EXTRA: AMOR, AMOR, AMOR
Lois
30 de abril, 2028
El llanto agudo me hace abrir los ojos, nadie dijo que ser padre sería cosa fácil, pero, al parecer, Papita nos dio un respiro durante el embarazo para llegar con toda la energía que acabaría con los periodos largos para dormir.
Me giro tras asegurarle a Ada que yo me encargaré de esto. Si bien se puso en pie a las horas de haber dado a luz, sigo dejándola descansar cuando a Jane se le quita el sueño a esta hora. Mi hija será del equipo lechuza, lo sé desde ya. Extiendo la mano hacia la extensión de la cama que reposa de mi lado y sus deditos no tardan en sostener uno de los míos. Me pongo de pie y la tomo en brazos para mecerla.
—¿Qué sucede, amor? —le pregunto mientras salgo de la habitación para ir a la suya.
Por obvias razones, no obtengo respuesta, pero sus ojitos azules, iguales a los míos, me reparan. Algunos quejidos siguen saliendo de sus labios y lleva mi dedo hacia su boca, lo que me indica que es hambre lo que está aquejándola. Intolerante al hambre, digna hija de su madre. Desde ya puedo verlas atiborrándose de pollo frito cuando a Papita se le permita injerir aquello.
—De acuerdo, vayamos por la leche que mamá dejó para ti —me responde con otro quejido.
Vuelvo a salir, esta vez de su habitación para ir hacia la cocina, donde está la reserva de leche que Ada se sacó para momentos como estos. Pongo a entibiar un poco, entretanto, le hablo a mi bebé como si entendiera una palabra de lo que le digo. Ella no deja de observarme y su forma de actuar me hace creer que realmente comprende cada palabra que sale de mi boca.
—Tu tía Kallie está ayudándome a manejar todo en el bufete, para que yo pueda cuidar de ti y de mamá, aunque mamá es capaz de hacerlo por sí misma —le sonrío—. Tienes una mamá maravillosa, aunque creo que eso ya lo sabes, ¿a que sí?
Se ríe logrando que caiga un poco más por ella. Su manita se aferra a mi camiseta y tira de ella con fuerza.
» Entonces sí lo sabes.
Me muevo con ella y me aseguro de que la leche no esté muy caliente antes de poner el biberón entre sus labios. Succiona como si la vida se le fuera en ello, continúo hablándole y ella sigue mostrándome el único rasgo físico que heredó de mí, todo en ella grita «Soy hija de Adara Harmony», pero los ojos me recuerdan que también participé del proceso.
—Traeré una cubeta para recogerte la baba —alzo la vista y encuentro a mi cuñada mirándonos con una sonrisa en los labios—. ¿Recién despertó?
—Hace unos quince minutos, ¿qué haces despierta?
—Se me quitó el sueño y quería venir por algo para comer, te escuché hablándole —responde—. Será más lista de lo que ya estaba destinada a ser.
Camina hasta donde estoy y le sonríe a Jane que le pestañea coqueta.
» Mira que es preciosa, ¿lo eres verdad, cariño?
Mi hija responde empujando el biberón y riendo.
—Ella te adora.
—Por supuesto que lo hace, soy su tía preferida —se pavonea haciéndome reír.
Jane vuelve a succionar del biberón y se concentra en acabar su leche, ignorando por completo el compromiso de decidirse por una tía favorita. Kia va por aquello que buscaba al inicio y come mientras nos observa.
—Lois —me llama, la miro indicándole que continúe—. ¿Cómo supiste que amabas a mi hermana?
—¿A qué viene la pregunta?
—Estoy escribiendo y necesito información de una fuente confiable —me sonríe—. No quiero volar demasiado.
—No creo que haya una respuesta concreta, Kia —me encojo de hombros, miro a mi hija que no deja de observarme—. Solo es como un calorcito en el pecho cada vez que pienso en ella, el saber que no hay mejor momento que cuando la tengo entre mis brazos, que sus sonrisas son como medicina y que cuando me mira es como si el mundo a nuestro alrededor desapareciera. No podría decirte un momento exacto, solo lo supe.
—De acuerdo, lo anoto, gracias —le da un último mordisco a la fruta que tomó y se acerca otra vez para besarle la frente a Jane—. Hasta más tarde.
Desaparece por el umbral y escucho su puerta cerrarse.
—Creo que a tu tía le gusta alguien —le susurro a Jane que abre los ojitos como si se impresionara, me rio—. Es un secreto.
Le retiro el biberón cuando acaba el contenido y la apoyo contra mi hombro para que eructe, es de las bebés que no eructan mucho, lo hemos descubierto tras un mes dándole de lactar. Acaricio su espaldita y ella pellizca la piel de mi cuello. Vuelvo a mecerla tras oír el característico sonido que me indica que ya echó lo que tenía que salir. Le tarareo una canción de Taylor Swift, porque Ada ha descubierto que con esas se duerme con más facilidad.
Sus ojitos parpadean con pereza y, aunque parece luchar contra el sueño, acaba cayendo en el regazo de Morfeo. Respira con tranquilidad y yo me quedo viéndola por unos minutos en los que cedo a sus encantos. Llevo enamorándome de ella desde que la vi por primera vez y con cada día que transcurre parece que se roba un poco más de mi corazón.
—Vale, ahora sé por qué estaban tardando —mi rubia me sonríe cuando dejo de mirar a nuestra hija para verla a ella.
—Acaba de dormirse —le informo.
Se pone de puntillas para besarme los labios y baja la mirada para contemplar a Jane que duerme plácidamente entre mis brazos.
—¿Vamos a la cama? —pregunta.
Asiento y camino tras ella que acomoda el lugar donde dejaré a la bebé. La acuesto con cuidado y por unos instantes ambos la contemplamos. ¿Cómo es posible que esa personita tan preciosa sea nuestra?
—Creo que es lo mejor que hemos hecho juntos —susurra Ada—. Y mira que hacemos cosas maravillosas —ríe.
—Nos esmeramos con ella, definitivamente —la rodeo apoyando mi mentón en tu hombro—. Te amo, Brontë.
—Yo te amo a ti —responde girando para mirarme, apoya las manos en mi cuello, obligándome a inclinarme para estar a su alcance—. Te amo mucho.
—Es lindo saberlo.
—Presumido —se ríe contra mis labios.
—Creo que es legal presumir que la mujer que amo me ama también.
—¿Tan legal como empezar a realizar los preparativos para la boda? —indaga, sus orbes verdes me reparan con la misma atención que empleaba Jane.
—¿Ya estás lista? —le pregunto, solo para confirmar.
—Lo estoy.
—Entonces creo que podemos empezar a planear todo, ¿Cuándo quieres casarte, amor?
—¿Puede ser en octubre? Me gustan las bodas en otoño.
—Cuando tú quieras, mientras estemos tú, yo y quienes queremos, para mí será perfecto.
—Le diré a Benja que me ayude con todo, no quiero estresarme —me dice.
—De acuerdo —la beso—. ¿Será aquí?
Me mira como considerándolo, aunque la conozco tanto que ha de haberlo decidido ya, de lo contrario, no me lo habría dicho.
—Estaba pensando en Londres, ¿crees que tu papá pueda prestarnos su casa? Quiero algo discreto, nada que pueda llamar la atención de los medios.
—Sabes que papá te adora y estará más que encantado de tenernos allá.
—De igual modo, pregúntaselo —pide.
—Vale, mañana mismo lo haré, para que puedas darle la información a Benja.
Asiente y me sonríe. Tiene las mejillas sonrosadas y sus labios lucen más apetecibles que de costumbre, no aguanto y acabo acariciándolos con los míos otra vez. Me recibe gustosa y enreda los brazos alrededor de mi cuello.
—¿Puedo poner a Taylor en la entrada? —indaga.
—Amor, no tienes que preguntarme eso.
—También es tu boda —me responde, besando la comisura de mi boca.
—Y ya te dije que lo único que necesito para que sea perfecta es que seas tú con quien me case —vuelvo a atrapar sus labios.
Suspira, pero vuelve a apartarse apenas.
—Vale, pero me sentiré mejor pidiéndote que confirmes cada decisión que pueda tomar.
—Está bien —le beso la nariz—. ¿Sabes dónde quiero ayudar?
—¿Dónde?
—En la luna de miel.
Se ríe y me da un golpecito en el pecho.
—Te ves preciosa con encaje, me pido un conjunto de encaje para la primera noche —le digo sonriente—. Blanco, negro, ¡uf, el rojo también te queda genial! Creo que dos rojos de encaje estarán bien.
—¡Lois! —me regaña bajito, sin dejar de sonreír.
—¿Y podemos llevar de esos juguetes que te gustan?
—Nos gustan —me corrige.
—De acuerdo, nos, pero ¿podemos?
—Lo tomaré en cuenta —ríe.
Vuelvo a besarla, recordándome que estoy a un beso menos del beso que nos declare felizmente casados. Enredo mis dedos entre su cabello mientras fantaseo con verla entrar con un vestido que solo acompañe la belleza que siempre se carga encima. Con esa sonrisa tan preciosa que esboza cada vez que nuestros ojos se encuentran. Pienso en lo que significa, no por el ámbito legal, sino en el sentido simbólico de todo aquello, en sus manos entre las mías, en las promesas de amarnos a pesar de los altibajos, a pesar de las discusiones, en el compromiso de ser quien recoge al otro cuando todo parezca irse abajo. En todo lo que ambos hemos hecho con anterioridad, pero que ahora nos diremos.
6 de julio, 2028
Abro la puerta del departamento y mi sonrisa es automática cuando escucho la risa de Ada. He ido regularizando mis horarios en la oficina de tal modo que consigo estar con ellas al menos durante la tarde, mi futura esposa echa una siesta mientras yo cuido de Jane y conseguimos cenar juntos. Solo nos saltamos esto último cuando surge algún inconveniente en el trabajo, el hecho de que sea una firma cada vez más grande añade responsabilidades y deberes que ya no puedo dejar solo en manos de Kallie, incluso si ella insiste en encargarse de todo.
Dejo el maletín en el estudio y camino a la habitación de mi hija que es el lugar de donde sigue saliendo la risa de mi rubia. La imagen de las dos me hace sonreír como un bobo. Ada le está dando de lactar y ¡joder! Es tan precioso verlas conectar así, saber que ella está disfrutando de su etapa como mamá, incluso cuando al principio parecía temerle en especial a la lactancia. Las primeras dos semanas fueron complicadas, no tenía mucha leche y eso la afligía porque creía que no tenía lo suficiente para que nuestra pequeña se alimentara bien, no se sentía cómoda dándole fórmula, pero tuvo que aceptar mientras probábamos distintos métodos para conseguir que sus pechos se llenaran. Cuando la bendita leche llegó, noté el cambio, fue imposible no hacerlo. Sus ojos brillaban más, recuperaron el brillo que perdió durante los primeros días y se esmeró en reconectar con Jane.
—¿Disfrutas tu merienda, Jane? —le pregunta con una sonrisa.
Me cruzo de brazos y me apoyo en el umbral, deseando que no me vea para no romper su burbuja, pero no queriendo irme porque quiero seguir contemplándolas. El cabello rubio le sigue creciendo a Jane, ya podemos hacerle pequeñas colitas que a su mamá le encantan; sus ojos azules han ido adquiriendo cada vez más el mismo tono que los míos; sin embargo, sigo sintiendo que es Ada quien me mira cuando mi hija lo hace, su mirada es similar, casi igual.
—¿Así que ahora también desgastas a nuestra hija? —parpadeo, volviendo a enfocarlas.
Le sonrío.
—Una foto no me basta, lo siento —me acerco hasta donde está y me inclino para besarle los labios. Jane suelta el pezón de su mamá y libera un gritito alzando los brazos.
—Y ahora, paso a segundo plano —sonríe Ada—. Quiero creer que es porque no te ha visto en todo el día.
—Es eso, ella te adora y lo sabes —le beso la coronilla—. Iré a lavarme las manos para tomarla.
Tras encargarme de limpiarme bien de los microbios de la calle recibo a mi pequeña rubia. Ada extiende los brazos y se estira, parece aliviada de que por fin haya llegado y lo entiendo bien; a pesar de amarla, es cansado, tiene todo el derecho del mundo a solicitar un descanso.
Pongo a Jane sobre mi pecho para ayudarla a eructar, mientras tanto, Ada se apoya en la pared para embeberme con la mirada. Hago como que no lo noto, intento concentrarme en mi pequeña, pero su mirada es taladrante, resulta imposible ignorarla así que acabo mirándola.
—¿Te he dicho lo hermoso que te ves cómo papá? —sonríe.
—¿Más?
—Engreído —rueda los ojos.
—Eres tú quien me sube el ego, así que no te quejes —le sonrío—. Usted también se ve preciosa como mamá, señora Aymerick.
Abre esos ojos verdes que tanto me gustan y parpadea lento.
—Aún no lo soy.
—Es para que vayas acostumbrándote —le guiño un ojo. Giro a Jane apenas escucho el sonidito que emite cuando ya está lista. La acuno entre mis brazos y la mezo.
—Seguiré siendo Adara Harmony para el mundo —me advierte divertida.
Sonrío y me inclino para besarle la nariz.
—Lo sé, Brontë —le susurro—. No planeo pedirte que cambies eso; sin embargo, para mí serás la señora Aymerick. Mi esposa.
—¿Te lo tatuarás? —se ríe.
—Podría hacerlo —me rio también—. ¿Tú qué opinas, Jane? ¿Debería tatuarme el nombre de tu mamá?
No soy un amante de la tinta, al menos no en mi cuerpo, así que tengo muy en claro que todo esto es broma; Ada lo sabe también y, al parecer, mi hija opina igual porque hace una mueca de disgusto.
» Vale, Jane lo desaprueba.
—Una lástima —Ada se seca una lágrima inexistente—. Suerte para mí que en tu corazón ya me tienes tatuada.
Camina hasta donde estoy, dejando libre la pared en la cual se recostaba.
—Eso no tienes que dudarlo, amor —la miro.
—Oh, créeme, dudas no tengo —me besa la mejilla y le entrega su dedo a nuestra hija que no duda en tomarlo—. Eres nuestro, ¿a que sí, amor?
Jane le sonríe, entretenida con el dedo que sigue reteniendo con su manita.
Me muevo con la pequeña rubia alrededor de su habitación mientras Ada me cuenta como estuvo su día. Sé que tan bonito no fue porque conseguí ver fotos en internet, Kallie me las envió. No quise mencionárselo, pero ahora ella está contándomelo todo.
—Ya ni siquiera estoy en el foco —se queja. No está mirándome, se encuentra ordenando la habitación de Jane y sé que lo hace para evitar que me preocupe; no obstante, lo hago igual—. Por suerte no han capturado su carita, pero no es justo que viva encerrada, ella merece ver el mundo, descubrirlo y no podrá hacerlo libremente si esos imbéciles siguen sin aprender a respetar.
—No es culpa tuya, Brontë —le recuerdo y ella suspira, apoyándose en los barandales de la cuna. Veo sus hombros sacudirse y me aproximo a donde está.
Dejo a Jane en la comodidad de su cuna, no le molesta y se entretiene con rapidez con su peluche de apego, tras eso me encargo de abrazar a Ada que solloza contra mi pecho.
» No es tu culpa, amor —le repito.
—En parte lo es, Lois —solloza—. Mi bebé no debería tener que pasar por esto, es solo una pequeñita, pero es mi hija y ahora ella también debe lidiar con ello.
Tomo su rostro entre mis manos, sus ojitos inundados en lágrimas me miran tristes.
—Amas lo que haces, Ada, si no lo hicieras te pediría que lo dejes para no seguir torturándote; pero amas actuar, amor, no serías tú sin eso y lo sabes. Pedirte dejarlo sería egoísta y demasiado cruel porque te arrebataría tu esencia. Yo te amo completa, incluso con el bonus de los imprudentes con cámara; Jane estará orgullosa de su mamá un día, aprenderá a vivir con esto porque te ama y sabe que tu trabajo es lo que te hace feliz.
Sus lágrimas mojan mis pulgares. Me inclino a besarle los labios.
» Haremos lo posible por seguir ocultándola, pero sin evitarle conocer el mundo, ¿de acuerdo?
Asiente y tira de mi camisa para acercarme más a ella. No me dice nada, solo me mira; sin embargo, tras tantos años de relación consigo entender lo que me quiere decir. Es un gracias mudo. Un gracias que no necesitaba; sé que su debilidad es herir a quienes ama, herirlos por hacer algo que ama y esa debilidad se ha incrementado desde que nació Jane, le da vueltas, a veces más de las necesarias, al tema de la privacidad. Hemos tenido más de una conversación al respecto y sé que seguiremos teniéndolas, sin embargo, estoy dispuesto a repetirle cuantas veces necesite que no debe dejar su trabajo por ello.
Se lo ha planteado, se ha planteado dejar la actuación, no un descanso, un corte definitivo. Si supiera que lo hace por ella, la apoyaría sin dudarlo, pero sé que no es ella quien quiere hacerlo, ¿cómo? Porque siempre que le doy mi opinión en contra, suspira aliviada; como si temiera tener que hacerlo si yo también apoyo esa idea que se le vive cruzando.
—Te amo —susurra.
—Yo te amo a ti —acaricio su nariz con la mía.
Miro a mi hija para asegurarme de que siga entretenida con su jirafa tejida, lo compruebo y enredo los dedos en el cabello de Ada para acercarla a mi boca, esta vez para besarla de verdad. Emite un suspiro bajito y se deja ir en el beso dulce que estamos compartiendo. Se aferra a los costados de mi camisa, yo solicito acceso a su boca, acceso que me es permitido, profundizo el beso, saboreándola por completo, adueñándome de sus miedos para poder echarlos fuera. Le infundo la seguridad que tiene la mayor parte del tiempo, pero que flaquea cuando se trata de nuestra pequeña y su seguridad. Le recuerdo lo mucho que la amo, lo orgulloso que estoy de ella, de todo lo que ha conseguido y de la persona que es.
Cuando dejo ir sus labios, ella mantiene los ojos cerrados, luciendo tan preciosa como siempre, con la calma adornándole otra vez las facciones. Le acaricio el pómulo y Ada sonríe.
—Gracias.
—Gracias a ti por no guardártelo —le beso la comisura de la boca—. Si lo guardas, te lastima y no queremos eso.
Suspira y asiente.
—¿Cómo te fue a ti en el trabajo? —me pregunta, esta vez es ella quien se gira para ver que Jane no esté haciendo nada que pueda dañarla.
—He tomado un caso que está resultando complicado —le digo, extendiendo la mano para que ella la tome, no duda en hacerlo—. Es de esos en los que surgen variables que no tenías en cuenta al inicio, pero me entretiene y sabes que cuando es así de desafiante me gusta más.
—Porque eres terco —se ríe.
—Claro, lo dice la señorita terquedad.
—Vale, vale, sigue, ¿irás tú al juicio?
Asiento.
—Kallie me ayuda a preparar, pero acordamos que esta vez iría yo, estoy más involucrado.
—¿Nada peligroso?
—No, descuida.
—Me gustaría ir —forma un puchero—. No puedo creer que hasta ahora no te haya visto en acción.
—Claro que lo has hecho —la molesto y blanquea los ojos.
—Serás idiota, hablo de la otra acción.
Me rio.
—No especificaste —me encojo de hombros con inocencia—. ¿Kia aún no vuelve?
Niega.
—Ve a vestirte —me palmea el abdomen—. Lexie nos invitó a cenar, hoy se le antojó cocinar para más de dos.
—Vale.
Me inclino para besarle la coronilla y le doy una última sonrisa a mi hija que no me presta atención, sigue entretenida con su jirafa.
Cuando termino de vestirme encuentro a Jane con una ropa diferente, pero bastante similar a lo que trae Ada puesto. Una versión infantil del vestido café que le adorna el cuerpo y se amolda a sus curvas. Mi casi esposa, está poniéndole un lacito en la pequeña colita que le hizo con el poco cabello que ha ido creciendo, demasiado concentrada en la tarea como para notar mi presencia. Nuestra hija no emite quejas, sigue ensimismada viendo a su pequeño peluche.
—Mírate, pedacito de cielo —sonríe Ada—. Estás preciosa.
—Ambas lo están —mi rubia se sobresalta y me acusa con el dedo.
—Vas a infartarme. ¿Estás listo? —asiento—. De acuerdo, ¿llevas tú a Papita?
Vuelvo a asentir y me aproximo a la cuna donde mi hija permanece recostada. La tomo en brazos, por accidente se le cae la bendita jirafa y sus labios no tardan en temblar formando un puchero. Ada se apresura a recoger su juguete y volver a dejarlo sobre su regazo. Su rostro, que empezaba a teñirse de rojo, vuelve a adquirir su tono natural y el puchero desaparece.
—Joder, por poco y lo arruinamos —se ríe Ada.
—Vamos a tener que conseguir otro de estos, imagínate que se nos pierde —suspiro y acomodo a la pequeña rubia entre mis brazos—. No nos lo perdonará.
—Le preguntaré a Lexie donde fue que la consiguió, para pedir unos tres más por si acaso —se cuelga la mochila de Jane en el hombro y retoca el lacito antes de avanzar en dirección a la salida.
Sus caderas forman un vaivén mientras camina, mis ojos bajan por inercia a esa zona, embobándome por un instante. Es Jane la que me saca del trance cuando tira de mi camiseta. La miro y su balbuceo me hace sonreír.
—Perdón, pero debes entender, tu mamá es preciosa.
Salgo de su habitación, encontrándome con Ada en el pasillo, mantiene su caminata elegante y extiende su mano hacia mí para que la tome con la que tengo libre.
—No creas que no noto cuando me miras —sonríe engreída.
—No lo estaba ocultando —me inclino para besarla.
Salimos y subimos al ascensor que nos llevará con Lexie, agradezco infinitamente que vivan solo a unos pisos de distancia. Resulta de gran ayuda porque sé que Ada no está sola cuando yo salgo a trabajar. Mi suegra regresó a Miami hace unas semanas, no podía solicitar más permiso. Mamá también regresó a Los Ángeles, un poco en contra de su voluntad. Eli está trabajando en un proyecto en Londres, no tengo idea de cuando volverá y Kia tiene clases en la universidad. Estamos relativamente solos, salvo por Lexie y Finn.
La castaña abre la puerta apenas la tocamos y toma a Jane de mis brazos.
—¿Quién es la bebé más preciosa?
—Mi hija —sonríe Ada.
—Por supuesto —le besa la cabecita a mi hija—. ¡Finn! ¡Ya llegaron!
El mencionado aparece por el pasillo y viene a saludarnos. Le jala un mechón de cabello a Ada y me da un breve abrazo. Hace ademán de tomar a la pequeña rubia, pero Lexie se gira evitándoselo.
—Yo cociné, te toca servir —le saca la lengua—. Déjala que es mía por ahora.
—Yo puedo servir —se ofrece mi rubia, todos giramos a mirarla—. Ay, vale, era solo una broma.
La estrecho contra mi costado y ella suelta una risita.
—Yo serviré —le beso la coronilla—. Ustedes quédense con ella.
—Vieron, Lois hará que mi comida luzca mejor de lo que es —se ríe Lexie.
Me muevo a la cocina y me distraigo distribuyendo la comida en los distintos platos, cuando ya estoy por terminar, aparece Finn.
—Yo los llevo —se acerca a tomar dos platos—. Igual Lexie no quiere dármela, dice que yo ya paso mucho tiempo con ella.
—Parece que nunca es suficiente —me rio y llevo los que restan.
—Hicieron a una niña demasiado encantadora.
Deja los platos sobre la mesa que ya está lista. Imito su acción y me preparo para llamar a las chicas, pero los pasos se apresuran a resonar contra el suelo.
—Confirmo lo que dijo Finn —canturrea Lexie pasando por mi lado.
Se sienta con Jane en su regazo e ignora su comida, sigue jugando con mi pequeña. Ada hace lo mismo frente a ella, yo me acomodo a su lado y Finn se mueve al costado de Lexie, ahora si le permite intentar llamar su atención, y vaya que lo hace bien.
Pruebo un bocado de la comida y saboreo lo bien que está preparado.
—¿Ves que sí soy buena alumna? —se ríe Lexie—. Me subestimaste.
—Voy a admitir que está muy rico.
—No hacerlo sería muy cruel de tu parte —me saca la lengua—. ¡Oh, no, Jane!
Me carcajeo cuando Finn toma en brazos a mi hija y ella se va con él más que complacida. Lexie, por su parte, se cruza de brazos y forma un puchero.
—Debes aprender a perder, Estrellita —Finn le roba un beso antes de sonreírle.
—Pero yo la tenía —le reclama.
—Sí, pero los bebés me adoran —se regodea, ganándose una mala mirada.
Me entretengo viendo el espectáculo mientras me alimento, es delicioso cocinar y comer lo que preparas; pero que alguien más cocine igual de rico que tú y tengas solo que ingerir los alimentos es simplemente perfecto. Ada me da una patadita por debajo de la mesa, la miro y me señala a los negociantes frente a nosotros.
—Pero la quiero ahora —reclama Lexie.
—¿Te parece si cenas y luego te la doy para poder cenar yo?
—No —niega.
—No voy a negociar eso, Lex —Finn se mantiene firme.
—Ah, ¿sí? ¿Por qué no?
Finn suspira y mueve un poco a Jane para que no se aburra.
—Porque una vez que la tengas no querrás soltarla y no podrás comer —creo que tenemos un ganador.
—Yo creo... —Ada intenta intervenir.
Lexie gira a verla.
—Nena, te adoro, pero ustedes dos no pueden tomar parte —sentencia.
—Pero es mi hija.
—Ah, ah —niega la castaña.
—Bueno, solo no la partan en dos —sonríe Ada y sigue comiendo, vaya sacrificio.
La discusión se mantiene por otros minutos en los cuales mi rubia y yo nos lanzamos miradas, evaluando la situación y las partes involucradas. Al final parece que llegan a un acuerdo, uno que se susurran y que espero mi hija no escuche, porque aparenta ser un intercambio no apto para menores.
—Hecho —cede Lexie y le da un beso a Jane en la coronilla antes de mirar por primera vez su comida—. Oh, que lindo se ve.
—También sabe rico —señala Ada.
Ahora sí la conversación fluye, Finn participa a pesar de tener a Jane entre brazos. Hablamos sobre los proyectos que tiene Lexie, sobre su familia en Francia y lo emocionados que están porque vendrán pronto. Tuve la oportunidad de conocer a uno de sus hermanos cuando vino a diseñar el interior de este departamento y me acerqué más a él cuando empezó a diseñar la habitación de Jane, a su papá lo conocí cuando vino por primera vez hace ya unos años, el resto de su familia aún no ha venido por completo, siempre es Lexie quien viaja a París; así que tendré la oportunidad de conocer a todos los miembros de la familia Marie en unos pocos días.
—No creas que por todos estos preparativos estoy descuidando mi deber como dama de honor, porque no —sonríe satisfecha Lexie—. Tendrán la boda más linda y me estoy asegurando de ello.
—Creo que yo no estoy siendo de mucha ayuda —se lamenta Ada.
—Tú solo preocúpate por llegar completa ese día, tengo todo organizado. Iré a Londres la próxima semana, Eli me está ayudando con algunos preparativos allá y Benja está siendo mi mano derecha, así que pierde cuidado.
Empieza a parlotear sobre la boda, Ada le sigue y yo intervengo solo cuando lo considero necesario. En un instante, cuando ya terminó su comida, se gira hacia Finn para recuperar a Jane y seguir hablando. Veo como Finn se queda ensimismado por un par de segundos y me rio, Ada lo hace también.
—¿Qué? —pregunta Lexie.
Ada se apresura a responder antes que yo.
—Tienen una dinámica bastante peculiar —se encoge de hombros.
—Es divertido de ver —agrego yo.
Sus mejillas se sonrojan y ahora es Finn quien la rodea para besarle la mejilla, mi hija parece más que complacida por la cercanía porque vuelve a extender los brazos para que sea su tío quien la alce. A Lexie no parece agradarle mucho eso y se sacude a Finn para tener una conversación "seria" con su sobrina.
—Yo sé que el tío Finn es lo máximo —le dice, a lo que Jane solo responde mirándola—, pero es mi turno de disfrutarte, él te ve a diario porque trabaja con mamá, aguántame un poquito, ándale.
Sin embargo, mi pequeña no comprende lo que Lexie le explica porque noto como sus mejillas se tornan rojas y su pucherito se forma para dar inicio a un llanto fuerte.
» Vale, ya entendí.
Se la vuelve a dar a Finn, pero ya ni siquiera eso la calma y decido intervenir para llevar a la pequeña rubia a dar una vuelta.
—Ve con papá —le dice Finn dándole un último beso en la coronilla.
Recibo a mi bebé y me muevo con ella por el salón del departamento de mis amigos, poco a poco, con cada mecida el llanto de Jane cesa y su carita vuelve a su color natural. Sus ojitos azules derramaron un par de lágrimas, se las seco y le tarareo la primera canción de Taylor que recuerdo, imagino que todas tienen el mismo efecto, para este momento Ada ya debe haberle reproducido todos los álbumes, incluidas las regrabaciones. Sonrío ante la sola idea.
—Apuesto a que tu primera palabra será Taylor —le digo a mi hija—. Te apuesto un brownie, que aún no puedes comer, pero que sé que va a encantarte.
—Puedo comer ese brownie por ella —canturrea mi prometida—. ¿Sabes? Si hubiera sabido lo hermoso que te verías con una niña nuestra, quizá se me habría antojado antes quedar embarazada.
—Ya, pero ahora no quieres darle un hermanito a Jane —me rio.
—Porque ya sé lo que involucra, aunque el resultado sea así de precioso —apoya la sien en mi brazo—. Adoro tener a Lexie y a Benja, de lo contrario, estaría volviéndome loca con la maternidad y los preparativos para la boda.
Acerca su mano a la pancita de Jane, donde ella juega con su jirafa, la acerca a su boca y la retiene entre sus bracitos.
—No quiero que enloquezcas más —sonrío y ella me pellizca—. Tienes la dosis perfecta de locura, Brontë, no creo que tú puedas tolerar un poco más.
—Bueno sí —suspira—. Te amo, esposo.
—No te juegues así.
—Es para que te acostumbres —se ríe—. Por cierto, ya Lexie me dijo donde había conseguido la bendita jirafa, ella pedirá la reserva de emergencia.
—Genial.
—Ay, no —se queja Ada, tocando el cabello de nuestra hija—. Se le cayó el lacito.
Ambos nos giramos para localizar el moñito, el ambiente café inspira calma y tranquilidad, pero no nos brinda respuestas a la ubicación del lacito que con mucho esfuerzo mi rubia le puso a Jane. Pronto Finn y Lexie se unen a la búsqueda, pero finalmente soy yo quien lo halla, debajo de la jirafa que mi hija tenía contra su pecho.
—Creo que a Jane no le gustan los lacitos —comenta Lexie.
Ada hace un puchero; sin embargo, acaba riendo. Su amiga la abraza y le tomo una fotografía mental a la manera en como su rostro se llena de brillo cuando sonríe así. Tantos años y sigue embobándome con cada sonrisa que esboza, es un trance que me envuelve en ella y en la forma de sus labios, en la chispa de sus ojos verdes, en la jodida imagen del amor de mi vida.
Adara
15 de septiembre, 2028
Mis sollozos de ruego se acompasan con los de mi hija que llora desconsoladamente. Sus ojitos azules suplican por algo que no sé que es, he intentado darle todo y nada funciona, ella solo sigue llorando y, al no haber hallado una solución, solo rompí a llorar también. Hace meses que no me sucede, he aprendido a calmarla siempre que esto sucede, pero he vuelto a recaer en este bucle que me hace sentir insuficiente para mi pequeña.
Al inicio era la jodida lactancia, la bendita leche no salía y el que Jane tuviera que tomar fórmula para saciar su hambre me hacía sentir culpable por no ser capaz de darle lo que más necesita.
Me muevo de un lado a otro, intentando calmar mi propio llanto para poder consolar a mi bebé, pero no puedo parar cuando ella tampoco lo hace. Me fijo en el reloj de la pared, Lois ha de estar por llegar y mis lágrimas se aglomeran en mis ojos al sentirme como un peso más en vez de una ayuda. Nadie me advirtió sobre esto, sobre la inseguridad que surgiría al tener a una pequeña dependiendo de ti, sobre la incertidumbre de si estás haciendo las cosas bien, sobre la jodida sensación de no ser suficiente para ella.
Desconozco si esto es aún efecto de las hormonas, han pasado seis meses desde el nacimiento de Jane y empieza a preocuparme el que no deje de lloriquear cada que algo sale mal con ella.
La puerta suena al abrirse y suspiro, llamo el nombre de Lois, pero quien aparece en su lugar es mi hermana.
—¿Qué sucede? —indaga, reparando en el lugar—. Joder, Ada...
Se apresura hasta donde estoy y toma a su sobrina para echarla contra su pecho. Su llanto empieza a cesar y el mío va en aumento. ¿Por qué no pude hacer eso?
» Lois está viniendo, ¿de acuerdo? Te traeré un vaso con agua —se inclina para besar mi frente—. Me llevaré a Jane a mi habitación.
Asiento y le agradezco pone el vaso frente a mí, seco las lágrimas de mis mejillas, pero estas vuelven a empaparse con las nuevas que caen. Entiendo que deba llevarse a mi pequeña, a ella no le hará bien estar junto a mí cuando no soy más que un manojo de sollozos. Me hago bolita en el sofá de la habitación de mi hija, rodeándome el cuerpo y sintiéndome más desastre que nunca antes, ¿no se supone que las mamás saben como calmar a sus bebés? Sus ojitos suplicantes vuelven a mi mente y mis quejidos van en aumento. Ni siquiera percibo que Lois ha llegado hasta que siento sus brazos a mi alrededor, moviéndome a otro ambiente.
Me retiene contra su pecho y no me suelta ni siquiera cuando llegamos a nuestra habitación. Balbuceo y él me apretuja más fuerte contra su pecho.
—Eso, amor, déjalo salir —mi pecho se sacude y las ganas de vomitar se hacen presentes—. Yo te tengo, Brontë, puedes dejarlo salir.
Contengo las arcadas porque sé que no son más que un reflejo del llanto. Sigo derramando lágrimas, contándole entre balbuceos lo que sucedió, a pesar de que sé que probablemente Kia ya se lo informó.
—No pude calmarla —repito—. ¿Y si ella no me quiere?
La sola idea me destroza el corazón y los brazos de Lois se reafirman contra mi cuerpo.
—Ella te ama, amor —me besa la frente—. No puede decírtelo aún, pero te ama. ¿No has visto como los ojitos le brillan cuando te ve?
Me acurruco contra su pecho, amando la sensación de protección dentro de sus brazos.
» Te amamos, Ada —vuelve a repetir—. Eres una excelente madre, amor, no sé qué pueda estar diciéndote tu mente, pero créeme cuando te digo que eres la mejor mamá para Jane.
Me seca las mejillas y deposita un beso dulce sobre mis labios. Suspiro contra su boca.
—Siento que soy un desastre, Lois.
—Ambos somos un poquito desastre —me sonríe con cariño—. Creo que sería imposible no serlo cuando Jane es nuestra primera bebé. ¿Recuerdas ese artículo que leímos cuando aún estabas embarazada?
Niego.
» Decía que mientras nos apoyemos entre nosotros, el desastre podía ser menor. Las dificultades no te hacen mala mamá, amor, y no te culpo por romperte como lo acabas de hacer. Sé que el mundo entero te pone todas las cargas sobre los hombros, pero aquí, en nuestro hogar, esas cargas se comparten para que no nos hagan daño. Así que podemos tropezar cuantas veces sean necesarias, podemos hacerlo porque nos sostenemos entre nosotros.
Y eso hace, me sostiene. Lo hace y no sé cuando tiempo transcurre, solo que, cuando mis lágrimas por fin dejan de caer, sus brazos continúan a mi alrededor y el cielo, antes claro, deja entrever la luna llena en su máximo esplendor.
—¿Quieres pollito frito? —pregunta en voz baja.
Consigo esbozar una sonrisa y él me imita.
—¿Puedo pedir otro beso?
—No hace falta que los pidas —me besa la barbilla—. Te doy todos los que quieras.
Me recuesta contra el colchón y empieza a besarme el rostro, se toma su tiempo recorriendo mi piel con sus labios. Baja a mi cuello arrancándome un suspiro. Inhala mi perfume y tira con gentileza con sus dientes. Me mira solicitando permiso, nunca ha dejado de hacerlo y ¡Joder! Lo valoro muchísimo porque el posparto me ha acompañado con una baja en mi lívido y a veces no tengo ganas de nada más que unos cuantos besos que me recuerden lo que se siente el cariño expresado mediante caricias. Las primeras semanas me sentía culpable e intentaba hacer más para que a Lois no le afectara, pero él lo notó, por su puesto que lo hizo.
Recorre mis costados con sus manos, encendiendo mi piel con su toque, sus labios se entretienen con mis zonas sensibles y yo me dedico a disfrutar de los cosquilleos que van renaciendo a lo largo de mi cuerpo. Me recuerdo que Kiara cuida de mi hija y me permito dejar ir las preocupaciones para concentrarme en mi futuro esposo que empieza a desvestirme sin prisa, como quisiera disfrutar al máximo este momento.
Sus dientes se aferran a uno de mis pezones con delicadeza, ya no succiona de ellos porque sabe que la leche, que es de Papita, acabará en su boca, me rio ante la idea y él se aparta para mirarme.
—¿Qué sucede? —pregunta.
—Nada —me rio.
Entrecierra los ojos y empieza a jugar con sus manos en mis costillas, arrancándome una carcajada.
» ¡Eso no vale!
Se ríe también, anonadándome por unos segundos. Que lindo se ve cuando ríe así.
—¿Me dirás que sucede? —indaga paseando las manos por la piel desnuda de mis costados.
—Que antes te encantaba prenderte de mis pechos —me rio.
—Ah —sonríe, sus mejillas se encienden—. Esa zona ya no es mía, se la he prestado a Jane por unos meses. No me apetece robarme su leche.
Me carcajeo.
—¿Solo prestado?
Asiente muy seguro. Vuelve a inclinarse a besar el centro de mi pecho.
—Adoro demasiado esta zona tuya como para obsequiársela —murmura.
Estoy por responderle, pero sus manos escurridizas se apresuran a llegar a mis bragas que desaparecen antes de que pueda notarlo. Su boca va dejando un camino de besos hasta mis caderas, donde deposita otro mordisco, haciéndome arquear la espalda ante la expectativa. Sus labios se abren paso entre mis pliegues, la sensación se embarga entera, mis manos buscan su cabello y mi boca deja escapar un pequeño gritito. Intento acallar los sonidos que escapan de mi garganta, pero, al parecer, Lois se esmera en seguir ocasionando que estos salgan de mi boca, porque su tarea entre mis piernas se torna más deleitante. Retiene mis piernas para que sigan abiertas mientras él succiona con delicadeza las áreas más sensibles de mi centro.
—Lois —gimo, aferrándome a sus hebras.
Su lengua se abre paso en mi interior, despertando los nervios que yacían sedados por los efectos secundarios de mi etapa posparto. Me remuevo bajo su poder, presintiendo la llegada de mi orgasmo, el calor se propaga por mi sistema, llenando cada recoveco de mi cuerpo. Tiro con fuerza de su cabello y él se adueña de mi trasero, presionándome contra su boca cuando consigo ver el cielo estrellado frente a mí.
Mi pecho sube y baja, la respiración me falta y ¡joder! Había olvidado lo intenso que era todo con Lois.
Sus labios inflamados me reciben cuando me inclino hacia adelante y me arrebatan el aliento, le mordisqueo la boca, él me abraza por la cintura, colisionamos embebiéndonos de la esencia del otro, saboreándonos y recordándonos lo ambiciosos que somos cuando hacemos el amor. Retengo su rostro entre mis manos, sosteniéndolo frente a mí.
—Te amo —susurro.
Pega su frente a la mía.
—Yo te amo a ti, Brontë —me da un beso corto—. ¿Te lo demuestro?
Me rio.
—Ya lo haces todos los días —le acaricio la barbilla—. Pero, hazlo una vez más.
Lo ayudo a deshacerse de la ropa que aún trae puesta, la camisa sale volando, su pantalón también, toda su ropa formal termina en posiciones no tan formales en el interior de nuestra habitación. Me mira, volviendo a solicitar el permiso que ya le concedí, imagino que cerciorándose de que no me he desanimado.
—Quiero esto.
—Vale, avísame si duele —me besa la nariz.
Asiento, estoy lubricada, lo suficiente como para que manche mis muslos, pero me preparo de igual modo. Lois ingresa lento, asegurándose de no lastimarme en el proceso y, si bien incomoda un poco, no duele, se lo hago saber para que continúe y podamos disfrutar de esto como solíamos hacerlo antes.
Empieza a deslizarse dentro y fuera, volviendo a despertar los cosquilleos, los sonidos ahogados de mi garganta. Mi orgasmo empieza a construirse otra vez y disfruto de cada segundo del proceso. El toque de Lois quema, su mirada me hace sentir el deseo en un punto magistral, mis uñas se encajan en su cuello cuando lo pego a mi boca para besarlo un poco más, para dejar ir cada gemido entre sus labios.
—Mierda —jadeo cuando en un balanceo de caderas consigue tocar el bendito punto que me hace arquearme un poco más.
El nudo de nervios empieza a contraerse con cada segundo que transcurre, sus caricias en mi centro aceleran mi llegada y percibo como mis paredes se aferran a él de mismo modo en el que yo lo hago con su espalda. Lois deja escapar mi nombre y me abraza contra sí cuando mi orgasmo lo hace conseguir el suyo.
Sonrío satisfecha, con su cuerpo sobre el mío, con mis piernas aún acunándolo. Levanta el rostro que se escondía en mi cuello y me mira.
—¿Y esa sonrisa? —indaga, besando mi barbilla.
Llevo mis manos a su cabello, jugueteo con él entre mis dedos.
—Es la sonrisa de una mujer enamorada.
—Que bueno que te enamore todos los días, entonces —sonríe también—. ¿Estás mejor, amor?
Nos gira para acurrucarme contra su pecho.
—Creo que llamaré a Summer —suspiro—. Una sesión no me vendría mal, no quiero acabar así cada que no consiga calmar a Jane.
—Sabes que puedes llamarme a cualquier hora, ¿verdad?
Le beso el cuello.
—Claro que sí, pero tampoco quiero estar molestándote a cada momento.
—No eres una molestia, amor —me acaricia la mejilla—. Me preocupa un poco que te sientas de ese modo conmigo.
Se me encienden las mejillas. En sus ojos percibo que no está bromeándome, así que de verdad se viene una de esas conversaciones serias que a veces intento evadir, pero que él insiste en tener. Son un poco incómodas, pero después de tantos años me ha hecho entender que son necesarias para que sigamos manteniendo el balance que hemos conseguido desde que iniciamos a salir.
Suspiro y me acomodo para poder mirarlo.
» ¿Entonces...?
—No eres tú —explico, me mira pidiendo que desglose esa oración para que él pueda comprenderla—. Se supone que soy su mamá y puedo lidiar con lo que ella necesite, no debería tener que recurrir a ti cada vez que no consiga dar con la solución a algo.
—Eres su mamá, no un robot que pueda con todo —toma mi mano entre las suyas—. Eres su mamá, tu labor como mamá es dar lo mejor de ti para que ella esté bien; sin embargo, si no consigues hacer algo, recurrir a mí es precisamente lo que debes hacer. Soy su papá y debes entender que este trabajo es de dos, no de uno, Brontë. El mundo está jodido y quizá es por eso que te has metido en la cabeza que tienes que soportar todo sola, no es así.
» Si no puedes calmarla, llámame; si te sientes demasiado agotada, dímelo. Mereces descansos, mereces relevos y sí, amor, puedes amarla y aun así sentirte cansada; no es un pecado.
Intento interiorizar cada palabra que sale de su boca, intento que cada oración se impregne en mí. Sus manos sueltan las mías para que en su lugar sostengan mi rostro.
—Te amo y eres una mamá impresionante, Adara Harmony —me repite—. Somos un equipo, ¿de acuerdo?
Asiento y me pego a su pecho, dos lágrimas más se me escapan, él las seca.
» ¿Ahora sí quieres pollito frito?
Me rio y sorbo.
—Podría ser un lomo saltado —lo miro—. Hace tiempo no preparas eso.
—De acuerdo —me da un ultimo beso—. A sus órdenes, princesa.
Se pone un pantalón y una camiseta mientras yo solo lo miro, me mira sugerente cuando acaba robándome una carcajada. Me pongo de pie también y voy a asearme al baño antes de vestirme también. Cuando salgo, escucho la risa de mi hija viniendo desde la sala. Llego hasta donde está y apenas me mira sus manitos se alzan hacia mí.
—Ya me robaste su atención —se queja Kia—. Supongo que no puedo competir contra ti, mi competencia son Lexie y Elián.
Sonrío y tomo a mi pequeña que me da un intento de beso lleno de baba de bebé. Se mueve como bailando al son de la canción que puso Kia. Mi hermana continúa el legado swiftie.
—Te amo, pequeñita —le beso la mejilla regordeta, sus ojitos azules me reparan con cariño.
—¿Cuándo viajarán a Londres? —indaga mi hermana, poniéndole pausa a la música, mi hija protesta y ella vuelve a darle play—. Una swiftie exigente, digna hija tuya.
Sonrío y le guiño un ojo a Jane.
—Cómo debe de ser —me siento junto a mi hermana y acomodo a Papita sobre mi regazo—. Respondiendo a tu pregunta, viajaremos la próxima semana. Mi vestido ya está listo, ayer me lo probé.
—Maldito examen —se queja.
Ese examen fue la razón por la cual no fue conmigo a la modista ayer. Se supone que está de vacaciones, pero tiene la manía de tomar uno o dos cursos extras para "aprovechar" su tiempo libre, en fin. Mi vestido fue la prioridad de Coral, ahora está terminando los vestidos de Kia, Kallie y Lexie. El de Jane lo mandaré a hacer en Londres, así como crece, me da miedo que no le quede el que puedan coserle aquí. Ya Eli se encargó de apartar a una modista para que se encargue de su vestido allá.
—Aprovecha tus últimos días de vacaciones, entre comillas —interviene Lois desde la cocina—. Entras el lunes, ¿verdad?
Kia asiente.
—Viajaré para la boda y regresaré al día siguiente, el último año de seguro será pesado y no necesito sorpresas.
—¿Último año, ya? —indago, volviendo la atención a ellos, mi hermanita asiente—. Joder, que rápido se pasa todo. ¿Tienes pensado algún estudio después de acabar?
—Maestría en escritura creativa —declara—. Muy pensado y evaluado.
—Genial —sonrío y me inclino para besarle la frente—. ¿Sabes que me enorgulleces mucho, verdad, Kia?
Sus mejillas se tiñen de rojo.
—Es bonito escucharlo.
Le doy una última sonrisa antes de que ella se acerque a la cocina para continuar la conversación con Lois. Yo me enfoco en mi dulce Jane que juega con mi camiseta entre sus manitas, se lleva la tela a la boca y tira de ella con fuerza. Deslizo mi dedo por su mejilla regordeta, contemplando esos ojitos que me miran con amor. Le sonrío y ella me responde del mismo modo.
—Lamento ser un desastre a veces, amor —le susurro, Jane no deja de mirarme—. Te prometo que intentaré poner de mi parte para no llorar cuando no consigamos entendernos. Solo ten en claro que te amo mucho, ¿vale?
No me responde, por obvias razones, pero los orbes azules que comparte con mi futuro esposo son claros al transmitirme todo su cariño y adoración. Nadie me dijo que ser mamá sería así de complicado, pero creo que puedo lidiar con ello si sigo contando con esas miraditas de amor que recibo por parte de mi hija.
16 de octubre, 2028
—Respira —los dedos de Eli se presionan sobre mis hombros—. Yo sé que las novias siempre se estresan más, pero ¡hola! Tienes seis manos extras ayudándote, eso sin contar a Sarah, a mamá y a Lois que no se queda atrás. Así que respira.
Me indica como inhalar y exhalar, lo imito porque sí, estoy con la tensión por las nubes. La boda es en menos de una semana y, a pesar de que sé que todo está en orden, no puedo solo dedicarme a disfrutar del otoño en Londres.
—¡Lois! —grito cuando miro detrás de mi cuñado y veo a mi casi esposo lanzando al aire a mi hija.
Jane se carcajea y mueve los piecitos cuando su papá la vuelve a sostener entre sus manos.
—¿Sí? —sonríe inocente cuando me zafo de su hermano y consigo llegar hasta donde él está.
—Se puede lastimar —lo regaño, poniéndome las manos en la cintura.
—No, claro que no —pega su mejilla a la de Jane que sonríe derritiéndome—. Dile a mamá que te estás divirtiendo.
La pequeña rubia balbucea y me vuelve a sonreír.
» Además, siempre lo hacemos y hasta ahora no ha sucedido nada malo.
—¿Perdón? —alzo un poco la voz.
—Ups —se ríe Lois—. Creo que eso no tenía que decírselo.
Jane se carcajea y me es imposible mantener la seriedad por un instante más. Le beso la mejilla y me acerco a Lois para sostener su rostro entre mis manos.
—Te amo, demasiado, pero ten cuidado porque no quiero acabar con nuestra hija en el hospital, ¿de acuerdo?
—Un poco más de confianza en tu futuro esposo, Brontë —me guiña el ojo—. Ahora ve con Eli, yo seguiré entreteniendo a Jane.
Me roba un beso que me deja con una sonrisa en los labios mientras lo veo irse con la pequeña rubia al jardín que, al parecer, adora. Los miro embobada y el que me saca del embrujo es Eli que me desordena el cabello.
—¿Quieres chequear la lista que hizo Lexie para que estés más tranquila?
—Vale.
Mi mejor amiga hizo una organización excelente junto a Benja y Eli, este último me muestra una carpeta con las evidencias de que todo está en orden. Las flores, la música, la comida (supervisada por Hazel y mi madre, Lois solo cedió el control si eran ellas las que vigilaban), la decoración y finalmente, la luna de miel. Lois cumplió su palabra al ser él quien coordinara lo de la luna de miel junto a Benja y Lexie. Lo demás, respecto a la boda, agradezco haber elegido algo pequeño, de lo contrario mi estrés estaría multiplicado por mil.
No creo que haya más de cien invitados, imagino que unos ochenta quizá, entre conocidos míos y de Lois. Unos cuantos familiares suyos de aquí y nuestra familia. ¿Para qué más? Sí, quizá haya varios resentidos, más por mi lado que por el de Lois, pero la verdad es que me importa poco, elegí a quienes de verdad me importaban y quienes en realidad se preocupan por nosotros y nuestra felicidad.
Me aseguro de que todo esté en orden, lo último que falta marcar es el vestido de Jane. Mañana será su última prueba y sería todo.
Suspiro, mi cuñado me rodea los hombros.
—¿Mejor?
—Sí, gracias.
—No hay de qué, yo más que feliz de colaborar en hacerte de manera legal parte de la familia —sonríe—. Te adoro, cuñadita.
—Me adoras desde que te conocí en la casa de tu madre —me río—. ¿Lo recuerdas?
—Como si fuera ayer —asegura—. A partir de ese día supe la razón por la cual mi hermano andaba embobado, pero vales mucho la pena, Ada, espero seguir con vida hasta cuando seamos viejitos para seguir viéndolo verte con la baba rodándole por la barbilla.
Sonrío imaginando el panorama, no es para nada desagradable.
Dirijo mi mirada al jardín, Lois ya no está solo, mi suegro lo acompaña. Ambos juegan con Jane que sonríe encantada con la atención de ambos. Eli suelta una risita.
—Mi sobrina tiene a papá en la palma de su mano —señala—. Te apuesto a que, si ella le dice que salte en un pie, él lo hará.
Me rio. Probablemente será así. Después de dos hijos hombres, es comprensible que caiga en las redes de su única nieta. Guardo silencio y los observo. Supongo que Lois siente mi mirada sobre ellos porque me mira también y delinea un "te amo" con los labios. Sonrío, él lo hace también.
Ya quiero que sea sábado.
21 de octubre, 2028
Lo primero que escucho cuando llego a la habitación de mi mejor amiga es el llanto de mi hija y lo primero que mi nariz capta es el olor de algo bastante desagradable. Regalo de bodas, supongo.
—¿Qué haces aquí? —exclama Lexie cuando me ve entrar.
—El llanto de Jane se escuchaba hasta mi habitación —me encojo de hombros e intento tomar a mi pequeña para encargarme de su pañal.
—No te atrevas —mi amiga me señala con el dedo—. ¡Estás preciosa con ese maquillaje y peinado, solo falta el vestido que ya deberías estar poniéndote! ¿Acaso no sabes que tengo maestría en cambio de pañales? Ya Lois está trayéndome lo que necesito y... ¡Joder!
Me toma de los hombros y me hace trastabillar hasta ponerme a un costado. Mi hija nos observa, dejando su lloriqueo para después. Extiende las manitas para que la alce e intento moverme, no me lo permiten.
» Quédate quieta —ordena, estoy por refutar—. Quieta, dije. Ya estás vestida y él no puede verte hasta que estén en el altar.
—Venga, Lex —me quejo—. No creemos en eso.
—Nunca está de más prevenir —zanja—. Quieta ahí o me enfado contigo.
La puerta se abre y giro a mirar, pero Lexie se planta para evitar que Lois ingrese.
—¿Lex? Ya traje los pañales.
—¡Cierra los ojos! —exclama—. Tu futura esposa se coló en la habitación y estás prohibido de verla.
—¿Amor? —me llama Lois.
—Hola —respondo—. Te echo de menos.
—¡Lois Aymerick! —grita Lexie, luchando contra la puerta que, al parecer, Lois empuja—. Par de tercos.
Jane decide volver a darle rienda suelta a su llanto y todos acabamos enfocados en ello, Lexie cede dejando que mi casi esposo ingrese.
—Joder, ustedes son imposibles —mi amiga toma a Jane.
—Dámela —pide Lois.
—No, yo me encargo de mi sobrina —se aferra a mi hija y camina para taparle los ojos, evitándole que me vea—. Tú ve afuera, no me hagas llamar a los chicos. Jane está en buenas manos, Ada se quedará conmigo.
—Está bien, amor —intervengo.
Lois suspira y retrocede para colocarse tras la puerta.
—Te veo en el altar, Brontë.
Sonrío.
—Te veo allí, te amo.
—Yo te amo a ti.
—Ya se dijeron sus te amo, ahora ve a revisar la comida o no sé —lo empuja Lexie para cerrar la puerta—. Tus papis me sacarán canas verdes.
Mi hija la observa con sus ojitos rojos y llenos de lágrimas.
» Ahora nos encargamos de tu pañal, cariño. Menos mal no te pusimos el vestido aún.
Escucho mi nombre y cierro los ojos, Hazel abre la puerta y me atrapa en mi misión de ver a mi hija.
—Adara, te he buscado por todos lados junto a Sarah —se queja—. Es hora de que te pongas el vestido.
—¿Está ahí? —esa es Kiara que asumo está en el pasadizo.
—Sí —respondo yo—. Bueno, vámonos, yo solo quería ver a Jane.
El olor pestilente se expande por toda la habitación.
—Quien diría que esa muñequita puede sacar algo tan oloroso de su trasero de bebé —se ríe mi suegra—. Vamos, cariño.
Me vuelvo para hablarle a Lexie y ella suspira.
—Yo me encargo de ella, tú ve a lucir ese vestido tan precioso, nos vemos abajo.
—Vale.
Salgo del brazo de mi suegra que me conduce junto a mi hermana a la habitación en la cual está mi vestido. La impresión al verlo otra vez me genera un bonito sentimiento. No es un vestido pomposo, con cientos de detalles, es sencillo y con una pequeña cola. Dejo que tanto mamá como Kia me ayuden a vestirme, Hazel debe ir a ver a Lois.
—Mami, pellízcame —suspira mi hermanita—. Joder, Ada, estás preciosa.
Paseo las manos por mi abdomen, alzo la mirada para ver a mamá y ella me mira con los ojos llorosos.
—Ya te has visto con el vestido, yo lo he hecho también, pero hoy lo luces diferente, cariño —me dice, girándome para enfrentar mi reflejo.
Paseo la mirada por mi cuerpo, desde el corsé que se amolda a mi torso y las mangas abullonadas de tul que cubren mis brazos hasta la falda de encaje que cae con elegancia hacia el suelo. No noto que estoy por derramar lágrimas hasta que Kiara se me acerca con un pañuelo, lista para limpiarlas sin que arruine mi maquillaje.
—Es a prueba de agua, pero prefiero prevenir —me sonríe—. ¿Lista?
—Creo que lo he estado desde que Lois cruzó el umbral de mi puerta con un balde con pollo frito en las manos por primera vez —me rio.
Mi hermanita me ayuda a ponerme los tacones y hace un chequeo total de mi atuendo, mamá me revisa el cabello para asegurarse de que todo esté en su lugar.
—¿Sabes? —se le rompe la voz—. Tu padre estaría tan feliz de verte ahora mismo, cariño.
—Mamá... —susurro y esta vez Kia no es tan rápida al secar mis lágrimas.
—Eres feliz, amor, puedo verlo y eso es lo importante —me besa la mejilla—. Vamos, debo entregarte al amor de tu vida y a quien te acompañará en cada paso que des.
Suspiro e intento guardarme la nostalgia para más tarde, estoy a punto de casarme con mi bombón londinense.
Lois
Voy a admitir que me pone un poco ansioso que Ada no aparezca, el jardín de la casa de mi padre está lleno con nuestros invitados, la decoración me parece maravillosa y realmente creo que les tenemos mucho que agradecer a Eli, Lexie y Benja, hicieron un gran trabajo.
—¿Sabes si sucedió algo? —me inclino para preguntarle a mi mejor amiga.
Ella me sonríe.
—Sé que debo irme porque tu futura esposa está por hacer su entrada triunfal —me pellizca la mejilla—. Se acabó tu espera, solo no te desmayes.
Tras decir eso, desaparece tras el toldo y no me percato de que la melodía de Daylight suena hasta que veo a mi cuñada aparecer por el centro del lugar junto a Benja, abriéndole paso a Kallie con Eli, a Lexie con Finn y a Lena con Andrew que me sonríen antes de ubicarse a un costado y dejarme ver a la mujer que mis ojos se rehúsan a soltar. Mi rubia me sonríe y no puedo evitar derramar lágrimas conforme ella se acerca del brazo de su mamá. La bebo entera, el vestido blanco que se amolda a su torso, el cabello rubio cayéndole en cascadas por el pecho, los ojos verdes que me absorben por completo. No quiero mirar nada más ahora que la vi a ella, literalmente la letra de la canción.
—Creo que no necesito recordarte que tienes a una mujer valiosa frente a ti, Lois —me dice Sarah cuando ambas llegan a donde estoy—. Cuídamela, por favor, tiene un corazón hermoso y lo sabes, ámense, es lo mejor que pueden hacer.
Tomo la mano de Adara, el cosquilleo se expande por todo mi cuerpo y me obligo a dejar de verla para poder responderle a mi suegra.
—Pierde cuidado —le sonrío—. No planeo dejar de amarla nunca.
Ayudo a Ada a ubicarse junto a mí y me pica la boca por besarla.
—Estás muy apuesto —me susurra y extiende la mano para tocar mi mejilla y llevarse el rastro de mis lágrimas.
—Tú eres la novia más preciosa que he podido ver —le doy un apretoncito a su mano.
El ministro que se encargará de la ceremonia se aclara la garganta y empieza con el protocolo. Ambos escuchamos atentos, asentimos cuando debemos y nos colocamos uno frente al otro cuando llega la hora de decir los votos que prometemos a partir de hoy.
—Lois, puedes empezar —me indica.
Suspiro y tomo las dos manos de mi rubia entre las mías.
—Hace casi siete años, venía conduciendo cuando una rubia loca se me cruzó en medio y casi la atropello —sonrío y a Ada se le encienden las mejillas—. En ese entonces no tenía idea de que, años después, la tendría frente a mí a punto de convertirla en mi esposa, tampoco me imaginaba que se convertiría en la persona que más amo y admiro, ni siquiera consideré el hecho de que ella sería quien me refugiaría entre sus brazos cada vez que hubiese problemas que pudieran desbordarme.
» Y es que este tipo de cosas no puedes saberlas, es imposible saber cuándo llegará alguien que te apetezca tocar a todas horas, alguien cuya sonrisa es cura para cualquier mal, una rubia loca que adora el pollo frito y que te hace compañía cuando cocinas la cena. Adara Brontë Harmony eres mi casualidad más bonita, mi accidente más afortunado, mi inefable amor, sigues siendo mi inefable amor, mira cuantos años han pasado y sigo sin conseguir las palabras justas que describan lo que tenemos. Solo sé que te amo con locura y prometo seguir haciéndolo hasta que mi corazón dé su último latido, porque la vida dejó de tener sentido por su cuenta, eres parte fundamental en mi existencia y no concibo una realidad en la cual no te tenga junto a mí. En las buenas y en las malas, amor, tú me sostienes, yo te sostengo, ¿lo recuerdas?
Ella asiente y me sonríe tan lindo que me tienta a besarla otra vez.
» Prometo ser quien te abrace cuando todo parezca irse abajo, prometo saltar contigo cuando las buenas noticias lleguen a nuestros oídos, prometo ser tu mayor fan siempre, te prometo que te daré siempre más de un motivo por el cual sonreír y me inventaré cualquier tontería con tal de escucharte reír. Prometo ser siempre con quien bailes tus mejores piezas y cantar contigo cada canción de la discografía de Taylor Swift. Te prometo hoy, Brontë, que mientras yo camine sobre esta tierra, siempre habrá alguien que pueda escucharte, que pueda amarte y pueda cuidarte, porque sé que puedes sola, pero no tienes que hacerlo por tu cuenta cuando tienes en quien apoyarte. Eres el amor de mi vida, de esta y de las que puedan venir luego, a veces creo que te amo desde mis vidas pasadas —sonrío—. Te amo con cada recóndito espacio de mi ser.
—Te amo —me dice y suspira para iniciar con sus votos—. ¿Sabes que es maravilloso?
—Tú —respondo.
Me regaña con la mirada por interrumpirla, me rio y le beso los dedos, invitándola a continuar.
—Decía que es maravilloso encontrar a la persona con la que quieres compartir cada día de tu vida, alguien que te toma de la mano y no espera nada, sin expectativas que debas cumplir, sin roles que debas interpretar para conseguir cautivarlo. Lois Aymerick, suelo preguntarme a veces si de verdad he sido tan buena como para merecer tenerte en mi vida con esa sonrisa que calma cada uno de mis demonios, con las palabras justas para echar abajo cada una de mis inseguridades. Te he dado más de una oportunidad para que huyas de todos los problemas que no puedo evitar y ni por un segundo lo has considerado, me has repetido que juntos podemos con todo, no te haces una idea de lo mucho que valoro eso. Para alguien que ha crecido en el medio, expuesta a críticas y sabiendo que todos esperan algo de mí, conocerte, enamorarme de ti ha sido como una brisa de aire fresco porque nunca me pediste nada, no te hiciste una idea surreal de cómo yo debía ser; te tomaste el tiempo de conocer cada capa de mi personalidad, las agradables, las que no son tanto y me amaste así, me escogiste así —sus ojos se enlagunan y le doy un apretoncito en las manos—. Te prometo que voy a ser tuya hasta que deje de respirar, hasta que mi corazón deje de latir... Te amaré con cada célula de mi cuerpo, elegiré hacerlo todos los días, incluso cuando discutamos por alguna tontería, elegiré amarte. Prometo que celebraré cada uno de tus logros, que probaré cada una de tus creaciones, por más raras que puedan lucir —sonrío—. Te prometo que seré siempre a quien puedas acudir cuando las noches aparenten ser más tenebrosas, te abrazaré y resguardaré, pelearé contigo hasta las batallas imposibles. Tú junto a mí y yo junto a ti, somos un equipo, amor.
» Te prometo que mi mano estará siempre para sostener la tuya, que mis ojos te dirán siempre lo que quizá no me salga de los labios; te prometo que por más complicado que pueda lucir todo, intentaré salir de mis propios laberintos para volver contigo y con Jane, porque son mi lugar seguro y no quiero dejarlos nunca. Amor de mi vida, gracias por amarme...
Se le rompe la voz, pero traga y vuelve a sonreírme.
» ¿Listo para despertar junto a mí por el resto de nuestros días?
—Nací listo para eso —le respondo.
El ministro debe intuir que me muero por besarla porque se apresura a hacer el intercambio de anillos y a decir la famosa frase de "si alguien se opone que hable ahora o calle para siempre".
—Esperen —giro a ubicar el origen de la voz. Lexie está en medio de pasadizo mirando a Ada—. No digas que sí, huye ahora. Te esperaré en la puerta trasera.
Hay gritos ahogados y yo me carcajeo porque: uno, sé que Ada no haría eso, y dos, estoy bien instruido respecto a la música de Taylor Swift, esa es Speak Now.
—Así no debía ser —se queja Ada cuando me ve sonreír.
—Quizá debiste decirle a Lexie que cambie las líneas —me rio y le explico al ministro que solo es un número.
Lexie se ríe y vuelve a su lugar al costado de mi novia.
—Te dije que no nos creería —le dice a Ada—. Quizá debimos contratar a un actor.
Ada acaba sonriendo y le manda un beso a su amiga.
—Bueno, habiendo superado el pequeño incidente —se aclara la garganta el ministro—. Lo único que me queda es declararlos marido y mujer. Lois, puedes besar, por fin, a tu esposa.
—¿Sabes lo insoportable que ha sido no poder tocarte desde ayer? —le pregunto en voz baja cuando la tomo de la cintura y la pego a mi cuerpo.
—Te recuerdo que he estado igual que tú —me responde, acariciando mis labios con su aliento.
—Acabemos con el sufrimiento.
Le acuno la mejilla y me deleito con la suavidad de sus labios contra los míos. Suelta un suspiro antes de sostenerse de mis hombros para no caerse mientras la beso de verdad. Es la misma familiaridad que me recibe siempre, el calorcito llenándome por completo, el cosquilleo de mis dedos cuando la toco, el rápido palpitar de mi corazón al sentirla pegada a mí, disfrutándome también. Mi esposa, ¡joder! Que bien se escucha.
Los aplausos alrededor me recuerdan que, lamentablemente, debo soltarla. Suelto un gruñido y dejo ir sus labios con pesar.
Ada me sonríe.
—Vamos a compensarnos en la noche —me guiña un ojo y se pone de puntillas para robarme otro beso corto—. Ya averiguarás si te hice o no caso respecto a la lencería.
Se ríe y me inclino para besarla otro poco más, esta vez la dejo ir más rápido.
—¡Vivan los esposos! —grita Lexie y el coro de "¡Viva!" la sigue.
Sarah se acerca a nosotros con Jane que luce un vestido precioso, ella extiende los brazos hacia mí y no dudo en tomarla, se aferra al cuello de mi traje y le sonríe a su mamá que le devuelve el gesto. Entonces Ada me mira, aún sonriendo, y puedo ver que ningún paso que he dado en los últimos seis años ha sido erróneo, porque cada paso, cada dirección que tomé me ha traído hasta este instante en el que mi esposa, el amor de mi vida, me sonríe mientras sostengo entre mis brazos a la pequeña que nació fruto del amor de ambos. Es en este momento que agradezco cada semáforo en rojo del que pude haberme quejado, cada lluvia que me impidió salir de casa, cada situación desagradable que he vivenciado trajo consigo el hilo de probabilidades que me dejó con la rubia de ojos verdes que llamo esposa, la mujer vida.
—Señora Aymerick —le susurro en el oído.
Ella sonríe.
—Esa soy yo —se señala.
Rodeo su cintura con el brazo que no sostiene a Jane, me siento completo, en todos los sentidos, ¿Qué más podría pedirle a la vida? Soy el hombre más feliz del mundo.
___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
¡Buenas nochessssssss!
Escribo esto mientras escucho el nuevo álbum de Taylor (otra vez), por si no sabían Midnights ya está disponible, Ada (y yo) recomendamos que escuchen todo el álbum jhdsjhdsf
Aquí hay otro extra 2x1, tenemos un poquito de Ada y Lois como padres y ¡la boda! Amo a Jane, como mucho, si me siguen por ig ya sabrán que ando pensando en escribir algo sobre ella (no creo que sea muy pronto, pero quizá algún día)
Lloré escribiendo la parte no tan agradable de la maternidad de Ada, me dolió ver a mi chiquita pasándola mal, pero sentí que era necesario mostrar que no todo es color de rosa durante esa etapa. Amé tener en claro que Lois y Ada son un equipo, que ninguno deja las cosas en manos del otro sin considerarlo; me encanta su relación, su dinámica, son excelentes padres y de ello no tengo dudas.
Me ha tomado un poquito de tiempo acabar esto porque surgieron algunas cositas y me distraje, debería haberlo subido ayer, pero equis, ya vieron que me pasé un día jeje.
Espero que lo disfruten así como yo, extrañaba a mis chiquitos y era justo y necesario este extra. ¿Queremos uno de la luna de miel? Yo creo que sí jhdsgjsdf no prometo prontitud, pero es muy probable que si lo escriba.
Besitos para ustedes <3 Tengan una linda noche/mañana/tarde (depende cuando lean esto)
Las amo mucho <3
PD: Stream Midnights jeje
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top