EXTRA HALLOWEEN
31 de octubre, 2023
Mi mano intenta subir el cierre del vestido que abraza mi cuerpo, pero la tarea resulta imposible, solo llego a la mitad de mi espalda. Suspiro y abro la puerta del baño, donde me encuentro con Lois saliendo de la ducha. Él me observa, repara cada detalle de mi cuerpo hasta detenerse en mis ojos.
—Eres una sexy Tinkerbell —advierte acercándose a mí.
—Esta sexy Tinkerbell necesita ayuda con el cierre. —Me volteo y no tardo en sentir sus manos alrededor de mi cintura—. Necesito que subas el cierre, amor, no que lo bajes.
Ríe por lo bajo antes de dejar un beso en mi cuello, sus labios se pasean por mi piel desnuda y con mucho pesar me obligo a dar un paso adelante.
—Gryffin nos está esperando —le recuerdo.
Suspira.
—Vale, más tarde me deshago de esto. —Sin mucho jaleo, sube el cierre y el vestido termina de ceñirse a mis pechos.
Giro para enfrentarlo y le agradezco con un corto beso que él alarga hundiendo los dedos en mi cabello que aún se encuentra suelto. Suspiro sobre sus labios y Lois sonríe sin dejar de darle cariño a mi boca.
—Recuerdame el plan de hoy —pide.
—Iremos a pedir dulces con Gryffin, luego volveremos a cambiarnos de disfraz y nos uniremos a la fiesta de disfraces de tu amigo —murmuro.
—Olvidas la parte en la que acabaré con este vestido —agrega.
—Puedes deshacerte del que viene, creo que será más divertido así —sonrío.
—Te haré caso. —Palmea mi trasero—. Ahora ve, o acabaremos cambiando el orden de los planes.
Rio y me alzo para otro roce antes de salir a terminar de alistarme, aún me falta el maquillaje y el peinado. Cambiar el itinerario resulta tentador, pero hay un pequeño de rizos esperando por nosotros, no me apetece hacerlo esperar.
Estuve en España durante el último mes, unas cuantas entrevistas sobre la película de Josie que se estrenará a inicios del próximo año. Salió el primer trailer y los medios se alborotaron para pedir entrevistas, la pasé genial junto a Julian que fue mi principal acompañante. Lena está en semana de exámenes y le resulta imposible llevar hoy a su hijo, así que arreglé todo con tal de volver antes para que mi sobrino no perdiera esta bonita experiencia.
Gryffin está un poco obsesionado con Tinkerbell, sus amigas de la casa hogar miran mucho esas películas y a él le terminaron gustando también; cuando nos vio llegar la semana pasada, me señaló diciendo que debía ser Tinkerbell; Lois, por otro lado, fue elegido como una versión masculina de Silvermist.
Me acomodo los zapatos con pompones y ato mi cabello para simular el peinado de Tink. No utilizo mucho maquillaje, solo un poco de máscara para pestañas y labial. Después de todo, luego debo quitarlo para armar el siguiente disfraz.
Con Lois habíamos pensado en hacer una maratón de películas; sin embargo, la invitación de la fiesta llegó hace unos días, la está organizando un compañero suyo de la universidad y, aunque tuvimos un momento de titubeo debido a todo el tema de la privacidad, decidimos aceptar. Distintos actores y cantantes enviaron sus invitaciones también, pero no me siento del todo cómoda con ellos, siento más seguridad con los conocidos de Lois que con los míos.
Mi novio sale del baño y se coloca el disfraz, no hay peinado que hacer, así que no tarda demasiado en estar listo para enrumbarnos a recoger a nuestro sobrino.
Su mano sostiene la mía desatando esas sensaciones a las que mi organismo no se termina de adecuar. Sonrío sin poder, ni querer, contenerlo; él lo nota, por supuesto que lo hace, es por ello que ajusta el agarre y me atrae a su pecho. Caminamos torpemente y reímos cuando Nick nos intercepta, también está disfrazado.
—Iré detrás de ustedes todo el rato —nos informa—, y tú señorita, pudiste elegir un disfraz menos ridículo.
Me carcajeo y suelto a Lois para abrazarlo a él, rodeo su torso y reposo mi mejilla en su pecho. Tarda un par de segundos, pero cede poniendo sus brazos a mi alrededor también.
—Te ves muy apuesto —halago—; además, combinas con nosotros.
Le guiño un ojo antes de alzarme para besar su mejilla. Estiro mi mano hacia mi novio y él no duda en tomarla otra vez. Avanzamos hasta el auto, me monto en el asiento del conductor y abrocho mi cinturón antes de empezar a conducir. Nick viene trayendo las alas, tanto mías como las de Lois, no se puede conducir ni estar sentado en este tipo de asientos sin dañarlas. Cuando las vi por primera vez quedé flechadísima, son perfectas.
Recorro el camino que me sé de memoria y llego al enorme portón que ha sido decorado con telarañas y figuras "tenebrosas". Las risas de los niños se oyen apenas ingresamos y veo a todos los pequeños disfrazados de distintos personajes; logro identificar a un par de princesas, un shrek y tres zombies que vienen riendo juntos.
—Ellos se tomaron en serio el tema de la caracterización —sonríe Lois.
—¡Tía!
Volteo al origen de la voz dónde encuentro a un pequeño Peter Pan saltando hacia mí, abro los brazos y él no duda en rodear mi cuello para que lo alce. Sus rizos cosquillean, pero aún así lo apretujo contra mi pecho sin desperdiciar la oportunidad de besar su mejilla regordeta numerosas veces. Se aparta un poco para mirarme y regalarme una hermosa sonrisa en la que me muestra sus dientecitos.
—¡Eres Tinkerbell! —señala contento y voltea a ver a Lois—, ¡y el tío es Silvermist!
Él voltea sobre su eje a fin de que Gryffin lo pueda reparar mejor, el pequeño aplaude y besa mi nariz antes de pedirme que lo baje. Toma nuestras manos para llevarnos a través del mar de niños. Encontramos a Lenna sumida entre libros y apuntes, está tan concentrada que no se percata de que hemos llegado, es el grito de su hijo el que la alerta y la hace elevar la mirada.
Sonríe enternecida al vernos y se levanta para saludarnos.
—Se ven muy guapos —halaga—, lamento no poder acompañarlos y muchas gracias por esto.
—Descuida —la consuela mi novio—, sé lo dificil y estresante que resulta todo durante los exámenes. Nosotros cuidaremos de él, lo traemos en un par de horas.
—Vale —nos sonríe y se agacha para darle indicaciones a su nene que asiente a todo lo que ella le dice.
Volvemos a tomarlo de la mano luego de que se despide de su mamá y salimos con él a la calle para ir en busca de los tan ansiados caramelos de Halloween. Gryffin es bastante parlanchín, habla hasta por los codos; durante todo el camino nos cuenta distintas anécdotas referentes a sus amigos y a las clases que toma con las profesoras de la casa.
De rato en rato miro a Lois que le sonríe atento a todo lo que menciona, cuando ya hemos avanzado un tramo regular lo alza en brazos para que no se canse. Él le rodea el cuello y pega su mejilla a la suya, sigue sin dejar de hablar, lo cual resulta demasiado dulce. Utiliza muchas muletillas y algunas palabras están mal pronunciadas; sin embargo, está bastante bien para su edad, sus mensajes son comprensibles.
Mi novio le responde a todo lo que él dice y lo deja en el suelo cuando lo pide. Sabe que no debe ir lejos, así que se mantiene a una distancia prudente mirando maravillado a su alrededor.
—Él es muy tierno —señala Lois rodeándome los hombros, con cuidado de no arruinar las alas—, usó la palabra "ingenioso" para referirse a mi disfraz.
—A su edad mi vocabulario no era tan exquisito —sonrío.
—Yo basaba mi existencia en molestar a Eli, tengo la sospecha de que le caía mal cuando era pequeño —ríe.
—¡Tía!
Ambos nos apresuramos a su lado cuando halla la casa a la cual quiere acudir, él toca la puerta y le muestra una sonrisa gigantesca a la dueña que libera un pequeño grito de asombro. Se pone en cuclillas para estar de su tamaño y deja los dulces en su pequeña calabaza. Gryffin agradece y se despide para regresar saltando a la calle principal. Repetimos ese procedimiento hasta que él se agota y pide volver. Durante el regreso, se queda dormido en los brazos de Lois que lo sostiene hasta que llegamos y lo dejamos con su mamá.
—No se levantará hasta mañana —nos sonríe—. Muchas gracias, diviértanse en su fiesta.
Besa nuestras mejillas y le hacemos adiós con la mano cuando nos retiramos.
—¿Lista?
Le sonrío coqueta.
—Estoy lista, más que lista.
***
Lois muestra el código QR desde su teléfono para que nos dejen ingresar y el de seguridad no pone objeciones. Nos adentramos a la discoteca que nos ofrece un ambiente lleno de buena música para bailar y... quien sabe que otras locuras hacer.
Hay mucha gente, por lo que debemos caminar pegados para no perdernos en el océano de personas que baila y salta como si no hubiera un mañana. Lo bueno de esto, es que están tan concentrados en divertirse como para percatarse de que hay una actriz entre ellos.
Todos gritan cuando el ritmo movido cambia a uno lento, reconozco la canción, es Iris, hace mucho que no la escuchaba. Las parejas se pegan y empiezan a mecerse de un lado a otro. Lois abarca mi cintura con sus manos, me vuelve consciente de su presencia junto a mí y mi alrededor deja de existir en el instante en que conecto mis ojos con el suyo.
—Eres una pirata muy bonita, amor —deletrea y puedo entenderlo.
Dejo mis manos a los costados de su cuello y acerco su rostro para poder verlo mejor. Las esquinas de sus parpados se achinan cuando me sonríe, enamorándome más, si es que eso es posible.
—¿En que piensas?
Acaricio el cabello que tengo a mi alcance y me permito sonreírle también.
—En ti y en lo mucho que te amo —respondo.
Me pega por completo a su cuerpo y debo echar la cabeza hacia atrás para que nuestro contacto visual no se extinga; incluso estando con tacones, la altura sigue desfavoreciéndome. Acerco mi mano al parche que le cubre un ojo y lo retiro para deleitarme con su azul por completo. Lois nos lleva alrededor de la pista, bailamos despacio, sin prisa, disfrutando la dulce melodía y la hermosa letra de la canción. Bajo mis manos a su pecho y dibujo círculos sobre la piel que la camisa blanca no está cubriendo, no es un hombre con exceso de vello, pero jugueteo con las pocas hebras que encuentro a mi paso.
El DJ alerta que la música está a punto de variar en cuanto a ritmo y otro grito retumba en el lugar, río porque me encanta la emoción que toda esta gente está sintiendo, resulta contagiosa al punto de tenerme gritando la próxima vez que el coro se hace escuchar.
Lois me gira entre sus brazos cuando la canción inicia, es una canción latina, él la canta para mí sin dejar de bailar conmigo. Me aleja, me vuelve a acercar y se mueve a la perfección, demostrándome que no solo el ballet es lo suyo. Bailamos durante largos minutos sin descanso en los que no puedo ocultar la sonrisa que se despliega en mi rostro, me divierto con las vueltas y los besos torpes que logramos darnos cuando cambiamos de lugar.
Las luces bajan y la canción elegida es la que me permite provocarlo como vengo queriendo hacer desde temprano, es un ritmo sensual y la letra tiene metáforas sucias que ambos comprendemos. Mis caderas se menean y mis manos lo manosean por encima de la ropa, subo y bajo a lo largo de su pecho, introduzco una de mis manos por debajo de la camisa y clavo las uñas en su abdomen.
—Bronte —advierte y me río sin dejar de restregarme contra su cuerpo, esta vez de espaldas a él.
Sus palmas se aferran a mis caderas y las empujan hacia atrás, para que choquen contra las suyas. Mi risa se extingue cuando percibo el inicio de su erección sobre mis nalgas. Volteo a verlo por encima de mi hombro y su sonrisa de suficiencia es un claro «soy igual de bueno que tú en este juego». Y vaya que lo es...
Lois
Está afectándome a niveles que ya no consigo controlar, es tan jodidamente sexy que duele, duele ahí abajo verla meneándose, coqueteándome y provocándome. Está obteniendo lo que quiere, pero soy un pésimo perdedor cuando hablamos de resistir la tensión que se forma cuando uno incita al otro.
Se aleja de mí y va a la barra a pedir un trago, la sigo como un idiota hipnotizado por su belleza, lo que soy porque a pesar del tiempo que paso mirándola, no me termino de acostumbrar a lo hermosa que es. Las botas de tacón abrazan sus piernas y el vestido ajusta la zona de su cintura resaltando las zonas estratégicas de su cuerpo.
La veo agradecer y sonreír, vuelvo a perder el enfoque con esos labios curvándose hacia arriba. Amo demasiadas características de Adara; sin embargo, mi favorita sigue siendo su sonrisa y la manera en cómo todo su rostro cambia cuando está feliz. El verde de sus ojos adquiere un bonito brillo , sus mejillas se ensanchan y sus pómulos se sonrojan apenas. Es un conjunto de reacciones ante la felicidad, su felicidad, que me enamora cada vez más.
Pico su costado para llamar su atención y su mirada vuelve a mí por un par de segundos en los que comparte la sonrisa conmigo. Le dice algo al chico del bar y se acerca a donde estoy. Separo las rodillas para hacerle espacio en medio, se ubica ahí y me observa mientras bebe de su trago, me acerca el borde del vaso inclinándolo para que beba también. Acepto el líquido rojo que se desliza por mi garganta, el sabor del alcohol quema por un segundo hasta que me acostumbro a la sensación, pero la copa se desvía, entonces ya no baja por el interior de mi garganta, sino por fuera.
Mi dulce novia emite un «¡ups!»; sin embargo, no deja de empaparme con el líquido carmesí que al parecer tiene colorante porque mancha mi piel. La diversión no abandona sus ojos y la sonrisita listilla tampoco deja sus labios que se encuentran rojos.
—Creo que deberíamos irnos —murmura—, estás todo manchado, necesitas una ducha, amor.
La tomo de la cintura para acercarla más y ella muerde su labio inferior, su verde está oscureciéndose.
—Podríamos probar quitar las manchas en este baño —sugiero, desviando la dirección de una de mis manos para que presione su entrepierna, es discreto, pero el suave jadeo y los ojos abiertos me indican que está sensible.
—Sí —susurra distraída—, podemos intentarlo.
Se aparta, pero roza mi rodilla al retirarse del hueco entre mis muslos. Me ofrece su mano y no dudo en entrelazarla con la mía, caminamos con prisa entre el gentío hasta dar con el baño unisex que nos recibe alojando toda la tensión. Adara abre la puerta de un cubículo y me pega contra la pared apenas estamos dentro. Me adueño de su trasero y ella de mi cabello, del cual tira a su antojo mientras me besa con una intensidad que ¡Joder! me tiene delirando.
—Quiero —jadea contra mis labios.
Cambio de papeles dejándola contra la pared, separo sus piernas con ayuda de mi rodilla, presiono ahí y ella gime en mi oído. Parece gustarle, entonces repito la acción mientras me tomo el tiempo de besarla; mordisqueo su boca y devoro cada jadeo desesperado que exhala. Sus manos se aferran a mi camisa y arañan la piel descubierta.
—Lois —suspira.
Esconde el rostro en el hueco de mi cuello y ahoga ahí el grito cuando su clímax llega. No dejo de tocarla, ahora con mis manos, pero el vestido sigue dificultándome el acceso total a su cuerpo.
—Vámonos —pide—, te quiero a ti, amor.
—Y yo te quiero a ti —repito, intentando lidiar con los pantis que cubren sus piernas—, ¿puedo romper...?
—Déjame ayudarte. —Mete las manos debajo de su falda y escucho como la tela se rasga—. Ahora, haz algo porque...
La callo con el beso que me corresponde y se impulsa para que la alce, esto será rápido porque de igual manera necesito venerarla entera. Ella desabrocha el pantalón y saca mi miembro que acaricia por un breve instante antes de introducírselo. Percibo la humedad y el como sus paredes se abren para mí. Adara me abraza, nos quedamos unidos por unos segundos, con los latidos resonando en nuestros oídos por encima de la música; el amor toma de cómplice al deseo y ambos nos sumen en un mundo ajeno a todo lo externo a nosotros. Sus gemidos y sus «te amo» ahogados son combustible para mí, porque incluso cuando termino, encuentro fuerzas para sacarla de ahí y llevarla al departamento vacío.
La tensión liberada vuelve a reunirse en el camino de vuelta a casa, así que cuando cruzamos el umbral de la puerta no dudamos en manosearnos otra vez. La alzo en brazos, dispuesto a llevarla a la cama para continuar con lo que iniciamos en aquel baño, pero sus planes son distintos porque me guía hacia un cuarto del departamento que no hemos estrenado aún.
—¿Puedes creer que...llevamos más de un año viviendo aquí y nunca lo hemos hecho en el jacuzzi? —pregunta sobre mis labios.
—¿Es una fantasía, Brontë?
—Sí —responde mientras deja un suave mordisco en mi barbilla—, y como eres un novio muy considerado vas a hacerla realidad, ¿verdad?
Rio, pero asiento.
—Tus fantasías se convierten en las mías, amor.
La siento al borde del jacuzzi y me encargo de soltar el cinturón que rodea su cintura, el vestido se holga y resulta más fácil de quitar. Adara se deja hacer, acaricia mi pecho y se relame los labios mientras continuo desvistiéndola; deslizo mis dedos a lo largo de sus piernas cuando retiro las botas y sonrío deshaciéndome de los pantis que se vuelven nada entre mis manos.
No hay sujetador y las pequeñas bragas no hacen mucho por cubrirla, está en su máximo esplendor: hermosa con los labios hinchados, las mejillas sonrojadas y el cabello enmarañado; la luz de la ciudad ilumina el salón con ayuda de los pocos focos que encendimos convirtiendo la escena en una que capturo en mi mente, mi corazón y en todo lo que soy.
Me arrodillo frente a ella, ni siquiera hace falta pensarlo, mi cuerpo actúa por sí solo, respondiendo al estímulo de su presencia; quiero complacerla porque haciéndolo el placer viene a mí también. Sus piernas se abren para mí y sus bragas desaparecen dejándome contemplar la humedad de su centro.
—¿Puedo? —Subo la vista a sus ojos oscurecidos, una sonrisa se dibuja en su rostro.
—Siempre que quieras, mi amor.
Acerco mi boca a sus muslos y la siento estremecerse, mi lengua se desliza a lo largo de la cicatriz que se dibuja en su pierna antes de enfocarme en el botón rojo que pide atención. Ada suspira y sus manos se adueñan de mi cabello, manteniéndome justo donde quiere; conozco su cuerpo y estoy familiarizado con cada rincón de ella, por lo que no tardo en hallar el ritmo que le gusta y la tiene jadeando mi nombre una y otra vez en medio de maldiciones y llamados a las pobres divinidades que nada tienen que ver en nuestros encuentros.
—Vas... vas a matarme —jadea ejerciendo fuerza en su agarre, sus piernas tiemblan a mis costados—. ¡Mierda!
Rodeo su cintura con uno de mis brazos para evitar que caiga y dejo un último beso entre sus pliegues antes de volver a su altura; su respiración se entrecorta, pero consigue dibujar una sonrisa perezosa para mí.
—Debo quitarte esas manchas rojas —murmura—, entremos, ¿sí?
Me desvisto y ella no pierde el tiempo, incluso cuando le falta estabilidad, se introduce en la bañera que empieza a llenarse. Flexiona su dedo índice llamándome; no debe hacerlo dos veces, apenas termino con la última prenda me meto con ella que abre los brazos para mí. Me apretuja contra su pecho por unos segundos, toma mi rostro entre sus manos y lo sostiene frente al suyo. Se ve radiante, sus dedos húmedos acarician mi cejas, bajan a mis labios donde se detienen; Adara se remueve en su lugar, pero al no conseguir comodidad, decide que mis muslos serán su asiento perfecto.
—Espero estés a gusto —señalo acariciando su cintura.
—Lo estoy, pero ahora voy a besarte, ¿vale?
Sonrío, no pongo objeciones y le concedo el permiso para hacer conmigo lo que se le antoje. No tiene prisa, me besa lento, disfrutando cada segundo en el que nuestros labios se encuentran unidos; retiene mi labio inferior entre sus dientes y tira de él sin emplear mucha fuerza. Abro la boca y mi lengua sale a encontrarse con la suya, sumergiéndose en una danza sin fin que nos tiene suspirando y con los corazones latiendo rápido.
—¿Sabes? —susurra contra mi piel—. Me encantan tus reacciones: lo acelerado que late tu corazón y como tu respiración se vuelve errática también. Me gusta no ser la única afectada.
—Me tienes así siempre, lo sabes.
—Lo sé, pero nunca te lo había dicho.
La estrecho contra mi y sus manos caen sobre mi pecho. El agua se balancea con cada movimiento que hacemos; sin embargo, no es algo que nos preocupe demasiado, estamos ensimismados el uno con el otro. Sus dedos viajan a lo largo de mi torso hasta dar con mi miembro que sostiene, sus dedos lo rodean y el sube y baja de su mano consigue enloquecerme haciéndome liberar su nombre en medio de jadeos ahogados.
Se desliza sobre mis muslos hasta llegar a la erección contra la que se restriega contoneando las caderas.
—¿Quieres? —inquiero acercándola, también me gusta el contacto.
Ella asiente y me inclino para abrir el sumidero que se tragará el agua del jacuzzi, al menos lo suficiente para darle lo que me pide sin poner en riesgo su salud, no me apetece verla mal debido a alguna infección. La beso y acaricio mientras la tina se vacía, para que esté lista; deslizo los labios por su cuello y clavícula, chupo y muerdo obteniendo esos gemidos bajos que tanto me prenden. Cierro el conducto cuando considero que ya no hay peligro y la ayudo a alzarse, pone una mano sobre mi hombro, con la otra tantea su entrada, jugueteando con el glande contra su clítoris antes dejarse caer con una lentitud tortuosa, percibo nuevamente como se abre para mí, el calor que emana y lo húmedo que se siente todo.
Mi cabeza cae hacia atrás y el gruñido se pierde en mi garganta, Adara empieza a moverse, complaciéndose a sí misma, pero complaciendome a mí en el trayecto. Se inclina hacia adelante ofreciéndome los pechos que gustoso devoro, me adueño de un pezón mordisqueando y succionando a mi antojo. Mis manos se mantienen sobre su cintura y cada cierto rato se introducen entre sus piernas para estimular ese otro punto. Los jadeos retumban en la habitación y mi novia me reduce a su existencia cuando acelera sus movimientos.
—¡Mierda! —gime—, ¡mierda, mierda, mierda!
Las sensaciones se reúne en mi espalda baja, estoy cerca, ella igual; mi pulgar presiona su nudo de nervios para ayudarla a llegar sin esperar que su llegada derive a la mía, sus paredes se contraen alrededor de mi miembro y aquello libera toda la tensión acumulada. Ada se abraza a mi cuerpo recibiendo todo lo que le doy. Me aferro a su cuerpecito hasta que ambos nos recuperamos.
—¿Me llevas a la cama? —inquiere bajito—. El sube y baja me ha cansado las piernas.
Rio, ella me imita, entonces ambos nos carcajeamos, lo hacemos en el camino a la habitación y mientras seco su piel con ayuda de una toalla. Nuestras sonrisas tontas no se extinguen ni por un segundo, porque estoy enamorado de ella y de estos momentos; a Ada le sucede igual, lo percibo en cada caricia, cada mirada, es imposible no notarlo cuando es tan transparente.
Sigue desnuda y se estira entre las sábanas, palmea junto a ella invitándome a recostarme también, dejo las toallas para que se sequen y obedezco jalándola contra mí.
—¿Lois?
—¿Brontë?
—Te amo mucho —libera en medio de un suspiro—, te quiero siempre aquí.
Me siento corto de palabras, así que respondo demostrándole mi amor mediante un beso en el cual dejo parte de mi corazón. Suspira y se derrite debajo de mi cuerpo, lo que me hace esbozar una sonrisa; me esmero en mi «te amo» no verbal, acaricio sus labios, su piel y cada pedacito de su rostro. Cuando llego a su nariz obtengo esa bonita curvatura, una que me infla el pecho y me deja sin aliento.
—Tienes mi corazón por completo, Adara Brontë —confieso sobre su boca—, te lo entrego sin temores porque sé que me amas tanto como yo a ti, tengo la certeza de que no vas a dañarlo.
—Cuidaré de él así como tú cuidas del mío —sus dedos se enredan en mi cabello—, es tuyo desde hace mucho, amor.
Me atrae a su pecho y percibo el tacto de sus yemas sobre mi cuero cabelludo. Sus caricias son constantes, relajantes al punto de adormecerme, pero no lo suficiente para evadir el sollozo silencioso que oigo.
—Estoy bien —asegura cuando me alzo para observarla—. Soy feliz, Lois.
Ríe y las lágrimas caen de sus ojos.
—Eso es genial, Ada —seco los bordes de sus ojos.
—Gracias por ser feliz conmigo, por abrazarme y celebrar conmigo, por darme la mano para apoyarme cuando me siento caer —sonríe; sin embargo, no deja de llorar—. La vida está llena de altibajos, un instante vas de subida y al siguiente puedes irte de culo contra el suelo; es bonito saber que puedo mirar a mi lado y encontrar a alguien que estará conmigo sin importar que tan buena o mala sea la situación.
Decido cambiar los roles y la atraigo para que esté sobre mi torso ahora, rodeo su cuerpo con mis brazos dándole soporte.
—Yo te amo, Adara —conecto mi azul con su verde—. El amor no es un sentimiento que salga a relucir solo en los buenos momentos, es ese ancla que te trae de regreso cuando algo va mal, es la luz de esperanza que ilumina cuando la oscuridad llega.
—Eres mi ancla, eres mi luz —murmura.
—Yo te sostengo, tú me sostienes —le sonrío—; ninguno cae porque siempre estará el otro para evitarlo.
Asiente sonriente y se recuesta sobre mi pecho, con su palma tocando la zona donde reposa mi corazón. Halloween es disfraces, dulces, gritos y sustos; pero este halloween está sumando un recuerdo lleno de fulgor y amor a mi memoria.
¡HOLAAAAA!
Espero que estén disfrutando su halloween (siempre cuidándose por fi), aquí está mi regalito del día de brujas; tiene su dosis de salseo, de risas, de momentos tiernos y de todo lo que hace de Lois y Adara una pareja que amo y admiro un montón.
Se los digo seguido por instagram, pero muchas gracias por estar aquí y leer cada cosita que escribo, las amo muchooo <3 Este mes ha sido de locos, no esperaba que las cifras subieran así de rápido y fue una montaña rusa de emociones ver la cantidad de comentarios que llegaban.
Saben como encontrarme en redes, estoy ahí para cualquier consulta, o si hacen alguna reseña, me encantaría leerla y saber lo que piensan del libro <3 no olviden etiquetarme.
Espero que nos leamos prontito, otra vez: las amoooo.
Que tengas felices lecturas <3
Pd: entre las canciones que bailaron Ada y Lois están "La Melodía" de Joey Montana y "Iris" de Goo Goo Dolls
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