Introducción
Héctor
Prendí la alarma de mi preciado auto antes de entrar al edificio de la agencia. Iba jugando con las llaves en mis manos mientras devoraba una manzana, mi estómago moría por comer algo pero ese día iban a tomarnos algunas fotos para una entrevista del periódico y debía evitar la inflamación del abdomen.
Saludé a Susana al entrar con un asentimiento de cabeza; cuando pasó delante de mí no pude evitar mirar hacia sus largas y morenas piernas. Era una de las modelos más cotizadas para los zapatos y ropa interior debido a su delgada y alta estructura; desde que había entrado en la agencia, una gran mayoría de veces habíamos pasado un buen rato sin compromisos después de que se me insinuara en una sesión, era de esas mujeres que sabían e iban por lo que querían, aunque no fue como si le hubiera puesto muchas barreras.
Me consideraba un hombre con poca resistencia cuando se trataba de las mujeres, un batir de pestañas y manos traviesas podían hacerme ceder a todo. La mayor parte del tiempo cuando despertaba y me encontraba en una casa diferente a la mía podía prever la rutina; mi acompañante se levantaría y me echaría con alguna excusa de trabajo o familia, diría que tal vez podríamos repetir alguna vez aunque sabía no me llamaría, además que al buscarlas por mi cuenta me evitarían.
Al principio pensaba que era mi culpa, un mal sexo o que era muy inmaduro para que quisieran volver a verme, pero con el tiempo y después de una larga plática con mi hermano mayor aprendí que no todo se trataba de mí, si no de con quienes me relacionaba; sin embargo, estaba a punto de cumplir los veintiséis y no había experimentado una relación seria, una real, aún cuando la quería ya tenía fama de que conmigo se pasaría un buen rato pero no una buena relación. Aprendí a sobrellevarlo y solo dejarme arrastrar por la corriente, ¿cuántos no quisieran ser buscados por mujeres ardientes? Aunque fuera solo por un rato.
Entramos al cuarto 6A del edificio después de un rato, los reflectores y las telas ya estaban colocadas en su lugar, rápidamente nos pasaron a sentar a unas sillas de madera detrás de una cortina negra, la entrevista sería antes de las fotos.
Jugaba en mi celular cuando una persona se detuvo delante de mí, levanté la mirada de a poco pasando por unas caderas anchas, una cintura poco notoria y unos pechos que amenazaban con romper los botones de la blusa por su gran tamaño. Terminé mi inspección en su rostro donde unos ojos claros me miraban seriamente enarcando una de sus cejas con furia; sus rasgos eran finos, excepto por lo ancho de su nariz y el lunar cerca de su boca, sin embargo era algo tan banal que le daba ese toque de normalidad a un rostro tan perfecto.
Se aclaró la garganta y se apoyó en una de sus piernas haciendo que tragara saliva y me levantara estirando mi mano.
—Héctor González. —Sonreí, pasó un tiempo en el que pensé que me dejaría con la mano estirada.
—Frida Cadena, periodista de "El informante." —Tomó mi mano con firmeza a pesar de lo delicada y pequeña que se sentía contra mi palma, la sensación me produjo un hormigueo interesante que siguió aún cuando retiró su contacto.
—Tú harás la entrevista...
—Así es. —Tomó asiento frente a mí sacando de su portafolio café: una libreta, una pluma y una grabadora que dejó sobre una tercera silla colocada a su lado derecho; estábamos aislados del gran trabajo de los fotógrafos, nos encontrábamos frente a frente. Cruzó una pierna y a pesar de que traía un pantalón formal, la postura le favorecía. Me miró con tanta seriedad que mis ojos se apartaron de su rostro por un segundo debido a la intensidad—. ¿Le parece si comenzamos?
—Háblame de tú, me haces sentir viejo.
Aplanó sus labios pero no dijo nada, en cambio encendió la grabadora y colocó la punta de la pluma en la hoja.
—¿Cómo decidiste que querías ser modelo?
—No lo planeé —suspiré—. En realidad iba de camino a la universidad cuando Natalia, mi ahora representante, me entregó una tarjeta preguntando si no quería participar como modelo en una campaña de perfumes que buscaba nuevos rostros. Llegué a la agencia y después de varias pruebas me escogieron, lo demás es historia.
—¿Dejaste la universidad?
—No. —Su cara de asombro hizo que levantara una ceja con escepticismo—. No soy un tonto, preciosa. Tengo una ingeniería en química de la que estoy orgulloso.
—No dije que lo fueras. —Escribió en su libreta antes de voltear y entrecerrar sus ojos en mi dirección—. Y no soy tu preciosa.
—Tal vez mía no. —«Lástima por mí»—. Pero sí eres preciosa.
Se removió en su lugar y apartó la vista colocándola en su libreta por un largo tiempo, sonreí abiertamente pues su fachada de fría indiferencia no era aprueba de mis cumplidos.
Después de componerse un poco la entrevista siguió, ninguna pregunta fuera de lo común, mis años en la industria, mis trabajos, etc.
Para cuando llegamos a las preguntas personales nuestras botellas de agua se encontraban vacías, mientras ella anotaba yo jugaba con la tapa rosca en mis dedos.
—¿Tienes novia Héctor?
—No, ¿te gustaría serla? —Sonreí para disfrazar la incomodidad que el tema me daba, sin embargo estaba despertando la furia de Frida.
—¿Te has enamorado alguna vez?
—Me reservo mi respuesta —dije para no sonar tan patético con la respuesta que seguramente todos sabían. Me acomodé en la silla sin voltear a verla.
—¿Por qué no has hecho campañas de ropa interior? —preguntó cambiando el tema drásticamente haciéndome girar, le sonreí sinceramente a pesar de que sus cejas estaban elevadas esperando mi respuesta, me había salvado del hoyo que estaba cavando.
—No consideran que tenga el cuerpo para eso. —Frunció el ceño al escucharme.
—Para mí estás bien. —Tosí al escucharla y reí cuando su cara empezó a ponerse de tonos rojizos mientras movía la boca intentando hablar—. Digo, considerando a los demás, tampoco es que seas tan atractivo. Creo que tengo material suficiente, debo irme.
—Gracias Frida —hablé mientras la veía recoger sus cosas con urgencia, se dio la vuelta para marcharse pero no quería dejarla ir así—. Para mí también estás bien, preciosa.
La botella de agua vacía en sus manos hizo un ruido sonoro al momento en que la estrujó en sus manos como si necesitara contenerse. Su cara era un poema de colores y yo solo quería descifrar si era por timidez o enojo.
—No soy tu preciosa —masculló alejándose.
«¿Cómo podría borrarte de mis recuerdos Frida?»
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¡Hola! Bienvenidos a esta nueva historia, ¿qué les pareció este pequeño abreboca de lo que será?
La verdad que estoy muy emocionada, es una historia con personajes muy diferentes a los que acostumbro pero tomaré el reto.
Dejen su voto y comentario dándome su opinión, me ayudaría mucho.
Por si no vieron al inicio, esta historia tendrá contenido adulto, tanto por el lenguaje soez como algunas escenas subidas de tono, será la primera vez que escriba algo como esto así que espero les guste.
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