CAPÍTULO 24


Lois

3 de marzo, 2022

Adara suele cambiar el estado de su rastreador cada cuarenta y cinco minutos, ya lo ha dejado una hora por lo que Benjamin se encargó de conseguir el jet privado que va a llevarnos a Miami. Nick se encuentra dando órdenes caminando de aquí para allá, es la primera vez que lo escucho hablar tanto. Tiene a cuatro guardaespaldas aquí y me dijo que los de Miami están dispuestos a intervenir.

No he tomado un arma desde que tengo trece, papá me enseñó a disparar con botellas, nunca con animales porque siempre me rehusé; pero recibo la que me entregan recordando el rostro de Kiara, su sonrisa de consuelo pidiéndole a su hermana que no vaya por ella.

Lexie se encarga de ver la ubicación de Ada, ahora no se mueve, está quieta en un hospedaje que se encuentra en uno de los barrios más peligrosos de Miami, la zona que los turistas no visitan.

Nos movemos con rapidez a la pista que alistaron para el despegue.

—Ada puede con él —murmura Nick a mi lado, supongo que intenta tranquilizarme—, la entrené para lidiar con tipos más grandes incluso, espero que su mente no la traicione.

Es lo que me preocupa también, sé que ella es fuerte, que puede con todos los que se crucen en su camino, pero la he visto congelarse una vez frente a Billy, solo me queda confiar en que pondrá una barrera entre él y su mente para que no la afecte.

Nick nos hace repasar el plan y nos entrega los audífonos con los que vamos a comunicarnos.

—Mi hermano ha servido en el ejército, van a cubrirnos si hay necesidad de herir de gravedad a alguien —informa—, eviten matar, pero si es necesario solo disparen.

Lo dice con una naturalidad que logra asustarme, ¡soy un jodido abogado!

«No es gente buena a la que vas a enfrentarte» me recuerdo y el sentido moralista se esfuma. Veo como Lex se desespera al ver que el punto de Ada no se mueve, pero yo lo agradezco, nos está dando tiempo para llegar.

Kary se mantiene callada durante todo el viaje, mira de un lado a otro sabiendo que no tiene escapatoria. El vuelo dura menos de lo que duraría uno comercial y estamos en tierra nuevamente.

Parte del plan es separarnos, que cada uno ingrese por un punto distinto al lugar a donde debemos llegar, esperar ahí hasta que ella decida moverse y nos indique donde es que se encuentra.

Ninguno puede llegar con Sarah, debe estar vigilada e ir donde ella es delatarnos. Lexie se despide de mí con un abrazo fuerte.

—Tráela contigo —pide y asiento—. Nuestra chica estará bien, lo sé.

Toma otro rumbo junto a la mujer embarazada y así es como nos dispersamos en la ciudad.

Adara.

—Una hora —ordena—, te envié la dirección. No tardes, tu hermanita está ansiosa por verte, ¿verdad, Kiara?

—¡Ada no, por favor no vengas, joder, no!

Trago duro.

—Ahí estaré.

Termino de acomodar las dagas en mi ropa y meto las balas en un cinturón que escondo bajo mi camiseta. Ayer fui a una pelea de esas ilegales y aparte de ganar dinero logré preparar mi cuerpo para lo que se venía, claro que no sabía que vendría tan pronto.

Introduzco el celular en mi sujetador y salgo del hospedaje caminando a la dirección que me indicaron.

La ansiedad quiere hacer acto de presencia agitándome la respiración, pero pongo todo mi esfuerzo en evitarlo, necesito llegar ya. Miro a todos lados por miedo a que me ataquen de cualquier lugar, sé que me ha estado vigilando, asegurándose que no tenga contacto con nadie sin que él lo sepa.

Ruego porque Nick y los demás hayan notado la estabilidad de mi ubicación, si yo no salgo viva de ese encuentro al menos quiero que lo haga mi hermana, la necesito viva.

Llego a un edificio de tres pisos, la puerta está abierta, asomo la cabeza y un amplio salón me recibe. Dejo el celular entre la tierra antes de ingresar, no puedo arriesgarme a que lo averíen.

Kiara se encuentra al fondo en una silla con nada más que su ropa interior, tiene la piel amoratada y noto cortes en su blanca piel. Niega conforme me acerco y Billy dibuja una sonrisa maliciosa en el rostro.

Examino el lugar, hay hombres alrededor del centro y un techo alto cubierto por vidrio, las columnas serpentean a los costados. Ninguno se inmuta con mi llegada, no se acercan y sé que no lo harán a menos que Billy lo pida. No dejo que mis gestos reales salgan a flote; me muestro impasible y fría, como si la imagen de mi hermana siendo denigrada no me doliera.

—No debiste venir —masculla.

La ignoro, debo sacarla de aquí cuanto antes. Hay unos treinta tipos rodeándome, me doblan el tamaño pero no me intimido, no cuando ayer eché abajo a diez más grandes sin problema.

—Copito... —desliza las manos por la piel de mi hermana y ella se ve asqueada pero no se mueve—, que lindo verte.

—Copito una mierda —respondo ubicándome frente él—, vengo a llevármela.

—No me gusta que hables así —me regaña.

Inhalo fuerte.

—Copito murió, Billy —espeto—, he venido por mi hermana y planeo llevármela.

Sonríe mirándome con falsa ternura. Mis sentidos están amplificados, por lo que percibo como sus hombres van acercándose aun cuando no volteo a mirarlos.

—Me dijeron que ayer hiciste de las tuyas en el bloody cage —insinúa—, te presentaste como Némesis.

Preparo mi cuerpo porque sé que van a atacarme en cualquier instante.

—Diosa de la venganza —acaricia las palabras causándome repulsión—, quiero verte en acción.

Se queda con mi hermana que me envía un ruego silencioso.

Prevengo el primer golpe rompiéndole la muñeca a mi atacante, rasgo ropas con mis dagas, vienen en pares propinándome golpes que logro devolver, apuñalo cuando hace falta y el olor a sangre se hace presente. Uso las columnas como apoyo y me deslizo dejando que choquen contra ellas, lesiono brazos y rompo huesos. No me importa romperme las uñas al momento de arrastrarlas por sus pieles y por supuesto que aprovecho mi flexibilidad al momento de golpear y patear.

Me siento como Natasha Romanoff trepándome por sus cuerpos y haciéndolos caer inconscientes, recibo golpes pero salgo victoriosa de mi primer encuentro.

—Quiero a mi hermana, Billy. Entrégamela y no tocaré a ninguno de tus hombres.

—Pero yo quiero ver más sangre, preciosa.

Viene otra mancha y lanzo patadas por doquier, la ira me arde dentro cegándome al momento de golpear, mis dagas se dispersan y uso sus propios cuerpos como escudo y arma, el sonido de cada impacto alimenta a mi demonio interno enfureciéndome más al punto de olvidar mi política de no matar, me defiendo sin importarme nada más que sacar a Kiara de aquí.

Un disparo me alerta y el sonido de los vidrios quebrándose me hace ir contra mi hermana para protegerla del impacto. Siento los cortes en mi piel, pero no tengo tiempo de quejarme porque jalan mi cabello llevándome hacia atrás.

—¡La putísima madre que parió a este malnacido! —exclama Kiara.

La veo forcejear con Billy y logro zafarme del tipo que me traía arrastrada. Me valgo de mi peso para echarlo abajo y golpeo su cabeza contra el suelo noqueándolo. Aprovecho la distracción de Billy para clavar una patada en su pecho que lo echa hacia atrás.

—Nos largamos —advierto cortando las sogas que atan a mi hermanita.

—¡Ada!

Mierda maldita, ¿de dónde carajos salen tantos?

Mi cuerpo impacta contra el suelo dejándome sin aire por un segundo, pero me ordeno volver a levantarme, me arrastro abrazándome a la pierna de mi atacante y lo traigo al suelo conmigo, le propino un golpe en el pómulo dejándolo inconsciente y me aferro al cuello del que viene por atrás haciéndolo caer delante de mí.

Kiara.

Debo sacarla de aquí.

Bloqueo el dolor y camino hacia ella terminando lo que empecé, libero sus piernas y sus manos.

Le sonrío y vuelven a jalonearme.

Mi piel se corta con los vidrios que yacen en el suelo, pero la adrenalina me hace ignorar el ardor. El tipo al que noqueé minutos antes me mira con malicia viniendo por mí y no dudo en tomar los vidrios lanzándolos contra él. No perforo ninguna zona importante, pero sirve para dejarlo en el suelo mientras intento huir con mi débil hermana.

—Ya déjalo y larguémonos de aquí —me pide, volteo y extiendo mis brazos para tomarla pero es tarde, Billy la lanza al otro lado del salón.

No tengo tiempo de mirarla siquiera porque él me ataca con todo lo que tiene, me golpea justo donde me he cortado, y se encarga de rasgar incluso más mi piel. Descargo la ira con cada golpe y rasguño, me regocijo abriéndole la cara y verle sangrar la nariz me dibuja una sonrisa perversa.

—Eres una jodida perra —dice tomándome del cuello—, solo imagina lo que seríamos juntos.

Clavo la rodilla en su costado haciendo que se doble, me monto sobre su espalda cortándole la respiración con la cara interna de mi codo.

—Sigue soñando, imbécil —mascullo.

Se agacha haciendo que mi cuerpo impacte contra el suelo nuevamente y me arrastra del cabello. Tanteo mi torso en busca del arma que cargué conmigo, pero la debo haber perdido porque no la hallo. Me volteo jalando su pierna haciendo que caiga también.

—Vas a pagármelas —rodeo su cuerpo con mis piernas y se aferra a mi cintura.

—Mira nada más que bien encajas —me clava su erección, quiero tanto cortársela.

Impacto mi codo contra su estómago haciéndolo soltarme, pero es momentáneo porque vuelve a traerme contra el suelo, esta vez poniéndome bajo su cuerpo. Desliza la lengua a lo largo de mi cuello y me aferro a un cristal cortándole la piel del brazo. La ira se hace presente en sus ojos y giro el rostro queriendo ver a mi hermana por última vez.

—Te amé —espeta—, y te seguí siempre —clava los dedos en mi cuello—, te he vigilado desde esa noche, Copito. Nunca te he dejado, nunca.

Me besa y balancea sus caderas contra las mías pero no siento nada más que repulsión.

—Eres una perra y me encantas tanto —muerde mi mejilla—, pero eres pecado y no pienso lidiar con ello.

Aferra la mano a mi rostro, lo muerdo y me remuevo, pero aquello no basta para detenerlo de impactar mi cráneo contra el suelo.

Escucho un disparo y siento el peso seco.

Voces.

Dolor.

Oscuridad.

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