6. Héctor

Justamente dos minutos antes de las dos de la tarde me detuve frente al periódico. Era una calle transitada, pero el día era nublado por lo que esperé a Frida recargado fuera de mi auto.

El timbre de la primaria que estaba cruzando la calle sonó, haciendo que volteara para observar a los niños salir despavoridos a comprar chucherías en los carretones de la acera. Sonreí cuando los más pequeños aún tenían la costumbre de sentarse en el piso, entreteniéndose con tazos o juegos de manos; pequeños destellos de recuerdos con mi hermano llegaban a mi memoria dejándome nostálgico.

No noté a Frida a mi lado hasta que habló.

—¿Pensando en tu juventud? —Giré a verla con mis brazos cruzados y una sonrisa sincera al notar su cabello suelto ondeando por el viento; con la luz se le formaban pequeños destellos que hacían resaltar sus grandes ojos claros.

—A veces me gustaría volver a ser niño. Donde mis preocupaciones eran que si llegaba a casa con el uniforme sucio o raspado de las rodillas mi madre me regañaría.

—¿Extrañas no tener grandes responsabilidades?

—Extraño la inocencia e ignorancia con la que podía evadir problemas.

Recordaba mi infancia a la perfección, fue cálida y feliz, con mi madre llenándonos de platillos exquisitos y mi padre enseñándonos y amándonos. A la llegada de mi juventud, empecé a tener más conciencia de mi alrededor, comencé a notar las peleas y los comentarios hirientes hacia mi hermano, tuvimos que madurar rápido para que mi padre no nos aplastara y es algo que habíamos tardado en superar.

—Pero en fin... —continué ofreciéndole mi mano a Frida quien levantó una ceja escéptica—. Vamos por tu hermano que tenemos poco tiempo.

La avenida que debíamos cruzar era difícil pues los autos no cesaban y no había señalamientos para el paso peatonal, así que su mano tomó mi meñique y de esa manera ninguno se quedaba atrás. Cuando pareció estar despejado, corrimos junto con otro grupo de personas hasta la acera de en frente donde se encontraban los pequeños al cuidado de varias maestras.

Observé a Tomás sentado solo en una jardinera, abrazando su lonchera fuertemente y observando a su alrededor como si estuviera asustado. En cuanto llegamos hasta él se levantó y tomó la mano de Frida.

—¿Cómo te fue hoy, Tom? —inquirió ella con un tono cálido y bajo que solo había escuchado cuando se dirigía a sus hermanos. El pequeño se encogió de hombros sin responder mientras me seguía mirando fijamente, le sonreí y agité mi mano como saludo. A pesar de que los rayos del sol le daban de pleno en el rostro, creí divisar una diminuta sonrisa, el niño me caía bien.

—¿El señor del taxi nos va a llevar?

—Puedes decirme Héctor, es más corto —sugerí mientras avanzábamos hacia el borde de la acera para cruzar la calle.

—Señor del taxi me parece mejor —dijo Frida mientras intentaba cargar a Tomás de una muy mala manera.

—Déjame hacerlo —hablé haciendo el amago de tomar al niño antes de que lo apartara de una manera no muy sutil.

—Estará bien, todos los días lo hago.

—Y alguno de esos días podrías romperte la espalda o crear una hernia.

—Soy fuerte. —Frunció el ceño mientras yo le sonreía ligeramente y me acercaba a ella, adorando el hecho de que su posición seguía firme, encarándome.

—No lo dudo, preciosa. Pero aún siendo la mujer más fuerte del mundo, si no lo cargas de la manera correcta podrías lastimarte. Impúlsate con las piernas, le quitarás peso a tu espalda.

Dicho eso me aparté para observarla suspirando. Se agachó diciéndole algo a Tomás que los ruidos de la ciudad me hacían imposible de escuchar.

—Supongo que cruzaremos más rápido si tú lo llevas —habló mirando al frente. Me acerqué rápidamente antes de que cambiara de opinión y le ofrecí una mano al niño queriendo que estuviera cómodo con que lo cargara, después de todo era prácticamente un desconocido por el momento.

Cuando lo elevé y cruzamos la calle no hubo quejas, era un niño callado y para nada revoltoso, incluso cuando lo dejé en el asiento trasero se colocó el cinturón de inmediato y se puso a observar todo el interior del auto con sus pies balanceándose y sus manos aferradas a esa lonchera.

—¿A dónde nos llevas? —preguntó Frida cuando arranqué.

—Primero comeremos, tuve una larga sesión y ya me cansé de sobrevivir a base de ensaladas, además que el niño ha de traer hambre al igual que tú.

—Debo regresar al trabajo en máximo dos horas —habló con su cabeza recargada en la ventana.

—Pues más me vale aprovecharlas. Hay muchas cosas que sabes de mí, por la entrevista, pero yo sé poco de ti.

Se removió un poco incómoda pero sentía sus ojos en mí.

—¿Qué quieres saber?

—Primero me ayudaría conocer tu edad.

—¿Cuántos aparento?

—A no. —Reí volteando a verla por un milisegundo—. Esa es una pregunta trampa, si digo que menos ganaré puntos y si digo demás me terminarás aventando de mi propio auto.

Escuché un ligero resoplido que parecía una risa contenida, al menos íbamos progresando.

—¿Y quien dijo que estoy regalando puntos? —Bufé sin responder consumiéndonos en el silencio por un minuto, antes de que volviera a hablar—. Tengo veinticuatro.

—¿Te gusta ser periodista? —Volteé a verla cuando el semáforo cambió a rojo. Estaba pensativa, con una mano sosteniendo su cabeza mirando a la nada.

—Me gustaría más si me dejaran escribir sobre lo que quiero.

—¿Y qué quieres?

—Política, economía..., sería feliz en espectáculos si tan solo me dejaran escribirlos a mi manera.

—¿No eres feliz ahí? —Observé su semblante ponerse serio, pensando que tal vez había soltado demasiado, tenía una barrera invisible sobre lo que podía y no decirme, era frustrante intentar romper esa pared cuando parecía que en cada momento que podía la reforzaba.

No volvimos a hablar en el trayecto hasta que estacionamos frente al establecimiento.
Arriba de la puerta estaba una lona donde se leía "El sazón de Don Pepe", el característico trompo estaba ahí afuera mientras el taquero cortaba su carne preparando los tacos con agilidad. Había mesas de plástico fuera y dentro del lugar, nos sentamos cerca de una de las ventanas, a lado de un refrigerador con refrescos y aguas.

Tenían una televisión colgada que reproducía una película infantil, muy conveniente para entretener a Tomás quien se sentó frente a ella.

—Aquí encontrarás los mejores tacos de pastor de la ciudad —comenté haciendo que Frida me mirara confusa dejando de analizar el pequeño local—. ¿Qué?

—Creo que estoy un poco sorprendida. —Levanté ambas cejas.

—¿Quieres decir que para sorprenderte solo debía traerte a un puesto de tacos?

—No son los tacos. Me sorprende que tú conozcas el lugar.

El comentario me revolvió el estómago e hizo que mi mandíbula se tensara.

—No me digas que confías en los estereotipos.

—No, no es eso. Yo solía conocer al primer dueño —dijo con una mueca. Una extraña sensación de alivio se implantó en mi pecho; tenía experiencias no muy agradables con las personas que catalogaban a otras superficialmente, algunos me buscaban por conveniencias económicas o para crear conexiones en el medio que trabajaba. La razón por la que Frida me atraía era porque no me juzgaba, y a pesar de su desdén lo prefería a falsas sonrisas, así sabía que todas las que me brindaba eran reales.

—¿Quieres contarme? —inquirí después de tomarle a mi refresco.

—No es conversación para una cita.

—Así que aceptas que es una cita. —Sonreí burlonamente mientras ella rodaba los ojos y le entregaba su agua de jamaica a Tomás.

—Solo lo hago porque eres muy fastidioso para conseguir lo que quieres.

—Eso me han dicho. —Moví mi cabeza con felicidad comenzando a comer.

***

Caminábamos por un parque pequeño, Tomás estaba ansioso por deslizarse en cada resbaladilla, elevarse en cada columpio y encontrar alguien con quien jugar en el sube y baja.

El señor de los bolis pasó a nuestro lado sonando la campanilla, observé los ojos del niño volverse brillantes.

—¿De cuál quieres?

—Chamoy —contestaron ambos al unísono haciéndome sonreír. Después de que tuviera su bolis, fue a sentarse a un columpio con menos niños alrededor que en los demás.
Frida y yo nos sentamos muy cerca para no perderlo de vista.

—Eres muy bueno con él —mencionó después de un rato.

—Me gusta estar con niños. Mi madre dice que es porque nunca maduré, pero yo no lo veo así. —En realidad, la honestidad era una de las principales razones por las que prefería relacionarme con pequeños.

—¿Tuviste muchos hermanos? —Me alegraba que, a pesar de la indiferencia que con frecuencia me mostraba, se había comportado muy participativa ese día, como si por una ocasión se permitiera ser alguien despreocupada y..., libre.

—Uno, mayor que yo, somos unidos desde siempre; pero, creo que siempre me quedé con ganas de cuidar de alguien. Supongo que cuando tenga mi propia familia podré hacerlo. —Sonreí incómodo, aún cuando me caracterizaba por decir lo primero que se me venía a la cabeza era muy extraño soltar tanta formalidad a la primera. Lo noté cuando Frida se me quedó mirando con desconfianza, como si no me llegara a creer.

El silencio se volvió incómodo y me sorprendió que fuera ella quien lo deshiciera.

—Pues yo tengo muchísimos hermanos así que sé cómo es el sentimiento. En ocasiones es agotador pero, si tuviera otro lo recibiría. Incluso me gustaría tener hijos.

—¿Qué no tienes uno ya?

Se quedó estática en su lugar antes de entrecerrar los ojos en mi dirección.

—Es por eso que dijiste lo de, querer a los niños y las ganas de cuidar de alguien.

—¿Me crees tan cínico? —inquirí algo ofendido.

—Tienes una cara honesta, pero a veces no es bueno dejarse llevar por las apariencias.

—Tu cumplido llegó con un puñetazo, pero lo acepto, gracias. —Me rodó los ojos mientras me limitaba a sonreír y observar la hora en mi celular—. Lastimosamente, es hora de irnos si quieres dejar a Tomás en la casa y regresar a tiempo.

***

Cuando nos detuvimos frente a su edificio esperaba que saliera corriendo, sin embargo, estaba ahí sentada a mi lado con la vista fija en el frente.

—¿Entonces por qué naranjas? —Le fruncí el ceño mientras ella se desesperaba conmigo—. Las flores, ¿por qué de tanta variedad más comunes como rosas, o rojas escogiste naranjas?

—¿Es en serio tu curiosidad? —pregunté intentando aplazar la verdad, era una cursilería de mi madre y aún no llegábamos a ese punto.

—Soy periodista, Héctor. La curiosidad es mi principal motivación; incluso acepté salir contigo por esa curiosidad.

Sonreí con una mueca triste, de alguna manera esperaba que esa negación y desdén hacia mí se hubiera reducido aunque fuera un poco.

—Hieres mis sentimientos, ¿acaso no te atraigo ni un poquito? —Junté mi índice y el pulgar dejando solo un mínimo de espacio. Frida soltó una risa vacía cruzando los brazos y mirando por la ventana. Solté el aire decepcionado y me recargué en el asiento con los ojos cerrados—. Rosas cuando te atraiga, rojas cuando la amas, dale naranjas para interesarla y tendrás media batalla ganada.

Abrí solo un ojo cuando pasamos mucho tiempo en silencio, estaba mirándome fijamente de una manera que no supe descifrar.

—¿Qué? —inquirí encogiéndome de hombros—. Mi madre nos recitó aquello desde que mi hermano y yo éramos adolescentes, pensé que funcionaría.

—Eres lindo. —Mi cabeza se giró como un resorte para verla con una sonrisa muy pequeña de boca cerrada, pero sincera—. Me la pasé bien, eres divertido y tu actitud es..., refrescante. Pero créeme que no quieres salir conmigo.

—¿Por qué no me dejas decidirlo por mi cuenta?

—No tengo tiempo disponible para nada, mis hermanos son mi prioridad y ciertamente, tú y yo somos lo opuesto por completo. No funcionaría.

Hice como si estuviera analizando la situación con una mano en mi barbilla.

—Hagamos algo. —Me acomodé de tal manera que nos mirábamos de frente—. Tengamos un periodo de prueba, saldremos, nos conoceremos y en el primer momento que no funcione, lo dejaremos ahí. Sin resentimientos, ni dramas, ni obsesión por acaparar tu tiempo.

—¿Y de cuánto tiempo estamos hablando? —Levantó una ceja mientras yo sonreía, después de todo podría funcionar.

—No habrá límite. Si vemos que no funciona, ahí se termina. Pero si alguien se enamora, pierde y le deberá una confesión al otro. ¿Qué me dices? ¿Trato? —Movió su cabello suspirando, sin verme, podía observar su debate interno y crucé los dedos en mi espalda para la suerte.

—Acepto, nos vemos luego. —Reaccioné en el momento que la puerta de mi auto sonó al cerrarse y su cautivante andar me hipnotizaba hasta que desapareció por la puerta.

Sonreí como un tonto poniéndome mis lentes de sol y cantando a todo pulmón mientras conducía.

***

Mi celular sonó por cuarta vez y dejé las pesas para ver el remitente. Bufé decepcionado cuando el nombre de Susana volvió a aparecer en la pantalla.

—¿Qué te pasa? —preguntó Santiago quien estaba en la barra a lado mío.

—Susana que no deja de insistir.

—¿Y no vas a irte corriendo con ella como siempre? —Levantó ambas cejas impresionado.

—Estoy poniendo a prueba el decir que no; es lo que me dijiste.

Dejó la barra y movió la cabeza riéndose ligeramente.

—Evitar llamadas no es decir que no, ni siquiera ponerle un alto o dejar las cosas claras, lo único que haces es darle largas para no tener que hablar.

—Lo estoy intentando.

—Pues inténtalo como hombre y habla de frente, tú no te escondes de nadie —dijo continuando con su rutina, estábamos en el gimnasio y al estar cerca uno del otro era la única manera como podíamos comunicarnos, aún teniendo su aparato auditivo, pues la música estaba alta.

—Lo haré ¿de acuerdo?

—Si Frida te está dando una ventana de oportunidad, intenta abrir la puerta saliendo de este círculo vicioso que tienes con las mujeres.

—No soy un adicto —comenté mientras comenzaba a estirar.

—No has pasado una semana sin sexo desde que te conozco, me gustaría ver cuánto dura tu fuerza de voluntad.

—Mi madre me educó bien, soy un caballero, no desperdiciaré la oportunidad de Frida por todas las que me echaron de sus casas en una noche.

—Eso espero, Héctor.

Caminé hacia las duchas, dejándolo solo en el área de pesas. Apagué mi teléfono y entré a las regaderas, pensando en la cita con Frida.

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¿Cómo están? Sé que tardé más de lo debido, pero es que estoy preparando algo muy especial, he estado dejando pistas en mi perfil si quieren ver.

¿Les gustó el capítulo? ¿Me dejarían un voto o comentario si les parece?

Actualizaré Efímero y regresaré acá muy pronto, gracias por su paciencia y por leer.

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