CAPÍTULO 4


—¡¿Qué carajos, mujer?! —Escucho una puerta cerrarse y parpadeo espabilando.

Intento levantarme ignorando el dolor en los codos que han aguantado mi peso, pero fallo en el intento. La pashmina se mueve revelando mi rostro, no tengo fuerzas para volver a esconderlo.

El joven se acerca hasta donde estoy y me mira como pidiendo permiso para tocarme. Asiento, de verdad duele y no creo poder hacerlo sola.

—Gracias —murmuro cuando me toma en brazos y me sostiene hasta que logro adecuarme a estar de pie.

—¿En qué pensabas?

Alzo la mirada a él y me distraigo viendo lo hermosos que son sus ojos. El azul chispeante me deja tonta sin ser capaz de pronunciar algo coherente.

—¿Uh?

Resopla y quiero retirar mi agradecimiento.

—¡Qué te has metido en la pista! ¡Pude matarte! —exclama y retengo el dolor para acercarme y taparle la boca.

—Joder, guarda silencio.

Me observa confundido. Escucho las voces con más claridad, el auto frenando debe haber llamado su atención. Estoy jodida.

—Vale, lo siento —digo con rapidez—. Estaba apurada... sigo estándolo. Por favor, no digas que me viste, si preguntan solo ignóralos.

Su ceño se frunce más y empieza a exasperarme su lentitud para procesar lo que le digo. No es tan complicado comprender mi petición.

—¿Qué te vi? ¿Quién diablos se supone que eres? —inquiere tomando mi mano para retirarla de su boca.

No sabe quién soy... ¿No sabe quién soy? ¡No sabe quién soy! ¡Lotería!

Me hago la confundida y rio suavemente. Es tiempo de sacar a relucir mi lado actoral fuera de la pantalla, es por una buena causa.

—Disculpa, ¿no vives en Lade Street? —Niega con la cabeza—. Oh, te confundí con un vecino, perdona.

Parece dudar, sus ojos se entrecierran y me evalúa por más tiempo del necesario; puedo apostar a que no me cree del todo pero asiente.

Percibo la luz de las linternas que usan para buscar entre los autos, están cerca, si me encuentran seré presa fácil para ellos. La idea que se cruza por mi mente es imprudente, pero ignoro las sirenas de advertencia cuando le pido al desconocido que me ayude.

—¿Puedes darme un aventón hasta Lade, por favor? —pido haciéndole ojitos a ver si logro convencerlo—. Vine caminando y no creo llegar con el dolor de culo que me dejó la caída.

Mientras él lo considera, yo evalúo qué tan grande es, me saca una cabeza y media pero Nick siempre me ha dicho que si pude con él entonces puedo con cualquiera; podré defenderme si él intenta hacer algún movimiento en falso.

—Vale —accede y quiero sonreír cuando me mira como si estuviera loca.

Decidida, intento caminar al auto pero el hincón presiona con fuerza la zona de mi coxis, creo que el golpe fue más grave de lo que creí. Lo miro y él entiende mi pedido, me ayuda a ingresar al asiento del copiloto, luego sube.

Mira al frente y acaricia el timón como si pensara que hacer. Mi paciencia no da para tanto, esos imbéciles pueden aparecer en cualquier instante, ellos por supuesto que van a reconocerme.

—¿No vas a conducir?

Me mira aún ceñudo y le devuelvo el gesto de manera divertida haciéndolo sacudir la cabeza.

—Aparte de loca, mandona —murmura para sí, pero logro escucharlo.

Decido ignorarlo porque ya está sirviéndome de mucho al sacarme de aquí; además, sí que debo parecer loca toda cubierta de mantas y pashminas.

Lo veo conducir y me tomo el tiempo de detallarlo. Mandíbula marcada, brazos fornidos que se notan incluso con el traje, nariz recta y cejas pobladas... ya establecimos que tiene los ojos de un azul precioso. Medio suspiro, hace mucho que no me cruzo con alguien así de atractivo que no sea un compañero de trabajo.

—¿Ahora también eres acosadora? —inquiere volteando a verme cuando detiene el auto debido a la luz roja del semáforo.

Siento mis mejillas enrojecer.

—Solo evalúo al grandulón que casi me mató cuando salía de comprar —respondo sencilla.

Sacude la cabeza.

—Vale, quizá yo debería evaluar a la loca que se cruzó en mi camino y casi me convierte en asesino.

Rio.

—Quizá sí, estaríamos a mano.

Noto un atisbo de sonrisa en su serio rostro.

—¿Tienes algún nombre? —Me pregunta—. No creo que sea gentil llamarte loca, mandona o acosadora.

—Sí que lo tengo —sonrío. Por supuesto no le daré mi nombre real, quizá no me sacó por rostro, pero mi nombre está siendo muy escuchado ahora, no quiero arriesgarme. Podría dejar que él fuese sincero, pero entonces me sentiría mal, así que opto por la idea tonta que se me cruza—: Dime un nombre que siempre te haya gustado, pero que no sea el tuyo, entonces te daré el mío.

Frunce el ceño, pero no piensa mucho su respuesta.

—Luc, con "C".

—Vale, Luc con C, puedes llamarme Betty.

—Pero ese no es tu nombre —replica volviendo a conducir.

—Luc con C tampoco es el tuyo —me encojo de hombros.

Respira profundo.

—Loca te pega mejor.

Sigue conduciendo en silencio hasta que le indico donde puede dejarme.

—Gracias, Luc. Me has salvado de una grande —le sonrío bajando con algo de dificultad del auto.

—¿De verdad estás bien? Quizá no estás loca realmente y solo se te movieron las ideas con la caída.

No puedo evitar reír.

—Estoy perfecta, solo tengo algo de dolor, pero va a pasar. Gracias por el aventón.

Asiente.

—Ten buena noche, loca —se despide.

—¡Es Betty! —le reprocho viéndolo encender el auto.

Sonríe y avanza haciéndome adiós con la mano por la ventana. Vaya que se veía guapo sonriendo, por fortuna no resultó ser mal tipo.

Me he salvado por poco de los paparazzi, así que aun con dolor me apresuro a caminar la media cuadra que me falta para llegar a mi edificio. Pongo la contraseña en la puerta trasera e ingreso sintiéndome a salvo de las cámaras. Me ducho otra vez y me coloco las toallas. Ojalá que los cólicos no sean crueles conmigo este mes, ya de por sí la pasaré mal por el dolor de trasero y codos. Aplico pomada en la zona que de seguro se tornará morada más tarde y me tiro a dormir.

Escucho el timbre del apartamento, a regañadientes me levanto. Abro sin mirar porque sé que nadie entra sin que haya sido registrado con anterioridad. Tengo mi lista de "prohibidos", así que no corro riesgo de ver a alguien indeseable.

—¡Hoooola! —saluda Lexie y bostezo antes de dejarla pasar—. Vaya cara la que tienes, bonita.

Besa sonoramente mi mejilla y deja sus maletas a un costado.

—Creí que querías una noche de chicas —se encoge de hombros cuando miro el tamaño de las valijas.

—Ya, pero has traído maletas como si nos fuésemos a Grecia por un mes —respondo.

—Es material que nos servirá más tarde —me guiña un ojo.

—¿Traes un stripper dentro? —inquiero divertida.

—Bah, ya quisiera, estaría bueno distraer un poco la vista —se queja—, desde el bombón colombiano no he visto nada digno de admirar.

Sonrío ayudándola con las maletas.

—Yo vi algo muy interesante hoy —le comento.

—¡Has cogido con alguien! —exclama.

—No —rio fuerte—, no he tenido sexo en un buen tiempo, la relación con Joset me ha impedido activar mi vida sexual como me gustaría.

Dejamos las valijas en el centro de la sala y me siento junto a ella en el sofá más grande.

—¿Qué fue lo interesante que viste hoy?

Le cuento lo que pasó cuando fui a comprar las toallas y me escucha atenta, en un punto revela que tiene hambre y me toma de la mano para que la acompañe a la cocina donde se prepara algo como si estuviera en su casa.

—Resulta raro que no te reconociera, incluso pelinegra es difícil confundir tu rostro —muerde una tostada y continúa—: ¿Qué tan caliente del uno al diez?

Me lo pienso.

—Un diez punto cinco, casi once —respondo—, tiene un ceñito fruncido que lo hace ver malote, pero luego sonríe y es la cosita más linda. Tuve un flechazo casual. Lástima que es un "X" y no lo volveré a ver.

Se limpia el polvito de los labios y me da una sonrisa sugerente.

—Yo que tú no estaría tan segura, el destino sería muy cruel al ponerte a alguien así en el camino y no darte el chance de siquiera gozar un poquito.

Rio y le quito lo que queda de la tostada. Me deja comiendo y vuelve a la sala para abrir las maletas. Hay de todo: maquillaje, comida chatarra, alcohol, vestidos, tacones, mascarillas y un súper parlante.

—Digamos que investigué un poquito sobre tu edificio y resulta que tienes las paredes insonorizadas. —Alza la barbilla mientras revela la información—. Eso es genial si tienes sexo intenso, pero también si improvisas una fiesta con tu maravillosa amiga Lexie Jones.

Me guiña un ojo y estira su mano hasta mí, la tomo y lo único que sé dos horas después es que tengo a mi amiga con la cabeza sobre mi estómago arrastrando la lengua al hablar mientras me cuenta lo desastrosa que fue su última relación.

—Me dejó llorando bajo el maldito muérdago —gimotea—. ¿Quién carajos te deja en navidad?

Sus lágrimas humedecen mis piernas desnudas, acaricio su cabello, pero de repente se sienta sobre la alfombra y seca sus mejillas. Suspira y me sonríe.

Vale, ella parece demente con el maquillaje corrido y la sonrisa perversa.

—Quiero bailar —suelta—. Anda, levántate.

Hago el intento, pero al querer ponerme de pie el dolor de culo vuelve con intensidad y termino echada por completo en la alfombra otra vez.

—Joder, ¿tan fuerte estuvo el golpe?

Asiento.

—Entonces la súper fiesta se terminó, iremos a dormir.

Me ayuda a voltear y de manera ridícula termino parada con ella siendo mi soporte.

—Vaya que estamos ebrias —ríe.

—Esta mierda nos costará caro al despertar.

Entre risas nos dirigimos a mi habitación y caemos con torpeza sobre la cama.

23 de octubre, 2021

—¡Adara Brontë Harmony! —me sobresalto sentándome de inmediato.

En lo que mis ojos se acostumbran a la luz del día, escucho a mi amiga disculparse.

—Sé que está todo hecho un desastre, pero...

No puedo terminar porque las náuseas me obligan a abandonar el lugar. Corro hacia el baño de mi habitación y el desestre que ingerí ayer se devuelve al retrete.

—¿Te has sobrepasado un tantito con el alcohol, no crees? —Mi hermanita sostiene mi cabello mientras echo todo fuera—. Como sea, para la próxima toma mucha agua después, me ha ayudado bastante cuando he bebido de más.

Termino con lo poco que había en mi estómago y me levanto para lavar mis dientes. Kiara me observa a través del reflejo, sonríe negando con la cabeza.

—Se supone que eres la mayor, deberías darme los consejos. —Enarco una ceja—. Parece que en este aspecto soy más experta que tú.

—¡Tienes dieciséis! —señalo.

—En unos meses diecisiete —me recuerda—. Sabes que he ido a más fiestas que tú y hablo de fiestas, no de esas ceremonias aburridas a las que debes ir elegante.

—Vale, señorita experta.

Se sienta en el váter y espera a que termine de asearme.

—Mamá no está molesta, no de verdad —me abraza—, sonrió cuando vio el desastre en la sala.

—De igual manera pretenderá que si lo está para que me asusté.

—Y cómo eres una excelente actriz, harás como si tuvieses miedo de su regaño.

Ambas reímos.

—Ahora me disculpas, pero iré a pedirle una foto a Lexie, ojalá ya haya terminado de asearse. —Desliza el dedo por la pantalla de su celular, distraída—. No la encuentras ebria todos los días en el depa de tu hermana.

Sale medio saltando del baño y voy tras ella. Encuentro a mi amiga en los brazos de mamá quien se seca una lágrima —que según ella no vi— y voltea a verme ceñuda.

—¿No crees que te has sobrepasado con el alcohol, señorita? —Inquiere con las manos en la cintura, Lexie me hace señas detrás diciéndome que le siga el juego—. Ya estás mayorcita como para tener que preocuparme por travesuras de este tipo, suficiente tengo tu hermana.

—Epa, madre, tampoco es para tanto, al menos yo nunca me he ido de casa ni nada por el estilo.

Entrecierro los ojos, no tocamos ese tema...

—¡Golpe bajo!

—Días sin saber nada y lo próximo que supimos era que estabas en un hospital.

Esta vez es mamá quien interviene, no es nuestro asunto favorito para hablar.

—¡Kiara Elizabeth!

—Vale, vale, me pasé.

Viene hacia mí y me abraza.

—Lo siento. —Besa mi mejilla—. Se supone que vinimos a cuidar de ti, no a recordarte lo tonta que te pusiste hace unos añitos.

—Que eso te sirva de experiencia para nunca ponerte así de tonta. —Le acaricio el cabello—. No queremos chicos malos, recuérdalo.

Asiente. Se lo digo porque lo aprendí por las malas.

No, cariño, los chicos malos no cambiarán porque les das todo tu amor y atención, eso te consumirá y acabará con quien eres. Nadie debe ser el centro de rehabilitación de nadie, para eso están los psicólogos.

—Tú cometes los errores y yo aprendo de ellos. —Me da una nalgada que me hace ver estrellitas.

—¡Carajo!

—Qué quejica, ni siquiera te di muy fuerte.

Se me escapa una lágrima y lo acaricio, mi trasero sigue sensible por la caída de ayer. Mi hermana y mamá entrecierran los ojos mirándome con intensidad, Lexie se mantiene atrás divertida con la escena.

—Hermanita, ¿es que has estado haciendo cosas oscuras? —inquiere Kia esbozando una sonrisa ladeada.

—Eres adulta y no debo juzgar tus gustos sexuales, pero ¡caray! No pensé que te atrajera realmente el BDSM —Mamá luce contrariada.

¿Qué demonios?

Mi amiga y yo estallamos en carcajadas.

—Me he caído, mamá —explico aún riendo.

—Ella sí que es una mamá cool —dice Lex abrazando a mi mamá—. ¿No quiere adoptarme?

Mamá le sonríe y le dice que se lo va a pensar, a lo que ella responde con un beso sonoro en su mejilla.

—Sin más que decir, las dejo en su día familiar, yo cumplí mi tarea aquí. —Hace saludo militar—. Tengo dos sesiones de fotos en la tarde, Alex va a matarme y estas ojeras van a darle trabajo a mis estilistas.

Se despide de todas y me encarga las maletas porque salir de aquí con todo eso será un lío de día, más aún con la cantidad exorbitante de paparazzi que hay afuera del edificio.

—¡Arrivederci!

La vemos irse y mamá se acerca a abrazarme.

—Ella sí es real, no como la fingida de Kary, ¡Dios! Le veía algo dañado desde la primera vez que fue a casa.

Extiendo mi mano hacia mi hermanita y deja de gruñir para unirse a nuestro abrazo de tres. Un suspiro de alivio escapa de mis labios al sentirlas cerca. Plenitud, esa es la palabra, mi familia lo es todo para mí y que estén aquí logra apaciguar la pesadilla en la que se ha convertido mi vida.

—Mis niñas Harmony, extrañaba tanto tenerlas juntas.

Mamá besa nuestras mejillas y nos apretuja un poco más antes de soltarnos.

—¿Cómo fue que te caíste, cariño?

Le cuento la breve historia omitiendo la parte en la que le pedí al chico que me diera un aventón a casa, no quiero otra regañada. Mamá no confía en los extraños, tiene motivos para no hacerlo; ella no entendería que, en ese momento, acudir a Luc fue mi única opción.

—Déjame ver.

Me volteo y descubro la zona afectada.

—¡Jo! Perdóname por la nalgada, debió doler como la mierda.

—Vamos a ponerte algo ahí —me indica mamá volviendo a cubrir mi trasero—, y tú, jovencita, debes moderar esa lengua.

Esto último va para mi hermana que resopla y le besa la mejilla para contentarla. Mamá mira hacia arriba como pidiendo paciencia, aquello nos hace sonreír a ambas.

—Pónganse cómodas, iré a ducharme para quitarme el olor a ebria. —Mamá asiente y se mueve a la cocina. Aprovecho y me acerco a Kiara para susurrarle al oído—: Hay un regalo para ti en tu habitación, no le digas que te lo compré porque va a enfadarse.

Ella me mira con ojos soñadores y me abraza repitiendo lo mucho que me ama. A mi pequeña hermana le encantan los libros eróticos y estuvo mencionando un par en especial desde hace semanas. No podía comprarlos porque, aun cuando mamá es bastante abierta de mente, no quiere que su bebita lea esas cosas. A Kiara poco le importa porque de igual manera le habla de los libros que consigue leer gratis, el lío viene cuando estos están en físico y no tiene el dinero para adquirirlos, ahí entro yo: la hermana salvadora que le pone la tentación en las manos.

Tomo una ducha rápida y me pongo la toalla que va a ayudarme a no seguir manchando cojines. ¡El cojín! Salgo envuelta en la bata y me dirijo al pequeño cuarto que tengo por lavandería.

El cojín es gris, pero, de igual manera, la mancha es notable. Busco en los cajones hasta dar con mi mejor aliado en estos días: agua oxigenada. Hace unos años vi ese tip de que quita las manchas de sangre y me ha servido de mucho desde entonces. Dejo caer las gotas alrededor y veo cómo el color rojizo va desapareciendo. Tomo una escobilla y termino de quitarla. Meto el cojín a la lavadora, ella se encargará de culminar la tarea.

Vuelvo a mi habitación y al pasar por la de mamá veo como yace dormida en medio de su ropa. Sonrío. Saber que no van a quedarse más días me causa cierta nostalgia, pero si quiero que mi hermana siga llevando una vida normal entonces debo atenerme a este tipo de situaciones. Mamá nunca me dejó faltar a la escuela, para Kiara debe ser igual; es por ello que siempre vienen en fin de semana y vuelven a Miami.

Me acerco con sigilo y la cubro con una manta. Escucho ruido en el cuarto de al lado, salgo para aprovechar este pequeño momento con mi hermanita.

—¿Está bueno, entonces? —inquiero sorprendiéndola.

Alza la vista hasta mí y asiente emocionada. Camino hasta su cama recostándome a una distancia prudente que me permita reparar sus gestos.

—Vale, ahora ponme al día, mamá me dijo que andabas risueña tarareando alrededor de la casa, tú eres una mini piraña. —Sus mejillas enrojecen—. ¿Debemos tener alguna charla? Porque, por más que esos libros que lees te hablen sobre sexo, no siempre te muestran lo real, sabes que puedes confiar en mí si tienes dudas.

Deja el libro a un costado y se acomoda para mirarme, nunca nos ocultamos nada. Aprendí a cuidar de ella desde que solo estamos las tres, podemos soltar una que otra mentirita blanca con mamá, pero jamás entre nosotras.

—Me gusta alguien —confiesa—, él es ¡Dios!

Se deja caer de espaldas y cubre su rostro con una almohada. No puedo evitar sonreír, me inclino hacia ella y pincho su abdomen con mi dedo.

—¿Cuál es su nombre?

—Bruce —suelta sin quitarse la almohada del rostro.

La retiro y ella resopla antes de volver a sentarse. Forma un puchero inconsciente, como si fuese a iniciar el berrinche de reclamo por estar exponiéndola.

—Me puse tonta, lo siento. —Respira hondo y recupera su semblante serio—. No estoy acostumbrada a la sensación. Es incómodo sentir cosquillas en el estómago cada vez que se acerca o que intenta coquetear conmigo. Soy una chica segura de sí misma, pero cuando él está cerca me vuelvo gelatina, la lengua se me enreda y consigo su estúpida mirada de ternura. ¡No me gusta esa mirada!

—¿Así que coquetea contigo?

Clavo el mentón en mi palma, la observo atenta a sus respuestas y gestos. Ver a Kiara así no es algo que suceda todos los días, debo aprovechar esto.

—Sí, lo hace todo el tiempo. Al inicio era discreto, pero debe haber notado el efecto que tiene en mí. Ahora es directo, ¡muy directo!

—Vale, mamá no crió a una chica cobarde, ¿o, sí? —Niega—. Pues te ajustas las bragas y le dices que también te gusta. Ese jueguito del gato y el ratón va a terminar por cansarlos. Él está interesado en ti y ya dio el paso, falta que tú lo des también para que estén en la misma página.

—Tengo miedo —murmura—, ¿qué tal si solo es un hijo de puta que quiere lastimarme? ¿Qué tal si quiere ganarse mi confianza para luego dejarme caer y hacer flaquear mi autoestima?

—¿Esto es por Billy? —pregunto y ella no asiente, pero su mirada me da a entender que sí. Acaricio su mejilla, me apena tener parte de culpa de su inseguridad—. Mi final trágico no tiene por qué ser el tuyo, Kia. Vive tu historia, comete tus errores, si consigues un corazón roto aquí estaré para sostenerte, pero no te limites por miedo, cariño. Hazlo incluso cuando el miedo te aceche, porque si no lo haces vivirás cuestionándote qué hubiese sucedido si hubieras sido un poquito más valiente.

Ella asiente y se acerca a abrazarme, beso su frente y la dejo acurrucarse contra mi pecho. Ya no es tan pequeña, pero de igual manera sigue siendo mi hermanita. Me cuenta más sobre el tal Bruce y disfruto ver como sus ojitos brillan. Resulta divertido presenciar a una Kiara ilusionada, ella es la clase de chica que suspira por personajes literarios pero rechaza a los chicos reales. Suele aburrirse de sus pequeños gustos con rapidez, me sorprende que esté dejando a Bruce ir tan lejos.

25 de octubre, 2021

Despedirlas siempre es la parte más difícil de tenerlas aquí, desearía que se quedaran más tiempo, pero la rutina de Kiara requiere de estos pequeños sacrificios. Tomo su rostro entre mis manos y admiro el rostro que ha ido madurando con el pasar de los años.

—Cuéntame todo, ¿sí? —Beso la frente de mi hermanita—. Te amo, Kia.

Mamá me abraza fuerte y una lágrima se me escapa, la seco de inmediato.

—Eres valiente, eres fuerte, Adara, eso jamás lo olvides, amor —Acaricia mis pómulos y estruja mis mejillas—. Vas a salir de esta, no lo dudes.

Les hago adiós con la mano mientras las veo desaparecer tras las puertas del ascensor. Vuelvo al interior y suspiro sentándome en el sofá, me he olvidado por un par de días de redes sociales y programas de televisión. Enciendo la pantalla frente a mí para ver si la mierda en mi contra continúa o si es que por arte de magia ha terminado ya.

Particularmente, creo que no hay traición más dolorosa que aquella que, uno: no esperas y dos: viene de alguien que aprecias. El puñal se entierra con fuerza cuando la veo junto a él, luciendo espléndida, como si todo brillara a su alrededor por el simple hecho de estar jodiéndome.

—Esto es como pan caliente —ríe Kary—, ella tuvo este noviecito motociclista y fue toda una historia cliché. Él la usó y humilló, pero Adara seguía tras él. ¡Incluso huyó de su casa! Tuvieron un accidente y ella salió muy mal parada.

»Quedó embarazada y no quiso hacerse de hijos así que lo abortó, ya sabes, la salida fácil. No lo aprobé, pero ella siempre hace lo que quiere, incluso si un inocente muere porque anduvo de calentona por ahí.

No lo hizo...

Joder, no puede haberlo hecho.

Eso no.

Sabe mejor que nadie que no es algo que esté siquiera en mi historial, borramos todo rastro... Imágenes mías en el hospital salen en la pantalla y caigo en cuenta de que ella tiene que haber estado planeando esto desde hace tiempo. No fue mi amiga, nunca lo fue.

El audio pude sobrellevarlo porque muy en el fondo deseaba salir de eso, pero esto... Es mi maldita vida privada y ella no tenía derecho.

Mi pecho se comprime y el aire empieza a faltarme. Intento respirar, pero se me dificulta, me dirijo a la puerta para conseguir algo de oxígeno y mis manos van a mi vientre por inercia. No me sentía lista, tenía todo el derecho del mundo a decidir qué hacer o no con mi cuerpo. Ese niño no habría tenido una vida cómoda, era una maldita adolescente con la psique hecha mierda, no estaba preparada para ser mamá.

Su voz y las risas de los presentadores se repiten en mi mente.

"La chica cliché", "Le salió mal la jugadita", "Además de mentirosa, asesina".

Kary sabe lo mal que la pasé, sabe que estaba débil emocionalmente y me dejé manipular. Sabe lo asustada y avergonzada que me sentí, ella estuvo ahí.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos y me ahogo con mi propio llanto. Siento mi corazón latir desbocado y mi cuerpo se sacude en medio del pasadizo sin lograr conseguir el aire que necesito. Quiero gritar, quiero pedir ayuda, pero la voz no me sale. Pierdo fuerza en las piernas y mis ojos se nublan. Voy a caer y no tengo la resistencia para evitarlo. Me preparo para el impacto que nunca llega porque lo último que veo es un ceño fruncido antes de perder la consciencia.


¡Buenas madrugadas!

Hoy habrá capítulo doble, he avanzado relativamente rápido con la edición. 

Espero lo disfruten.

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