complace escuchar.
» Ahora déjame ponerte estas zapatillas —vuelvo a acuclillarme frente a ella y me encargo de calzarle los pies—. Si gustas podemos comprar unas que no requieran de pasadores.
Asiente y se pone de pie cuando ya está lista.
—Te amo —me dice, rodea mis hombros con sus brazos y se acerca lo más que puede con Papita entre nosotros—. Te amamos.
—Yo las amo a ustedes —respondo.
Me inclino para alcanzar su boca y tomar sus labios entre los míos. Emite un gemido bajito que me trago, la saboreo con lentitud, disfrutando de cada mínimo roce, de sus sonrisas, de la manera en cómo me acaricia, de los suspiros que se le escapan. Disfruto de toda ella. Nos apartamos cuando Papita se mueve entre nosotros, soltamos a reír y caminamos de la mano a la cocina donde espera nuestro desayuno. Veo como Ada se complace degustando cada alimento que constituye su comida de la mañana, se relame los labios y pasea la vista entre todo lo que hay para comer. Sonrío viéndola, he de parecer estúpido, pero me importa poco, llevo años y ya descubrí que no hay manera de quitarme de encima lo bobo que luzco cuando la miro.
—Se te van a secar los ojos —bromea—, aunque sea parpadea.
Me río.
—No te digo nada cuando eres tú la que me desgasta a mí.
—Oh vale, pero ahora estoy siendo desgastada doblemente —me sonríe.
Parpadeo con rapidez haciéndola reír.
—¿Así está mejor?
Se encoge de hombros.
—Solo velo por la salud ocular de mi futuro esposo.
Joder. Sonrío como bobo y ella se ríe victoriosa, sabe que esas cosas me atontan, lo sabe bien. Le he cedido el control total de mis emociones y la verdad es que no me preocupa para nada que pueda hacer y deshacer conmigo.
Terminamos de desayunar y ella se ofrece a lavar los platos, la dejo porque no quiero inutilizarla, lo que menos quiere es sentir que no ayuda, lo ha dejado claro, incluso cuando en ningún momento yo lo he visto de ese modo. Me visto mientras ella se encarga de esa tarea y cuando regreso la encuentro sentada en el sofá acariciándose el vientre.
—¿Benja ya está aquí? —le pregunto.
—Me envió un mensaje avisándome que estaba en camino, creo que ya iré a ponerme la peluca, ¿me ayudas? —pestañea coqueta.
Asiento y le doy la mano para ponerla de pie. Ya en su closet, mira de un lado a otro en la colección de pelucas que tiene. Yo voto por la pelinegra, siento que es la que más despistará a los paparazzi si nos los cruzamos. Ada acaba asintiendo y me encargo de recoger su cabello para poder colocarle la nueva cabellera. Se gira cuando he acabado y confirmo que se ve preciosa con cualquier tono.
—Parezco villana —se queja.
—Una villana muy guapa —me inclino a besarle la nariz.
Sonríe y me rodea para ir por unos lentes de sol, me alcanza un gorrito y otros lentes que me cubran los ojos. Toma un par de bufandas y nos las ponemos, el invierno ayuda demasiado a poder camuflarnos bajo varias capas de ropa. Me encargo de que ella se encuentre bien abrigada antes de bajar al estacionamiento cuando Benja nos informa que ha llegado.
—¿Quién eres? —pregunta Benja en broma señalando a Adara que suelta una risita.
—Tu persona favorita en el mundo después de Alex y Lex —le besa la mejilla.
—Mi persona favorita en el mundo junto con Alex y Lex —la corrige Benjamin.
—Eso está mejor —responde Ada con una sonrisa dulce, me da un apretoncito a la mano para que avancemos—. ¿Ya está todo listo?
Nuestro amigo asiente.
—El ala oeste del centro comercial, AKA el ala de bebés, está apartada solo para ustedes, sus majestades —hace una reverencia ridícula antes de reír por el golpecito que le da Ada—. Te estás poniendo muy agresiva, no creo que Papita apruebe eso.
—Papita está de acuerdo conmigo en todo —asegura mi rubia con una sonrisa—. Fue un golpe de amor, sabes que te adoro y te estoy amando mucho por hacer posible que podamos ir de compras como una pareja normal.
—Son una pareja normal —le recuerda Benja.
Jalo a Ada a mi costado para rodearla.
—Somos una pareja normal, amor —le recalco.
Benja sube al auto para darnos algo de espacio, él también sabe que esto sigue siendo uno de los puntos débiles de Adara y que quizá soy el único que puede regresarla a la Tierra a veces. No solemos discutir, pero cuando se dan las ocasiones es mayormente por el tema de los medios. Si bien las aguas están calmas, somos cautelosos cuando nos movemos porque no queremos que el caos vuelva a desatarse, yo lo hago por ella y Ada lo hace por mí, incluso cuando le he dicho en más de una ocasión que ellos carecen de importancia mientras la tenga a mi lado. No me molesta, no me pesa recordarle que quien me importa es ella, porque yo me enamoré de ella, amo a Adara Harmony, a Ada la chica apasionada, a Ada la princesa de Hollywood, a Ada la valiente que enfrenta con los puños listos a quien se atreva a dañar a quienes ama, a Ada la bailarina; amo cada una de sus facetas y puedo lidiar con el caos que nos acecha, puedo hacerlo porque la amo.
—Papita... —suspira y una lágrima se le escapa.
—Papita está orgullosa de su mamá —le alzo el mentón—. Y yo también lo estoy. No existen parejas "normales", amor. Cada pareja es única a su modo, no hay pareja que se compare a nosotros porque no son Lois y Ada. Somos nosotros y así, así tal cual, estamos bien, Brontë. Yo amo lo que somos, no cambiaría absolutamente nada porque echaría a perder nuestra esencia.
—Ellos...
—Exacto, ellos —la atraigo a mis labios y le doy un corto beso—. El problema son ellos, no nosotros.
Suspira y me abraza como puede.
—A veces vuelo mucho, lo lamento.
—Llévame contigo y juntos conseguiremos controlar el altímetro, así mantenemos el equilibrio —le sonrío.
—Eres tonto —se ríe—. Te amo.
—Yo te amo a ti.
Le rodeo la cintura y subimos al auto donde ya nos esperan sus guardaespaldas. Hoy están de turno Ivar y Nick. Ya se me hizo costumbre arrullar a Ada cada que nos movemos alrededor de la ciudad, el tráfico suele hacer que nuestro trayecto sea más largo y ella cede ante los encantos del sueño. La acomodo en mi costado para que pueda dormir tranquila. Una vez en el centro comercial, Nick sube hasta el segundo piso del ala oeste para dejarnos lo más cerca posible del área cercada para nosotros. Despierto a mi prometida cuando el auto se detiene y ella emite un pequeño bostezo antes de desperezarse y sonreír emocionada por nuestra mañana de compras.
—Quiero comprar jumpers —me dice una vez que hemos bajado del auto. Benja, Nick e Ivar vienen tras nosotros manteniendo una distancia prudente para no levantar sospechas—. Estuve viendo imágenes y las nenas se ven tan lindas con eso puesto.
Medio suspira balanceando nuestras manos.
—Yo quiero conjuntitos tejidos —señalo—. Al menos para los primeros meses, además de verse tierna, estará protegida del frío.
—¡Sí, sí, sí! —asiente emocionada—. Acabo de imaginármela, quiero de todos los colores.
Nos movemos con cautela, pero disimulando para lo alzar sospechas. Benja nos adelanta para hablar con la seguridad que ha acordonado el lugar, muestra su teléfono y nos dejan pasar. Con lo cauteloso que es, imagino que ha hecho que todos los trabajadores firmen un acuerdo de confidencialidad. Apenas cruzamos, Ada se quita los lentes de sol para poder mirar todo con mayor claridad. Hay coches, cunas y demás artículos para bebés que aparecen por todos lados. La cuna ya la tenemos a pesar de que no planeamos usarla durante los primeros meses, hemos mandado a hacer una extensión para nuestra cama que nos permita tenerla cerca para poder vigilarla.
—¡Amor, mira! —me señala una hamaca pequeña que cuelga del techo—. La llevamos, porque la llevamos.
Sonrío.
—De acuerdo.
Nos alcanzan dos carritos y avanzamos recogiendo todo lo que vamos a llevarnos. Cojo todos los conjuntos tejidos que veo, de todos los colores, desde blanco hasta un verde del tono de los ojos de Adara; no tengo idea del color de ojos de mi hija, pero sigo esperando que herede el de su madre. Estoy por tomar guantecitos, pero recuerdo lo que leí en un artículo sobre cómo estos les impiden a los bebés la experimentación y el descubrimiento mediante el tacto.
Me entretengo con más ropa mientras veo a lo lejos como la futura mamá arma outfits y recoge cuanto jumper ve. Sonrío. De reojo algo llama mi atención y ¡joder! Hay toda una zona de cosas de cocina y demás, pero enfocados en bebés. Biberones, esterilizadores, almacenadores de leche. Creo que voy a requerir otro carrito.
—Ada está acabando con toda la zona de lactancia —me avisa Benja—. Y veo que tú lo estás haciendo con esta.
—Anotó todo lo que le dijeron en el taller que tomó —me encojo de hombros—. Y esto es necesario, ¿me alcanzas otro carrito, por favor?
Se ríe.
—Ya Nick está trayéndolo, descuida —me quita el control del que tengo—. Iré pasando esto a caja.
Asiento y continúo buscando. Tomo la caja de una mecedora, también un organizador de cositas de baño, una pañalera, encuentro una especie de lámpara que promete ayudar a dormir a Papita. Me meto a internet para ver reseñas y parece que es útil, así que agrego al carrito que Nick trajo para mí. "Seguridad infantil" dice el cartel y me acerco para hallar más cositas útiles para poder hacer del departamento un lugar seguro para nuestra hija. Otro carrito para llevar a caja.
Decido ir a ver a Ada y la encuentro haciendo videollamada con Josie Bennet.
—Es que, siento que me faltan cosas —se queja.
—¿Tomaste ya las almohadillas para lactancia? —le pregunta y mi rubia asiente—. Hola, Lois.
Alzo la mano y le rodeo a la cintura a mi prometida que sonríe cuando me ve. Adara enlista todo lo que ha añadido a sus tres carritos de compra y Josie asiente a cada artículo, aprobándolo. Cuando acaba de decir todo, su exjefa le recomienda un par de productos que me pongo a buscar hasta dar con ellos, en lo que los tomo, veo termómetros y por supuesto que los tomo, hay par frente, oído y boquita, elijo los tres porque nunca se sabe cuál servirá mejor.
—Creo que ya tenemos todo —suspira Ada luego de despedirse de Josie, se pone las manos a la cintura.
Me coloco detrás de ella y sostengo a Papita para aliviarle un poco el peso ahora que la noto cansada, emite otro suspiro de satisfacción y recuesta la cabeza contra mi hombro. Hacemos esto unas cuantas veces al día, me gusta porque, además de ayudarla, puedo sentirlas, a ambas, más cerca.
—¿Me preparas mazamorra cuando lleguemos a casa? —pregunta.
—De acuerdo —le beso la mejilla y, de a poquitos, suelto el peso para que no la tome desprevenida.
Nos acercamos a la caja donde ya procesaron todo lo que hemos pedido y Benja me informa que Finn está viniendo con la camioneta grande porque en el auto no podremos llevarnos todo. Ada sonríe inocente y yo suelto una carcajada cuando dice que apenas y compramos algunas cositas.
—Papita tiene ropa hasta la secundaria —se burla Benja.
—Oh, vale —resopla Adara—. Quizá se nos fue un poquito la mano, pero le pondremos todo, eso es un hecho.
—Confirmo lo dicho por mi rubia bonita —sonrío besándole la sien.
Cuando llegamos a casa y metemos todo lo que compramos al cuarto de Papita, nos damos cuenta de que debemos volver a llamar al diseñador de interiores porque algunas cosas necesitan ser ordenadas y ninguno sabe dónde meterlas sin arruinar la armonía del lugar. Le preparo a Ada su antojo, que se mantiene hasta el final, y tras eso la acompaño en su siesta, aunque despierto antes que ella porque debo terminar de redactar un documento. Traigo la laptop a la cama y me las arreglo para trabajar a su lado, no quiero arruinar la placidez con la cual reposa.
La veo respirar lento, con calma, sus labios entreabiertos y el sonrojo ligero de sus mejillas. Tomo su mano entre las mías y admiro lo bonito que se le ve el anillo, recuerdo el momento en el que lo compré como si hubiese sido ayer. Tuve que ir con ropa de más para cubrirme, los paparazzi ya me reconocen y no quería que ninguna foto mía saliera al aire, al menos no de ese momento. No hizo falta que mirara mucho para hallar el indicado, no muy relleno porque Ada prefiere los detalles sencillos y este era perfecto, tenía su nombre tallado, era para ella. No soy de hacer gastos exorbitantes, así que tenía dinero de sobra para costearlo, el mini imperio ya no es tan mini y mis ingresos no son pequeños tampoco.
Adara se remueve y abre un ojo, somnolienta.
—Deja de desgastarme, Aymerick.
Sonrío.
—Te amo.
Ahora es ella quien sonríe.
—Eso lo sé —se gira para mirarme—. ¿Estás en modo abogado serio?
—Ya casi acabo —le digo.
—Genial.
—¿Por?
—Quiero utilizar tus habilidades kamasutrales —se encoge de hombros.
Me carcajeo.
» Hablo en serio.
—En ese caso, he terminado —dejo la laptop a un costado y me acomodo para besarla.
No tarda en empezar a desvestirme y yo hago lo mismo con ella, disfrutando la vista de su cuerpo desnudo, de la curva de su vientre y de cada cambio que su anatomía ha experimentado gracias al embarazo. Acabamos riendo cuando tardamos en hallar una posición cómoda para ambos, pero cuando la encontramos, la tengo jadeando sobre mí, obligándome a darle atención a sus pechos sensibles, a los pezones que ya no lucen tan pequeños como antes. Me marca la piel, con uñas, con dientes, porque se ha vuelto mucho más territorial y no es algo que me desagrade en absoluto, soy suyo y no hay planes de que eso cambie.
—Mío —susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja.
Me aferro a sus caderas y resisto el impulso de embestirla, la estoy dejando tomar el control porque temo ir más allá y lastimarla. Sus ojos verdes me reparan con salvajismo mientras continúa complaciéndose, se balancea arrancándonos gemidos a ambos.
—Brontë —jadeo.
Bajo los dedos a su centro y la estimulo directamente, su boca se abre, sus uñas se aferran a mis pectorales y cierra los ojos, sus paredes abrazan mi miembro y ella no deja de moverse hasta que se encuentra llena de mí. La abrazo dejándola de costado, con su espalda contra mi pecho, con mis manos sobre su vientre. No decimos más, pero a la vez nos decimos tanto. Se acurruca contra mí y vuelve a quedarse dormida. No me muevo, no lo hago hasta que ella lo hace también y es porque tiene hambre.
Le cocino y sigo admirándola, venerándola como lo hago siempre. Porque no hay modo de no admirarla cuando es quien es.
12 de marzo, 2028
Muevo el sofá para continuar barriendo, ya falta poco para la llegada de la bebé y con tanta cosa no hemos tenido tiempo de limpiar el lugar. No encuentro la necesidad de seguir firmando acuerdos de confidencialidad si puedo encargarme yo de esto.
—Amor.
Giro ante la voz de Ada.
—¿Todo bien?
Asiente y suelta una risita nerviosa.
—Sí, es solo que creo que ya es hora —deja salir y se me hiela la sangre—. No entres en pánico, ya llamé a Lexie para que Finn conduzca. No sabía que sería hoy y le di permiso a Nick y Taylor.
Mi cuerpo no responde, en mi mente el "ya es hora" sigue repitiéndose, solo me muevo cuando mi rubia hace una pequeña mueca de dolor. Dejo la escoba a un costado y me acerco a ella.
—Joder, perdón.
—Está bien, estuve calculando y ya son cada tres minutos —me informa y yo frunzo el ceño.
—¿Desde qué hora estás con dolor?
—Hace unas tres horas creo —se encoge de hombros.
—¿Tres horas? —pregunto.
—No eran tan dolorosas como ahora, sabes que mi umbral de dolor es bastante alto —se aferra a mi brazo—. Hace una media hora me di cuenta que sí eran las contracciones de parto y estuve acomodando todo lo que llevaremos. Ya hablé con Claire también.
—¿Se puede saber por qué no me dijiste nada?
—Estabas ocupado —me sonríe inocente.
Le rodeo la cintura para llevarla a la sala donde encuentro todo listo, desde la pañalera de Papita hasta el bolso que ella estuvo alistando desde hace una semana para cuando llegara el día. Niego con la cabeza, pero me ahorro el regaño porque sé que su intención no fue mala.
Lexie no tarda en tocar la puerta y entrar con el cabello algo despeinado.
—Ya Finn está abajo, Benja irá directo a la clínica —nos informa.
—Dame un par de minutos.
Me pide ayuda para que se ponga de pie otra vez y empieza a caminar, en el camino me informa la frecuencia con la cual está teniendo las contracciones, son cada diez minutos, lo que quiere decir que rápido no va a ser. En la clínica vamos a vivir la verdadera faena y de solo imaginarlo me eriza la piel, no sé si seré capaz de soportar verla pasar por tanto dolor.
Estamos en plena hora punta en el trayecto a la clínica y mi brazo sufre las consecuencias de cada contracción, sé que es desgarrador porque, como Ada dijo, es bastante tolerante al dolor. Mi prometida respira hondo y tengo la sensación que está aguantando demasiado solo para no preocuparme.
Lexie voltea cada tanto para revisar el estado de su amiga y se encarga de avisar a cuanta persona puede. Le doy mi teléfono para que llame a mis padres, a Eli, a Kiara y a mi suegra que llegó hace una semana. Las dos últimas salieron de compras y se me fue avisarles.
En mi cabeza repito todo lo que debo hacer para no estorbarle a Ada en estos momentos, el rol que debo desempeñar durante las siguientes horas, recapitulo cada ejercicio, cada masaje, creo que empiezo a echar humo porque Adara me acaricia la mejilla.
—Deja de pensar —me sonríe en medio de una mueca—. Todo saldrá bien.
—Te amo tanto —pego mi frente a la suya—. Conoceremos a Papita.
—Es lo único lindo que tiene estar pasando por esto —suelta una risita.
Acaricio su espalda baja, intentando aliviar la molestia. Cuando llegamos, ya todos están ahí, Claire nos recibe con una silla de ruedas para transportar a Ada, pero ella niega queriendo caminar.
—He estado casi una hora enfrascada en el tráfico —explica—. Me duele más estar sentada.
La tomo de la cintura para que se apoye en mí mientras ingresamos a la clínica, una contracción la toma en medio del pasillo y le tomo las manos para que pueda ponerse en cuclillas. Se aferra a mis manos y echa la cabeza abajo mientras el dolor pasa. Mi suegra se acuclilla a su lado y le masajea la espalda.
Vuelve a ponerse de pie y continuamos a la habitación que ya está lista para recibirnos. Al parecer la doctora ya había previsto que faltarían horas aún y ha dejado todo listo para que Ada esté lo más cómoda posible.
La noche llega y mi rubia no dilata lo suficiente aún, el dolor es fuerte, pero ella no quiere medicamentos calmantes. Se mueve sobre la pelota de yoga y respira; nos dejan solos cuando todos se van a cenar. Yo ayuno igual que ella, no sería justo que yo coma mientras ella debe mantener el estómago vacío. Claire le dijo que no era recomendable en caso de que surja algo, igual no es que Ada esté muy entusiasmada con la comida.
No dormimos nada, cada cierto tiempo llegan a verla y poco a poco el número que dicen respecto a la dilatación va en aumento.
—Mierda —se queja, le seco el sudor que le cae por la frente—. Creo que Papita será hija única.
Me rio.
» Hablo en serio —respira hondo moviéndose sobre la pelota que se ha vuelto su mejor amiga—. Joder, siento que me están rompiendo por dentro. Mamá me dijo que no dolía tanto.
Un par de lágrimas se le escapan, me acuclillo a su lado y vuelvo a mi labor de masajearle la curva de la espalda baja. El tiempo entre contracciones es más corto, son más seguidas y esa es una buena señal. Me apiado de cada entidad divina cuando Adara empieza a maldecir y me siento inútil al no poder hacer más para aliviarla.
Me ciño a cada ejercicio que ya hemos practicado juntos, me esfuerzo en ayudarla a lidiar mejor con todo y cuando nos informan que la dilatación es suficiente para entrar a sala, me armo de valor para no acabar desmayándome como ya Ada ha estado previendo.
—La que va a tener al bebé soy yo —me regaña—. Respira y ven conmigo porque Papita debe ver a su papá despierto y no tirado en el suelo.
Eli y Finn me dan una palmadita en la espalda cuando nos ven salir juntos. Papá me presiona el hombro.
—Tu mamá me abofeteó para que saliera del trance, entendería perfectamente a mi nuera si decidiera hacer lo mismo —se ríe y Ada lo sigue diciendo que lo va a considerar.
—Avanza, Aymerick.
Nos despedimos de todos, Lexie le besa la frente a su amiga antes de que entremos a la zona donde solo podemos estar nosotros y los médicos encabezados por Claire que no se ha movido desde que llegamos.
—Vale, ahora sí tengo miedo —me dice Ada en medio de una mueca.
—Eres la persona más valiente que conozco, amor —le beso la frente y me pongo frente a ella para sostenerle el rostro—. Puedes con esto, Brontë.
—¿Y si me ligo las trompas? —me pregunta.
—Esa decisión es tuya.
—Te sugiero que la tomes cuando no estés sufriendo por los dolores de parto —aconseja Claire—. Créeme que muchas mujeres se lo han planteado estando aquí.
Ada asiente y vuelve a echar la cabeza hacia atrás. No grita, solo emite quejidos bajitos. La suben a la camilla y acomodan su cuerpo. Me dan todo lo que necesito para ingresar a la sala con ella, tan pronto estoy listo voy a acompañarla.
—Nena, creo que no te tomará mucho —le sonríe Claire—. Puedo ver el cabello de Papita.
Le tomo la mano a mi rubia cuando le piden pujar y ahora sí que grita. Joder, en el taller no mencionaron lo complicado que sería ver a tu pareja sufrir tanto. Le hablo a Ada, intentando distraerla del dolor al menos hasta que deba volver a pujar, me recuerda que tendremos solo una hija porque no quiere más y que con Papita será suficiente. Se enfada conmigo por hacer muecas de dolor cuando no soy quien está sufriendo realmente. Luego me pide perdón, pero retira las disculpas cuando otro pedido la hace gritar de nuevo.
—Ada, necesito un poco más, cariño —le pide Claire.
—No puedo —lloriquea—. Mierda, mierda, mierda.
Le tomo el rostro con las manos y la hago mirarme a los ojos.
—Sé que está doliendo como la mierda, amor —ella asiente, dos lágrimas se le escapan—. Pero necesito, necesitamos que aguantes un poquito más. Papita debe salir, Brontë.
—Vale, pero no tendremos más bebés —asegura llorosa.
—De acuerdo —le beso los labios—. Conozcamos a Papita.
Se aferra a mi mano y respira hondo.
—Vamos, Adara —la anima Claire—. Una vez más.
Su rostro enrojece y emite un grito desgarrador que me hace inclinarme hacia ella para sostenerla en caso de que desfallezca, pero no. Sus ojos se abren cuando un dulce llanto se escucha de fondo. Me mira, yo la miro a ella y su mueca de dolor se transforma en una sonrisa gigante.
—Bienvenida al mundo, Papita —escuchamos a Claire.
Ambos dirigimos la mirada hacia allá y una cosita pequeña llena de sangre sigue llorando entre sus brazos. Le cortan el cordón y me la entregan. ¡Joder! Tampoco me preparé para ver a mi hija por primera vez, es pequeñita, tan frágil que temo romperla cuando se encuentra entre mis brazos. Los ojos se me enlagunan y le hablo, sus ojitos me reparan y su llanto cesa por unos segundos. Camino hacia mi valiente futura esposa que abre los brazos para recibirla.
—Hola, mi vida, soy tu mamá —sonríe Ada con las mejillas bañadas de lágrimas, la bebé mueve sus manitas queriendo tocarle el rostro y lo consigue haciendo que mi rubia llore más aún—. Amor, es nuestra bebé.
Me inclino para abrazarlas a ambas. Le beso la sien a Ada y le doy mi dedo a mi hija que no duda en rodearlo con fuerza. Soy tan jodidamente feliz justo ahora, entre mis brazos tengo las razones suficientes para sentirme el hombre más afortunado de universo entero. Las mujeres de mi vida.
—Nuestra bebé —susurro viendo a la pequeñita que no llora más porque parece que nos reconoce por la voz—. Bienvenida al mundo, Jane Eloise.
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HOLAAAAAAAAAAAA<3 HACE MUCHO QUE NO LAS LEÍA.
Semejante extra, madre mía, son más de 13k palabras :') pero re merecido ysi. Llevaba queriendo escribirlo desde hace meses, pero andaba ocupada con Lexie jeje
Espero que lo disfruten mucho y AMAMOS A PAPITA/JANE.
Les debo el extra de la boda, les metí pedida de mano y embarazo en uno solo, ofertón 2x1 jsdfhjsdgdf
Las amo<3 espero que tengan una linda semana. Nos vemos en TIL si es que ya la están leyendo y, si es que no, ojalá se animen prontito.
Besitosssssss<3
PD: si hay errores, me los disculpan porfi, lo subí así nomás jeje. Luego ya lo corrijo y lo vuelvo a subir
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